Los canarios tuvimos banderas propias al enfrentarnos a la conquista
española. En el Museo Militar de Tenerife se conservan los restos de tres
"añepas" de palma tejida que, probablemente, los guanches de Taoro
llevaban cuando derrotaron a las tropas invasoras españolas en la sangrienta
batalla de Acentejo y, posteriormente, en la del lomo de San Roque donde los
españoles decapitaron a Tinguaro. Estas añepas, que no fueron conquistadas en
lucha y que se conservaban en el Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife
hasta que alguna mano, con aviesa intención histórica o, aún peor, por simple
estulticia, cedió a los militares españoles, no eran aún "nacionales"
por la sencilla razón de que la Nación Canaria nace después de su uso glorioso
por el guanche. Desde luego es cierto que la violencia es la partera de la
historia…...y de las naciones, y fue la violencia máxima de la guerra de
conquista española de esta tierra nuestra, a lo largo de todo un siglo, y su
terrible secuela de esclavitud primero y dominio colonial después, la que forjó
el nacimiento de la Nación Canaria al unificar todas nuestras islas bajo el
yugo español. Recuerdo que, hace bastantes años, en un acto en el Club Prensa
Canaria de Las Palmas, un compañero, Antonio Quintero, expresó su opinión
de que la lucha por la independencia de Canarias comenzó cuando un guanche
tumbó de una pedrada los dientes a un español y le contesté que no, que eso
solo había sido un episodio de la lucha de nuestros antepasados contra la invasión
española pero que lucha independentista comienza cuando ese pueblo oprimido,
invadido y esclavizado, toma conciencia de ello, de la diferencia entre el
colonizador y el colonizado y se rebela. La Rebelión de los Gomeros o la de
Ichasaguas son ya episodios que marcan el nacimiento de la nación y de su lucha
de liberación.
Por lo tanto, solo las banderas -y las luchas- nacidas después de
la colonización y en respuesta a la misma tienen carácter nacional. Ese
carácter de lucha por la independencia la tuvo la bandera que en 1907 se izó
por primera vez en el Ateneo de Aguere y luego en los centros canarios en la
Cuba ya libre del dominio español. Es la azul con las siete estrellas blancas
que a partir de 1924 adopta el PNC como enseña de la lucha libertaria canaria
que, aquí, en el interior de la patria, sería masacrada por el franquismo
español. También serían "banderas nacionales" las que usó por los
años 50 el Movimiento por la Independencia de Canarias, el MIC, en Venezuela,
izada en algunos petroleros de la Gran Colombiana junto a la venezolana, o la
que se diseñó para la RIA en los sesenta en una pensión estudiantil de la calle
Bencomo en Aguere, con sus estrellas rojas, como nacional también fue la que
confeccionaron recortando y pegando tiras blancas, azules y amarillas en su
domicilio de la Calle Peregrina Dª Mª del Carmen Sarmiento y sus hijos
Arturo y Jesús Cantero y rotularon con las letras CL de "Canarias
Libre" para las fiestas del Pino del 61. Todas ellas eran banderas nacionales
por simbolizar la lucha de nuestro pueblo por su independencia, pero es con la
fundación del MPAIAC en Argel, el 22 de octubre de 1964, cuando nace, no UNA
bandera nacional más, sino LA bandera nacional que, desde entonces, los
independentistas hemos enarbolado orgullosamente y que nuestro pueblo, en
general, ha ido asumiendo como única propia y usando en todas las luchas
populares.
Es a partir de las postrimerías del franquismo y sobre todo en esos
puntos de inflexión históricos que fueron los años 75 y 76, en que la lucha
nacional toma nuevo y vigoroso incremento, cuando nuestra bandera, con toda su
carga política, sale a la calle, al conocimiento de todos los canarios. Se
empieza a popularizar su conocimiento apenas diez días después de la muerte del
dictador español Francisco Franco, cuando el 2 de diciembre de 1975 comienzan
en Argel las emisiones de "La Voz de Canarias Libre. De las ondas pasó a
la calle. Recuerdo que las primeras se colocaron en Tenerife en puentes de la
autopista S/C-Laguna y que, para que duraran, se les habían adosado falsos
artefactos explosivos de velas de cera pintadas de canelo. Ya enarboladas en
manos de patriotas tomaron las calles en las manifestaciones. La primera
vez, en 1975, en la organizada por la Confederación Canaria de Trabajadores,
CCT, desde Taco a Santa Cruz fueron solo tres, una de ellas, la del poeta
gomero Tomás Chávez con las estrellas de un verde amarillento. Aún la gente que
la desconocía, la asumió de inmediato como la bandera nacional y pronto se
convirtió en el símbolo de todos los que luchábamos por una patria libre y
soberana.
Probablemente fue su presencia masiva en los luctuosos días que siguieron
al 21 de septiembre del 76 en que Bartolomé García Lorenzo era acribillado a
balazos por la policía colonial española la que convierte en irreversible la
asunción de la heptaestrellada como nuestra bandera nacional, popularizándose
con aquel estribillo de "me gusta la bandera, me gusta la bandera,
bandera tricolor, con siete estrellas verdes.....” o con los poemas de Tarajano,
muchos hechos canción. Ya la vimos izada, con su carácter de bandera nacional,
en el Ayuntamiento de Las Palmas con la UPC en el 79 y en el Ayuntamiento de La
Laguna con Pedro González como alcalde, el Córpus de ese año, provocando que el
Capitán General español, entonces González del Yerro acuartelara las tropas del
Regimiento de Artillería de La Laguna
El españolismo no podía, desde luego, aceptar nuestra bandera con
toda su simbología política. Las dos provincias en que el colonialismo dividió
al Archipiélago tenían sus banderas aunque por su propia naturaleza, meramente
administrativa, carecían en su inicio de contenido político. Desde Felipe
III, en el siglo XVII, se habían creado las "matrículas de la
mar", dividiendo en "provincias marítimas" a todo el
litoral de España y sus colonias en todos los continentes. Para Canarias se
crea una única provincia marítima con cabecera en el Puerto de Santa Cruz, de
forma que, cuando en 1845 se crean las banderas distintivas de las
matrículas para las provincias marítimas, a la de Canarias se le asigna una
azul con un aspa blanca. Posteriormente, en 1869, se crea la del Puerto
de la Luz y la Isleta dotándola de la correspondiente bandera de matriculación,
azul y amarilla en división diagonal, banderas que con la división provincial
de 1927 pasan a representar a las provincias respectivas y, con la ayuda
inestimable del fútbol, sus colores se asumen popularmente en las islas
respectivas. Desde la resolución autonómica de 1989 pasan a ser las banderas de
las islas de Tenerife y Gran Canaria, aunque en el lenguaje marinero de
banderas, la aspada de Tenerife, la letra M, signifique,
premonitoriamente, "mi barco está parado y no se pone en marcha"
y de las dos azul y amarilla, de la letras K y D, esta última se iza para decir
"mi barco tiene problemas de gobierno" que reflejan
curiosamente los efectos de la división provincial de nuestro territorio
nacional. Estas banderas fueron desde su creación una herramienta
importante para esa artimaña del colonialismo que es la separación de nuestra
patria en dos mitades artificiales y en siete compartimentos estancos.
Los partidos españoles tampoco podían aceptar el contenido nacional de
nuestra bandera y tenían que crear una enseña que representara su solución
política para nuestra patria, esto es, autonomía versus independencia. De ahí
que todas las propuestas de proyectos estatutarios, elaboradas y aprobadas de
espaldas al pueblo, trataran de imponernos una bandera que pudiera competir con
la nacional. Todos parten de la bandera que usó Canarias Libre, de tres franjas
verticales, blanca, azul marino y amarillo y solo el PCE en su anteproyecto de
Estatuto (Octubre de 1979) plantea poner las siete estrellas verdes en la
franja azul marina. Cuando el Proyecto de Estatuto de Autonomía para Canarias
pasa para su discusión (Diciembre 1980) la Asamblea Mixta (Diputados,
Senadores y representantes de las dos Mancomunidades Provinciales), la bandera
se aprueba con la sola oposición del único representante de la UPC (Pablo Ródenas
del Cabildo de Tenerife) y con una reserva de enmienda que presenta Alfredo
Mederos del PSOE que plantea la posibilidad de que "en aras a la
concordia se puede estudiar introducir siete estrellas blancas en el paño azul
marino, porque no hay que olvidar que era de paño azul y con esas siete
estrellas la bandera histórica de Canarias". Al final se aprueba por
la Asamblea Mixta, junto con el escudo de los perros encollarados. A su paso
por el Congreso de España solo el PCE mantiene su enmienda de ponerle estrellas
a la franja azul y, finalmente, en mayo de 1981 resulta aprobado el artículo
del Estatuto correspondiente a la bandera y el escudo con solo tres votos en
contra y 11 abstenciones.
El españolismo es plenamente consciente de que la bandera heptaestrellada
es la que el pueblo ha asumido por mucho que el Gobierno Canario enarbole la
oficial del azul falangista y los perros encollarados, mala copia de la
nacional. Además, estaba inicialmente aceptada por varios de los componentes de
Coalición Canaria, de una historia anterior con mayor carga nacionalista que la
de ATI, como Asamblea Mahorera, ICAN, el PNC o el PIL, que la mantuvo años
izada en el Ayuntamiento de Teguise. De ahí surge el hecho de que,
posteriormente, por las juventudes de CC se plantease la aceptación de la
bandera de las siete estrellas y que personajes pseudonacionalistas de esa
Coalición regionalista como Paulino Rivero o el fallecido Adán Martín hayan
jugueteado con la idea de aceptarla como bandera autonómica pero, eso sí,
rechazando explícitamente su carácter de símbolo de liberación e
independencia lo que es lo mismo que amputarle su propia alma.
Hemos de entender que, hoy por hoy, el aspecto cultural de nuestra lucha
es una de los teniques angulares sobre los que hay que edificar el futuro
y que, nuestra bandera, forma ya parte del patrimonio cultural de esta Nación
Canaria colonizada. Por ello, incorporarla por mero oportunismo político a la
simbología -oficial o partidaria- desprovista de su auténtico carácter de
símbolo de la lucha secular de nuestro pueblo por su propia entidad como Nación
libre y soberana es traicionar los esfuerzos militantes de muchos compañeros
desaparecidos que han dejado jirones de su alma por esta bandera. Por esta
razón personalmente he publicitado y apoyado, en la medida de mis
posibilidades, TODAS las convocatorias que para celebrar los 51 años de ondear
orgullosa se han realizado en estas islas, sean para el día 22 o para la
manifestación del 26 en Aguere, en La Puntilla o en la AA.VV San Gerardo del chicharrero
Barrio de La Salud, incluyendo las de su izado en instituciones oficiales como
en Lanzarote o en Telde. En todos los casos son una aceptación de ese carácter
NACIONAL de nuestra bandera, inseparable de su reivindicación de SOBERANÍA.
Hoy, para mí y para muchos canarios esa bandera y sus siete estrellas
verdes, sigue siendo un símbolo de esperanza y guión de lucha por la
INDEPENDENCIA para nuestra única patria, Canarias y, a los veteranos de esta
brega libertaria, nos causa enorme alegría ver como largos años de lucha de
muchos compañeros van recogiendo el fruto inestimable de ver como nuevas
generaciones se van sumando a esta esperanza de futuro que precisamente esta
presencia joven y diversa la hace irreversible.
Francisco Javier González
Gomera 22 de octubre de 2015
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