Estas líneas de hoy no pretenden aportar nada
nuevo, ni tampoco profundizar en ningún tema; solamente divulgar, como
curiosidad, dos actos del Santo Oficio de la Inquisición, que tuvieron su
origen y desarrollo en Garachico, pueblo, que sin lugar a dudas, cargó con el
mayor peso específico en la historia de esta isla durante el mencionado siglo.
Cargó con este peso por lo que era: el lugar y
puerto más concurrido de Tenerife, por donde pasaban gentes de todo color,
nacionalidad y condición social.
Fue el punto más conflictivo e
inseguro de Canarias. Por ello, los señores de la Inquisición desde sus casas y
tribunal asentado en las Palmas de Gran Canaria conocieron y resolvieron, a
través de sus Comisarios y Familiares, varios procesos en lo que es hoy Villa y
Puerto.
ESCÁNDALOS Y PROCESOS (1640-1653)
Año de 1640. Proceso contra fray Diego de Alzola,
prior franciscano en Garachico, por injuriar a los miembros de la Inquisición,
al ir estos a su convento en las vísperas de San Pedro Mártir (2).
Año de 1646. Proceso contra un fraile de la orden
de San Francisco (3) por haber predicado un sermón y escribir un libro
en donde se decía: “Que de los que se ahogaron en el diluvio que sobrevino a
este pueblo, el 11 de diciembre de 1645, que fueron, según dicen, ciento y más
personas, sólo tres fueron al Purgatorio y las demás se condenaron”(4).
Año de 1650. Diligencias instruidas por el Santo
Oficio de la Inquisición, porque estando celebrando la procesión de la octava
de Corpus en Garachico, al llegar a las cuatro esquinas o cantillos, un
mercader inglés llamado Juan Guillogue no quiso acatar a la Custodia. (5).
Año de 1653. Proceso seguido contra Gaspar
Méndez, tejedor de sedas, vecino de Garachico, por decir “que podía confesar
sus pecados a un palo” y “que si un hombre estaba tentado, era mejor tener
cópula con su madre, que dejarse morir” y, además, acusado de cohabitar con su
suegra. (6).
Año de 1653. Diligencias instruidas en el Santo
Oficio sobre alboroto y rebelión que hubo en Garachico el día de la Cruz de
Mayo, con motivo de no querer los religiosos franciscanos que entrase la
procesión a su convento y negarse el clero secular (curas) a renunciar a ello.
La cruz parroquial fue vilipendiada y sufrió daños. (7).
FRAILES Y CURAS SE PELEAN
Doce días habían transcurrido desde el incidente
anterior; el Vicario de Daute, licenciado Gaspar Pérez de Illada, que era
además de clérigo secular, Comisario del Santo Oficio de la Inquisición y amigo
personal del superior del convento franciscano de Ntra. Sra. de Los Ángeles de
Garachico, interviene dando cuenta del alboroto ocurrido el día de la Cruz.
Había esperado, hasta entonces, para ver si los
comentarios del suceso se acallaban; pero en lugar esto, las gentes del lugar y
la de los pueblos limítrofes, y las que estaban de paso, permanecían
expectantes ante al castigo que debían recibir unos y otros, (curas o frailes),
por parte del “Santo Tribunal”.
Por ello, no le quedó otra alternativa al Vicario
que dar cuenta a sus colegas de la Inquisición, en Gran Canaria, de lo
acontecido en la plazoleta de San Francisco, hoy plaza de la Libertad de la
Villa garachiquense: “Siempre ha salido la procesión de la capilla que está
junto al convento de San Francisco. Acompaña la clerecía del lugar, las
insignias de la cofradía de La Vera Cruz, que es la que hace la fiesta y
recorre las calles. La cruz parroquial va delante, enarbolada, que la lleva un
clérigo de menores órdenes, con sobre pelis, acompañando un clérigo y diáconos
revestidos con capa. Hubo un gran escándalo, no pequeño, entre frailes y
curas, porque éstos querían entrar en la iglesia o capilla franciscana para hacer
su procesión, como es uso y costumbre, y los otros les impedían la entrada.
Estoy informado de que a la cruz parroquial se le hicieron algunos malos
tratamientos y vilipendios de gran consideración, y que dos o tres veces podría
haber venido al suelo, y también el sacristán que la llevaba, si algunos no lo
hubieran sostenido. Sobre esta razón se dijeron algunas palabras escandalosas y
mal sonantes, que entre los fieles oyentes causaron gran indignación.
Este Vicario, que estaba en la portería del dicho
convento hablando con un religioso, llegó a tiempo de apaciguar este alboroto,
y lo apacigüé mandándolo apaciguar; enviando a los clérigos a la parroquial y a
los demás a sus puestos, hasta que se acordase que resolución se había de
tomar.”
El señor Vicario estaba allí de espectador,
porque temía lo que iba a ocurrir. Los frailes de San Francisco estaban
descontentos por ser los beneficiados de la parroquia de Santa Ana quienes
presidían y cobraban una procesión, que precisamente salía de una de sus
capillas, la de la Vera Cruz, por mucho uso y costumbre que existiese.
LOS CURAS DECLARAN
Se hizo información, y tomada declaración al
párroco de Santa Ana, Luis Lovera, éste declara que llegando a las gradas y
patio, que está delante de la puerta del convento de San Francisco y al entrar
a la capilla de la Vera Cruz, donde se comenzaba la procesión y se entonaba el
“VEXILLA REGIS“, como había sido siempre, según uso y costumbre,
llegaron unos frailes a detener e impedir que la cruz parroquial presidiese la
procesión y entrase en su iglesia. Estos religiosos se llamaban fray Domingo,
que era Vicario del convento y fray Bernardino, a quienes acompañaban otros.
Logrando detener la entrada de la cruz parroquial en la capilla dando de
empellones a la manga que la llevaba, que por poco dan con ella en el suelo,
por una dos y tres veces, si no la hubiesen arriado los clérigos, con la ayuda
de algunos seculares. A pesar de ello, los religiosos franciscanos lograron
aferrarla y al tiempo gritaban: ¡No ha de entrar en nuestra iglesia!
No reparando -aclara el párroco- “que siempre ha
entrado y es jurisdicción de la parroquia, el hacer la dicha procesión”
El sacristán menor de la parroquia, Matías
Betancourt, nos aporta otros datos sobre lo ocurrido: “que llevando la cruz
parroquial, que es de plata, con su manga enarbolada y llegando a las gradas
del convento, fui detenido por unos religiosos, el uno llamado Natividad y el
otro fray Bernardino, con un corista que se llama Domingo, sobrino del guardián
Valladares y Vicario de Coro”.
El maestro tonelero, Juan Bautista Ruiz, dice que
se halló presente el día de la Cruz de Mayo, porque el cargaba uno de los
brazos de las andas de la Reina Santa Elena, que sale en la procesión, y uno de
los frailes del convento, sin haber llegado la cruz de la parroquia, empezó a
entonar la procesión y mandando que saliese la imagen, a lo que se negó el
declarante, respondiendo que no podía salir a la calle hasta que no llegase la
cruz de la parroquia.
Andrés de Silúe, maestro cirujano, dijo que
Domingo, el Corista, sobrino del guardián del convento gritaba: “¡Voto a
Cristo, que no ha de entrar dentro o la he de hacer pedazos!” y esta otra frase
“¡Los hemos de moler a palos!”.Otro lego salió a la portería con un palo en la
mano gritando “¡Con este palo les voy a sacudir el polvo!”, refiriéndose a los
curas de la parroquia.
MARÍA “LA CANTADORA”
No sólo en el caso anterior estuvieron nuestros
frailes de san Francisco metidos en líos; continuamente lo estaban, pleiteaban
por entierros, sepulturas, aguas, capellanías, robos, brujerías y
enfrentamientos con la Inquisición.
En el año de 1652, vemos la causa seguida ante el
tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, contra María “La Cantadora” por
robar una Piedra de Ara en el altar del Convento, y contra el Guardián del
mismo: fray Matías Pinto, por haber contribuido a facilitarle la huida.
Los hechos nos los narra el expediente abierto en
el tribunal del Santo Oficio, cuando el 30 de junio, Matías Pinto les
escribe:”por la mucha atención que se debe a ese Santo Tribunal, quise de
primera instancia haber dado cuenta a V. I. de los desaciertos de María “La
Cantadora”, por haber sido ella quien robó la piedra de Ara de esta casa y
convento, de donde soy guardián, que luego fue presa. Acudí a los tribunales de
por acá, donde se hizo lo que importaba al servicio de Dios. De ello de se han
seguido muchos enfados, porque como es mujer ruinísima, los que la amparan y
han amparado me han amenazado, y justamente la misma María, y quizás me haya
descompuesto con mi superior. No he hecho reparo en sentir amenazas de gente
tan perdida; humildemente pido repare en el talento de esta mujer, que es
ninguno, y sin rienda en su habla, y que se desquita del hurto de la piedra de
Ara con decir que se la dio uno o dos religiosos de este convento, de los que
dice que no tenían nada que ver con ella.” (8).
Esta mujer se llamaba María Pérez, conocida por
el sobrenombre de “La Cantadora”, era natural de La Orotava, y a principios de
ese mismo año, había sido condenada por la Inquisición a ir a galeras por hacer
hechicerías en la isla de La Gomera.
Al ser una “vieja conocida” del tribunal del S.O.
y teniendo conocimiento, por la carta del Guardián, de que estaba en Garachico,
se le mandó prender, fue puesta en la cárcel en espera de la llegada de una
fragata que la había de conducir a Las Palmas, para ser encerrada en las
cárceles secretas del Santo Oficio.
Pero oigamos lo que ocurrió, por boca del
Superior del convento que nos ocupa, a 8 de octubre del mismo año: “Cuando se
prendió por el Tribunal a aquella mujer, se fugó de la cárcel y yo la hallé en
mi convento, que la tenía oculta un fraile llamado fray Salvador, a quien
muchas veces había reñido su trato y comunicación con la María. Estaba oculta
entre cinco pipas vacías de vino, de donde la sacó otro fraile llamado Salvador
de la Santa Cruz, corista. De allí corrió claustro adelante y encontró a otro
corista llamado fray Lázaro, que la echó a una huerta o cercado que tenemos.
Por un corredor la vio un predicador llamado
Salvador Garrido, el cual me llamó aprisa y acudí con todos los frailes del
convento, y la hice echar, y el fraile que se llama fray Salvador de San
Francisco me impedía que la echara. A este caso callé, la hice ocultar del
Santo Tribunal que la tenía presa y di cuenta al sargento mayor para que la
embarcara en una fragata”.
Pero de nuevo se escapa, recorre algunas casas,
en donde la ocultaban y finalmente, aparece al cabo de tres días en casa del
Sargento Mayor, quien se hace cargo de ella y al parecer la envía a Las Palmas.
Digo al parecer porque en el proceso no consta este dato, sino que el Superior
del convento fue reprehendido y el guardián depuesto, por no colaborar con el
Santo Tribunal, y nada más.
JOSE
VELAZQUEZ MENDEZ
FUENTES DOCUMENTALES1) RODRÍGUEZ YANES, JOSÉ M. “Tenerife en el Siglo XVII”.1992
2) Museo Canario, Las Palmas. Inquisición LXXI-8
3) Ibídem. Inquisición. Colección BUTE, volumen XX, 2ª, folio 68.
4) VELÁZQUEZ MÉNDEZ, JOSÉ. Periódico EL DIA “El Diluvio de San Dámaso”
5) Museo Canario, Las Palmas. Inquisición CLXXIII-63
6) Ibídem. Inquisición. CXXXIV-28
7) Ibídem. Inquisición.V-6
8) Ibídem. Inquisición.CXIII-29
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