UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1571-1580
CAPITULO X-XI
Eduardo Pedro García Rodríguez
1572. Desde fines del siglo XV
hasta el año de 1572 los asaltos armados a nuestro continente africano protagonizados
por los colonos europeos establecidos en las Islas y denominadas como
cabalgadas a Berbería fueron muy
frecuentes. Los colonos europeos
establecidos en Tamaránt (Gran Canaria)
y Chinech (Tenerife) hacían frecuentes asaltos en las costas del continente
todos los años y lo mismo podemos decir de los colonos señores feudales de
Titoreygatra (Lanzarote) y Erbania (Fuerteventura). Se dice que los esclavistas
Diego García de Herrera y su hijo Sancho de Herrera realizaron más de 46
entradas, y el conde de Lanzarote
Agustín de Herrera y Rojas y el señor feudal de Erbania
(Fuerteventura) Gonzalo de Saavedra
hicieron otras tantas. En Chinet (Tenerife) y Tamaránt (Gran Canaria) fueron
asiduos salteadores los adelantados y gobernadores coloniales, junto a otras
autoridades civiles y eclesiásticas y gente del común.
A este sistema, donde conviven
caracteres de saqueos medievales y precapitalistas, le sigue otro heredado
también de la tradicional rapiña castellana: el rescate, plasmado en las
ordenanzas reales castellanas. Los mazigioss de cierto valor y dignidad no
entraban en el mercado, sino que se reservaban para devolverlos al continente y
obtener con ellos mayor botín en trueque.
La organización del rescate era
similar a la de las compañías. Cada socio aportaba sus mazigios esclavizados
como inversión y se podía realizar de tres maneras: yendo personalmente el
mercader o socio con sus propios esclavos, sea a través de sus compañeros o
empleando personas ajenas a la compañía. Para ello cuentan también con
negociantes que, al rescatar sus esclavos, cumplen encomiendas de otras
personas a cambio de una comisión.
Los mismos barcos utilizados para
hacer las entradas y el trueque eran pertrechados para faenar en las costas del
continente. Sin embargo, también se habilitaron barcos solamente para la pesca
y para la formación de compañías al objeto de explotar el banco
canario-sahariano. De este modo, junto a los productos obtenidos en tierra, se
unían los conseguidos en las aguas cercanas: el más importante y casi único era
el pescado salado o salpreso, elemento básico de la dieta isleña durante
siglos, que se empleaba también para avituallar a los navíos que pasaban por el
Archipiélago rumbo a las colonias españolas en América. (Manuel Lobo
Cabrera-Elisa Torres Santana; 1991)
1572. Aspirante Felipe II al
trono de Portugal, del que le separaba un joven por casar, voluntarioso,
animoso y descerebrado, el monarca dio los primeros pasos, complaciendo al rey
D. Sebastián, para ganar su confianza, a la espera de situación, que le
permitiese ofrecerle consejo envenenado, susceptible de hacerle perder el
trono. Queriendo evitar desagradables saltos de castellanos, en la conquista
portuguesa, el Austria prohibió, las
cabalgadas a Guinea, esgrimiendo por argumento el deseo de proteger a unos
vasallos, que se jugaban la vida, "por codicia de traer algunos
moros". Publicada la pragmática en San Cristóbal, (La Laguna) levantó clamores en
Gran Canaria. Los soportó el rey impávido, con desagradable anexo de reducción
de las reales rentas, hasta que en enero de 1579, propietario virtual del trono
de Lisboa, consideró oportuno suspender el sacrificio. Esgrimiendo a enésima
queja de regidor de la "Isla de Canaria", admitió que la falta de moros y negros,
tenía perdidas las viñas y parados los ingenios. Tras admitir que la captura de
"azanegues y
alárabes" , no entrañaba "riesgo ni escándalo", pues al carecer de armas
y barcos, no podían defenderse, a más de apacentar ganados en pastos cercanos a
la costa, costumbre que facilitaba la captura, los colonos vecinos de Gran
Canaria fueron autorizados a "saltar" dos veces al año, "de San Bartolomé abajo" , tierra de moros no
incluida en la conquista de Portugal, cuyos naturales no obedecían al Xarife,
al que no convenía irritar, porque teniendo en su poder al rey D. Sebastián de
Portugal, podría vengarse poniendo en circulación al supuesto difunto,
desaparecido en 1578, en la batalla de Alcázarquivir. (Luisa Álvarez de Toledo)
1572. Por parte del Cabildo
Eclesiástico se mandó ofrecer al maestro de capilla del duque de Medina Sidonia
la suma de 250 doblas por ejercer su oficio en Las Palmas, cantidad
considerable que prueba el interés del Cabildo por el fomento de la música y
por el brillo y solemnidad de las festividades de la Iglesia.
También en las otras islas se
construían buenos templos y numerosos conventos, que empezaban a invadir los
sitios más centrales de las poblaciones.
1572.
Drake contando en su haber no
sólo con la protección de John Hawkins, sino con la de importantes mercaderes
de Londres (atraídos por la fama de sus primeras hazañas, y bien seguros del
fruto de las futuras empresas), pudo armar dos navíos, el Parcha y el Swans y
lanzarse al Océano en prosecución de sus hazañas. Es muy posible que en este
viaje, como quizá en el anterior, Drake recalase con sus navíos en las Islas
Canarias, pues consta su repetido trato comercial con el conde de La Gomera y su desmedida
afición por el vino malvasia de Tenerife, del que solía llevar muy bien
aprovisionadas las naves. Drake recorrió con diversa suerte las costas de
Centroamérica, deteniéndose en la ciudad de Nombre de Dios, y capturando en los
alrededores de ella un cuantioso botín en metales preciosos, al sorprender al
convoy de mulas que lo transportaba desde las costas del Pacifico para ser
embarcado a la metrópoli. Ochenta mulas cargadas de oro y plata fueron presa de
las garras de los piratas ingleses, usando Drake de esta estrategia de "encrucijada", tan poco brillante y
heroica, y contando aún para ello con la complicidad y ayuda de los negros
cimarrones. A renglón seguido el temible corsario recorrió con sus navíos las
Antillas, refugiándose más tarde en Cartagena, ciudad en cuyo puerto logró
apoderarse de tres navíos españoles. Sus pasos se encaminaron entonces a la captura
de los tesoros del Perú, que con intermitencias fijas se cargaban en recuas,
dirigiéndolos por el istmo, para ser transportados a España; mas no
atreviéndose a retornar a Nombre de Dios, concibió Drake la diabólica idea de
introducirse tierra adentro, tratando de sorprender a 1os españoles en el
camino de Panamá. Durante cinco meses se mantuvo Drake apostado con hombres en
espera del ansiado tesoro, fallándole el golpe a última hora por imprudencia de
unos de los corsarios. Las costas de Méjico fueron esta vez el teatro de sus
depredaciones: saqueó Veracruz, se asoció con un pirata francés, el capitán
Guillaume Le Testu, y después de otras pequeñas operaciones de escasa
trascendencia, emprendió el regreso a Inglaterra, arriando velas en Plymouth,
el 29 de agosto de 1573, en medio del asombro de sus compatriotas, que lo veían
regresar enriquecido hasta extremos nunca imaginados. En: A. Rumeu de Armas,
1991)
1572.
Persistente la costumbre de cazar negros en la conquista de Portugal, las
quejas del joven D. Sebastián, cuya confianza deseaba ganar Felipe II, dieron
lugar a drástica prohibición de las cabalgadas,
decretada por el rey, so pretexto de que "por codicia de traer
algunos moros", sus vasallos exponían la vida sin provecho. Pregonada en
abril, en la plaza de Nuestra Señora de los Remedios, en Eguerewde (San
Cristóbal de La Laguna),
levantó clamores. Soportó el Austría impávido las críticas y la disminución de
sus rentas, hasta que el 27 de enero de 1579, teniendo la corona de Portugal en
la mano, aprovechó queja tardía de Pedro de Escobar, regidor en la "Isla
de Canaria", para autorizar las dos armadas de costumbre. Visto que al
faltar "los dichos moros y esclavos negros", haciendas, ingenios y
viñas "vienen en mucha disminución", quedando la tierra en barbecho,
al no comportar riesgo el remedio de "necesidad tan precisa", pues
azanegues y alárabes carecían de armas y barcos para defenderse, irían de
cabalgada, tras verificar el gobernador, que llevaban, por cabeza persona
"práctica" en la guerra de moros, yendo en "orden",
"recato" y bien armados. En vida el cardenal - rey D. Enrique, seguro
el Austria de que Hamete de Marruecos, tenía en su poder la persona de D.
Sebastián de Portugal, por no ofenderlos, prohibió "saltar" en la
conquista portuguesa y en territorio del Xarife o sus aliados. Lo harían de
"San Bartolomé abaxo", donde había "muchos moros aláraves, que
no son subjetos a el dicho Xarife, antes contrarios". (L. Al. Toledo)
1572.
En este mismo año cabe emplazar
una de las últimas entradas esclavista por parte de colonos y criollos canarios
a nuestro continente africano en esta turbulenta época.
Llevóla a cabo el cuarto
adelantado de Canarias, don Alonso Luís Fernández de Lugo y Noroña, con tropas
provistas a sus expensas, que pusieron pie en el continente africano por el
puerto de "Suaçan, ques abaxo de Sant Bartolomé". Las huestes de don
Alonso "el Lindo" se internaron hacia Telmar, "que serán quince
leguas de tierras adentro", llegando a las fuentes del río Ceguía, a un
lugar denominado La Palmita,
con escasas presas. Reembarcados los piratas se dirigieron entonces al puerto
de Jarra, donde lograron capturar a unos treinta y seis moros, y desde donde se
dirigieron con .la presa al cabo de Bojador para asegurarla en los navíos.
Llegados al cabo los mercenarios por tierra y los navíos por mar se dirigieron
a Los Percheles, y una vez aquí retornaron a Tenerife satisfechos del resultado
económico de la razzia.
1572.
Pedro Salinas celebraba la calidad de las
maderas de Canarias, que no criaba "mil sabandijas", como las
de España. Se destinaba a vigas de molinos, prensas y ruedas.
1572. Libre el musulmán que hubiesen
dado vasallaje a las coronas de Portugal o Castilla, pero acreedor a esclavitud
el que hiciese proselitismo, participase en revueltas o fuese vasallo del
Xarife, los "saltos" continuaron hasta 1572. La presencia de oficial
portugués, en Guiniguada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria), reclamando
restitución de dos vasallos del Xarife, capturados por pescadores castellanos,
en la conquista de Portugal, aconsejó a Felipe II vedar drásticamente la
cabalgada, por complacer al rey D. Sebastián, con quien no quería problemas,
porque para sucederle, como se había propuesto, tenía que empezar por ganar su
confianza. . (L. Alv. Toledo)
1572. En el
puerto de La Isleta, en Wuiniwada, Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria),
posiblemente como consecuencia de un temporal, naufraga y se hunde la nave La
Concepción.
1572.
Aspirante Felipe II
al trono de Portugal, del que le separaba un joven por casar, voluntarioso,
animoso y descerebrado, el monarca dio los primeros pasos, complaciendo al rey
D. Sebastián, para ganar su confianza, a la espera de situación, que le
permitiese ofrecerle consejo envenenado, susceptible de hacerle perder el
trono. Queriendo evitar desagradables saltos de castellanos, en la conquista
portuguesa, el Austria prohibió, en 1572, las cabalgadas a Guinea, esgrimiendo
por argumento el deseo de proteger a unos vasallos, que se jugaban la
vida, "por codicia de traer algunos moros". Publicada la
pragmática en San Cristóbal, levantó clamores en Gran Canaria. Los soportó el
rey impávido, con desagradable anexo de reducción de las reales rentas, hasta
que en enero de 1579, propietario virtual del trono de Lisboa, consideró
oportuno suspender el sacrificio. Esgrimiendo a enésima queja de regidor de la "Isla
de Canaria" , admitió que la falta de moros y negros, tenía perdidas
las viñas y parados los ingenios. Tras admitir que la captura de "azanegues
y alárabes" , no entrañaba "riesgo ni escándalo", pues al
carecer de armas y barcos, no podían defenderse, a más de apacentar ganados en
pastos cercanos a la costa, costumbre que facilitaba la captura, los vecinos de
Gran Canaria fueron autorizados a "saltar" dos veces al año, "de
San Bartolomé abajo" , tierra de moros no incluida en la conquista de
Portugal, cuyos naturales no obedecían al Xarife, al que no convenía irritar,
porque teniendo en su poder al rey D. Sebastián de Portugal, podría vengarse
poniendo en circulación al supuesto difunto, desaparecido en 1578, en la
batalla de Alcázarquivir". (Luisa Álvarez de Toledo)
1572 Más de 9.000 personas fallecen en
Tenerife a consecuencia de una epidemia de peste denominada peste de Landres,
cuyo contagio se produjo, al parecer, a través de unos tapices traídos de
Levante por el gobernador de la metrópoli en la colonia para ser exhibidos
durante la celebración del Corpus Christi, los colonos pudientes huyeron en
masa hacía otros lugares de la isla especialmente a la localidad del Sauzal cuya localidad se
convierte en el centro político y administrativo de la isla, constituyéndose en
el templo parroquial de San Pedro, de la
secta católica el Cabildo de los europeos.
1572 Febrero 14. La organización de las
cabalgadas que hasta entonces había sido relativamente libre, aún empeoró
cuando una real cédula de la
Metropolis de fecha 14 de febrero de 1572 prohibió
definitivamente a los colonos europeos establecidos en Canarias las incursiones
y cerró la puerta del mercado de esclavos magrebí. El principal aliciente del
comercio africano era el esclavo. El tráfico de esclavos fue muy activo en
manos de los colonos castellanos establecidos en Canarias, con Berbería, con
Guinea y más tarde, en colaboración con los portugueses, en Angola. El
principio de la cabalgada contra los mazigios no sólo había quedado legalmente
admitido según los usos de rapiña castellanos, sino que fue estimulado y en
cierto modo subvencionado, por haber abandonado la corona a los colonos de de Tenerife el derecho del quinto, que tenía.
1572 Febrero 14.
La metrópoli prohíbe a los
colonos y criollos canrios, los asaltos al continente para robar y esclavizar a
los moradores de las zonas costeras.
También por este mismo año de
1572 y el siguiente de 1573 volvieron a recibirse avisos sobre las actividades
de los piratas de Salé. El conde de Lanzarote comunicaba a Felipe II, en carta
fechada en 1572, que había nuevas de que el rey de Fez enviaba a las islas 16
navíos con propósito de destrozar su señorío; y de análoga manera fue informado
El Cabildo de Tenerife, en junio de 1573, de estar apostadas en Salé 14 galeras
de "el Turquillo" para caer por tercera vez sobre las islas. Por
suerte para ellas, ninguno de estos avisos tuvo su confirmación en la
repetición de hechos de sobra conocidos.
Sin embargo, para evitar todo
ataque provocador por parte de los colonos y criollos canarios, el Rey decidió
dar fin momentáneamente a las "cabalgadas"
o entradas en Berbería a la captura de esclavos, que si ya habían tenido una
limitación en las disposiciones legales de 1556, tuvieron ahora una prohibición
radical y absoluta. Por Real cédula expedida en El Pardo el 14 de febrero de
1572, el monarca español prohibía a sus súbditos pasar a Berbería de Poniente a
rescatar moros o saquear sus aduares, encargando particularmente a los
gobernadores y señores de las islas el exacto cumplimiento de la mencionada
disposición. En el espacio de media
centuria se había pasado, por obra de la potencia del Xarife, de la Real cédula de la reina doña
Juana de 2 de noviembre de 1505 incitando y fomentando las cabalgadas, a la
tajante prohibición que hemos comentado en anteriores líneas.
Por el contrario, a las "cabalgadas" reemplazaron durante
algunos años las expediciones pacíficas a Berbería para rescatar cautivos o
renegados. Ya conoce el lector las incidencias de la expedición africana de
febrero de 1571, en la que los adalides canario~ se internaron en el corazón de
Berbería para tratar del rescate de los cañones de la fortaleza de Guanapay,
capturados por Calafat en la incursión de 1569. Pues bien, durante la
permanencia del capitán Pedro de Cabrera Bethencourt, pudo éste, bien por si
mismo, bien por mediación de sus adalides, trabar relación con algunos de los
renegados de la familia de Juan Felipe (huídos en masa, como recordará el
lector, por el año de 1552), quienes le expusieron su decidido propósito de
retornar al catolicismo, siempre que obtuviesen garantías de un trato benévolo
por parte de la
Inquisición.
Difundidas estas noticias por
Gran Canaria, asiento de tan nefasto Tribunal, el inquisidor don Pedro Ortiz de
Funes; escribió al señor de Fuerteventura, don Gonzalo de Saavedra, para
cerciorarse de: su veracidad, y al recibir la oportuna confirmación decidió, en
la cuaresma de 1572, aprestar dos navios que fuesen al vecino puerto africano a
recoger a los lanzaroteños renegados. Para ello, Ortiz de Funes fletó dos
barcos, propiedad de los mareantes Domingo Hernández y Francisco González
Camacho, quienes embarcando como "lenguas"
a los moriscos Pedro Alvarez y Juan Darias, y llevando al notario apostólico
Pedro Martinez de la Vega,
con el "seguro" del
inquisidor, se dirigieron hacia San Bartolomé, a cuyo puerto arribaron, tras
breve y feliz travesía.
Esperaban los colonos y criollos
canarios que, como en otras ocasiones, la bandera de paz seria respetada por
los moros, y de esta manera desembarcaron confiados los emisarios Pedro Alvarez
y Juan Daria, yendo a caer el primero en una emboscada de la que no pudo
escapar, mientras el segundo, más diligente o taimado, supo retirarse a tiempo
y pudo ganar a brazo las embarcaciones.
Al conocer Funes el fracaso de la
expedición decidió preparar una segunda entrada en Berbería con objeto de
rescatar al morisco Pedro Alvarez, para lo que puso a disposición de 1os
mediadores, además del dinero consiguiente, dos esclavos moros de su propiedad
naturales de Los Percheles. El patrono contratado ahora para conducir a Pedro
Martínez de la Vega
era el maestre palmero Juan Gallego, quien debiendo zarpar, de acuerdo con lo
estipulado, el 28 de abril de 1572, no lo hizo hasta el 18 de mayo, por cuyo
retraso iba a fracasar por segunda vez el rescate de los renegados. "
En efecto, habiendo podido
comunicar Pedro Alvarez con 1os lanzaroteños, les puso al corriente de lo
sucedido para que estuviesen aprestados, dando como seguro que en breve espacio
de días comparecerían los colonos para
conducirles. Los renegados se prepararon y estuvieron durante veinte días
consecutivos esperando ansiosos la barca prometida, hasta que agotándoseles los
víveres, tuvieron que retornar a sus aduares.
Pocos días más
tarde llegaba Juan Gallego, sin obtener otro fruto que el rescate de Pedro
Alvarez, por dinero, mientras desertaban dos de los tripulantes, el morisco Francisco Pérez
Cabrera y su conterránea Inés de Vega, conducidos como "lenguas" por los expedicionarios.
Súpose, no obstante, que Inés de
Vega (tenida por "buena cristiana"
por haber entrado catorce veces en Berbería "de rescate" sin haber jamás desertado) había comunicado al
marinero Francisco González que dentro de cuatro meses viniese a recogerla a
San Barlolomé. Ello motivó la tercera expedición a Berbería del año 1572, que
fracasó por haberse trasladado Inés de Vega a Santa Cruz, en el cabo de Aguer,
para ocupar plaza en alguno de los navío pesqueros canarios que frecuentaban
aquellas, aguas.
Enterado Ortiz de Funes de que
Inés de Vega se hallaba de nuevo en San Bartolomé, tras de fracasar en su
primer propósito, volvió a fletar otra barca, ahora de Domingo Hernández, y
logró al fin rescatar a la morisca, no sin tener que pagar 40 ducados, precio
en que se evaluaba su sustentación durante el tiempo de la ausencia.
Al año siguiente de 1573 los
moriscos y negros de Las Palmas, confabulados para escapar a Berbería, lograron
apoderarse de una embarcación surta en el Puerto de la Luz, pero fueron apresados a
corta distancia de tierra. Procesados
por la Real Audiencia
y condenados a morir en la horca. El Santo Oficio reclamó a los sublevados
cuando eran conducidos desde el puerto a Las Palmas, por mediación de su
alguacil Constantin Cairasco; mas negándose el gobernador Juan Alonso de
Benavides a obedecer el auto del inquisidor Ortiz de Funes, ello dió pie a
enojosos litigios y competencias de jurisdicción entre magistrados e
inquisidores.
Pocas cosas más caben señalar en
nuestras relaciones con Marruecos y Berberia. en la década que reseñamos. (En:
A. Rumeu de Armas, 1991)
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