Nazario fue un humilde pastor de cabras hasta que por
azares de la vida lo dejó. En su juventud, como otros muchos canarios fue
llamado a las guerras coloniales españolas o llamado a cumplir un periodo como
“fuerza invasora” tras el camuflaje de “Servicio Militar Obligatorio”, en
tierras continentales africanas; Nazario no fue menos, aunque sí bastante
sufrida su estancia en el continente.
Una noche en la cantina o bar del lugar donde se encontraba,
sonó un disparo de pistola, y naturalmente todo el mundo desapareció al
instante; Al minuto, la policía militar y la colonial hacen acto de presencia,
y dentro del bar encuentran muerto a un súbdito inglés y a un tembloroso
Nazario agazapado detrás de un mueble. Naturalmente lo detienen y lo llevan a
una prisión militar conde es reclamado por la justicia de la Gran Bretaña y
llevado a una colonia inglesa que, aún en momentos de lucidez” no sabía
precisar. El caso es que aquellos bestias lo recibieron con una paliza de tal
calibre que lo tuvieron una semana medio inconsciente sobre un piso de losas de
piedra, en unas caballerizas, donde era “interrogado” periódicamente y donde
solo le ofrecían agua y alfalfa como al resto de ocupantes del recinto. En definitiva,
fue juzgado y condenado, y allá donde fuese, cumplió condena, y cuando quedó en
libertad, fue repatriado; Era un campesino humilde e inocente, y volvió “loco”,
con un enorme sufrimiento sabiéndose además inocente, y hablando un excelente
inglés, de hecho, fue el primer “guía turístico de Anaga”, cuando realizaba
trayectos en guagua y coincidía con aquellos primeros turistas que se
aventuraban por Anaga en aquellas vetustas guaguas “de madera y colores
chillones”.
En la entrevista que le hizo D. Luís Diego Cuscoy el 2
Abril 1967, y que fue publicada junto al resto de entrevistas a Pastores de
Tenerife por el Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz, no se menciona nada
de eso, ni de que en la cueva donde construyó una iglesia [En toda regla, no le
faltaba nada, todo a pico y pala] posteriormente fabricó una guagua a escala
real con tablas y palos, y se entretenía en jugar a conducirla con su hijo,
hijo de él y una de las la hijas de su mujer, a la que según la sabiduría
popular “le faltaba un alguito”[“Para lo que le interesaba” que dirán otros]
En fin, un personaje peculiar, de entre los que ha dado mi
terruño.
Sin Dios ni Santa María de Samuel M. Delgado. https://vimeo.com/121121354
Desde la Vieja Fortaleza, Rukaden Ait Anaga.
08 Octubre 2015
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