La primera 'bajada' del milenio
Ten con ten
Elfidio Alonso
Se celebró en la Isla herreña lo
que conocemos con el nombre de Bajada, desde hace más de dos siglos
(1741-200I). La fiesta más original y perdurable de todas las que conforman el
amplio y variado repertorio canario. "La fiesta del máximo esfuerzo",
como certeramente la definió una antropóloga norteamericana, tras vivir
intensamente las últimas ediciones. Ni que decir tiene que la vimos, nuevamente,
en la Cruz de los Reyes, y le ofrecimos una buena quesadilla de las que hacen
las hijas de mi amigo Adrián.
Como se sabe, la primera Bajada
se celebró en 1741, como consecuencia de una terrible sequía que sufrió la
Isla. Nos ha contado don Leopoldo Morales, hijo predilecto de El Hierro, que en
ese año decidieron sacar en procesión a la Virgen de los Reyes, desde su cueva
del Caracol hasta Valverde. Según testimonios escritos, fue al pasar por la
montaña de Ajare cuando comenzó a llover. En este paraje aún es posible
contemplar el fenómeno de la condensación sobre las frondosas copas del til,
única explicación científica que ofrecieron los ilustrados del XVIII sobre el
tan debatido fenómeno milagroso del Garoé o árbol santo.
A partir del citado año, las
autoridades de la Isla acordaron perpetuar la celebración cada cuatrienio,
trasladando a la Víraen desde su santuario hasta Valverde. donde sería
honrada con un solemne novenario.
La orden fue dictada el 26 de Enero de 1741. Desde entonces, la fiesta ha
contado con un ritual inalterable, discurriendo la comitiva procesional por los
mismos caminos de antaño, con un acompañamiento musical de flauta, chácaras y
tambor que no admite competencia ni elementos extraños. Aquí conviene recordar
lo que dijo en cierta ocasión Eugenio D'Ors:
"Lo que no es tradición, es
plagio". No fue Eliot, querido Justo Jorge.
El "máximo esfuerzo" no
sólo se da entre los que salen de madrugada desde La Dehesa y llegan a Valverde
con la noche, sino especialmente hay que aplicarlo a los centenares de
bailarínes que se turnan durante el recorrido, al ritmo que marcan los grandes
tambores en los distintos toques del llamado Baile de la Virgen: Santo Domingo,
La Juyona, Redondo, Tajaraste o Contradanza, entre otros. Bailarines que han
necesitado largos períodos de entrenamiento para lograr resistir esas
incesantes idas y venidas, que duplican y hasta triplican los trayectos
normales que hacen los fieles que acompañan a la Virgen.
Ya hemos dicho en otro lugar que
el traje que llevan los bailarínes de la Virgen no es exclusivo de la Isla,
como se desprende de la descripción que nos hace Juan Primo de la Guerra, en
relación con los que interpretan el Baile de las cintas, en Tenerife (zona de
Valle de Guerra y Tegueste): "Llevaban algunos de los que bailaban trajes
blancos y unas capas cortas de seda encarnada, guarnecidas de oro, que les
hacían favor. El gorro, adornado con prendas y flores, lo mismo que el
delantal, aún lo llevan chicos y grandes en las danzas del Sur de Tenerife,
como las de Güímar e Igueste".
Por lo que respecta a la
Península, también nos hemos ocupado de las analogías que existen entre el
traje de los bailarines hiérrenos y el que visten los danzantes de Valverde de
los Arroyos, pueblo de Guadalajara. Unos y otros, "con sus llamativos
gorros, sus delantales, sus capas, con las manos arriba para hacer sonar las
castañuelas, bailando en hileras al son del tambor y la flauta". Esta
tradición folclórica de Valverde de los Arroyos se remonta al siglo XV.
(Archivo personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)
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