UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1571-1580
CAPITULO X-XIV
Eduardo Pedro García Rodríguez
1572 noviembre 20.
LOS
ALCALDES DE AGUAS NOMBRAN ACEQUIERO Y REPARTIDOR EN LA ACEQUIA REAL DE
AGUATONA, DESDE LA MADRE DEL AGUA HASTA LA SUERTE DE AMADOR.
“Diego Cabrera de León y Amador Espino, como
alcaldes de las aguas del heredamiento de la villa de Agüimes y herederos en la acequia real de Aguatona de la
villa, por sí y por los demás
herederos, dan la acequia
a Francisco Miraval, v.º de la villa, para que durante un año que cuenta desde 1 de diciembre de este, sea acequiero y repartidor
en ella, con las siguiente condiciones:
servirá la acequia desde la madre
del agua donde se toma el agua para ella en el barranco principal
de la villa, hasta la suerte que dicen de Amador; la tendrá limpia, desverado de junco y demás monte
el traste, que se pueda andar, ir y venir por ella para verla y
visitarla; partir las aguas por las mañanas
a las horas debidas
costumbre y lo han hecho
otros ace- quieros; visitará las
tornas que llevaren agua repartida cada
día a medio día para que cada uno lleve el agua que le perteneciere conforme lo mandan las ordenanzas; y tendrá
tapadas todas las demás
tornas que no llevaren agua repartida,
para que no se vaya ningún hilo de agua
por ellas, so pena de 60 mrs. por el que se perdiere; repartirá el agua en todo el heredamiento de la acequia
como es costumbre; tendrá
cuenta con el agua de los
herederos y arrendadores en la acequia,
y antes de que les entre el agua a cada uno, los avisará tres días antes para
que su dueño lo sepa, y si otra manera
lo hiciere pagará el agua al heredero o
arrendador; no comprará
agua para él, ni la venderá ni la
prestará, sin comunicar
primero de quién
es, o a quién lo vende o presta;
traerá siempre su azada y espuerta; cuando se quiebre la ace- quia por alguna
avenida y se hiciere un portillo que lo
puedan adobar uno o dos peones, lo adobará primero
a su costa para que no se pierda el agua, pero si el daño fuere mayor lo
harán los herederos a su costa
ayudando él; si la acequia estuviere
quebrada por alguna
avenida o por otra causa y el agua no se repartiere, trabajará
en ella hasta echar el agua, y si de otra man- era lo hiciere hará falla y le
será quitado de su salario; no podrá tener hacien- da en que haya de
repartir agua de la acequia para él
mismo, pero sí sem- brar cuatro fans. de trigo (dos de riego y dos de sequero).
El precio es de 54 dbs. pagadas en tres tercios, que ha de cobrar de todos los
herederos y arrendadores de las aguas conforme
al agua que gozare cada uno.
Ts.: Jorge Pérez, Diego
Gutiérrez y Gaspar Ximenes,
vs. de la villa.- Diego
Cabrera León.- Amador Espino.- A ruego y
por testigo, Jorge Pérez.” (Rafael Sánchez Valerón y Felipe Enrique Martín Santiago. Génesis y desarrollo de
Ingenio durante el siglo XVI)
1572 noviembre 25.
BARTOLOÉ
DE TOVILLEJA DONA A SU HIJO DIEGO
MEDIA SUERTE DE AGUA EN LA ACEQUIA REAL DE AGUATONA. Agüimes. “Bartolomé de Tovilleja, v.º de la villa, por
el mucho amor que tiene a Diego de
Tovilleja, su hijo, por los buenos
servicios que le ha hecho,
y porque es su hijo, le dona
media suerte de agua que es un día y una noche en la acequia real de Aguatona
conforme a su repartimiento, que es la que compró a Juan Vélez de Valdivieso el Viejo, difunto.
Ts.: Cristóbal Hernández, Juan Alemán, Pedro Talavera, vs. de la
villa.- A ruego y por testigo, Cristóbal Hernández.” (Rafael Sánchez Valerón y Felipe Enrique Martín Santiago. Génesis y desarrollo de
Ingenio durante el siglo XVI)
1572 Diciembre 19. En
estas fechas de discutía en el Cabildo eclesiástico de la secta católica
establecido en la parte de la colonia de Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de
Gran Canaria), la posibilidad de erigir otro convento de dicha secta en la
ciudad, mientras que las condiciones de vida para los naturales, criollos y
colonos era ciertamente deplorable, tal como recoge el criollo Agustín Millares:
“Entretanto, las Islas iban lentamente progresando, si no en su parte
intelectual y moral, al menos, en aquella que se relacionaba con los intereses
materiales de su existencia.
Buscar, en efecto, progreso
intelectual bajo la presión terrible y abrumadora de la Inquisición sería
desconocer la marcha de la inteligencia, y las condiciones normales de la Sociedad.
Por el rápido examen que de los
procesos del Santo Oficio hemos hecho, se puede juzgar, hasta donde se extendía
su minucia espionaje, y la red invisible de sus delaciones.
La introducción de un libro
cualquiera, aún los de aquellos que trataban de asuntos místicos era vigilada
con escrupulosa atención, la lectura pues, era un lujo que pocos se permitían,
pudiendo asegurarse, que la vida de los santos, y alguna novena manuscrita,
constituían la biblioteca de la parte mas ilustrada de la Población. Los
sermones, que eran entonces al pueblo, lo que hoy son las conferencias, tampoco
contribuían á instruir a las multitudes.
Confiados, en general, á personas
de escasa ciencia, y circunscrito su objeto al panegéri-co de algún Santo, ó
explicación de algún misterio, pocas veces se elevaban á consideraciones
filosóficas, dignas de la moral cristiana, arrastrándose comúnmente por la
rutinaria senda abierta por sus antecesores, sin valor ni conocimientos para
hacer del pulpito la cátedra de la pura doctrina evangélica, y de los preceptos
sublimes de Jesucristo.
Servíales, sin embargo, de
disculpa á esos tímidos predicadores, los procesos que aun se conservan contra
aquellos eclesiásticos que, sin intención anuda, sin dotes de innovadores,
lanzaba alguna proposición, que estuviese en desacuerdo con la manera de pensar
de los Inquisidores.
Ante esa espada, sin cesar
suspendida sobre el pensamiento, se embrutecía el más docto, y se callaba el
más intrépido. Además, acostumbrados a respirar aquella atmósfera viciada,
llegaban á persuadirse que la conciencia humana no tenia otro molde, que aquel
en que se la arrojaba hacía tantos siglos, ni las ideas otro carril, que el
abierto por la teocracia, en el largo y oscuro transcurso de los siglos medios.
Por este tiempo, un hijo de Las
Palmas que ya hemos citado, honor y gloria de estas humildes rocas, después de
haber viajado por el algunos países de Europa, y detenido en Italia que ya
poseía el Dante, el Petrarca, el Ariosto y el Tasso trajo á su patria un eco de
aquellos inspirados cantos, y bajo las copas de sus magníficos árboles, nos
legó una epopeya reflejo de la época en que vivía.
Pero, el esfuerzo titánico de D.
Bartolomé Cairasco de Figueroa, había de quedar sin imitadores. Su musa murió
con él, y nadie se atrevió á recoger la lira, que había dejado abandonada en el
bosque sin rival de Doramas.
Hemos dicho, y volveremos á
repetir, que los progresos de la colonia en su parte, por decirlo así,
material, eran muy lentos. El Municipio, único cuerpo con autoridad bastante
para impulsar las reformas, no pensaba más que en obtener concesiones para
fundar mayorazgos, patronatos y Capellanías, destinados aquellos á perpetuar la
nobleza en las edades futuras, y éstas á salvar sus almas en el otro mundo, por
medio de ofrendas piadosas, que inclinasen el animo de Dios á perdonar sus
pecados.
Sus actas contenían largas
relaciones sobre las competencias sostenidas con las autoridades eclesiásticas
y judiciales, respecto al sitio que debían ocupar en las proce-siones é
Iglesias; sobre el tratamiento que debían dar y exigir en sus comunicaciones
oficiales; sobre fundaciones de conventos y cofradías; y sobre armamento y defensa
de la Isla; pero
jamás se trataba de fundar escuelas, de contener el estancamiento de la.
propiedad, de fomentar el comercio, de proteger la industria, de explotar
aguas, de repartir baldíos, de favorecer la agricultura, de remover en fin los
mil y mil obstáculos que á la prosperidad local se oponían.
La instrucción de los regidores
perpetuos era en verdad, muy limitada. Sin haber salido del país, salvo cortas
excepciones, sin conocimientos prácticos ni teóricos sobre la ciencia de
gobernar, creyendo que el mundo se limitaba al horizonte que abarcaba su vista,
y persuadidos que las clases trabajadoras habían nacido exclusivamente para
servirles en esta vida, no podían comprender el adelanto social, ni siquiera
prepararlo con su iniciativa, limitándose á vegetar en el medio donde la Providencia los había
colo-cado, aceptando lo presente, ignorando lo pasado, y creyendo que el
porvenir seria in-definidamente la repetición de los actos de su monótona é
inútil existencia.
La población entretanto, seguía
mejorando por la fuerza misma de las circunstancias, y algunos de sus
Gobernadores coloniales realizaban por vanidad obras útiles y necesarias. Entre
éstos, D. Martín de Benavides se hizo célebre por el puente con que unió las
dos orillas del Guiniguada, y en el cual se atrevió á inscribir su nombre,
atentado que le valió un ruidoso proceso, del que al fin salió victorioso, no
sin sufrir antes mil disgustos, que hubieran podido costarle el honor y la
vida.
En este intervalo se había
levantado en los Arenales de Triana, y en el sitio que ocupaba la ermita de la Concepción, un convento
de monjas, bajo la advocación de San Bernardo, que el amigo de Cairasco, el
fraile Frai Basilio de Peñalosa, calificador
del Santo Oficio, y sujeto muy respetado por su ciencia y virtudes,
había conseguido fundar, después de reclutar su rebaño entre las doncellas más
nobles y ricas de la población.
Ocupó el área de este convento
una extensa. llanura con huertas, estanques, caserío dividida en barrios,
iglesia, y vastas de pendencias, que hacían del piadoso establecimiento una
Ciudad dentro de la misma Ciudad. Hubo, sin embargo, contradicciones respecto
de la conveniencia de su instalación y consta, que al tratar este asunto en el
Cabildo eclesiástico, cuyo consentimiento parece que era necesario, se opuso
abiertamente el Arcediano D. Juan Salvago haciendo valer, entre otras, la razón
de que este país era ocioso y amigo de comunicaciones, que podían traer
perjudiciales costumbres para la juventud de fuera y dentro del convento. Prevaleció,
empero, la opinión de Cairásco, que se declaró campeón de las monjas,
rebatiendo con calor todos los argumentos de su adversario, y obteniendo la
mayoría en la votación.
Las fortificaciones de la Ciudad habían mejorado
considerablemente, con relación a. los medios de defensa entonces conocidos.
Concluido el torreón de la
Isleta, primera fortaleza del litoral de Las Palmas, se
levantó, sobre un arrecife al norte de la Ciudad, otro torreón llamado de Santa Ana, y un
reducto ó casamata al pié de la montaña de San Francisco, unidos ambos con una
muralla, foso y empalizad a, cuyas obras dirigió el ingeniero Próspero Cazorla,
acreditado profesor que envió con ese objeto el rey español Felipe II y que se avecindó en Canaria, llegando á ser
uno de sus regidores perpetuos.
Por el sur de la Ciudad se construyó también
otro lienzo de muralla, que partiendo desde el reducto de Santa Isabel, subía
hasta el lomo de San Juan, dejando abiertas dos puertas, que llamaron de los
Reyes y San José. La primera de estas puertas conducía á la plazoleta del
Quemadero donde se representaba siempre el último acto de los autos de fe.
La Catedral había cerrado
los techos de su nave central, hasta el sitio donde hoy se encuentran los
púlpitos, y la víspera del Córpus del año 1570 se principió a ce1ebrar en ella
los divinos oficios. El palacio episcopal, bajo otra forma de la que hoy tiene,
se fabricó en el último tercio del mismo siglo; y la población, con estas
mejoras, presentó un aspecto menos miserable, y aumentó el número de sus
vecinos.
Continuaba siendo el Cabildo
eclesiástico, único depositario de la poca ilustración que el país poseía. Ya
se estaba lejos de aquellos tiempos en que el Cabildo acordaba, que- «por
cuanto en las personas del Canónigo Francisco Es pino y del Canónigo Juan
Carrillo, y del Racionero Marcos Espino, por su poca edad, y ejercicio que en
el estudio han tenido, hay el defecto de no saber leer; para cumplir con
aquello á que están obligados al servicio de la Iglesia, para que más
dignamente lleven la renta de 'Sus prebendas, se mandó que fuesen obligados á
aprender gramática, leer y cantar, de manera. que desenvueltamente puedan
hacerlo en el coro y en el altar, sopena de que entretanto no ganen más de la
mitad de las distribuciones.»
Asimismo se mandó, «que
mientras no sepan lo ya expresado, no puedan jugar dados ni naipes en sus
casas, sino fuere los días de las Pascuas, y en tales días no jueguen con
seglares, sopena por la primera vez de ocho días de su gruesa, y de un mes si
reincidie-ren» Sin embargo, todavía
en esa época y en otras posteriores, las correcciones y prescripciones de
honestidad y buen vivir, abundan en sus actas.
Allí se encuentra la extraña
prohibición de que los Señores capitulares, no salgan de noche á cantar y tañer
vihuelas por las calles; otra al Sr. Chantre D. Luis del Corral para que vista
honestamente no trayendo calzas de trama de aguja, jubón de tafetán colorado ni
sombrero de pespunte. Y otra para que el
día de Inocentes no se hagan burlas en el coro, atándose ciertos objetos, que
el decoro no permite nombrar.
Pero, lo repetimos, fuera de
aquel centro, donde se agrupaban los que iban en su juventud á estudiar á
Salamanca, Alcalá ó Granada, la ignorancia más completa in- vadía todas las
clases. ¿,Qué podía esperarse de un pueblo, que en política creía haber venido
nido al mundo á servir los caprichos de otro hombre, y en religión a humillarse
ante un Ser, que solo parecía estar contento, cuando le ofrecían sangrientos
holocaustos de carne humana? ¿ Qué esperanza podía abrigarse de que el nivel
moral de ese pueblo se elevara? ¿De qué le servían los precepto, del que había venido a derribar
los ídolos del Paganismo, destruir la sensualidad y la crápula, y traernos la
caridad y el amor al prójimo, si aun teníamos ídolos, corrupción,
intransigencia y odio á muerte al que no pensara como nosotros?
El que entonces hubiera
contemplado ese pueblo en su miseria y abyección, y no pen-sara, que para la
humanidad son minutos los siglos, dudado hubiera de su porvenir.
Despertó, al fin; más, para
expiar entre lágrimas y humillaciones impulsado, que qui-siera borrar para
siempre de su historia, y que será por mucho tiempo la rémora cons tante de su
adelanto.”(Agustín Millares Torres; 1981)
1572 mayo 3.
ARRENDAMIENTO
DE UNA CASA EN EL INGENIO DE LA VILLA.
Agüimes. “Juan González, v.º de la villa,
arrienda a Diego Hernández, est. en la villa, una casa baja en el Ingenio
de la villa que linda con otra suya, donde a vivido Pedro Gómez, zapatero, por
un año que corre desde 20 del presente mes, por precio de 12 rls. cada mes,
pagaderos todos juntos al final del arren- damiento. Es condición
que durante todo el tiempo
que quisiere, el otor- gante podrá tener en la casa dos votas de mosto.
Ts.: Cristóbal Hernández, [roto] Talavera, vs. de la villa.- A ruego y
por testigo, Cristóbal Hernández.”
(Rafael Sánchez Valerón y Felipe Enrique
Martín Santiago. Génesis y desarrollo de Ingenio durante el siglo XVI)
El Cabildo de Tenerife acordó
protestar el nombramiento de Francisco Valcárcel como capitán general por los
inconvenientes y daños que de él se esperaba.
La "capitanía" de Tenerife (pues no está claro en el título
la denominación expresa de capitán general, que disfrutó por corto espacio de
tiempo el regidor Francisco de Valcárcel, no sin la oposición y el descontento
del Concejo y Reigimiento de la isla, cesó en su ejercicio efectivo en 1573, al
imponérsele por la fuerza el nuevo gobernador, capitán don Juan Álvarez de
Fonseca, tras un ruidoso altercado que derivó en litigio ante el Consejo de
guerra y que éste resolvió a favor del segundo.
De esta manera volvieron a quedar
vinculados en la colonia en una misma persona el mando civil y militar de cada
una de las islas mayores, y aunque la
Corona siguió titulando a los beneficiarios del mismo como
gobernadores y justicias mayores de Tenerife y Gran Canaria o teniente de
gobernador de La Palma,
éstos al asumir el mando militar se titularon también en las tres islas como
capitanes generales. Infinidad de documentos, todos ellos originales, prueban
la realidad de este aserto. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1572 Junio 21.
Unos corsario franceses capturaron en el
puerto de "Cuevas Blancas", en las proximidades de Agüimes
(identificable con Arinaga), el navío o barca del maestre Juan Gallego, fletado
por el inquisidor español Pedro Ortiz de Funes para el rescate de renegados
(huidos) en Berbería-episodio que ya nos
es conocido, cuando se hallaba fondeado en dicho puerto de regreso de la
segunda expedición a San Bartolomé. Era dicho puerto de Cuevas Blancas, según
reza un documento de la época, "muy peligroso de ladrones y piratas",
motivo por el que Funes, temeroso de algún desaguisado, envió urgentes avisos,
por medio del tamborilero Antonio Martínez, al maestre Gallego para que pusiese
la embarcación, o por lo menos su cargamento, a buen recaudo. No quiso éste
hacer caso a las admoniciones de peligro, y el 21 de junio de 1572 tres navíos
franceses se apoderaron de la barca, que además de la acostumbrada carga
conducía dos versos, varios arcabuces y porción de lanzas y rodelas.
Los piratas visitaron pocos días
más tarde La Gomera,
donde fueron capturados en una de las entradas siete marineros franceses, al
mismo tiempo que corrían rumores en Gran Canaria de haber sido rescatada la
barca con su armamento. El inquisidor Ortiz de Funes dispuso entonces que su
criado Juan Pérez se trasladase a San Sebastián para tomar posesión de la
misma; más cuando éste desembarcó en la isla ya los gomeros habían devuelto la
libertad a los cautivos y no había el menor rastro de la embarcación. .
Dos años más tarde, en 1574, y en
circunstancias oscuras, los corsarios franceses se apoderaron frente a las
costas de Lanzarote de una embarcación pesquera isleña, acudiendo al puerto de
Arrecife para su rescate, que fue autorizado por el alcalde Francisco de Ribas,
no sin la oposición del clérigo y comisario del Santo Oficio Luís de
Bethencourt. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1572 junio 22.
EL
OBISPADO DE CANARIAS VENDE AGUA DE LA ACEQUIA REAL DE AGUATONA Y TIERRAS EN LAS LEONAS.
Agüimes. “Juan López, clérigo
presbítero, cura de la iglesia de San Sebastián de la villa, en virtud del
poder que tiene del obispo de Canarias
(hay traslado del original otorgado en La Laguna en 3 de
noviembre de 1571), y en nombre de su iglesia,
da a tributo y censo perpetuo a Lucas Alemán y María de Salas, su mujer,
vs. de la villa, una suerte de agua de la acequia real de Aguatona, que son dos
días con dos noches, y la mitad de las tierras que se dicen Las Leonas, que
lindan por un lado con tierras de Juan Dávila, la cabeza con la acequia alta
que pasa [roto] fans., por el otro
lado con tierra
de Juliana García, mujer de
Cristóbal Cordero, difunto, que son la otra mitad de dichas tierras de Las
Leonas, y por la parte de abajo con el valle de los herederos del Br. Juan
Fullana, fiscal del Santo Ofcio de la Inquisición. Estos
bienes son parte de los bienes raíces y suerte y media
de agua de la acequia real de
Aguatona que Cordero, v.º que fue de la
villa, en su testamento dejó para ciertas memorias por su alma en la iglesia de San Sebastián, y
que en con- secuencia se pregonó,
saliendo Alemán como mayor ponedor
a los que en esta escritura se venden a tributo. Éste es de 12 dbs. y ?
y 4 rls., y corre desde
1 de mayo de 1572.
Ts.: Jorge Pérez, Juan López el Mozo, Alonso Casado, vs. de la villa.-
Juan López, clérigo.- A ruego y por testigo, Jorge Pérez.” (Rafael Sánchez Valerón y Felipe Enrique Martín Santiago. Génesis y desarrollo de
Ingenio durante el siglo XVI)
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