viernes, 23 de octubre de 2015

Un poco de literatura: La generosidad de un guanche



Cuenta el pauliano José de Herrera en su libro, una leyenda con fundamentos históricos, la cual reproducimos, no solo por referirse a Teno, sino por aportar a la investigación histórica canaria  dos nombres de personajes guanches: Guantacaro y Asano.  

 "Un día le llegó de Buenavista al Adelantado, la noticia desprovista de fundamento pero muy bien vestida por los logreros, de que los guanches de Teno habían robado ovejas y cabras a los españoles. Don Alonso deseoso siempre de hacer negocios, cazó al vuelo el pretexto y dirigió un comunicado a Juan Méndez, que era un hacendado de Buenavista y subordinado de él en la conquista de la isla, ordenándole que exigiera al príncipe guanche Guantacaro, una contribución de 50 esclavos, como indemnización y reparación de lo robado, pero como el robo no pudo probarse, Guantacaro se  negó a ello y dispuesto a defender a sus súbditos, los llamó a guerra, cosa que Méndez trató de conjurar por medios pacíficos y envió a dos de su gente para negociar con el de Teno, que, a su vez y por el mismo motivo, el guanche había enviado a su hijo, encontrándose él y ellos a medio camino.
Los de Méndez iban en son de paz y por ello, y en nombre de su amo, en lugar de 50 esclavos le pedían solo 20.  ¡Ni veinte ni ninguno! ‑ contestó Asano ante la hipócrita oferta del español‑ ¡Libres son los de Teno  y por su libertad lucharán y morirán!
Los de Méndez trataron de llevarse prisionero a Asano, hijo de Guantacaro, pero éste avanzó hacia ellos en ademán de pegar, los otros desenvainan sus espadas y sus puntas se encontraron sobre el pecho del guanche, quien con increíble rapidez arrancó de las manos las espadas a los castellanos. Luego se las tiró lejos y sus puños cayeron sobre los dos adversarios, que rodaron por el suelo sin sentido. Bien pudo el guanche rematar su obra y terminar con los dos extranjeros, pero recordando que era guanche y cristiano, resolvió no sólo perdonarles la vida, sino devolverlos sanos y salvos. Los cargo sobre sus hombros, los llevó hasta el arroyo próximo, los lavó con agua y les hizo volver en sí; y recogiendo las espadas, como un caballero, se las devolvió sin rencor y prosiguió su camino, momentos que ellos aprovecharon para clavarles las espadas, buscándole el corazón. Así cayó el guanche, victima de su gallardía. Pero su padre, no tomó la venganza por su mano; pidió justicia y la obtuvo. Méndez ordenó prender a los criminales y colgarlos de la horca sobre la montaña de Taco desde entoncesmontaña de la horca”. (José Velásquez Méndez)

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