martes, 21 de junio de 2016

domingo, 12 de junio de 2016

ACHU N MAGEK 2016

ACHU N MAGEK 2016


AÑO NUEVO GUANCHE

Fecha: 21 de junio

Hora: A partir de las 20 PM. (8 Tarde-noche)


Lugar: Playa del Abrigo, Los Roques, Fasnia


martes, 7 de junio de 2016

CARTA A LAS NACIONES UNIDAS

A LA ATENCIÓN DE LA ASAMBLEA GENERAL DE NACIONES UNIDAS (ONU)

Carta dirigida al Comité de Descolonización de la Onu



Don/Doña _______________________________________________, mayor de edad,

de profesión__________, con domicilio en____________________________ en la calle _________________________, nº.__________________. Código Postal: _______.Isla_______________ provisto por imperativo legal del DNI. nº _________________ Teléfono: ___________________________. (Correo electrónico:____________________, comparece ante ese Comité y como mejor proceda, expone:

Primero.- En base al Derecho Internacional el Archipiélago Canario tiene derecho a la Independencia y Descolonización. Este derecho también está reconocido en el artículo 1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, hecho en Nueva York, el 16 de Diciembre de 1966, ratificado por España el 13 de Abril de 1977, que preceptúa que todos los pueblos, incluido el Pueblo Canario tienen el derecho de libre determinación, y de establecer libremente su condición política y proveer su desarrollo económico, social y cultural. Este Derecho Supremo, es amparado por la Constitución Española en base a su artículo 96, que también vincula al Estado español en relación con el Archipiélago Canario, obligándole a cumplir lo ordenado en el artículo 73, de la Carta de las Naciones Unidas.

Artículo 94 de la Constitución española.

1. La prestación del consentimiento del Estado para obligarse por medio de Tratados o convenios requerirá la previa autorización de las Cortes Generales, en los siguientes casos:
a. Tratados de carácter político.
b. Tratados o convenios de carácter militar.
c. Tratados o convenios que afecten a la integridad territorial del Estado o a los derechos y deberes fundamentales establecidos en el Título primero. Tratados o convenios que impliquen obligaciones financieras para la Hacienda Pública.
e. Tratados o convenios que supongan modificación o derogación de alguna Ley o exijan medidas legislativas para su ejecución.

2. El Congreso y el Senado serán inmediatamente informados de la conclusión de los restantes Tratados o convenios.

Artículo 95.
1. La celebración de un Tratado internacional que contenga estipulaciones contrarias a la Constitución exigirá la previa revisión constitucional.
2. El Gobierno o cualquiera de las Cámaras puede requerir al Tribunal Constitucional para que declare si existe o no esa contradicción.

Artículo 96.
1. Los Tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno. Sus disposiciones solo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios Tratados o de acuerdo con las normas generales del Derecho Internacional.
2. Para la denuncia de los Tratados y convenios internacionales se utilizará el mismo procedimiento previsto para su aprobación en el artículo 94.

Segundo.- La metrópoli: el Reino de España, en tal resolución por fin y después de varios siglos ha reconocido expresamente que su colonia constituida por las tierras ocupadas por la fuerzas de las armas entre 1402 y 1496, puede optar en base al derecho internacional a ser en su día un País Independiente y Soberano, si así lo exigiera el Pueblo Canario. Por lo que ese Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, debe tomar cartas en el asunto y ocuparse de la Cuestión Canaria o Caso Canario de una vez por todas.

Al respecto, es conveniente recordar que existe por encima de cualquier norma interna nacional o del citado tratado que pretende establecer una Constitución Europea en una colonia europea, una Constitución Mundial, admitida por todos los países del mundo, inclusive España y que fue acordada en San Francisco el 26 de Junio de 1945, en la que se establece en su artículo 1, punto dos, que la O.N.U., debe: "Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos…"

Así mismo la Declaración Solemne de la Organización de la Unidad Africana, OUA, que tuvo lugar en la ciudad de Argel, el 20 de julio de 1963, con motivo de la Sexta reunión de Jefes de Estado de esta organización africana, antecesora de la actual Unión Africana (UA) en la que reconoce explícitamente la situación colonial del Archipiélago Canario.

Para la Carta de la O.N.U. o la Constitución Mundial las demás organizaciones que se constituyan en el mundo son Organizaciones Regionales u Organismo Regionales. La UE es una organización regional, cuyos países también han acatado la referida norma suprema mundial. El Reino de España, la potencia administradora está cediendo ilegítimamente parte de la soberanía del pueblo canario a dicha organización, constituyéndose todo un camuflaje jurídico ad hoc destinado a perpetuar fuera de todo control internacional, el dominio colonial del territorio canario, que coadministra ilegalmente ahora también la UE.

Tercero.- El derecho internacional de descolonización no se ha aplicado todavía al Pueblo Canario. El Reino de España ha vulnerado sistemáticamente en relación con su colonia el artículo 73 de la Carta de las Naciones Unidas y los intereses de sus habitantes, no cumpliendo las siguientes resoluciones que al respecto ha acordado la Asamblea General de la ONU: La R. 66 de 14 de Diciembre de 1946. La R. 334( IV) de 2 de Diciembre de 1949. La R. 567(VI) de 18 de Enero de 1952. La R. 742(VIII) de 27 de Noviembre de 1953. La R. 1467(XIV) de 12 de Diciembre de 1959. La R. 1514 de 14 de Diciembre de 1960, en donde se establece con claridad que la sujeción de los pueblos a una subyugación, dominación o explotación extranjera constituye una denegación de los derechos humanos fundamentales, es contraria a la Carta de las Naciones Unidas y compromete la causa de la paz y de la cooperación mundiales.

La Resolución 1541 de 15 de Diciembre de 1960, que reitera y además precisa el concepto de pueblo colonial, considerando tal aquél que no ha alcanzado aún la plenitud del gobierno propio y habita en un territorio que está separado geográficamente del país que lo administra y que ha sido colocado arbitrariamente en una situación de subordinación (¿hay mayor arbitrariedad que la invasión y la conquista por la armas del Archipiélago Canario, por parte del gobierno del Reino de España?).

Al respecto hay que decir que la identificación de una situación como colonial ha venido dada por su inclusión en una lista confeccionada por el Comité de Descolonización, al que me dirijo, creado en 1961, en virtud de la R. 1654(XVI) de la A.G., lista en la que tendría que haber sido incluido el Archipiélago Canrio. La R. 2625 adoptada por la Asamblea General de 24 de Octubre de 1970, en donde se establece expresamente en su declaración de principios tanto el derecho de autodeterminación de los pueblos como el deber de todos los Estados de respetar el derecho en cuestión (aquí incluso la UE debe respetar este derecho) del que se desprende el deber de prestar asistencia a la ONU, en orden a poner fin al colonialismo, teniendo debidamente en cuenta la voluntad libremente expresada de los pueblos de que se trate, en este caso de la voluntad del Pueblo Canario y además el deber de abstenerse a recurrir a cualquier medida de fuerza que prive a los pueblos de este derecho.

Resulta por tanto, que el Pueblo Canario podrá pedir y recibir apoyo de conformidad con los propósitos y principios de la Carta, y obtener ayudas políticas, financieras y logísticas por parte de terceros Estados.

Es importante subrayar que la declaración de principios contenida en la Resolución 2625, precisa que el territorio de una colonia, como en el caso del Archipiélago Canario en virtud de la Carta de las Naciones Unidas, ostenta una condición jurídica distinta y separada de la del territorio del Estado que lo administra, o sea del Reino de España, conservando dicha condición hasta que el pueblo colonial haya ejercido su derecho de libre determinación.

Hay que tener claro que en base al derecho internacional cualquier acuerdo que la potencia colonial tuviera por efecto frustrar el ejercicio del derecho de autodeterminación del Pueblo Canario sería nulo de pleno derecho. En base a ello, todo el citado camuflaje jurídico-político-administrativo (provincia, comunidad autónoma, constitución española, estatuto de Autonomía, gobierno canario, ahora la constitución europea, etcétera..) que el Reino de España, ha implantado durante el transcurso de los siglos en su colonia han impedido ilegitima e ilegalmente, la aplicación de este derecho internacional de descolonización a un territorio no autónomo como es el Territorio Canario. Por ello, además se ha impedido y en base al Derecho Internacional, que pueda controlar su riqueza territorial y su zona económica exclusiva y pueda explotar sus recursos naturales. Lejos de ello, la potencia administradora ya ha concedido a empresas españolas y de otros países concesiones para la explotación de tales recursos que pertenecen por derecho internacional exclusivamente al Pueblo Canario.

Cuarto.- A fin de que el Pueblo Canario pueda ejercer pacífica y libremente su derecho a la independencia completa, en base a las citadas resoluciones de la A.G., tiene que cesar por parte del Reino de España toda medida represiva contra el Pueblo Canario y deberán tomarse inmediatamente medidas para traspasar todos los poderes al mismo, para permitirles gozar de una libertad y una independencia absolutas. Lejos de ello, hasta la fecha, la metrópoli ha hecho todo lo contrario, ha efectuado una represión brutal contra los Movimientos de Liberación Canarios e independentistas canarios y ha impedido por todos los medios que la Cuestión Canaria o Caso Canario figure en el Comité de Descolonización al que me dirijo.

Tengo que decir que no deberían caer en saco roto las palabras que fueron emitidas por el ex Secretario de la ONU, el Sr. Kofi Annan: "Hay todavía mucho que hacer para cumplir los requerimientos establecidos en la Carta de las Naciones Unidas y en las Resoluciones 1514 y 1541, que contienen la declaración sobre la descolonización y los principios que deben guiar este proceso".

Por todo lo expuesto, el abajo firmante solicita AL COMITÉ DE DESCOLONIZACIÓN DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS y en base a la Resolución de la A.G. 1654(XVI) del 27/11/61, y a las otras resoluciones ut supra citadas y demás concordantes, y en concreto a la Resolución (A/RES/55/146) de 8 de Diciembre de 2000, en la que se declara el periodo de los años 2001 al 2010 como segundo decenio internacional para la eliminación del colonialismo, que acuerde:

1º.- Incluir en la lista de los territorios a descolonizar a los Territorios Canarios y elaborar un Plan siguiendo el procedimiento oportuno para la descolonización del Archipiélago Canario, para que antes del año 2010 se constituya en un Estado Independiente, con las recomendaciones al Reino de España y a la UE que al respecto hubiera lugar y en concreto para que se abstengan de realizar cualquier medida de coacción o represión que impida la libertad, la soberanía e independencia del Archipiélago Canario y su Pueblo.

2º.- Reunirse una comisión de ese Comité en Territorio Canario, con los Movimientos de Liberación Canarios, y en general con todos los grupos, sindicatos y formaciones Independentistas Canarios. (Las personas adecuadas, si lo estima ese Comité, se comprometen a convocar a tales reuniones a todo el campo independentista canario, en las fechas que se le indiquen y a buscar los lugares para dichos encuentros)

OTROSI DICE: Y para que ese Comité comience a tomar conciencia de la realidad histórica, política, económica y social del Pueblo Canario, con el presente escrito se acompaña copia de los siguientes documentos:

Documento que expresa la situación geográfica del Archipiélago Canario.

Breve resumen histórico de la invasión del Archipiélago Canario por los Ejércitos del reino de España.

En el Archipiélago Canario a 11 de diciembre de 2008.

Fdo. ______________________________
Ciudadano/a del Archipiélago canario.




martes, 1 de marzo de 2016

HISTORIA DEL PUEBLO GUANCHE TOMO III

 HISTORIA DEL PUBLO GUANCHE

TOMO III

JUAN BETHENCOURT ALFONSO
Socio correspondiente de la Academia de Historia (1912)
Historia del
PUEBLO GUANCHE
Tomo III
La conquista de las Islas Canarias
Edición anotada por MANUEL A. FARIÑA GONZÁLEZ
FRANCISCO LEMUS, EDITOR La Laguna, 1997


BETHENCOURT ALFONSO, Juan
Historia del pueblo guanche / Juan Bethencourt Alfonso; edición anotada por Manuel A. Fariña González.- La Laguna: Francisco Lemus, Editor, 1991-1997.
3V.; 24 cm.
ISBN 84-87973-10-8 (Tomo III)
ISBN 84-87973-00-0 (Obra completa)
Contiene: T. I. Su origen, caracteres etnológicos y lingüísticos.
T. II. Etnografía y organización socio-política.
T. III. Conquista de las Islas Canarias.
I. Fariña González, Manuel A., ed. anot.
1. Canarias - Historia - Hasta el s. 15.
2. Etnología - Canarias 39 (= 081 : 649)
903 (649) 964.9
Torno I: 1.* Edición: Noviembre 1991
2." Edición: Abril 1992
Tomo II: 1." Edición: Abril 1994
Tomo III: 1.' Edición: Marzo 1997
© Manuel A. Fariña González © Francisco Lemus Editor, S. L.
Cubierta: «Audiencia de losR.R.C.C. a los menceyes,
enAlmazán». (Fresco de la escalera principal
del Ayt2 de La Laguna, de Carlos de Acosta / Octubre de 1764).
Foto de: Efraín Pintos Barate, gentileza de la Concejalía de Cultura.
Diseño de cubierta: JAIME H. VERA
Fotomecánica, fotocomposición e impresión:
LITOGRAFÍA A. ROMERO, S. A.
Pol. Ind. Valle de Güímar - Arafo
Dep. Legal: TF. 711-1991 (Tomo III)

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden reproducirse, registrarse o transmitirse, por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético, electroóptico o informático, por fotocopia, grabación o cualquier otro, sin permiso previo por escrito de los titulares del © de esta obra.

HISTORIA DEL PUEBLO GUANCHE TOMO III


BETHENCOURT ALFONSO, Juan
Historia del pueblo guanche / Juan Bethencourt Alfonso; edición anotada por Manuel A. Fariña González.- La Laguna: Francisco Lemus, Editor, 1991-1997.
3V.; 24 cm.
ISBN 84-87973-10-8 (Tomo III)
ISBN 84-87973-00-0 (Obra completa)
Contiene: T. I. Su origen, caracteres etnológicos y lingüísticos.
T. II. Etnografía y organización socio-política.
T. III. Conquista de las Islas Canarias.
I. Fariña González, Manuel A., ed. anot.
1. Canarias - Historia - Hasta el s. 15.
2. Etnología - Canarias 39 (= 081 : 649)
903 (649) 964.9
Torno I: 1.* Edición: Noviembre 1991
2." Edición: Abril 1992
Tomo II: 1." Edición: Abril 1994
Tomo III: 1.' Edición: Marzo 1997
© Manuel A. Fariña González © Francisco Lemus Editor, S. L.
Cubierta: «Audiencia de losR.R.C.C. a los menceyes,
enAlmazán». (Fresco de la escalera principal
del Ayt2 de La Laguna, de Carlos de Acosta / Octubre de 1764).
Foto de: Efraín Pintos Barate, gentileza de la Concejalía de Cultura.
Diseño de cubierta: JAIME H. VERA
Fotomecánica, fotocomposición e impresión:
LITOGRAFÍA A. ROMERO, S. A.
Pol. Ind. Valle de Güímar - Arafo
Dep. Legal: TF. 711-1991 (Tomo III)




CAPITULO I

ÉPOCA HISTÓRICA (SIGLOS XIV Y XV)
Breves noticias del conocimiento que tuvieron de las Islas Canarias. Contrataciones, asaltos y correrías en Tenerife. Primer
y segundo intento de invasión de Diego García Herrera. Su tratado con los soberanos de la isla; torreón o casa de contratación en Añaza; expulsión de los españoles. Asalto de Alonso Fernández de Lugo. Correría de Hernando de Vera. Entrada de Maldonado; batalla de Añaza.

Aunque las islas Canarias estuvieran bajo el dominio del imperio romano, de lo que ofrecemos dar testimonio más adelante y que viene a confirmar el pasaje que Plinio tomó de Estacio Seboso, en que éste relata lo que oyó a unos navegantes gaditanos respecto a dicho archipiélago, a partir de la referida fecha nuestras crónicas no van más allá del siglo XIV en que ya era muy conocido y con alguna frecuencia visitado: en 1341 se realizó la expedición dispuesta por el rey de Portugal de que nos habla Bocaccio; en 1343 fue consagrado por rey de Canarias, D. Luís de la Cerda; en 1360 tuvo lugar otra expedición de mallorquines y aragoneses; en 1369 el Papa Urbano V expidió su bula a los obispos de Barcelona y Tortosa sobre misiones en las Canarias; en 1377 llegó a Lanzarote de arribada el vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño; en 1380 un buque sevillano, el de Francisco López, embarrancó en la isla de Canaria; en 1385 según Abreu Galindo, varios vecinos de Sevilla organizaron una expedición; en 1386 aportó a La Gomera el conde de Ureña; en 1393 refiere Abreu Galindo otra entrada de vecinos sevillanos; y a principios del siglo XV, cuando Juan de Bethen-court daba principio a la conquista, sin depender de éste arribaron a las playas de Lanzarote los buques Mordía y Tajamar, dueño del primero el honrado Francisco Calvo y del segundo, el malvado Fernando Ordóñez.

De estas pocas expediciones de que hay noticias, sólo se sabe de una de aragoneses que tocó en Tenerife. Hablando Marín y Cubas del conocimiento que tuvo Europa de la referida isla, dice:

«... lo llevaron los aragoneses que llegaron a la parte Sur, en Adeje, a tratar de paz por el año de 1347. Sólo vino allí un rey solo, que dicen tenía la isla, llamado Betzenuriga, con muchos capitanes».

Aún con estos escasos antecedentes y lo sucedido en el siglo XV con andaluces, castellanos, aragoneses, mallorquines, vizcaínos, portugueses, sicilianos, genoveses, gascones, normandos y otros, se llega al convencimiento de que en esas dos centurias visitaron las Canarias aventureros de todas clases (1): unos para comerciar pacíficamente con los naturales y otros para robar cuanto podían, apoderándose de los indígenas para venderlos como esclavos en los mercados de Europa.

Este vil tráfico que ha manchado a todas las sociedades de la tierra, fue durante dicha época un negocio lucrativo a lo largo de ambas riberas del Mediterráneo; viniendo a ser las Canarias una mera prolongación de la mina productora para los abastecedores del mercado.

Es evidente de que las islas se redimieron de tan infame codicia a medida que fueron conquistadas, si bien con perjuicio de las que quedaban por conquistar, por servir de blanco no ya a los piratas de fuera sino a los de dentro del Archipiélago, que eran los más temibles por su vecindad y mayores facilidades. Así, no bien sometidos los indígenas de Lanzarote, en unión de los europeos cayeron sobre Fuerteventura, que a su vez contribuyeron a dominar a los del Hierro y todos ellos a La Gomera; para luego estas cuatro islas de señorío ser durante un siglo el azote de las tres restantes, hasta que reducidas Canaria y La Palma quedó Tenerife como única apetitosa presa de todas las demás. Son legendarias por el Sur de la isla las entradas de las fustas o pataches de los señores de La Gomera y de Lanzarote, unas veces de paz y otras de guerra; y sin embargo, salvo dos o tres casos, no existen testimonios escritos de los asaltos y correrías que sufrió Tenerife.

La primera de que hacen mención los cronistas la llevó a cabo Hernán Peraza, como a mediados del siglo XV al frente de 200 hombres, mitad de peninsulares y mitad de naturales. Según Núñez de la Peña saltó Peraza con 120 soldados por una playa del reino de Güímar, que repartidos en escuadras se metieron tierra adentro como media legua, hasta que una de ellas, sorprendió a siete pastores que iban a comer, «por ser propio de esta gente hacer juntas y medios días a costa de sus amos». Retiráronse con los siete cautivos y más de mil cabezas de ganado; pero al embarcar descubrieron a un niño de siete años cogiendo pecesitos en los charcos y también se lo llevaron para Lanzarote. ¿Quién había de pensar que este muchacho, conocido en la historia por Antón, era llamado a jugar un papel tan maravilloso en la fe de los tiempos pasados? Fue bautizado y apadrinado por Hernán Peraza, y después de permanecer siete años a su lado pudo escapar en una playa de su misma nación, donde aportó el buque que conducía a una playa de su misma nación, donde aportó el buque que conducía a Peraza de la isla de Lanzarote a La Gomera.

Otra de las mayores correrías de que habla la tradición, y a la que alude Marín y Cubas aunque de un modo muy confuso, fue la que llevaron a cabo lanzaroteños y castellanos unidos en 1458 más o menos. Constituían una fuerte columna compuesta de gente de a pie y de a caballo, que desembarcó por una de las playas de Güímar. Tuvieron varios encuentros con los naturales comandados por su valeroso mencey Da-darmo; conocido más tarde por el Rey de las Lanzadas, a consecuencia de su famosa hazaña, en uno de los combates, batiéndose a la vez con varios soldados de a caballo, que no lograron rendirlo a pesar de las heridas que recibió. Contábanse de este rey muchos hechos heroicos.

Aunque los escasos recursos del inquieto señor de las cuatro islas menores, Diego García de Herrera, no le permitían aventurarse a los peligros del mayor empeño en el Archipiélago como era la conquista de Tenerife, séase por su espíritu emprendedor, ya para cubrir las apariencias con la Corona, bien a excitación de su amigo el guerrero obispo D. Diego López Illescas, o por todas estas razones, el hecho fue que levantó un ejército de 500 hombres por mitad de naturales y peninsulares, que condujo en tres navios a Tenerife, dando fondo en el Bufadera del puerto de Añaza el 21 de Junio de 1464; siendo su primera diligencia echar a tierra 400 soldados.
Alborotóse la isla en tales términos, que al poco tiempo se vio Herrera amenazado por fuerzas muy superiores dispuestas a cargar; y en la alternativa de un desastre si entraba en batalla o de reembarcar con pérdida completa de su crédito, optó por el partido de poner en juego los medios diplomáticos enviando intérpretes a los guanches con una embajada de paz. Se ignora lo que positivamente pasó, pero a juzgar por los sucesos, Herrera en medio de protestas de amistad debió solicitar el permiso de construir una casa de contratación para establecer un comercio regular con el país, prometiendo a la par defenderlos de los asaltos de los piratas.

Mas no consiguió realizar su propósito en aquella ocasión, ya porque no supo desvanecer la desconfianza de los guanches o porque no estaban presentes todos los reyes de la isla como afirma Marín y 40 Cubas, contándose entre los ausentes el de Taoro que era el principal, sin embargo de lo que declara el instrumento público que damos a conocer en la adjunta nota'; pero lo que sí parece probable fue que aprovechó el tiempo transcurrido en las conferencias, para poner en práctica la fórmula de posesión de la isla a nombre de la Corona de Castilla, «hollando la tierra con sus pies», «cortando ramas de árboles», etc., tal vez en medio de las risas o indiferencia de los indígenas ignorantes del alcance de tales actos. «Como quiera que fuese, dice con fina ironía Viera y Clavijo, es constante que el fruto de esta expedición fue el mismo que el de la de Canaria: una gran certificación en pergamino» (2).

Conformándose con este simulacro, sin otro resultado positivo que mutuas promesas de buena amistad, retiróse Diego de Herrera con su escuadrilla para Lanzarote pensando en nuevas y más fáciles empresas; hasta que a los dos años, en 1466, fue sorprendido por una poderosa expedición de portugueses al mando de Diego de Silva, enviada por el infante D. Fernando. No perdió el ánimo el singular Diego de Herrera: batido en todas partes y fugitivo, agitó con tal estruendo sus derechos a la conquista de la totalidad del Archipiélago ante la curia romana la corte de Portugal y sobre todo la de España, que al fin consiguió que la Corona revocara la merced concedida a unos proceres portugueses de las islas de La Palma, Canaria y Tenerife, su fecha 6 de Abril de 1468, y no solamente le fueron respetados sus derechos, sino que a su enemigo Diego de Silva lo hizo su yerno; constituyendo mediante esta unión una formidable fuerza hispano-portuguesa, que cayó sobre Tenerife.

Mas no bien los guanches vieron en demanda del puerto de Añaza tan poderosa armada acudieron los naturales en grandísimo número, como dice Marín y Cubas, «...con admirable braveza armados de palos muy gruesos jugados a dos manos y a una como espada, y gruesas piedras con gritería y silbos», para oponerse al desembarco.

Prometíase Diego de Herrera en esta segunda invasión alcanzar por medio de las armas lo que no pudo obtener en la primera, por la cuantía de la fuerza que llevaba; y no fue pequeña su sorpresa al verse hostilizado por una muchedumbre más numerosa que la vez anterior. Por manera que considerándose impotente para llevar el asunto por las malas, disimuló su contrariedad acudiendo de nuevo a las buenas palabras, a sus protestas de amistad y a la conveniencia de ambas partes del establecimiento en la isla de una casa de contratación; y se dio tales mañas que como dice Marín y Cubas, «... al fin le permitieron hacer enAñazo un fuertecillo, que despreciaban».

Todo hace presumir quedó edificado hacia fines de 1468 y guarnicionado con un reducido presidio bajo el mando de Sancho Herrera, hijo de Diego García Herrera; y aunque se emplazó en territorio de la nación anaguesa, por la hoy plaza de San Telmo en Santa Cruz, no fue por consentimiento único del soberano de este reino como da a entender fray Alonso de Espinosa, sino por todos los reyes, porque los intereses de carácter general eran siempre motivo de acuerdos internacionales. Pero hay más. Séase que todos desconfiaban de los extranjeros y querían vigilarlos por su cuenta o que aspiraban a beneficiarse por igual en el tráfico o que quisieran entablar una acción común en suceso tan extraordinario, el hecho fue que convinieron en que cada uno de los nueve reyes que a la sazón tenía Tenerife, incluyendo en este número el de Tegueste aunque era feudatario de los de Taoro, pusiera al servicio de los españoles nueve siervos que daban un total de ochenta y uno, tanto para la construcción de la casa-fuerte, como para el pastoreo de los ganados del presidio, corte de madera, fabricación de pez, recolección de orchilla y demás negocios de exportación.

Los guanches aunque bárbaros eran sagaces y muchos de ellos de clara inteligencia. Dábanse exacta cuenta del peligro, conocían las fuerzas de los europeos y las ventajas de sus armas, sus ambiciones de dominación, sus progresos y mejores medios de vida; y por esto, si bien rechazaban con energía toda armada que llegara en son de conquista, hallábanse propicios para establecer relaciones mercantiles y de amistad cuando éstas no amenazaban su independencia.

Este buen concierto y armonía duró cosa de seis años; hasta que un aciago día Diego García Herrera, sin duda falto de recursos y partiendo del supuesto que los siervos facilitados por los reyes fue un donativo de esclavos, dio orden de extrañarlos de la isla probablemente para venderlos2.

No fueron habidos el completo de los 81 siervos, pero al saberse la noticia de los embarcados, un clamoreo de indignación se levantó en toda la isla, que se precipitó furiosa sobre el torreón, Sancho de Herrera y su gente; «asaltándolo, según Marín y Cubas, con pedradas y varas arrojadizas; lo persiguieron a nado tras la lancha y el fuerte fue desbaratado».

Hoy no cabe duda de que esta fue la causa de la expulsión de los españoles allá por el año de 1474. En el discurso que leyó en la Academia de la Historia D. Rafael de Torres de Campo, en diciembre de 1901, dio a conocer la prueba testifical que con arreglo al interrogatorio de la célebre información (3) sobre el derecho de la isla de Lanza-rote y conquista de las Canarias, hizo en 1477 Esteban Pérez de Cabi-tos por mandato de los Reyes Católicos, en la que se pone en claro el asunto que nos ocupa. Ofrecemos en la presente nota un extracto de lo que nos importa3.

La impolítica orden dada por Diego García Herrera, aparte de lo inhumanitaria, no ya puso en peligro la vida de su hijo Sancho y demás hombres del presidio, sino que malogró la conquista pacífica de la isla para el progreso y la civilización.
Copiamos de Marín y Cubas:

«En 1479 hizo una entrada Alonso Fernández de Lugo, antes de irse a España las compañías de la Hermandad (que habían acudido a la conquista de Canaria). Llevando práctico entró de noche a la parte de Icod. Trajo a Canaria buena presa de ganado que halló acorralado, muy manso, todo cabrío; 3 mujeres, 2 hombres y algunos muchachos que dormían en cuevas; y mucho sebo, carne salada, panes de cera y cantidad de velas de cera medio enceladas, y uno a modo de cirio pascual, encelado; cueros de cabra, cebada, dejando allá otras mayores cantidades de todo esto, y molinitos o tahonillas de mano, cazuelas y platos de barro toscos».

Sábese que Lugo realizó varias entradas en Tenerife para tantearla y conocerla, sin duda porque abrigaba el proyecto de conquistarla. En los tiempos próximos a la invasión sostuvo estrechas relaciones con algunos indígenas, como pronto diremos.

Pero apartándonos de estos actos de guerra, otros hombres mantenían con los guanches relaciones amistosas y un comercio regular, como sucedía con Cristóbal de Ponte Ginovés, que después de la conquista fue datado en la isla. Esto nos revela que los guanches no vivían tan ignorantes de lo que pasaba en las demás islas, como pretenden algunos cronistas, pintándolos a semejanza de los indios cuando los españoles fueron por primera vez a América. Las comunicaciones pacíficas o guerreras fueron tan frecuentes desde mediados del siglo XV, que no pocos de los nombres actuales del litoral datan de esa época. Desde esos tiempos eran muy conocidas las siguientes denominaciones: la sabina uropa, que servía de punto de referencia o señal en el valle de San Andrés; el Bufadera y la Isla o séase el Cabo, en Santa Cruz; la playa de la Cera, más tarde del Socorro, y la playa de las Damas, en el reino de Güímar; el Orís o Porís y los Abrigos de Abona, en Arico; montaña de Roja y Abrigos de Lulaya, en Granadilla; las Galletas y puerto de los Cristianos, en Arona, etc.

Llegado en Agosto de 1480 a la vecina isla de Canaria el general Pedro de Vera, de funesta memoria para los gomeros, cuentan que con el tiempo quiso deshacerse de los indígenas que habían aceptado la soberanía de España por el temor que le inspiraban y les propuso que le ayudaran a conquistar a Tenerife. Prestáronse a ello, y embarcando 200 naturales y 50 peninsulares en dos buques bajo la jefatura de Hernando de Vera, hijo del general, surgieron a la amanecida del día siguiente en el puerto de Añaza, donde saltaron todos.

En la misma mañana y sin perder tiempo se internaron hasta La Laguna, donde por sorpresa se apoderaron de un poco de ganado y de algunos pastores, no sin derrocamiento de sangre por ambas partes. Mas ante el temor de ser sorprendidos a su vez, se retiraron al puerto y ganaron las embarcaciones, precisamente cuando por diferentes puntos aparecían las"fuerzas guanches. No consiguió Hernando de Vera, como era su propósito, reducirlos a que volvieran a tierra a medirse con los naturales.

* * *
Habiendo sucedido a Pedro de Vera en el gobierno de la isla de Canaria el salamantino Francisco Maldonado, a fines de 1490, entró en deseos el nuevo gobernador de tentar las corazas a los guanches; pero no disponiendo de bastantes recursos para la empresa interesó en el proyecto al yerno de Diego García Herrera, al valeroso y aguerrido Pedro Fernández de Saavedra, copartícipe del señorío de Lanzarote. Convinieron en apostar cada socio un navio con la gente que pudiera llevar y se reunieron en Canaria con un total de 250 hombres.

Y dice Marín y Cubas: «Salió (Maldonado) en dos navios de Canaria y llegó a la playa deAñazo, donde no vieron a nadie».

«Dispuestos en dos escuadrones, uno en pos de otro la cuesta arriba para subir a La Laguna, guiaba el delantero Maldonado con los de Canaria. A pocos pasos salió una emboscada de guanches, con tanto esfuerzo y ánimo, que no bastó el socorro de Pedro Fernández Saavedra que con su gente ayudaba a Maldonado, sin que luego no fuesen muertos más de 100 cristianos y muchos heridos; que al huir muy arrebatados a embarcarse, no acertando, quedaban miserablemente muertos. Entraron los gentiles en el mar, el agua hasta los pechos, tirando astas y piedras, dando voces y alaridos».

«Llegaron a Canaria bien escarmentados, y decía Maldonado: «no más guanches», «no más guanches»; y Saavedra decía «que más parecían fieras que hombres».

«Después fueron a hacer algunas presas y robos a Tenerife, aunque de muy poco precio, costando siempre hombres».

Entre los cristianos muertos se contaban 70 peninsulares; y de los muertos y heridos guanches —pues las fuerzas que entraron en función procedían de los tagoros más próximos de los reinos de Güímar y Anaga— los güimareros sufrieron las mayores bajas, algunas de hombres muy famosos, como fueron: el tagorero Arifonche, que cargando con loca impetuosidad se vio envuelto por el enemigo y después de batirse a la desesperada, se hundió el «feisne de leñablanca» para no caer prisionero; y el no menos notable chaurero de Tínzer, Arafun-che, muerto al frente de su cuadrilla; de quien se cuenta «ganó el terrero» como jugador de palo en los últimos Juegos Beñesmares del reino de Tacoronte.

Dícese que entre muertos y heridos quedaron tendidos unos 200 guanches.

NOTAS
' He aquí el acta levantada por el escribano de Fuerteventura, Fernando de Pá-rraga, por mandato de Diego García Herrera; siendo nuestra opinión de que acaso no merece entero crédito el depositario de la fe pública en este asunto, no ya por lo que arriba declara Marín y Cubas, sino por la índole de sus afirmaciones para vigorizar el derecho de su señor:

«A todos cuantos esta carta viéredes, que Dios honre y guarde del mal. Yo Fernando de Párraga escribano público, en la isla de Fuerteventura, en lugar de Alfonso de Cabrera escribano público de las islas de Canaria; por mi señor Diego de Herrera, señor de las dichas islas, con la autoridad y decreto que el mismo señor me dio, vos doy fe y fago saber, que en presencia de mí el dicho escribano e de los testigos de que de yuso serán escritos, en como un sábado, veinte y un días del mes de Junio, año del Nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil e cuatrocientos e sesenta e cuatro años estando en la isla de Tenerife, una de las islas de Canaria, en un puerto que se llama el Bufadera, estando ende el dicho señor Diego de Perrera señor de las dichas islas, con ciertos navios armados con mucha gente que traía en los dichos navios, vinieron ende parecieron ante el dicho señor el gran Rey de Imobach de Taoro. El Rey de las Lanzadas, que se llama Rey de Cüímar. El Rey de Anaga, El Rey de Abona, El Rey de Tacáronte, El Rey de Benicod, El Rey de Adeje, El Rey de Tegueste, El Rey de Daute. E todos los sobredichos nueve Reyes, juntamente hicieron reverencia y besaron las manos al sobredicho señor, Diego de Perrera obedeciéndolo por señor; presentes los Trujamanes, que ende estaban, los cuales eran rey de armas que han nombre Lanzarote, e Matheos Alfonso, y otros muchos que saben la lengua de la dicha isla de Tenerife; e luego Juan Negrin, rey de armas, levantó el pendón e dijo altas voces tres veces: Thenerife, Thenerife, Thenerife, por el Rey Dn. Enrique de Castilla, y de León, y por el generoso caballero Diego de Herrera mi señor, y luego los sobredichos Reyes de la dicha isla de Thenerife, dijeron al sobredicho señor Diego de Perrera; que por cuanto ellos conocían bien, que era señor de todas las islas de Canaria, por justo e derecho titulo, y razón, que a las dichas islas tenía, e por la conquista que les facía, e mandaba facer luengo tiempos había, que ellos juntamente de sus propias voluntades, e cada uno por sí con sus señoríos, sin premio ni contrini-miento ninguno, les place obedecer, y obedecen al sobredicho señor por señor, y se ponen debajo de su señoría, y obediencia, e le quieren dar, e le dan libre e desembar-gadamente la tenencia, e posesión, e propiedad, e señorío de toda la dicha isla de Thenerife para que de hoy en adelante, el dicho señor la tenga, y posea toda enteramente, como cosa suya, e pueda en ella, e en todo ella mandar e vedar, e facer justicia, así civil, como criminal, así como en cada una de las otras islas conquistadas, metidas debajo de su señorío, e que desde hoy en adelante los sobredichos Reyes, todos juntamente e cada uno por sí, e por sus sucesores, e por los hidalgos, e gente de sus señorías, que a todo estaban presentes, e les plugo consintieron en todo lo sobredicho, se desapoderan de la tenencia, e propiedad, y posesión, y señorío, y jurisdicción que en la dicha isla tienen, e lo dan todo enteramente en mano, y poderío del dicho señor Diego de Herrera su señor, para que él ponga en la dicha isla a quien él mandare, e por bien tuviere, para que administre, rija las dichas justicias, así civil, como criminal, e el governamiento aellas, e que desde hoy en adelante se daban por sus buenos vasallos, e se avasallaban a él, y a su mandado, y se daban por sus buenos vasallos, e facer sus mandamientos en todo y por todo. E luego el dicho señor Diego de Herrera dejó ende sus navios gente, e descendió, y subió por la tierra arriba, bien cerca de dos leguas, con los dichos Reyes, hollando la tierra con sus pies, en señal de posesión, y cortando ramas de árboles, que en la dicha isla estaban, e los dichos Reyes metiéndolo en la dicha posesión pacíficamente, nongelo conturbando, ni contrallando persona alguna; yendo con él por la dicha tierra acompañándole, e faciéndole todo agasajo, e servicio que podían. E luego el dicho señor Diego de Per 7
mandó a los dichos Reyes, que cada uno en su nombre por sí en sus tierras, y señoríos, que gobernasen e mandasen la justicia, por él; la cual les dio e corriendo, e ellos e cada uno dellos prometieron de la gobernar, e mandar por él en su nombre, como buenos, y leales vasallos, bien, y lealmente, so pena de caer en caso, e en las penas que caen, e incurren aquellos, que no guardan la justicia que por sus señores se le es encomendada lealmente, e los susodichos Reyes en la manera susodicha, hicieron juramento, e juraron de tener, e guardar, e cumplir, e aver por firme todo lo contenido, e cada cosa, e parte dello, e que no irán, ni vendrán contra ello ni contra parte dello en algún tiempo ni por alguna manera, e el sobredicho gran Rey hizo juramento por sí, y por todos los otros Reyes de lo facer, tener, guardar, y cumplir todo lo susodicho, como dicho es, en tal manera, que siempre jamás sea firme todo cuanto en esta carta es contenido e cada cosa, y parte de ello, so pena de caer en mal caso, en las penas que caen, e incurren aquellos que van contra su señor e non facen, ni cumplen las cosas que buenos y leales vasallos pueden, o deben hacer cumplir. E luego el dicho señor Diego de Herrera, dijo que tomaba, y tomó la dicha tenencia, y posesión de la dicha isla, debajo de la Corona Real, y señorío de Castilla, así como bueno, y leal vasallo del dicho señor Rey de Castilla, so cuyo señorío vive, y esto en como pasó el dicho señor Diego de Perrera, pidió a mí el dicho escribano, que se lo diese así por fee, e por testimonio, para guarda, e conservación de su derecho, e manera, que ficie-se fee; yo dile ende este en la manera, que dicha es, según que ante mí pasó en el dicho día, mes y año sobredicho; testigos, que fueron presentes, los sobredichos Trujamanes, rey de armas, y Matheo Alonso, vecinos de la isla de Lanzarote, y Alvaro Becerra de Valdevega, e García de Vergara, vecino de Sevilla, e Juan de Aviles maestro vecino de Sanlúcar de Barrameda e Luis de Morales vecino de la isla de Fuerte-ventura e Luis de Casonas vecino de la isla de Lanzarote, e Jacornar del Fierro, e Antón de Simancas, vecinos de la dicha isla del Hierro, y otros muchos que sabían la lengua de la dicha isla de Tenerife; va escrito siete veces, codiz Lanzarote, no le empezca. E yo el dicho Hernando de Párraga, Escribano, dicho, que fise escribir esta carta, e fise en ella mi signo, a tal en testimonio de verdad. Didacus Episcopus Rubi-sensis. Fernando de Párraga, Escribano público».

En Fuerteventura firmó este acta el obispo Illescas para darle mayor autoridad; pero así todo, los hechos confirmaron fue una mera fórmula cancilleresca de cuya significación no se enteraron los guanches, pero que entre los pueblos civilizados de aquellos tiempos (y en los actuales cuando hay bastantes cañones) daban derecho a la soberanía de un territorio.

2 Al historiar este suceso fray Alonso de Espinosa, no dio como otras veces mayores muestras de discreción. Refiriéndose a la primera invasión de Diego García Herrera en 1464 y a lo ocurrido más tarde, escribe:

« ... en alguna manera le dieron la obediencia, como consta por auto público, mas no fundó por entonces pueblo alguno, ni torrejón y así se volvió a su tierra quedando en paz la isla. Ende algunos años vino Sancho de Herrera, hijo del sobredicho, a esta isla con intento de ganalla y poblalla, y saltó en tierra en el puerto de Santa Cruz, término de Naga, que llamaron Añazo; donde permitiéndolo los naturales hizo un torrejón en que él y los suyos vivían, y allí venían los naturales a tratar y contratar con los cristianos. Sucedió que los españoles hicieron un hurto de ganado, de que los naturales se sintieron y se quejaron a Sancho de Herrera de sus vasallos; y para conservar el amistad entre ellos firmada, hicieron una ley: que si algún cristiano cometie-rera se delito alguno, que se lo entregasen a ellos para que hiciesen del a su voluntad, y si natural contra español por el contrario.

Hecha esta ley o conveniencia, sucedió que los españoles incurrieron en ella, haciendo no sé que agravio a los guanches, los cuales quejándose del agravio recibido, Sancho de Herrera entregó en cumplimiento de lo que entre sí habían puesto, para que ellos hiciesen justicia a los españoles. El rey de Naga usando de clemencia con ellos no le quiso hacer mal, antes los volvió en paz a su capitán sin daño.

No pasaron muchos días que los guanches cayeron en la pena, habiendo hecho contra los españoles cosa de que les convino querellarse a su rey de ellos, el cual sin más deliberar entregó a Sancho de Herrera los malhechores; mas no les sucedió con él lo que a los españoles con su rey, porque los mandó ahorcar luego Sancho de Herrera sin remedio. No pudieron los naturales sufrir ni llevar la cruel justicia que de los suyos, en su tierra, los advenedizos y extranjeros hicieron; y así amotinados quiebran las paces entre ellos asentadas, y vienen de mano armada al torrejón que los cristianos tenían hecho y dando con él por el suelo lo arrasan, matando algunos de los que dentro hallaron; y así fue forzoso a Sancho de Herrera y a los suyos que, desamparando la tierra, se volviesen a la suya con pérdida de algunos».

Cuanto refiere fray Alonso de Espinosa de la ley concertada entre guanches ana-guenses y los españoles, para administrar alternativamente justicia según la nacionalidad de los delincuentes, es una pura novela; aparte de que hoy se conoce la verdadera causa del rompimiento, dadas las instituciones guanches en que no era unipersonal la administración de justicia, tampoco se prestaban los celosos y desconfiados indígenas a que un extranjero ejerciera en sus tierras actos de soberanía sobre sus habitantes. Puede afirmarse que el que así piensa no conoció al pueblo guanche.

3 En la probanza intentada por Alfonso Pérez en representación de Diego de Herrera y su mujer, solicita se interrogue a ciertos testigos a tenor de las preguntas 36 y 37. La 36 se refiere a si por efecto de la continua guerra que Herrera hacía a los indígenas, éstos lo reconocían por señor y le dieron posesión de la isla y le besaron las manos, y ponía Justicia, etc.; y por la pregunta 37, si sabían si el obispo y clérigos habían visitado la isla, si han entrado en Tenerife muchos frailes, tenía una iglesia y habían bautizado muchos indígenas.

El testigo Antón Soria, a la 36:

«... que sabe e oyó decir que en la dicha isla de Tenerife e la Grana Canaria, ha tenido paz por algunos tiempos con el dicho Diego de Perrera tanto quanto los dichos canarios han querido; e que después que ellos no quieren paz se han alzado contra la voluntad de dicho Diego de Perreras, e aún en las dichas Islas han quedado a los tiempos de la paz algunas personas captibos, e que non sabe de este artículo otra cosa».
A la 37: « ... que oyó decir que al tiempo de las paces estovo el obispo en las dichas Islas, e que dello él non sabe cosa alguna».

Gonzalo Rodríguez, marinero de Triana (Sevilla) y testigo de Herrera.

A la 36: « ... que sabe que en la dicha isla de Tenerife obedecieron los canarios al dicho Diego de Perrera por señor, e que fizo en ella una fortaleza como señor della e que le besaron la mano nueve Reyes, lo qual dijo que oyó decir. E que este testigo, por mandado del dicho Diego de Perrera con otros marineros fue a la dicha Isla de Tenerife e troxeron dende ochenta e un esclavos canarios, que los Reyes de dicha Isla dieron en señal de dicho obedecimiento al dicho Diego de Perrera; de los cuales ochenta y un esclavos que assí le ovieron de dar por lo que dicho es, quedaron en la dicha Isla cierta parte de ellos. E que después desto era pública voz e fama, que andando el dicho Diego de Perrera por la dicha Isla de Tenerife los canarios de ella le mataron a Ferrando Chemiras que había salido en tierra por lengua a fablar con un Rey canario, e que por esta cabsafue quebrantado el dicho obedecimiento que la habían fecho; e que fasta hoy les face guerra el dicho Diego de Perrera con sus fustas y navios».

A la 37: «... que en dicho tiempo del dicho obedecimiento oyó decir este testigo que entraron, e estuvieron en la dicha Isla el Obispo e ciertos frayles, e que después se salieron dende sin les facer por qué; e que oyó decir que algunos dellos habían baptizado, pero que non viven como christianos».

Diego Martín, carpintero, de Sevilla y testigo de Herrera.

A la 36: «... que sabe e visto que nueve Reyes canarios de Tenerife obedecieron e besaron la mano por señor al dicho Diego de Perrera, e estovieron assí pacíficos, e entraban e salían los christianos en la dicha Isla tiempo de seis años más o menos, e que sabe que estaban ende el Obispo de Canaria, e otros frayles, e que después se quebró la paz».

Martín Torres, de Sevilla... «assimismo que oyó decir que en Tenerife habían entrado frayles, e que este testigo ayudó a sacar un frayle que se llamaba Fray Mace-do, que había entrado ende e lo tenían detenido».

Alvaro Romero, «clérigo Presbytero», vecino de Sevilla y testigo de Herrera. A la 36: « ...que sabe que en un tiempo los canarios de Tenerife le consintieron al dicho Diego de Perrera facer una fortaleza... e le obedecían por señor... E que después que vido en como sacaban de la dicha Isla pez, e madera, e que después que sabe que los dichos canarios se alzaron e derrocaron la dicha fortaleza e mataron los ganados que en la dicha Isla los christianos tenían e que assí se están infieles como de antes estaban».

Johan Iñíguez de Atabe, escribano de Cámara y testigo de Herrera: «Otrosí, dijo: que después el dicho Ferrand Peraza... traía (de Canaria y Tenerife) aellas a esta cib-dad muchos cativos y cativas, e esto dixo que lo sabe porque este testigo tovo arrendado... el quinto de los captivos en las dichas islas... E antes e después vido traher a esta cibdad asaz captivos».

«Otrossí dixo: que sabe quel dicho Diego de Perrera... que ha conquistado a la Grand Canaria e Tenerife... E assimismo fizo en Tenerife una torre, e una iglesia e después... se le rebelaron».

ANOTACIONES

(1) Entre la amplia bibliografía de D. Elias Serra Ráfols destaca su interés por el estudio de los contactos de europeos con las Canarias prehispánicas. Así deben recordarse los siguientes trabajos:

«El descubrimiento, los viajes medievales de los catalanes a las Islas Afortunadas». La Laguna: Universidad de La Laguna, 1926.

«Los mallorquines en Canarias. Revista de Historia. La Laguna, 1941.
«Más sobre los viajes catalano-mallorquines a Canarias». Revista de Historia. La Laguna, 1943.

«El descubrimiento de las Islas Canarias en el siglo xrv». Revista de Historia. La Laguna, 1961.

Otra aportación, ya clásica, para este tema es la de: [Antonio Rumeu de Armas. El obispado de Telde. Primeros mallorquines y catalanes en el Atlántico. Madrid-Las Palmas: C.S.I.C., 1960.]

(2) El documento original de este primer pacto de paz entre Diego de Herrera y los menceyes de Tenerife, se conserva en el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife.

(3) A partir del original, conservado en la Biblioteca del Escorial (sigt": X-II-22), con la transcripción y aportaciones del prof. Eduardo Aznar Vallejo, se editó la citada Pesquisa de Cubitos. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria, 1990.


Este manuscrito constituye una de las escasas muestras de crónicas coetáneas a la conquista de Canarias.

HISTORIA DEL PUEBLO GUANCHE TOMO III



CAPITULO II

RELACIONES INTERNACIONALES DE LOS ESTADOS GUANCHES EN VÍSPERA DE LA INVASIÓN ESPAÑOLA, AÑOS DE 1492 Y 1493.

Política imperialista del rey Bencomo de Taoro. Declaración de guerra en 1492 al reino de Güímar y sus consecuencias. Declaración de guerra en 1493 a los reinos de Taco-ronte y Anaga. Alianza ofensiva y defensiva de estos dos reinos y Confederación de los de Abona, Adeje, Daute e Icod. Derrota de los aliados y tratado secreto del rey de Anaga y Añaterve de Güímar con el general español Alonso de Lugo contra Bencomo. Propaganda subversiva a favor de la emancipación de los siervos y de las armas españolas: rápidas medidas de represión. Concertada la paz entre los reinos de Taoro, Anaga y Tacáronte, constituyen la Liga bajo la jefatura de Bencomo. Actitud de las naciones guanches al desembarcar el primer ejército invasor español.

De muy antiguo el pueblo guanche ventilaba con las armas si la sucesión al trono debía ajustarse a la línea masculina o femenina, dando origen a numerosas guerras como veremos en otro lugar; y como en ese litigio, desde la muerte de Tinerfe el Grande, la casa reinante de Taoro se creía despojada de su derecho al solio universal de la isla, sus reyes aunque sin renunciar a vindicarlo tampoco lo intentaron por impotentes.

Así las cosas apareció en escena Bencomo o el Rey Grande, soberano de Taoro, cuyo relieve va destacándose a medida que pasa el tiempo. Hombre de Estado, sagaz, guerrero y de clara inteligencia, fue superior a su pueblo e imprimió al cargo de la realeza un sentimiento de dignidad impropio de bárbaros. Justiciero, pronto en las resoluciones, de temple, de alma para las grandes empresas y siempre magnánimo, mostrábase tan piadoso para los vencidos en lucha franca, ¡de que dio repetidos testimonios con los prisioneros españoles!, como inflexible con los traidores y pusilánimes. Es proverbial su acometividad cargando al enemigo, su entereza de carácter, la energía de su espíritu ante las mayores contrariedades; y para que todo en él fuera extraordinario, era de tal complexión que a los 70 años se batía al frente de sus guerreros con los arrestos y agilidad de la juventud, siendo los héroes legendarios formados a su alrededor mero reflejo de su personalidad. Vivió temido de sus enemigos de dentro y fuera de la isla y obedecido sin vacilaciones por su pueblo, hasta que en la batalla de la laguna murió coronado por la inmortalidad defendiendo su raza, su honor y su trono.

Como era el soberano más poderoso —pues su Estado comprendía los llamados por los cronistas reinos de Taoro, de Tegueste y seño- río de la Punta del Hidalgo— y entre sus cualidades excepcionales la ambición corría pareja con la astucia, propúsose alcanzar el cetro de la isla sin dejar adivinar sus designios; para lo que fue preparando el terreno con cautela, hasta que juzgando llegada la sazón de ponerlos por obra, bajo el pretexto de unos robos de ganado y reyertas de frontera, declaró la guerra al rey Añaterve de Güímar en 1492; invadiendo el territorio ante la expectación de los demás reinos, que no dieron de pronto al suceso la importancia que tenía.

De los incidentes de esa campaña solamente habla la tradición: de un combate en la Negrita, debajo de montaña Colorada en la cumbre de Arafo, que a poco de comenzado le puso término un furioso temporal; de otro combate en Chaharte, hacia el Pegonal en Igueste de Candelaria, de resultado dudoso; de un tercer combate en Chivisaya, perdido por los güimareros; y por último de la reñida batalla de Güenifan-te, cerca de Pasacola, en la que fueron completamente derrotados los güimareros muriendo el infante Cayamo, hermano del rey, y el célebre gigante Emolió que pereció a manos de los teguesteros y fue sepultado en Guadamoxete; hecho de armas que obligó a Añaterve a pedir la paz, muy ajeno del oprobio que le esperaba.

Cuando supieron las condiciones impuestas por el vencedor, fue casi tan grande la temerosa sorpresa de los demás Estados, como la explosión de indignación de los vencidos, que fueron acumulando odio día tras día contra el aborrecido enemigo. El pueblo güimarero sería incorporado en calidad de provincia o achimenceyato al reino de Taoro perdiendo su nacionalidad, permaneciendo a su frente Añaterve a título de achimencey, en conformidad con la vigente ley del derecho paterno para la sucesión del trono que concediéndole por sus días las apariencias de la realeza; pero el príncipe heredero Gueton' el guada-meñe o sumo pontífice y otros proceres de alto prestigio, quedaban en rehenes junto a Bencomo en caución del tratado celebrado.
La ira y el enojo que provocó esta conquista material pero no moral del pueblo güimarero no tuvo límites, lanzándose a conspirar buscando apoyo por todas partes para recobrar su nacionalidad y libertar a sus príncipes y magnates. Pero el instinto de conservación, el egoísmo o la falta de unidad de los reinos les quitó toda esperanza de redención o de venganza y cuéntase que desesperados comenzaron a entrar en secreta inteligencia con los españoles de la isla de Canaria, que por las noches y ocultamente se arrimaban a la costa en pequeños pataches.

En el curso de estos sucesos y ya entrado el verano de 1493, los acontecimientos se precipitaron con motivo de una enfermedad mental que sufría a la sazón el rey Beneharo de Anaga. Como en estas interinidades ocupaba la representación del trono el príncipe heredero y en su defecto el hermano más viejo del rey, y por ambas líneas no había varones, la nobleza anaguera abrigó el proyecto de que la regencia fuera a parar al primogénito del rey de Tacoronte, casándolo con la princesa Guacimara, único descendiente de Beneharo, con el fin oculto de fundir los dos Estados en una sola nacionalidad por temor a Bencomo.

Pero no lograron engañar a éste. Y como le ofrecían para su plan una favorable coyuntura porque le amparaba el derecho, pues reversaba a su casa toda representación circunstancial de cualquiera de los Estados en las interinidades, aparentando Bencomo verse obligado a tomar las armas, se apresuró a declarar la guerra a los reinos de Tacoronte y Anaga, sin lograr tampoco engañar a los demás. La alarma fue general. Los tacoronteros y anagueses celebraron una alianza ofensiva y defensiva para hacer frente al enemigo común, y los reinos de Abona, Adeje, Daute e Icod se constituyeron en Confederación con el mismo objeto, pues ya eran bien claras las aspiraciones imperialistas del rey de Taoro.

Una verdadera conflagración amenazaba a Tenerife a semejanza de otras épocas; pero si en las edades pasadas la paz al fin se restablecía sin intervención de elementos extraños a la raza, no aconteció lo mismo en la postrimería del siglo XV. En la época en que se desarrollaban estos sucesos, los españoles no sólo se preparaban para rematar la conquista del Archipiélago apoderándose de Tenerife sino que avizoraban y avivaban sus discordias para mejor vencerla; con especialidad el alcaide del fortín de Agaete en Canaria, D. Alonso Fernández de Lugo, con quien capitularon los Reyes Católicos la reducción de la isla. Desde su acantonamiento fronterizo, unas veces personalmente y otras valiéndose de mediadores, sostuvo frecuentes relaciones con los enemigos de Bencomo para cimentar en sus odios intestinos, que supo alimentar con habilidad una base de operaciones al ejército invasor.

No nos ha sido posible rellenar las lagunas que existen en la tradición, respecto a los acontecimientos ocurridos en Tenerife en esta interesante época histórica. En la campaña sostenida entre el rey de Taoro y los tacoronteros y anagueses, hablase con vaguedad de varios encuentros sin resultados decisivos, hasta que empeñaron una reñida batalla en El Sauzal, en las proximidades del barranco de las Mejías y cerca de la ermita de Los Angeles por debajo de la actual carretera, donde fueron derrotados los aliados; derrota que debió re vestir importancia, porque trajo como consecuencia que el rey Bene-haro de Anaga (que ya había recobrado la razón), Añaterve de Güí-mar y el capitán Alonso de Lugo concertaran un tratado secreto para combatir a Bencomo. Nada dice la tradición de la actitud del rey de Tacoronte respecto a este tratado, aunque nos inclinamos a que ni intervino ni estuvo de acuerdo si lo conoció porque tampoco hace referencia a él un documento que luego veremos y que confirma el convenio de Beneharo.

Pero Alonso de Lugo no se limitó a esta labor diplomática sino que en vísperas de invadir la isla le arrimó una tea incendiaria, una cuestión social que prendió en la clase de los siervos como el fuego en la yesca conmoviendo las instituciones. Séase que existiera el rescoldo de una agitación antigua o la sembraran y fomentaran los españoles para enconar las divisiones, fue lo cierto de que los siervos empezaron a soliviantarse con la propaganda subversiva de su derecho a mejorar de condición, de no ser esclavos, y que esa promesa redentora la traerían las armas españolas, que no podría contrarrestar Bencomo con palos y piedras a pesar del valor de la raza. Tales doctrinas filtradas de un modo artero entre hombres rudos, movedizos, de carácter fiero y por otra parte víctimas de intolerables privilegios, provocaron una excitación amenazadora.

Fueron los activos propaladores de estas novedades los irreconciliables enemigos de los taorinos, los güimareros, pero con especialidad unos cuantos conocidos por la tradición por «gomeros»2 o «guanches mansos», que precediendo como vanguardia al ejército invasor se derramaron por la isla produciendo una honda perturbación moral. De ellos, unos decididos partidarios de los castellanos, ponderaban los beneficios de la civilización, de la libertad, de la propiedad de las fuerzas de sus armas, etc.; parangonando estas ventajas con la miseria y esclavitud en que vivían, con los irritantes abusos de la nobleza, etc.; pero otros, que se habían fingido amigos de los españoles, fueron ardientes defensores de su patria desacreditando a los extranjeros desde todos puntos de vista; más séase por la cultura que adquirieron, o porque se trataba de una reforma de antemano sentida, o que se vieran obligados a no dejar como bandera a los españolizados la redención de los siervos, el hecho fue que también se pronuncian por la reforma; ¡lo que trajo a la larga el desconcierto social y la pérdida anticipada de la independencia!

Tan inquietante como peligrosa situación únicamente pudo salvarla la figura excelsa de Bencomo. Con sus rápidas medidas cesó como por encanto la propaganda de apocamiento y las pretensiones ostensibles de los siervos, y decimos ostensibles, porque ya la idea de emancipación quedó arraigada para siempre. Descubiertos los hilos de la trama, sin contemplaciones ni pérdida de tiempo la hizo abortar con ejecuciones que no respetaron las más altas jerarquías, como fue la de un guadameñe o sumo pontífice3.
Viana que adornó algunos hechos históricos con ficciones poéticas, simboliza la propaganda subversiva y la sangrienta represión de que nos hemos ocupado en el guadameña o guañameñe, o séase en el personaje más culminante descubierto de los que intervinieron en la conjura.

Por esto Viana pone en boca de este notable agorero por su jerarquía, el summus aruspex, la profecía que hizo a la infanta Dácil en la vega de la laguna, (pág. 88):
«Díjole Guañameñe el agorero, que un personaje de nación extraña que por la mar vendría al puerto y sitio marítimo, llamado Añago entonces, de ser había al fin de mil desastres, guerras, batallas, cautiverio, y muertes, su amado esposo, en dulce paz tranquila

Este mismo adivino fue el que en el curso de los Juegos Beñesma-res que celebraba el reino de Taoro, tuvo la osadía de intentar soliviantar a los siervos con su propaganda, pero que el autor por mayor gala poética nos lo presenta pidiendo una audiencia al rey Bencomo, para anunciarle en medio de los proceres y cortesanos su triste porvenir, (pág. 77):
«Poderoso Bencomo, sin segundo como en servirte mis deseos fundo saber el fin dudoso he procurado de tu valor, que no en su bien dudara, si al mérito fortuna se igualara.

Por el cerúleo mar vendrán nadando pájaros negros de muy blancas alas, truenos, rayos, relámpagos echando, señales propias de tormenta y malas; dellos saldrán a tierra peleando, fuertes varones con diversas galas de otra nación extraña y belicosa para quitarte el Reino poderosa. Conquistaran por armas esta tierra, sin que puedan hacerle resistencia,
cuanto Nivaria y un distrito encierra ha de dar a sus reyes la obediencia; esto por mis agüeros es creíble; perdona, y pon remedio, si es posible».
En medio del temor que se apoderó del auditorio por la profecía del guañameñe:
«Sólo Bencomo, que cual otro César
que al prodigioso aviso de Spurina,
con menosprecio y burla estuvo incrédulo,
de Guadameña se mostró injuriado,
y así lo dice con soberbia ira:

«Por la cima del Téida levantado,
¿No sabes que desciende mi linaje del gran Tinerfe, bisabuelo mío, y que no hizo la fortuna ultraje jamás en su valor y señorío? Hago a sus huesos voto y homenaje, que has de pagar tu loco desvarío;

muera, muera el traidor descomedido colgádmelo de un árbol al momento;

El castigo impuesto al conspirador que hacía la causa de los siervos aunque no fuera ese su propósito, provocó una sorda excitación como deja traslucir el poeta en distintos pasajes:

«Cesó con esto, y no en la vulgar gente, el murmurar con mil sentencias varias, la lastimosa muerte, y los agüeros» (Pag. 81)........................
«Estaba en esto el pueblo alborotado
así por el castigo que se hizo
a Guañameñe el agorero mágico»
(Pag. 82)........................
«... muchos se acuerdan del castigo injusto del difunto agorero, y del pronóstico cuyos principios ven en breve término, y recelan al fin, el fin futuro. Sólo Bencomo no se sobresalta. (Pag. 117).......................................>>.

Sofocada por Bencomo la rebelión iniciada y noticioso de que en Canaria se hallaba dispuesto un ejército español para combatirlo, en inteligencia con sus enemigos interiores, suspendió en el acto las hostilidades; y no sólo gestionó y consiguió celebrar la paz con los reinos de Tacoronte y Anaga, sino que los atrajo al concierto de una Liga de los tres Estados bajo su jefatura para hacer frente a los extranjeros; lo que le proporcionó la doble ventaja de unificar las fuerzas de la mitad más importante de la isla, y lo que era para él de supremo interés, separar a Beneharo de la alianza castellana.
Por manera que al desembarcar en Tenerife con su ejército Alonso de Lugo, la actitud de las fuerzas vivas del país era la siguiente: la Liga del Norte, que abarcaba el territorio comprendido desde Añaza o Santa Cruz por el Norte de la isla hasta San Juan de la Rambla, bajo el mando supremo de Bencomo, teniendo por único objetivo los ligueros batir a los españoles; la Confederación del Sudoeste, que se extendía desde el barranco de Erques de Fasnia por el Sur hasta San Juan de la Rambla, comprendiendo los reinos de Abona, Adeje, Dante e Icod, más temerosa de Bencomo que de los españoles y resuelta a rechazar lo mismo al uno que a los otros; y el reino de Güímar, cuyo límite por el Este era Santa Cruz (el barranco del Hierro) y por el Oeste el barranco de Erques, en convenida alianza con los españoles, pero aún alimentando la esperanza de que Bencomo reconociera su nacionalidad probablemente para hacer causa común con los de sus raza, como parecen demostrar los hechos ulteriores.

NOTAS

1 Viana refiere que Gueton estaba desterrado por su padre (a causa de un delito) en la corte de Bencomo, pero es una inexactitud que en cierto modo rectifica más adelante. En éste y otros sucesos que iremos tocando equivocó las causas que los determi naron, en ocasiones simboliza los acontecimientos en personajes, ya copia errores de fray Alonso de Espinosa, o bien oscurece hechos históricos con las galas de la poesía; pero así y todo lo reputamos por el más completo y exacto de nuestros cronistas.

El poeta Viana, a nuestro juicio mal comprendido, ofrece la particularidad de que todos los historiadores lo combaten y todos lo siguen.

2 En el primer libro de Acuerdos del Cabildo de La Laguna se encuentran rastros de estos gomeros. Dieron tal nombre a los naturales de Tenerife ya civilizados antes de la conquista en las demás islas, sobre todo en La Gomera, donde se hallaban en mayor número y de ahí el nombre genérico de gomeros con que todos fueron conocidos. De éstos, unos habían sido hechos cautivos y otros se marcharon voluntariamente en las fustas que arribaban a la isla, huyendo de la justicia por algún crimen o por diversas causas.

3 El cargo de guañameñe que por su gran influencia sobre el pueblo era el más importante después de la realeza, recaía siempre en individuos de la familia real. Esta circunstancia y la conocida actitud de hostilidad más o menos franca de los güimareros contra Bencomo, robustece la tradición de que el guañameñe ahorcado fue el de Güímar que se hallaba en Taoro entre los rehenes.


Parece que en el mismo sentido se expresaba D. Cristóbal Bencomo, hijo del rey Benytomo, en la historia que escribió del pueblo guanche a su vuelta de España donde siguió la carrera de vocero o abogado. Cuéntase que de dicha obra sólo existieron tres ejemplares manuscritos, uno de los cuales vino a parar a una familia Oliva de Chasna, de difícil lectura y muy deteriorado, regalado a un carabinero peninsular allá por el año 20 del siglo pasado.