HIGUERA CANARIA, LA (TELDE)
Topónimo que recibe un caserío
situado en la rampa septentrional del barranco Real de Telde, entre La
Lombarda y Las Mesetas, al Suroeste de Los Caserones Altos,
junto a la carretera de Telde a Santa Brígida (GC-080).
De los frutales existentes antes
de la conquista de las islas, destaca la higuera canaria. Sus frutos
están presentes en los yacimientos arqueológicos y en las crónicas de la época.
En las fuentes primarias del siglo XVI, para mencionar cualquier pared, camino,
obra o casa construida por la población aborigen, al referirse a las mismas los
protocolos las citan añadiendo el nexo del origen «de los canarios», o «del
tiempo de los canarios». Así se mencionaban «cuevas de los canarios»,
«acequias de los canarios», «caminos del tiempo de los canarios»,
«paredes de los canarios», etc.
Con esta argumentación, algunas
fuentes sostienen que el topónimo haría mención a la presencia de higueras que
ya existían antes de la Conquista, de ahí el topónimo La Higuera Canaria.
Las crónicas de los primeros exploradores que arribaron a las islas y las de
aquellos que posteriormente documentaron su conquista, dejaron constancia de la
presencia de higueras y de su aprovechamiento por parte de la población
aborigen de la isla. En ellas, se menciona incluso la existencia de diferentes
términos para distinguir los higos: arehormaze cuando la fruta se
encontraba fresca y tehaunenen cuando ya estaba pasada.
En la actualidad los hallazgos arqueológicos han confirmado la veracidad de estas informaciones tempranas. En excavaciones realizadas recientemente en la isla, se han recuperado carbones y semillas de higueras cuya antigüedad llega a superar en algunos casos los 1.500 años. Excepcionalmente, se han recuperado semillas en los dientes cariados de algunas momias que demuestran, sin lugar a dudas, su ingesta. El volumen de tales hallazgos y los estudios sobre la dieta prehispánica, en la que se constatan elevados porcentajes de caries, indican que los higos fueron un recurso indispensable dentro de la alimentación de los aborígenes canarios.
Probablemente en este lugar se
diera lo que se conoce como “Gigera salvaje” o “higuera
salvaje”, sustentando tal tesis en que «Asimismo, en Gran Canaria se ha
registrado también idéntico término, en alusión a las higueras de los antiguos
canarios. Estos antiguos registros resultan realmente interesantes, pues no
abundan en los numerosos estudios realizados sobre la flora del Archipiélago
Canario referencias claras a la presencia de formas silvestres de Ficus carica.
Sin embargo, sí hemos localizado durante nuestras campañas de prospección
ejemplares de higuera creciendo en lugares donde no existe la menor posibilidad
de que fueran plantados por el hombre.
El estudio de las fuentes
documentales y bibliográficas continúa aportándonos datos valiosos para la
comprensión de lo que ha podido acontecer en Canarias en relación al cultivo de
la higuera.
En este sentido, merece la pena reproducir un fragmento de un documento que data de 1523, apenas 27 años después de completada la conquista de la isla de Tenerife, donde se expone la sustitución mediante injerto de las higueras hasta ese momento radicadas en la propiedad:
[Juan de Castañeda, hortelano
[…] Se obliga a plantar en la heredad [se refiere a tierras situadas en el
‘término de Tegueste’, en la isla de Tenerife] 100 pies de almendros, 15 pies
de morales y todos los que pueda de membrillos, duraznos y ciruelos; y a
enxerir [injertar] todas las higueras que están puestas en la heredad; a cavar
y podar la viña y arboleda, según hubiere menester…] (JAIME GIL, A. Y
OTROS: "Las higueras canarias y su diversidad: Bases
orales y documentales para su estudio", Revista Rincones del Atlántico,
nº 3, 2006).
Algunas
crónicas manifiestan que la higuera fue introducida por los mallorquines. Es el
caso de Abreu Galindo: «Había en esta isla gran abundancia de
higuerales, los cuales habían puesto los mallorquines, de los que habían traído
para mantenimiento y provisión, que en pocos años se dieron; y, como los
canarios gustaron de la fruta, dieron a plantarlas por toda la isla, y con el
vicio se multiplicó. Y, como nacían silvestres, tenían la cáscara gruesa y
dura, pero muy sabrosos; y haylos hoy en gran abundancia de estos (árboles)
salvajes, en muchas partes de la isla.
Cuando verdes, los llamaban a los higos arehormaze, y cuando maduros y dulces y pasados tehaunenen. Era principal mantenimiento de toda la isla. Guardábanlos después de pasados en grandes esportones como seras, que llamaban carianas; después los prensaban y hacían llanos, y los ensartaban en juncos y los colgaban y así guardaban todo el año. Otros los majaban y hacían grandes pellas y así los guardaban todo el año. Esta fruta no la hubo en otra isla, sino en esta de Gran Canana; y en ella los hubo desde que a ella aportaron y arribaron los mallorquines, que dieron la orden y traza de plantarlos”.
Pero la fuente difiere de tal
afirmación de Abreu y Galindo «La presencia del higo en Canarias como algo
autóctono está demostrada por otros escritores del siglo XIV Véase, por
ejemplo, el historiador luso Gomes Eanes da Zurara o de Azurara: [Tienen trigo
y cebada, pero carecen del ingenio para hacer pan; sólo hacen harina, la que
comen con carne y manteca. Y tienen muchos higos, sangre de drago, dátiles, que
no son buenos, y hierbas que comen; y asimismo ovejas, cabras y cerdos en
abundancia». Véase Alvise da Cadamosto: «No tienen casas de paredes ni de paja;
viven en grutas, en las cuevas de las montañas y se alimentan de cebada, de
carne y de leche de cabra, las que tienen en abundancia, y de algunas frutas,
especialmente de higos]» (NOLASCO LEAL, P:"¿Fue la higuera introducida
en Canarias en el siglo XIV por los mallorquines?", Revista Bienmesabe,
nº 163, 2007).
Volviendo al topónimo teldense,
las referencias documentales del siglo XVI nos dicen que las tierras próximas
se destinaban al cañaveral, y los grandes propietarios de Telde tienen tierras
en este lugar, como el cosechero de azúcar Bartolomé de Medina, que poseía
suertes de cañas en Las Higueras y en otros lugares de Telde como en El
Palmito de la Vega Mayor, en La Hoya de Xaraquemada, en La Fuente
y en el Malpaís, propiedades que fueron heredadas por su mujer, Leonor
González Camacho, quien vendió, en 1552, a su hija Ana González Camacho la
suerte de La Higuera con dos horas de agua de la Vega de la Fuente.
El lugar
conserva el topónimo, pero se ha hecho más famoso por las buenas naranjas que
allí se dan lo que de alguna forma acreditaría el buen sustrato del habitat
natural donde pudieron darse las higueras salvajes que formaba parte de la
alimentación de los aborígenes canarios. Humberto
Pérez)
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