sábado, 31 de mayo de 2014

RAIMUNDO MANUEL MARTEL SAN GIL.




 
1914 marzo 15.
Nace en Mazo Isla de La Palma, Raimundo Manuel Martel Gil. Geólogo, y falleció el 15 de abril de 2000. Tras cursar los estudios medios en la capital palmera y La Laguna (Tenerife), marcha a Madrid en 1934 para iniciar su formación universitaria, matriculándose en las facultades de Ciencias Naturales y Farmacia. Interrumpidos los estudios como consecuencia de la Guerra Civil obtendrá, acabada la contienda, la licenciatura y el doctorado en ambas especialidades y su primer trabajo será el de profesor auxiliar en la Universidad de La Laguna, incorporándose más tarde al Consejo Superior de Investigaciones Científicas donde desarrollará una importante labor investigadora. Fue, en 1952, el primer español que obtuvo el título de ingeniero de petróleos por la Escuela Nacional Superior de Ingenieros de París. Está en posesión del Premio Nacional de Ciencias "Torres Quevedo" del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del título de Doctor Honoris Causa en Ciencias de la Educación por la Universidad de Santo Domingo (República Dominicana). En 1968 ingresa como miembro de número de la Academia de Doctores de Madrid y en 1985 hace lo propio en la Real Academia de Farmacia. Su labor docente la desarrollará también, con éxito, en Valencia donde promueve el Museo de Geología de la capital y el Instituto de Geodafología de la Diputación Provincial así como el Centro de Estudios Universitarios de Castellón de la Plana. Fue rector magnífico de la Universidad de Alacalá de Henares. Entre sus publicaciones destacan los libros titulados El volcán de San Juan (1960) y Catálogo Inventario de la Colección Rodrígo Botet de mamíferos fósiles suramericanos del Museo Paleontológico Municipal de Valencia (1969). Desde 1961 ostenta el título de Hijo Predilecto de Villa de Mazo y, en julio de 1986, el Cabildo Insular de La Palma le concedió su medalla de Oro y el título de Hijo Predilecto de la Isla, distinciones que le fueron entregadas en un solemne acto celebrado el 30 de septiembre del citado año.



JOSÉ MANUEL HERNÁNDEZ SANTOS.




 
1913 diciembre 1.

Nace José Manuel Hernández Santos.  Aparejador. Su trabajo como técnico en obras públicas y privadas del municipio le fue reconocido en su día por el Ayuntamiento de Villa de Mazo que en 1963, a propuesta del entonces alcalde Francisco Fumero Alonso, le concede el título de Hijo Predilecto, teniendo en cuenta, entre otras consideraciones, "que en los trabajos tanto municipales, como particulares ha demostrado su mayor actividad, y los ha realizado con moderadas remuneraciones…". Autor del plan municipal de pistas para tráfico rodado, redactado en el citado año de 1963 con el objetivo de mejorar las comunicaciones de aquellas zonas agrícolas que se preveía poner en regadío. Con anterioridad, en 1945, también se había hecho cargo de un interesante proyecto para el aprovechamiento y canalización hasta El Pueblo de las aguas de la fuente de Niquiomo. Su muerte acaeció en Villa de Mazo el 15 de Marzo de 2002.

HISCIO AMÍLCAR MORERA BRAVO





1913 marzo 1.
Nace en la Villa de Mazo La Palma, Hiscio Amilcar Morera Bravo. Médico. y fallecido en Santa Cruz de La Palma en enero de 1991. Sus estudios de Medicina los inicia en 1931 en la Universidad de Barcelona, continuándolos, a partir de 1934, en Madrid y obteniendo la titulación por la Universidad de Valladolid en 1936. Sus primeros servicios facultativos los prestará, en plena Guerra Civil, en los hospitales militares de Santa Cruz de Tenerife, Vitoria y Alcazarquivir. De regreso a Canarias en 1941, desarrollará su labor en Tenerife junto a los doctores Zerolo y Cerviá, ingresando posteriormente, por oposición, en el Hospital de Dolores de la capital palmera del que llegaría a ser su director, interviniendo incluso en el desarrollo arquitectónico de este centro hospitalario. En Santa Cruz de La Palma también ejercerá como cirujano en la Clínica Camacho y fue el primero en practicar en la Isla la neurocirugía y la cirugía pulmonar, siendo también, pro la experiencia adquirida en la contienda española, impulsor de la cirugía traumatológica. En 1946 se incorporará a la plantilla de la Seguridad Social y en 1961 se traslada a Brasil. Fruto de su estancia americana será el libro titulado Negro y Blanco, publicado en 1965 y Notas sobre las enfermedades del Padre Anchieta (1968). Es autor de diversos artículos sobre paludismo, sífilis, reumatismo, etc., publicados en revistas médicas especializadas. En 1976 inaugurará la entonces Residencia Sanitaria de la Seguridad Social "Nuestra Señora de Las Nieves", centro hospitalario donde dirigirá el Servicio de Cirugía General hasta su jubilación, que se producirá el día 1 de marzo de 1983. A su ingente y prestigiosa labor como médico hay que añadir su amplia trayectoria intelectual, en la que hay que incluir su etapa, en los inicios de la década de 1960, como presidente de la Sociedad "La Cosmológica" de la capital palmera que en 1986 le hace Socio de Honor. A ello se une su significativa producción literaria, inédita en muchos casos. "Yo no sé -afirmaba Juan Julio Fernández en 1983- si el doctor Morera ha escrito tan sólo lo que ha publicado, pero tengo la sospecha de que, en carpetas, en cajones de sus mesas, debe tener muchos papeles emborronados, fruto de la curiosidad, de la observación, de la reflexión o, simplemente, de la emoción. De su pluma salieron narraciones, cuentos y ensayos que fueron dados a conocer en periódicos y revistas. Entre los títulos conocidos están Aspectos de la Isla, Cruz Verde, El perro negro, Mover la Isla, La Isla y el mar, El pulpo gigante, Graciela… Su interés por el pasado insular se refleja en artículos como "Una tromba de agua en La Palma en 1783", publicado en Revista de Historia en 1957, o en la inclinación por la arqueología, participando al respecto en excavaciones como la llevada a cabo, en septiembre de 1963, en su pueblo natal, a raíz del hallazgo de la necrópolis de La Cucaracha, donde aportará sus conocimientos médicos en el estudio de los numerosos restos óseos hallados. En la actualidad tanto el callejero municipal de su villa natal, por acuerdo plenario de 6 de junio de 1975, como el de la capital palmera, registran su nombre, y en su día, el colegio de Médicos de Santa Cruz de Tenerife le nombró Colegiado de Honor.



JOSÉ GREGORIO TOLEDO PÉREZ





1906 marzo 12.

José Gregorio Toledo Pérez. Pintor. Nacido en Mazo (La Palma) y afincado definitivamente en Madrid (España) desde 1924 hasta su muerte acaecida el 2 de noviembre de 1980. Ya en la capital española se formará en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, donde se forjará su personalidad artística, evolucionando desde un realismo atemperado en los años 30 a un clasicismo lírico y personal, caracterizado por una paleta de sobrio colorista en la mejor tradición de la Pintura Española. En 1942 obtiene la beca Conde de Cartajena de la Real Academia de Bellas Artes, el Diploma de Honor de la Exposición Nacional de Barcelona y el Primer Premio del Salón de Otoño de Madrid, consiguiendo tres años más tarde la Primera Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid con la obra titulada "La visita", que según Juan Julio Fernández "no es otra cosa que la presencia de Mazo, con sus señoriales aires cortesanos, en la corte, por excelencia, de la capital del Reino. Como docente, obtendrá, en 1944, la cátedra de Estudios Preparatorios de Colorido de la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla y diez años más tarde la de "Colorido y Composición" en la madrileña de San Fernando. Como expositor, participará en la Bienal de Venecia en sus ediciones de 1936, 1942, 1950 y 1952, participando así mismo en importantes muestras de Arte Español en Alemania (1942), Portugal (1943), Egipto (1950) y Argentina (1953). Se ha escrito que "en la vida y la obra de Gregorio Toledo, confluyen genio y talento. El primero, capaz de la fecundación creadora; el segundo necesario para llevar la obra a su plena maduración". Por su parte, Jaime Pérez García afirma que Toledo ha sido el pintor "más notable que ha dado La Palma en el siglo actual". Su destacada trayectoria ha sido reconocida por el Ayuntamiento de su pueblo natal en varias ocasiones, nombrándole Hijo Predilecto en 1954 y rindiéndole público homenaje en agosto del mismo año. El 15 de enero de 1892 un acuerdo plenario reiteraba el reconocimiento municipal, decidiendo ahora colocar una placa conmemorativa en la fachada de las Casas Consistoriales y dar el nombre del pintor a la plaza, entonces en proyecto, del lugar conocido como El Morro. Su nombre también se le dará al Aula de Cultura ubicada en el casco del municipio donde, entre el 25 de mayo y el 4 de junio de 1989, tendría lugar una exposición de su obra, integrada por doce valiosos cuadros, uno de los cuales, "Vistiendo el maniquí" (1950), preside en la actualidad el salón de sesiones del Ayuntamiento.

”Entre las clases de don José Fernández Pérez (Escuela Nacional) comenzó a dibujar las primeras figuras. En la Escuela de Artes y Oficios de la capital palmera recibió las primeras lecciones de dibujo artístico de manos de don Enrique Castillo. Era tal su vocación artística que tampoco prestaba mucho interés a los estudios del Colegio de Segunda Enseñanza “Santa Catalina”.
“… Cuando Gregorio Toledo era niño (y nos figuramos un niño delgadito y pálido), su madre le llevaba de visita a casa de unas tías allá, en Canarias. Pasaban minutos, horas… el niño observaba y se aburría. De aquellas visitas de años infantiles quedó como la imagen de un sueño…” (Antonio Giménez Landi, 1946)


Juventud

Sus padres, en vista de la tozudez de Gregorio de seguir pintando, decidieron enviarlo a la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Corría el año 1924 cuando se afincó en esta ciudad definitivamente hasta su muerte. En la capital de España, con dieciocho años, recibió la adecuada formación que tanto anhelaba.

Era un muchacho tímido, respetuoso, ordenado, silencioso, observador… La tinerfeña doña Lola Martínez lo acogió en su pensión de la Calle Moratín, como a tantos canarios. Con sus primeros amigos recorre Madrid. Unos compañeros de estudios con los que comparte muchas ilusiones y proyectos. Solicita una beca al Cabildo de La Palma y le es concedida. Para obtenerla había enviado una copia del cuadro de Rubens La Sagrada Familia para que su quehacer artístico fuera valorado. También su maestro, el Académico Manuel Benedito, había dicho de la obra que “la ha hallado digna de alabanza por su fiel interpretación, tanto en el dibujo, como en la justeza del color”.

Gregorio Toledo con esto indica que no quiere llamarse a engaño; que su más tremenda obsesión es buscar en el arte de la Pintura una verdad, porque la verdad absoluta es algo demasiado ambicioso para que pueda encontrarla un hombre solo…” (Manuel Sánchez-Amargo, 1958)
A partir de esos instantes, se va forjando su personalidad artística. Muchas horas en el Museo del Prado, en tertulias, reuniones… la van enriqueciendo y definiendo. Se va dando a conocer gracias a los retratos que hace a familias amigas. El que pintó a Federico García Lorca todavía es aún conservado por los hermanos del poeta en Granada.

“…Me parece extensivo a toda la obra del pintor, del excelente pintor que es ya Gregorio Toledo. Entre los artistas españoles de hoy, quizá sea uno de los que más cosas nuevas puedan decir al espíritu…” (Giménez Landi, 1946)
Acabada la beca y también sus estudios en la Escuela Superior, trabaja un tiempo en la vidriería artística “Maumejean”. En 1932 vuelve a aquella Escuela para aprobar algunas materias pendientes ya que pretende acceder a las oposiciones de Cátedra de Dibujo. Allí encuentra al amor de su vida, “su compañera y animadora de creación artística” como dijera Francisco Aguilar y Paz. Helia Escuder cursaba segundo de carrera.
Esperando la fecha de las oposiciones trabaja en Barcelona para un joyero de Amberes y marchante de pintura. Regresa a Madrid en 1933 cuando son publicadas las pruebas. Superadas, obtiene una cátedra de Dibujo en el Instituto catalán “Aussias March”. Aún sus alumnos en la ciudad condal recuerdan su bondad, compañerismo y su simpatía. Allí le sorprende la Guerra Civil española.
“… Y baste con esta evocación esbozada para afirmar ante las obras actuales de Gregorio Toledo, la realidad de un gran pintor que posee, no solamente estética propia y una delicadísima paleta de colorista, acaso de las más sutiles y refinadas de la pintura española contemporánea, sino lo que es más importante, el perfil de un pintor que sobre sus excelencias de ejecutante muestra patente en sus obras una propia y personal visión del mundo”. (Enrique Lafuente Ferrari, 1948)
En 1936 es seleccionada una de sus obras para concurrir al Pabellón Español de la Bienal de Venecia. A este primer contacto con el mundo internacional le seguiría Berlín, Munich… A la ciudad italiana acudiría también en las ediciones de 1942 y 1950. En 1937 contrae matrimonio con su amada novia madrileña Helia Escuder Alarcón – Licenciada de Bellas Artes- que daba clases en el Instituto “Salmerón” de Barcelona. Fue precisamente en esta ciudad donde cultivó dos de sus pasiones: la música y la bibliofilia.
En diciembre de 1937 nace su primer hijo. Bajo el estruendo de las bombas compuso en la guitarra “Un canto a la Vida vencedora de la Muerte”, dedicado a él.
La guerra había destruido las vidrieras de la Catedral de Toledo y el artista palmero fue elegido para su restauración. Trasladado con su familia a esa ciudad, no pudo acabar la tarea porque la prometida asignación fue desviada hacia otros asuntos considerados más urgentes. Regresa triste a Madrid.
En la vida y obra de Toledo, confluyen genio y talento. El primero, capaz de la fecundación creadora; el segundo, necesario para llevar la obra a su plena maduración..”

En 1942 envía un cuadro al concurso para la Beca “Conde de Cartagena” de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid y otro a la Exposición Nacional de Bellas Artes que se celebraba en Barcelona (Tienda de flores). Al igual que en ambas ciudades, su obra fue también altamente valorada por la crítica en las exposiciones de Alemania (1942), Egipto (1950) y Argentina (1953).
De visita a La Palma recibe la grata noticia de que se le concedía, no sólo la Beca de la prestigiosa Fundación, sino también el Diploma de Honor en la Exposición catalana (1942) y el Primer Premio del Salón de Otoño de Madrid (1942). A partir de entonces, no pararía de recibir distinciones así como de viajar dentro y fuera de España.

El pintor, marino, se revela en esta calidad de perla y de nácar con la que ennoblece la epidermis de sus criaturas, no oprimiéndolas en una costra brillante y hermética, sino utilizando la materia y haciéndola penetrable a la luz, insinuando la prolongación, la transfusión de sus criaturas en el ambiente físico y espiritual de su ‘mundo’” (Fernando Jiménez Placer, 1945)
Madurez

En la Exposición de Artistas Tinerfeños, organizada por el Cabildo, presenta otro cuadro por el que más tarde recibe el Segundo Premio de Honor en la muestra de Salamanca (1944). En ese mismo año también obtendría el Premio de Honor de la Exposición Nacional de Barcelona.
“… Aquí nos la muestra en los leves toques de su Florista, en la espiritualizada fuerza de esta materia tratada, acariciada, con tanto paladeo de pintor, con tanta fruición y alegría…” (Eduardo Llosent Marañón, 1944)
En 1944 obtiene el voto unánime del Tribunal en las oposiciones a la cátedra de “Estudios preparatorios de Colorido”, de la Escuela “Santa Isabel” de Sevilla. Es aquí donde recibe el encargo de la Dirección General de Bellas Artes de la cátedra de “Dibujo al Natural” en la Escuela Superior de San Fernando.
En Madrid volvería a su querido caserón de la Calle de Alcalá y compartiría la docencia con sus queridos compañeros Joaquín Valverde, Enrique Lafuente Ferrari, Rafael Pellicer, entre otros.
La pintura de Toledo es como una noble canción del color. Sin estridencia de tonos, sin engolamiento de línea. Por el contrario, fluye en armonía de grises, en penetrantes armonías suaves. No grita, ni manotea, ni sale al paso impertinente. Sonríe, sonríe, infinitamente, cariciosamente…” ( José Francés, 1945)
En 1945, la crítica reconoce unánimemente la consagración del artista en su exposición individual de la Sala Macarrón. En este año también recibe la Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes con el cuadro titulado La Visita (óleo sobre lienzo, 193 x 200 cms.) “bella lección de dibujo, color y composición. Obra definitiva, en armonía, lirismo y musicalidad”. Todavía hoy en Madrid se custodia esa magnífica obra. Se encontraba en los fondos del Museo de Arte Contemporáneo y luego pasó al Museo Nacional Centro de Arte “Reina Sofía”. En palabras de Juan Julio Fernández “… no es otra cosa que la presencia de Mazo, con sus señoriales aires cortesanos, en la corte, por excelencia, de la capital del Reino…”
Accede a la cátedra de “Colorido y Composición”, que había quedado vacante, curiosamente, tras haber sido desempeñada por su querido maestro don Manuel Benedito. En esta actividad docente permanecería hasta su jubilación, en 1976.
Otros premios otorgados fueron: Primer Premio de la Exposición-Concurso de la Real Casa de la Moneda de Madrid (1952); Primer Premio de la Mancomunidad de Cabildos de Tenerife en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid (1952); Premio “Valdés Leal” de Sevilla (1952); Premio de la Mancomunidad de Cabildos de Tenerife (Flores, 1956) ; Primer Premio del Ayuntamiento de Sevilla (Las Azucenas, 1958); Premio del Cabildo de Tenerife en la Exposición Nacional de Bellas Artes (1959); Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes en la Exposición Nacional de Madrid (1962).

La tónica general de nuestro pintor es la delicadeza y la elegancia. Tienen algo fantasmal todas sus creaciones, en el sentido de que la mirada no puede aprehender ningún rasgo concreto, es decir, que si contempla una narices, de ellas tiene que resbalar el carrillo, y del carrillo al ojo… y todo insensiblemente debido a esta difícil amalgama del color, que es el secreto del arte de Toledo…” (Benito Rodríguez Filloy, 1945)

Su destacada trayectoria ha sido reconocida por el Ayuntamiento de su pueblo natal en varias ocasiones, nombrándole Hijo Predilecto de la Villa en 1954 y rindiéndole público homenaje en agosto del mismo año.
Como anécdota -recogida por el cronista oficial de la capital palmera, don Jaime Pérez García-, se le reprodujo un fragmento de su cuadro Baile de las Islas Canarias en los décimos de la Lotería Nacional el 26 de julio de 1960. Expuso en las Muestras de Arte Español de Berlín y Munich (1942); en la de Arte Español de El Cairo y Alejandría (1950), en la de Arte Español de Buenos Aires (1953), en las de Autorretratos y bodegones y Floreros del Museo de Arte Moderno de Madrid y en la I Bienal de Arte hispano-americano de la capital de España (1951). También lo hizo individualmente en varias ciudades españolas.


Incansablemente, pero imperturbable, seguro de sí mismo y rodeado de familiares o amigos, recorre las más famosas salas y museos de Italia, Bélgica, Holanda, Francia. En esos lugares aprecia, estudia, contempla otras escuelas, estilos, pintores, obras… Lo mismo en el territorio español. Absorbe todo lo que ve y perfecciona su estilo. “No le mueve otra ambición que dejar como testimonio de sí, la obra hecha”.
Muchas de sus obras se encuentran en paradero desconocido y otras en colecciones de Inglaterra, Suiza, Canadá, Nueva York, Argentina y Puerto Rico. Desarrolló gran actividad pictórica y entre sus obras se encuentran grandes murales que ennoblecen diversos edificios públicos de Madrid.
El Maestro, el Pintor, el “más notable que ha dado La Palma en el siglo actual” – Jaime Pérez García, 1999- murió en Madrid el 2 de noviembre de 1980.
Y la luz radiante que aureola sus figuras es uno de los elementos nucleares de sus cuadros, en los cuales la feminidad es sentida con felices armonías compositivas. Unas angélicas bellezas son las que gusta de efigiar en sus cuadros. Es el de Gregorio Toledo un mundo extasiado y edénico, con criaturas inmunes a la fealdad y al pecado. Mundo que es sentido por este pintor de una manera apoteósica y con una magnitud que parece pensada para decoraciones murales”. (José Camón Aznar, 1964)

El 15 de enero de 1982 un acuerdo plenario reiteraba el conocimiento municipal macense, decidiendo ahora colocar una placa conmemorativa en la fachada de las Casas Consistoriales y dar el nombre del pintor a la plaza, entonces en proyecto, del lugar conocido como El Morro. Velásquez Ramos también nos informa de que “su nombre también se le dará al Aula de Cultura ubicada en el casco del municipio donde, entre el 25 de mayo y el 4 de junio de 1989, tendría lugar una exposición de su obra, integrada por doce valiosos cuadros, uno de los cuales, Vistiendo el Maniquí(1950), preside en la actualidad el salón de sesiones del Ayuntamiento”.

Juan Julio Fernández recoge lo que algunos críticos decían de este prestigioso y querido artista: “Pintor de la Pintura – usando las palabras del poeta Rafael Alberti-, Toledo vivió su arte hacia adentro, según la precisión del crítico Lafuente Ferrari, para hacer de la Pintura un mundo poético en que habitan sus  figuras sin anécdota. Con técnica propia y aquilatada paleta – acaso de las más sutiles y refinadas de la pintura española contemporánea-, la obra del ilustre Hijo de Mazo tiene, para el también crítico Sánchez-Camargo, profundidad, deseo de obra bien hecha,… García Sanchís, el hablador, dijo de él que era hijo de Rendir, nieto de Goya, pienso que para resaltar la vaporosidad del color y la soltura del trazo. De él dijo, el también nuestro, Francisco Aguilar: la Música, se hace color en sus manos. El color, se hace música en sus pinceles…”

Mención especial se le hizo en la Conmemoración del Día del Municipio (18 de marzo de 2001). También el Cabildo Insular de La Palma, en colaboración con el Ministerio de Cultura, perpetuó su recuerdo con la edición de un libro sobre su persona y su obra, lo mismo que el Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, al darle su nombre a una de sus plazoletas (31 de mayo de 1984).


Feliz en su vida familiar, que fue siempre para él acicate y descanso, resonancia afectiva y cordial en todo momento. Amigo de todos. Delicado y sensible. Isleño en su aislamiento, al partir para siempre, deja el ejemplo de una vida personal, construida con el cotidiano esfuerzo, y ceñida por el ideal de Belleza que iluminó todas sus horas”. (Aguilar y Paz, 1981) “ (José Guillermo Rodríguez Escudero, 2007)


CRUZ ALONSO RODRÍGUEZ



1905 mayo 3.
Empresario Nacido en el pago de Los Callejones el 3 de mayo de 1905. En 1920, con apenas quince años, emigra a Cuba, afincándose en la entonces provincia de Oriente, concretamente en la ciudad de Antilla. En 1944 se traslada a La Habana donde adquiere en propiedad el Hotel San Luís, instalación a la que imprimirá un marcado carácter cultural y político y que, con el tiempo, terminará siendo conocida con el sobrenombre de "Hotel de los Exilados", por la extraordinaria labor filantrópica que su dueño llevó a cabo a favor de los perseguidos por los gobiernos de las dictaduras latinoamericanas de la época. Este posicionamiento político de Cruz Alonso le valió las amenazas y la constante vigilancia de la policía de Fulgencio Batista que en varias ocasiones allanó su hotel. En agosto de 1960 se podía leer en la revista caraqueña "Momento" lo siguiente: "Guatemaltecos, costarricenses, nicaragüenses, hondureños, salvadoreños, panameños, haitianos, peruanos, argentinos, chilenos, colombianos, venezolanos, españoles republicanos y cubanos en toda la Isla, han convivido o se han relevado en su Hotel San Luis. Jefes de Estado, ministros, diplomáticos, periodistas, intelectuales, hombres de negocio y modestos trabajadores y campesinos, muchas veces han constituido lo principal de su clientela pluriclasista". Entre sus huéspedes venezolanos cabe destacar al ex -presidente Rómulo Gallegos y a los que, más tarde, fueron sus sucesores como Rómulo Bethancourt y Carlos Andrés Pérez. El triunfo de la revolución liderada por Fidel Castro no supuso, sin embargo, la conformidad de Cruz Alonso con el nuevo régimen cubano y en 1960, aprovechando la invitación a la toma de posesión del presidente Rómulo Bethancourt, fija definitivamente su residencia en Venezuela donde seguirá desarrollando una importante actividad empresarial. Cruz Alonso falleció en Caracas el 2 de junio de 1976 y su sepelio estuvo encabezado por el entonces presidente de la República, Carlos Andrés Pérez. Días después, en el diario "El Mundo" de la capital venezolana, Romualdo Ventura señalaba: "Fue un espíritu abierto a todas las inquietudes políticas y culturales, aunque no fue un político ni un hombre de cultura. Le rindió un culto exagerado a la amistad, y dio de sí todo lo que podría dar, pero sin esperar recompensa alguna. Cuando en La Habana acogió en su casa y compartió lo poco que se poseía con los exiliados venezolanos y de otros países latinoamericanos, no lo hizo por cálculo, sino empujado por su sentido de la solidaridad humana y por su apego a los valores éticos que le acompañaron hasta el fin de sus días. Cruz Alonso fue un demócrata sincero y vertical. Por eso rechazó al régimen despótico de Fidel Castro, al igual que lo había hecho con las dictaduras de Batista, Trujillo, Somoza, Pérez Jiménez y otros tantos capitostes de la barbarie latinoamericana.


MANUEL CORNELIO MORALES PÉREZ





1902 septiembre 16.

Manuel Cornelio Morales Pérez. Médico. Nacido en Monte Breña. Primo hermano de otro hijo ilustre de Villa de Mazo: el pintor José Gregorio Toledo Pérez (1906-1980). Al pincel de este último se debe un retrato al óleo, realizado en 1928, de Manuel Morales, inmortalizado igualmente, en dibujo a lápiz, por la también artista palmera Maribel Nazco en la década de los cincuenta. Tras haber realizado sus estudios primarios y secundarios, a caballo entre su isla natal y La Laguna de Tenerife, en 1920 se traslada a Madrid para continuar su formación e iniciar su carrera universitaria. En la capital española ingresaría en la Facultad de Medicina de la Universidad Central, donde gozaría del magisterio de insignes profesores como Santiago Ramón y Cajal o del grancanario Juan Negrín López. En junio de 1925, cuando contaba con 22 años de edad, obtiene la licenciatura en Medicina y Cirugía, mostrando luego, durante el ejercicio de su profesión, constante interés por la especialidad de Cardiología. En septiembre de 1926 es nombrado médico titular del recién creado municipio de Tazacorte, cargo que ocuparía hasta su renuncia en abril de 1971. Sería éste su primer y único destino, fijando su residencia en esta localidad en la que seguiría atendiendo las consultas de sus pianos, ya jubilado, casi hasta su muerte, acaecida el 4 de octubre de 1986. Aquí se ganaría, por sus cualidades humanas y su buen hacer, el afecto popular. De sus sesenta años al servicio no sólo de los vecinos de Tazacorte sino de toda la comarca, cabe destacar su ejemplar y eficaz actuación en los difíciles días, allá por agosto de 1928, en que el citado municipio sufrió el azote de un brote de peste bubónica. Su meritoria labor fue reconocida tanto oficial como popularmente. Estaba en posesión de la Encomienda de la Orden Civil de Sanidad (julio de 1950) y del título de Hijo Adoptivo de Tazacorte cuyo expediente fue incoado, en mayo de 1980, por el Ayuntamiento que, ya en abril de 1971, había solicitado del Ministerio de Trabajo la concesión de la correspondiente medalla. Por acuerdo plenario de 15 de junio de 1950 su nombre pasó a rotular una de las calles de la hoy Villa y Puerto y años más tarde, en 1959, se hacía lo propio con una de sus plazas, reconocimientos que culminarán, el 4 de octubre de 1990, con la inauguración de un busto obra del escultor Pereda de Castro. También el Ayuntamiento de su pueblo natal lo había hecho Hijo Predilecto en 1961. De talante liberal y vasta formación humanística, sintió gran admiración por la obra de Ortega y Gasset y de Marañón. De su altruismo bien da cuenta su disposición testamentaria, dictada en diciembre de 1985 en Las Palmas de Gran Canaria, por la que lega al pueblo de Tazacorte, representado por su Ayuntamiento, su importante patrimonio, dejando su casa para que fuera destinada a fines culturales y estipulando la creación de becas a favor de aquellos estudiantes canarios que, siendo destacados, carecieran de recursos para completar su formación. Al respecto, en la sesión extraordinaria celebrada, el 26 de septiembre de 1990, fueron presentados por el Ayuntamiento tazacorteño los estatutos de la denominada "Fundación Doctor Morales". En mayo de 1991 se publicaba su biografía con el título de Don Manuel Morales. Médico y humanista (1902-1986), obra del investigador Celestino Hernández Sánchez.
Acta de inscripción de nacimiento de Manuel Cornelio del Jesús Morales Pérez
En la villa de Mazo a las diez horas del día diez y ocho de septiembre de mil novecientos dos ante Don Victoriano Pérez Yánes Juez municipal suplente de la misma, y de mi Don Lorenzo Brito Leal, Secretario suplente, compareció Don Antonio Morales Hernández (Mederos), natural y vecino de esta villa de Mazo, Partido Judicial de S/C de La Palma, Provincia de Canarias, de treinta y siete años de edad, casado, trabajador del campo, domiciliado en el pago de Monte de Breña, quien dijo tener Célula Personal, dando parte del nacimiento de un niño y al efecto, como padre del mismo declaró.
Que dicho niño nació en la casa habitación del declarante el día diez y seis del corriente mes a las nueve horas.
Que es hijo legitimo del compareciente y de su esposa Doña Manuela Pérez de la Cruz, natural de esta villa, de cuarenta años de edad, dedicada a los quehaceres domésticos y domiciliada en el de su marido.
Que es nieto por línea paterna de Don Pedro Morales de la Concepción, natural de esta villa y de Doña Tomasa Hernández Pérez, natural de Breña baja, vecinos de esta villa, domiciliados en dicho pago.
Y por línea materna es nieto de Don José María Pérez Hernández, natural de esta villa y de Doña Nicolasa de la Cruz Rodríguez, natural de Breña Baja, vecinos de esta villa, domiciliados en el citado pago.
Que al mencionado niño se le pondrá por nombre Manuel Cornelio del Jesús.
Fueron testigos Don José María Hernández y Don Domingo Blanco Pérez, mayores de edad, vecinos de esta villa, domiciliados en su término.
Leída íntegramente esta acta a las personas que deben suscribirla e invitadas a que la leyeran por si mismas, si lo creían conveniente, se estampó en ella el sello del Juzgado municipal y la firma el Señor Juez con los testigos, no haciéndolo el declarante por (ilegible) no saber, y lo hace a su ruego, Don Cristóbal Henríquez, de esta vecindad, de que certifico.
(firmas)
Victoriano Pérez Yánes.
Cristóbal Henríquez.
José María Hernández
Domingo Blanco
Lorenzo Brito Leal
Fuente: http://www.johnratcliffe.eu/LUCIADEHERRERA/2_ARCHIVOS/24_INFORMES/241_lapalma/2415_manuelmorales/index.htm

JUAN BAUTISTA HERNÁNDEZ.






1953 mayo 1. 

Fue enterrado en Venezuela el awara Juan Bautista Hernández
Maestro nacido en la localidad de Mazo (La Palma) el 14 de abril de 1891, hijo del también maestro, natural de La Laguna (Tenerife) y destinado en Mazo, José María Hernández y de María del Carmen Hernández Rateliffe, natural de la localidad tinerfeña de Tacoronte. Cursará los estudios de Magisterio en la Escuela Normal de La Laguna y, finalizados los mismos, obtendrá como primer destino y con carácter interino la escuela de Tiguerorte, barrio de su localidad natal, a la que llega con tan sólo 19 años. De esta escuela tomará posesión en propiedad, superadas las correspondientes oposiciones, el 10 de mayo de 1916. Hacia 1924 traslada su residencia a la capital palmera donde continuará su labor docente y el desarrollo de sus ideas educativas basadas en una concepción laica y racional de la enseñanza. Al mismo tiempo, hará patente su preocupación por la educación de los menos pudientes, impartiéndoles clases gratuitas, gestionando becas y ayudas en su favor y apoyándoles incluso con su ayuda económica personal. Fue, en definitiva, uno de los introductores, en La Palma de finales de la década de 1920, de las teorías educativas renovadoras en boga. Paralela a su trayectoria personal como educador está su labor como activista político y sindical. "Era -según Juan Régulo Pérez- un hombre liberal, republicano y masón,…". En este sentido fue militante de la Unión Republicana y delegado general en la capital palmera de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza. Tras la sublevación militar de julio de 1936 sufriría las consecuencias de la represión fascistas porque, al fin y al cabo y como bien afirma Manuel Ferraz Lorenzo, "había brillado en la sociedad de Santa Cruz de La Palma por su compromiso republicano en lo político, por la fidelidad masónica en las ideas, por la trayectoria progresista en sus conductas y manifestaciones, y por su talante reformista y renovador en lo educativo". El franquismo le dejó sin titulo y sin trabajo y las difíciles circunstancias le obligaron, junto a su familia, a abandonar La Palma para establecerse en Tenerife desde donde, en 1948, se verá igualmente forzado a emigrar clandestinamente a Venezuela; país en el que continuará con su labor docente hasta su misma muerte, acaecida a finales de abril de 1953. Fue enterrado el 1 de mayo, envuelto en la bandera republicana. Testimonio elocuente de su personalidad son las palabras de su puño y letra, escritas el 28 de julio de 1940, en las que señalaba; "…en mi memoria, salvo la voluntad de mi familia, no quiero más honras fúnebres que buenas acciones y vivir siempre en el recuerdo de los que han sido tan requeridos".

ALONSO PÉREZ DÍAZ.





1941 octubre 17.

Su delicado estado de salud hizo obligado el traslado a Las Palmas, ingresando en la Clínica San Roque de la capital grancanaria,  del awaeita Alonso Pérez Díaz.

Nació el 11 de junio de 1876 y fue bautizado un mes más tarde en la parroquia de San Blas. Tras los estudios primarios y secundarios, que finaliza hacia 1895, su formación universitaria la llevará a cabo en Madrid. La estancia madrileña, concluida en torno a 1904, será decisiva para su posterior decantación política, convirtiéndose en líder indiscutible de los republicanos de la isla de La Palma. A la par que sus estudios de Filosofía y Letras y Derecho, desarrollaría una destacada actividad en los ambientes estudiantiles de su tiempo. Fruto de la misma sería la fundación, en 1900, de la Unión Escolar que desde la capital española aspiraba a la unidad de los universitarios de todo el país. Al calor de las influencias reformistas de su hermano Pedro y en contacto directo con los ambientes regeneracionistas de la época así como con los círculos del republicanismo español, liderados por la figura señera de Nicolás Salmerón, por quien sentía auténtica veneración, se iniciaría en el mundo de la militancia política. A mediados de 1904, una vez completada su formación universitaria en Madrid, comienza a ejercer profesionalmente en su isla natal, donde también le vemos formando parte de un claustro de profesores del Colegio del Colegio Privado de Enseñanza de la capital palmera dirigido por Sebastián Arozena Henríquez. Su labor forense iba a ser intensa y solicitada por gente de toda clase y condición, llegando a convertirse en el letrado más popular de la sociedad palmera de entonces. En 1905 inicia su andadura política arropado por el republicanismo insular. Su acción pública sería relevante a pesar de que fueron años difíciles para la causa republicana y en los que tuvo que enfrentarse a las tramas caciquiles que mantenían a los conservadores en el poder. Con el advenimiento de la Dictadura de Primo de Rivera fue nombrado, paradójicamente, alcalde de Santa Cruz de La Palma, cargo en el que apenas estuvo cinco meses al ser defenestrado por las argucias de sus enemigos políticos. La plenitud política de Alonso Pérez Díaz vendría con la proclamación, el 14 de abril de 1931, de la Segunda República en España. Fue elegido diputado por La Palma en dos legislaturas consecutivas: las de las Cortes Constituyentes (1931-1933) y la conocida como "República de derechas" o "bienio negro" (1933-1935). En ambas formó parte de las listas del Partido Republicano Palmero, bajo la directriz estatal del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. Tras la ruptura que, en marzo de 1934, se produce en la última formación política citada, Pérez Díaz queda en una difícil situación. Esto es, mientras en el ámbito insular se mantuvo fiel a los radicales de Orozco, en Madrid se decantaría por la Unión Republicana liderada por el sevillano Diego Martínez Barrio. En vísperas de las elecciones a Cortes de febrero de 1936 intentaría, sin éxito, reunificar a las fuerzas republicanas tinerfeñas. Esto le lleva a presentarse de nuevo a los comicios junto a su amigo Andrés Orozco. Los resultados, victorioso al Frente Popular, le fueron totalmente adversos no renovando su acta de diputado. Tras el comienzo golpista de julio de 1936 y la caída de La Palma en manos de las tropas franquistas, es deportado a Tenerife y encarcelado, definitivamente, en septiembre de 1939. Su condición de líder carismático y su gran proyección pública, hicieron que sobre él recayese con intensidad la carga represiva del nuevo régimen, pero fue su pertenencia a la masonería lo que impidió que prosperasen sus peticiones de libertad condicional. Su delicado estado de salud hizo obligado el traslado a Las Palmas, ingresando en la Clínica San Roque de la capital grancanaria en septiembre de 1941, lugar en el que deja de existir, en circunstancias algo confusas y en calidad de preso político. Su constancia a favor de la educación y la cultura sería otro de los hilos conductores de su vida. Su obra social a favor de la instrucción de las clases menos favorecidas fue realmente importante. En su labor como parlamentario se opuso tenazmente a cualquier merma de las consignaciones destinadas al desarrollo cultural del país, apoyando en todo momento a organizaciones e instituciones que lo propiciaran. La casa familiar de Villa de Mazo, cumpliendo su disposición testamentaria, alberga hoy la Biblioteca Pública Municipal y ha sido sede, respetando también su deseo, de centros de educación públicos. El esfuerzo por dotar a La Palma en todos los campos y mejorar las condiciones de vida de sus paisanos, nadie puede estar en condiciones de negarlo. Sus propios adversarios políticos se lo llegaron a reconocer. Por su tesón, tanto en la oposición como en el gobierno, se consiguieron importantes mejoras para la Isla. Las obras públicas centraron su gestión en la búsqueda de la "prosperidad no soñada" para el solar de su nacimiento. Inversiones en puertos, carreteras, escuelas, entre otros, se fueron materializando gracias a su trabajo como diputado. Del mismo destaca, sin duda, la creación en 1931 del Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Cruz de La Palma que hoy lleva su nombre, una vieja aspiración por la que Pérez Díaz había luchado siempre. Alonso Pérez Díaz fue un auténtico fenómeno social en La Palma de la primera mitad del presente siglo.
“Hacia 1895 Pérez Díaz concluiría sus estudios secundarios, iniciando su formación universitaria en Madrid. En la capital española residía ya su hermano Pedro, once años más viejo que él y que contraería matrimonio con una hija de Nicolás Salmerón y Alonso, tercer presidente que tuvo la la Primera República española en 1873. Estamos también, en el caso de Pedro Pérez Díaz (1865-1930), ante una figura excepcional del contexto político canario del primer tercio del siglo XX. Buen conocedor de la historia y la legislación sobre la administración local española y de la idiosincrasia isleña, Pedro fue uno de los principales artífices de la nueva organización político-administrativa y electoral del Archipiélago que culminaría en la denominada Ley de Cabildos de 1912. Discípulo de Giner de los Ríos, de Gumersindo de Azcárate y del propio Salmerón, su ideología política y su obra sociológica se inscriben dentro del republicanismo y de los postulados de la filosofía krausista. Afincado tempranamente en Madrid, ejercería como letrado del Consejo de Estado (1891-1930), institución en la que desarrollaría una reconocida labor que, ciertamente, consolidaría su prestigio como profesional del Derecho. Republicano convencido, siempre estuvo atento a la problemática de Canarias, especialmente a la de La Palma natal. Al respecto fue, para sus paisanos y correligionarios, una referencia obligada en la defensa de los intereses isleños en la capital del Estado. Escribió algunas obras fundamentales sobre la cuestión social y el socialismo, siendo uno de los pioneros españoles en el estudio y análisis de la doctrina marxista. Esta primera etapa madrileña de la vida de Alonso Pérez Díaz, que finalizaría hacia 1904 y en la que llevaría a cabo sus estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad Central, sería decisiva para su futuro planteamiento político. Así, pues, al calor de las influencias reformistas de su hermano Pedro y en contacto directo con los ambientes regeneracionistas de la época, así como con los sectores del republicanismo español liderados por la figura histórica de Nicolás Salmerón, por quien sentía auténtica veneración, se iniciaría en la militancia política.
De vuelta a la Isla, concluida su formación universitaria y considerado ya por sus propios paisanos como "una nueva gloria para La Palma", comenzaría a ejercer profesionalmente; convirtiéndose en el letrado más popular de la sociedad palmera de aquellos días. Establecido, pues, en su isla natal, se metería de lleno en la actividad pública local y en 1905 iniciaba una nueva y larga andadura arropado por el republicanismo insular. Serían años difíciles para la causa republicana, pero en los cuales Alonso Pérez Díaz se iría curtiendo como hombre público y consolidando como líder indiscutible del republicanismo insular. Este sería un tiempo  -más de veinticinco años-  de verdadera preparación; en clara oposición al poder conservador que, salvaguardado por las tramas caciquiles al uso, se encontraba bien arraigado en la Isla, impidiendo a toda costa el avance republicano. En el transcurso de este período, Pérez Díaz tuvo que afrontar fracasos electorales como el de los comicios a diputados provinciales de marzo de 1905, en los que, como cabeza de lista de los republicanos palmeros, no conseguiría escaño. En las municipales de mayo de 1909, sin embargo se haría con el acta de concejal del consistorio de la capital palmera; a cuya presidencia accedería en 1923 de la mano, paradójicamente, de la Dictadura de Primo de Rivera; aunque su militancia republicana condicionaría su permanencia en este cargo, pues apenas cinco meses después sería destituido del mismo. No obstante, en estos años que transcurren entre 1905 y 1931, la actuación pública de Pérez Díaz fue bastante relevante y así, al margen de los asuntos estrictamente políticos marcados por el caciquismo imperante, su preocupación cívica abarcaría también todo lo relacionado con la problemática social y económica de su isla natal; destacando su especial dedicación en los campos de la educación y la cultura. Los comienzos de su obra social en estos últimos aspectos hay que situarlos a principios del mismo siglo XX, cuando los índices de analfabetismo seguían siendo alarmantes. Así, en julio de 1906, su cuidado por la instrucción de las clases menos favorecidas derivaría en la creación del Ateneo Popular de Santa Cruz de La Palma.
     Intensa sería, pues, su actividad pública anterior a la llegada de la Segunda República española. Mítines, manifestaciones reivindicativas y reuniones oficiales contarían siempre con su presencia entusiasta y combativa. En noviembre de 1910, su actuación, al lado de su hermano Pedro, cobraría gran relieve en las discusiones acerca del futuro régimen político-administrativo insular que, en 1912, culminaría con la aprobación de la ya citada Ley de Cabildos. Su interés por los problemas de La Palma se evidenciaría también con su presencia, en la segunda mitad de la década de 1920, en el seno de aquellas "comisiones patrióticas" encargadas de resolver, ante los distintos organismos oficiales, muchos asuntos de interés para toda la Isla (red de caminos vecinales y de carreteras, Instituto de Segunda Enseñanza, infraestructuras portuarias, etc.). En este sentido cabe señalar que par Pérez Díaz el dominio conservador perjudicaba los "más vitales intereses de La Palma"; lo que le llevaba a apoyar toda iniciativa encaminada a acabar con los desmanes oligárquicos y que devolviera la honradez al gobierno de las instituciones públicas.
La plenitud política de nuestro biografiado vendría con la Segunda República y duró, prácticamente, lo que duró la misma existencia del régimen. Los republicanos liderados por Pérez Díaz iniciarían, con fuerza, la reorganización de sus filas; alentados ahora por una coyuntura inmejorable que les brindaba la oportunidad de acceder, obviamente, a un protagonismo en las esferas del poder que nunca antes habían tenido en La Palma. Pronto quedaría constituido el nuevo Partido Republicano Palmero que, en la práctica, iba a ser una sucursal del Partido Republicano Tinerfeño que, a su vez, se adscribiría al Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. Los resultados de las elecciones a Cortes Constituyentes, celebradas el 28 de junio de 1931, darían a Pérez Díaz el acta de diputado por la provincia de Santa Cruz de Tenerife; acta que revalidaría en los siguientes comicios generales del 19 de noviembre de 1933, que darían el triunfo al centro-derecha. La ruptura que se produciría posteriormente en las filas del Partido Republicano Radical pondría de manifiesto las divergencias que también existían en el seno del republicanismo tinerfeño. La salida del sevillano Diego Martínez Barrio de las filas lerrouxistas culminaría, en septiembre de 1934, con la creación de Unión Republicana. Con todo, la unidad formal de los republicanos tinerfeños en Canarias se mantendría, aunque no por mucho tiempo. En Madrid, sin embargo, la hasta entonces representación parlamentaria de los radicales tinerfeños se dividiría: Orozco Batista y Marichal López permanecerían junto a Lerroux mientras que Pérez Díaz, Lara Zárate y Alonso Rodríguez secundaban a Martínez Barrio. Finalmente, en mayo de 1935, se constituiría, de la mano de Elfidio Alonso, Unión Republicana en Tenerife. Pérez Díaz quedaba entonces en una difícil situación. Así, si bien en el contexto insular se mantendría fiel al radical Orozco Batista, gran amigo suyo, no haría lo mismo en el ámbito estatal; donde se mantendría proclive a la línea de actuación política liderada por Martínez Barrio. Este confuso panorama de banderías llevaría al político palmero, en vísperas de la confrontación electoral de febrero de 1936, a un auténtico callejón sin salida. Su denodado empeño por conseguir el entendimiento entre Orozco y los republicanos de izquierda de Rodríguez Figueroa y de Alonso Rodríguez no fructificaría. Ante esta difícil coyuntura, Alonso Pérez Díaz volvería a presentar su candidatura al lado de los republicanos tinerfeños, pero esta vez no saldría reelegido al serle los resultados completamente adversos. En La Palma los republicanos verían como su carismático jefe quedaba relegado, en número de votos, al cuarto puesto, precedido en este sentido por tres candidatos del centro-derecha (José Miguel Sotomayor, José Víctor López de Vergara y Félix  Benítez de Lugo). La desaparición de la escena política del Partido Republicano Tinerfeño terminaría de facilitar la formación, por parte de los republicanos de Pérez Díaz, de Unión Republicana en La Palma.
 Los sucesos de julio de 1936 sorprenderían a Alonso Pérez Díaz en La Palma, en cuya capital, el 20 de ese mes, el comité de Unión Republicana firmaba el manifiesto titulado "A la opinión liberal", en el que se defendía claramente la legalidad republicana y que luego se tendría muy en cuenta como prueba acusatoria en los procesos represivos a que se vieron sometidos todos y cada uno de los firmantes, incluido el propio Pérez Díaz. La tragedia del líder republicano palmero, como la de tantos otros, comenzaría a partir de la tarde del 25 de julio, al caer definitivamente la Isla en manos de las tropas franquistas sublevadas. Deportado a Tenerife, sería detenido en mayo de 1937 y puesto en libertad en febrero de 1939 para luego ser encarcelado, definitivamente, el 8 de septiembre siguiente. La condición de líder político y su gran proyección pública harían que sobre él recayese, sin compasión y con mayor intensidad, la carga represiva; acusado, junto a sus paisanos y correligionarios Manuel Rodríguez Acosta, Juan Pérez Cabrera, Eduardo Lugo Álvarez y Eugenio Abreu Creagh, del delito de rebelión según la causa número 220/1939 de la Capitanía General de Canarias, que se instruiría con carácter de procedimiento sumarísimo de urgencia. El 4 de septiembre de 1940, Pérez Díaz y los encausados con él pasarían al cuartel de San Carlos de la capital tinerfeña, donde serían sometidos al correspondiente consejo de guerra. El fiscal, Miguel Zerolo Fuentes, solicitaría entonces la pena de siete años de prisión mayor al considerarles autores de un delito de adhesión a la rebelión. Ese mismo día se dictaría sentencia absolutoria para todos los procesados, aunque se estimaría procedente remitir testimonio a los tribunales especiales de Responsabilidades Políticas y de Represión de la Masonería y el Comunismo. Propuesta la aprobación de la sentencia por el auditor de guerra, el capitán general de Canarias, Serrador, se negaría a firmarla al estar de acuerdo con las conclusiones del fiscal Zerolo. Por este motivo, la causa pasaría al Consejo Supremo de Justicia Militar, al que los cinco procesados solicitarían, sin éxito, la libertad condicional. Esta vez la fiscalía sólo encontraría culpable a Alonso Pérez Díaz, para el que se pediría la pena de doce años y un día de reclusión menor y accesorias, solicitando para el resto de encausados la libre absolución, aunque se proponía que tanto el caso de Pérez Díaz como los de Abreu Creagh y Pérez Cabrera pasaran a disposición de los citados tribunales especiales.
El 25 de febrero de 1941 la sentencia absolutoria dictada en su día por el consejo de guerra de San Carlos era revocada por la Sala de Justicia del Consejo Supremo de Justicia Militar. Sobre Alonso Pérez Díaz, al que se atribuiría una cooperación eficaz con los sostenedores de la causa marxista, recaería el mayor rigor de la nueva sentencia, condenándosele a treinta años de reclusión mayor y conmutándosele la pena por una de ocho años. En el texto de la sentencia del Consejo Supremo de Justicia Militar se aprecia la distinta consideración que se tuvo de todos y cada uno de los procesados, así como de su proyección pública y actuación política durante el período republicano, identificando a Pérez Díaz "con los fines y móviles perseguidos por la subversión roja como evidentemente se deduce  -se afirma-  de toda su actividad política anterior al Alzamiento".
A principios de junio de 1941, en la noche del día 6, el líder republicano palmero sufriría en la prisión de Fyffes  -según testimonio de Manuel Rodríguez Acosta-  un edema pulmonar agudo y hasta cinco días después, en la tarde del día 11, no sería trasladado al Hospital Civil de Santa Cruz de Tenerife. En agosto se conocía la negativa de la Comisión Asesora Central de proponer al Consejo de Ministros la libertad condicional de Pérez Díaz por su pertenencia a la masonería. A finales de septiembre, dada la gravedad de sus dolencias, se autoriza su traslado al Hospital Civil de Las Palmas de Gran Canaria, ingresando finalmente en la Clínica San Roque de la misma ciudad; donde se le habilitaría habitación como celda de reclusión. En la misma, "debidamente vigilado", fallecería al mediodía del 17 de octubre siguiente.
El 23 de abril de 1958, se producía, en el cementerio civil de la capital grancanaria, la exhumación de los restos de Alonso Pérez Díaz que posteriormente, con absoluta discreción, serían trasladados a La Palma, donde recibirían definitiva sepultura en el panteón familiar ubicado en el cementerio de la capital insular.
La represión de posguerra se encargaría, como en el caso de tantos otros que lucharon por la libertad y la democracia republicana, de silenciar la figura y la obra de Alonso Pérez Díaz, al amparo de una  legislación infame en la que tuvo mucho que ver, para mayor afrenta,  la acción jurídica de su pariente Blas Pérez González, lo que contribuye aún más, si cabe, a acrecentar el drama personal del líder republicano palmero. (Cirilo Velázquez Ramos.Publicado por sgonzalez )

CARIDAD SALAZAR FERNÁNDEZ.








1948 agosto 26.

Falle en San José de Costa, Caridad Salazar Fernández.
Escritora y educadora nacida, según todos los indicios, en la localidad el 16 de agosto de 1869. Sobrina de los insignes palmeros Valeriano (1831-1925) y Juan Fernández Ferraz (1849-1904) es, por tanto, heredera de una importante tradición intelectual familiar vinculada al mundo de la educación y la cultura y de la que participó también su madre, Juana Fernández Ferraz. Afincada desde muy temprana edad en Costa Rica, a la que se trasladó con su familia, se incorporará de lleno al mundo de la enseñanza de este país donde ejercerá como maestra nacional, desarrollando una significativa labor pedagógica en la que destacará incluso como autora de un libro de texto oficial (Robinson Tico). Entre su producción literaria están obras como La Cruz de Caravaca, Celajes de Oro, Flor de Café o La partera de los Ángeles. Su fallecimiento se produjo en San José de Costa Rica el 26 de agosto de 1948. Años más tarde, el Ayuntamiento de Villa de Mazo reconocía, en la sesión plenaria que celebraba el 30 de agosto de 1959, la labor literaria y educativa desplegada por esta ilustre palmera, acordando dejar constancia de la misma, como homenaje póstumo, en una lápida conmemorativa y dando su nombre a una calle del casco urbano. El acto de reconocimiento en el que se descubrirá la citada lápida, coloca en la fachada de las Casas Consistoriales, tuvo lugar el 25 de septiembre de 1960.


“Doña Caridad Salazar Fernández de Robles nació el 16 de agosto de 1869,1 en la Villa de Mazo, en una finca propiedad de sus padres: Don Benito de Salazar y doña Juana Fernández y Ferraz, ambos hijos de Santa Cruz de La Palma, ciudad capital de la Isla de La Palma, Islas Canarias, España.

Su tío materno, el Dr. Valeriano Fernández Ferraz, residía en Costa Rica, en Cartago. Era doctor en Filosofía y Letras y dirigió el Colegio San Luis Gonzaga. Su hija llegó a Cartago a la edad de tres años  y se incorporó a la vida cotidiana costarricense.

Los primeros estudios los realizó en el Colegio de Nuestra Señora de Sión. Luego colaboró en la escuela privada que dirigía su madre impartiendo clases de lectura, geografía y labores manuales. También trabajó en una escuela de Alajuela, por cuatro años y después pasó a laborar en una escuela cartaginesa. Esto le permitió conocer y casarse con un cartago, llamado Juan Robles Guzmán y con él engendró diez hijos. Murió en San José el 26 de agosto de 1948.

Se dedicó al magisterio, cultivó la música, la pintura y la literatura. Es la primera escritora costarricense que escribe poesía y cuento para niños. Además fue redactora en varios periódicos de la época. Usó varios seudónimos pues sabía que las ideas de una mujer aunque fueran superiores a las de los hombres no eran atendidas por una sociedad patriarcal y machista. Al respecto dice:

"Mucho he escrito y defendido causas nobles, devatidas por la prensa; en más de una ocasión triunfaron mis ideas. Pero es inútil escribir; a la mujer en Costa Rica no se le toma en cuenta. Para tener éxito necesita colarse un sombrero de hombre y firmar con un nombre masculino. Se atiende entonces al sombrero y al nombre."2

Murió en San José el 26 de agosto del año 1948.


Lo que escribió Caridad Salazar de Robles


Usó algunos seudónimos para sus escritos, sobre todo porque tenía la certeza de que en Costa Rica la mujer era discriminada por el sexo. Así se hizo llamar Clarisa, Cira, María de Silva y otros nombres masculinos.

NOVELA


1. La pastora de los  Ángeles: 1909
2. La cruz de Caravaca: 1924
3. El Legado: 1925
4. Flor de café: 1926
5. Un Robinson tico: 1927
6. Diana de Malvar (inédita)

CUENTO


1. Cuentos fantásticos: 1920
2. Celajes de oro: 1921
3. Tornasol: 1921
4. Horas de recreo: 1921
5. El rey de la selva
6. La escuela para el niño

POESÍA

1. Amor: 1927
2. Iris: varios años
3. Anhelos
4. Ensueños infantiles


La novela Un Robinson tico que publicó en 19371 es muy poco conocida en Costa Rica.
Es estudiada en los colegios de secundaria, desconocemos cuáles sean las razones, pues desde ningún punto de vista, la novela  muestra méritos para ello. Es una novela de aventuras, la primera que usa esa temática en la literatura costarricense.

Un muchacho cartaginés, Jorge Herradora de 17 años trabajador de una finca en Santa  María de Dota viaja hacia el sur del país hacia Chiriquí, pueblo de Panamá. Su motivo: vender un ganado. Le acompaña Tomasillo, el hijo del mandador de las fincas de edad de 12 años. Como

el camino es a pie y por la montaña, sufren diversas aventuras. Al inicio no más de su travesía son atacados por un tigre y huyen por caminos desconocidos. Siguen el curso de los ríos y arriban a Punta Dominical, en el Pacífico Sur. Allí permanecen casi cinco años y experimentan las más variadas aventuras. El primero de enero de 1870, cuando Jorge cumple 21 años, son rescatados por un barco y regresan a Puntarenas y de esta ciudad a la hacienda de  donde salieron.

La novela es narrada por una tercera persona singular omnisciente y más que narrar, le interesa describir. A pesar de tener las aventuras como su móvil, se interesa por la descripción de los paisajes geográficos que los personajes van pasando. Se detiene en todos los detalles de árboles, animales, ríos etc. con gran precisión. Es una novela con una clarísima intención didáctica: mostrar la geografía costarricense desde cualquier ángulo que se le mire: animales, vegetación, cultivos y otros. Destaca la importancia de la educación geográfica de los jóvenes porque, gracias a ella y  sus conocimientos, ellos pueden regresar, a los lugares de origen, sanos y salvos.

La novela está llena de prejuicios  religiosos y raciales. El indio es visto como un bárbaro y los españoles como los salvadores de estos pueblos. Está escrita desde la perspectiva española colonialista. Es una visión superior e ideológica. Es una ofensa a la inteligencia y a nuestros indígenas.

La segunda novela conocida que publicó Caridad Salazar de Robles, la llamó La cruz de Caravaca y la publicó en 19241

Es una novela tradicional, moralista de corte religiosa y pretende ser ejemplar.

En un contexto histórico entre la acción bélica de 1823 entre republicanos e imperialista, Villa Hermosa y Villa nueva contra Cubujuquí y Cartago, encabezada por Gregorio José Ramírez y Quijano por los republicanos y contra los cartagos que ostentaban la capital del país hasta 1841, año de uno de los tantos terremotos provocados por el volcán Irazú que destruyo Cartago.

En ese maraco histórico y un ambiente social claramente delineado entre ricos, aristócratas y pardos, indios, esclavos, se dan dos historias trágicas de amor imposible.

Se describen costumbres de la época, el fervor religioso, el poder de los curas, la presencia de los españoles y criollos descendientes de ellos, la vida de los ricos en sus haciendas, el papel de esclavos de los pobres, generalmente huérfanos y desposeídos, al abrigo de la caridad de los poderosos, el papel cómplice de la iglesia y los curas complacientes con los hidalgos, pero todo como algo natural, armonioso, codificado, necesario. Es el paraíso social prefabricado por la aristocracia cartaga, afincada en las tradiciones de España, el fervor cristiano y sus valores justificativos de una moral hipócrita, desproporcionada y desigual.

El narrador participa de los hechos con sus juicios, sus alusiones referenciales, sus valoraciones e invita a los lectores a formar parte de su visión de mundo que desde luego es la establecida por el código cristiano de la época. por ello la novela abunda en las informaciones de los lugares religiosos, las apariciones de la virgen de los Ángeles y el culto a la virgen de la Calendaria, los milagros de ellas, los robos de las reliquias, la expulsión de los piratas y los zambomosquitos, el símbolo de la Cruz de Caravaca, los portales, los paseos, y  desde luego como tesis y propuesta de moral: los valores cristianos, el honor, el apego a los principios de autoridad familiares, la obediencia, el sometimiento a la  verdad absoluta de los padres y  los mayores. Y por supuesto la trágica herencia de las consecuencias de los errores de los padres que pagan los hijos.

Los personajes protagónicos representan la clase rica de Cartago. Elvira es la hija de un aristócrata caballero de origen español y el malvado Lope, el extranjero, el panameño, es rico aunque calavera. La confidente y celestina Águeda, es de origen también aristocrático. Así la novela abre la historia cruel y trágica de Elvira y sus amoríos con Lope, el don Juan panameño. Elvira viola el código familiar y moral, desobedece a su padre y se entrega en amores a Lope. De este error censurable y censurado nace una hija, Anita, que pagará en carne propia los desvaríos de su madre y su padre. Elvira pierde a su padre en los hechos bélicos y ve a su amante salir desterrado a Panamá, queda sola con la celestina Águeda y pierde la razón, años después la recupera y lleva una vida de beata y moralista. Por azares de la vida recoge a dos hermanos que una madre deja en sus manos pues su marido murió y ella también está a punto de partir para siempre; uno es Pedro y la otra es Anita, que desde luego ella ignora su verdadero origen. La cuida con esmero y cuando es una señorita, ve cómo se enamora de Luis, un joven josefino. Aquí comienza la historia de la culpa ajena, pagada por inocentes. Después de varias discusiones y enfrentamientos entre Elvira y Anita, la madrina logra aparentemente alejar a Luis de los brazas de su protegida, máxime cuando se entera de que su padre es Lope, su antiguo amante. Ellos siguen sus relaciones y Luis propone a su novia casarse pero para ello debe huir de la casa de su madrina. Así lo hacen con la complacencia del cura y  el gobernador. En la iglesia, y al iniciarse la boda aparece Lope padre de Luis, enterado de la boda de su hijo con Anita por un amigo de Luis llamado Ginés, y detiene  la boda. Se esclarece el misterio. Todos los presentes se enteran de que Luis les hermano de Anita. En ese momento ocurre el terremoto de 1841, algunos mueren, otros quedan heridos y mueren después como Anita y otros se salvan como Elvira que vivió muchos años más. Luis viaja a Guatemala y se hace cura y muere de viejo, como un santo.

Novela trágica, de claro proceso de degradación. Se parte de una situación inicial feliz cuando Elvira y Lope se amaban, pero hay un pecado, una falta, una violación al código moral: Elvira desacata la orden de su padre, desobedece y se hace merecedora al castigo. Es en ese preciso momento que se inicia el camino de la purgación de la pena, locura, soledad, tristeza, amargura. La historia reinicia con  Anita, la segunda protagonista y aparece la misma falta, desobediencia, solo que esta vez el pretendiente es bueno y no un calavera como Lope. De nada vale, viene el castigo del destino, de Dios, los amores no son permitidos: son hermanos. El acto no se realiza y el código moral queda a salvo. Se restablece, en la situación final, los mandatos morales y sociales de una programación religiosa castrante, alienante, enajenada y discriminatoria.

La novela abunda en descripciones costumbristas y paisajistas, está muy  llena de errores tipográficos y ortográficos, pero logra dejar clara la visión oficialista, ideológica de una clase aristocrática que aún hoy se mantiene en la ciudad de Cartago y que se extendió por todo el país.

Es la primera novela que trata aunque circunstancialmente los hechos bélicos de 1823. La segunda en hacerlo es Las huellas del puma de Luisa González Herrera, en 1948.
La tercera novela, La Pastora de los Ángeles la publicó en 1909. No la conocemos.

La cuarta novela la llamó El Legado y la publicó en el año 1925. No la hemos leído.

La quinta novela de esta escritora la llamó Flor de café y la publicó en 1926 y La pastora de los Ángeles: 1909, no las hemos leído.” Benedicto Víquez Guzmán, 2009)





1 Estos datos biográficos son tomados del libro Un Robinson Tico publicado por Mario Fernández Lobo. Las modificaciones son nuestras.
2 Citada por Teresa González Pérez. Ob. Cit.
1 Salazar de Robles, Caridad. Un Robinson tico. Ed. Fernández-Arce, San José, 1993. La 1ª. Ed. La hizo María V. de Lines en 1927.
1 Salazar de Dobles, Caridad. La cruz de Caravaca. Imprenta El Heraldo, Cartago, 1924. Premio de Mención en los Juegos florales de los padres capuchinos de Cartago del año 1924.