martes, 30 de junio de 2015

"El cristo negro de San Juan-Güimar"




Un Cristo negro de extraordinaria antigüedad, al parecer fundido en 1301, adquirido por un ilustre y que guardó en su casa con la intención de que al fallecer su madre, mandaría construir en el cementerio una capilla que albergara sus restos mortales y colocar en ella la imagen. Pero por su gran tamaño impiden lograr su propósito (?) en su testamento decide que tras su muerte el Cristo fuese entregado a la ermita de San Juan por proceder de dicho barrio su madre".



Según cuentan el ama de llaves incumplió la cláusula y, en lugar del Cristo negro, entregó a la ermita un crucifijo grande, "de pobre factura y material deleznable", vendiendo la imagen a un hombre de Las Palmas de Gran Canaria. No obstante, al poco tiempo el Cristo fue devuelto por su último propietario tras sufrir varios sucesos fantásticos, decidió entregarlo al lugar que les correspondía en la ermita de San Juan, esto sería en  el año de 1930.

A pesar de su injusta destrucción, de forma oficial en marzo de 1314 en algunos países de Europa continuó funcionando la orden del temple respaldada por determinados monarcas u órdenes creadas expresamente para ‘‘maquillar’’ a los caballeros templarios que había sobrevivido a la cruenta persecución a la que estuvieron sometidos.

Así por ejemplo se crea en Portugal la Orden del Cristo en 1319 por el rey Donis, y encabezada por caballeros templarios, otra orden sería, la Orden de Pereiros, que se convierte en la Orden de Alcántara.(Extremadura, hecho que generalmente se daba en las principales ciudades de España y de Europa, y es que donde aparecía un fragmento del llamado Lignum Crucis, una Virgen Negra (Virgen de Candelaria en Tenerife) o incluso un Cristo negro, (Cristo negro de San Juan en Güimar) , allí de una manera u otra estaba presente la Orden del Temple.

Hay mas o menos una veintena de tallas negras de crucificados o nazarenos en todo el mundo.
María Gómez Díaz. Junio de 2015.


El criollo canario Bernardino de Lezcano y Mujica:





El siglo XVI fue tal vez, para los hijos de las Canarias, el siglo más fecundo en acontecimientos desgraciados de cuantos registran sus humildes anales. Volcanes, guerras, invasiones y hambres asolaban a intervalos, y con frecuencia a un mismo tiempo, sus nacientes poblaciones y sus feraces campiñas. Postrado su comercio, la industria nula (2) rutinaria la agricultura, las artes útiles arrastrando una existencia lenta y penosa, la propiedad estancada, los censos devorando totalmente los productos de las fincas que habían escapado de las manos siempre ávidas de los conventos, mayorazgos y fundaciones piadosas, la ignorancia y el fanatismo imperando en todas las clases; unos cuantos privilegiados, bajo el nombre de regidores perpetuos, disponiendo a su antojo de los intereses de cada isla (3); un cabildo eclesiástico, único centro de ilustración, pero siempre reñido con sus prelados y con las autoridades judiciales por ridículas cuestiones de etiqueta, ocupado en lanzar con seriedad excomuniones, entredichos y censuras; tal era el cuadro que en aquel siglo ofrecían las Canarias a la consideración y exámen del historiador imparcial. Males eran éstos propios unos de aquella triste época de general perturbación, engendrados y nacidos otros del aislamiento casi completo en que se hallaba el Archipiélago, del ningún impulso que le comunicaba la acción gubernativa, paralizada por la envidiosa intervención del municipio, y de la lentitud del movimiento intelectual, detenido siempre por falta de un foco de luz donde reunir, estimular, y dar calor a las inteligencias. A este caos social y político se agregaba, para oscurecer más el cuadro, el lastimoso estado de su navegación interinsular. Las continuas guerras del emperador con Francia. Italia, Alemania, Países Bajos e Inglaterra, habían provocado terribles represalias de parte de sus numerosos y encarnizados enemigos, quienes, viendo que en el continente no podían vencer a los tercios españoles, buscaban en los mares una compensación a sus repetidos descalabros. Otro incentivo había, aún más poderoso, que les impulsaba a lanzarse al mar en pos de esa clase de aventuras, y era el deseo de apod periódicamente a las costas españolas, custodiadas, en general, por buques mal pertrechados, de escasa tripulación, y sin condiciones de marcha ni de combate. Eran entonces las Canarias el punto de recalada de todos los buques que cruzaban en distintas direcciones el Atlántico, y por consiguiente, aquí se daban cita esa multitud de aves de rapiña, que bajo el nombre de forbantes, espumaderas del mar, escobas del Océano, y otros tan significativos como erarse a mansalva de las inmensas riquezas que del Nuevo Mundo llegaban éstos, convertían las tranquilas costas del Archipiélago en campos de saqueo, de incendio, de pillaje y de sangre, viniendo ésta con frecuencia a enrojecer el azulado espejo de sus olas.

Hay entre las islas de Lanzarote y Fuerteventura un brazo de mar que las separa, llamado la Bocaina, cuya extensión en su parte O. es de seis millas de ancho, y cuatro y media a su salida, sea a su extremidad oriental. Los cabos de Pechiguera y del Papagayo en Lanzarote, y las Puntas Gorda y de Martino en Fuerteventura forman sus demarcaciones naturales, y señalan este estrecho al marino que quiera atravesarlo, Una pequeña isla, conocida con el nombre de Lobos, divide en dos partes la Bocaina. Hállase situada esta isleta cerca de la punta N.E. de Fuerteventura, y mide de N. a S, dos millas, y de E. a O. una y tercia. En otro tiempo, la abundancia de lobos marinos que en ella se encontraban, le dio ese sobrenombre que aún conserva. Ahora bien, en la época que vamos describiendo, era esa isla el punto de reunión de los corsarios que infestaban estos mares, y en ella desembarcaban y custodiaban sus presas, componían y carenaban sus buques. Desde allí se derramaban por estas latitudes y. cruzando sin cesar en todas direcciones, conseguían casi diariamente capturar, ya una pequeña nave del país, ya un galeón de América, ya un navío que de España hacía rumbo a las Indias (4). Si el buque lograba escapar a tan activa persecución, los corsarios se vengaban en los indefensos insulares, haciendo desembarcos en sus abiertas playas, proveyéndose a su costa de víveres y aguada, o poniendo fuego a los sembrados y caseríos cuando se les oponía alguna resistencia.
Tal estado de cosas tenía exasperados a los canarios, y especialmente a aquellos que, por sus tradiciones de familia, recordaban honrosos hechos de armas sobre los vencidos indígenas. Entre estos canarios había uno que descollaba entonces entre todos, por su actividad, su inteligencia, su valor personal y sus cuantiosos bienes. Llamábase Bernardino de Lezcano y Mujica y era hijo del esforzado conquistador y poblador de Gran Canaria. Juan de Siberio Lezcano Mujica y de doña Catalina Guerra (5), quienes, además de los bienes que se les habían señalado en las más fértiles vegas de la isla (6), poseían otra buena porción en las de Lanzarote y Fuerteventura (7). Bernardino se encontraba por los años de 1520 a 1550 al frente de un patrimonio considerable, y sus rentas, a pesar del estado del país, le ofrecían los medios de satisfacer sus caprichos y servir a su patria con la eficacia que permite una fortuna independiente y cuantiosa (8). Habíase casado con doña Isabel del Castillo, hija de Hernán García del Castillo (9), y de doña Mariana Rodríguez Inglés (10), conquistador éste y fundador de la ciudad de Telde, y habían tenido ya por aquel tiempo seis hijos (11), que luego ocuparon puestos eminentes en el país (12).
[Defensas:]

Como las invasiones eran repetidas y las defensas débiles y de escasa importancia, careciéndose con frecuencia de armas y pertrechos, Bernardino hizo construir una magnífica casa en Las Palmas que le sirviera de habitación y fortaleza, y en un ancho terrado que levantó con ese objeto delante de ella, resguardado con fosos y parapetos, colocó catorce piezas de artillería de bronce, que a su costa hizo traer de España, aleccionó un número suficiente de mozos para que las sirvieran, y se proveyó abundantemente de municiones. No contento con esto, su casa era el almacén donde, en los frecuentes casos de rebato, acudían los vecinos y se armaban de picas, mosquetes y alabardas, teniendo además a su disposición víveres y pólvora, y en sus cuadras caballos para el servicio de los jinetes que habían de comunicar rápidamente las órdenes de los jefes a las milicias y pueblos del interior. Esta casa de Bernardino Lezcano, célebre por todos conceptos en los fastos canarios, se hallaba situada, según nos dice la tradición, en las huertas que se extienden a espaldas del convento de S. Bernardo, debiendo tenerse presente que en aquellos sitios no existía población alguna, pues era sólo una playa que corría desde la actual plaza de San Bernardo y calles adyacentes hasta el mar. El convento de monjas y el hospital de San Lázaro se construyeron con posterioridad, el primero, a fines del mismo siglo, y el segundo, en el siguiente (13). Fácil es comprender por lo que llevamos expuesto, cuán grande seria la indignación de este esforzado patricio al ver constantemente amenazadas las costas de la isla por tan despreciables enemigos, y al observar los insultos de que era objeto el glorioso pendón de Castilla, bajo cuya enseña habían combatido y triunfado sus padres y abuelos (14). Ni el municipio ni el gobernador entonces de Canaria, que lo era Martín Gutiérrez (15) tenían arbitrios ni resolución suficiente para remediar males de tamaña trascendencia; y en el mismo estado se encontraban las dos islas de Tenerife y La Palama que, con aquélla, dependían directamente de la Corona.
[Formación de la escuadra en corso:]
Entonces el intrépido isleño, no escuchando más que la voz del honor e impulsado por su ardiente patriotismo, concibe un proyecto audaz digno de su gran corazón, y se propone llevarlo a cabo sin demora aunque sacrifique su fortuna y hasta su vida. Para ello aprovecha la ocasión en que con seguridad puede trasladarse a España, y verificándolo en un buque de guerra de gran porte que casualmente se presenta en Las Palmas, llega a la Península y pasa sin detenerse a Guipúzcoa, de cuya provincia era oriunda su familia y en donde tenía poderosos deudos y amigos; busca un buen constructor de buques y le encarga la fábrica de un galeón y dos naves de menor porte que puedan ser armados en corso, y ofrezcan todas las seguridades necesarias para sostener un combate, y las condiciones marineras de velocidad y firmeza para afrontar las borrascas del Atlántico. Entretanto consigue pilotos, tripulantes y capitanes, a quienes confía su pequeña escuadra, y víveres, armas y municiones con que dotarla; y mientras la construcción adelanta, incansable siempre en su  propósito, recorre los puntos del Mar Cantábrico y del Canal de la Mancha, y reúne una tripulación numerosa y aguerrida, dispuesta a todo bajo sus órdenes (16). Concluidos los buques, designó como almirante de ellos al galeón, y puso por nombre a los dos navíos la Pintadilla y el S. Juan Bautista; avituallólos, embarcó su gente, y haciendo colocar y distribuir la artillería según la fuerza y capacidad de cada buque, aparejó para las Canarias desde las costas vizcaínas, trayendo de jefe de la expedición a Simón Lorenzo, natural del Algarbe y marino de gran fama en aquella época (17). No esperaban por cierto los piratas ingleses, franceses y flamencos, la tempestad que desde tan lejos se les venía encima. Tranquilos y confiados con la impunidad de que tantos años gozaban, seguían impávidos el curso de sus piratería sin cuidarse de las quejas de los isleños, n amenazas siempre importantes de las autoridades. Y no se crea que esta situación era imposible, porque ahí están las memorias de aquel tiempo que atestiguan lo contrario, sin las cuales permitido nos sería dudar que a las puertas, por decirlo así, de España, y cuando Europa y el mundo temblaban ante sus invencibles ejércitos, pudiera un puñado de aventureros burlarse diariamente del vencedor de Pavía, del conquistador de Roma, del hombre en fin que dirigía los destinos del más dilatado imperio que han conocido los siglos. Pero tal era el desconcierto del gobierno, las múltiples atenciones de los ministros, el estado de abandono de la armada, la inmensa extensión de costas y mares que había de custodiarse, que las Islas Canarias, a pesar de su importancia como punto de recalada, permanecían olvidadas de la madre patria, sin que sus quejas se oyesen ni su angustiosa situación se adivinara, ni aún se sospechase en los altos concejos del emperador. Por eso es que, a pesar del tiempo transcurrido entre la salida de Bernardino a España y su regreso, en nada había cambiado el estado anómalo y violento del país. La llegada de la escuadra al Puerto de la Luz, su brillante equipo, la circunstancia nunca oída de pertenecer a un particular, lo marcial y apuesto de sus tripulantes, y el objeto a que se destinaba tan considerable armamento, produjo en la población de Las Palmas un entusiasmo indescriptible. Ofreciéronse muchos a servir como voluntarios en la empresa que se trataba de acometer, y como el servicio de los marinos, acostumbrados a estos mares y el de los prácticos, conocedores de los vientos, corrientes y fríos del Archipiélago, no era para despreciar, se completaron las tripulaciones de cada buque, se renovaron los víveres y aguada, y se prepararon las armas y municiones como si se estuviera ya en presencia del enemigo.
[Desmantelamiento de la base de la isla de Lobos:]
Antes de dar caza a adversarios tan audaces y tan bien pertrechados, era indispensable averiguar el estado de sus fuerzas, el número de sus buques y cañones, y la resistencia que pudieran oponer en la isla de Lobos, punto central de sus operaciones, y fortaleza donde custodiaban el fruto de sus rapiñas y guardaban sus heridos, enfermos y convalecientes. Para seguir este objeto se despacharon personas activas, inteligentes atrevidas a las islas de Lanzarote y Fuerteventura (18) que, poniéndose de acuerdo con los habitantes del litoral del estrecho, con quienes secretamente estaban en continuas relaciones los corsarios, pudiesen averiguar con certeza aquellos extremos y los demás que fueran de interés a los expedicionarios, facilitándoles el triunfo sobre sus enemigos y el completo exterminio de sus buques. Cuando creyó Bernardino que las noticias adquiridas eran suficientes para atacar con seguridad a sus contrarios, tanto por saberse el i de
terror que en ellos había infundido la noticia de la llegada de su escuadra, cuanto porque los principales buques piratas se hallaban diseminados en tas vecinas costas africanas y se les podía sorprender y destruir en detalle, descansadas ya sus tripulaciones, embarcada la gente de guerra, en la que se habían alistado los jóvenes de las primeras familias del país, dio la señal de levar anclas, y en medio de un entusiasmo indescriptible, se echaron las velas al viento y se enderezó la proa a la Bocaina. Era el objeto de Lezcano dirigir sus primeros tiros al foco de la piratería, al sitio donde ésta había constituido el núcleo de su poder, la capital de sus usurpaciones y pillajes; porque no teniendo entonces donde refugiarse, era fácil arrojarla del Archipiélago y hacer casi imposible su reaparición, al menos bajo la organización temible y poderosa con que se había constituido y arraigado en él.
Cuando la pequeña escuadra llegó a la isla de Lobos, la encontró ya abandonada, destruidos los almacenes y barracas, incendiados los objetos de difícil conducción, cegados los fosos que defendían las arrasadas fortificaciones, y en un completo estado de soledad sus estériles rocas y desiertas playas. Pero, no fue el abandono tan completo que no pudieran utilizarse varios objetos de algún valor que todavía escaparon de las manos de los bandidos, tal vez por lo precipitado de su fuga. Los buques, después de una pequeña estación en aquellas aguas, siguieron el litoral de ambas islas, y luego corrieron paralelamente a la costa africana, reconociendo todas las ensenadas, puertos y cabos donde podía ocultarse el enemigo. En esta larga y laboriosa excursión, apresaron y echaron a pique algunos corsarios que no pudieron escapar a tiempo a la bien organizada persecución canaria; y los demás, ahuyentados desde luego y sin aceptar combate, desaparecieron de las Islas, atravesaron el Atlántico y fueron a buscar más fáciles conquistas en medio de los numerosos archipiélagos que pueblan el mar de las Antillas (19). Es fama que estos corsarios, escapados de las armas del afortunado isleño, llegaron a constituir más adelante la famosa asociación de piratas, que, bajo el nombre de formantes, hizo temblar repetidas veces a las naciones marítimas de Europa (20). Después de obtenido el objeto principal de su patriótica empresa, Bernardino regresó a Las Palmas, y desde allí organizó diferentes expediciones a las demás islas con el fin de vigilar sus costas y sorprender si le era posible algún que otro buque sospechoso que, o más atrevido que sus compañeros o ignorando lo sucedido, quisiera aventurarse a enarbolar alguno de los pabellones con quienes estuviera entonces España en guerra. Por mucho tiempo fue estéril su deseo; la lección había sido dura y no era fácil olvidarla.
[Ataque a buques franceses:]
Sin embargo, llegó un día en que este deseo se vio al fin satisfactoriamente cumplido, prestando la improvisada escuadra otro nuevo e importante servicio a su país. Hallábase, dicen nuestros historiadores, el galeón almirante, que mandaba Simón Lorenzo, fondeado en el puerto de Santa Cruz de La Palma, adonde había ido con el objeto de vigilar aquella parte del Archipiélago, cuando una mañana el vigía señaló dos galeones franceses de guerra que pasaban a vista del puerto. A pesar de su inferioridad numérica, el valiente Bernardino, asistido del no menos bravo Simón Lorenzo, no vacila un momento, y sin detenerse a contar los cañones de sus enemigos, manda levar anclas y se avanza hacia ellos resuelto a trabar el combate o a perseguirlos y apresarlos si rehúsan aceptar. Pero los galeones franceses no pensaban en huir, y seguros de su victoria, rodearon al buque isleño y principió de una y otra parte un espantoso cañoneo que duró dos largas horas. Batíanse los enemigos como desesperados, sabiendo que defendían no sólo su vida y honra, sino sus intereses acumulados en la cala de sus buques después de muchos meses de afortunadas correrías, y aunque desde luego reconocieron su engaño en cuanto al porte, armamento y demás cualidades del buque español, no les era posible retroceder ni evitar las funestas consecuencias de su impremeditada ligereza. En efecto, a los primeros cañonazos, el galeón canario los desarboló, y abriendo anchas bocas en sus cascos, dominó y apagó sus baterías, echó a pique al buque más pequeño, preparó un atrevido ataque al abordaje, que produjo al fin la rendición de la nave principal. Tan brillante victoria fue celebrada en La Palma, y después en las demás islas, con tanto mayor motivo, cuanto que se encontró a bordo más de cuarenta prisioneros españoles, entre hombre, mujeres, religiosos y monjas, que pasaban a la isla de Santo Domingo y habían sido apresados en la travesía (21).
Bernardino, pues, Consiguió su objeto, y vio premiados sus laudables esfuerzos con la extinción de la piratería en su país y la constante fortuna que le acompañó en todas sus generosas empresas (22); y tanta era la fama que había llegado a alcanzar su galeón, que hallándose accidentalmente en el Río de Sevilla, las autoridades de esta población, seducidas por su buen porte, lo secuestraron por algún tiempo en nombre del emperador y le obligaron a que acompañase de almirante una gran flota que se enviaba a Nueva España, como convoyando un rico tesoro en barras de oro plata, del que ni los franceses ni ingleses pudieron distraer un solo maravedí (23). Algunos años después, respetado y querido de todos sus conciudadanos, murió Bernardino en Las Palmas (junio de 1553), habiendo sido enterrado en la capilla de San Miguel de la parroquia matriz que estaba entonces unida a la catedral (24). Los pocos hechos que hemos sucesivamente relatado, únicos que han podido llegar hasta nosotros relativos a este ilustre canario, le colocan, sin disputa, a una altura de la que no es fácil que las generaciones venideras le hagan descender si saben apreciar como se merece el valor, generosidad, patriotismo y abnegación que revelan aquellos actos, dignos por cierto de los tiempos heroicos de la caballería. Y sin embargo, ¿es su nombre conocido entre nosotros? ¿se le invoca alguna vez cuando se quiere hacer un llamamiento a nuestro desinterés y lealtad? No: su nombre yace olvidado completamente; sus atrevidas hazañas han quedado por espacio de tres siglos envueltas en las hojas de desconocidas informaciones que hoy son casi ilegibles. ¿Y por qué?... Porque la prensa era desconocida en el Archipiélago; porque los estudios históricos estaban relegados a algún curioso que, en medio de su aislamiento, no ]e era posible exhumar esos gloriosos res tos del pasado (25). Tiempo es ya de que ese culpable olvido desaparezca. En este siglo de luz y de progreso sería un crimen imperdonable nuestro silencio. Ha sonado la hora de reaparición para todo el que ha merecido bien de la patria. Derrámese la luz de la publicidad sobre tan heroicos he chos. Sólo así se cumple con la justicia, que es la voz severa de la historia, y se alienta a la generación presente ya las del porvenir a imitar su glorioso ejemplo. (Agustín Millares. En: Mgar)




EL CACIQUISMO EN LOS AÑOS DE LA SEGUNDA REPÚBLICA




 CAPÍTULO XIV




Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890-1936)



1. INTRODUCCIÓN

La investigación sobre el caciquismo y la cuestión agraria que hemos presentado en este trabajo ha llegado ya a su recta final. En los dos capítulos anteriores se han analizado las principales características del sistema político caciquil, tanto en lo que se refiere a la hegemonía de que disfrutaba la oligarquía agraria de la isla en las instituciones políticas, como en lo que respecta a los elementos estructurales del régimen canovista. Sin lugar a dudas, esta parte política de la investigación ha estado centrada especialmente en la etapa de la Restauración, concretamente en el período clásico de 1890-1923. No obstante, también se han realizado algunas aportaciones significativas sobre la dictadura primorriverista –una etapa aún muy poco conocida en Canarias– que nos han permitido comprobar, como se podía suponer, que el viejo caciquismo isleño había continuado existiendo durante esos años de supuesto “regeneracionismo”. Para que este trabajo pudiera considerarse completo faltaba, sin embargo, que realizáramos, siquiera, una incursión por los años de la República, una incursión que nos llevara hasta las mismas puertas de la dictadura caciquil-fascista de 1936-1975. La pervivencia del caciquismo en la etapa franquista, adaptado a las nuevas estructuras políticas de la dictadura, ha sido ya demostrada por diversos autores en nuestro país, tanto desde la perspectiva nacional1 como de la canaria2. Pero los cinco años que duró el régimen republicano ofrecían muchas más dudas. Efectivamente, la segunda República española continua hoy siendo considerada por muchos como un “paraíso perdido” de la democracia, la antítesis del régimen caciquil que había predominado hasta 1930 y que volvería a instaurarse, con nuevas formas, tras la guerra civil. Y sin embargo, contamos desde hace algún tiempo con diversos trabajos que,

1 CAZORLA SÁNCHEZ, A., “La vuelta a la historia: caciquismo y franquismo”, 1998.
2 En un interesante trabajo expone el historiador canario Ricardo Guerra como eran los propios informes de la Falange los que hacían hincapié en la pervivencia del caciquismo en las islas durante los años cuarenta: “«los viejos caciques mantienen intacta su cohesión, su antigua organización y su tacto de codos...», poniéndose la camisa azul para asaltar los puestos directivos” (GUERRA PALMERO, R., “FET y de las JONS en Canarias en la década de 1940. Una primera aproximación”, 2003, p. 7).
1157 Tercera parte: La política semifeudal. El caciquismo (1890-1936)
cuando menos, nos permitirían poner en duda la veracidad de tal interpretación3. De hecho, en 1991 se preguntaba ya Tusell “hasta qué punto la experiencia democrática republicana constituyó un giro copernicano en lo que respecta a la vida política de los españoles4.
La idea de que la segunda República fue un paréntesis democrático y anticaciquil en la historia contemporánea de España se extendió con fuerza desde los años setenta, cuando se vuelve la mirada hacia el pasado para encontrar en él referencias válidas que se pudieran utilizar para el inminente cambio de régimen que se vislumbraba en el país5. La intelectualidad de signo más conservador hallaba tales referencias en el sistema canovista de la Restauración, un régimen que no había sido, sin duda, democrático, pero que –según se planteaba– había traído la paz y la estabilidad que necesitaba el país. La “izquierda”, por el contrario, soñaba con recuperar la experiencia democrática que –según se decía– había representado la República, un régimen que, ciertamente, no había conseguido la paz y la estabilidad, pero que si no lo había hecho había sido únicamente por la abierta hostilidad de las derechas, una hostilidad que desembocaría en el golpe militar de 1936: “la segunda República, en definitiva, era el referente más inmediato de la vida democrática en España y resultaba inevitable que se beneficiara de una «fascinación historiográfica» que facilitó la proliferación de estudios sobre el periodo
3 Entre los trabajos que han planteado la fuerte pervivencia del caciquismo en los años de la República –pervivencia que es interpretada de diferentes maneras- podemos citar los siguientes: MILLARES CANTERO, A., La segunda República y las elecciones en la Provincia de Las Palmas, 1982; ORTEGA PRIETO, M. A., “Las elecciones de la Segunda República en Cuenca, el papel del continuismo”, 1988; CABRERA ACOSTA, M. Á., Las elecciones a Cortes durante la II República en las Canarias occidentales, 1990 y La II República en las Canarias occidentales, 1991; LÓPEZ MARTÍNEZ, M. N., y ÁLVAREZ REY, L., “La II República en Andalucía (1931-1936). Reflexiones, sugerencias y fuentes para el estudio de los procesos electorales”, 1993; RODRÍGUEZ MOLINA, J. L., “Viejo y nuevo caciquismo durante los años treinta en Cádiz”, 1993; MARCOS DEL OLMO, M. C., Voluntad popular y urnas. Elecciones en Castilla y León durante la Restauración y la Segunda República (1907-1936), 1995; GARCÍA GARCÍA, C., Partidos y elecciones en 1933 en Huelva, 1996; REQUENA GALLEGO, M., “Entre el caciquismo y la democracia: el comportamiento electoral en Castilla-La Mancha durante la II República”, 1998; ÁLVAREZ REY, L., “Un «burgo podrido» en la Andalucía de la Segunda República”, 1999-2000; LÓPEZ VILLAVERDE, A. L., “Continuismo frente a ruptura. Las dificultades de la II República en los feudos caciquiles. El ejemplo del partido judicial de Huete (Cuenca)”, 2001; MILLARES CANTERO, A., “Los caciques «republicanos» en Gran Canaria (1931-1936)”, 2005; etc.
4 TUSELL, J., “El sufragio universal en España (1891-1936): un balance historiográfico”, 1991, pp. 47-48.
5 A la altura de 1975 la Segunda República española aparecía como «el paraíso perdido» en el naufragio de la Guerra Civil. De ahí que existiera un fuerte interés en buscar los elementos de continuidad que permitieran abrigar la esperanza de recuperar aquel escenario de libertad (...) y, de forma casi inadvertida, se tendió a pensar que, cuando se recuperaran en España las instituciones democráticas, el comportamiento electoral de los españoles sería similar al que habían tenido antes de 1936” (RUIZ-MANJÓN, O., “La Segunda República española. Balance historiográfico de una experiencia democratizadora”, 2006, p. 289).
1158 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890-1936)
republicano6. En los últimos años, nuevos autores –desde una óptica muy conservadora e, incluso, fascista– han reaccionado contra esa visión mayoritaria que exaltaba las bondades de la segunda República7, lo que, por una parte, puede haber introducido alguna sombra de duda, pero, por otro lado, ha generado un reforzamiento mayor de la visión «azañista» de aquel controvertido período8.
En este capítulo no pretendemos hacer, evidentemente, un estudio global de lo que significó en la isla el período republicano9. En la primera parte de este trabajo pudimos comprobar ya, con cierto detalle, el elevado grado de concentración de la propiedad agraria que imperaba en muchos municipios de la isla durante aquellos años, lo mismo que había sucedido durante la etapa anterior. En este sentido, los años de la República supusieron una continuidad total con respecto a los de la Restauración: hegemonía total de los grandes y medianos propietarios de la capa superior sobre los principales recursos productivos de las diversas localidades de la isla. La República, pues, no significó cambio alguno en cuanto a la estructura económica insular; no hubo reforma agraria de ningún tipo y los terratenientes semifeudales continuaron ejerciendo su dominación económica semiservil sobre la mayor parte de la sociedad rural, si bien es cierto que lo hicieron cada vez con más dificultad ante la agudización progresiva de la lucha de clases. En la esfera política, sin embargo, se produjeron innegables transformaciones. De hecho, se instauró un régimen político nuevo, distinto al anterior. No es correcto, por
6 Ibíd..., pp. 289-290. Solé Tura se refiere así al período republicano: “En 1931, tras la crisis y hundimiento de la monarquía, la II República abrió un período nuevo en el que, por fin, las instituciones del Estado formalmente liberal-representativo podían llenarse de contenido democrático. Las masas populares pudieron organizarse con un grado de libertad nunca alcanzado en la historia anterior. Llovieron las iniciativas y las demandas democráticas y en todos los sectores de la vida social floreció un impulso democratizador que penetró a fondo en las instituciones del Estado, modificó el centro de gravedad de la vida de éste y, por primera vez -si exceptuamos el breve y tumultuoso período de la I República- hizo de ese Estado un sistema permeable a las exigencias y a las aspiraciones de la mayoría” (SOLÉ TURA, J. y AJA, E., Constituciones y períodos constituyentes en España (1808-1936), 1983, p.125).
7 Sin lugar a dudas, los libros de Pío Moa sobre la República y la Guerra Civil –respaldados abiertamente por el sector ideológicamente más conservador de las clases dominantes españolas, representadas por el Partido Popular- han generado la mayor polémica historiográfica de los últimos años, al hacer responsables de la guerra civil a las “izquierdas”. Pese al escándalo ocasionado, han sido muy pocos los historiadores académicos que –como Moradiellos- han estado dispuestos a arremangarse los calzones para debatir los puntos de vista de un autor a quien simplemente se acusaba de no ser historiador profesional.
8 Ruiz-Manjón explica que la edición de los diarios de Azaña en 1966 “dio una visión de la vida política desde dentro que resultaba deslumbrante y, en cierto modo, hizo que cuantos hicimos historia de la Segunda República durante aquellos años nos convirtiéramos en «azañistas» más o menos conscientes” (RUIZ-MANJÓN, O., “La Segunda República española...”, op. cit., p. 285).
9 Para una visión global del período, sobre todo a nivel político, puede verse CABRERA ACOSTA, M. A., La II República en las Canarias occidentales, 1991. Coincidimos con este autor en la interpretación general del período republicano, si bien nos diferencia el análisis que hacemos del carácter de la sociedad isleña: para Cabrera Acosta se trata de una sociedad capitalista y para nosotros una sociedad semifeudal, semicolonial y de capitalismo burocrático.
1159 Tercera parte: La política semifeudal. El caciquismo (1890-1936)
tanto, concebir a la República –como alguna vez se ha hecho– simplemente como “el último disfraz de la Restauración10. Sin embargo, es indudable que hubo importantes elementos de continuidad entre uno y otro régimen, elementos –entre ellos, el caciquismo– que obligan a reconsiderar la visión hegemónica sobre el alcance del sistema republicano en cuanto a la democratización política de España. Lo cierto es que el caciquismo pervivió con fuerza en los años de la República, pero no lo hizo como un simple residuo que, por falta de tiempo, no fuera posible eliminar totalmente, como algunos suponen. Por el contrario, el caciquismo fue en Tenerife un elemento esencial del funcionamiento político del sistema republicano. En las páginas que siguen intentaremos demostrarlo, aunque para ello haremos un análisis, en cierta medida, unilateral de lo que significó históricamente la segunda República española. Miles de páginas han sido dedicadas –también unilateralmente– a explicar los “avances” democratizadores que tuvieron lugar en aquellos cinco años. Lo que en este trabajo nos corresponde es incidir especialmente en los elementos de continuidad con el régimen anterior. Porque nuestra hipótesis de partida, para ser correcta, debe también verificarse en este período, debe ser válida también para explicar la realidad que imperó en España –y, concretamente, en Tenerife– ente 1931 y 1936. Si la base económica del país seguía siendo, en buena medida, de carácter semifeudal, la República –como sistema político– no pudo haberse convertido en un verdadero régimen liberal; debió mantener, de una u otra forma, la vieja esencia caciquil del régimen canovista. Eso es lo único que intentaremos demostrar a continuación.
2. LA PERVIVENCIA DEL CACIQUISMO EN ESPAÑA DURANTE LA REPÚBLICA
Tras la repentina proclamación de la República en abril de 1931 ante la vertiginosa agudización de la situación revolucionaria, se aceleró mucho el ritmo de las conversiones de los viejos políticos del régimen canovista al nuevo credo oficial republicano. Estas conversiones venían produciéndose desde 1930, cuando personalidades como Miguel Maura Gamazo o Niceto Alcalá Zamora llaman a los dirigentes de los antiguos partidos caciquiles a pasarse al republicanismo al objeto de
10 AGUADO, E., La República, el último disfraz de la Restauración, 1972.
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evitar que venga una revolución social11”. Si la República era ahora en España la forma de gobierno, los representantes políticos de las clases dominantes –el bloque de poder que conformaban los terratenientes semifeudales y la burguesía– debían apresurarse a conquistar los mejores puestos, para conducir al nuevo estado que ellos mismos habían engendrado por los rectos caminos del orden establecido. Y eso fue, efectivamente, lo que hicieron:
- “Don Santiago Alba ha autorizado a todos sus amigos políticos, para que ingresen en la derecha republicana.

Por su parte, el señor Burgos Mazo también ha aconsejado a sus amigos políticos que ingresen en el partido radical que acaudilla el señor Lerroux.
El presidente del Gobierno, señor Alcalá Zamora, se ha congratulado de estas actitudes, ya que ellas vienen a enriquecer a los partidos republicanos y a contribuir a la consolidación de la República12.
- “El ex presidente del Consejo de Ministros de la Monarquía, don José Sánchez Guerra, ha dicho que ahora hay que combatir a cuantos practiquen la alarma y que todos los españoles tienen la obligación de ponerse al lado de la República13.

Los periódicos de las antiguas organizaciones monárquicas publicaban artículos de sus líderes para orientar la actuación de sus acólitos en unas circunstancias históricas novedosas y, quizás para muchos, ciertamente confusas. Uno de los que lo hacía era el propio José María Gil Robles, que advertía –en un artículo publicado por Gaceta de Tenerife en junio de 1931– que el enemigo principal no era la República sino la revolución:
“Ni como católicos, ni como ciudadanos, podemos ni debemos combatir el régimen republicano que existe en España”, especialmente “en la época actual, caracterizada por un predominio de las tendencias anárquicas”. “La República, como todo régimen que empieza, tiene muchos enemigos. Pero los peores de éstos, son los que están colocados a su izquierda: los sindicalistas que combaten sin tregua al Gobierno, y que por boca de su leader Pestaña, acaban de proclamar, una vez más, la violencia y la acción directa, como instrumento eficaz de la revolución social; los comunistas, cada día más audaces, que arrastran los numerosos disidentes del socialismo gobernante. Si esos enemigos vencen al Gobierno, iremos más rápidamente a la anarquía. Procuremos apoyarle con una
11 En unas declaraciones realizadas por Miguel Maura en julio de 1930 plantea que “ahora los conservadores deben apoyar el movimiento revolucionario encauzado, para evitar que venga una revolución social. Añadió que por eso ingresaron todos en la Unión Republicana(El Progreso, 28 de julio de 1930).
12 El Progreso, 10 de mayo de 1931. Posteriormente, en octubre de 1933, Santiago Alba entró en el Partido Radical: “Hablando acerca de su adhesión al partido radical, el señor Alba manifestó que desde 1901 ha coincidido con el señor Lerroux. Cree que el momento actual del mundo señala la necesidad de una política contraria al marxismo” (La Tarde, 23 de octubre de 1933). [El subrayado es nuestro].
13 El Progreso, 16 de mayo de 1931.
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colaboración leal –que en muchos casos implica la crítica constructiva y serena– si queremos evitar una situación, sino parecida a la de Rusia, semejante, al menos, a la que sufrió Hungría bajo la Dictadura roja de Bela Kun.
Por bien de todos, no debilitemos al Gobierno”14.
Otro de los que vendría en apoyo de la República sería el antiguo ministro maurista Ángel Ossorio y Gallardo, que declaraba en Málaga a fines de 1931, siendo ya Diputado en las nuevas Cortes Constituyentes de la República:
“A pesar de que la República está haciendo unas cosas muy bien y otras mal, tengo completa fe en su éxito definitivo y espero un porvenir halagüeño para España. Quien compare lo que teníamos hace un año, lo que ha ocurrido desde abril acá y la situación presente de España, encontrará las fuentes de mi optimismo.
Para apresurar ese buen resultado es indispensable que todos, republicanos y monárquicos, ayudemos de buena fe a la República. La restauración es imposible; el buscar una nueva dinastía, disparatado; meter a España en un nuevo período constituyente, criminal. No hay, pues, opción. Al lado de la República hemos de estar, pero no con facilidad resignada, sino de todo corazón.
A la maquinaria republicana le falta una pieza, la fuerza de la derecha. Todos los partidos republicanos y socialistas claman por ella. Hay que formarla, con olvido de agravios y sin vacilaciones ni miedo. Lo que hoy vemos mal, que no es poco, tendría remedio si todos se lo buscamos. España está por encima de todo. Y no hay medio más eficaz de servirla que procurando la consolidación de las instituciones que ella mismo ha tenido que darse... porque se suicidaron las otras”15.
Incluso la Iglesia católica aclaraba a sus fieles –por boca del Obispo de Madrid, en entrevista concedida al corresponsal del Excelsior parisino– que su enemigo era el anarquismo y el comunismo y no la República, y que “los dogmas de la Iglesia no dictan en parte alguna que la Monarquía sea mejor forma de gobierno16.
14 José María Gil Robles, “La sumisión al Poder Ejecutivo”, Gaceta de Tenerife, 26 de junio de 1931.
15 El Progreso, 17 de diciembre de 1931 [subrayados nuestros]. Resulta interesante recordar las palabras que había pronunciado Ossorio y Gallardo sólo un año antes: “A mi siempre me parecía mejor una monarquía conservadora, porque fui siempre un convencido de las excelencias doctrinales del régimen monárquico, como más adecuado para representar el sentido de la continuidad histórica. Pero si la Monarquía siguiera empeñada en suicidarse, yo reconocería la República conservadora como la mejor realidad para mi país y la serviría lealmente desde mi casa. Digo desde mi casa porque yo no tengo el menor propósito de hacerme republicano. Una serie de consideraciones de pulcritud y de delicadeza aconsejan dejar que la República la hagan los republicanos y que los hombres que lo hemos sido todo en la Monarquía nos retiremos a deplorar el fracaso de nuestras ilusiones...” (El Progreso, 17 de junio de 1930). Duraría poco el noble retiro del antiguo cacique maurista, puesto que un año después, en las elecciones a Cortes del 28 de junio de 1931 resultaba elegido Diputado por Madrid como Monárquico sin Rey al servicio de la República.
16 Nuestra actitud respecto al nuevo régimen es fácil de definir y es análoga a nuestra actitud con relación a todos los poderes temporales. No estamos ni en favor ni en contra; somos completamente neutrales en política. La Iglesia se conforma siempre con la que siguen las autoridades civiles. Si nos encontramos en presencia de la Monarquía, apoyamos a la Monarquía; si estamos en presencia de la República, apoyamos a la República. Los dogmas de la Iglesia no dictan en parte alguna que la Monarquía sea mejor forma de gobierno: lo que pedimos a todos los regímenes, cualesquiere que sean y en cambio a nuestra lealtad, es el respeto a nuestros derechos y a nuestras libertades”(...) “La Iglesia no se alza contra la República. El republicanismo no está, en modo alguno, en contradicción con la
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Religión”. Y el Obispo concluye: “Dando de lado a todas las consideraciones de orden moral y social, la Iglesia española debe cumplir un deber considerable en el dominio de la política. Es una organización en lucha contra comunistas y anarquistas, que son tan enemigos de la República como de la Iglesia” (Gaceta de Tenerife, 22 de julio de 1931, p. 1).
La presencia de Niceto Alcalá-Zamora en la Presidencia era el más claro símbolo de que la segunda República no era más que la nueva forma que había adoptado el viejo caciquismo hispano, una vez que el sistema canovista y la dictadura de Primo de Rivera habían agotado sus posibilidades históricas. Alcalá Zamora pertenecía a una familia de propietarios rústicos que venía ejerciendo el poder en la comarca de Priego –capital de la subética cordobesa– al menos desde el siglo XVIII17. En las primeras décadas del siglo XX, Niceto Alcalá-Zamora encabezó la facción caciquil hegemónica de la comarca de Priego, extendiéndose su influencia por los municipios de Almedinilla, Luque, Rute y Sueros. En 1917 llegó a ser Ministro de Fomento, bajo la Presidencia del Marqués de Alhucemas, volviendo al Gobierno en 1922, esta vez como Ministro de la Guerra. Su presencia al frente de los Gobiernos republicanos desde 1931 hasta abril de 1936 representaba una garantía más que sólida de que la nueva República no habría de significar un peligro real para los antiguos caciques reconvertidos, por más que la propaganda dijera lo contrario. Como explica Ramón J. Sender en un artículo publicado con motivo de la destitución de Alcalá-Zamora en 1936:
“En el presidente destituido había que considerar primero su origen social. No nos podemos desintegrar del conjunto social. Cada cual representa su parte de interés, los propios, identificados con los de un sector social. Ahora, después de cinco años de experiencia, no es nada difícil ver los intereses que ha representado y representa Alcalá Zamora. Pero ocho días antes del 14 de abril de 1931 tampoco era difícil. Bastaba hablar con él cinco minutos. Y menos aún; hacer antesala un cuarto de hora en su casa. Se veía enseguida que Alcalá Zamora iba a representar en lo económico al terrateniente feudal; en lo religioso, al Vaticano; en lo militar, el viejo espíritu de castas. En lo simplemente vital, el barroquismo retórico lleno de oralina y falsa pedrería”18.
La república recién proclamada se apresuró a cambiar el decorado, las formas, con el claro objetivo de convencer a los sectores populares de que la “revolución” anhelada había sido, por fin, realizada. Pero fueron muchos los que, desde muy pronto comprendieron que no se trataba realmente de una revolución, sino de una reestructuración dirigida por las antiguas clases dominantes para impedir en la medida de lo posible que se produjera realmente una auténtica revolución:
17 Francisco Ubaldo Alcalá-Zamora Sánchez Guillén fue Regidor de Priego entre 1724-1798; José Julián Alcalá-Zamora y Ruiz de Tienda fue Síndico Personero en los mismos años (Fuente: Casa-museo de Alcalá Zamora, Priego de Córdoba).
18 SENDER, Ramón J., “El Presidente destituido”, La Tarde, 24 de abril de 1936, p. 2.
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“Miles de calles cambian de nombre de la noche a la mañana. Y, como las calles, el país entero. Una monarquía feudal y burguesa, patrimonio de burócratas ineptos y terratenientes, de duques y grandes, de verdugos y funcionarios corrompidos, de charlatanes liberales, es solemnemente rebautizada en un instante con el nombre de «República de trabajadores». Pero, ¿vale la pena de pararse a discutir acerca de nombres? A lo mejor, mañana los liberales, asustados, se avienen a quitar los trapos que tapan provisionalmente las coronas. Tal vez ocurra lo contrario y hasta el desterrado de Fontainebleau [se refiere a Alfonso XIII] comprenda las ventajas de una República democrática como ésta... El cambio de decoración del mes de abril ha sido calificado pomposamente de «revolución»: pero no ha sido siquiera un mal golpe de estado palaciego. Cuando más, un simple cambio de gabinete.
Hoy, ya es difícil asustar a nadie con la palabra «República». «Una República sin republicanos», escribía Dostoievski, hablando de la Francia de Mac Mahon. De entonces para acá, ha cambiado mucho. La República ha demostrado que no es una mujer casquivana, sino una señora de la buena sociedad. Hay un proverbio ruso que dice: «Teniendo el charco, ya se encontrarán los diablos». No sé cuántos republicanos habría en España en el mes de marzo. Desde luego, ahora abundan. No hay mejor cosa que la República, para que se multipliquen los republicanos...”19.
Desde el gobierno de la República se insistía en que “los caciques, si no muertos, están bien quebrantados20. Pero eran muchos, demasiados, los indicios que apuntaban en sentido contrario, como reflejan innumerables artículos publicados en la prensa española de esos años:
“Cada cual puede hablar de su partido, pero la característica de estos días es la infiltración del viejo caciquismo lugareño en las organizaciones nuevas. Sería curioso saber cuál es hoy la composición no ya de la derecha republicana o del partido radical, que son los más sujetos a comentarios de este género, sino el Radical Socialista y el de Acción Republicana, e incluso el socialista. Todos los días vienen a vernos gentes que nos dicen: «En tal o cual parte están ocurriendo cosas intolerables. Los jornaleros, los gañanes, forman un grupo radical y los patronos se han hecho socialistas». –¿Cómo y por qué? ¡Vaya usted a saber! Los patronos quisieron tener guardadas las espaldas y los obreros no encontraron otro recurso que irse al partido de enfrente. Me han dicho que hasta en Santiago de la Espada, cumbre del analfabetismo y del régimen caciquil los explotadores tradicionales tienen su centro de apariencia socialista. Separar estas aportaciones indeseables, cortar alianzas monstruosas; en fin, llevar un poco de sentido común a la política de los pueblos es obra del tiempo. Ahora que al tiempo hay que ayudarle. No vale dejarle solo. Si obrara por sí, acabaríamos por tener lo mismo que antes con distintos nombres; es decir, que habría fracasado la Revolución21.
19 EHRENBURG, I., España, República de Trabajadores, 1976, p. 43 [1ª edición de editorial Cenit, Madrid, 1932]. Iliá Ehrenburg (1891-1967) participó en la Revolución Rusa y fue corresponsal de guerra durante la guerra civil española. Escribió varios libros sobre España.
20 La Tarde, 28 de noviembre de 1933, p. 4.
21 BELLO, Luis, “Reajuste político”, La Tarde, 22 de enero de 1932, p. 1.
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Pero pasaba el tiempo y la situación no cambiaba demasiado. Uno de los autores que mejor reflejó, desde dentro del propio campo republicano, la pervivencia del caciquismo en esos años fue el exitoso autor literario, periodista y diputado republicano José Díaz Fernández, escasamente recordado en la actualidad22. Sus interesantes artículos de opinión fueron reproducidos en muchas ocasiones en la prensa tinerfeña de aquellos años y en ellos se alertaba de que “el fracaso prematuro de las instituciones republicanas puede estar, y está sin duda alguna, en la perduración de los métodos políticos del viejo régimen23.
“El espíritu del 14 de abril nos recuerda la incorporación a la República de elementos que no sentían la inspiración de las democracias modernas y venían exclusivamente a sujetar a la República al cepo de los intereses creados. Fue sin duda un movimiento nacional el que dio origen al nuevo régimen; pero nuestra inexperiencia permitió que las fuerzas reaccionarias lo dominasen desde el principio a cuenta de una colaboración que era en realidad una hipoteca”24.
“Algunos grupos han incurrido, incluso, en el vicio peor del antiguo régimen; en componer candidaturas a base de elementos que por su preponderancia
22 José Díaz Fernández nació en un pueblo de Salamanca en 1898 pero desde muy temprano se trasladó a Castropol, Asturias, y posteriormente a Oviedo. Fue un recocido autor literario y periodista. En 1925 fija su residencia en Madrid y comienza un intenso activismo político. Junto a Joaquín Arderíus y otros funda en 1927 la revista Post-guerra, “en cuyas páginas se propugna la superación del vanguardismo estéril y ensimismado de la época y se esboza un programa radical de reforma política”. En 1928 es uno de los fundadores de Ediciones Oriente y publica la novela El blocao, que trata sobre las experiencias del autor en la guerra de Marruecos, ofreciendo “una perspectiva amarga y desmitificadora sobre las ambiciones coloniales de España”. La novela tuvo un éxito inmediato de crítica y público y “llega a constituir el punto de arranque de un nuevo tipo de escritura novelística comprometida con las inquietudes sociopolíticas del momento”. Políticamente se involucra en la lucha contra la dictadura de Primo de Rivera, por lo que fue condenado a tres meses en la cárcel Modelo de Madrid y tres meses de exilio forzado en Lisboa. En esa época publica La Venus mecánica. En enero de 1930 pasa a dirigir la revista Nueva España, junto con Antonio Espina y Adolfo Salazar, que pronto será sustituido por Joaquín Arderíus. Nueva España se dedicará a la denuncia sistemática de la “vieja política”, declarándose republicana y admiradora de la Rusia soviética [tanto José Díaz Fernández como Joaquín Arderíus estaban entre los fundadores en 1933 de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, junto a intelectuales de la talla de Valle Inclán, Baroja, García Loca, Benavente, Ramón J. Sender, Juan Negrín, Gregorio Marañón, Manuel Machado, etc.]. Fue elegido Diputado a Cortes por Asturias en representación del partido radical-socialista. Durante el bienio derechista se aparta de la política y se dedica totalmente al periodismo. Con motivo de la insurrección de Asturias en 1934 publica, bajo el seudónimo de José Canel, la novela Octubre rojo en Asturias, en la que intenta explicar las razones del fracaso del movimiento revolucionario. En febrero de 1936 vuelve a resultar elegido Diputado a Cortes, ahora por Murcia, ocupando el cargo de secretario político del Ministerio de Instrucción Pública con el encargo de impulsar la educación laica. Durante la guerra ejerce diversos cargos oficiales vinculados con la actividad periodística y en 1939, cuando finaliza la contienda, se exilia a Francia, donde fallece en 1941 (Fuente: DENNIS, N., “Tras las huellas de José Díaz Fernández”, 2006. Existe una tesis doctoral inédita de Woo Jung Kim titulada Vida y obra de José Díaz Fernández, presentada en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid en 2002).
23 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “Fundamentos de una política”, fechado en Madrid el 19-11-1933 y publicado en La Tarde el 27 de noviembre de 1933.
24 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “El destino de un pueblo”, La Tarde, 29 de octubre de 1935, p. 1.
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económica o su influencia caciquil podían facilitar dinero para la propaganda o aportar votos serviles a las candidaturas”25.
La Castilla Rural, ignorante, tradicionalista, fanática, no puede digerir las instituciones políticas modernas. Fue el último reducto de la monarquía y sigue mostrando su enemistad con la República. En las gloriosas elecciones del 12 de abril estuvo Castilla por don Alfonso. En las parciales de hace meses se pronunció por los agrarios. Ahora ha votado con la misma inconsciencia. Los «agrarios» dominan políticamente las comarcas rurales como en los mejores tiempos de Sagasta y Romanones. Estos «agrarios» que no son tales, sino los explotadores del verdadero agricultor, poseen el poderío económico y por lo tanto la influencia electoral. Prestan dinero a rédito, especulan con las aparcerías, hacen contratos leoninos y sostienen el cultivo primario de sus fincas sin pensar en los métodos modernos de mayor rendimiento. El trabajador de la tierra, el paria, está sometido a esta oligarquía, de la que ni siquiera puede defenderle la asociación de clase que, en el campo, carece todavía de fuerza para luchar contra el terrateniente”26.
Ciertamente, la situación era muy distinta a la que imperaba en los años de la Restauración (“la presión del Poder sobre el cuerpo electoral no es hoy tan grave como hace unos cuantos años”), pero aún así, se trataba de una “falsa democracia”, pues “los resortes políticos están en manos de los enemigos del régimen”.
“Las fuerzas económicas o tradicionales que han visto en el programa político–social de las izquierdas una amenaza a sus privilegios; incapaces, en su egoísmo, de comprender las exigencias de la justicia social, apoyan a los partidos reaccionarios, costean la lucha electoral y hacen de su poder social en los pueblos y hasta en las ciudades un instrumento de corrupción del voto.
El terrateniente, el usurero, el contratista, el plutócrata, el banquero, el gran industrial, el cura, la beata, son los agentes de la coacción y el soborno. El desahucio ha hecho estragos en estos últimos tiempos, al amparo de la ley de Arrendamientos de las últimas Cortes, pero cuando va a jugar un papel importante, va a ser ahora, convertida en espada de Damocles de los pobres llevadores. Los prestamistas preparan también sus cepos. Los patronos del trabajo rural especulan con el paro forzoso, y en general todo el que tiene algún dominio sobre otro, lo usa en apoyo de las candidaturas reaccionarias, entre otras razones porque considera una humillación que el que le sirve disponga libremente de algo”27.
“...al mismo tiempo que la condescendencia y blandenguería de los gobernantes dejaba indemnes a las fuerzas feudales, estas se reconstruían y adaptaban a las experiencias políticas del momento”28.
“...en los pueblos está el cacique de siempre prestando a rédito, despojando a los colonos y manipulando la vida local. No le importa realmente la restauración de don Alfonso; pero le importa mucho menos que haya Senado o Cámara de clases, separación o Concordato. Estos bizantinismos quedan para los señoritos de Madrid. Lo que interesa es mandar en el pueblo, que se le sometan el
25 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “Fundamentos de una política”, op. cit.
26 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “Fascismo en embrión”, La Tarde, 29 de septiembre de 1933.
27 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “Contra la coacción y el soborno”, La Tarde, 8 de febrero de 1936, p. 2
28 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “Actos, no palabras”, La Tarde, 4 de mayo de 1934.
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telegrafista y la maestra, que son laicos y casi socialistas, y que los jornales no se aumenten «como cuando vino la República»”29.
Aunque habían aumentado enormemente sus dificultades –por la importante agudización de la lucha de clases– el caciquismo pervivía relativamente incólume en buena parte del país, especialmente en los pueblos; unos pueblos que –no hay que olvidarlo– en España eran mayoritarios, puesto que se trataba de un país eminentemente rural. Se ha hablado y escrito hasta la saciedad sobre la incorporación de amplios sectores obreros y populares a la lucha política en los años de la República –lo que evidentemente, es cierto–, pero no se ha incidido lo suficiente sobre el hecho de que los caciques continuaban dominando políticamente las comarcas rurales como en los mejores tiempos de Sagasta y Romanones y sobre lo que esto implica30. Cuando se analizan los resultados de las elecciones republicanas partiendo de la supuesta credibilidad y garantía que ofrecían las elecciones “en una época de plena vigencia de las libertades”, se olvida que los campesinos españoles continuaban sometidos a la vieja oligarquía terrateniente, “de la que ni siquiera puede defenderle la asociación de clase que, en el campo, carece todavía de fuerza para luchar contra el terrateniente31. “Los caciques, en vez de ser conservadores o liberales, se llaman agrarios, radicales o republicanos de izquierda32.
Pero los elementos de continuidad con el viejo régimen canovista no hay que buscarlos únicamente en la fuerte pervivencia del poder caciquil en las áreas rurales. Hubo otro tipo de pervivencias, sin bien es cierto que en buena medida se hallaban
29 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “Una nueva política”, La Tarde, 21 de marzo de 1935, p. 1.
30 Plantea Leandro Álvarez que, si bien se consiguieron considerables avances en la modernización política del Estado, “no es menos cierto que entre 1931 y 1936 las diversas formas de control político, social, económico y cultural que genéricamente englobamos bajo la denominación de caciquismo permanecieron casi inalteradas y fuertemente arraigadas en amplias zonas del país” (ÁLVAREZ REY, L., “La crisis de la democracia republicana”, 2001, p.138).
31 Este error ha sido señalado, entre otros, por Miguel Ángel Mateos, para el que los estudios de sociología electoral de la etapa republicana –tanto los que parten de la escuela francesa como los que lo hacen de la anglosajona- se han preocupado más del marco espacial urbano y han tendido a excluir el ámbito rural. Se ha generado así “esa imagen, esa impresión convertida en tópico de tanto propagarla y proyectarla de que las elecciones republicanas en su conjunto supusieron una ruptura con la España electoral-política del Régimen de la Restauración canovista”. “Las modernas investigaciones realizadas sobre la España rural van confirmando lo que en principio podían parecer simples hipótesis, dado el carácter de excepcionalidad que presentaban algunas provincias. El comportamiento de la España rural, y sobre todo el interior peninsular, dista mucho de las zonas urbanas, aunque se diferencian poco de la mayor parte de las actitudes del período liberal de la Restauración alfonsina”. “Que ahora [los caciques] se nominasen agrarios, radicales, liberal-demócratas, republicanos independientes o inclusive radical socialistas no hace al caso ni cambia por ello las tácticas y martingalas para adquirir sufragios acudiendo a los procedimientos tradicionales”. (MATEOS RODRÍGUEZ, M. A., “Fuentes y metodología para el estudio electoral de la II República española”, 1991, pp. 158-160).
32 GANZ, F., Ensayo marxista de la historia de España..., op. cit. p. 92.
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relacionadas con lo primero. Una de estas pervivencias se refiere a la naturaleza de los partidos políticos. Ya hemos visto con detenimiento en el capítulo anterior lo que eran en verdad los partidos políticos en la España de la Restauración. De lo que se trata ahora es de analizar si los nuevos partidos que ocupan la escena política de la República fueron realmente, como suele plantearse, partidos políticos “modernos”, estructurados en torno a ideologías y programas políticos –al estilo de los que protagonizaban la vida política de los países liberales de la Europa occidental–, o si, por el contrario, mantenían, siquiera parcialmente, los rasgos característicos de las viejas organizaciones caciquiles de antaño. Afirma Unamuno –que no era, ni mucho menos, un revolucionario– en unas declaraciones efectuadas al periódico francés Le Matin en 1932 que “los partidos en España no son más que instrumentos de la organización del caciquismo33. Coincidía Unamuno, en su crítica a los partidos, con la opinión expresada unos meses antes por Ortega y Gasset. Se lamentaba el filósofo y Diputado republicano madrileño de que la política seguía basándose en los personalismos, en lugar de hacerlo sobre unos partidos concebidos como “opinión organizada” de los diferentes sectores de la ciudadanía34. Pero vuelve a ser José Díaz Fernández el que, en la misma época que los anteriores, expondría con más claridad la pervivencia del viejo régimen que se advertía en el funcionamiento de los nuevos partidos:
“Tanto como llevar a cabo una nueva organización del Estado importa realizar un cambio total de costumbres políticas. No se explica por eso cómo pueden subsistir todavía partidos de carácter personal, formados alrededor de una figura política, inspirados por una sola voluntad, dirigidos por la supuesta infalibilidad de un caudillo que varía y modifica libremente las orientaciones del grupo, sin contar para nada con la voluntad general. Es este un sistema típicamente monárquico. Aquel régimen era un conjunto de oligarquías superpuestas, desde el rey al cacique, pasando por el jefe político, cuya inmensa base era el pueblo ignorante, inhibido y fanático. Pero una democracia es precisamente lo contrario. El poder nace de abajo arriba y las minorías seleccionadas son una consecuencia de las aspiraciones y mandatos de la masa. Se explica que el viejo republicanismo, nacido en una atmósfera de privilegio e influencia, funcionase de manera análoga a los partidos de la monarquía. Incluso es comprensible que al incorporarse tales fuerzas a la República perviviesen algún tiempo con su
33 La Tarde, 12 de diciembre de 1932.
34 Decía Ortega en el mismo artículo que “la República ha de ser por encima de todo y como antítesis de la falacia monárquica, sinceridad en la práctica del sistema democrático. Que el gobierno del pueblo por el pueblo sea una realidad y no una ficción explotada por la habilidad, la audacia o el impudor de los políticos. Y hemos de reconocer que los primeros pasos de la República no han sido en este esencial aspecto muy afortunados”. Creía Ortega que, si no se corregía la tendencia que se evidenciaba, se podría llegar a “crear un «estado de derecho» de magnífica apariencia liberal, de exterior respeto a la soberanía popular, mientras que, latente, pero eficiente, seguiría existiendo un lamentable «estado de hecho», destructor del anterior, pura mentira escenográfica. Luchemos, por lo tanto, con sinceridad y generosidad por que triunfe la verdadera República democrática” (ORTEGA Y GASSET, J., “La nueva política republicana”, La Tarde, 22 de octubre de 1932).
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antigua estructura ya que el régimen terminaría por eliminarlas como un organismo sano elimina un abceso. Pero lo intolerable es que nadie pueda pensar en que los nuevos partidos del régimen puedan nacer y funcionar bajo el signo del caudillaje. Esto significaría, sencillamente, una sublevación de los principios democráticos, una especie de reflorecimiento de los partidos monárquicos y, por lo tanto, una solución de continuidad de la política borbónica. Hay quien supone que basta contar con un hombre más o menos afortunado, a quien las circunstancias hicieron un momento eje de la política republicana para que a su alrededor se forme un partido de carácter nacional, sin programa concreto, que oscile a la derecha o a la izquierda, según las fluctuaciones de la lucha política. El Poder daría entonces lo que no diesen los programas y las ideas: un partido formado al conjuro del mando, nutrido por la influencia oficial y el interés privado, que trasplantase a la República los procedimientos de la Monarquía. En ese caso el régimen no elevaría ni un milímetro el nivel de la vida pública; no representaría una fuerza auténtica capaz de afirmar para siempre la dignidad civil del Estado; no educaría a la multitud en el ejercicio de sus derechos. Tendríamos de nuevo un pueblo ausente y escéptico, capaz de vender el voto o de someterse a las vilezas de una dictadura personal.
Si se quiere dar al régimen un perfil moderno y una conciencia en plenitud, se trata, por el contrario, de establecer una democracia orgánica, donde los grupos sociales tengan en la política una participación real y donde el individuo se integre con más fervor cada día en la dinámica de los partidos. Los partidos políticos son conductores de opinión; por eso tienen que formarse y funcionar con responsabilidad y disciplina, alrededor de ideas muy claras y explícitas, atendiendo preferentemente a la formación de una conciencia política que en nuestro país vive aún en estado embrionario”35.
Si seguía imperando el caciquismo en buena parte del país y si los partidos políticos no eran más que estructuras conformadas “alrededor de una figura política, inspirados por una sola voluntad, dirigidos por la supuesta infalibilidad de un caudillo que varía y modifica libremente las orientaciones del grupo, sin contar para nada con la voluntad general”, tampoco es de extrañar que continuaran desarrollándose otros elementos característicos del viejo régimen canovista. Uno de estos elementos era la crisis política permanente en la que se debatían las clases dominantes.
Ya vimos en el capítulo anterior los grandes problemas que en los últimos años de la monarquía se habían planteado a la hora de conformar gobiernos mínimamente estables, problemas que reaparecieron con crudeza tras la caída de Primo de Rivera. La República tenía como una de sus principales misiones la de conseguir una solución para este fundamental problema. Se trataba de articular partidos “modernos” que se alternaran en el gobierno del país y que proporcionaran la ansiada estabilidad que garantizase la preservación del sistema de dominación socioeconómica. Pero los intentos fracasaron, y la inestabilidad política –como ha señalado, entre otros, Juan J. Linz– fue uno de los rasgos característicos de esta etapa. Sobre una base semifeudal no
35 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “El peligro oligárquico”, La Tarde, 17 de noviembre de 1932.
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pueden prosperar ni funcionar instituciones democráticas y liberales. El Gobierno que más consiguió perdurar, tras la aprobación de la Constitución, fue el de Azaña, durante el primer bienio: duró un año y medio. En junio de 1933 se produjo la crisis, presentando Azaña su dimisión y constituyéndose otro gobierno, de nuevo con Azaña al frente, que duró tres meses más. A continuación Alcalá-Zamora, asumiendo el papel que en la Restauración jugaba el Rey, entregó el poder a Lerroux, cuyo gobierno duró menos de un mes36. Lo sustituyó Martínez Barrio, que hizo las elecciones que ganaron las derechas. Su gobierno duró dos meses. Volvió al poder Lerroux, que conformó un gobierno que se mantuvo durante tres meses y medio, hasta que se produjo la división del partido radical, dimitiendo Martínez Barrio y el tinerfeño Lara y Zárate. El nuevo gobierno de Lerroux aguantaría dos meses más. Ricardo Samper, del mismo partido radical, gobierna durante el largo período de cinco meses, cayendo en octubre de 1934. De nuevo entra a la presidencia del gobierno Alejandro Lerroux, encabezando un gobierno que debe reestructurarse a los tres meses y medio, en enero de 1935, luego dos meses después, en el mes abril, y por tercera vez en mayo37. Con todas estas reestructuraciones ministeriales consigue llegar Lerroux al frente del gobierno hasta septiembre de 1935, cuando es sustituido por Joaquín Chapaprieta. La reestructuración llega un mes después, en octubre, y la caída de Chapaprieta, en diciembre. En ese momento, la crisis política recuerda a la que había al final de la Restauración y tras la caída de Primo de Rivera. Las dificultades del Presidente Alcalá-Zamora para hallar algún jefe político que aceptara formar gobierno eran muy grandes. Alcalá Zamora ofrece el gobierno, de nuevo a Chapaprieta, que lo rechaza, y luego a Martínez de Velasco, que también lo acabó rechazando después de un tiempo de consultas. Entonces se le ofrece la oportunidad a Miguel Maura, que lo rechazó igualmente tras comprobar que no contaba con suficientes apoyos. Se le vuelve a ofrecer el gobierno a Chapaprieta, cuyos intentos fracasan. Por fin, Alcalá-Zamora llama a Manuel Portela Valladares que es el que al final afrontó la ardua tarea de formar un gobierno y disolver las Cortes para unas nuevas elecciones. El gobierno de Portela Valladares se hunde a los 15 días. La crisis política era absoluta. El segundo gobierno de Portela Valladares –constituido el 31 de diciembre de 1935– acaba un mes y medio después con su dimisión, tras las elecciones en las que triunfa el Frente Popular. La situación revolucionaria que se
36 En este Gobierno había dos diputados canarios: Antonio Lara y Zárate, de Tenerife, y Rafael Guerra del Río, de Gran Canaria, ambos representando al partido republicano radical.
37 En octubre de 1934 entró el tinerfeño Andrés Orozco Batista al Ministerio de Industria y Comercio.
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arrastraba, al menos, desde 1917, no sólo no se había apaciguado durante los cinco años que duró la República sino, todo lo contrario, se había agudizado cada vez más. El fracaso de la reestructuración estatal que comenzara en abril de 1931 no podía ser más claro. Y la causa de este fracaso –casi sobra recordarlo– fue, principalmente, de las clases populares, de los obreros y campesinos españoles, cuyo desencanto con la República crecía cada día que pasaba, lo que se traducía en el aumento de la frecuencia y virulencia de los conflictos sociales y políticos, de las huelgas obreras, de las luchas por la tierra38. Y a la agudización de los conflictos siguió la agudización de la represión, de la represión republicana contra las clases populares.

3. LA INSTAURACIÓN DE LA REPÚBLICA EN TENERIFE
Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 se resolvieron en Tenerife de forma favorable a los caciques. En 16 municipios (el 50% del total39) no tuvo lugar la elección, resultando elegidos los candidatos por el artículo 29 de la ley electoral de 1907, lo que indicaba que, a nivel local, seguían en pie las viejas estructuras políticas de la Restauración canovista40. Según denunció el órgano republicano El Progreso,
“en muchas localidades se recurrió a todos los procedimientos para evitar que elementos de izquierda participaran en las futuras corporaciones municipales. Se entorpeció la proclamación de los candidatos de izquierda y así pudo ser factible que la proclamación de concejales se efectuara por el artículo 29, repartiéndose los puestos, a espaldas del pueblo y contra la voluntad de gran parte, por lo menos, de éste, los caciques que sobrevivieron al período dictatorial enchufándose discretamente al poder primorriverista, para ahora volver a sojuzgar a los pueblos y a maniobrar con sus destinos y caudales”41.
38 La característica más sobresaliente de la situación actual de España la constituye el fuerte y tempestuoso desarrollo del movimiento revolucionario de masas en todas partes del país. La agudización de los antagonismos de clase transcurre entre una ola permanente de lucha de masas, de choques, de huelgas obreras, de acciones de parados, de ocupación de tierras, de levantamientos campesinos.
A pesar del terror sangriento, de los fusilamientos, de las detenciones, de las deportaciones, de los encarcelamientos y crueldades sin nombre contra los obreros y campesinos revolucionarios, el Gobierno republicanosocialista no logra acallar ni contener este grandioso movimiento revolucionario de masas. No existe una sola provincia o región donde últimamente no se hayan desarrollado luchas revolucionarias” (PCE, Por la tierra, el pan y la libertad..., op. cit., p. 14).
39 En la provincia de Las Palmas, fueron proclamados por el artículo 29 el 77% de las corporaciones municipales (MILLARES CANTERO, A., La segunda república y las elecciones en la provincia de Las Palmas, 1982, p. 29).
40Esto sucedió en Adeje, Arafo, Arico, Arona, Buenavista, Garachico, Granadilla, La Guancha, La Matanza, Realejo Bajo, San Juan de la Rambla, San Miguel, Santiago del Teide, El Sauzal, Los Silos, El Tanque y La Victoria. En el Puerto de la Cruz, también por el artículo 29, resultaron proclamados 17 concejales socialistas (en las elecciones municipales de 1922 ya resultaron elegidos, por el artículo 29, 7 concejales socialistas). En la Orotava se proclamaron por el artículo 29 los candidatos del segundo distrito (BOP, 13 de abril de 1931). En el Realejo Bajo hubo elección en el 2º distrito, en Icod el Alto.
41 El Progreso, 8 de abril de 1931.
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En el resto de los municipios, donde sí tuvieron lugar los comicios, también obtuvieron el triunfo las candidaturas monárquicas, con la excepción evidente de Santa Cruz –donde los republicanos ya habían ganado en las municipales de 192242– y de algún que otro pueblo como Guía de Isora. Una vez instaurada la República, hubo que celebrar nuevas elecciones en los municipios donde se había incoado expediente de protesta tras las elecciones de abril de 1931, quedando sin vigencia el famoso artículo 29, “ficción legal totalmente incompatible con el sentido democrático del régimen republicano”43. Estas elecciones se desarrollaron bajo el control de las comisiones gestoras nombradas por el nuevo Gobernador republicano44: primero viene el cambio político y luego el refrendo electoral; primero se nombra a las comisiones gestoras republicanas y luego éstas presidirán las elecciones en las que inevitablemente obtendrán el triunfo los republicanos. También en los ayuntamientos se practicaba, pues, la democracia a la inversa con la que se llevaban a cabo los cambios de gobierno en el país y que, de hecho, no era sino una pervivencia del antiguo mecanismo del sistema canovista de la Restauración45. Y, efectivamente, en todas las localidades en las
42 Santa Cruz de Tenerife fue, por tanto, una de las capitales de provincia de España en la que triunfó la candidatura republicana en las elecciones municipales de abril de 1931, cosa totalmente predecible y asumida por las clases dominantes de la isla desde finales de la Restauración. Distinto sería el caso de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, donde triunfaron los candidatos monárquicos.
43 Los municipios donde se repitieron las elecciones el 31 de mayo fueron Arico, Güímar, Icod, La Laguna, La Matanza, Orotava, San Juan de la Rambla, El Rosario, San Miguel, Santa Ursula, Tacoronte, Garachico, Candelaria, La Matanza de Acentejo, Tegueste, Vilaflor y la Victoria de Acentejo (El Progreso, 19 de mayo de 1931).
44 Tras la proclamación de la República se hizo cargo interinamente del Gobierno Civil el republicano santacrucero Antonio de Lara y Zárate, que algunos años después sería nombrado Diputado a Cortes. El 29 de abril toma posición el Gobernador Enrique Izquierdo Jiménez, amigo personal del Ministro Lerroux.
45 Aunque este es un tema que se sale de los límites de este trabajo, quisiéramos aprovechar para reflexionar sobre el hecho de que los gobiernos republicanos nunca fueron –salvo en febrero de 1936- el fruto de las elecciones, sino al revés. Primero se posesionó, en 1931, el gobierno provisional de republicanos y socialistas y luego ganó las elecciones la conjunción republicano-socialista. En 1933 entró en crisis el gobierno de izquierdas, ante el ascenso de las luchas populares y escándalos como el de la represión de Casas Viejas. Alcalá-Zamora fuerza la dimisión de Azaña y da paso a los gobiernos -sin participación socialista- de Lerroux y Martínez Barrio, que convocaron las elecciones a Cortes de noviembre de 1933. En estas elecciones son derrotadas las izquierdas (el PSOE pierde ¡exactamente la mitad de sus escaños, nada menos que 58!), evidenciándose que el cambio de rumbo había sido decidido antes de las elecciones y que éstas sólo vinieron a legitimar el giro derechista con el que se pretendía derrotar –ya que no había sido posible encauzarlo- al movimiento popular. La República seguía siendo un sistema parlamentario a la inversa, en el que el Presidente hacía las funciones que en la Restauración había desempeñado el Rey (Miguel Maura se refería a Niceto Alcalá Zamora como “Alfonso XIII y pico”). Por eso preocupaba tanto a la prensa republicana a qué gobierno daba el Presidente Alcalcá-Zamora el decreto de disolución de las Cortes, qué gobierno era el que iba a “presidir” las elecciones, porque según quién y cómo se presidieran habrían de ser los resultados. Las elecciones a Cortes de 1933 las ganaron la CEDA (115 escaños) y el Partido Republicano Radical (102 escaños), porque eran los resultados que más interesaban para sustentar el giro derechista que se había decidido dar a la República. Ciertamente, presidió las elecciones un radical, pero Gil Robles ya había expresado, antes de que se celebraran, su “convicción de que nuestra fuerza no será despreciada cuando se trate de presidir los
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que hubo que repetir las elecciones municipales, el triunfo fue para los candidatos republicanos y, en menor medida, socialistas46, registrándose algunas protestas por las “amenazas, coacciones y persecuciones” de que habían sido objeto algunos grupos no adictos al gobierno47. En el abrumador triunfo republicano –espectacular si se tiene en cuenta que los republicanos nunca habían tenido presencia significativa en la mayoría de las localidades rurales de la isla– intervinieron dos factores decisivos: por un lado, hubo localidades en las que se produjo el retraimiento total de las fuerzas políticas monárquicas, que dejaron el campo libre para sus tradicionales adversarios de ayer48; en otras localidades –como, por ejemplo, Tacoronte–, lo que ocurrió fue una rápida reconversión al credo republicano de las fuerzas que hasta el mes anterior habían venido actuando bajo las banderas de la monarquía alfonsina:
comicios”. Y, efectivamente, no fue despreciada. La misma forma de presidir las elecciones se utilizaría en febrero de 1936, ante la protesta de un sector de la prensa (La Tarde, 11 y 16 de enero de 1936). Cuando Alcalá-Zamora otorga a Portela Valladares el decreto de disolución de las Cortes se envía a Tenerife al nuevo Gobernador (Tomás Salgado Pérez), quien nada más llegar afirmó que venía “a presidir las próximas elecciones generales que se celebren, dentro de la mayor imparcialidad, aunque apoyando naturalmente la política de centro que representa el Gobierno actual” (La Tarde, 30 de diciembre de 1935, p. 8). El fracaso de los planes gubernamentales en estas elecciones demostraba la crisis del caciquismo y anunciaba ya la inevitabilidad del golpe de Estado militar.
“Los que, deseosos de presenciar escenas políticas cómicas, se han estacionado estos días en la ex plaza de la Constitución, habrían podido observar, como el que escribe esta líneas, el éxodo constante de caciques, caciquillos y caciquines, en ronda vergonzante por los alrededores del edificio que ocupa el Gobierno civil para aprovechar la ocasión de un enchufe que les
46 Los resultados fueron los siguientes: Arico: 12 republicanos; Candelaria: 7 republicanos y 4 monárquicos; Garachico: 7 republicanos y 5 socialistas; Güímar: 12 republicanos y 4 republicanos de la derecha; Icod: 11 republicanos y 7 socialistas; Matanza: 7 republicanos y 3 monárquicos; Orotava: 7 republicanos, 6 socialistas y 7 monárquicos indefinidos; El Rosario: 6 republicanos y 5 socialistas; San Juan de la Rambla: 11 republicanos tinerfeños; San Miguel: 10 republicanos radicales; Santa Ursula: 5 republicanos radicales, 2 socialistas y 4 republicanos de la derecha; Tacoronte: 14 republicanos tinerfeños; LaVictoria: 4 republicanos radicales y 7 de la coalición republicano socialista; Vilaflor: 2 republicanos radicales y 3 socialistas (no se constituyó la mesa en el primer distrito); Tegueste: Se produjo un tumulto en un colegio, llevándose la urna (El Progreso, 1 de junio de 1931).
47 Al constituirse comité central partido republicano social Tenerife en asamblea celebrada en esta ciudad con representaciones todos los pueblos isla, tengo honor ponerlo conocimiento V.E. testimoniándole firme adhesión República y Gobierno, recabando un trato igualdad en la próxima contienda electoral para lo cual rogamos orden Gobierno civil que guarde para nuestras fuerzas las consideraciones que merecen quienes lealmente sirven La República para evitar hechos como los ocurridos en numerosos pueblos de esta provincia, donde nuestros amigos sufrieron en últimas elecciones municipales amenazas, coacciones y persecuciones, sin que hallasen garantía de seguridad- Salúdale respetuosamente, Domingo Cabrera” (Telegrama remitido desde La Laguna al Presidente del Gobierno y al Ministro de Gobernación, 9 de junio de 1931, AHN, Sección Fondos Contemporáneos, Ministerio de Gobernación-Serie A, leg: 30 expte. 17).
48 Por noticias recibidas de la ciudad de Icod, sabemos que los elementos contrarios a las fuerzas del Partido Republicano Tinerfeño y Agrupación Socialista en aquella localidad, han decidido retirarse de la lucha electoral, dejando amplio camino a las fuerzas jóvenes verdaderamente republicanas y socialistas” (El Progreso, 28 de mayo de 1931).
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permita desempeñar cargos en las comisiones gestoras nombradas para aquellos municipios en que se formularon protestas contra la elección de concejales.
Hay que ver a los aspirantes y conocer su respectiva historia política, para convencerse de que se trata de una serie de zánganos, que ayer vitoreaban al salvador de la patria, en la persona de Primo de Rivera; más tarde, pulverizada la dictadura daban vivas a Berenguer y a don Ricardo, y hoy resultan unos perfectos republicanos, capaces de cantarle la Marsellesa al Arzobispado primado de Toledo.
(...)
Hemos presenciado casos y cosas curiosísimos. Concejales proclamados por el artículo 29, servidores de la dictadura, pretendiendo anular la elección para que se nombrase una Comisión gestora, de la que ellos formarían parte. Caciquines que siempre han «mariposeado» posando en la flor de más «fragancia», fuera cual fuere, y que pretenden posar en la corola tricolor que está de turno. Vividores de todas las épocas, desde aquella en que turnaban en el disfrute del poder Cánovas y Sagasta, a la en que formaron Gobierno Berenguer y Aznar, pasando por la de Dato, Maura, Canalejas y García Prieto, que van buscando un empalme para gobernar también con el régimen republicano”49.
Pero no en todos los municipios en los que no se habían celebrado las elecciones del 12 de abril se repitieron las elecciones el 31 de mayo. Hubo muchos –aquellos en los que no se había presentado protesta alguna– en los que continuaron ejerciendo el poder municipal los candidatos proclamados por el antiguo mecanismo caciquil del artículo 29. Para solucionar ese particular anacronismo se promulgó en diciembre de 1932 una Ley que, en su artículo 1º establecía que “dentro de los ocho días, contados a partir de la publicación de esta Ley en la «Gaceta de Madrid», cesarán en el desempeño de sus cargos aquellos Concejales elegidos en virtud de la aplicación del artículo 29 de la ley Electoral”. En esos Ayuntamientos, los concejales nombrados por el artículo 29 habrían de ser sustituidos por comisiones gestoras, hasta la celebración de nuevas elecciones50. En el debate parlamentario que tuvo lugar en las Cortes con motivo de la aprobación de esta Ley, se debatió si debían nombrarse comisiones gestoras –como finalmente se decidió– o si los concejales debían sustituirse celebrando directamente nuevas elecciones:
“Berenguer, por la Comisión, cita algunos casos de Ayuntamientos regidos casi en absoluto por monárquicos y dice que sólo se trata de nombrar comisiones gestoras que actúen hasta que se nombren concejales auténticos (Interrumpen los radicales). El orador prosigue, resaltando que en un pueblecillo de Levante se ha acordado recientemente rotular calles con los nombres de Alfonso XIII y Primo de Rivera.
Ossorio rectifica, abogando por el sufragio universal. Para el caso de ese pueblecillo, está la ley de defensa, dice. Lo que se propone es obrar en sentido dictatorial.
49 CASAS, Pedro de las, “¡Qué asco, señor; qué asco!”, El Progreso, 2 de mayo de 1931.
50 BOP, 20 de enero de 1933.
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Berenguer dice que la gestión de las comisiones gestoras puede ser fiscalizada por la prensa. Gil Robles exclama: Se la ha silenciado.
Don Miguel Maura manifiesta que el proyecto tiende a montar un tinglado favorable al ministerio. Añade que se han registrado ahora horrores caciquiles que han hecho buenos a los monárquicos.
Casares pregunta por qué se lo calló a su debido tiempo. Alberca afirma que los caciques se han hecho republicanos (Gran escándalo, increpándose los socialistas y los radicales). Martínez Barrio pide que se expliquen las frases que cree injuriosas. Lo hace Teodomiro Menéndez, diciendo que no se tuvo intención de ofender a nadie.
Alberca insiste en que a pesar de todo no podrá evitarse el predominio de los caciques51.
Finalmente, en abril de 1933 tuvieron lugar las elecciones municipales en aquellos pueblos que habían continuado regidos por los concejales designados en 1931 por el artículo 29 y que en ese momento estaban controlados ya por comisiones gestoras nombradas por el Gobierno Civil52. Como era de esperar, el triunfo volvería a sonreír en esta ocasión a las fuerzas republicanas –compuestas, en buena medida, por monárquicos conversos– y socialistas que respaldaba el Gobernador mediante sus comisiones gestoras53. Como vemos, los gobernadores civiles continuaron desempeñando durante la etapa republicana un papel similar al que habían desempeñado en el sistema canovista, al igual que sucedió en otros lugares del país54.
51 La Tarde, 7 de octubre de 1932 [los subrayados son nuestros].
52 Estas nuevas elecciones se celebraron en Adeje, Arafo, Arona, Buenavista, Granadilla de Abona, La Guancha, Puerto de la Cruz, Realejo Bajo, Santiago del Teide, Sauzal, los Silos y El Tanque. En La Gomera, se celebraron en los cinco municipios de la isla, y en La Palma, en los de Breña Baja, El Paso, Punta Gorda, San Andrés y Sauces y Tazacorte. En Gran Canaria, tuvieron lugar en Artenara, Valsequillo y Firgas, mientras que en Fuerteventura se celebraron en Puerto Cabras, Antigua y Pájara (La Tarde, 29 de marzo de 1933 y 21 de abril de 1933).
53 Los resultados fueron los siguientes: Arafo: 10 radicales; Arona: 7 republicanos conservadores y 4 obreros autónomos; Granadilla: 2 de Acción Republicana, 8 radicales socialistas, 2 radicales y 1 republicano conservador; Puerto de la Cruz: 13 socialistas y 3 radicales; Realejo Bajo: 2 radicales de Acción Popular y 3 independientes; Los Silos: 3 socialistas, 3 radicales, 3 indefinidos y 1 independiente; El Tanque: 3 radicales socialistas y radicales; Santiago del Teide: 9 radicales; Sauzal: 2 radicales socialistas, 7 radicales y 1 republicano autónomo; Adeje: 4 radicales, 4 socialistas y 3 radicales socialistas; Buenavista: 7 radicales socialistas, 3 agrarios y 1 radical (La Tarde, 2 de mayo de 5-1933, p. 2). El resumen de los elegidos en toda la provincia fue el siguiente: radicales: 75; socialistas: 44; radicales socialistas: 24; republicanos palmeros: 24; republicanos conservadores: 14; independientes: 12; indefinidos: 7; obreros autónomos: 4; Acción Republicana: 2; agrarios: 2; Acción Popular: 2; republicano autónomo: 1 (La Tarde, 2 de mayo de 1933, p. 2).
54 Alguna razón debía tener Gaceta de Tenerife cuando se quejaba en 1935 de que “nuestros municipios no representan actualmente la legítima voluntad popular, pues casi todos ellos son hechura gubernativa del Partido Republicano Tinerfeño, el que solo ha ido persiguiendo -¡valiéndose de su enchufista ministerialismo con todos los Ministerios!- llevar a las Corporaciones locales el mangoneo de su caciquismo político” (Gaceta de Tenerife, 13 de marzo de 1935, artículo editorial).
La importancia de los gobernadores civiles a la hora de apoyar el triunfo electoral de los candidatos ministeriales ha sido constatada también, entre otros, por Manuel Requena para el caso castellano-manchego (REQUENA GALLEGO, M., “Entre el caciquismo y la democracia: el comportamiento electoral en Castilla-La Mancha durante la II República”, op. cit., p. 452).
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Al finalizar este proceso, todos los Ayuntamientos de la isla contaban con corporaciones adictas a la nueva situación republicana que imperaba en el país55. Y lo mismo sucedió con el Cabildo Insular de Tenerife. La corporación que tomó posesión en abril de 1930, tras la caída de la dictadura, había sido designada de entre los consejeros que más “votos” habían obtenido desde las primeras elecciones del Cabildo. Por tanto, la componían políticos especialmente vinculados a las vieja política caciquil, entre los que figuraban el propietario Emilio Gutiérrez Salazar (Presidente)56, Ignacio Llarena y Monteverde, Antonio Martínez de la Peña, Ulises Guimerá y Tejera, Ramón Peraza Pérez, etc.57. Una vez proclamada la República, dicha corporación –lo mismo que las Diputaciones provinciales peninsulares– es inmediatamente sustituida por una comisión gestora nombrada por el Gobernador civil interino (Antonio Lara y Zárate). De ella formarán parte una serie de políticos republicanos y, en menor medida, socialistas, en los que la mayoría correspondería a los que representaban a la capital provincial. Al frente de esta primera comisión gestora se colocaría al santacrucero –nacido en La Orotava– Rubens Marichal López, que había sido concejal republicano de Santa Cruz en la época de la Restauración. Al poco tiempo, esta primera comisión gestora sería sustituida por otra conformada por miembros de las principales corporaciones municipales de la isla. Tras la renuncia de Marichal, la Presidencia de la primera corporación insular –constituida el 27 de abril de 1931– correspondería al comerciante republicano de Santa Cruz –de origen gallego– Maximino Acea Perdomo58. La republicanización acelerada de las instituciones políticas se completó con el nombramiento de Ramón Gil-Roldán como primer Presidente de la Mancomunidad Provincial Interinsular de Santa Cruz de Tenerife, que sustituirá al gran propietario villero Fernando Salazar y Bethencourt, que había ocupado el cargo durante la dictadura
55 En 1932 sólo había en toda la provincia de Santa Cruz de Tenerife 5 concejales declarados monárquicos entre 671 concejalías que componían las 54 corporaciones municipales existentes en Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro (Gobierno Civil de la Provincia de Santa Cruz de Tenerife, “Relación de los Ayuntamientos de esta provincia en la que se consigna la filiación política de los Concejales que integran a cada uno de ellos y vacantes que existen”, AGA, Sección Gobernación, Caja/leg: 62/1, Sig. Topogr: 44).
56 Fue sustituido al poco tiempo por el comerciante Américo López Méndez (El Progreso, 2 de mayo de 1930). Ver también AHN, FC, Ministerio de Gobernación-Serie A, leg: 13, expte. 4.
57 El Progreso, 7 de abril de 1930.
58 Además de Maximino Acea, componían esta comisión gestora, de Santa Cruz de Tenerife: Sebastián Castro Díaz (republicano), Tomás de Armas Quintero (republicano), Matías Molina Hernández (republicano), Pedro García Cabrera (socialista); del Puerto de la Cruz: Martín Pérez Trujillo (socialista); del Realejo Alto: Domingo Luis González; de Fasnia: Vicente Marrero González; de Guía de Isora, Francisco Rivero Barrios (El Progreso, 27 de abril de 1931).
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y nuevamente en 193059. La nueva comisión gestora de la Mancomunidad la formarían, además, Matías Molina Hernández, por el Cabildo de Tenerife; Dionisio Duque Fernández, por el de La Palma; Fernando Méndez Armas, por el de La Gomera; y Julio Quintero, por el Cabildo Insular de El Hierro60.
De esta forma, y en unos pocos días, Tenerife se había convertido, sin traumas ni oposición política de ningún tipo, en una isla completamente republicana61. ¿Cómo había sido esto posible? ¿Habían entregado pacíficamente el poder político los terratenientes semifeudales –base social principal del viejo caciquismo monárquico– a la burguesía republicana de Santa Cruz y a las pujantes fuerzas obreras socialistas para retirarse por completo del escenario histórico y político de la isla? Evidentemente, no. La razón que explica la actitud que adoptaron los grandes propietarios de la tierra y el agua de Tenerife en 1931 es la misma que explica el “regalo” del poder que le hicieron los monárquicos al Gobierno provisional republicano el 14 de abril. El hundimiento total del antiguo sistema político caciquil de la Restauración –ineludible tras el fin de la prórroga que supuso la dictadura de Primo de Rivera– y el gran ascenso experimentado por las luchas populares ponían sobre la mesa, como primer punto de la agenda, la necesidad de una reestructuración política total si se quería preservar el antiguo sistema de dominación socioeconómica. Las fuerzas caciquiles, que hasta ese momento habían disfrutado de una posición claramente hegemónica en el sistema político canovista de la Restauración isleña, optan por replegarse transitoriamente a un lugar relativamente más discreto. De esta forma, cedían el papel político protagonista a una burguesía comercial capitalina con la que habían estado coaligados sin excesivas contradicciones durante tantos años y que ahora era la llamada a llevar la voz cantante en el bloque de poder oligárquico de la isla62. El papel de los socialistas debía ser minoritario desde el punto de vista numérico –al igual que lo era en el Gobierno provisional63– pero su importancia política era cualitativamente grande, puesto que una de las cosas que se buscaban con la
59 Gaceta de Tenerife, 17 de abril de 1931, p. 2.
60 Gaceta de Tenerife, 16 de mayo de 1931, p. 2
61 Incluso en aquellos pueblos en los que se habían mantenido en el poder municipal las corporaciones elegidas por el artículo 29 de la ley electoral de 1907, el proceso de republicanización se había puesto en marcha también muy tempranamente. Las elecciones municipales de abril de 1933 servirían para refrendar legalmente tal proceso de reconversión política.
62 Coincidimos con Miguel Ángel Cabrera, cuando afirma que “es la burguesía comercial y exportadora la que lleva la iniciativa y es a sus más prominentes miembros a quienes corresponde en esta hora la planificación y ejecución de la política de su clase” (CABRERA ACOSTA, M. Á., La II República en las Canarias occidentales, op. cit., p. 139).
63 Los socialistas en el Gobierno provisional que se constituyó el 14 de abril no eran sino tres ministros, lo que representaba sólo un 25% del total de los miembros del gabinete.
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operación República era convencer a los obreros y campesinos de que el nuevo régimen era la solución que anhelaban para sus graves problemas y que sólo había que darle algo de tiempo. El dirigente comunista gomero Guillermo Ascanio explicaba claramente lo que había supuesto la instauración de la República para las clases dominantes:
“la proclamación de la República introdujo en Canarias una nueva disposición de fuerzas entre las clases dominantes y las dominadas. La dominación política de aquéllas se venía ejerciendo por medio de una serie de pequeños caciques asentados en los distritos rurales o en las capitales, pero cuya característica era siempre la independencia de unos con otros, ligados, cuando más, por lazos muy ligeros de «amistad» política. Esta dominación fragmentaria, aislada, sin conexiones, era demasiado débil para poder resistir el empuje de las fuerzas obreras, que iban naciendo gradualmente del desenvolvimiento económico operado en todas las islas en los últimos años. Por eso vemos que la burguesía al proclamarse la República, transforma la dominación caciquil, fragmentaria, en una dominación política centralizada a base del partido republicano” 64.
El liderazgo político de la clase terrateniente tinerfeña corresponderá en esta etapa al abogado portuense Andrés Arroyo y González de Chaves. Sus conexiones directas, familiares, con la oligarquía agraria (principalmente con la del valle de La Orotava) siempre habían sido muy estrechas. Además, tenía vínculos directos con la burguesía compradora más dinámica (sus lazos familiares y políticos con el comerciante, industrial y representante del Banco Hipotecario, Juan Yanes Perdomo, fueron siempre muy importantes) y él mismo era consejero en Tenerife de importantes empresas como el Banco de Cataluña65, Transmediterránea, etc. También tuvo siempre lazos estrechos con el capital extranjero, tanto con el británico como, especialmente, con el alemán. En el plano político, su participación directa en las instituciones de la monarquía había sido del máximo nivel: Diputado provincial entre 1909 y 1917 y Diputado a Cortes en 1920 y 1923. Todas estas características y circunstancias hacían de Andrés Arroyo una referencia fiable para las clases dominantes tinerfeñas en unas circunstancias históricas confusas e inciertas, por lo que al portuense correspondió marcar el camino que debían seguir las derechas –una fracción de los grandes propietarios– en el nuevo régimen.
La postura de Andrés Arroyo fue siempre muy clara y se expresó ampliamente en el manifiesto que publica la Gaceta de Tenerife –el órgano de la terratenencia semifeudal–
64 ASCANIO, Guillermo, “Significación y consecuencias de la huelga del puerto de Tenerife”, Espartaco, nº 102, 6 de agosto de 1932. Para la posición de los comunistas canarios ante la República, ver también CABRERA ACOSTA, M. A., La II República en las Canarias occidentales, op. cit., pp. 167-182; y José Miguel Pérez y el movimiento obrero canario (1930-1936), 1991.
65 El Progreso, 1 de noviembre de 1930.
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con motivo de las elecciones a Cortes constituyentes de junio de 1931: “posición francamente democrática” y “acatamiento a la República instituida; para ofrecer mi modesta cooperación a la obra de su consolidación dentro de normas jurídicas”66. El mensaje al caciquismo rural no podía ser más claro: no había que disputarle al partido republicano tinerfeño el triunfo electoral, un triunfo que contaba, por otro lado, con el mismo apoyo gubernamental con que había contado Arroyo en sus días de candidato ministerial monárquico al Congreso de los Diputados. El partido republicano era el que debía ganar las elecciones, ofreciendo Arroyo su nombre “para uno de los dos puestos que el Gobierno Provisional de la República ha señalado a las minorías si es que estos puestos son respetados”:
“Instaurada, pues, la República, no sólo la he acatado sino que la serviré en las funciones de colaboración para consolidarla; que interés de todos es, además, el de contribuir a asentarla sobre sólida base jurídica, no sólo para la seguridad de la paz y del orden sino también para rodearla de garantías, y que responda al concepto liberal y democrático, de que debe ser y es el Gobierno de los españoles para los españoles, y no el Gobierno de un grupo sólo para una clase...”67.
El 12 de julio tuvo lugar en el Hotel Orotava, en Tenerife, un acto de homenaje para celebrar el triunfo electoral de Andrés Arroyo y González de Chaves en las elecciones a Cortes constituyentes de junio de 1931. En dicho acto, Arroyo pronunció un interesante discurso en el que explica detalladamente su interpretación sobre el momento histórico que se estaba viviendo a nivel nacional e internacional, destacando la necesidad que tenían las clases dominantes españolas de adaptarse a los nuevos tiempos que corrían: “siempre las formas de gobierno serán accidentales”; la República hoy es la solución política del problema agudo que hemos tenido planteado”. Al final del discurso Arroyo expresa su gran admiración por Alejandro Lerroux, un político que “en estos momentos
66 Coincidía Arroyo con la opinión que estaban expresando otros representantes cualificados de la terratenencia semifeudal. En una carta remitida por Félix Benítez de Lugo al propietario villero Juan Cullen Machado, se dice: “Querido Juan: Próximas ya las elecciones para las Cortes constituyentes, de nuevo acudo a tu bondad para interesar tu valioso apoyo en pro de mi candidatura, que no dudo me prestarás con el mayor entusiasmo, hoy más que justificado si se tiene en cuenta que en estas Cortes se va a dilucidar la suerte y el porvenir de los españoles. Adscrito a la derecha de las filas republicanas, defenderé la consolidación del nuevo régimen, pero sobre bases de derecho, de orden y de justicia, rechazando extremismos demoledores y corrosivos. Gracias mil y mil y un fuerte abrazo de tu siempre affmo. y buen amigo” (carta de Félix Benítez de Lugo a Juan Cullen Machado, Madrid, 10 de mayo de 1931, Archivo Cullen, sig: 2.350). En una carta remitida por el diputado y senador albista Antonio Izquierdo Vélez a al liberal güimarero Aníbal Hernández Mora, dos semanas después de la proclamación de la República, le dice: “creo que todos, pensando en España, debemos procurar que el régimen se consolide. Pensar en la vuelta de lo pasado es una locura. Ó esto arraiga ó al caos” (reproducida por GUIMERÁ PERAZA, M., Benito Pérez Armas, op. cit., p. 179-180).
67 Gaceta de Tenerife, 21 de junio de 1931, p. 1.
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de obscura incertidumbre, se convertía en “foco de vida y de luz” para la oligarquía tinerfeña68, lo que apuntaba hacia la consolidación de la alianza entre la terratenencia –representada por Arroyo– y la burguesía compradora de Santa Cruz, organizada en el Partido Republicano Tinerfeño que representaba Lerroux en la capital de la República. Las palabras de Arroyo –publicadas íntegramente por la Gaceta de Tenerife para que llegaran hasta todos los cacicatos rurales de la isla– resultan sumamente ilustrativas:
“Y se que vivimos en un momento de evolución trascendental porque no está sólo perturbada la ordenación de la Sociedad española. La borrasca es mundial, ha conmovido todo el planeta, ha penetrado por entre las grietas de la organización social económica y política de la edad moderna, socavando sus cimientos y arrancando hasta las instituciones seculares cuando los que las mantenían perdieron la aptitud de la adaptación, en lo cual precisamente estriba el éxito del arte de bien gobernar.
Ni un solo Estado de Europa se mantuvo en la inmutabilidad constitucional. Todos se dieron cuenta del momento evolutivo y todos se plegaron a las necesidades de la modificación. Una nación, como Bélgica anticipándose al momento con la modificación parcial otras, como Alemania, Grecia y Turquía estructurando una nueva Constitución como consecuencia de los trastornos de la Guerra Europea y otras, como Estonia, Polonia, Checoslovaquia y Austria formando nuevas estructuraciones constitucionales en consonancia con los tiempos en que vivimos, y hasta la misma Italia con el fascismo, y Rusia con el bolchevismo viviendo de espalda a toda teoría constitucional para crear un absolutismo aunque con diferente forma, pero conducente a enfrentarse con el problema de la modificación de la Constitución de los diferentes países.
Sólo España quiso estacionarse ante el movimiento, desentendiéndose de la ola evolutiva que pasaba por el Mundo; y por eso ha venido el actual momento revolucionario que pudiéramos decir que comenzó en 1917, cuando surgió la huelga del Norte y brotó la Asamblea de Parlamentarios de Cataluña, a lo que siguió el Estado caótico que culminó en los sucesos de Barcelona. La Dictadura fue en medio de aquella situación un brote defensivo de las fuerzas siempre ocultas de la reacción social que salía al encuentro del proceso para detenerlo. La desaparición de la Monarquía no se debió al espíritu bélico y revolucionario de los partidos sino a causas profundas de un proceso de biología política. La instauración de la República ha sido también un brote de evolución natural del proceso histórico que viene desarrollándose en las entrañas mismas de la sociedad. No es un triunfo de un partido que tras de la barricada ataca y toma el alcázar del Poder; fue un anhelo social, concentrado durante algún tiempo por la Dictadura y que desarrollándose con fuerza expansiva después se dilató por España, tomando posesión del Estado para organizarlo democráticamente, viniendo a ser en este sentido una válvula abierta para contener las fuerzas de la explosión que de todos modos hubiera surgido inevitablemente. No se crea por tanto que asistimos sólo a un cambio de forma de Gobierno; la trascendencia no está en eso. Las formas de Gobierno son, en cierto modo, la parte adjetiva del Estado; son el hábito de la organización oficial, son la parte externa de un idealismo político. La evolución es más honda, es mundial, afecta al contenido y
68 Al día siguiente publicaba el órgano republicano lerrouxista El Progreso unas declaraciones de Arroyo en las que afirmaba que Lerroux “es una esperanza para los que deseamos la redención de la Patria” (El Progreso, 13 de julio 1931). La conversión de Andrés Arroyo al republicanismo no había sido especialmente criticada por la burguesía republicana, que valoraba positivamente –según se decía- el hecho de que éste no había apoyado abiertamente la dictadura de Primo de Rivera, no habiendo militado en la Unión Patriótica ni integrado en el Somatén, como sí sucedía en otros casos que también se preparaban para la reconversión republicana (El Progreso, 19 de mayo de 1931).
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a la sustancia jurídica del Estado, a su propia esencia, porque se trata de suprimir el imperio de una clase, de una casta, de una oligarquía. España desea y quiere ser una ordenación jurídica democrática, donde todas las clases se reflejen.
Las formas de Gobierno son importantes, pero no son nunca esenciales. El absolutismo y la demagogia caben, cualquiera de ellas, en Repúblicas y en Monarquías. Puede discutirse, puede defenderse que tal o cual forma de Gobierno, atendidas las circunstancias del país, de hábitos de ciudadanía personal, de caracteres, de lugar o de tiempo sea más o menos adecuada para la realización del derecho y para el mejor gobierno, pero siempre las formas de gobierno serán accidentales entrañando un grave error el confundirlas con la Patria. Yo, que nunca he confundido el Estado con la Nación, menos he podido incurrir en el error de confundir la forma monárquica o la forma republicana, con el sentimiento de la Patria.
La República hoy es la solución política del problema agudo que hemos tenido planteado; y es sin duda alguna además el medio más adecuado para instaurar hoy un verdadero régimen democrático; pero no se olvide que lo importante es impregnar con las esencias democráticas la Constitución, llevar un verdadero espíritu de justicia a las leyes, un sentimiento de responsabilidad a los gobernantes, una absoluta confianza en el respeto a las garantías de todos los derechos y de todos los ciudadanos. Esa es la esencia; ese ha de ser el contenido político del nuevo Estado jurídico constitucional instaurado en España, porque las formas de Gobierno son medios para bien gobernar, y no un fin. La Patria es algo más elevado69”.
Resulta muy interesante comprobar en las páginas de la Gaceta de Tenerife, como la fracción terrateniente de las clases dominantes tinerfeñas que se hallaba representada por el órgano católico –una parte del viejo caciquismo monárquico–, aceptaba de buen grado el resultado de las elecciones a Cortes Constituyentes de 1931. Desde antes de que se celebraran los comicios, tenían muy claro que el triunfo habría de corresponder a la candidatura republicana que impulsaba el Gobernador civil, amigo de Lerroux. Siguiendo la posición públicamente expresada por su dirigente Arroyo, únicamente aspiraban a que se respetara el acta de aquel, en el puesto que se continuaba reservando para las minorías, otra particular herencia del sistema canovista70. Se advierte implícitamente que había un pacto y que los terratenientes aceptaban los términos del mismo. De esta forma, la candidatura de las derechas sólo contó en estas elecciones con el propio Arroyo, que fue el único candidato que se apoyó desde las páginas de la Gaceta. No lucharon, pues, sino por éste puesto, dejando el resto del campo despejado para que lo ocuparan los cuatro candidatos republicanos y el candidato socialista71.
69 Gaceta de Tenerife, 14 de julio de 1931, p. 1 y 2.
70 En La Tarde del 12 de febrero de 1936, p. 3, viene la relación de todas las circunscripciones de España, con los puestos que en cada una de ellas se reservaban para las mayorías y para las minorías. En la Circunscripción de Santa Cruz de Tenerife eran 4 puestos para las mayorías y 2 para las minorías. En Las Palmas eran 4 para las mayorías y 1 para las minorías.
71 Resultaron elegidos, por la provincia de Santa Cruz de Tenerife: Alejandro Lerroux García, radical (no llegó a ocupar el escaño, puesto que también salió elegido por Madrid, siendo sustituido, por elección parcial celebrada el 5-10-1931, por Ramón Gil-Roldán y Martín); Antonio de Lara y Zárate, radical;
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Ciertamente, la oligarquía terrateniente podía haber luchado contra los planes gubernamentales, aprovechando los mecanismos caciquiles que, como se había demostrado el 12 de abril, todavía controlaban en los pueblos. Pero las circunstancias históricas y políticas no lo aconsejaban en absoluto, como bien había remarcado Arroyo72. Lo que ahora tocaba a la oligarquía era apartarse, parcialmente, hacia un lado, para que la responsabilidad de sacar el barco a flote fuera asumida por la burguesía. Y eso fue lo que hicieron, facilitando el triunfo electoral del Partido Republicano Tinerfeño, un partido que, por su parte, no aspiraba sino al triunfo de sus cuatro candidatos, por lo que dejaba la puerta abierta a que se verificara la elección de Arroyo en el sexto y último puesto disponible, tras el socialista Domingo Pérez Trujillo73.
Alonso Pérez Díaz, radical; Andrés Orozco y Batista, radical; Domingo Pérez Trujillo, socialista; y Andrés de Arroyo y González de Chaves, agrario, independiente. (El Progreso, 30 de junio de 1931).
4. LA CONTINUIDAD DEL CACIQUISMO EN TENERIFE DURANTE LA ETAPA REPUBLICANA

Hemos visto en el epígrafe anterior que la fracción de las clases dominantes que se hallaba representada periodísticamente por el diario católico Gaceta de Tenerife –asumiendo la representación de la derecha republicana– facilitó conscientemente el triunfo del Partido Republicano Tinerfeño, al aspirar solamente al acta de Arroyo. Esto no significa, sin embargo, que la participación del viejo caciquismo rural en esas primeras elecciones a Cortes republicanas se haya limitado a garantizar el triunfo de aquél. Si así hubiese sido, podríamos ahora afirmar, efectivamente, que el caciquismo tinerfeño había jugado en estas elecciones un papel muy secundario y que las elecciones habían sido, en buena medida, una expresión sincera de la voluntad popular. Sin embargo, Arroyo no representaba más que a una fracción de la terratenencia. Otra parte de dicha clase tendía a decantarse por la colaboración activa con el propio Partido Republicano Tinerfeño. De este modo se intentaba superar la fragmentación política que imperaba desde el hundimiento del sistema canovista mediante la vía de la integración de las dispersas y desorientadas banderías caciquiles en las estructuras del partido
72 Lo mismo sucedió en la circunscripción electoral de Las Palmas, donde la victoria de la izquierda en las constituyentes se debió a la no beligerancia frontal del antiguo caciquismo leonino, que aceptó dar una oportunidad para solucionar la crisis política y social a la opción reformista (MILLARES CANTERO, A., La segunda República y las elecciones en la Provincia de Las Palmas, 1982, p. 32).
73 La interpretación que hemos hecho de la figura de Andrés Arroyo y González de Chavez coincide con la que hiciera en 1990 Miguel Ángel Cabrera, en su etapa de historiador marxista (CABRERA ACOSTA, M. A., Las elecciones a Cortes durante la II República en las Canarias occidentales, 1990, pp. 17-30).
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republicano, un partido cuya dirección se ejercía, ahora sí, desde la capital provincial74, pero que estaba necesitado de unas sólidas bases rurales que nunca antes de la República había tenido a su disposición. La prensa republicana denunció en un primer momento –luego dejaría de hacerlo– el desembarco masivo que estaba teniendo lugar en el Partido Republicano Tinerfeño por parte de los que hasta abril de 1931 habían conformado las banderías caciquiles que sustentaban a la monarquía alfonsina:
“No estaría mal que los monárquicos arrojaran por la borda todos sus resabios realistas, dinásticos, primorriveristas, etc., y con franqueza se pusieran al servicio de la República Española como meros –en esto de meros no hay alusión; que conste– soldados, hasta que purguen sus culpas y limpien su alma y su conciencia de todo barro y lleguen a inspirar confianza a los republicanos históricos.
Lo que nos parece rematadamente mal es que elementos de recalcitrante derechismo pretendan ingresar –y peor que se les abra paso– en los partidos izquierdistas históricos, con la condición de que continuarán sosteniendo su cacicato y que serán jefes o desempeñarán cargos políticos.
Si esto se acepta es una «primada», que se da a los izquierdistas puros; una postergación desmoralizadora y vejatoria para los de nuestra acera, que podría acarrear muchos disgustos, enfriamientos, retiradas y escisiones.
Como soldados, podríaseles admitir; como jefes con mando, no; con mando y aspiraciones de figurar en la cabeza porque cuentan con 20, 30, 100 o 500 votos, que a veces en estas cantidades hay que suprimirles unos cuantos ceros para que se aproximen un poco a la realidad. Esos señores que ahora sienten ansias de «hacerse» republicanos debieran congregarse y formar la derecha de la República. Y dejar en paz a los republicanos puros, históricos. Es lo más discreto; discreto política y personalmente. ¿Nos explicamos?”75.
En uno u otro partido, lo cierto es que las facciones caciquiles de los distintos municipios, mediante las cuales ejercían el poder político las oligarquías rurales que monopolizaban los recursos económicos y subyugaban a los campesinos, no podían quedarse al margen de la nueva situación política que se había instaurado en España76. Su objetivo había sido siempre el ejercicio del poder, en beneficio propio y en detrimento de las facciones rivales. Y ese había de seguir siendo su objetivo. Las ideologías y los programas no importaban lo más mínimo. No habían importado –como ya hemos visto– en plena época canovista y no habían de importar ahora que se había producido un simple cambio en el sistema de Estado. Los dirigentes de los partidos
74 Recuérdese que la política en el sistema canovista –como vimos en el capítulo anterior- se dirigía principalmente desde las áreas rurales, desempeñando la capital un papel absolutamente secundario.
75 “Señores, formad la derecha de la República”, El Progreso, 23 de mayo de 1931.
76 En muchos municipios la República supuso un simple cambio de nombres en la dirección de la política local, y en bastantes casos ni siquiera los nombres fueron distintos: los antiguos caciques liberales, tras su breve tránsito por la efímera Unión Patriótica, se incrustaron en la maquinaria de unos flamantes partidos creados para perpetuar sus privilegios” (MILLARES CANTERO, A., La segunda República y las elecciones en la Provincia de Las Palmas, op. cit., pág. 8).
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republicanos debían saber bien que el mantenimiento de su hegemonía insular no podía depender solamente de las fuerzas –burguesas, pequeño burguesas y obreras77– que fuesen capaces de movilizar en la capital, donde sólo residía el 27% de la población de Tenerife78. Necesitaban el sustento del campo semifeudal, donde los grandes propietarios se erigían en verdaderos amos y señores de vidas y haciendas basándose en una estructura de dominación económica y social que no había sido debilitada en absoluto por los gobiernos republicanos79. Coincidimos, de nuevo, con Cabrera Acosta cuando plantea que el caciquismo
“no desaparece del proceso de configuración del Partido Republicano Tinerfeño ni de la vida política y electoral, pudiéndose afirmar que el radicalismo irá expandiendo territorialmente sus dominios mediante un uso intensivo de los viejos armazones caciquiles, pues aunque impera la conciencia de sus limitaciones como mecanismo de dominación política, también la tiene de su valía en determinados lugares de las Islas y de los riesgos que entraña su erradicación brusca y el vacío subsiguiente”80.
Pero los jóvenes republicanos se alarmaban al comprobar que la nueva República estaba dispuesta a sustentarse, si era necesario, en las mismas fuerzas caciquiles que teóricamente había venido a combatir. Así, en un artículo publicado en el semanario republicano Proa en junio de 1931, se planteaba:
“Las próximas constituyentes que formarán el estatuto nacional, serán –de no conjurar a tiempo el peligro– la representación genuina de grandes sedimentos indeseables, de grandes núcleos viciados que pueden retardar para siempre la verdadera revolución española.
Todos los días advienen al campo republicano las mesnadas inmorales que sostuvieron el régimen borbónico. Todos los días se nutren las filas de esa derecha republicana con los detritus del caciquismo, de la oligarquía y de los mismos intereses creados que formó la Monarquía, como su más fuerte baluarte. La República no ha destruido aquellas alambradas construidas por el régimen caído; más bien, les ha dado calor, las ha admitido en su seno, ha contribuido a fomentarlas y, este es el dolor nuestro, piensa apoyarse y valerse de ellas para formar la representación mayor en las Constituyentes.
77 En Santa Cruz es precisamente donde los republicanos logran tener una mayor influencia política sobre las masas obreras, y es a base de esa influencia como logran consolidar sus posiciones dominantes en toda la provincia” (ASCANIO, Guillermo, “Significación y consecuencias de la huelga del puerto de Tenerife”, op. cit).
78 También en el caso de Gran Canaria –como afirma Agustín Millares- “los republicanos tuvieron que abrir sus puertas a los «republicanos de la víspera» para poder introducirse en el campo” (MILLARES CANTERO, A., La segunda República y las elecciones en la Provincia de Las Palmas, op. cit., p. 32).
79 Sr. Don Juan Cullen después de saludarle paso a desirle como me hallo parado sin travajo y con tres hijos y me obliga a desirle que si V. me puede socorrer con algo sabiendo que yo a botado por ustedes y favor que le agradecerá su S. S. Sebastián Regalado Hernández (Carta de Sebastián Regalado Hernández a Juan Cullen Lugo, recibida el 2 de marzo de 1936, Archivo Cullen, sig: 5.310).
80 CABRERA ACOSTA, M. A., La II República en las Canarias occidentales, op. cit., pp. 125-126.
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Es, pues, necesario, decir esto por doloroso que sea. Hasta hoy la República nos ha defraudado. Nosotros creímos, acaso ingenuamente, en un cambio radical de procedimientos en el gobernar. Nosotros pensábamos que la República no serviría para sostener los mismos intereses, la misma máquina caciquil, el mismo tinglado de inmoralidades que instituyó la Monarquía81.
Las denuncias y testimonios que nos ofrece la prensa republicana y socialista de esos años sobre el proceso de reconversión del antiguo caciquismo monárquico de la isla son tan numerosos como explícitos, mostrando la diversidad de las opciones escogidas, sobre todo en los primeros momentos de la reestructuración, por las diferentes banderías82. En Tacoronte, según parece, se optó en un principio por la constitución del Partido Republicano Social, partido que acaudillaba desde La Laguna Domingo Cabrera Cruz83. Desde Proa se indica que los componentes de este partido en los pueblos “son los antiguos caciques que alistados en este tercio pretenden engancharse en el Poder” y que, en el caso de Tacoronte, lo conformaban “los amigos de Domínguez Ramos84. En el caso de Adeje, la republicanización del antiguo caciquismo fue liderada por el concejal Manuel Trujillo Pérez, que había sido administrador de las dos grandes empresas latifundistas del municipio: la Casa Fuerte y la Fyffes Ltd85. Trujillo era concejal antes de las elecciones del 12 de abril y en esos comicios fue nuevamente proclamado por el artículo 29 de la ley electoral:
81 “El peligro futuro”, Proa, nº 10, 6 de junio de 1931.
82 Al advenimiento de la República se dispersaron las huestes inconexas de la Dictadura. Se formaron multitud de partidos y por raro fenómeno algunos de los más estridentes en sus normas y en sus postulados se nutrieron de los elementos fugitivos de aquella desbandada. Muchos dictatoriales y somatenistas, y otras gentes que por falta de afición nunca fueron políticas, abrazaron alegremente la doctrina socialista sin percatarse a fondo de lo que hacían y sólo pensando en que se trataba de una organización de porvenir. Poco a poco, después de que se fueron las serenando las aguas tumultuosas, se ha ido verificando el natural proceso de sedimentación y cada mochuelo va encontrando el olivo que mejor conviene a su verdadero temperamento y a la idiosincracia que le es propia” (“Necesaria reorganización de los partidos políticos”, artículo editorial, La Tarde, 15 de marzo de 1934).
83 Domingo Cabrera Cruz había militado en las huestes liberales de Benito Pérez Armas, pero rompe con aquél con motivo de su apoyo a la Dictadura de Primo de Rivera (GUIMERÁ PERAZA, M., Benito Pérez Armas, op. cit., pp. 155-156). En Icod encabezaban este partido, entre otros, Francisco Arencibia y Antonino Pérez Díaz, importantes productores plataneros que ocupaban el 3º y el 5º puesto, respectivamente, en la relación de mayores contribuyentes de esa localidad (Manifiesto del Partido Republicano Social Tinerfeño, Icod, 27 de mayo de 1931, Archivo Municipal de Icod de los Vinos). En junio de 1931 fue designado Presidente del partido Arturo Ballester y Martínez-Ocampo (El Progreso, 8 de junio de 1931).
84 Proa, nº 10, 6 de junio de 1931. En El Progreso se afirma, con respecto al mismo tema: “ya estos buenos señores no son MONARQUICOS y mucho menos republicanos de derechas. Han dado un salto colosal, son nada menos que ¡SOCIALISTAS! y no llegaron a comunistas por que les dio VERGÜENZA, por que si no hubiese sido esto hubieran dado el salto mayor” (“A los ciudadanos de Tacoronte”, Faikán, El Progreso, 26 de mayo de 1931).
85 Además, Manuel Trujillo era el propietario de varias fincas de tomates, que explotaba indirectamente por medio de la aparcería (El Progreso, 18 de junio de 1931).
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“Ahora es republicano furibundo, concejal arroyista y mentor del alcalde señor Melo. Dirige el cotarro a la perfección. Le canta las cuarenta al secretario –que es una buena persona– y acusa las diez de últimas, con triunfos o sin ellos. Anda a la caza de votos para don Andrés, y aunque, a decir verdad, muñidor ha buscado el señor Arroyo, porque los electores que conocen el cebo trujillista, no pican el anzuelo aunque los maten”.(...) ”¡Ah, señor Izquierdo Jiménez!: Mientras Adeje sea un feudo del cacicato tacoronteril, no habrá orden ni sosiego en el vecindario. Es preciso licenciar a escape a ese cacique y a todos los caciques, grandes y pequeños, porque si el régimen republicano tolera la intromisión de mandarines en los pueblos, vamos a perder la confianza que en la República hemos tenido y tenemos los buenos españoles”86.
Por su parte, la antigua facción liberal que acaudillaba Benito Pérez Armas realizó gestiones –según parece– para constituirse en sección insular del nuevo partido Acción Republicana, que se estaba organizando en Madrid en torno a la figura de Manuel Azaña:
“Desde hace días viene hablándose de la constitución definitiva en Las Palmas de un nuevo partido de Acción republicana, que dirige el expresidente del Ateneo de Madrid y actual ministro de la Guerra, Sr. Azaña.
La noticia está relacionada con la reciente visita del exdiputado a Cortes tinerfeño don Benito Pérez Armas, que durante la Dictadura de Primo de Rivera ingresó en la célebre Unión Patriótica, y ahora, al parecer, trata de constituir en Tenerife, como ya se anuncia en Las Palmas, la formación del Partido de Acción Republicana.
Llama grandemente la atención que los elementos que hasta hace tiempo pertenecían a los partidos conservador y liberal monárquico, al ingresar en el republicanismo, en lugar de hacerlo hacia la derecha republicana ingresen, nada menos que en la extrema izquierda, tan radical y avanzada como la Acción republicana que dirige don Manuel Azaña” (...) “...lamentaríamos que el partido azañista de Canarias fuese comandado por personas políticamente desacreditadas del viejo régimen, máxime por caciques odiados. El señor Azaña es acreedor a que sus lugartenientes en este Archipiélago tengan inmaculado su prestigio político”87.
Sobre la confusión existente en los inicios de este nuevo período histórico, cuando todas las facciones caciquiles de la isla se aprestaban a tomar posiciones para colocarse lo mejor posible en la nueva situación, se refiere el Gobernador civil de la provincia en un telegrama que remite en mayo de 1931 al Ministro de la Gobernación:
86 El Progreso, 9 de junio de 1931.
87 El Progreso, 28 de agosto de 1931. Dos años después veremos a Benito Pérez Armas como “promotor en la sombra” de Acción Popular Agraria, sin perder nunca sus buenas relaciones con el Partido Radical (CABRERA ACOSTA, M. Á., La II República en las Canarias occidentales, op. cit., p. 248). Aunque había pasado a un segundo plano de la escena política y no tenía cargos institucionales, el antiguo cacique Pérez Armas continuaba desarrollando los antiguos manejos caciquiles como si nada hubiese pasado. En una carta remitida a José Mesa y López en 1933, le informa de su papel a la hora de confeccionar la candidatura de las derechas a las elecciones de noviembre, y dice: “mi temor de que los candidatos entraran a cuchillo, unos con otros, se acentuó entonces y le telegrafié a Barreto para que se entrevistara con José Miguel Sotomayor y obtuviese que comunicara órdenes a La Palma para que ellos dos vinieran de allí con mil votos sobre los restantes candidatos, esto es, Cruz y Darias” (carta reproducida por GUIMERÁ PERAZA, M., Benito Pérez Armas, op. cit., pp. 206-207).
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“gran confusionismo entre nuevos grupos políticos que se forman sin definición clara ni adjetivación concreta respecto sectores representados en el Gobierno e ingresando en dichos grupos algunos elementos de muy dudoso republicanismo...”88.
Los periódicos situados en la órbita del Partido Republicano Tinerfeño denunciaban, principalmente, la infiltración caciquil que tenía lugar en los partidos políticos rivales, tanto en el Partido Republicano Social como en el que aglutinaba en torno a Andrés Arroyo al grueso de las derechas republicanas. Sin embargo, solían callar, por razones obvias, la que se estaba produciendo en sus propias filas. De este modo, la contrastación con las denuncias que se efectuaban desde los órganos socialistas y comunistas nos permite completar mejor el cuadro. En un artículo publicado por el Alcalde socialista del Puerto de la Cruz, Florencio Sosa Acevedo –que en 1936 resultaría elegido diputado a Cortes por el Partido Comunista–, se dice:
“Si, compañeros, sí; nuestra labor en el momento actual es deficiente, es poca, es muy pobre. Por falta de cohesión no hacemos labor de conjunto, labor sólida, bien orientada y eminentemente práctica.
Y nos estamos echando encima una responsabilidad grande; dejar la democracia en manos de traidores y traficantes que con el nombre de republicanos «radicales» se unen a los antiguos caciques para formar un bloque o alianza contra la clase trabajadora. Esta es la desdichada actuación del «lerrouxismo» en toda la isla de Tenerife, desde la capital hasta el último rincón. Y sobre las restantes islas pesa la mima maldición. Ayuntamientos republicanos, como el de Santa Cruz, que protestan de los atentados contra la guardia civil; pero que no tienen el valor ni la dignidad de consignar su repulsa por los crímenes y atropellos que esa misma guardia civil, obedeciendo el mandato del cacique, comete con los hijos del pueblo. Los «señorones» de siempre siguen teniendo «vara alta» en el gobierno civil”89.
En otro artículo publicado por el mismo órgano socialista, firmado por “Petardo” desde el Puerto de la Cruz, se insiste nuevamente en la integración de los antiguos caciques monárquicos en las filas del Partido Republicano Tinerfeño, del partido lerrouxista:
“En Tenerife, de hecho, estamos «en plena monarquía». Martín Rodríguez, el latifundista y cacique del Sur, tiene un puesto de la guardia civil a su servicio,
88 Telegrama del Gobernador civil de Santa Cruz de Tenerife al Ministro de la Gobernación, fechado el 26 de mayo de 1931 (AHN, Sección Fondos Contemporáneos, Ministerio de Gobernación-Serie A, leg: 30, expte. 13).
89 SOSA ACEVEDO, Florencio, “¡Compañeros. Seamos más socialistas, más revolucionarios”, El Socialista, órgano de la Agrupación de Santa Cruz de Tenerife, nº. 22, 4 de enero de 1932.
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con el visto bueno del Comité Republicano de Santa Cruz. El obispo, los curas y toda la beatería siguen haciendo de las suyas. ¡Por algo le dicen misas a Galán!...
Los patronos provocan conflictos a cada momento. Los monárquicos, directoriales y dictadores se pasan al «lerrouxismo» para provocar a los republicanos verdaderos y a los trabajadores honrados. Casi todos los pueblos de la isla están manejados por los caciques de antes, que acuden presurosos al llamamiento del «lerrouxismo». Ante estas realidades no nos queda otro remedio sino rebelarnos contra toda esa gentuza para que no prosperen sus maniobras. Y esto no será ir contra la República, sino honrarla y prestigiarla” (...) “Lerroux aconseja buscar gentes para su partido donde quiera que sea y de lo que sea. Eso ya hace tiempo que lo han hecho en Tenerife sus correligionarios, radical don Alejandro”90.
La infiltración caciquil en el radicalismo portuense era, efectivamente, indiscutible. Esa fue, sin duda, la mejor opción que encontró la oligarquía del Puerto de la Cruz para enfrentar el gran crecimiento que desde los años veinte venía experimentando el movimiento obrero en esa localidad del Valle de La Orotava, principal bastión del socialismo tinerfeño. Integrado en el Partido Radical lerrouxista estaba el Centro Republicano de Acción Social que se constituye en el Puerto de la Cruz para ejercer la oposición al partido socialista, que controlaba el Ayuntamiento91. Su Presidente era el médico Isidoro Luz y Carpenter, miembro de una de las principales familias de la oligarquía agraria que había ejercido el poder local durante la Restauración92 y que había sido Alcalde de esa población durante la Dictadura de Primo de Rivera y el gobierno de Berenguer, entre 1927 y 1930. En la oleada de destituciones de ayuntamientos que tiene lugar en 1934 fue depuesta la corporación socialista del Puerto de la Cruz, siendo sustituida por otra que presidiría como Alcalde el republicano radical Isidoro Luz93.
Otro miembro del Partido Republicano Tinerfeño en el Valle de La Orotava que formaba parte de las antiguas estructuras caciquiles de la Restauración era Cándido Pérez Estrada, vinculado mediante casamiento a la oligarquía agraria de La Orotava y
90 El Socialista, órgano de la Agrupación de Santa Cruz de Tenerife, nº. 23, 11 de enero de 1932, p. 4.
91 En una polémica publicada en La Tarde, entre el alcalde socialista del Puerto de la Cruz y el cacique republicano Isidoro Luz Carpenter, escribe el Alcalde: “El pueblo trabajador sabe que si no hay trabajo, es porque no hay presupuestos. Y no hay presupuestos porque unos señores que hoy se llaman republicanos, y que son ni más ni menos que los monárquicos de toda la vida, y por añadidura ex furrieles y ex asistentes de la dictadura, ha desenterrado, amparados en el partido radical, los antiguos procedimientos de saboteo a las corporaciones oficiales de auténtico sabor democrático. ¿Qué importa que el Estado haya concedido la subvención de las 144.000 pesetas para la construcción de los grupos escolares, por gestiones del Ayuntamiento, -entiéndase bien-, si no se puede realizar la obra por que tenéis torpedeados los presupuestos municipales” (La Tarde, 30 de mayo de 1934, p. 5).
92 Era hijo de Melchor Luz y Lima, que fue Alcalde liberal del Puerto de la Cruz entre 1906-1909 y 1916-1920.
93 La Tarde, 25 de octubre de 1934, p. 8.
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que, además, había sido Alcalde de La Orotava durante la Dictadura primorriverista94. Un casó similar era el del terrateniente semifeudal Casiano García Feo, destacado propietario platanero que había sido Consejero del Cabildo en esa misma etapa dictatorial95. En Granadilla, el nuevo comité del Partido Republicano que se constituye en 1932 designa para la Presidencia a Francisco García Feo que, igual que su hermano, había sido consejero del Cabildo durante la Dictadura96. Los hermanos García Feo poseían entre los dos cerca de 300 hectáreas de tierra, la mayor parte situadas en el municipio de Granadilla, aunque las más productivas fincas plataneras las tenía Casiano en La Orotava y el Puerto de la Cruz. Los Alfonso de San Miguel se integran también en el radicalismo, figurando entre sus afiliados los terratenientes Casiano Alfonso Hernández y Alejandro Alfonso Alfonso, dos de los mayores contribuyentes de esa localidad por rústica y pecuaria durante estos años, cuyas familias poseían más de 800 hectáreas de terreno entre Arona, San Miguel, Granadilla y Vilaflor97. En Buenavista se pasaron al radicalismo lerrouxista –como denuncia el radical socialista Antonio Camejo– “los caciques monárquicos de antaño, disfrazados hoy con un radicalismo que no sienten” y convertidos desde 1931 en “republicanos de moderno cuño98. En el municipio limítrofe de Los Silos, se integra en el lerrouxismo el terrateniente Abraham Trujillo Ferrer, propietario por vía matrimonial de más de 600 hectáreas en ese municipio y Alcalde del mismo desde 193399. Entre los terratenientes semifeudales que se incorporaron al Partido Republicano Tinerfeño estaba también Sixto M. Machado,
94 No obstante, la vieja aristocracia de La Orotava militó mayoritariamente en las filas de Acción Popular Agraria, siendo muy secundario su apoyo a la opción lerrouxista.
95 La Tarde, 7 de agosto de 1934, p. 8.
96 En un artículo sobre el problema del agua en Granadilla se dice: “...eso sucedía cuando el caciquismo monárquico imperaba. Así se aprovechaba una sociedad del agua que pertenecía y pertenece al pueblo... Hoy, «que ya no impera ese caciquismo», veamos lo que sucede. En primer término vemos que los mismos que predominaban antes injustamente, ahora también predominan. Antes eran dictatoriales; hoy pertenecen a un partido gubernamental... Entonces, monárquicos absolutistas; hoy, republicanos demócratas. Pero siempre detentando, usurpando, malversando caudales públicos. Atropellando a humildes ciudadanos cerraban fraguas, tiendas... Hacían pagar los impuestos casi solamente a los más pobres... No cumplían las leyes. Ni ahora tampoco las cumplen. Antes se valían del injusto predominio que ejercían sobre el pueblo para apoderarse de las aguas públicas, pongo por mal ejemplo, y hoy, también predominantes, quieren igualmente valerse de ese predominio para continuar disfrutando impunemente de lo ajeno...” (GONZÁLEZ SÁNCHEZ, Manuel,“Las aguas de Granadilla”, La Tarde, 28 de agosto de 1933, p. 6). [El subrayado es nuestro].
97 El Progreso, 11 de mayo de 1931; La Tarde, 27 de septiembre de 1935, p. 8.
98 La Tarde, 19 de enero de 1933. Buenavista era uno de esos municipios en los que continuaron gobernando –hasta 1933- las corporaciones elegidas por el artículo 29 en los comicios de abril de 1931. En concreto, el Alcalde de Buenavista fue, hasta ese año, Antonio Cejas Rodríguez, que había ocupado ya ese mismo cargo durante bastantes años en la Restauración. Véase que, pese a que había sido elegido como monárquico, Cejas se presentaba ahora como alcalde radical. En 1933 es nombrado Presidente de la comisión gestora que sustituye a la corporación de 1931 el propio Antonio Camejo Francisco (BOP, 19 de abril de 1933).
99 CABRERA ACOSTA, M. Á., La II República en las Canarias occidentales, op. cit., p. 142.
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que había sido jefe somatenista de Santa Cruz, en los años de la dictadura100. Sus propiedades en El Rosario (Cuevas Blancas), Orotava, Tegueste, Candelaria y Santa Cruz superaban las 235 ha. Esta era la forma mediante la que el Partido Republicano Tinerfeño conseguía, por fin, arraigar en los núcleos rurales de la isla101, lo que coincide con lo que estaba sucediendo en otros lugares de España102. La antigua alianza entre la terratenencia semifeudal y la burguesía compradora se volvía a articular en esta nueva etapa, si bien ahora correspondía a la burguesía ejercer el papel dirigente, al igual que en la Restauración tal papel había correspondido –como hemos visto– a la gran propiedad103.
La misma integración de las banderías caciquiles dispersas en el seno del Partido Radical tuvo lugar en las demás islas, como denuncia el comunista Espartaco. Así sucedió, por ejemplo, en Gran Canaria, bajo el liderazgo de Guerra del Río, convertido ahora en el representante de las clases dominantes de esa isla en la nueva situación republicana:
“A este lamentable error unió el Sr. Guerra del Río el de hacer su aparición en el escenario del «Pérez Galdós» con la plana mayor del Comité directivo del nuevo partido republicano radical, que se acaba de fundar en Las Palmas, compuesto
100 La Tarde, 7 de noviembre de 1933.
101 Reorganización de los comités del Partido Republicano Tinerfeño. En nuestro número de ayer dábamos cuenta de la constitución del nuevo Comité del Partido Republicano Tinerfeño en la Orotava, integrado por destacados elementos. Este comité, apenas posesionado, ha comenzado la labor de reorganizar las fuerzas republicanas de aquella villa, contando ya con numerosos afiliados, cuyas fichas han sido remitidas a la secretaría general del Partido, en esta capital. También en otras localidades de la isla, se lleva a cabo con gran entusiasmo, la reorganización del Partido Republicano Tinerfeño, al que se incorporan destacados elementos, particularmente en el Puerto de la Cruz, donde se ha constituido un importante núcleo republicano, adherido, por acuerdo de la Asamblea general del mismo, a dicha colectividad política, y en Granadilla, donde asimismo se ha constituido el nuevo comité, contando con valiosos elementos que preside don Francisco García Feo, y a los que presta su tutela y su consejo el veterano del republicanismo histórico tinerfeño, don José Reyes Martín, prototipo del fervor republicano y de la consecuencia política” (La Tarde, 10 de noviembre de 1932).
102 El crecimiento del republicanismo en esta región se debió, en gran medida, a la afluencia de monárquicos después del 14 de abril de 1931 que ingresaron preferentemente en Derecha Liberal Republicana de Cuenca y Ciudad Real, en Acción Republicana de Albacete y en los radicales en todas las provincias. Este último fue el que más se benefició de la incorporación de destacados caciques dinásticos y terratenientes como los Ochando, los Alfaro y Jiménez de Córdoba en Albacete; Germán Inza en Ciudad Real; Álvarez Mendizábal y Tomás Sierra en Cuenca. Esto propició un marcado giro a la derecha del republicanismo, identificándose con la línea lerrouxista, siendo escaso el predicamento del sector de Martínez Barrio” (REQUENA GALLEGO, M., “Entre el caciquismo y la democracia: el comportamiento electoral en Castilla-La Mancha durante la II República”, op. cit., p. 451).
103 En un artículo titulado “Política de Tenerife”, firmado en Madrid por Juan Manuel Trujillo, se afirma: “La política republicana de Tenerife no ha rectificado la política anterior. Hoy, como ayer, la política de Tenerife ha sido una política de abogados y comerciantes. Ha tenido siempre por objetivo, y permita que se lo diga en la misma jerga de esta política, ha tenido siempre por objetivo la defensa de los intereses morales y materiales de los agricultores y de los comerciantes” (La Tarde, 16 de septiembre de 1932, p. 1).
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por mangoneadores de la Monarquía, Dictadura, Unión Patriótica, caciques rurales, comerciantes de negra historia y simples estafadores del Estado”104.
De igual forma, también en La Gomera tuvo lugar el desembarco del caciquismo monárquico en la casa común del Partido Radical, una maniobra con la que pretendían hacer frente en mejor situación a la agudización de la lucha de clases:
“La situación de los trabajadores de Agulo ha llegado ya a un límite de agudeza, que los hogares se desenvuelven en un ambiente desesperante.
Lo que se denomina por los caciques (hoy republicanos radicales) «crisis económica original de las Repúblicas», no es, en la realidad, sino el desenlace angustioso e irremediablemente trágico del sistema feudal imperante en este pueblo, cuya presión y egoísmos, y contubernios inicuos, ven que el obrero a todo trance está dispuesto a desaparecer.
De aquí que ejercen la más fuerte presión (puesto que tienen el «control» tanto económico como político) sobre los trabajadores organizados, únicos defensores de la democracia y por lo tanto de la República, que éllos (los caciques, sin candera, pero en el fuerte de la reacción) tratan, por medio del disfraz lerrouxista, de poner a la altura del barro”105.
Fueron los comunistas los que con más claridad supieron ver, desde los primeros meses de vida de la República, que las viejas estructuras económicas, sociales y políticas, sin ruptura violenta de por medio con el viejo orden, subsistirían incólumes en la nueva etapa republicana que había comenzado en abril de 1931:
“Ya pasó la Revolución, dicen, y, sin embargo, las fuerzas efectivas, reales del viejo régimen, no han sido desplazadas del poder, son el poder, constituyen el poder. La República, o las fuerzas revolucionarias republicanas, no han desmontado ni siquiera las instituciones del Estado absolutista feudal. Han pasado de unas manos a otras, pero subsisten, existen, dominan e imperan estas instituciones, que no caerán, no, con simples proyectos de Constitución, con simples reformas de Derecho, con charlas oratorias parlamentarias, muy hermosas, pero inadecuadas para vencer y destruir las potencias reaccionarias
104 Espartaco, nº. 108, 17 de septiembre de 1932, p. 5. Agustín Millares afirma al respecto: “Es indiscutible que los radicales recibieron el apoyo del viejo aparato caciquil leonino, siendo como eran la opción más acorde con las tendencias posibilistas y los que estaban mejor situados para combatir a la izquierda burguesa y obrera”. “Guerra del Río, que proclamó la República en Las Palmas, acabaría convirtiéndose en su primer sepulturero: reactivó a la oligarquía caciquil, demostrándole que la «república» podía ser tan suya como el régimen de la Restauración” (MILLARES CANTERO, A., La segunda República y las elecciones..., op. cit., pp. 38-45).
105 Juan Palanca, “La única solución”, Agulo, agosto de 1932, Espartaco, nº 107, 10 de septiembre de 1932, p. 3. En un artículo publicado en La Tarde por el enviado especial de ese periódico a La Gomera a raíz de los sucesos de Hermigua de 1933, se afirma que, tras la proclamación de la República, “los que estaban acostumbrados al ejercicio del mando con un absolutismo sin cortapisas, mal podían tolerar el cambio que les privaba de su acción dominadora y, advirtiendo el peligro, en uno como movimiento de instinto de conservación, buscaron la forma –que algunos encontraron- de seguir siendo, aún cuando con distinta denominación, los dueños y señores de todo aquello que pretendía arrancárseles después de haberlo usufructuado a su capricho. Quedó montado de tal forma y por una vez más, dentro de la vida insular gomera el viejo tinglado caciquil con el único remozamiento de la etiqueta” (La Tarde, 29 de marzo de 1933).
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que han gobernado con la monarquía y que matarán la República, porque la República no ha sabido destruirlas desde un plano real revolucionario. Y vanos serán los esfuerzos de los Ortega y Gasset y compañía, de los gobiernos provisionales de emergencia, de los juristas constituyentes proyectantes, de querer crear un nuevo Estado, (...) creyendo que basta para crear ese nuevo Estado un «proyecto de Constitución que será muy hermoso para visto sobre el papel», una simple reforma del ejército monárquico, una insuficiente reforma agraria y las mismas leyes represivas imperando, la aristocracia en pie, la burocracia ahogando y chupando al productor, la Iglesia con los mismos privilegios, la policía con el mismo mandato de atropellar y reprimir con saña, los bancos con la misma misión de abrir créditos a los explotadores, el campesino sin tierra, pobre y con hambre, el proletariado en plan de lucha de clases violenta... Y esta es la hora de los juristas... porque ha pasado la Revolución106.
Efectivamente, tal y como vislumbraban los comunistas, la República no intentó siquiera desarticular las antiguas y desequilibradas estructuras económicas y sociales de la isla. De esta forma, los grandes propietarios de la tierra y el agua continuaron ejerciendo la misma explotación semiservil del campesinado pobre de la isla, un campesinado que constituía la inmensa mayoría de la población rural. Y en el plano político, el cambio que, indudablemente, se produjo tampoco llegó a trastocar sustancialmente la antigua opresión política que la oligarquía agraria de los pueblos ejercía a través de la maquinaria caciquil. Es cierto que, como hemos dicho repetidamente, la dirección de todo el sistema se trasladó desde el campo a la ciudad107. Sin embargo, en el ámbito rural, los cacicatos de las grandes familias propietarias se mantuvieron en pie, mientras que el gobierno republicano de la provincia intentaba frenar las luchas obreras y campesinas que tendían a desestabilizarlos con el recurso creciente a las medidas represivas y antidemocráticas108.
106 PÉREZ, José Miguel, “Constitución y problemas constituyentes”, Espartaco nº. 50, 8 de agosto de 1931, p. 2.
107 Es interesante observar la aparición durante este etapa de críticas vertidas desde La Orotava –uno de los centros políticos de la isla durante la Restauración- a la hegemonía política de Santa Cruz, acusada de “dar cobijo a navieros, exportadores e intermediarios que medraban, como parásitos, a expensas del negocio frutero”. Así mismo se criticaba que el Cabildo dirigiera todas sus obras hacia Santa Cruz, “cuando el grueso de sus ingresos provenía de la exportación frutera generada por el Valle de La Orotava (YANES MESA, J. A., La Gran Depresión en Canarias, 1999, p. 67). Con respecto a Galicia, Marcos Valcárcel también constata que “as capitais de provincia tiveron un papel hexemónico na dinámica política da Segunda República, condicionando a maioría dos procesos políticos do momento e exercendo un papel director no funcionamento dos partidos políticos” (VALCÁRCEL, M., “O papel das elites urbanas na Galicia non urbana da segunda República: o ejemplo ourensán”, 1997, p. 225).
108 Los aires renovadores no llegan a las provincias Canarias. Suprimida la libertad de pensamiento, abolidos los derechos del hombre, como en los tiempos trágicos de Fernando VII y Primo de Rivera, los hombres que abrigan en su alma ideas nobles y generosas, son cruelmente perseguidos. La justicia no existe... «Nosotros respetamos todas las ideas, menos las que sean contrarias a las nuestras». Esto dicen los dominadores de esta pobre ínsula, que vive aún como en los tiempos coloniales, sometida a los caprichos de una política de verdadero caudillaje. Los órganos de justicia están aún en poder de los mismos elementos de la monarquía. Su misión es castigar, castigar con mano dura a los que se atreven a levantar la voz en un grito de protesta. Ayer fue el camarada Miguel Luque. Le condenaron a tres años de destierro, porque afirmó en un artículo que la Guardia Civil había de conspirar contra la República.
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Y el tiempo confirmó lo que él decía cuando surgió en Sevilla la intentona de Sanjurjo. Ahora le ha tocado el destierro al militante socialista García Cabrera. Se ha atrevido a atacar lo inatacable. Los políticos radicales son intangibles; por algo son dueños absolutos de la provincia... Brevemente irán al tribunal los camaradas Coba y Vidal, y también a ellos les piden la pena de destierro. Y a este paso, no quedará en Tenerife un solo hombre de pensamiento libre. ¿Hasta cuándo?... (“Por las libertades ciudadanas”, En Marcha, Órgano de la Confederación Regional Canaria y portavoz de la CNT, nº 92, 26 de noviembre de 1932, p. 1).
En un porcentaje significativo de localidades, los ayuntamientos continuaron en manos de las mismas oligarquías que los habían controlado en los años de la monarquía, ya fuera porque hubiesen resultado elegidos por el artículo 29 en abril de 1931 –y no se hubiese formulado protesta alguna– o porque lo hubieran sido con posterioridad. Como expone Millares Cantero para el caso de Gran Canaria, “la conservación o la reconquista de los ayuntamientos por los sátrapas pueblerinos de casi siempre, terminará convirtiéndose en uno de los rasgos más definitorios de la administración local bajo la Segunda República109. Veamos algunos ejemplos de Tenerife:
- En San Miguel, feudo histórico de los Alfonso, ocupó la alcaldía desde junio de 1931 a enero de 1936 Casiano Alfonso Hernández, cediendo luego el puesto a José Bello Feo, miembro igualmente de la terratenencia sureña.
- En Arona estuvieron en la alcaldía durante la segunda República Juan Bethencourt Frías, Miguel Bello Rodríguez y Eugenio Domínguez, todos ellos miembros de la gran propiedad110.
- En Candelaria estuvo en la alcaldía hasta 1934, cuando renuncia, Miguel Sabina Marrero, que había sido alcalde en la Restauración y durante la dictadura de Primo de Rivera.
- En Tacoronte fue designado en 1931 Presidente de la comisión gestora Antonio A. Domínguez, emparentado con el cacique de Tacoronte, José Domínguez Ramos. Tras su fallecimiento, en septiembre de ese año, vemos como alcalde accidental a Rafael Fariña Domínguez, miembro del mismo linaje.
- En Arafo fue Alcalde hasta que se posesiona la comisión gestora de 1933, Jerónimo Monje Guzmán, procedente de Santa Úrsula pero integrado en la oligarquía agraria de la localidad por su casamiento con Pilar Marrero Núñez.
- En La Guancha sucedió lo mismo con Daniel Morales Fernández-Lynch, perteneciente a una destacada familia de la oligarquía de Icod pero afincado desde hacía algunos años en esa otra localidad, en la que había desempeñado el cargo de Secretario municipal.

109 MILLARES CANTERO, A., “Los caciques «republicanos» en Gran Canaria (1931-1936)”, op. cit.
110 En 1932 Antonio y Eugenio Domínguez Alfonso constituyen un comité conservador republicano que ofrece la presidencia honoraria a Miguel Maura (La Tarde, 26 de febrero de 1932).
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En otras localidades ocuparon la alcaldía personas sin vínculos directos con las antiguas estructuras políticas de la Restauración, pero en esos casos tuvieron que sufrir el acoso constante de unos caciques que, si no tenían ya el control del Ayuntamiento, continuaban manejando los resortes del poder. Uno de estos municipios fue Fasnia. En una carta dirigida por el Ayuntamiento de ese pueblo al diputado republicano Andrés Orozco Batista en agosto de 1931, se dice:
“Mi estimado y distinguido amigo: Cábeme la satisfacción de dirigirle la presente, para después de un cordial saludo a Vd. y demás representantes de esta Isla, pasar a manifestarle lo siguiente.
Desde que marcharon Vds. a esa, hemos quedado los del partido Republicano en este pueblo, desamparados de todo apoyo político; y más que todo esto, siendo objeto de constantes atropellos por parte de los contrarios al régimen.
Hace aún muy pocos días, se ha fundado en la Villa de Arico un Puesto de la Guardia civil sin que el Ayuntamiento de dicha Villa lo haya solicitado, ni haya facilitado Casa para Cuartel de la misma, puesto que lo ha puesto todo el antiguo Casique Don Martín Rodríguez, a cuyas órdenes parece hallarse el personal de esa benemérita Institución, para perseguir y atropellar a los pobres que han querido emanciparse y hace valer sus derechos de Ciudadano; y esto como puede Vd. comprender es lastimosicimo.
Por denuncia del destituido Practicante de este Municipio Francisco Vinuesa, apoyado por el también casiquillo y Maniquí del Don Martín, el Juzgado de Granadilla incoa sumario contra el Alcalde Don Vicente Marrero, segundo Teniente de Alcalde Don Aureliano Nóbrega, Oficial del Ayuntamiento Don Nicanor González y otros, por decir que el día que se celebraron las elecciones en este pueblo, le atropellaron un hijo suyo, todo como Vd. sabe una calumnia, pero no obstante, dicho Juzgado molesta constantemente a los amigos, al parecer como si estuviera influenciado por alguien, todo lo que biene en menosprecio del Partido; y por ello he creído conveniente dirigirle la presente, para que Vd. con conocimiento de causa, vea lo conveniente para terminar con esta clase de atropellos; y muy especialmente en cuanto se refiere al mentado Puesto de la Guardia civil, convertidos en Guardianes del despechado Casique y en meros Guindillas del derrocado prohombre.
Esperamos pues de Vd., haga algo por los amigos de este pueblo, siempre adictos y dispuestos a luchar por nuestro ideal, en nombre de los cuales le digo la presente, encareciéndole a la vez, un cortés saludo para nuestro insigne Jefe Sr. Lerroux. Sin otro motivo de momento y en la seguridad de que con su valiosa intervención sabrá poner coto a tales desmanes políticos, quedamos como siempre de Vd. muy attº. Affmos. y S.S. que le apreciamos, distinguimos y e.s.m.”111.
Una situación muy diferente a la que se observa en muchos ayuntamientos de la isla es la que presentaba el Cabildo Insular de Tenerife. El cambio que tiene lugar con relación a la etapa anterior no sólo implicaba un recambio total en cuanto a las personas que integraban las nuevas comisiones gestoras, sino que suponía, además, un cambio en cuanto a la clase social que tenía la hegemonía política en la primera institución de la
111 Carta del Ayuntamiento de Fasnia a Andrés Orozco Batista, Fasnia, 17 de agosto de 1931, Archivo Municipal de Fasnia, Correspondencia, Salida, 1931.
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isla. Efectivamente, si en la etapa de la Restauración estuvo el Cabildo controlado en todo momento por los grandes propietarios, ocupando la burguesía capitalina un papel subordinado, ahora era esta misma burguesía la que se hacía con las riendas de la institución, no figurando en la comisión gestora designada en abril de 1931 ni un solo representante de la oligarquía agraria. Si repasamos sus nombres y las actividades económicas a las que se dedicaban observamos que, efectivamente, era la burguesía compradora, los comerciantes, los que habían conseguido el control del Cabildo en la nueva situación republicana. Pertenecían a esta clase, tanto Maximino Acea –el Presidente–112, como Sebastián Castro –el vicepresidente– 113, Tomás de Armas114 y Matías Molina115. El catalán Fernando Franquet Solé, por su parte, se dedicaba al transporte marítimo –era propietario de los pailebots “Judío” y “Júpiter”– y tenía un taller de elaboración de tabacos116.
En 1934, en el marco del proceso acelerado de derechización de la República, se modifica la composición de la comisión gestora, incorporándose, entre los nuevos miembros, algunos elementos directamente vinculados a la oligarquía agraria: Manuel Savoié Benítez y Lucas Martín Espino, ambos dirigentes del Partido Republicano Tinerfeño. Manuel Savoié había sido ya Consejero del Cabildo en los años finales de la Restauración. Aunque no dejaba de ser, igual que los anteriores, un comerciante republicano de Santa Cruz –dedicado a la exportación agraria117–, su suegro era un gran propietario de Tacoronte. Por su parte, el farmacéutico Lucas Martín Espino, que ya
112 Maximino Acea Perdomo, nacido en Vigo, Pontevedra, era hijo de Antonio Acea y Galza, comerciante de Lugo afincado en Santa Cruz desde hacía varías décadas y dedicado a la importación y comercio de materiales para galerías de aguas (vagonetas, vías, tuberías, etc.), víveres, harinas, cereales, paquetería, alcoholes, materiales de construcción, loza sanitaria, etc. En los años de la República, Maximino Acea formó parte de la Junta Directiva del Círculo Mercantil y fue elegido Presidente de la Cámara Oficial de Comercio (La Tarde, 28 de abril de 1936, p. 6). En la Matrícula Industrial de Santa Cruz de Tenerife del año 1932 aparece dedicado a la fabricación de bloques de hormigón.
113 Sebastián Castro Díaz, natural de Santa Cruz, era profesor mercantil y letrado. En octubre de 1934 fue nombrado por el Gobierno Director General de Comercio (La Tarde, 27 de octubre de 1934, p. 8).
114 Tomás de Armas Quintero, comerciante nacido en Santa Cruz, era agente en Tenerife de las casas Linnecar & Smith, Ltd, de Londres, y Mersey Brokers Limited, de Liverpool, dedicadas a la venta de tomates, patatas, plátanos, etc. (Proa, nº 11, 13 de junio de 1931). En la Matrícula Industrial de Santa Cruz de Tenerife del año 1932 aparece como “comisionista de residencia fija y comisionista de acopio de granos. Su hermano Héctor de Armas Quintero era Representante-Jefe de la Vacuum Oil Company (La Prensa, 9 de noviembre de 1919).
115 Matías Molina Hernández fue agente de compañías extranjeras como Chevrolet (concesionario) o Méndez Brother. En la Matrícula Industrial de Santa Cruz de Tenerife en 1932 aparece dedicado a la venta y mecánica de automóviles y a otras actividades menores relacionadas con la construcción (fábrica de mosaicos, pulido de mármoles, etc. Además tenía alguna conexión con la actividad agraria, puesto que poseía varias fincas en Granadilla, de una superficie total de 18 hectáreas.
116 Matrícula Industrial de 1932.
117 CABRERA ACOSTA, M. A., La II República en las Canarias occidentales, op. cit., p. 121. En la Matrícula Industrial de Santa Cruz de Tenerife del año 1932 aparece Manuel Savoié Benítez como “comisionista de recepción o tránsito”.
1195 Tercera parte: La política semifeudal. El caciquismo (1890-1936)
había sido concejal y cabo del Somatén en Icod durante la dictadura y desde 1931 se integra en el lerrouxismo Tinerfeño 118, era miembro del Consejo de Administración del Sindicato Agrícola del Norte de Tenerife, en el que se sentaban también destacados miembros de la terratenencia semifeudal del Valle de La Orotava119. Su esposa, Clemencia Guimerá del Castillo-Valero, pertenecía a una familia terrateniente, con grandes propiedades en el Sur de la isla.
No obstante, el gran cambio en la composición del Cabildo Insular de Tenerife se produciría en enero de 1936, con la nueva comisión gestora nombrada por el Gobernador civil Tomás Salgado Pérez, designado por el Gobierno de Portela Valladares para preparar las elecciones de febrero120. Componían la lista el terrateniente semifeudal y naviero sureño José Peña Hernández, que resulta elegido Presidente; Manuel Vandewalle Hardisson, casado con la aristócrata villera Esther de Ponte y Codesido121; Carlos Mayato Reyes, miembro de Acción Popular Agraria; Fernando del Hoyo Machado, Marqués de la Villa de San Andrés; Manuel González Jordán, terrateniente sureño; Atilano de la Torre, miembro de una dinastía caciquil de Garachico que, además, ya había sido Consejero del Cabildo en la dictadura de Primo de Rivera; Maximino Acea y Manuel Savoié122. Estos dos últimos renuncian al nombramiento, siendo sustituidos por Bernardo Cólogan y Cullen –Marqués de El Sauzal– y Gonzalo Cáceres Sánchez, vinculados también, directamente, a la oligarquía agraria123. Para cubrir las vacantes producidas por las renuncias, el Gobernador portelista nombra, entre otros, a dos individuos del antiguo caciquismo monárquico: Estanislao de Torres Barroso –alcalde liberal de Icod en la última etapa de la Restauración y Consejero del Cabildo durante la dictadura– y Aníbal Hernández Mora, perteneciente a Acción Popular Agraria y miembro de una de las principales familias de la oligarquía agraria de Güímar, que había sido Consejero del Cabildo en la Restauración por el partido liberal124. Indudablemente, el Cabildo Insular de Tenerife
118 BOPC, 8 de agosto de 1924; El Progreso, 11 de mayo de 1931.
119 YANES MESA, J. A., La gran depresión en Canarias, op. cit., p. 58.
120 Tomás Salgado dimitió del cargo tras la derrota electoral del gobierno en las elecciones de febrero de 1936. Tuvo que huir precipitadamente “ya que los ánimos de los obreros y de los elementos de izquierdas estaban excitados por su gestión al frente de dicho centro oficial”. (La Tarde, 21 de febrero de 1936, p. 8).
121 En la Matrícula Industrial de Santa Cruz de Tenerife del año 1932 aparece dedicado a la venta y mecánica de automóviles.
122 La Tarde, 8 de enero de 1936, p. 8.
123 Gonzalo Cáceres rechazó el cargo, aludiendo motivos de salud y sus múltiples ocupaciones (La Tarde, 9 y 10 de enero de 1936).
124 La Tarde, 10 de enero de 1936.
1196 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890-1936)
volvía a ser, en enero de 1936, lo que había sido desde que se constituyó por primera vez en 1913: un órgano de representación política de las clases dominantes con hegemonía total de la terratenencia. La burguesía comercial de la capital provincial –con la renuncia de Acea y Savoié– desaparece por completo de la institución. Su intento de acabar, mediante la vía represiva, con el ascenso del movimiento obrero había concluido con un rotundo fracaso y las clases dominantes se veían obligadas a dar otra vez el máximo protagonismo, como última tabla de salvación, al viejo caciquismo semifeudal125.
Con respecto a la representación tinerfeña en Cortes –aspecto más conocido126–, también se produjeron modificaciones sustanciales en relación a la situación que se había dado en los años del régimen canovista. Ya habíamos comentado en un capítulo anterior como ninguno de los candidatos elegidos entre 1890 y 1923 había sido un representante directo de la burguesía compradora santacrucera. Esto va a cambiar en las elecciones de 1931 gracias a los tres diputados que obtiene el Partido Republicano Tinerfeño, si bien el abogado Andrés Orozco y Batista –nombrado Ministro de Industria y Comercio en octubre de 1934– tenía también fuertes vínculos familiares con la oligarquía agraria del pueblo de Arafo127. La presencia directa de la terratenencia isleña había quedado reducida, por el contrario, a la figura del portuense Andrés Arroyo y González de Chaves –que también tenía una importante faceta como representante de intereses capitalistas foráneos–, mientras que los socialistas debían contentarse con la de Domingo Pérez Trujillo, hermano del alcalde, también socialista, del Puerto de la Cruz. En los resultados electorales de junio de 1931 influiría notablemente, como ya hemos visto, el acuerdo al que se había llegado en el seno de las clases dominantes de la isla para que fuese la burguesía –mayoritariamente representada en el Partido Republicano
125 En el Archivo Histórico Nacional se conserva una amplia serie de telegramas -remitidos a los Ministros de Gobernación por parte de los Gobernadores civiles de la Provincia y por parte de las organizaciones obreras de la isla- en los que se refleja nítidamente la actitud totalmente contraria a las luchas obreras y campesinas –cuando no abiertamente represiva- que adoptaron, desde el mismo año de 1931, los Gobernadores republicanos. Ante este claro posicionamiento de los Gobernadores, contrastan las airadas protestas de los dirigentes obreros y el respaldo absoluto mostrado por las clases dominantes. (AHN, FC, Ministerio de Gobernación-Serie A, leg: 7, expte. 10 y leg: 38, expte. 4). Entre todos los Gobernadores enviados a la Provincia, destacó especialmente, por su carácter profundamente represivo, el valenciano radical Enrique Malboyssón (1934), quien, de todos modos, no hizo más que llevar hasta el extremo la política que anteriormente había desarrollado Rubio Carrión en el primer bienio. Para ver lo que significaron, en cuanto a represión política, los Gobernadores civiles republicanos en la España del primer bieno véase EHRENBURG, I., España, República de Trabajadores, op. cit., pp. 122-123.
126 CABRERA ACOSTA, M. A., Las elecciones a Cortes durante la II República en las Canarias occidentales, op. cit.
127 Su madre era Adela Batista Pérez, hija de Juan Pedro Batista, que había sido el mayor contribuyente por rústica y pecuaria de Arafo en las primeras décadas del siglo (una biografía de Andrés Orozco Batista, realizada por Octavio Rodríguez Delgado, puede leerse en El Día, 31-1-1993).
1197 Tercera parte: La política semifeudal. El caciquismo (1890-1936)
Tinerfeño desde los últimos años de la Restauración– la que resultase vencedora y asumiese, por tanto, la dirección política del bloque de poder en la isla, en consonancia con la situación nacional. Para materializar en los resultados dicho acuerdo se recurriría a alguna de las prácticas que caracterizaron al viejo sistema canovista128.
El cambio más importante que se produce en las elecciones de 1933 –realizadas para dar respaldo parlamentario al giro derechista que ya se había decidido dar al régimen– es la desaparición de la escasa representación que en 1931 había correspondido al socialismo tinerfeño. El puesto de Arroyo como representante de una de las fracciones de la gran propiedad pasa a ser representado por Tomás Cruz García, Alcalde de Güímar durante la dictadura de Primo de Rivera y los gobiernos de Berenguer y Aznar y miembro directo de la oligarquía agraria y caciquil del Valle129. Igual que en 1931, la fracción más derechista de las clases dominantes, organizada en esta ocasión en torno a Acción Popular Agraria, no aspiraba en estas elecciones a imponerse a la representación del Partido Radical –que representaba a la otra fracción de las mismas clases–, sino al puesto que desde la Restauración se reservaba a las minorías parlamentarias130. La elección de Rubens Marichal –uno de los miembros del Directorio radical insular– servirá para reforzar la representación de los exportadores fruteros, una de las fracciones importantes de las clases dominantes131.Tras el triunfo de los cuatro candidatos radicales tinerfeños, no hay que olvidarlo, no estaba únicamente la burguesía compradora, puesto
128 A Ministro Gobernación: Comunícole nombre Agrupación Socialista de Icod que presido incalificables atropellos cometidos elecciones ayer Alcalde Radical que coaccionó cuerpo electoral con su autoridad y por medio de funcionarios municipales. Votación verificada una verdadera inmoralidad, minoría socialista Ayuntamiento renunció señal protesta, esta agrupación no ejercerá más derecho electoral hasta que Estado no garantice libérrima emisión sufragio al ciudadano. Salúdale respetuosamente. Reyes Bartlét. (AHN, Sección Fondos Contemporáneos, Ministerio de Gobernación-Serie A, leg: 30 expte. 17).
129 Cuando ubicamos a Andrés Arroyo y a Tomás Cruz como representantes políticos de la gran propiedad nos referimos a que eran representantes generales de los intereses de dicha clase. Esto no implica que no pudieran tener contradicciones, en determinados momentos y en relación con determinados aspectos, con alguna fracción de la clase a la que, genéricamente, representaban. De hecho, tanto Arroyo como Cruz tuvieron tales contradicciones, sobre todo a partir de 1934, con la fracción terrateniente que ocupaba la dirección del Sindicato Agrícola del Norte de Tenerife, liderada por Luis Benítez de Lugo y Velarde. Esta agrupación empresarial defendía, con respecto a la crisis frutera, una actitud “intransigente” de crítica a la fracción exportadora que no era compartida por Andrés Arroyo y Tomás Cruz. Estos abogaban por la “conciliación” entre ambos sectores, una conciliación que se basaba en la comunidad de intereses que existía, de hecho, entre ellos, a pesar de las contradicciones que también había (para un seguimiento detallado de esta cuestión, véase YANES MESA, J. A., La Gran Depresión en Canarias, op. cit., pp. 40-126). Como afirma Miguel Ángel Cabrera, “ambas fracciones de la clase dominante –la de los cosecheros y la de los exportadores- se hallan indisolublemente soldadas, imbricadas en un solo cuerpo económico y político” (CABRERA ACOSTA, M. Á., La II República en las Canarias occidentales, op. cit., p. 139).
130 Gaceta de Tenerife, 14 de noviembre de 1933, p. 7.
131 Rubens Marichal López era exportador frutero y un destacado propietario en los municipios de Candelaria –donde llegó a ser el primer contribuyente por rústica y pecuaria- y San Miguel.
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que un amplio sector del viejo caciquismo rural –ya lo hemos visto– se había ido decantando cada vez más decididamente por la opción lerrouxista como mejor forma para defender sus intereses económicos y su dominación política.
A comienzos de 1936, sin embargo, la oligarquía agraria, que continuaba ejerciendo su dominación económica en las diferentes comarcas de la isla, tenía ya muy claro el fracaso de los radicales en las tareas que se le habían encomendado. La dirección que la burguesía había impuesto –con el respaldo de una fracción de la gran propiedad– a la política del bloque de poder en la isla se revelaba ya caduca y por eso sería claramente desplazada de la comisión gestora por el Gobernador civil en los primeros días de enero. Las elecciones a Cortes de febrero ratificarían lo que era ya evidente: la oligarquía agraria de los núcleos rurales se decantaba de nuevo hacia los candidatos propios de la terratenencia, encargándose la maquinaria caciquil y la acción gubernativa de conseguir el triunfo del abogado José Víctor López de Vergara, que había sido uno de los dirigentes, durante la Dictadura, de la Unión Patriótica132 y que ahora militaba en Acción Popular Agraria133, y del terrateniente lagunero Emilio Ramón González de Mesa y Suárez, cuya acta, no obstante, sería anulada por incapacidad legal para ser elegido por los cargos que venía desempeñando en la agrupación de Jurados Mixtos de Santa Cruz de Tenerife134. En su lugar resultaría elegido el abogado Félix Benítez de Lugo –hijo del Marqués de la Florida–, que tantas veces había representado a la gran propiedad en las Cortes de la Restauración135. El Partido Republicano Tinerfeño,
132 El Progreso, 12 de septiembre de 1927.
133 En Acción Popular Agraria se integraba una parte importante de los terratenientes semifeudales de la isla, entre los que podemos nombrar a su propio Presidente, el arquitecto pucelano Mariano Estanga y Arias, vinculado a la vieja aristocracia de la isla por su casamiento con Ángela Cólogan y Ponte, hija del Marqués del Sauzal. Junto a él figuraban Rosario Alfonso (gran propietaria del Sur-Suroeste), Alonso Rodríguez de Salazar (hijo del gran cacique Martín Rodríguez y Díaz-Llanos y esposo de María Concepción del Hoyo y Machado, hija del Marqués de San Andrés), Juan Cullen Lugo (propietario semifeudal de La Orotava, hijo de Juan Cullen Machado, que fuera Alcalde de La Orotava en la Restauración), el Marqués de Villafuerte (gran propietario en Garachico), Guillermo Camacho Pérez-Galdós, Tomás Cruz García, Ramón González de Mesa, Fernando Salazar y Bethencourt (propietario de La Orotava que fue Consejero del Cabildo durante la Dictadura), Tomás Ascanio Monteverde, Felipe Machado del Hoyo, Alonso Ascanio y Baker, Manuel de Zárate y Llarena, María Teresa González de Chaves y Rojas, Juan Yanes Perdomo, Juan Martí y Dehesa, José Bello Feo (gran propietario del Sur), Leopoldo Cólogan, José de Ponte y Lugo, Domingo Salazar y Ascanio, Antonio y Melchor Brier y Ponte, Antonio Ruiz Borges (destacado miembro de la oligarquía agraria de San Juan de la Rambla), Aníbal y Alcibíades Hernández Mora (miembros de la oligarquía agraria de Güímar), Julio Arencibia Montesdeoca (hijo del destacado propietario platanero de Icod Francisco Arencibia), etc. Uno de los feudos principales del partido estaba, sin duda, en La Orotava, donde militaban más de 1.500 afiliados (“Acción Popular Agraria. Registro de Socios”, Archivo Cullen, sig: 5.310).
134 La Tarde, 26 de marzo de 1936, p. 4.
135 Resulta muy interesante un artículo que publica el antiguo maurista Ángel Ossorio y Gallardo en enero de 1936, puesto que refleja nítidamente la situación política en la que se encontraba España un mes antes de que se celebraran las elecciones de febrero. En este artículo se dice: “En España están ocupados los
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huérfano del apoyo que hasta hacía poco tiempo le había venido prestando la oligarquía agraria de la isla y el entramado caciquil que ésta controlaba, acabaría barrido, incluso, en Santa Cruz de Tenerife, su tradicional feudo. El propio Andrés Orozco –primer Alcalde republicano de Santa Cruz en los años de la Restauración y Ministro en 1934-35– acabaría siendo el noveno candidato más votado de la capital provincial, a una enorme distancia de los miembros de la candidatura de izquierdas136. Si el Partido Republicano Tinerfeño había perdido la influencia que había tenido sobre la clase obrera y los sectores populares de de la capital –influencia que le habían arrebatado, como demuestran los resultados electorales en 1936, socialistas, comunistas y republicanos de izquierda–, era lógico que fuese abandonado también por la oligarquía agraria, para la cual el radicalismo había perdido ya, en esas circunstancias, todo su anterior sentido. La maquinaria caciquil de la oligarquía agraria y la actuación descarada del Gobernador civil –removiendo corporaciones hostiles antes de las elecciones como en los mejores tiempos de la Restauración– consiguieron el triunfo de dos miembros de la candidatura de derecha. Sin embargo, no fueron capaces de impedir el triunfo completo –los cuatro candidatos– de la candidatura del Frente Popular –incluido Florencio Sosa Acevedo, el primer diputado comunista de la historia de la isla–, lo que indicaba, de alguna manera, la crisis del caciquismo tinerfeño y el fracaso definitivo de la experiencia republicana137.
Ayuntamientos y las Diputaciones por bandas gestoras que no deben su cargo a la elección, sino al compadrazgo con los políticos que arbitrariamente las designaron. Es evidentísimo que no deben seguir. Pero, ¿quiénes han de sustituirlas? ¿Las personas que quiera el Gobierno? Eso sería tan ilegítimo como lo actual y más escandaloso. ¿Los que propongan los políticos de más fuerza en cada pueblo? Eso equivaldría a prejuzgar, mediante un atropello, el resultado de la elección. Por exclusión se llega a este resultado: no pueden ocupar los escaños edilicios otras personas sino los concejales que fueron elegidos legítimamente, sean monárquicos o comunistas. Ellos son los únicos que tienen título para actuar. En España se vive desde hace más de un año en régimen de negación de garantías constitucionales. Se publican los periódicos que consiente el Gobierno. Los que salen, sólo pueden decir lo que el Gobierno deja publicar. No hay más mítines que los tolerados por el Gobierno, y en ellos sólo habla quien quiere el Gobierno. Las cárceles contienen gran número de detenidos gubernativos. Siguen cerrados multitud de centros sindicales y políticos. Es imposible entrar a un período electoral, con las garantías constitucionales suspendidas. Su restablecimiento es premisa ciudadana inexcusable para la lucha electoral. Todo esto es innegable, ¿verdad?. Bien. Pues si el Gobierno decreta el retorno a la legalidad, brotará enseguida un alboroto mayúsculo: ¡Eso es preparar el triunfo de la izquierda! ¡Eso es abrir los caminos de la revolución! ¡Eso es obrar al dictado de la anti-España! Entonces, ¿qué querrán los que griten así? ¿Celebrar las elecciones sin plenitud de garantías? ¿Mantener como fiadores de ellas a los asaltantes de Ayuntamientos y Diputaciones? ¿Preparar una maniobra electorera de viejo estilo para volver a repartir las actas en la Puerta del Sol? Si tal cosa se intentara, las izquierdas se reputarían lanzadas de la legalidad. Juzgue el lector discreto las consecuencias verosímiles de ese lanzamiento” (OSSORIO Y GALLARDO, Á., “Paz y elecciones”, La Tarde, 4 de enero de 1936).
136 Antonio Lara y Zárate se salvaría del fracaso al retirar su candidatura por Tenerife y presentarse por Sevilla, donde sí resultaría elegido.
137 Miguel Maura, que había sido uno de los principales impulsores de la reestructuración estatal republicana en 1931, reconocía en junio de 1936 –mostrando claras simpatías por el movimiento fascista
1200 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890-1936)
español- que había sido un error todo el proceso histórico de la República: “Nos equivocamos. La salvación está en una dictadura nacional republicana”; “Nos equivocamos al convocar a las Cortes Constituyentes y al votar la Constitución a los pocos meses de la instauración de la República, porque era inevitable la inexperiencia y la tensión revolucionaria, que llevan como fruto una Constitución plagada de errores y de demagogias” (La Tarde, 23 de junio de 1936, p. 8). Según Cabrera, los indicios de que la clase dominante de las islas –en consonancia con la situación nacional- daba por finalizado el experimento republicano, encaminándose abiertamente hacia el fascismo, son perceptibles en el mes de marzo de 1936 (CABRERA ACOSTA, M. Á., La II República en las Canarias occidentales, op. cit., p. 605).
La derrota parcial de la candidatura derechista –obtuvo dos de cuatro diputados posibles– tiene más significado aún si tenemos en cuenta la utilización que se hizo de los instrumentos que el Gobierno tenía en sus manos –desde la época clásica del canovismo– para asegurar el éxito de las candidaturas ministeriales138. A la renovación completa de la corporación cabildicia en enero de 1936 –sustituyendo a los miembros de la comisión gestora por otros directamente vinculados a la gran propiedad y al viejo caciquismo de la Restauración– se unieron los nombramientos efectuados, en la misma línea, en un importante número de ayuntamientos de la isla139:
“El gobernador civil, señor Salgado, confirmó a los periodistas las noticias que venían circulando sobre nuevos nombramientos de los elementos que integraban las Comisiones gestoras de Ayuntamientos y Cabildos. También se comprobó que serían cubiertas las vacantes de concejales que existían en el Ayuntamiento de esta capital. ¿Qué significado tenían los nombramientos que se estaban haciendo? En los primeros momentos pudo producirse alguna confusión o alguna duda, pero bien pronto quedaron éstas disipadas. Los nombramientos, que habrían de ser hechos ayer mismo con anterioridad a la publicación en la «Gaceta de Madrid» del decreto de disolución, señalaban claramente el rumbo de la política gubernamental, por lo menos en lo que a Tenerife se refiere. Las visitas que hizo al Gobierno civil el ex diputado a Cortes don Andrés Arroyo y González de Chaves, y los nombres de los elementos designados para cubrir vacantes y desempeñar cargos, indicaban la decisión del Gobierno de apoyar en esta provincia una política de centro-derecha. Más de derecha que de centro, pues entre las personas designadas figuran muchos actuantes de la Ceda140.
138 Ibíd..., pp. 555-558.
139 En La Laguna, por ejemplo, fueron designados concejales, para cubrir las vacantes existentes, Arturo Vergara Rodríguez, José Hernández Abad y José Valcárcel y Benítez de Lugo, que habían formado parte de los Ayuntamientos de la Restauración y que estaban directamente vinculados a la gran propiedad (La Tarde, 8 de enero de 1936, p. 8). En Fasnia fue nombrado Alcalde el 15 de enero Genaro Esquivel Díaz, dirigente principal del caciquismo en ese pueblo y agente del terrateniente Martín Rodríguez y Díaz-Llanos (volvería a ser Alcalde-Presidente de la Comisión Gestora el 20 de julio de 1936, dos días después del golpe de Estado militar). “Sigue la destitución de Ayuntamientos republicanos en pleno período electoral. Etica centrista. Ayer se hablaba de Granadilla, Candelaria, La Guancha y algunos pueblos de La Palma. El ex ministro de Industria, don Andrés Orozco, estuvo con este motivo ayer en el Gobierno civil para hacer constar su protesta. Según de público se dice, al dar posesión del delegado gubernativo de la Alcaldía de Candelaria a un famoso politiquero de los tiempos antiguos, le dijo: - Ten cuidado, Gumersindo, no vayas a exagerar la nota, que aunque te puedes figurar otra cosa no estamos en tiempos de la monarquía” (La Tarde, 17 de enero de 1936, p. 1). “Nos dicen desde Arico que se ha dado poder a un procurador de Madrid para interponer querella criminal ante el Tribunal Supremo por los atropellos, destituciones y coacciones que se han realizado contra aquel Ayuntamiento de elección popular en pleno período electoral” (La Tarde, 3 de febrero de 1936, p. 8).
140 “El decreto de la disolución de Cortes y los rumbos de la política provincial” (artículo editorial), La Tarde, 8 de enero de 1936.
1201 Tercera parte: La política semifeudal. El caciquismo (1890-1936)
La generalización de esta antigua práctica canovista –desarrollada en todo el país– dio lugar a la protesta de los partidos que estaban siendo postergados141. En un telegrama remitido por Izquierda Republicana y publicado en la prensa se decía que los métodos empleados recordaban a las prácticas caciquiles que caracterizaron a la etapa de la Restauración:
“El Comité provincial de Izquierda Republicana ha dirigido el siguiente telegrama al presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Gobernación:
«Respetuosa pero enérgicamente sintiéndonos profundamente heridos en nuestros sentimientos republicanos protestamos que destituidos Ayuntamientos y Cabildos insulares esta provincia háyanse provisto vacantes con elementos más tradicionalmente monárquicos del país a fin preparar elecciones pisoteando libertad de sufragio a estilo Romero Robledo y hacemos extensiva esta protesta de actuación gobernador que instala en corporaciones e instituciones de la República la más genuina representación de las clases reaccionarias falseando anticipadamente resultado contienda electoral e imposibilitando por mínima decencia política que los partidos republicanos intervengan en la misma»”142.
La juventud del Partido Republicano Tinerfeño sería otra de las organizaciones que también acude a la prensa para denunciar las prácticas caciquiles que estaban utilizándose de cara a las elecciones de febrero de 1936, olvidando que esas mismas prácticas se habían usado ya con anterioridad (1933-1934) pero en su propio beneficio. Ahora, sin embargo, se volvían contra ellos, preparándose así el inminente fracaso electoral absoluto del partido radical de la isla, una vez que las clases dominantes y los sectores populares se habían decantado ya mayoritariamente por otras opciones políticas:
“Se hace difícil recordar en Tenerife que vivimos en 1936 y en pleno régimen republicano. A tal turbiedad de propósitos y a tal desenfado en las conductas asistimos. Nos llega de Madrid el enviado de un Gobierno que encabezan hombres procedentes de la Monarquía, dispuestos a emplear las mismas vergonzosas artes electorales con que llevaron al antiguo régimen a su ruina y desaparición. E inmediatamente se tiran a voleo por los balcones de edificios oficiales los derechos de los ciudadanos y las leyes de la República. Se destituye y detiene a las autoridades administrativas en pleno período electoral. Se persigue y se amenaza a los funcionarios. Se coacciona, se atropella y se infama a los republicanos tinerfeños cuya honradez y categoría moral están tan altas
141 “Madrid, 11- 10,25.- «El socialista» dice en su número de esta mañana que mientras los republicanos y los socialistas se acercan a la presidencia del gobierno en demanda de que se repongan los Ayuntamientos populares, el ministro de la Gobernación se produce, desconcertadamente, destituyendo los nuevos Municipios populares y sustituyéndoles por comisiones gestoras, que, aunque parezca raro, proceden del derechismo. Ello, continua diciendo, representa un reto y un desafío. En breve plazo, todos los Municipios españoles estarán en poder de gestores. El gobernador de Segovia, añade, ha citado a su despacho a veinte alcaldes para recomendarles la candidatura ministerial. Se afirma que les dijo que con la izquierda esperaba al país el caos, por la derecha la guerra civil y sólo por el centro la salvación. Pregunta qué elecciones se preparan y qué clase de precedentes se han ratificado. Cabe que se piense, termina diciendo, que vicios de esta naturaleza llevaron a la monarquía a su tumba” (La Tarde, 11 de enero de 1936, p. 5). Véase, también, La Tarde, 16 de enero de 1936, p. 5.
142 La Tarde, 9 de enero de 1936.
1202 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890-1936)
que hay quien falto de cualidades tales, no puede acertar a comprenderlas. Pero no es cosa para sorprender a nadie, cuando se ve el Poder de la República entregado a lo más viejo y desacreditado de la política de la Monarquía que nunca empleó procedimientos distintos y es incapaz de conducirse como un limpio régimen republicano exige, cuando sólo nos falta asistir de nuevo a aquellos viajes electorales de los buques de guerra, como en los buenos tiempos de estos mismos hombres que ahora infaman a la República con el sólo intento de ejercer el Poder en su nombre”143.
Y lo mismo hace unos días después la dirección insular del Partido:
“El Consejo directivo del Partido Republicano Tinerfeño ha dirigido a los señores Presidente del Consejo de ministros y ministro de la Gobernación, el siguiente telegrama: «Atropellos inusitados costumbres políticas esta provincia vienen cometiéndose diariamente desde Gobierno civil culminaron hoy encarcelamiento secretario Ayuntamiento, Guardia municipal, Fiscal municipal caracterizados elementos republicanos pueblo Arico por luchar contra política antiguos caciques monárquicos mismo pueblo encuéntranse ahora apoyados gobernador, quien atropelló Ayuntamiento elección popular, imponiendo alcalde gubernativo después de detener días pasados alcalde propietario. Pretexto encarcelamiento haber vitoreado República grito calificádose subversivo, que era respuesta vivas rey y monarquía habían lanzado representante viejo caciquismo incrustado Gobierno civil. Ante tales desmanes poder constituyen verdadera vergüenza, máxime cuando ejecútanse por autoridades República hacemos más enérgica protesta, pedimos intervención Gobierno evitación esta provincia republicana sea víctima tales desafueros harán lucha política conviértase guerra entre cábilas indígenas. Régimen republicano desacredítase hoy con apoyo Gobierno civil por mismos hombres desacreditaron hundieron monarquía”144.
Entre las conversaciones que el Gobernador civil sostiene con los individuos relevantes de la política insular, como parte de los trabajos que se estaban llevando a cabo para preparar las elecciones, figuraban la mayoría de los tradicionales jefes del caciquismo rural tinerfeño, lo que indicaba que en las elecciones de febrero habría que “forzar la máquina” si se quería obtener el triunfo electoral de los candidatos ministeriales. Entre los que se reúnen con el Gobernador en aquellos días se hallaban antiguos caciques monárquicos de la talla de Martín Rodríguez y Díaz-Llanos, Benito Pérez Armas, José Domínguez Ramos, Isidoro Luz, Emilio Gutiérrez Salazar, Estanislao de Torres Barroso, Rafael Machado Llarena, el Marqués de Villafuerte y otros representantes destacados de la terratenencia semifeudal145. Lejos de haber desaparecido totalmente de la escena política republicana, los grandes caciques de antaño seguían teniendo voz y voto en el nuevo régimen:
143 La Tarde, 7 de febrero de 1936.
144 La Tarde, 10 de febrero de 1936, p. 8. Para la protesta de Elfidio Alonso, en nombre de Unión Republicana, véase La Tarde, 10 de febrero de 1936, p. 1
145 Ibíd...
1203 Tercera parte: La política semifeudal. El caciquismo (1890-1936)
“Con motivo de la efervescencia electoral que se viene registrando en Tenerife y su provincia, el Gobierno civil, estos días, se está viendo concurridísimo de elementos políticos.
A dicho Centro oficial acuden multitud de personas y comisionados de los pueblos de la isla, la mayoría de los cuales son recibidos por el ex diputado a Cortes don Andrés de Arroyo y González de Chaves, bien en el despacho del gobernador civil o en el salón de recepciones.
Entre esos elementos de la política insular, destacan los que durante la monarquía tuvieron una notoria significación”146.
El recurso a la destitución gubernativa y al nombramiento de concejales adictos al gobierno –utilizado masivamente para intentar controlar los resultados electorales de febrero de 1936–, no era, sin embargo, ninguna novedad. De hecho, durante los cinco años que duró la experiencia republicana, no existió, en la práctica, otra forma de renovar las corporaciones municipales que no fuera la suspensión o destitución gubernativa de los integrantes más incómodos de las mismas para sustituirlos por otros adictos a la situación del turno147. Las cosas, en este sentido, no habían cambiado mucho desde la Restauración. Un ejemplo nos lo proporciona en 1933 el Ayuntamiento de La Matanza. Un mes después de la caída de Azaña –en septiembre– y antes de que tuviesen lugar las elecciones a Cortes de noviembre fueron destituidos por el nuevo Gobernador radical tres concejales del Partido Radical Socialista, sustituyéndolos por otros del Partido Radical. La protesta elevada al Ministro de la Gobernación el 14 de octubre por el Comité provincial de los radicalsocialistas decía:
“Protestamos respetuosamente ante V.E. medida eminentemente caciquil que lesiona en lo más íntimo nuestro partido, al par que constituye el comienzo de proyectada serie de atropellos a nuestros derechos a intereses. No solamente han sido sustituidos ilegalmente tres concejales sino que provocase sesión para elección cargos arbitrariamente, finalidad eliminar Alcaldía a otro radical socialista. Unimos nuestra enérgica protesta la petición de que dicho Gobernador sea trasladado o destituido, ya que su conducta no merece confianza necesaria y obligada estos momentos”148.
En 1934 tuvieron lugar nuevas destituciones gubernativas, modificándose la tendencia política de algunos de los pocos Ayuntamientos de izquierdas que había en la isla. Tal fue el caso de La Orotava y del Puerto de la Cruz. En la Orotava fueron destituidos en 1934 el
146 La Tarde, 1 de febrero de 1936, p. 5.
147 Dejamos, ahora, de lado las elecciones que tuvieron lugar en 1933 para sustituir a las corporaciones que habían sido designadas, en abril de 1931, por el artículo 29 de la ley electoral de 1907.
148 La contraprotesta, que se eleva al Ministerio tres días después, se sustenta en que los “reclamantes que asaltaron dirección pueblo sin méritos de edades ni materiales y que aún hoy cuando tratase de reparar injusticias cometidas pretenden nombre justicia libertad que jamás practicaron continuar mangoneando en Ayuntamiento sin haberlo conquistado legítimamente si no debido al favor y gracia de un Gobernador” (AGA, Sección Interior, Fondo Antiguo de Gobernación, Cuestiones Electorales, sig: 62/1).
1204 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890-1936)
alcalde –el radical socialista Manuel González Pérez– y otros cuatro concejales, siendo sustituidos por concejales interinos del partido radical, uno de los cuales –Agustín Hernández y Hernández– resultaría elegido nuevo Alcalde de la localidad. Con fecha 21 de agosto de 1934 remite el Gobernador Civil de Canarias un telegrama al Ministro de la Gobernación, aclarando la destitución de los concejales de La Orotava:
“Gobernador a Ministro.
Nº. 98.- Tengo honor contestar telegrama de V. E, número 278 relativo a nombramiento Concejales interinos Ayuntamiento La Orotava. Virtud expediente gubernativo decretado anterior Gobernador Juez Instrucción ha procesado y suspendido cinco Concejales incluso Alcalde supuesto delito malversación y prevaricación. Ante este hecho con otra vacante de Concejal existía nombré seis interinos personas honorables todas afiliadas al partido radical cuya lista nominal diéronme parlamentarios de nuestro partido. La renovación Ayuntamiento diga cuanto quiera minoría despechada firmante telegrama elevado a V.E. causado vivisima satisfacción; La Orotava respira ya verse libre atropellos sujetos indeseables hacían odiosos ideales democráticos. Ese Alcalde procesado y suspendido un día titulado socialista, después radical socialista que tan puritano dícese, fue uno de los miembros más destacados de la odiosa Dictadura y viajaba entonces haciendo obstentación del tartarinesco carnet de afiliado Unión Patriótica. Con este detalle podrá juzgar claro talento V. E. contextura moral firmantes telegrama protesta procesamiento y suspensión ordenados no por mí sino dignísimo Juez Instrucción“149.
Con fecha 20 de agosto de 1934 se remite otro telegrama al Ministerio de la Gobernación firmado por varios concejales “de elección popular” de La Orotava, protestando por los nuevos nombramientos efectuados por el Gobernador radical:
“Entre nombrados figuran caciques máximos, individuos hacen gala públicamente de fe monárquica. Por buen nombre República creemos deben terminarse estas maniobras tan semejantes Dictadura”150.
Lo mismo sucede en octubre de 1934 –tras la insurrección de Asturias– con la corporación socialista del Puerto de la Cruz, una corporación que había sido democráticamente elegida un año antes, en los comicios que tuvieron lugar en 1933 para sustituir a los concejales designados en 1931 por el artículo 29151. Tras la destitución gubernativa, el Ayuntamiento pasaría a manos de los radicales, partido que se había conformado en esta localidad a partir de una de las principales facciones caciquiles de la Restauración portuense. El nuevo Alcalde, Isidoro Luz Carpenter –hijo del cacique
149 AGA, Sección Interior, Fondo Antiguo de Gobernación, Cuestiones Electorales, sig: 62/1 .
150 Ibíd...
151 El Ayuntamiento de El Puerto de la Cruz era el único de la provincia que estaba compuesto totalmente por concejales socialistas.
1205 Tercera parte: La política semifeudal. El caciquismo (1890-1936)
liberal Melchor Luz y Lima– había ocupado ya ese cargo durante la dictadura de Primo de Rivera y el gobierno de Berenguer:
“Gobierno civil a ministro Gobernación:
Núm. 124.- Tengo honor manifestar a V. E que en virtud expediente instruido en el cual se han comprobado la marcada actuación socialista de los Concejales de Puerto de la Cruz, he decretado la suspensión de la expresada Corporación habiéndose posesionado sin incidentes la Comisión gestora nombrada, la cual la integran Radicales, dos Agrarios, un Independiente y un Cedista. Así mismo y por iguales causas, he suspendido cinco concejales socialistas del Ayuntamiento de Orotava, habiendo ordenado que se instruya expediente al de Granadilla. Salúdale respetuosamente”152.
En otros lugares, tanto de Tenerife como de otras islas de la provincia153, se produjeron también otras destituciones de concejales socialistas, aprovechando la oleada represiva que se estaba impulsando en toda España desde 1934 y, especialmente, tras el movimiento insurreccional de octubre de ese año:
“Por disposición gubernativa han sido destituidos los concejales socialistas del Ayuntamiento de esta Capital, don Pedro García Cabrera y don José González Cabrera. También se ha adoptado igual resolución con los concejales de los Ayuntamientos de Los Silos, Guía y Granadilla”154.
En 1935 continuaban las destituciones gubernativas de las corporaciones municipales de Tenerife, lo que ocasionaba, a veces, problemas entre los mismos partidos que apoyaban al gobierno de turno. En un telegrama remitido en marzo de 1935 por el Ministro de Gobernación al Gobernador civil de la provincia, se dice:
Número 395.- “Recibo de esa siguiente telegrama: «Gobernador Tenerife infringiendo normas seguidas Península cordialidad entre elementos partidos forman Gobierno, nombró cuatro concejales radicales Los Silos, prescindiendo Ceda y Agrarios, y recientemente en Buenavista, previa suspensión, cinco concejales que constábanle
152 Telegrama remitido por el Gobernador Civil de Santa Cruz de Tenerife al Ministerio de la Gobernación el 25 de octubre de 1934. Posteriormente, el Gobernador Civil remite otro telegrama al Ministerio, el 27-10-1934: “Gobernador civil a Ministro Gobernación y otros destinatarios. Ruego V. E. rectifique tendenciosa información remitida a la prensa de Madrid que afirma nueva Comisión gestora Ayuntamiento socialista destituido por mí del Puerto de la Cruz intégranla mayoría monarquicos. Filiación política gestores nombrados por este Gobierno es la siguiente: Radicales once, Independientes dos, Agrarios, dos, y Ceda uno. Total diez y seis. Salúdale respetuosamente”. AGA, Sección Interior, Fondo Antiguo de Gobernación, Cuestiones Electorales, sig: 62/1.
153 En La Gomera fueron destituidos los concejales socialistas del Ayuntamiento de Vallehermoso, porque “resultó comprobado que ocho concejales de aquél propalaron noticias alarmantes con motivo de los pasados sucesos revolucionarios”. Los concejales depuestos fueron sustituidos por elementos del partido radical (AGA, Sección Interior, Fondo Antiguo de Gobernación, Cuestiones Electorales, sig: 62/1; La Tarde, 30 de octubre de 1934, p. 7).
154 La Tarde, 27 de octubre de 1934, p. 8.
1206 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890-1936)
oficialmente son Ceda, nombra afectos partido Lara, designándose alcalde presidente círculo republicano democrático. Protestamos atropello esperando rectitud V. E. ordene reparación injusticia.- Estanga, presidente Acción Popular».
Lo traslado a V.E. a fin de que con la urgencia posible me informe acerca del particular. Le saludo”155.
En su contestación, el Gobernador aclara su proceder al Ministro:
Número 10.- “Contestando telegrama V. E. tengo honor manifestarle que nombramientos Comisiones Gestoras Ayuntamientos tuve siempre presente partidos políticos integran actual Gobierno dando participación equitativa como demostrélo pueblos Orotava, Puerto Cruz, Tacoronte, Granadilla, etc. Respecto Buenavista, Concejales suspensos fueron elegidos carácter radical socialista y distinguiéronse proceder revolucionario tanto que Autoridad Militar cuando estado de guerra encarceló a varios de dichos Concejales acusándolos de promotores disturbios incluso agresiones Guardia Civil. Esos sujetos al presumir iba a suspenderlos aprestaronse a afiliarse a Acción Popular burdo juego que personas sensatas han censurado. De siete vacantes producidas después de instruir expediente que contiene verdaderas monstruosidades y que pasaré al Juzgado he cubierto cuatro dichas vacantes con elementos netamente radicales como podrá demostrarlo Ministro Industria Sr. Orozco y Subsecretario Marina Civil Sr. Marichal nada sospechosos como yo devoción lerrouxista. Reservo tres vacantes partidos Acción Popular y Agraria y espero que me den nombres. Por más que Acción Popular aquí hallase dividida modo truculento no sé ciertamente quien representa ortodoxia dicho partido para el que guardo toda lealtad”156.
La renacida práctica canovista de la destitución gubernativa de las corporaciones hostiles al gobierno de turno sería, también, criticada –antes incluso de las destituciones de octubre de 1934– por el republicano de izquierda y afamado periodista y literato Luis Rodríguez Figueroa. En un artículo titulado “Exégesis política” afirma el portuense, con su clásico seudónimo Guillón Barrús:
“Y todo esto sin contar con la persecución de los Ayuntamientos izquierdistas por gobernadores de medio pelo, chafandines y de mestiza genealogía o de republicanismo ingerido a última hora, mejor dispuestos a favorecer las exigencias rurales y pueblerinas de los tránsfugas de la derrocada Monarquía, que a poner de relieve, en proceso de revisión, sus desenfadados y lucrativos chanchullos del tiempo pasado.
No vaya a creerse, por esto, que se defiende el «placet» incondicional en pro de las corporaciones izquierdistas; al contrario, es preciso que ellas sean modelo de ejemplaridad y de honradez administrativa; pero lo que no puede admitirse en la ley del embudo, no que se convierta el viejo y socorrido sistema del caciquismo político de tiempos anteriores para quitar y poner Ayuntamientos, en método infalible para saciar ambiciones partidistas y preparar, violando la autonomía municipal, tinglados electorales. Esto conduce a la depravación de las costumbres políticas y convierte a los gobernadores en correveidiles de las fracciones turnantes en el Poder. Cuando las izquierdas gobernaron, que yo
155 Telegrama del Ministro de Gobernación al Gobernador Civil de Santa Cruz de Tenerife, 25 de marzo de 1935, AGA, Sección Interior, Fondo Antiguo de Gobernación, Cuestiones electorales, sig: 62/1.
156 Telegrama del Gobernador Civil de Santa Cruz de Tenerife al Ministro de Gobernación, 25 de marzo de 1935, AGA, Sección Interior, Fondo Antiguo de Gobernación, Cuestiones electorales, sig: 62/1.
1207 Tercera parte: La política semifeudal. El caciquismo (1890-1936)
recuerde, no se despertó en ellas, contra los municipios compuestos por radicales – en realidad y en su mayor parte por residuos del viejo régimen– esa fobia con que ahora persiguen éstos a los que no se someten al criterio absorbente, exclusivista y poco concorde con los principios democráticos que les caracteriza”157.
Tras las elecciones de febrero de 1936 y la inmediata constitución de un gobierno republicano de izquierda, volvieron las destituciones de Ayuntamientos y Cabildo, pero esta vez en sentido inverso a las que habían tenido lugar con anterioridad. Los suspendidos eran ahora los concejales de la derecha, siendo sustituidos por otros interinos de filiación socialista o izquierdista158. A los pocos días de tomar posesión de su cargo, en marzo de 1936, el nuevo Gobernador –Manuel Vázquez Moro– nombraba nuevas comisiones gestoras, tanto en el Cabildo Insular como en muchos de los Ayuntamientos de la isla: Santa Cruz de Tenerife, el Rosario, Adeje, Tegueste, Realejo-Alto, Realejo-Bajo, etc.159.
Este recurso generalizado durante la etapa republicana a la destitución de corporaciones hostiles al gobierno de turno –en lugar de haberse puesto en práctica un sistema democrático de renovación política de las instituciones, mediante el sufragio libre de los ciudadanos– es, sin lugar a dudas, uno de los elementos que permiten establecer cierta línea de continuidad entre la etapa de la Restauración y la etapa de la República: “no se hubiese podido imaginar un régimen más afín al de la Restauración que el de la República160.
Para continuar investigando los demás elementos de continuidad entre los dos regímenes habría que profundizar, así mismo, en la naturaleza de los partidos políticos. Ya vimos en un epígrafe anterior de este mismo capítulo como los partidos en la etapa republicana continuaban marcados por las mismas características que habían definido a los partidos de la Restauración, una idea en la que coincidían, tanto Miguel de
157 Guillón Barrús, “Exégesis política”, La Tarde, 17 de abril de 1934, p. 8
158 La Tarde, 11 de marzo de 1936, p. 4.
159 La Tarde, 18 de marzo de 1936, p. 8. Los nuevos miembros de la comisión gestora del Cabildo fueron:
Fernando Arozena (Unión Republicana), Matías Molina (Unión Republicana), Lucas Martín Espino (Unión Republicana), Manuel Bethencourt del Río (Partido socialista), Lucio Illada (Partido Socialista), Antonio García Ossorio (Izquierda Republicana), Salvador Díaz Ferreira (Izquierda Republicana), Francisco Rivero Barrios (Izquierda Republicana), José Pérez Trujillo (La Tarde, 28 de febrero de 1936, p. 8). La constitución de la nueva Corporación tuvo lugar el 2 de marzo de 1936, resultando elegido como Presidente Fernando Arozena Quintero y como Vicepresidente Manuel Bethencourt del Río (La Tarde, 3 de marzo de 1936, p. 7).
160 AGUADO, E., La República, último disfraz de la Restauración, op. cit., p. 164. La convocatoria de elecciones municipales para el mes de abril de 1936 (La Tarde, 26-3-1936, p. 2) tampoco tuvo la suerte de su lado, siendo posteriormente suspendidas (La Tarde, 6-4-1936, p. 4) por los avatares de la situación política nacional (destitución de Alcalá Zamora).
1208 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890-1936)
Unamuno, como Ortega y Gasset y José Díaz Fernández. Sin lugar a dudas, se trata de un tema que habría que investigar a fondo, pero no queremos dejar pasar la oportunidad de presentar ahora algún testimonio referente a Tenerife que, de momento, nos permitiría poner en cuestión la idea que frecuentemente tenemos sobre la naturaleza “moderna” de tales partidos en la etapa republicana. En un periódico republicano de esta isla se publicaba en 1931 un artículo que, bajo el título de “Disciplina, más disciplina”, se hacía la siguiente reflexión:
“Puede decirse que en Tenerife no ha habido partidos políticos organizados de forma tal, que hayan ejercido acción en toda la Isla. El caciquismo y el poder personal imposibilitaron a la democracia, para que se extendiera y actuara. Después de diez años de ostracismo en la vida ciudadana, este resurgir de ahora, tenía un poco de espejismo y el entusiasmo con que se actuaba, agrandó la realidad, dando una sensación inexacta de conciencia liberal, que desgraciadamente no tiene todavía nuestro cuerpo electoral y lo que es más grave, ni siquiera nuestros partidos políticos.
Como no somos nosotros prensa silenciadora, que calla lo que no pudiera convenir, tenemos que declarar, dando con ello en el eje del problema, que los partidos políticos de Tenerife se encuentran todavía faltos de cohesión y de disciplina, y que si los dirigentes de ellos, no actúan sobre la masa, dando sensación de unidad, la anarquía será la dominante en nuestra política.
En la mayoría de los pueblos, se ha vivido subyugados por el cacique, y careciéndose de conciencia y de ciudadanía, se ingresa ahora en los partidos con el mismo espíritu con que antes se iba al despacho del jefe político. Actualmente, hay comités de partidos que militan en ellos, por el solo hecho de disfrutar el radio de acción del Poder. En las elecciones, estos comités, no han cumplido exactamente las órdenes de los organismos directores.
Con este relajamiento y ductilidad en los principios, es imposible constituir una fuerza democrática con utilidad y rendimiento para el país.
De las agrupaciones políticas de la Isla, solamente dos, merecen mención; por ser las únicas con categoría de partido: El Socialista y el Partido Republicano Tinerfeño. Los candidatos no pertenecientes a estos sectores, actuaban con un personalismo mandado a retirar de la moderna vida pública.
Lo ocurrido en ambos partidos demuestra claramente cual es nuestra tesis.
Los socialistas, que aparentaban una perfecta disciplina, que estaban sujetos para cualquier decisión a las orientaciones que marcaran sus agrupaciones, sus asambleas y hasta sus consultas en Madrid, dan un espectáculo lamentable, que puede comprometer gravemente su pujante organización. En pueblos, votan a un solo candidato, en otros, cuatro y en algunos, donde mayor es su influencia, suprimen a uno de los acordados por el Partido.
En cuanto al Partido Republicano; el hecho de que un miembro de su Directorio figure en candidatura contraria a la de su Partido y esto, promueve interpretaciones equívocas, que han dado lugar a duda, por la vaguedad con que se desautorizaron y lo poco escrupuloso que fueron algunos comités, que no acataron exactamente las órdenes de la dirección, merecen una censura.
Hay que tener en cuenta que esta lucha no ha sido dura, por que casi no han existido los enemigos; pero los Partidos políticos tendrán que expulsar de su seno, actos que son contrarios a su mecanismo, que es quien garantiza su existencia.
Disciplina férrea, que es lo único que salva a la democracia”161.
161 Proa, nº 14, 4 de junio de 1931, p. 5.
1209 Tercera parte: La política semifeudal. El caciquismo (1890-1936)
Tras leer este testimonio –y tras valorar la repercusión que tuvo, sin duda, la fuerte infiltración de las viejas banderías caciquiles en los nuevos partidos republicanos desde el primer momento del régimen– nos preguntamos: ¿hasta qué punto los partidos políticos tinerfeños de la República se convirtieron en auténticas formas de organización política “modernas”, propias de las democracias burguesas occidentales, y hasta qué punto no fueron sino las nuevas formas mediante las cuales los mismos caciques de antaño continuaron disfrutando del “radio de acción del Poder”? Por los abundantes testimonios que en este capítulo se han presentado sabemos que, indudablemente, los caciques continuaron ejerciendo como caciques una vez incorporados a las nuevas organizaciones. Ciertamente, la falsificación electoral –aquellos índices de participación del 98% que se daban durante la Restauración en muchos pueblos– se redujo en cierta medida –no totalmente–, lo que no significa que las elecciones se convirtieran, de repente, en privilegiado barómetro de la voluntad popular162. Si los caciques continuaron siendo dueños de los principales recursos económicos de las localidades rurales, los campesinos continuaron sometidos a la misma servidumbre de antaño, y muchos pueblos siguieron siendo, en gran medida, aquellos burgos podridos que habían sido en épocas pasadas163. La incorporación de los antiguos caciques rurales a los nuevos partidos republicanos no tuvo como resultado la conversión de los caciques en políticos “modernos”; convirtió a unos partidos supuestamente “modernos” en organizaciones caciquiles, como bien advirtió Unamuno cuando afirma que “los partidos en España no son más que instrumentos de la organización del caciquismo164. Como dice el refrán, dime con quién andas y te diré quién eres.
Y lo mismo que nos preguntamos en relación a los partidos podríamos preguntarnos con respecto a las nuevas instituciones republicanas: ¿en qué medida fueron los Ayuntamientos
162 Según Cabrera Acosta, “el fraude electoral está, pues, presente en las cuatro elecciones a Cortes que se celebran durante este período en las Canarias Occidentales”, aunque “la dimensión alcanzada no llega nunca a los extremos propios de la Restauración” (CABRERA ACOSTA, M. Á., Las elecciones a Cortes durante la II República en las Canarias occidentales, op. cit., pp. 91-93). Por su parte, Agustín Millares da cuenta de la continuidad de las “tropelías” que seguían teniendo lugar en las elecciones celebradas en algunos pueblos de Gran Canaria: rotura de urnas, detenciones de apoderados, introducción de papeletas, etc. (MILLARES CANTERO, A., “Los caciques «republicanos» en Gran Canaria (1931-1936)”, op. cit.).
163 Decía Azaña que “las elecciones purísimas, donde «el personal» -como dicen- vota rigurosamente, suelen ser las más falsas; prueban que la sumisión es profunda” (AZAÑA, M., “Caciquismo y democracia”, op. cit.).
164 Coincidimos con Townson cuando exponía que la política de los partidos –él se refería específicamente al Partido Radical pero nosotros lo extenderíamos también a las demás organizaciones- debía examinarse “no tanto por su retórica y propaganda cuanto por la realidad de su ejercicio cotidiano del poder” (TOWNSON, N., “«Una República para todos los españoles»: el Partido Radical en el poder, 1933-1935”, 1994, p. 198).
1210 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890-1936)
y Cabildos insulares capaces de transformarse en eficaces instrumentos para el desarrollo de la actividad política y administrativa de las Islas, superando así la existencia lánguida y, en muchas ocasiones, meramente testimonial que caracterizó a estas instituciones en los años de la Restauración?165.
La politización creciente de la sociedad insular en esta etapa histórica es un hecho incuestionable. Sin embargo, el republicano de Tacoronte Antonio Dorta publica desde Madrid en 1932 un artículo en el que, bajo el título de “Indiferencia”, presenta una visión de la realidad política de la Tenerife –sin duda, unilateral–, que contrasta con la imagen habitual de una isla plena y conscientemente incorporada a los mecanismos de la política democrático burguesa:
“Es ya un tópico, pero todavía sigue siendo una verdad –¡todavía!– la indiferencia de los pueblos de Canarias hacia lo que sigue llamando la política. Refiriéndome a Tenerife puedo repetir una conclusión de reciente editorial de un diario tinerfeño: nuestros partidos políticos están vacíos de emoción insular. Mientras esto ocurre se malgastan discusiones sobre si los grupos políticos de las islas deben adherirse o no a tal o cual partido nacional. Mientras no se logre vencer la indiferencia de los tinerfeños, y los pueblos de la isla –desde la capital al más pequeño núcleo habitado– no intervengan decididamente, sin intermediarios ni tutores, haciendo que sus aspiraciones y sus angustias ejerzan su influencia en la orientación de la política, ésta será una falsificación y no será ni siquiera política insular. No hay unidad en la política de Tenerife. Se deja que cada pueblo, sin una labor a realizar en el conjunto tinerfeño, viva una vida pobre, en rencores aldeanos, sujetos a la inspiración del caciquillo de turno, a sus humores y veleidades”166.
Continuando con los testimonios relativos a la deficiente o inadecuada estructuración de los partidos políticos durante la etapa Republicana, vemos que, en un artículo editorial publicado por La Tarde en 1934, se llega a añorar la antigua estructuración política que el sistema caciquil proporcionaba a los territorios que conformaban el
165 En un artículo publicado por el periodista e historiador Fernández Almagro se dice: “No puede haber Estado sano y fuerte sin una buena articulación de sus piezas locales, entre otras razones, porque es en los Ayuntamientos donde se hace más directamente visible la eficacia de la organización nacional. El Ayuntamiento es el más claro exponente de la realidad de un país, y lo que acaso sea tolerable en el área nacional de un Estado, se hace insufrible en el reducido espacio de un Municipio. Por ahí hay que empezar toda obra de Gobierno y buena administración. La primera resultante sería darle vida –vida de verdad- a las provincias, que constituyen hoy un concepto mucho más teórico en los «Boletines oficiales» que práctico y eficiente. Un estudio analítico de las actuaciones de las Comisiones gestoras no nos llevaría a satisfactorias conclusiones. Y he aquí en las Comisiones gestoras, otra razón en pro de un ordenamiento nuevo que acabe con lo transitorio, empírico o insuficiente” (FERNÁNDEZ ALMAGRO, M., “Hacia un nuevo régimen local”, La Tarde, 13 de abril de 1934, p. 1). En un artículo reciente sobre el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife durante la etapa republicana se constata una vez más el “languidecimiento de la vida municipal”, languidecimiento que el autor explica por la crítica situación económica del consistorio capitalino (YANES MESA, J. A., “El Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife durante la II República: continuismo, involución y languidecimiento hasta el triunfo del Frente Popular”, Museo Canario, Las Palmas de Gran Canaria. En Prensa).
166 La Tarde, 16 de noviembre de 1932, p. 1.
1211 Tercera parte: La política semifeudal. El caciquismo (1890-1936)
Estado (“entre los caciques, tal vez se pueda llegar a la conclusión de que era mayor el número de los buenos que el de los malos”), planteándose que, una vez desarticulado ese sistema, las regiones, provincias y comarcas habían quedado sin una adecuada conexión con las instituciones nacionales. Los partidos políticos republicanos, “desdibujados entre los residuos de una organización sin más base política que un vago ideal y entre los arrastres originados por elementos de acarreo”, no habrían sido capaces de realizar esta labor de conexión de las regiones con el centro; “y ahora están las regiones, provincias y comarcas sin órgano adecuado de enlace con los poderes nacionales”. Era necesario, pues, “dar forma y contenido a las organizaciones políticas, única manera de que se nutra convenientemente el régimen y de que las provincias encuentren un fácil y lógico acomodo dentro de él”, para lo que resultaba indispensable que se dotara a todos los territorios del Estado “de órganos adecuados para la normalización de su vida política, base de todo desenvolvimiento económico y cultural”167. Decía Antonio Maura en 1901 –ya lo hemos mencionado– que “si se operase el milagro del instantáneo aniquilamiento, digamos una volatilización de la oligarquía de caciques, desde el encumbrado gobernante hasta el amo de la más ignorada aldea, hallaríase España en la anarquía con el pleno significado de esta palabra. Porque todos los órganos legítimos de su vida política están atrofiados o inertes”. Ya hemos visto que los caciques no se volatilizaron, ni mucho menos, en la etapa republicana, pero sí es cierto que debieron abandonar sus antiguas formas de organización para integrarse en los nuevos partidos republicanos. ¿Fueron capaces los nuevos partidos y las nuevas instituciones republicanas de sustituir eficazmente –mirado desde la perspectiva de las clases dominantes– la anterior forma de vertebración estatal que se desarrollaba mediante los tradicionales mecanismos caciquiles de representación política? Se trata, sin duda, de cuestiones de mucho interés que desbordan por completo las posibilidades de este trabajo, ya de por sí, extenso. Aún así, no queríamos dejar de apuntarlas con la idea de estimular, quizás, futuras investigaciones.
167 “Necesaria reorganización de los partidos políticos”, La Tarde, 15 de marzo de 1934.
1212 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890-1936)
TABLA 158.- COMISIONES GESTORAS DEL CABILDO INSULAR DE TENERIFE (1931-1936)
COMISIÓN GESTORA DE 1931-1933 Maximino Acea Perdomo
Presidente
Sebastián Castro Díaz
Vicepresidente
Tomás de Armas Quintero
Gestor
Francisco Rivero Barrios
Gestor
Vicente Marrero González
Gestor
Vicente Marrero González
Gestor
Domingo Luis González
Gestor
Martín Pérez Trujillo
Gestor
Pedro García Cabrera
Gestor
Matías Molina Hernández
Gestor
Rafael J. Calzadilla y Dugour
Gestor
Camilo Padrón Bethencourt
Gestor
Fernando Franquet Solé
Gestor
Lucas Martín Espino
Gestor (desde 1933)

(José Manuel Rodríguez Acevedo. rodriguezacevedo.wordpress.com/.../caciquismo-y-cuestion-agraria-en-te...‎)