EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1571-1580
CAPITULO X-VIII
Eduardo Pedro García Rodríguez
1571 Julio.
La escuadrilla inglesa de
Bartolomeu Bayón se fue acercando a la isla de, Gran Canaria en los momentos en que ésta era
gobernada, con carácter de interinidad, por el doctor Ángel Lercaro, teniente
que había sido del último gobernador letrado de la isla, don Pedro Rodríguez de
Herrera, y sucesor de éste en el mando interino de la misma durante el intervalo
que finalizó al arribo del capitán Juan Alonso de Benavides.
Sin embargo, Bartolomeu Bayón,
temeroso de que los canarios estuviesen avisados de sus andanzas y propósitos,
no se atrevió a fondear con sus navíos en el Puerto de la Luz, sino que se limitó tan
sólo a aproximar a la costa el pataje para que, dando la vuelta a las Isletas,
depositase en tierra, en el lugar más secreto y abandonado, al portugués Alonso
Nunes. De esta manera, el emisario del Bayón pudo ganar en breves horas la
ciudad de Las Palmas, donde empezó a publicar que los navíos que se divisaban
en el horizonte eran ingleses, que venían cargados de ropas y tejidos y que
arribaban con ánimo pacífico de comerciar, siempre que se les diese "salvoconducto" y garantía de ser
bien tratados y acogidos.
Al difundirse estas noticias por Las Palmas fueron
inmediatamente conocidas por el teniente de gobernador Lercaro, quien
hallándose en la fortaleza del Puerto de la Luz algo enfermo hizo comparecer en su presencia
al intruso Alonso Nunes sin pérdida de momento. Este declaró en la fortaleza
que el capitán de la escuadra se llamaba Antonio Martines (temeroso de revelar
el verdadero nombre de su jefe) y que sólo aspiraba a comerciar lícitamente
siempre que le diese "seguro"
como garantía de su libertad. El doctor Lercaro, que al oír estas razones y
demandas tuvo motivos sobrados para sospechar de los propósitos del corsario,
se lo negó en rotundo, resolviendo que, mientras otra cosa decidiese, Alonso
Nunes quedase detenido y vigilado en la propia fortaleza, pues si su jefe
quería lícitamente comerciar, había de someterse a las prácticas y costumbres
en el tráfico con los navíos extranjeros, situándose debajo y al alcance de los
cañones de las Isletas.
Era precioso, no obstante, evitar
toda provocación al amigo sospechoso de enemigo, y para cumplir esta misión se
ofrecieron voluntarios el alguacil Luís Gómez Aguililla, el escribano Luís
Felipe y el andaluz Rodrigo Vargas, quienes partieron en un esquife llevando
como intérprete al inglés William Hall, recién liberado de las cárceles del
Santo Oficio. Los tres llevaban por comisión exponer a Martines la conveniencia
de fondear en el interior de la bahía, pues en otro caso sería imposible todo
tráfico y relación. Bartolomeu Bayón recibió a los emisarios españoles
cordialmente, festejando a sus huéspedes con abundante vino, mientras sus
pilotos recibían órdenes de alzar velas para costear hacia el sur. Bayón, que
por todos estos detalles demostraba conocer muy bien la isla, dio órdenes de
echar anclas en el puerto de Melenara, vecino a Telde, donde sus vecinos lo
recibieron alborozados, al señuelo de los buenos negocios que se prometían.
El corsario, que seguía ocultando
su personalidad bajo el nombre de Antonio Martines, dió como motivo y
justificación de su conducta ante los rehenes canarios, las circunstancias
marítimas desfavorables con que ha bía tropezado que le impidieron ganar sin
contratiempo el Puerto de las Isletas.
Los emisarios fueron
inmediatamente puestos en libertad por Bayón, quienes difundieron en Las Palmas
diferentes pormenores sobre el pirata, tales como que "Antonio Martinez
era capitan dellos y que era un hombre muy principal de Portugal y gran
mercader que había tenido tracto en Inglaterra e yva a Guinea, y que en ello no
tenían que ver ingleses luteranos y que los que iban con el eran todos
cristianos y traian en sus navios imagenes de santos y muchos dellos sus
rosarios...". Todavía añadieron más:
"Que traían mercaderias y estaban artillados para defenderse de cosarios
ynfieles y que querian contratar con la tierra ".
En vista de estos informes
favorables, el teniente de gobernador Lercaro mostróse inclinado a autorizar la
contratación, cosa a la que hubo de moverle, de un lado, que los vecinos de
Telde, desentendiéndose de su autoridad, la habían ya empezado sin
contemplaciones, y de otro, conocer que el Santo Oficio en la visita al navío
girada por el prior y secretario Juan de Vega, el oficial Pedro Hernández y el
alguacil Alonso de Aguilar no había opuesto ningún reparo a que se verificase.
De esta manera, la "Justicia y
Regimiento" autorizaron con
su licencia la contratación, pregonándose en Las Palmas y en Telde el permiso,
sin otra limitación que la acostumbrada de que el tráfico se hiciese tan sólo a
base "de los frutos de la tierra".
A partir de este momento el
comercio aumentó en intensidad, vendiendo al corsario "comida, azúcar y
vino", mientras Bayón abastecía al los isleños de tejidos, en particular
cariseas. Además, túvose noticia en Las Palmas de que Bartolomeu Bayón conducía
en sus navíos, para vender, porción de "violones" y otros
instrumentos musicales, lo que provocó una visita particular que le hicieron el
doctor Pinto, el regidor Miguel de Múxica, el escribano y regidor Francisco
Méndez, el clérigo Luís Vivas y el mercader fiamenco Cornelio de Manach,
quienes se "solazaron y holgaron"
escuchando diversas canciones mientras el corsario los sentaba a su mesa.
Mientras tanto, los días
transcurrían y Bayón no daba señales de considerar ultimadas las transacciones.
Sus capitanes y soldados descendían también a tierra para desquitarse de la
vida del mar, siendo uno de los que más popularidad alcanzó el llamado Juan
Bretón, a cuya persona aluden con frecuencia los testigos de la estancia del
cosario.
Bajo el signo pacífico del dios
Mercurio, hasta los inquisidores olvidaban por instantes las posibles
diferencias de religión, ya que uno de los más asiduos visitantes de Bayón no
fué otro que el prior Juan de Vega, secretario del Santo Oficio, muy interesado
por aquellos días en colocar al pirata una gruesa partida de azúcar. Su interés
le llevó a extremar tanto la amabilidad con el lusitano, que más de una vez se
le vio abandonar los navíos a altas horas de la madrugada.
Sin embargo, quien se mostró más
activo en comerciar con Bayón fue un tal Juan López Carballo, mercader acaso
portugués o por lo menos de origen lusitano, que en más de una ocasión sé hizo
acompañar a las naves por el escribano Francisco Méndez para que formulase los
asientos de diversas escrituras sobre la venta "de ciertos vinos y agucares". Estas visitas de Méndez eran
aprovechadas por el doctor Pinto, Miguel de Múxica, Cornelio de Manach, Pedro
de Escobar, el alcalde de Telde y un vecino de la misma vil1a por nombre Juan
de Cabrera Muñoz para trabar relaciones con el corsario, cada vez más asiduas y
constantes, participando en sus comilonas y francachelas.
Otro de los que visitó a Rayón en
su buque fué su compatriota "el de la Caña", apodo con que era conocido un modesto
comerciante portugués, a quien entregó el pirata porción de tejidos variados,
en particular coriseas, para que, de contrabando, los introdujese y vendiese en
Las Palmas. La maniobra fue denunciada a tiempo al juez de Registros Juan de
Nava, y éste, al enterarse de "que era ropa de ingleses y contrabando,
decretó el .embargo total de la mercancía y el arresto del portugués como
responsable directo del fraude. Ello coincidió con la actitud cada ves más
hostil de las autoridades de la capital, de lo que dedujo Bartolomeu Bayón que
había que extremar el cuidado, pues no dudaba que a la primera ocasión
favorable Lercaro o Nava tratarían de prenderle.
Entonces el corsario pensó que el
mejor medio para asegurarse una retirada honrosa y tranquila, libertando a
Monso Nunes y rescatando sus mercancías embargadas, era hacerse por la fuerza,
ya costa de sus íntimos amigos y asiduos contertulios, con un importante número
de rehenes que le garantizasen contra todo riesgo pasado o futuro.
El plan fué preparado con toda su
vieja experiencia de "bellaco". Apostó para ello en una casa de las
cercanía de Melenara a 25 marineros armados, y una mañana que departía con el
grupo de sus amigos hizo creer a Francisco Méndez, a Miguel de Múxica ya
Cornelio de Manach que era necesario le acompañasen a un lugar más reservado
"en cierta parte del puerto, porque temía que el juez de Registros le
quería prender y le tenia prso un hombre". En breves segundos los canarios
cayeron en la trampa y quedaron sorprendidos y desarmados sin poder hacer
resistencia ante la superioridad numérica de los ingleses, quienes después de
maniatarlos 1os trasladaron al pataje, en calidad de prisioneros.
Desde aquel momentos las
relaciones pacíficas se tornaron en hostiles, rompiéndose toda comunicación con
tierra y esperando tranquilo Rayón que las autoridades isleñas iniciasen las
negociaciones de rescate.
Sin embargo, horas después de
cometida la fechoría hacía su entrada en el Puerto de la Luz, alrededor del día 19 de
julio del 1571, la flota de Indias, al mando como capitán general Cristóbal de Eraso, y en la que viajaba el
nuevo gobernador de Gran Canaria, capitán Juan Alonso de Benavides, y ello fué
causa de que Bartolomeu Rayón se sintiese en difícil situación en el puerto de
Melonara y que sus subordinados discutiesen acaloradamente sobre la
conveniencia de zarpar sin demora para ponerse a resguardo de todo peligro. No
obstante, Rayón se limitó de momento a situar en avanzada varias pinazas con
centinelas a bordo para avizorar cualquier movimiento del enemigo y estar a
resguardo de toda sorpresa.
Así permaneció varios días hasta
que cansado de aguardar y cobrando miedo por momentos decidió abandonar la isla
para proseguir su itinerario previsto hacia Guinea.
Entonces fué cuando Francisco
Méndez, en nombre de sus compañeros cautivos, suplicó y demandó del pirata
conmiseración para ellos, ofreciendo trasladarse a Las Palmas para tratar con
las autoridades de su propio rescate y del de sus convecinos Mú-
xica y Manach. Los capitanes
ingleses, que veían crecer día a día el peligro, se opusieron en rotundo a toda
gestión; mas Rayón terminó por imponer su autoridad mostrándoles las cartas
patentes de la reina de Inglaterra nombrándole capitán general de la flotilla,
y autorizó la partida del regidor Méndez.
Una vez en la capital de la isla
convino las circunstancias de rescate, sobre la base de liberar los portugueses
detenidos, Monso Nunes y "el de la
Caña", y devolver todas las mercancías embargadas,
saliendo garantes con sus peculios Méndez y sus compañeros de las resultas del
proceso incoado por el juez de Indias licenciado Nava. De esta manera pudo
verificarse en Melenara el canje de prisioneros, recuperando Múxica y Manach la
libertad, mientras Alonso Nunes pasaba de nuevo a los navíos.
Todavía permaneció algunas
jornadas en Melenara el corsario Bayón para dar remate a diversos negocios que
habían quedado pendientes. El secretario de la Inquisición Juan
de Vega volvió a los navíos para ultimar cuentas atrasadas, y por su parte el
mercader López Carballo se asoció y convino en secreto con el pirata para
entrevistarse con él más adelante en las islas de Cabo Verde, con objeto de
adquirir parte de su mexcancía humana y trasladarse seguidamente a las Antillas
a negociar en el tráfico clandestino de esclavos africano.
No es posible precisar en
absoluto el tiempo de permanencia de Bartholomeu Bayón en la isla de Gran
Canaria. Algunos testigos de su estancia aseguran que ésta duró mes y medio, de
donde cabe presumir que los ingleses estuvieron en Melenara todo el mes de
julio y parte de agosto del año 1571.
Desde este
momento, o sea el de la partida de Bayón hacia Guinea, la copiosa información
se interrumpe y apenas si conocemos algunos pormenores de sus aventuras en
Africa. En Guinea pasó Bayón el invierno de 1571-72 dedicado a la captura de
esclavos y en lucha constante con los navíos guardacostas lusitanos, siempre
atentos a velar por la integridad del monopolio esclavista. Sabemos por propia
declaración de las autoridades portuguesas que en "las partes e rios de Guinea... robo e prendio y hirio muchos
hombres [y] quemo y escalo muchos navios con mucho escandalo y ozadia".
Por análoga fuente sabemos
también que hallándose en el río de Megarabomba (125) ayudando a uno de los reyes indígenas en guerra civil con
otro, aliado, de Portugal, tuvo la desgracia de ser hecho prisionero, con lo
que acabó de decidir su suerte para siempre.
El rey vencedor entregó el
cautivo aun "tangumango" lusitano apellidado García Alvares, vecino
de Cabo Verde, y éste se dispuso a hacer su triunfal entrada en Santiago,
capital del archipiélago, cuando la villa vivía atemorizada esperando por
momentos la presencia en sus aguas del temido corsario, traidor a su patria y a
su rey.
En efecto, por si eran pocos los
temores, en la primavera de 1572 fondeó frente a Cabo Verde un navío español,
por más señas de un criollo canario, de nombre Santiago propiedad de Gonzalo Sánchez, y que había sido contratado
por Juan López Carballo para cargar los esclavos cuya compra había convenido en
Melenara con Bayón. La noticia se difundió cual regero de pólvora, y estrechado
a preguntas por las autoridades Gonzalo Sánchez no pudo ocultar cuál era el
verdadero objeto de su comisión.
Así los cosas, el 2 de mayo de
1572 los vigías de Santiago de Cabo Verde anunciaron divisarse buques piratas
en el horizonte, motivo por el cual se dió la voz de alarma y se consideró, sin
contradicción, que el corsario lusitano se acercaba a las islas para rematar
sus negocios. En el acto, el gobernador Antonio Vello Tinoco dispuso que los
navíos surtos en la bahía, unos cinco en total, se preparasen para partir en su
captura, e invitados los canarios del Santiago
a incorporarse a la escuadrilla aceptaron la oferta, tomando la dirección del
navío el maestre Nicolás Peralta.
Más de 250 portugueses se ofrecieron
voluntarios a embarcar en la flota, y así, bien aprestada y dispuesta, se hizo
a la mar ansiosa de combatir con el traidor corsario.
Durante varios días la escuadra
lusitana, o mejor, hispano-lusitana, mandada como capitán mayor por Martím de
Cequera, recorrió las distintas islas del archipiélago., temerosos sus
capitanes de que el corsario hubiese buscado refugio en alguno de los arrecifes
isleños; mas a la postre, descorazonados sus hombres de aquella estéril
persecución, retornaron a Santiago de Cabo Verde, con las manos vacías, a
montar de nuevo guardia en espera constante del ataque solapado y avieso.
Por fortuna, a los pocos días, se
conocieron las noticias de la captura de Rayón en el escenario africano, suceso
que fue celebrado con la natural satisfacción por sus compatriotas, libres ya
para siempre de sus maquinaciones.
Pocos días más tarde, a fines de
junio de 1572, Rayón era encarcelado en Santiago de Cabo Verde, y su proceso,
incoado con extraordinaria celeridad, no tardó mucho en fallarse. En él aparece
declarando el corsario con pelos y señales todas sus andanzas en la isla de
Gran Canaria.
La sentencia contra Bayón ya
estaba prejuzgada de antemano como reo indiscutible de crimen de lesa majestad;
por eso, no han de sorprendernos los detalles de refinada crueldad con que sus
jueces, con arreglo a las costumbres de la época, dieron fin a sus días. Su
cuerpo fué arrastrado por las calles y lugares públicos de la ciudad de
Santiago "con pregón de sus culpas";
luego, exánime ya, ahorcado con no menor publicidad, y sus miembros
descuartizados, y, por último, toda su hacienda confiscada en beneficio de
"la corona real del Reino".
El maestre del navío Santiabago, Nicolás Peralta, exigió de
las autoridades lusitanas una certificación de su comportamiento para garantía
de su persona y de sus actos, que éstas expidieron el 11 de agosto de 1572, y
que Peralta entregó un mes más tarde al juez de Indias licenciado Juan de Nava
en la ciudad de Las Palmas, saliendo absuelto y muy honrado por su conducta en
las islas de Cabo Verde.
Por aquellos mismos meses se
sentenciaba en el Juzgado de Indias el proceso contra los fiadores de Bayón y
contra la Justicia
por haber autorizado la contratación con el pirata, cuyas diligencias se
elevaron el 18 de julio de 1572
a consulta del Consejo de Indias, pues en opinión del
juez de Registros, licenciado Nava, teniendo que proceder contra el gobernador
interino doctor Lercaro "e contra
los vezinos desta ysla, que son muchos, es cosa de mucho escandalo y la ysla e
vezinos della estan muy trabaxados e de mucha necesidad". Ignoramos la
resolución del alto Tribunal. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1571 Julio 20.
R.C. (por traslado) en la cual
S.M. dispone que el Ingeniero Militar Agustín Asmodeo, residente en la isla de Canaria,
haga viaje á la de Tenerife para reconocer el estado de sus fortificaciones por
haber tenido noticias de que el turquillo aprestaba 16 ó 17 navíos en el rio
Calé, cuya expedición pudiera dirigirse contra las islas y producir daño en
ellas; Cabildo de Tenerife, fol. 38.
R.C. en la cual S.M. hizo la
merced á Tenerife de una pieza de artillería, en el Pardo á 25 de Noviembre de
15951 fol. 41.
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