lunes, 30 de septiembre de 2013

CAPÍTULO XXXIV –I



EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1731-1740 

CAPÍTULO XXXIV –I 



Eduardo Pedro García Rodríguez

1731. Se procede, con 64 personas canarias a la fundación de San Antonio de Texas.  Éstos se constituyen como su oligarquía, canalizando en su provecho el regadío, lo que les originó conflictos con las misiones de la secta católica allí establecidas. Apoyaron tanto la independencia de Méjico como a la República de Texas, muriendo algunos de ellos en la defensa del Álamo frente a las tropas mejicanas.

1731 Noviembre 30.
Fue declarado Caballero hijodalgo por el Cabildo colonial, el criollo Pablo José de Mesa Ponte y Llerena.

“El referido D. Pablo José de Mesa Ponte Azoca y Llerena nacido en La Laguna, bautizado en Los Remedios el 7 de Junio de 1693, fue elegido como Caballero hijodalgo notorio en Cabildo general celebrado el 30 de Noviembre de 1731, para Castellano del Castillo de San Juan, de que le dio nombramiento el General Marqués de Valhermoso.

Fue hermano menor de los célebres canarios e ilustres hijos del país D. Álvaro de Mesa Azoca Llarena, también Castellano del mismo Castillo y siendo Teniente Coronel del Regimiento de Infantería de Portugal, murió heroicamente defendiendo la plaza de Ceuta contra los moros apoderándose de la línea de la Rocha,

«...haviendo salido mandando cuatro Piquetes al campo de los moros, en la acción general destinada a desbaratar sus ataques al mando del Marques de Lede, la noche del 19 de Febrero de 1723, salió de esta función tan lleno de balazos, que a las trece horas murió...», como consta en el Memorial impreso del primer Marqués de Casa Hermosa D. Francisco de Mesa y Ponte de la Orden de Santiago; otros de sus hermanos fueron D. Alonso, Canónigo de la Sta. Iglesia Catedral de Santa Marta y de la de Cartagena de Indias; D. José Francisco, igualmente castellano del Castillo de San Juan, Capitán de Infantería que se distinguió sirviendo en la Real Armada y falleció a consecuencia de heridas recibidas al ser hecho prisionero del pirata inglés Clipperton al apoderarse de la escuadra del Marqués de Villarrocha; General y Almirante D. Juan Evangelista de Mesa y Llarena, Jefe de la gran Casa de Mesa y poseedor de sus mayorazgos y patronatos por fallecimiento de su padre, que prestó los más grandes servicios por mar y tierra a S.M. y fue Capitán de Infantería y de Granaderos, Gobernador del Castillo de Santiago de Manila, General de la Armada, General y Almirante de la Armada Real de bajeles de las Islas Filipinas, y últimamente Capitán General del Callao de Lima, méritos que recompensó el Monarca con la merced del hábito de Caballero de la Orden de Santiago, en Cédula de 24 de Abril de 1720.

Estos hermanos fueron segundos nietos del célebre Capitán D. Lope de Mesa Ocampo, que prestó grandes servicios entre otros con motivo del ataque a Las Palmas de Van-der-Does. (José María Pinto de la Rosa, 1996)

1731 Diciembre 28. Nació en el Realejo de Arriba, el día de los Santos Inocentes, el criollo José Viera y Clavijo, sacertode de la secta católica historiador y naturalista. Su padre, Gabriel del Álamo Viera, descendía de pobladores colonos portugueses llegados a Chinet (Tenerife) en la primera mitad del siglo XVI, y su madre, Antonia María Clavijo Álvarez, estaba emparentada con los Clavijo y los Perdomo de Titoreygatra (Lanzarote). Según consta en su partida de nacimiento fue bautizado por caso de necesidad en la casa de sus padres, donde había nacido, lo que sugiere que hubo problemas durante el parto. De hecho, sus biógrafos coinciden en que siempre fue una persona de naturaleza débil y enfermiza.
 A pesar de su delicada salud, desde niño fue muy activo, con mucho nervio y ganas de asimilar todo tipo de conocimientos. Esa vitalidad se interrumpía a veces durante periodos depresivos que le impedían realizar esfuerzos físicos e intelectuales. Él mismo aseguraba que padecía la modorra de los guanches, la extraña enfermedad que, según los autores antiguos, provocó una grave epidemia entre la población guanche posiblemente por que los invasores envenenaron las fuentes de agua. En cualquier caso, llevó una vida normal durante toda su existencia y vivió más de 80 años, una edad que pocas personas alcanzaban entonces.
 Estudió en el convento de la secta católica de los dominicos en La Orotava donde cursó la carrera eclesiática. A los 18 años recibió las órdenes menores y tres años más tarde fue nombrado capellán de coro de la iglesia de la Peña de Francia, en el Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz). Poco después accedió a las órdenes mayores y ejerció como sacerdote en Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria). Entre sermón y sermón, leía todo lo que caía en sus manos. Se entusiasmó particularmente con las ideas racionalistas de Feijóo, del que decía que en medio de la lóbrega noche de sus estudios escolásticos llegó a alumbrarle con una ráfaga de feliz claridad. Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764) fue un monje de la orden de los benedictinos, autor de una larga serie de artículos críticos -que hoy llamaríamos de opinión- sobre religión, literatura, física, biología, etc., que fueron recopilados en dos obras enciclopédicas: Teatro Crítico Universal y Cartas Eruditas.
 Viera desarrolló desde joven una intensa actividad intelectual: dominaba las lenguas clásicas, traducía literatura francesa, escribía artículos, ensayos, novelas, poesías, etc. Además era ingenioso, hablaba muy bien y exponía cualquier asunto de forma clara y amena. Esas cualidades le permitieron participar como un miembro más en la conocida tertulia de Nava, que se celebraba regularmente en la casa del criollo marqués de Nava y Grimón (entre 1763 y 1767), en Eguerew (La Laguna). Allí se reunían las personas más cultas e ilustradas de Chinet (Tenerife) para hablar y discutir sobre temas de diferente índole. Arropado por ese círculo intelectual, Viera tuvo la oportunidad de acceder a las pocas bibliotecas que entonces existían en la isla -casi todas pertenecientes a la aristocracia local- y a los archivos eclesiásticos y del cabildo. A lo largo de varios años de intensa investigación bibliográfica, logró rescatar y recopilar una gran cantidad de información sobre la historia colonial de Canarias conservada en legajos y documentos antiguos, muchos de ellos olvidados o desconocidos hasta entonces. Ese trabajo de erudición constituyó la base principal de su obra más importante: Noticias de la Historia General de de las Islas Canarias.
En 1770, cuando aún no había cumplido 40 años, recibió una tentadora oferta del marqués de Santa Cruz de Mudela para que se encargara, como ayo, de la educación de su hijo, el marqués de Viso. El viejo marqués era una persona afable, culta e instruida, que pertenecía a una rancia familia de la nobleza colonial española, muy próxima a la corte. Viera no dudó en aceptar esa proposición y se trasladó a Madrid (España) a finales de ese año. Si bien el ambiente intelectual de la capital de la metrópoli le decepcionó profundamente, tuvo la oportunidad de viajar con los marqueses por las principales ciudades europeas, París Viena, Roma, Nápoles, Venecia, Amsterdam, etc., y conocer directamente las ideas más modernas que se estaban generando en ese momento. En Roma, investigó en los archivos del Vaticano, donde encontró documentos importantes para la historia colonial de Canarias, aparte de obtener licencia para leer libros prohibidos. Entabló una estrecha amistad con José Antonio Cabanilles, el botánico español más importante de la época, con el que convivió en París durante casi un año. Allí fue alumno de ilustres científicos, como Valmont de Bomare, profesor de historia natural, y Sigaud Lafond, un reconocido químico. Incluso asistió al homenaje que le hizo la Academia a Voltaire cuando éste, ya anciano, regresó a París.
Según él mismo cuenta, en sus viajes por Europa conoció 138 ríos, 165 ciudades, 13 academias de nobles artes, 8 laboratorios químicos, 8 casas de fieras, 6 talleres anatómicos, 70 catedrales, 5 sinagogas ... En 1782 fue nombrado arcediano de Erbania (Fuerteventura), cargo que aceptó con gusto ya que estaba bastante harto de Madrid, una ciudad que, después de sus viajes por las principales capitales europeas, le parecía aún más provinciana que cuando había llegado doce años antes. Permaneció en Madrid durante dos años más, tiempo que consideró necesario para dar los últimos retoques a su Historia General de las Islas Canarias, que por fin se publicó en 1783, y ordenar y clasificar los documentos y materiales más interesantes que había acumulado a lo largo de esos doce años.
Al regresar a la colonia canaria comenzó una nueva etapa en su vida, sin duda más tranquila y reposada, pero intelectualmente tan activa y fecunda como lo había sido siempre. No sólo siguió desarrollando su vocación literaria con mayor o menor éxito, sino que se dedicó a difundir los conocimientos científicos adquiridos en Europa y a aplicarlos en el estudio de la naturaleza canaria. En la Real Sociedad de Amigos del País de Canaria en Winiwuada (Las Palmas) presentó numerosas comunicaciones: sobre las aguas minerales de Teror y el carbón de piedra (1785); sobre las aguas minerales de Telde, la rubia silvestre, la barrilla y el ricino (1786); sobre los gusanos de seda, la orchilla y el carbón de leña (1787); sobre las aguas de la ciudad de Winiwuada (Las Palmas), la renovación de los sombreros viejos y el modo de desengrasar la lana (1788), etc.

En 1799 terminó de redactar el Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, su obra científica más importante, que se publicó por primera vez en 1866, cincuenta y cuatro años después de su muerte. El diccionario recoge más de mil nombres populares canarios de plantas, animales, minerales, etc., con una descripción más o menos detallada de cada término. En la mayoría de las plantas incluyó el nombre científico actualizado, siguiendo el método propuesto por Linneo unos pocos años antes.

En 1804 compuso Las Bodas de las Plantas, un poema didáctico considerado como un tratado de botánica, sobre la fecundación y propagación de las especies vegetales.
Cuatro años más tarde presentó en la Real Sociedad de Amigos de Canaria el que probablemente fuera su último trabajo científico, Catálogo de los Géneros y Especies de Plantas singulares de las Islas Canarias, donde incluyó unas 60 plantas autóctonas con una descripción más detallada que en su diccionario.
 A pesar de su cada vez más deteriorada salud, Viera continuó escribiendo cartas, ensayos y poesías hasta sus últimos días. Falleció en Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria) el 21 de febrero de 1813. El botánico inglés Philip Baker Webb le dedicó en 1839 un género de plantas endémico de Chinet (Tenerife), cuya única especie, Vieraea laevigata, conocida popularmente como amargosa, vive exclusivamente en el macizo de Teno. También en su honor, el Museo de Ciencias Naturales de Chinet (Tenerife) edita anualmente una revista científica que lleva el mismo nombre: Vieraea. (Lázaro Sánchez Pinto)
 “¡Qué placer se puede igualar al de extender la vista por la campiña que uno ha vestido de árboles, y decir: Dios crió las especies; yo las he multiplicado! La posteridad bendecirá mis cuidados, cuando eche de ver que yo he tenido la generosidad de trabajar para ella: ¡la Patria me tributará elogios, porque he aumentado sus verdaderos bienes...! Gratas reflexiones que deberían animar a todos los canarios, amenazados de la temible situación de carecer de árboles de montaña.”

En 1779. Fallece el joven y delicado marqués sin descendencia y en 1780 acompaña al marqués de Santa Cruz en un viaje en que visitaron París, Turín, Roma, Nápoles, Venecia y Viena, donde el anciano marqués se casó otra vez, y visitan después Alemania y los Países Bajos; Viera escribirá un diario de este último viaje. En Roma obtuvo documentos importantes para su Historia y, además, una dispensa eclesiástica para leer libros prohibidos. Aprovechó la estancia en París de casi un año para seguir conferencias y cursillos científicos, especialmente de química y física; asistió a la recepción de Voltaire en la Academia y conoció a Condorcet y a d´Alembert. Tras esta estancia parisina se renovó su interés por las ciencias a las que ofreció una intensa dedicación. En 1782 es nombrado arcediano de Erbania (Fuerteventura) en la Catedral de guiniwada (Las Palmas) y en 1784 abandona Madrid y se embarca en Cádiz con destino a Canarias, de donde ya no se moverá hasta su muerte. En 1790 Antonio Porlier, miembro del Consejo de Indias, le ofreció varios empleos en Madrid que no aceptó. Vive bastante activo dedicado a las ocupaciones de su cargo, de la Real Sociedad Económica, del colegio de San Marcial y de sus trabajos literarios y traducciones.
1732 Junio 10.
Vino a ocupar la silla episcopal en la colonia de Canarias el  magistral de Valla-Dolid (España), don Pedro Dávila y Cárdenes, que tomó posesión de su iglesia el l0 de junio de 1732. Tan pronto este  prelado terminó su instalación, cuando organizó una visita general de la diócesis, que realizó al año siguiente, llevando a todas partes la solicitud de su celo evangélico y la elocuencia de su persuasiva palabra. Mientras cumplía su piadosa misión, meditaba ilustrar su pontificado con la celebración de un sínodo que fuese como la continuación del celebrado por don Cristóbal de la Cámara, y si necesario era, darle la ampliación que el transcurso de los años aconsejaba. Decidido a realizar su proyecto, dirigió circulares y edictos al cabildo, vicarios, beneficiados y párrocos de la diócesis, al comandante general, Audiencia, corregidores y ayuntamientos, a los gobernadores y jueces de las islas de señorío y a los provinciales, priores y guardianes de las órdenes religiosas. Dio principio tan solemne asamblea en la tarde del 28 de agosto de 1735, con una breve exhortación que dirigió el mismo prelado a todos los congregados en el aula capitular y, al día siguiente, después de la misa mayor, salió una procesión por las calles de Las Palmas, que estaban vistosamente engalanadas, con asistencia del cabildo, comandante general, vocales, clero, comunidades, diputados, cofradías, tropa y música.

Las conferencias duraron ocho días. Decretóse en la constitución primera que los maestros de escuela enseñaran todos los sábados la doctrina cristiana a los niños. En la segunda se ordenaba que las personas penitenciadas no ejercieran ningún oficio sin licencia expresa de la Inquisición. En la séptima se prohibía a los clérigos llevar hábitos
de seda, a menos que la tela no fuese fabricada en el país, ni sobrepellices costosos ni colas en las sotanas. En la octava se lamentaba el prelado del pernicioso abuso de salirse las doncellas de la casa de sus padres para casarse inconsiderada y precipitadamente, y quería que se predicase con frecuencia contra esta culpa. En la décima se levantaba la excomunión que se había impuesto a los que tomaban tabaco en las iglesias. También se establecía, en otro lugar, que no se pudiera bautizar a los hijos de infieles contra la voluntad de sus padres. Respecto a comedias, ordenaba lo siguiente: "Habiendo de haber comedias en la fiesta del Corpus mandamos, so pena de excomunión mayor y de diez ducados, no se representen sin que sean vistas y examinadas por Nos o nuestro pro visor y vicario, sometiendo su examen a personas doctas y de buen parecer, las cuales firmen, no solamente que no tienen error ni cosa contra la fe, pero que son de buen ejemplo para las costumbres de los fieles y no tengan deshonestidad, o sea, ocasión de algún pecado, y después de examinadas y aprobadas las dichas comedias, por ningún caso queremos se representen en las iglesias, ni por la mañana ni a la tarde, porque, aunque en sí sean buenas, suelen traer muchos inconvenientes representadas en las iglesias y causar mucha irreverencia con ruidos, bebidas, posturas de cuerpos, pláticas y palabras deshonestas de mucha gente moza. ..Sin embargo, siendo las comedias tales y con las licencias sobredichas, se podrán representar fuera de las iglesias, pero no por la mañana". En otra constitución se expresa el prelado en estos términos: "Hemos entendido con bastante pena que algunos dueños de esclavas tienen con ellas un modo de hacer ganancias, permitiéndolas o disimulándolas se hagan fecundas por el vil interés y valor de la nueva prole que han de tener, mirando a estas infelices sin más distinción que si fueran irracionales...mandamos se castigue el delito con todo el rigor del derecho".

Concluyó el sínodo con la bendición del obispo, el cual se manifestó muy regocijado del éxito de la religiosa asamblea. Publicáronse las constituciones en Winiwuada (Las Palmas) el 13 de julio de 1738 y, aunque el ayuntamiento de Eguerew (La Laguna) quiso contradecirlas por encontrar en ellas algo que se oponía a sus inmunidades y privilegios, fue desechada su pretensión y siguieron rigiendo en la diócesis con aplauso de todos los fieles católicos. Este  prelado dejó las islas en 1739, habiendo sido trasladado a la silla de Plasencia (España).

1732 Junio 18.

Se crea en  la Matanza de Acentejo, un hospicio Franciscano, este hospicio tubo una existencia holgada hasta una Real Cedula subscrita por el rey Carlos III que atisbo el riesgo de ver convertido en señorío tierras de realengo que permanecían en manos de religiosos o de aristócratas.
Este Hospicio fue fundado por el sacerdote herreño que era cura del lugar, Lorenzo Fernández de Armas que incluso falleció como fraile de este hospicio. Dicho hospicio era de una comunidad Franciscana, cuyo objetivo era servir como albergue y escuela elemental para la comarca y ayudar a todos los transeúntes y mendigos que pasaban por el lugar dándole asistencia.
D. Lorenzo Fernández de Armas nació después de 1670 en El Hierro. Profesó como franciscano en 1735. Murió antes de 1780 en La Matanza de Acentejo (Tenerife). Sacerdote y Abogado. Primeras órdenes en 1693 (Obispo Vicuña). Párroco de La Matanza de Acentejo, Tenerife, de 1708 a 1733. Representante de La Matanza de Acentejo en varios cabildos generales de Tenerife celebrados en La Laguna, como el de 29 de marzo de 1724. Hijo de Lucas Fernández de Armas (que figura como testigo -junto con su padre Juan Fernández- en el acta levantada el 21 de julio de 1723 por García del Castillo, con motivo de haber pretendido ver la isla de San Borondón desde la Cumbre de Ezézena, El Hierro. Capitán de Milicias. Testamento 27 mayo de 1704 ante Brito y Espinosa, El Hierro) y de Ana Rodríguez Perera, natural de Santa Úrsula (Tenerife). Hermano de Bernarda Rodríguez de Armas, casada con Teodoro Fernández de Payva, natural de Los Silos (Tenerife) el 29 de Septiembre de 1700.
1733.
Por la relación de la visita pastoral del Ilmo. Sor. Obispo D. Pedro Dávila y Cárdenas; se sabe que el Puerto de Arrecife sólo contenía la citada ermita (San Ginés), veinte y ocho vecinos, y un castillo el mejor.

1733.
En las Constituciones, y nuevas adiciones  Sinodales del Obispado de las Canarias, constituciones que tuvieron lugar en el año de 1733, el Obispo D. Pedro Manuel Dávila y Cárdenas, imprimió – entre otras – sus impresiones del puerto de Santa Cruz en los siguientes términos:  “Tiene este Lugar un Beneficio, provision de su Magestad, Iglesia muy buena, y decente, quatro Hermitas, que son la de nuestra Señora de Regla, San Andrés en el Valle de Salazar, San Telmo, y la San Sastian. Compónese  de 1367 casas, en que viven al presente 6568. Personas. Este puerto es donde concurre oy el Comercio de las Islas. Tiene dos Conventos, con bastante comunidad, uno de Santo Domingo, y otro de San Francisco. Esta este Puerto muy fortificado, y prevenido con tres Castillos, coronados de piezas, como las fortificaciones de la playa. Creo sera necessario poner en este Lugar Ayuda de Parroquia, por lo mucho que se ha aumentado, y se vá aumentando, y de dichas casas están en el camino de Regla 15, camino de la Laguna 5; en donde llaman los Campos 4; en el Bufadero 12; en el Valle de San Andrés 75; en el de Iguete 25; y los demás arruados”. (Eduardo Pedro García Rodríguez)

Que había en estas islas. (Sinodales del Obispado de Canaria, p. 504, y 505). Y no debe quedarnos duda, que esta fortaleza es la ti­tulada Sn. Gabriel; la cual parece obra de los marqueses de Lanzarote, puesto que consta del inventario de este Estado hecho en 1598.

También el mencionado Ilmo. Dávila, nos dice, que se hallaba a la sazón amenazado aquel puerto de ser arruinado por el volcán. Y ciertamente era entonces que estaba acercándose el brazo de lava que bajó por la inmediación de Tahiche hasta cosa de una milla N.N.O. distante de Naos. (J. Álvarez Rixo, 1982:50).

PLANTAS PRIFICADORES DEL AIRE


domingo, 29 de septiembre de 2013

UNA NUEVA GUERRA DE LA METROPOLI CON INGLATERRA





En 1740 se produjo una nueva guerra de la metrópoli con Inglaterra, como consecuencia los corsarios ingleses infestaron de nuevo las aguas de las islas. Esta situación de merodeo por parte de los corsarios ingleses, perturbaba el tráfico entre las islas ocasionando con ello la falta de muchos productos de primera necesidad. Se organizó entonces no sólo la defensa pasiva, sino también la caza a los piratas, forma ésta de defensa que ya casi se había olvidado en las Islas. Como era habitual entre las potencias marítimas europeas, cuando entraban en conflictos bélicos expedían patentes de corso a favor de capitanes de su flota mercante e en ocasiones a navíos reales dedicándose éstos a hostigar al enemigo, apresando a los barcos mercantes y saqueando las poblaciones costeras y los puertos. El gobierno español concedió patente a algunos de los navíos mercantes mejor artillado. Uno de los capitanes patentados fue Antonio Miguel, patrón de la balandra Canaria San Telmo, éste apreso un bergantín inglés  que transportaba una carga de bacalao y una corbeta de la misma nacionalidad. Ambas embarcaciones fueron vendidas en Santa Cruz, el bergantín en 2.000 pesos y su carga de pescado en 9.000. Como toda acción produce reacción, los ingleses desplazaron a nuestras aguas un navío de 50 cañones con objeto resarcirse  de las pérdidas, después de cuatro días de acecho, logró apresar un barco  de Gran Canaria que, venía a Santa Cruz y que por fortuna venía en lastre. (Eduardo Pedro García Rodríguez)

CAPÍTULO XXXIII –V




EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1721-1730 

CAPÍTULO XXXIII –V 



Eduardo Pedro García Rodríguez
Viene de la entrega anterior.
Estructura institucional de los ingenieros militares y la figura de Joseph García de Cáceres.
Es importante contextualizar la figura de este ingeniero en el marco de la estructura institucional en que desarrolló sus funciones. Joseph García Martínez de Cáceres nació 1733 en la ciudad de Alicante y se graduó de ingeniero militar, iniciando su carrera en 1753 como ingeniero delineante. En 1778 alcanzó el grado de Ingeniero 2º, y es destinado a cumplir funciones en el virreinato de Nueva España, hasta ese momento había cumplido una larga actuación en toda la Península.  Años después, en 1787, fue nombrado Ingeniero del Río de la Plata y según los datos que tenemos, en 1789 ya se encuentra trabajando en Buenos Aires, dibujando planos para los edificios interiores de la Real Fortaleza de esa ciudad. En 1790, construye la Casa de Gobierno de Montevideo.

Durante toda esta época, Cáceres se encuentra involucrado en la realización de planos y obras en ambas orillas del Río de la Plata, simultáneamente. Entre sus realizaciones de este período, que se extiende al menos hasta 1802, se cuentan obras principalmente de índole defensivo y militar, pero también de arquitectura civil y religiosa. En 1794, por ejemplo, critica los planos de la portada de una iglesia de clérigos de La Plata, la San Felipe Neri. En 1795, construye la Dirección General de Tabacos de Buenos Aires, en 1797 realiza los planos del Hospital Provisional de Montevideo. En la costa oriental su trabajo es muy intenso en lo referente a la fortificación y construcción de otras dependencias militares. Realiza planos, perfiles y vistas de los cuerpos de guardia que servían de resguardo al almacén de pólvora del Cerro de Montevideo y al muelle de la ciudad; el plano y perfil de la batería de Santa Bárbara, construida para defensa de la playa de la Estanzuela y su inmediata en la costa montevideana; dibuja también los planos de los fuertes de San Miguel y Santa Teresa.
El Cuerpo de Ingenieros Militares tuvo un papel principal en todo lo referente a la defensa y la ordenación del territorio por iniciativa pública en España y las Indias. Su rol fue decisivo para asegurar el control de la estructura social;  una organización política unitaria en el momento de la construcción del estado moderno (desde el Renacimiento, pasando por el siglo XVII y XVIII, donde se sigue avanzando desde el estado absoluto al estado liberal) y finalmente, la defensa del territorio. En el siglo XVII, la ingeniería militar de la Corona española ya contaba con un largo desarrollo, integrando además conocimientos y tradiciones procedentes de los distintos territorios del imperio, como se afirma en Capel y otros (1988): “Súbditos italianos y flamencos de la monarquía habían constituido desde el siglo XVI el principal contingente de los ingenieros militares, con una activa y eficaz presencia en la fortificación y defensa de los territorios del Imperio. Pero a ellos se habían unido bien pronto ingenieros españoles que trabajaban también indistintamente en todos los dominios hispanos”.
Sin embargo, hasta comienzos del siglo XVIII la organización de los ingenieros no estaba estructurada como un cuerpo único, ya que sus actividades se vinculaban tanto con los artilleros como con la infantería, y no contaban con centros específicos de formación. Por este motivo se reclutaba para estas funciones a aquéllos oficiales que poseían algún conocimiento de matemáticas y fortificación; la técnica se adquiría trabajando o se transmitía familiarmente, tal como puede verse en el caso de Sebastián Fernández de Medrano quien adquirió su formación de manera autodidacta y llegó a ser profesor y director de la Academia Militar de Bruselas, el centro de formación más importante de la Monarquía hispana a finales del siglo XVII. Allí dictó clases en ingeniería, geografía, arquitectura militar, geometría práctica y artillería, incluidas todas estas materias dentro de las ciencias matemáticas. El flamenco Jorge Próspero de Verboom, sería nombrado en 1710 Ingeniero General de los Ejércitos, Plazas y Fortificaciones de todos los Reinos, Provincias y Estados, y Cuartel Maestre General de todos los Ejércitos.  Además de las funciones que quedan explícitas en la denominación del cargo, se le confiere la responsabilidad de organizar el cuerpo de ingenieros, para lo cual en 1711 Felipe V expide la orden de creación del Plan General de los Ingenieros de Ejércitos y Plazas.

Hacia 1718, al cuerpo se habían integrado más de un centenar de ingenieros españoles, italianos y flamencos. Inspirado en la Academia de Bruselas, Verboom también será el responsable de la creación de la Academia Militar de Matemáticas de Barcelona en el año 1716, pero el centro comienza a funcionar el 15 de octubre de 1720 bajo la dirección de Mateo Calabro, luego sucedido por Pedro Lucuce. Es en la Academia de Barcelona donde realizó sus estudios el ingeniero García de Cáceres.
En el trabajo ya citado de Capel, Sánchez y Moncada (1988) se hace mención a la actitud negativa que en general tuvo la corona española a promover la creación de centros de estudios militares en los territorios de ultramar. Aunque la misión de los alumnos que se formaran en estos centros habría de ser la defensa de dichos territorios, los autores sostienen que probablemente existiera el temor a perder el control de una academia que formara militares criollos, y cuando estos proyectos existieron, la no aceptación de los mismos se hizo esgrimiendo consideraciones de carácter académico. Un caso significativo en este aspecto lo constituye el proyecto formulado en 1777 por el ingeniero Simón Desnaux para el establecimiento de una “Academia Especulativa y Práctica sobre el Arte de la Guerra en el Reino de Nueva España”. Si bien el proyecto había sido informado favorablemente por el Presidente de la audiencia de Guatemala, finalmente es rechazado por el comandante general de ingenieros Silvestre Abarca, quien señaló la imposibilidad de su realización. Los principales argumentos sostenían que el proyecto era demasiado amplio, abarcando todo el arte de la guerra, y que un ingeniero necesitaría “vivir largos años y hallarse en muchas campañas, y aún con todo sólo lograría adquirir una instrucción regular; no perfecta, como la que supone que han de conseguir los alumnos en el corto tiempo de dos años”. A esto se agregaba, según Abarca, la escasa preparación del autor, considerando que a Desnaux le faltaban aún mucha “aplicación, tiempo y estudio para comprender bien lo que promete enseñar en la proyectada Academia”, y finalmente, consideraciones de carácter presupuestario.
Un estudio realizado en Uruguay por Nelson Pierroti sostiene la necesidad que había, a fines del siglo XVIII, de institucionalizar la instrucción técnica en la ciudad de Montevideo, la cual no contaba con una institución que pudiera asumir esta tarea. En un documento del Archivo General de la Nación Argentina citado por este autor, y firmado por el mismo García de Cáceres, queda manifiesta la necesidad de destinar técnicos a "la nueva obra y Proyecto de la Plaza de Montevideo”, cuyas fortificaciones debían ser reconstruidas con urgencia ante la eventualidad de un nuevo ataque extranjero:
“La escasez  de oficiales del Real Cuerpo de Ingenieros por su limitado número de individuos para tantas atenciones y servicios propios de su instituto y facultativa profesión, ha dictado en todos los tiempos y ocasiones elegir y nombrar así en Campaña como en Guarnición, los Cadetes y Oficiales que han cursado con aprovechamiento las matemáticas para que ayuden de servicio que se ofrece como al presente se verifica en Lima: En el día se toca esta precisión en la nueva obra y Proyecto de la Plaza de Montevideo, que el celo que anima a V.E. ha resuelto emprender: con esta noticia solicita Don Serapio Bruno de Zavala, cadete del Regimiento de Infantería de Buenos Aires, se le nombre de Ingeniero voluntario sin otro interés que contraer este mérito, y constándome su Instrucción, talentos, buena conducta, aplicación, e inclinación a distinguirse en esta Carrera, lo propongo a V.E. con arreglo a Reales Ordenanzas si lo halla su superior consideración conveniente (...) y conste en su cuerpo su ocupación a que aspira (...) Joseph García de Cáceres.”
Dado el carácter urgente de esta petición, se aceptó la colaboración de algunos oficiales para trabajar en la fortificación de Montevideo. Serapio Zavala, al que se hace referencia en el documento anterior, era el sobrino del fundador de la ciudad y finalmente fue designado como colaborador o “mano auxiliar” del cuerpo de ingenieros montevideano en 1782. Este tipo de situaciones –entre otros elementos- motivaron la iniciativa de Cáceres, quien se desempeñaba como Director del Cuerpo de Ingenieros de Buenos Aires, a instalar una Academia de Matemáticas en aquella ciudad, en el año 1781, donde se formaran ingenieros para las plazas de dichos territorios. Según sus informes, los contenidos de las materias dictadas en la Academia de Barcelona, al igual que en las de Orán (1732) y Ceuta (1739), debían servir de modelo para las Academias de Matemáticas que se instalaran en el Río de la Plata:
“la experiencia ha manifestado la utilidad de las Academias y conocidos progresos de los Jóvenes con la adquisición de las luces que les han prestado las Matemáticas para conseguirles ventajas (que son indudables) para mejor desempeño del servicio del Monarca en aquella parte que realiza los máximos de la guerra (...) Se seguirá el método de la Academia de Barcelona, Orán y Ceuta. Habrá una clase por la mañana y otra por la tarde”.
Sin duda los argumentos de Cáceres tuvieron una buena aceptación en este aspecto, ya que la Academia de Matemáticas de Montevideo abrió sus puertas en el 1800, dos años antes del informe de este ingeniero que aquí se presenta, y siguió probablemente el mismo programa de estudios que la academia bonaerense.
El documento que aquí se presenta corresponde al Plano, Perfil y Elevación que explican el proyecto de un baluarte destacado que se propone construir en la Plaza de Montevideo. El mismo contiene numerosas precisiones del ingeniero acerca del diseño de la Plaza, las posibilidades de aprovechamiento de construcciones previas, y los materiales necesarios para la obra a los fines de asegurar su óptima defensa. Acompaña dicho proyecto de obra un exhaustivo presupuesto redactado además por el ingeniero José del Pozo, con el Vº Bº de Cáceres. El tema presupuestario vinculado a las construcciones no es un dato menor y a ello se hace referencia en numerosas oportunidades a lo largo del documento. Cabe tener en cuenta que Cáceres había diseñado un año antes (1801) un proyecto para construir una recova en la Plaza Mayor del fuerte de Buenos Aires, pero éste fue rechazado por falta de recursos económicos. En el caso de la Plaza de Montevideo, el proyecto aprobado será luego dirigido por él mismo y realizado también por José del Pozo. El último continuará con las obras en esta ciudad hasta 1810.
División 10ª
P. de Buenos Aires.
1802
Pensamiento y proyecto del Director  García Martínez sobre el  aprobado pª. la Plaza de Montevideo
Exmo. Señor.

Dirijo a V.E. el adjunto Proyecto, que hé formado pª. la Plaza de Montevideo, fundado en las reflexiones que le acompañan, a impulso de mi zelo por el mejor servicio de S. M. y considerable ahorro de su Rl.Herario, a fin de que si mereciese la aprovacion de V.E. lo haga presente a la Soberana consideracion del Rey, como tambien mi constante deseo de propender a su Rl. servicio en todo quanto considere mas beneficioso, util o interesante a tan Soberano objeto.

Ademas de quanto se expresa en las reflexiones, acompañan al Proyecto para su mayor ilustracion un Plano del Recinto de la Plaza y terreno de sus inmediaciones, y dos Perfiles cortados en Angulos rectos por las Lineas que se explican en el referido Plano, de los quales comprehenden el uno hasta la mayor altura, y el otro de Mar a Mar de la Peninsula, y manifiestan el solido fundamento en que se apoya; siendo de advertir, que el primero, aunque no pasa por la mayor altura, que da esta a cosa de 4 u [a] 5 varas a la derecha y 15 pies mas elevada, que el punto donde termina el citado Perfil.
Acompaño asimismo el calculo por menor de la Obra, que se proyecta y explica el plano que remito a efecto de que V.E.  se cerciore de que se ha hecho el Proyecto con toda escrupulosidad.
Tambien me parece conveniente poner a la vista un grave inconveniente, que sin duda no se tubo presente, pues aunque la RL. Orn. del 5 de Mayo de 1785 previene, que antes de demoler el frente de tierra se construya el camino cubierto del Hornabeque, a fin de que no quedase la plaza abierta, demolida la actual Ciudadela, en cuyo caso era preciso construir antes Quarteles pª. la tropa y Presidarios, o disponer casas en la Ciudad para ambos fines, lo que seria costoso, y no poco dificil por lo reducido del Pueblo, pero mediante mis disposiciones se ha evitado aquel, aprovechando quanto ha sido posible la muralla actual de los frentes de tierra de la Plaza, haciendole por lo exterior el revestimiento necesario pª. completar el grueso, que corresponde al Muro sin embargo de no haverse adelantado como yo deseaba por la cortedad de las dotaciones, con las quales ha de atenderse no solo a la Obra y el Proyecto aprovado, sino a las muchas que ofrecen los Edificios Militares de la nominada Plaza en los Quarteles provisionales, Hospital, Cuerpos de Guardia, y Almacenes.
Mediante a las oportunas providas tomadas al efecto es visto que la Plaza queda siempre cerrada, y que ejecutado el Baluarte destacado que se propone, queda esta bien fortificada, agregandose para ello el poner la Ciudadela, descuidada tanto años hace, en el estado de servicio que se requiere, mediante lo cual y con el auxilio de las 15 Bobedas a prueva, que se han constituido durante la Guerra, en la Corbina, que va desde el Baluarte del Norte, que se ha sustituido en lugar del Torreon de este nombre, puede colocarse mucha Tropa en ellas, interim se efectuan las Obras y reparos, que son necesarias en la mencionada Ciudadela.
Devo igualmente hacer presente a V.E. que no me ha parecido conveniente dirijir otro ejemplar por conducto de este Señor virrey, así porque el proyecto del Hornabeque se formó en Barcelona, en tiempo del difunto antecesor de V.E. como porque haviendose dirijido por el Ministerio de Indias con otro de tres frentes de fortificacion para que el actual Virrey, entonces Ingeniero en segundo y Comandante de estas Provincias trazase uno y otro sobre el terreno, y formase el calculo de ambos explicando qual de ellos era tan ventajoso, podria [ilegible] que se dirijia a enmendarle la Plana, pues no es extraño que en unos proyectos tan bastos y de tanta consideracion se le pasasen por alto algunos calculos, y porque acasos serian diversas sus ideas, porque acaso haviendo sido compañeros en el cuerpo a un mismo tiempo, le pareceria mal, protestando a V.E. no ha sido otro mi fin que el cumplir con mi obligacion, y con los deberes del encargo que el Rey ha puesto a mi cuidado.
Dios guarde a V.E. muchos años.
Buenos-Ayres 18 de junio de 1802.
Josef Garcia Martinez de Cáceres
Exmo Señor D. José de Urrutia.

Presupuesto del Costo que sobre poco mas o menos podra tener la Demolicion del Baluarte de la Ciudadela de la Ciudad de esta Plaza que mira a el N.O. y su rehedificacion hasta dejarlo en estado de Defensa;

la conclusion del Fozo desde los Baluartes N. y S.
En el frente de tierra; hasta el de la Ciudadela; Contra=Escarpa Camino cubierto y Explanadas, Terraplenes y Rebestimto interior de otros; y execucion del Baluarte de la parte  del Sur. Asaver

Con la de V. de 18 de junio ultimo he recibido el Proyecto que ha formado pa. la Plaza de Montevideo y el [ilegible] de reflexiones que le acompaña haciendo V. ver la utilidad y ahorro que producira si se adopta su pensamiento; de lo que quedo enterado, como de todo lo demas que expresa V. en su citado proyecto y tendré presente para cooperar en lo mas conveniente al bien del Servicio. 25 de Setre. de 1802.
A Garcia Martínez. Buenos Ayres (Laura Oliva Gerstner)

1729.
En aplicación del Reglamento de 1718, los barcos utilizados para el comercio de Indias deberán ser construidos en España, aunque se permiten los fabricados en el extranjero, siempre que hubiesen sido adquiridos antes de la promulgación de dicha normativa. Aunque condicionado al pago de cierto impuesto, esta norma se suaviza hacia 1729, para endurecerse de nuevo más tarde, en 1755 (Morales, 1955: 106-107).
En cuanto al tonelaje de los barcos, cuando en el siglo XVI se autoriza a las islas la exportación se indica que en todo se aplicarán las normas de la Casa de la Contratación, excepto en lo tocante a esta cuestión. Sabemos que en 1590 se autorizó el despacho de navíos de menos de 80 toneladas. A partir de entonces la normativa estatal hace referencia al tonelaje a exportar desde las islas y al reparto de dicho tonelaje entre las islas, pero en ningún caso al tonelaje que habrán de tener los navíos (Morales, 1955: 109). Si nos ceñimos al ámbito de nuestro estudio, el tercer cuarto del siglo XVIII y lo restringimos a los navíos construidos en astilleros palmeros, tenemos que los dedicados al comercio de Indias oscilan entre las 65 3/4 toneladas de «La Dichosa» y las 214 1/3 de «La Paloma Isleña, siendo, en su mayoría, fragatas.
A mediados del siglo XVII la fragata era un buque de entre 100 y 300 toneladas, armado con 10 ó 15 piezas de artillería. Poco a poco el tamaño de las fragatas fue aumentando y a mediados del siglo XVIII, la fragata tenía una eslora que oscilaba entre los 36 y 40 metros, a la vez que su armamento había aumentado a 40 cañones. Queremos hacer notar, también, que estos buques no estaban habilitados para el transporte de pasajeros; en realidad, los buques de pasajeros, si es que merecían llevar ese nombre, no aparecen hasta mediados del siglo XIX.
Cuadro 2: La flota canaria en el tercer cuarto del siglo XVIII
Fuente: Morales (1955). Elaboración propia
Año
Construidos en Tenerife
Construidos en La Palma
Construidos fuera de las islas
Total flota canaria
Tonelaje total
1753
-
2
10
12
1952
1759
6
2
13
21
3032
1763
n.d.
1
n.d.
21
n.d.
1770
6
3
13
22
3334
1773
4
3
12
19
n.d.

            (Francisco Javier Martín Pérez)

1729. Agulo en la isla de La Gomera se independiza administrativamente de Hermigua y crea un nuevo distrito (Ayuntamiento).

1729. El permiso para que la colonia canaria pudieran enviar anualmente 250 toneladas de sus productos a Buenos Aires sólo fue realidad en la real cédula que lo concedió. Al año era derogada la autorización. Correspondió al hawara (palmero) José Fernández Romero, con poder de Buenos Aires, gestionar y lograr tal licencia. En virtud de ella las islas mandarían a Río de la Plata vinos, aguardientes, pasas, almendras, mantas y tejidos bastos. Y 500 botijales de aceite siempre que se extrajesen de Andalucía (España), más 300 quintales de tabaco cubano con el fin de darle salida al producto antillano y contrapesar el contrabando que los holandeses practicaban desde o por la isla de Santa Catalina y la colonia del Sacramento. Era recordada y exigida la contribución demográfica de cinco familias canarias por cada cien toneladas.

A cambio de lo llevado, y en el viaje de retorno, las embarcaciones traerían cueros, frutos de la región y dinero (60 pesos por tonelada) que servirían para cubrir la falta que de él se acusaba en la colonia. En el articulado que sigue se habla de la nacionalidad de los navíos, de quiénes podían comerciar, del tipo de géneros autorizados, de las rutas a seguir, etc. No procede continuar glosando la disposición o el proyecto, frustrad sin duda por la intervención de elementos españoles. Tengamos en cuenta que cuando el rey español Felipe V concede tal ventaja la Corte se encontraba en Sevilla en una permencia de años, no lejos del Cádiz donde estaba la Casa de la Contratación desde 1717 y el núcleo de comerciantes extranjeros más importantes e interesados en el comercio con las colonias americanas.

1729. En Puerto Rico en las zonas de  Mayagüez, Añasco y Rincón se establecieron familias canarias. Fundaron una ermita en Mayagüez a la Candelaria y otra en Rincón en honor a Santa Rosa. En Añasco se dio carácter de parroquia a la vieja ermita de San Antonio Abad. Aunque no fueron llevados por la acción gubernamental, nuevos grupos de canarios se asentaron. Constituyen el factor de mayor importancia dentro de su extraordinario desarrollo. Casi se triplica en 1799, cuando alcanza las 153.232 almas. De las 28 poblaciones nuevas que se fundan en ella entre 1714 y 1797, no menos de 19 deben su origen al esfuerzo y trabajo de los hijos de Canarias. En la primera mitad del siglo XIX nuevos aportes canarios, que darán pie a nuevas poblaciones, como Naguabo en la vertiente occidental de la isla, demostrarán el papel que jugaron en la transición del trabajo esclavo al asalariado en una isla en la que la trata esclavista nunca alcanzó los niveles de Cuba. Los canarios se convirtieron desde la tercera década del XIX en pioneros del trabajo libre en la caña de azúcar, hasta tal punto que fue prohibida la difusión de tan exitosa experiencia.

1729 Agosto 19.
En un informe del Ingeniero del Real Cuerpo D. Miguel Benito de Herrán del 19 de Agosto de 1729 decía: «...Considero por ahora muy precisa la de fabricar un pedazo de muelle valiéndose de la peña que desde el Castillo Principal se abanza a la mar como unas treinta tuesas, siendo de ancha de ocho a diez, y la de poner en su cabeza una buena vaterja...» En 1752, los Ingenieros D. Francisco La Pierre y D. Francisco Gozar informaron en el mismo sentido, y el también Ingeniero D. Alexandro de los Ángeles, lo
reiteró en su plano de 1768 para remate de las obras del muelle derruido formando un muro donde iban las troneras. Al llegar a Santa Cruz de Tenerife el 12 de Junio de 1784 el Comandante General Mariscal de Campo D. Miguel de la Grúa Talamanca, Marqués de Branciforte, para sustituir al General D. Joaquín José Ibáñez Cuevas, Marqués de la Cañada, ordenó la formación de una Alameda en La Marina, y de una plataforma en el extremo del muelle para colocar Artillería y aumentar las defensas de la bahía; comenzó la construcción en 1784 y quedó terminada el 31 de Marzo de 1787.

En 1788 estaba artillada con 6 piezas de a 24; 4 de a 16 y 22, morteros de a 12., y su guarnición se componía de 1 Sargento,  1 Cabo y 9 Soldados, previsto su aumento en tiempos de guerra a 3 Oficiales, 3 Sargentos, 3 Cabos y 100 Soldados. Como se ha dicho, esta batería tomó parte en la defensa contra el ataque de Nelson y sufrió grandes desperfectos por fuego enemigo.

En un informe redactado por el Ingeniero Militar de S.M. Lartigué de Condé y efectuado en Santa Cruz de Tenerife el 24 de Diciembre de 1792., dice que esta batería avanza bastante al mar y descubre y defiende bien el puerto y playa que tiene a su dere cha hasta la desembocadura del barranco de Santos, cruzando su fuegos con la Batería de la Concepción; agrega que está expuesta a la enfilada, como la calle de San José (hoy Bethencourt Alfonso) y que el cañón que fuese desmontado sería muy peligroso repo- nerlo por estar muy descubierta, y propone para remediar estos defectos, el empleo de sacos terreros en la barbeta y la construcción de merlones, así como formar unos espaldones junto a la Caseta del Resguardo y rampa de acceso a la Alameda. También se pronuncia por la conveniencia de edificar un Cuerpo de Guardia, de que carece, así como reparos en la obra general, pues de no atenderse rápidamente a la escollera, pronto quedaría la batería arruinada por la acción del mar. En 1812, a causa de un temporal que destruyó parte del muelle construido sobre la escollera a piedra perdida, quedó inútil esta batería. (José María Pinto de la Rosa, 1996)
1730. San Antonio de Texas, que fue en su día la avanzadilla de la Nueva España en territorio de los actuales Estados Unidos. Fueron 16 familias las canarias que, saliendo en 1730 rumbo a La Habana, pasando por Veracruz, llegan a las tierras de Yanaguana y fundan la Villa de San Fernando de Bexar en 1731, lo que sería más tarde San Antonio de Texas.
1730. Nace en Teguise, Titoreygatra (Lanzarote) Su actividad política es muy intensa. Influido por las ideas renovadoras de Locke, Rousseau y Addison. Educado en Francia, donde conoció a Voltaire y a Buffon. En 1745 se establece en las Islas. Viaja luego por Francia y España. Tras desempeñar diversos cargos públicos fue secretario del despacho Universal de la Guerra y Oficial del Archivo de Estado (1763). Su aventura con Pedro A. Caron de Beaumarchais, que vino a Madrid con el fin de vengar la honra de su hermana María Josefa, burlada   por Clavijo, fue aprovechada por el francés para desprestigiarlo en sus memorias y en su drama Eugenia. Ello hizo que Clavijo perdiera sus cargos y saliera de la Corte, y que Goethe aprovechara tal anécdota para su drama Clavijo. Regresa a Madrid en 1767 y es nombrado oficial mayor para la correspondencia sobre jesuitas expulsos y director de los teatros de los Reales Sitios (1770). Más tarde, sucederá a Tomás de Iriarte en la dirección de El Mercurio Histórico y Político, y será nombrado también director del Real Gabinete de Historia Natural (1798). Fue traductor de Racine, de Buffon, de Beaumarchais. y fue notable su participación en la campaña contra los autos sacramentales. Muere en Madrid (España) en 1806. Obras:El Tribunal de las damas (1755) Pragmática del celo y desagravio de las damas (1755)El Pensador (1762 - 1767), artículos.
1730. El criollo Andrés de Lorenzo Curbelo, cura que fue de Yaiza; escribió la relación del volcán.. El original de este curioso diario parece que existe en el archivo del cabildo de Winiwuada (Las Palmas.)
1730. El despegue económico de la colonia dominicana se ve por fin estimulado por la Corona española que decide invertir gruesas sumas para la colonización con canarios de áreas vacías Financia buena parte de los pasajes de las familias, puesto que otra parte corre a cargo de los navieros, que debían de transportar gratuitamente cincuenta por cada mil toneladas desde 1678, y la totalidad del costo de su instalación. Ya no se emigra por urgencia rumbo a lo desconocido emigrantes sin vínculos en Indias, de áreas e islas sin tales tradiciones. Se divisa mejores posibilidades de futuro. Familias jóvenes, mujeres desarraigadas con hijos inician esa aventura. Su eje será Puerto Plata y Montecristi en el norte y la Península de Samaná en el NE. La frontera siguió creciendo con el reforzamiento de Azua, la fundación de Neiba Las Caobas, Dajabon y San Rafael de la Angostura En 1768 tiene lugar en el sur de la de Baní, un auténtico paréntesis étnico en un sur de predominio mulato. Su extraordinario impacto se puede apreciar en su vertiginoso crecimiento entre 1740 y 1760 que llega a doblar su población, que pasa de los 25-30.000 habitantes a los 52-55.000, con un mayor énfasis en las áreas de colonización canaria. La media de miembros por familia era de 6´25. Su alta tasa de natalidad explica que alcanzase los 100.000 habitantes a comienzos de los 90.

1730 ¿23. Fallece en Chinech (Tenerife) el obispo de la secta católica en diócesis de Canarias, Félix Bertín Zapata. Había llegado a Tamaránt (Gran Canaria) para tomar posesión el 13 de septiembre de 1724. Español, Granadino de  carácter dictatorial y soberbio, tuvo serios enfrentamientos con su propio Cabildo, por lo que decidió cambiar su residencia fijándola en Chinet (Tenerife). Allí las cosas no le fueron mejor, al indisponerse con el capitán general virrey en la colonia de Canarias, Vallehermoso.

1730 Septiembre 1.
También en Titoreygatra (Lanzarote) el fuego subterráneo, origen primitivo de la formación del Archipiélago, aparecía de vez en cuando sobre su dislocada superficie como en las islas de Chinet (Tenerife) y  Benahuare (La Palma,) llevando el espanto a sus desgraciados habitantes.

A poca distancia del pueblo de Yaiza, y en la comarca que constituía entonces su demarcación, se abrió un espantoso volcán, precedido de violentas sacudidas, que siguieron repitiéndose después durante todo el período de su actividad. A sus primeras y terribles erupciones sucedieron otras, producidas por una larga serie de cráteres abiertos en semicírculos en una extensión de ocho a diez kilómetros sobre las montañas vecinas, que desde aquel tiempo recibieron el nombre de Montañas del Fuego.
Arroyos de lava hirviente corrieron en todas direcciones, destruyendo caseríos y sembrados viéndose caer al mismo tiempo una abrasadora lluvia de arenas sobre la isla que ahuyentó a sus aterrados moradores, obligándoles a refugiarse en Erbania (Fuerteventura).

Uno de los espectáculos más terribles que presentó este volcán fue una explosión en medio de la ensenada de Janubio. Elevóse de repente a gran altura una columna de humo denso y negro entre el furioso hervir de las aguas, brotando del fondo del océano un islote de sobrepuestos peñascos que, lentamente, se fue adhiriendo a la costa, cegando la rada y alejando el mar de su antiguo cauce a una distancia de más de una le- gua. Los caseríos que el fuego destruyó fueron los llamados Tingafa, Mancha Blanca, Maretas, Santa Catalina, Jaretas, San Juan, Peña de Palmas, Testeyna y Rodeos, y los que fueron cegados por las arenas eran los denominados Asomada, lniguaden, Gerias, Macintafe, Mazaga, San Andrés, San Bartolomé, Calderetas, Guajaro, Conil, Masdache, Montaña Blanca y Guatisa. Las explosiones del volcán eran tan intensas y violentas que
se oían en Tamaránt (Canaria) y Chinet (Tenerife,) iluminando sus siniestras llamas los horizontes de aquella desgraciada isla y sus islotes. El obispo católico don Pedro Dávila y Cárdenas, que visitó el volcán en 1733, dice que al llegar al pueblo de Yaiza lo descubrió como si fuera una vela. Y añade: "No estuve más tiempo porque me lastimaba el pecho el polvo de las arenas" .

En 1737 empezó a extinguirse el fuego, cubriéndose de apagadas cenizas sus numerosos
cráteres, aunque permaneciendo abiertas una multitud de grietas por las cuales se escapaba un humo denso y nauseabundo. Hoy duerme el volcán, pero al pisar su suelo o al ahondar ligeramente su superficie, es tan intenso el calor que es fácil suponer su futuro despertar. La temperatura actual de aquellas montañas no baja de cincuenta grados y, desde que se penetra en su corteza introduciendo un pedazo de madera, éste sale en breve carbonizado. Desde su más alto pico, que podrá elevarse a 450 metros, se descubre al este el caserío de las Vegas, al norte el pueblo de Tinajo y al oeste el mar.

“Entre las nueve y diez de la noche la tierra se abrió de pronto cerca de Timanfaya a dos leguas de Yaiza. En la primera noche una enorme montaña se elevó del seno de la tierra y del ápice se escapaban llamas que continuaron ardiendo durante diez y nueve días.

Pocos días después un nuevo abismo se formó y un torrente de lava se precipitó sobre Timanfaya, sobre Rodeo y sobre una parte de Mancha Blanca. La lava se extendió sobre los lugares hacia el Norte, al principio con tanta rapidez como el agua, pero bien pronto su velocidad se aminoró y no corría más que como la miel. Pero el 7 de septiembre una roca considerable se levantó del seno de la tierra con un ruido parecido al del trueno, y por su presión forzó la lava, que desde el principio se dirigía hacia el Norte a cambiar de camino y dirigirse hacia el NW y WNW. La masa de lava llegó y destruyó en un instante los lugares de Maretas y de Santa Catalina, situados en el Valle. El 11 de Septiembre la erupción se renovó con más fuerza, y la lava comenzó a correr. De Santa Catalina se precipitó sobre Mazo, incendió y cubrió toda esta aldea y siguió su camino hasta el mar, corriendo seis días seguidos con un ruido espantoso y formando verdaderas cataratas. Una gran cantidad de peces muertos sobrenadaban en la superficie del mar, viniendo a morir a la orilla. Bien pronto todo se calmó, y la erupción pareció haber cesado completamente.
 
El 18 de Octubre tres nuevas aberturas se formaron inmediatamente encima de Santa Catalina, que arden todavía y de sus orificios se escapan masas de humo espeso que se extienden por toda la isla, acompañado de una gran cantidad de escorias, arenas, cenizas que se reparten todo alrededor, viéndose caer de todos los puntos gotas de agua en forma de lluvia. Los truenos y las explosiones que acompañaron a estos fenómenos, la oscuridad producida por la masa de cenizas y el humo que recubre la isla forzaron más de una vez a los habitantes de Yaiza a tomar la huida, volviendo bien pronto, porque estas detonaciones no aparecieron acompañadas de otro fenómeno de devastación" .

Toda la zona que ahora ocupa el parque Timamfaya, estaba poblada de lugares y caserios de pocas personas, siendo de unas 420 el total de casas que fueron destruidas.

Los mas importantes de estos núcleos de población fueron las aldeas de Timanfaya, Los Rodeos, Mancha Blanca, Santa Catalina, Mazo, Jarretas, Tingafa, Peña Palomas, Testeina, La Geria, Macintafe, Mozaga, Guagaro, Masdache e Iguaden, a los que habría que sumar los cortijos de Maretas, Chupaderos y la capilla de San Juan Bautista .Dos manantiales de agua dulce desaparecieron y con ellos la zona más fértil de la isla arcillosa y donde se cultivaba casi todo.

Como resultado del agujero de lava y fuego que surgió de la tierra, nacía el actual Parque, surgiendo hasta 25 cráteres volcánicos en un espacio de pocos kilómetros cuadrados, los cuales integran la zona conocida como Montañas del Fuego. En 1824, se registraban las últimas erupciones locales, que generaron los cráteres de los volcanes Tao, Tinguatón y Chinero y vendrían a completar este oasis de locura, fuego y lava incandescente. (A. Millares T. 1977)

1740.                                                                                                                  
Se produjo una nueva guerra de la metrópoli con Inglaterra, como consecuencia los corsarios ingleses infestaron de nuevo las aguas de las islas. Esta situación de merodeo por parte de los corsarios ingleses, perturbaba el tráfico entre las islas ocasionando con ello la falta de muchos productos de primera necesidad. Se organizó entonces no sólo la defensa pasiva, sino también la caza a los piratas, forma ésta de defensa que ya casi se había olvidado en las Islas. Como era habitual entre las potencias marítimas europeas, cuando entraban en conflictos bélicos expedían patentes de corso a favor de capitanes de su flota mercante e en ocasiones a navíos reales dedicándose éstos a hostigar al enemigo, apresando a los barcos mercantes y saqueando las poblaciones costeras y los puertos. El gobierno español concedió patente a algunos de los navíos mercantes mejor artillado. Uno de los capitanes patentados fue Antonio Miguel, patrón de la balandra Canaria San Telmo, éste apreso un bergantín inglés  que transportaba una carga de bacalao y una corbeta de la misma nacionalidad. Ambas embarcaciones fueron vendidas en Santa Cruz, el bergantín en 2.000 pesos y su carga de pescado en 9.000. Como toda acción produce reacción, los ingleses desplazaron a nuestras aguas un navío de 50 cañones con objeto resarcirse  de las pérdidas, después de cuatro días de acecho, logró apresar un barco  de Gran Canaria que, venía a Santa Cruz y que por fortuna venía en lastre. (Eduardo Pedro García Rodríguez)
  







sábado, 28 de septiembre de 2013

CAPÍTULO XXXIII –IV



EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1721-1730 

CAPÍTULO XXXIII –IV 




Eduardo Pedro García Rodríguez
Viene de la entrega anterior.

La fundación de Montevideo
 
Bajo el reinado de Carlos III, se produce un afianzamiento de la política exterior española en la defensa de su soberanía sobre la región del Río de la Plata, no pudiéndose hablar ya de aquéllas tierras como “tierras de ningún provecho”, en tanto representaban una puerta de fácil acceso para las potencias extranjeras. La necesidad de proteger los intereses económicos en la región llevó al virrey peruano Amat y Junyent –según consta en sus Memorias de Gobierno- a poner sobre aviso a la Corona contra los “enemigos portugueses que se han aliado con Inglaterra, bajo cuya protección han cometido y cometen diversas maquinaciones e insolencias [...] Los portugueses no reparan en medios para penetrar en la región que pertenece a Su Majestad Católica. [...] se esfuerzan por colonizar las inmediaciones de Río Grande, por implantar allí su ganadería, para de esta manera proveer cómodamente a las necesidades de Río de Janeiro”
.
En 1680, con la fundación de Colonia del Sacramento, los portugueses habían tomado la iniciativa en la lucha por la costa oriental del Río de la Plata, y los sucesivos gobernadores de Buenos Aires intentarán, con mayor o menor éxito, decidir el enfrentamiento a favor de España. Según el historiador alemán M. Kossok: “Cuando la incorporación de Portugal a la ‘Gran Alianza’ significó la denuncia del tratado de compensación firmado en 1701, España consiguió ocupar la fortaleza desde 1706 a 1715. La cláusula de entrega contenida en el Tratado de Utrecht pudo aminorarse en sus efectos con la fundación de un baluarte similar: Montevideo.” En el tratado firmado en Madrid en 1750 para determinar los límites de los estados pertenecientes a las Coronas de España y Portugal en Asia y América, se llegó al acuerdo de la entrega de las siete Misiones Orientales a Portugal (territorio éste de largas disputas, que en el primer tercio del siglo XIX, Uruguay “canjeará” nuevamente con Brasil), quedando la Banda Oriental, incluida Colonia, definitivamente bajo control español.

No sería correcto afirmar que Montevideo nace como ciudad, ya que su origen responde a la edificación de una plaza-fuerte situada en una bahía del Río de la Plata y delimitada hacia el oeste por un cerro, significativo paisajísticamente en ese contexto de llanuras.
Felipe V había ordenado la construcción de una ciudad en dicho paraje, para evitar precisamente que se repitiera lo sucedido cuarenta años antes con la Colonia del Sacramento. En el año 1723 desembarcaba en dicha bahía un contingente portugués, lo cual motivó la inmediata intervención de quien entonces era el Gobernador de Buenos Aires, D. Bruno Mauricio de Zavala. A instancias de un práctico del Río de la Plata, las tropas españolas cruzan el estuario desde las costas de Buenos Aires propiciando una retirada pacífica de los portugueses. Una carta de Felipe V a Zavala, fechada en 1725, donde se recapitula sobre ese acontecimiento, dice así:

“En diferentes cartas que se han recibido, el mes de junio del año próximo antecedente, dais cuenta con autos de que, el día primero de diciembre de 1723, os dio noticia un práctico del Río de la Plata de haber encontrado en la ensenada de Montevideo un navío de guerra portugués, con 50 cañones, mandado por don Manuel Henrique de Noroña, y haber desembarcado hasta 200 hombres que estaban fortificándose, con cuya novedad despachasteis un capitán con carta para el gobernador de la Colonia, a fin de que informase de tan impensada e irregular conducta; dando al mismo tiempo otras providencias para reforzar la guardia de San Juan, observando los movimientos de los portugueses, impedirles disfrutar la campaña y la comunicación con la Colonia por tierra; encargando al capitán don Alonso de la Vega que a su arribo escribiese al comandante portugués que no podíais permitir su demora en aquel paraje [...] A que le respondió venía con expresa orden de su Soberano, a tomar posesión de las tierras de su dominio, por lo cual os obligó a manifestarle la extrañeza que os causaban sus operaciones, por ser opuestas a la buena correspondencia; y que, respecto de no haber duda alguna en ser mío el territorio de Montevideo, procurase suspender la fortificación y retirarse de aquel paraje y demás dominios míos; porque, de no ejecutarlo así, lo reputaríais por hostilidad, y os sería indispensable valeros de aquellos medios a que la justicia, la razón y el derecho os obligaban. A que os respondió el comandante portugués en la misma forma que había respondido a vuestro oficial. Y enterado vos de que los portugueses llevaban adelante su intento, no obstante varias cartas y respuestas que hubo de una a otra parte, dispusisteis los navíos de registro, juntamente con un navío inglés del asiento, y por tierra también tropas, para dicho sitio de Montevideo; y habiendo pasado a la guardia de San Juan el día 21 de Enero, tuvisteis el día siguiente la noticia de haberle desamparado los portugueses dejando una carta el comandante, escrita el mismo día 19, diciéndoos se retiraba por no quebrantar las paces [...]”

Este acontecimiento marcó el inicio de un proceso fundacional que se extiende hasta fines de 1726, de una ciudad y plaza fuerte que fue llamada con el nombre de los santos patronos: San Felipe y Santiago de Montevideo. La misma carta antes citada, especifica:
“[...] Y para que se puedan poblar los dos expresados e importantes puestos de Montevideo y Maldonado, he dado las órdenes convenientes para que en esta ocasión se os remitan en dichos navíos de registro 50 familias, las 25 del reino de Galicia, y las otras 25 de las islas de Canarias. También se dan las órdenes necesarias a mi Virrey del Perú, y Gobernadores de Chile, Tucumán y Paraguay, para que os den cuantos auxilios puedan para atajar los intentos de los portugueses, y particularmente para que del distrito de cada uno pasen las familias que fueren posibles, para que con las que (como va dicho) se os remiten de España se apliquen a estas poblaciones [...] con las providencias expresadas podréis hacerlo, procurando (como no lo dudo de vuestro amor y celo a mi real servicio) practicar en este caso todas las disposiciones que fueren posibles, con la conducta que hasta aquí. Y de lo que se adelantare en este asunto, me daréis cuenta en las primeras ocasiones que se ofrecieren. De Aranjuez, a 16 de abril de 1725. Yo el Rey” .
El gobernador Bruno de Zavala hizo un llamado a poblar la Plaza, ofreciendo a cambio solares para la edificación de viviendas, estancias y chacras en las inmediaciones, alimentación gratuita, herramientas y animales para criar, además de la exención de impuestos y la autorización del título de fijosdalgo, que habilitaba a utilizar el Don delante del nombre propio. Menos de una decena de familias evaluaron que dicha empresa valiera la pena, dado lo inhóspito del lugar, permanentemente en conflicto entre los imperios y además asediado periódicamente por grupos de indígenas nómadas, principalmente minuanes y charrúas. Según algunas fuentes, se contabiliza en ese entonces a unas 34 personas como los primeros habitantes de Montevideo. En el mes de noviembre de 1726, se les suman 50 familias canarias llegadas a bordo del velero Nuestra Señora de la Encina. Luis Azarola Gil ha descrito así a estos primeros pobladores:
“Nada más humilde que aquel núcleo fundador de la ciudad y progenitor de la ciudad en gestación. Sus elementos carecían de instrucción y de cultura; muchos de ellos no sabían leer ni firmar; y es inútil inquirir una manifestación de su modo de pensar fuera de los testamentos y las actas capitulares. Eran labriegos rudos, ignorantes y virtuosos; su misión consistía en alzar las casas, procrear hijos, sembrar granos, apacentar ganados y alejar a los indios”.
Hacia 1730, se hablaba ya de la existencia de estancias en la Banda Oriental donde se cuentan entre 30.000 y hasta más de 80.000 cabezas de ganado, aunque las fuentes históricas son a veces contradictorias en este aspecto. En los inicios de la década de 1770, tanto portugueses como españoles contaban con tropas asentadas en la región de más de 1000 hombres, cifra elevada tomando en cuenta las condiciones que imperaban en dichas latitudes.
La coyuntura finisecular: creación del Virreinato del Río de la Plata y composición social de la ciudad de Montevideo.
El 1º de agosto de 1776, Carlos III expide una Real Orden donde concede amplias facultades a D. Pedro de Cevallos, -quien había sido gobernador de Buenos Aires entre 1756 y 1766-, confiándole una misión militar de 10.000 hombres y desligándolo de la autoridad de Lima:
“Por cuanto hallándome muy satisfecho de las repetidas pruebas que me tenéis dadas de vuestro amor y celo de mi Real Servicio, y habiéndoos nombrado para mandar la expedición que se apresta en Cádiz con destino a la América Meridional, dirigida a tomar satisfacción de los portugueses por los insultos cometidos en mis Provincias del Río de la Plata, he venido en crearos mi Virrey, Gobernador y Capitán General de las de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Sierra, Charcas y de todos los Corregimientos, pueblos y territorios a que se extiende la jurisdicción de aquella Audiencia”.
La Orden dejaba establecido el carácter provisorio de dicho Virreinato: “por todo el tiempo que V. E. se mantenga en esta expedición militar”. Además de las instrucciones de carácter netamente militar, la Orden contenía prescripciones relativas a la política económica, como el fomento de los recursos naturales, en especial lino y cáñamo, y hacer trabajar a los indios en dichas labores. Al año siguiente, Cevallos es llamado a retomar su cargo de capitán general en Madrid y en su lugar es designado como virrey Juan José de Vértiz y Salcedo para ejercer la autoridad del virreinato, establecido ya con carácter permanente. En 1782, el Virreinato es subdividido en ocho Intendencias y cuatro provincias, éstas últimas subordinadas en territorios fronterizos. Una de estas provincias es la de Montevideo, la cual abarcaba la actual República Oriental del Uruguay y territorios aledaños que se extienden a jurisdicciones hoy pertenecientes al Estado de Río Grande do Sul en Brasil.
En vistas del crecimiento de la actividad comercial en el puerto de Montevideo, el antiguo fuerte se fue convirtiendo gradualmente en un potencial competidor de Buenos Aires; según informes del virrey Arredondo, ambas ciudades obtienen casi al mismo tiempo su administración aduanera. Este es el comienzo de una rivalidad comercial que tiene su punto más álgido en 1799, cuando apoderados del comercio y terratenientes de Montevideo presentaron a la Corona la petición de sustraerse a la tutela comercial de Buenos Aires contando con su propio Consulado, de la misma manera que ésta lo había hecho de Lima décadas antes. Como ha escrito Manfred Kossok: “Según sus palabras, Montevideo se hallaba oprimida por su dependencia de Buenos Aires, cuya tiranía amenazaba con esclavizarla y convertirla así en víctima de un ‘verdadero despotismo’; los apoderados atestiguaban asimismo ‘la tiranía y animadversión con que el mencionado tribunal contempla nuestros progresos, ventajas y bienestar’[...]”.
Por otra parte, la colonización de tierras destinadas al cultivo y la ganadería no estuvo tampoco exenta de dificultades en lo que respecta a la ciudad de Montevideo, y al territorio oriental en general. A la escasez de mano de obra (“lo reducido del Pueblo”, a lo cual hace referencia García de Cáceres en este informe y otras cartas), se sumaba también el contrabando ejercido por los portugueses que lograban contar con la complicidad de algunos grupos de charrúas y minuanes, las faenas clandestinas de ganado y las permanentes “asoladas” o “malones” indígenas que llegaban a las puertas de la Ciudadela. Este último es un elemento significativo para analizar la importancia que tuvo para la administración española la construcción de fortificaciones en toda la región del Plata e incluso en la actual Patagonia argentina.
Si bien, como sostiene Capel “lo más específico de la ciudad hispanoamericana fue la coexistencia étnica, lo que dio lugar a procesos de mestizaje desde el primer momento: las ciudades, a pesar de todo, se convirtieron en crisoles de mezcla étnica y social.”, a diferencia de lo que ocurrió con otras culturas americanas –las consideradas “altas culturas”-, en el caso de Montevideo fue muy difícil la integración del indígena al medio colonial y la apropiación de sus instituciones. A los charrúas, por ejemplo, les estaba prohibido ingresar a la ciudad, cuya puerta se cerraba en la noche, y a los españoles, internarse más allá de las murallas, bajo pena de sufrir azotes.
Siendo el puerto de Montevideo el punto de partida de las expediciones organizadas para la colonización de los territorios aún lejanos de la Patagonia, durante la década de 1770 y hasta fines de siglo, la población de la ciudad formará parte en muchas ocasiones de la tripulación militar destinada a establecer nuevas fortificaciones de defensa, como en el caso de la expedición a Bahía sin Fondo y asentamiento en el puerto de San José. Esto consta, por ejemplo, en una carta dirigida al Virrey Vértiz por Juan de la Piedra, encargado de la expedición y futuro superintendente de las fundaciones a establecer, donde le agradece a la autoridad la provisión de hombres -dados los retrasos de la llegada de “negros” y peones desde Buenos Aires- , y realiza el pedido de suministros indispensables para la misión:
“En vista de la Or.n que V. E. se ha servido expedir para que en lugar de los Negros que havian de servir en los trabajos de la Costa Patagónica sean Presidiarios en quienes no concurra delito maior, hemos acordado el Gobernador de esta Plaza y yo lo conveniente para que se embarquen hasta unos 50 con corta diferencia, y doy a V. E. muchas gracias; pues cada uno de ellos valdrá por dos Negros; pero Sr. Excmo. si no se visten no han de poder sufrir las ynclemencias que van a sufrir, por lo cual suplico a V. E. dar la Orden conveniente”.
Hacia 1780, la población censada en Montevideo y alrededores ascendía a 10.404 habitantes, siendo 7410 españoles; 247 indios y 2747 negros y mulatos, los últimos llegados como esclavos para dedicarse principalmente a las tareas de agricultura pero también destinados a trabajar en la fabricación de ladrillos.
El 14 de enero de 1801, se estableció el “Nuevo Reglamento para el régimen y arreglo de las milicias” para el virreinato del Río de la Plata, donde se determinan prescripciones y procedimientos administrativos, disciplinarios y de gobierno para orientar el funcionamiento de la defensa de los fuertes situados en la región. Los mismos comprendían aquellos ubicados en ambas orillas del Plata y en los territorios de la Patagonia. Las instrucciones establecían la composición en número de los distintos cuerpos (infantería, artillería, caballería), los cuales recibían el nombre de “Batallones de voluntarios” de la guarnición a la que pertenecían.  En 1801, las milicias de Montevideo sumaban 2482 hombres, distribuidos en una Compañía y un Batallón de Infantería, un Regimiento y un Escuadrón de Caballería, y una Compañía de Artillería.
El proyecto de fortificación y el informe de Cáceres

Dadas las ventajas que para ello ofrecía el territorio de la Banda Oriental, en las últimas décadas del siglo XVIII se iniciaron profundas transformaciones en relación con el desarrollo de la agricultura y la ganadería. Se multiplicaron también las fortificaciones, que aunque aparecían como insuficientes debido a la escasa cantidad de pobladores, garantizaron la colonización del interior de la provincia a la vez que aseguraban su defensa. Sobre este punto, el virrey Arredondo expresaba su preocupación por aumentar el número de fortificaciones dadas las reiteradas infracciones de los portugueses a los tratados limítrofes:
“Aún teniéndolos sitiados por todas partes, a costas de levantar fortalezas y compañías de gente armada, se abren un nuevo camino cada día, por donde se avanzan más hacia el Perú y Montevideo. Estas provincias son el blanco a que hacen su tiro desde principio del siglo XVI, sin que los haya cansado la fatiga, ni saciado el fruto que les ha rendido esta. Ya se hallan bien adentro de ambos territorios, y cada día se van arrimando más. [...]No es posible guardarlo todo por medio de atalayas o de centinelas, ni bastaría todo el ejército de Su Majestad para defender unas pertenencias de tan vastos y remotos términos. [...]Es verdad que tenemos ajustadas unas convenciones provisionales, que preservan sus derechos y los nuestros, mientras se establecen los límites de ambas Coronas. ¿Pero de qué sirven los pactos ni las leyes cuando prohíben ellas mismas castigar a sus infractores? [...]Para conservar lo que nos resta, ha sido necesaria la construcción de los tres fuertes, de que dejo hecha mención a Vuestra Excelencia, a que debe seguirse el gasto de su guarnición y conservación, y el de los otros fuertes de Santa Teresa, San Miguel, Santa Tecla, San Rafael y Batoví [...]”.
Como sosteníamos al comienzo, el proyecto de fortificación de la plaza y luego ciudad de Montevideo, conllevó grandes esfuerzos a lo largo del siglo XVIII. Cabe aclarar de todos modos que el ámbito de aplicación del proyecto de fortificación fue la Jurisdicción de Montevideo, la cual correspondió entonces al área territorial que comprende los actuales departamentos de Montevideo, Canelones, San José y parte de los departamentos de Maldonado, Lavalleja, Flores y Florida[20].Hacia fines del siglo XVIII, se sucedieron puestos fortificados en las actuales ciudades de Paysandú (1772), Canelones (1774), Florida (1779), Mercedes (1781), Santa Lucía (1781), San José (1783), Minas (1783), Pando (1787), Rocha (1793) y Melo (1795)[21] .
Tal como ha sido ya estudiado por distintos autores (Capel, 2001, Carmona y Gómez, 2002), la planificación de la ciudad de Montevideo siguió los lineamientos establecidos por la Leyes de Indias para los territorios de ultramar del imperio español. Se aplicó a la misma un modelo de ciudad mediterránea, conformado por los llamados “solares del pueblo”, esto es, el núcleo urbano propiamente dicho, con un trazado de manzanas uniformes en torno a una plaza principal de forma rectangular de la cual salían cuatro calles, éstas conectaban con la iglesia y los restantes edificios oficiales. Según la descripción de las arquitectas uruguayas Carmona y Gómez, el amanzanado en forma de “damero” se adaptó en el caso de Montevideo a la situación de la península: “Las calles –anchas en los lugares fríos y angostas en los cálidos- resultan trazadas a ‘cordel y regla’ y orientadas a medios rumbos. Los solares del pueblo constituyen un recinto cerrado, completamente rodeado por las murallas que defienden la ciudad”[22]. Esta área de solares corresponde a la actual Ciudad Vieja, centro histórico de Montevideo. Contiguo a la misma se extendía un territorio sin edificaciones ni cultivos llamado el “ejido”, espacio que servía para el recreo de los habitantes así como para el pastoreo de ganado. Este territorio despojado constituía además la reserva para el crecimiento de la ciudad, y ubicado frente a las murallas, contribuía también a su defensa.
En 1719 el Capitán de Ingenieros Domingo Petrarca realizó el primer relevamiento topográfico de la ensenada de Montevideo, donde se indican los manantiales de agua dulce y el terreno propicio para edificar y poblar. Así fue como se eligió el territorio de la península hoy conocido como barrio Ciudad Vieja para establecer el primer núcleo poblacional. En 1724 Petrarca dibujó el mapa de la ensenada con sus bajos y sondas, y en ese mismo año dirigió las primeras obras de fortificación de la Plaza, en las cuales trabajó parte de la población indígena de la región. Esto consta en el diario de D. Bruno Mauricio de Zavala, gobernador entonces de Buenos Aires, a propósito de aquel desembarco portugués frustrado de 1723-24 al que aludimos anteriormente:
“Con la aprobación del ingeniero don Domingo Petrarca, empecé una batería a la punta que hace al este la ensenada, para defenderla [...] Luego que llegué a Montevideo empecé a construir la referida batería de la punta del este, con el seguro de que vendrían los indios Tapes, como lo tenía prevenido; pero, habiéndose retardado éstos, la concluí poniendo en ella cuatro cañones de a 24 y 6 de a 18 en batería. El día 25 de marzo llegaron 1.000 Tapes, y el inmediato empezaron a trabajar en las demás fortificaciones delineadas, y continúan en ellas.”
Entre 1727 y 1730, Petrarca dibujó la ensenada de San Felipe de Montevideo, también la planta del fuerte y realizó el perfil del mismo, trazando la planta para arreglar las proporciones con que éste debía ser construido en la gola de la península. En los años 1761 y 1765 los ingenieros Francisco Rodríguez Cardoso y José del Pozo respectivamente, demarcan las nuevas fortificaciones de la ciudad de San Felipe de Montevideo, incluyendo ciudadela y murallas complementarias. Esta construcción, de acuerdo con el plano del ingeniero Joseph García Martínez de Cáceres de 1797, constaba de un gran patio central, alrededor del cual se distribuían dependencias militares, cajas reales, la capilla y las habitaciones del Gobernador. Como plantean Miguel Álvarez y José M. Montero: “no deja de asombrar que esta construcción haya sido sede de los diferentes gobiernos, siendo en primera instancia sede del gobierno español, lo fue sucesivamente del portugués, porteño, primer Gobierno Patrio, brasilero y luego centro del poder nacional independiente. Construcción que siempre fue denominada El Fuerte, tal vez por la función del primer edificio erigido en ese sitio o quizás, por albergar las habitaciones de gobernadores y sus guardias”.