Pero la isla aún no estaba sometida. Los guanches alzados y los que fueron traicionados por los españoles mantuvieron una guerra de guerrillas sobre todo en la parte sur de la isla de Tenerife.
Una vez “pacificada” las islas, los Reyes Católicos dejaron de subvencionar a Las
tropas mercenarias así que los soldados profesionales traídos desde España
fueron licenciados y se marchan al no poder hacer frente el de Lugo a los
grandes gastos de los salarios. Así que, para poder pagar su suelo, decide
mantener la política de la venta de esclavos para poder sufragar los gastos de
su ejército. Pero aún así, el gasto era excesivo.
El de Lugo ya había pacificado las tierras
fértiles del norte. El sur de la isla aún era una zona inexplorada y por ello
la resistencia guanche iba en aumento. Estos conocían muy bien el terreno donde
se movían. se alzaron por su libertad y defenderían metro a metro, palmo a
palmo, su territorio. Conocían muy bien las cuevas, los caminos, los valles…
pero el Sur era árido y no podrían esconderse con tanta facilidad como en el
norte, pero tampoco los españoles y esa era su gran ventaja sobre el ejército
invasor. Nuestros antepasados ofrecieron una dura resistencia.
Una de las medidas de represión que lleva a cabo,
el de Lugo, es por sometimiento y secuestro de las familias Guanches de Paz.
Ancianos, mujeres y niños eran hechos prisioneros para obligar a los Guanches a
parlamentar con los alzados.
Pero Los alzados conocían perfectamente los
engaños de los españoles y ya no creían en sus treguas ni pactos.
Envalentonados, este grupo de Alzados decide
volver a crear el Menceyato de Adeche, desde donde Gran Tinerfe y Sunta habían
gobernado e impartido justicia sabiamente. Y de esta manera, en 1502, proclaman
Mencey al noble Ichasagua, uno de los que no se acogieron al tratado de Los
Realejos. Montó su corte entre Adeje y Arona en el Auchón Real.
La proclamación del Mencey Ichasagua, conmovió
los inseguros cimientos de la recién implantada sociedad colonial europea.
Comprendiendo los invasores todo el alcance político que tenía un hecho de esta
naturaleza, en un país que no estaba totalmente pacificado, ordenan la invasión
del menceyato de Adeje, por dos puntos distintos.
El de Lugo al saber el alcance del nuevo
menceyato adejero decreta la prisión de algunos nobles de la zona sur y ordena
la invasión del lugar por dos lugares distintos, desembarcando sus tropas en
las costas de Chasna y Los Cristianos.
Un grupo de tropas españolas apoyadas por
guerreros isleños, especialmente canarii y guanches de paces, superando las
cumbres desembocaba por Chasna. Este ejército iba comandado por Guillén Castellano,
lanzaroteño, Jerónimo Valdés, Sancho de Vargas, Andrés Suárez Gallinato y
Francisco Espinosa. Simultáneamente, desembarcaba por la playa de Los
Cristianos el mercenario flamenco mal llamado borgoñón, Jorge Grimón, al frente
de 50 espingarderos y ballesteros, portando además socorros alimenticios para
las tropas que habían penetrado por las cumbres.
Según la tamusni, la historia oral transmitida
generación tras generación, estas fuerzas se pusieron en contacto y recorrieron
el territorio sin poder librar una verdadera batalla, ya que el Mencey
Ichasagua, conociendo las tácticas de combate de los españoles, ordenó a sus
Tabores que se desplegaran por todas partes; pero en cuanto el ejército invasor
se fraccionaba en columnas los alzados se concentraban y arremetían contra
ellos, trabando encarnizados combates, de los cuales salieron siempre
victoriosos los guanches, gracias a la nueva estrategia empleada por Ichasagua
y porque ya eran muchos los katuten que tenían armas europeas, arrebatadas a
las tropas españolas durante los encuentros mantenidos con éstas y
especialmente en la gran batalla de Acentejo. Estas escaramuzas se mantuvieron
varios meses sin resultados positivos para los invasores. Las pérdidas y el
desgaste que estaba sufriendo el ejército español por los nuevos métodos de
guerrilla empleados por Ichasagua, obligaron a los invasores a cambiar de
táctica, empleando las argucias políticas y el engaño que tan buenos resultados
le habían dado en campañas anteriores. Así decidieron replegar las fuerzas
dejando a algunos isleños comprometidos con su causa, los cuales tenían por
misión sembrar la discordia entre los Tabores de los alzados.
El 25 de noviembre de 1502, el
Cabildo colonial se reúne en el templo católico de La Concepción en Aguere y trata,
entre otras cuestiones, de la formación de una cuadrilla de guancheros para
parlamentar con a los alzados ofreciéndoles las mismas condiciones pactadas en
Los Realejos, la embajada estaría dirigida por los Tacoronte.
Por esas fechas estaba preso en la cárcel
de la villa don Diego de Adeche, (Pelinor) el cual estaba encarcelado por orden
del Alonso de Lugo acusado por este de acoger, ayudar y por negarse a
traicionar a más hermanos de raza alzados. Recordemos que Pelinor fue, cuando
la conquista, del llamado Bando de Paz ya que se negó a apoyar a Bencomo contra
los invasores.
Los Tacoronte, aprovecharon la oportunidad
para conseguir diplomáticamente la libertad del ex Mencey, el cual
posteriormente tuvo una participación decisiva en la digresión de los alzados
en el menceyato de Adeje.
A continuación, la transcripción íntegra de la sesión del l Cabildo
colonial de aquella época:
“En este dicho día, en la yglesia de la
Concebcisyón de la villa de San Cristóval, entraron en Cabildo los onrados
señores Pero Mexía, alcalde mayor de la ysla, y los regidores Fernando de
Trosyllo e Cristóval d’Espyno e Gerónimo de Valdés e Mateo Vyña e Guillen
Castellano e el jurado Francisco de Albornoz, e fezieron e ordenaron lo
syguiente:
Habla sobre los guanches.E luego platicaron en Cabildo sobre poner remedio cómo se tomasen los alçados guanches que andaban robando la ysla.
Requerimiento de guanches.
E luego paresció ende presente Ximón e
Fernando Tacoronte e Gaspar e Francisco de Tacoronte, guanches, por lengua de
Guillen.
E hezieron un requerimiento al dicho señor
alcalde mayor Pero Mexía que estava presente, que por quanto el señor
Governador Alonso de Lugo e por la señora Bovadilla e regidores les ha sydo
mandado que tomen los guanches alçados ladrones, que ellos están prestos de lo
hazer e cunplir e trabajar en ello con todo su poder, con tal que les sean
dados los mantenimientos y espensas nescesarias y las otras cosas; e que por
quanto al presente el señor alcalde tyene preso a un guanche que se dize don Pedro
(por don Diego) de Adexe, el qual sabe la tierra del reyno de Adexe do andan
los alçados, que por tanto se lo mandase dar e que ellos se obligavan e
obligaron con sus personas e bienes muebles e rayzes para se lo dar cada que se
lo pediese e demandare, so pena sus personas a merced del rey e los bienes
perdidos.
Respuesta del alcalde.
E luego el dicho señor alcalde dixo que lo
requerido por los dichos guanches le paresce bien, pues que le dan fiador de
la faz que les da el dicho guanche; que pedía a los señores regidores le digan
su parescer.
Parecer de los regidores.
E luego todos los dichos regidores dixeron que su
voto e parescer es que al dicho guanche que asy está preso se lo de el dicho
alcalde a los dichos guanches para sacar los dichos alçados, pues que es
servycio de Dios e bien e pro de la ysla; con tanto quel dicho alcalde resciba
fiança bastante de la haz del dicho guanche.
Respuesta del alcalde.
E luego el dicho alcalde respondió al voto e
parescer de los dichos regidores, en que dixo que en presencia de todos, que la
señora Bovadilla le encomendó la vara de justicia, con acuerdo de todos ellos,
para que él feziese justicia a servicio de Dios e de sus Altezas, y que el
dicho guanche él le tenía preso por ciertas querellas que del dieron, de las
quales el dicho alcalde ha quesydo saber la verdad y no ha hallado por do pueda
proceder contra él por ningund rigor de justicia, e que el dicho guanche está
preso y que él no lo ha soltado fasta más se ynformar, y que pues al parescer
de tos los señores regidores e suyo es que el dicho guanche puede aprovechar
para ayudar a tomar los alçados que andan robando la tierra e vecinos della, e
que le plaze dar en fiado a todos los quatro guanches que hezieron la dicha
obligación, para que cada e quando se lo pediere el alcalde o otro juez lo
pornán en la cárcel segund que se obligaron.”
A partir de este acuerdo entran en escena
la cuadrilla de guancheros formada en La Laguna por don Pedro de Tacoronte, sus
hermanos y parientes y el príncipe Izora, éstos mantienen contactos secretos
con determinados Sigoñes de los tabores de Ichasagua, transmitiendo una serie
de promesas de parte de los conquistadores, las cuales, por otra parte y como
era habitual en ellos, jamás cumplirían.
Así convencieron a algunos Guanches de que lo
mejor era La Paz y de que si entregaban las armas obtendrían cargos políticos,
tierras y ganado, consiguiendo que estos, al relacionarse con los alzados,
provocaran la discordia entre los mismos. Utilizaban la táctica de la Cizaña,
la discordia, mediante la mentira y el engaño.
Por fin, don Pedro de Tacoronte en compañía de
otros notables consigue reunir en Tagoror a algunos de los sigoñes alzados en
un lugar de Abona que posteriormente se conocería como Los Parlamentos.
Llevaban los comisionados instrucciones de los
invasores para negociar la paz bajo las mismas condiciones del tratado de Los
Realejos, con olvido de todo lo pasado; proposiciones que acabaron por aceptar
algunos de los alzados, siempre que el Mencey Ichasagua entrara en el acuerdo.
Aceptado el principio de acuerdo, la asamblea se
dirigió hacía el píe del actual pueblo de Arona, al lugar denominado El Llano
del Rey, el cual hasta fines del siglo XVIII en los documentos oficiales se
cita como El Llano del Rey Ichasagua. Cuando llegó la comitiva a presencia del
Mencey encontraron a éste en píe rodeado de algunos de sus consejeros, mirando
al numeroso grupo que se le aproximaba, al frente del cual venía el infante
Izora, cuando éste llegó a su presencia y después de dirigirle un saludo le dio
a conocer su misión y las proposiciones de paz.
El Mencey Ichasagua, sin corresponder al saludo
de Izora, sin pronunciar una sola palabra, recorrió con la mirada los rostros
de todos los que venían con él como tratando de adivinarles el pensamiento,
tiró de pronto de un puñal que llevaba al cinto y se lo hundió en el pecho.
Así, cumpliendo con la tradición de sus ancestros, mediante el suicidio ritual
murió el penúltimo Mencey Guanche, sin siquiera molestarse en dar repuesta a
las propuestas que los verdugos de la matria le trasmitía a través de unos
renegados.
Tras el fallecimiento del Mencey Ichasagua, algunos de los conjurados
aceptaron las paces propuesta por los conquistadores y consiguieron arrastrar
consigo a muchos de los alzados.
La historia es testigo del poco honor que los
españoles hicieron a lo pactado, como es habitual en ellos. Otros se
dispersaron por las cumbres y montes manteniendo viva la lucha contra el
invasor.
Con el paso del tiempo, unos se fueron integrando
en la nueva sociedad, otros, continuaron su lucha y su vida en las zonas más
inaccesibles de nuestra geografía, decidieron huir y esconderse en lo más alto
y escondido de las montañas donde los españoles tardarían años en llegar. Así
se mantuvieron pueblos como los de pínolere, Masca, San Juan de la rambla, Icod
el Alto…, y si bien con el tiempo las acciones de guerra se fueron aminorando,
no es menos cierto que estos alzados jamás se rindieron al invasor, por tanto,
podemos afirmar que aún continuamos en guerra con la potencia invasora, en una
especie de tregua indefinida no declarada.
El colonialismo es astuto y previsor, por ello
sus planes de dominio están concebidos a medio y largo plazo creando mecanismos
sociales capaces de idiotizar a los individuos y a los pueblos.
El sistema mantiene algún recuerdo de los
menceyes que consideran vencidos o sometidos, por ejemplo: en la Plaza de la
Villa de Candelaria las estatuas erigidas representan a los nueve menceyes que
según las crónicas de los invasores supuestamente firmaron el pacto de Los
Realejos (exceptuando a Bencomo) pero han ignorado deliberadamente a aquellos
héroes que no se sometieron como Chimenchia-Tinguaro; Bentor; Sebenzui y el
gran Ichazagua.
De esta forma murió el último Mencey Guanche
Alzado.
Según cuentan los lugareños, en este Roque, en
algunas de las noches más claras, se puede ver en su cumbre luces moviendose de
un lado para otro; dicen que son los alzados, clamando venganza por aquella
traición a su Mencey: El Gran Ichasagua.
(Eduardo Pedro García Rodríguez.)
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