Aunque cualquier persona puede ocasionar el mal
de ojo en algún momento de su vida, quienes ojean, por lo general, después de
fijarse de manera insistente en algo o en alguien, comienzan a llorar
inexplicablemente y sienten un dolor agudo.
Para algunas creencias, estas personas ni
siquiera pueden mirarse en un espejo, o en el agua, ya que la fuerza de sus
ojos los puede afectar a ellos mismo.
Sin embargo, se cree que quienes tienen esta
peculiar y peligrosa mirada no son consientes de ello.
Una idea muy extendida es que la mirada de una
embarazada o de una mujer durante la menstruación o en la menopausia también
posee el mismo poder.
Algunas culturas, sin embargo, asocian el mal de
ojo con el tacto y el aliento.
Aunque puede afectar a niños y adultos, son los
más pequeños los que suelen sucumbir con mayor facilidad a este hechizo, ya que
no posee las fuerzas necesarias para combatir el ataque.
Un gran número de enfermedades infantiles son
atribuidas a él. En algunas provincias argentinas, como Santiago del Estero, se
previene el mal de ojo utilizando de amuleto un diente de perro que se cuelga
del cuello del niño.
Si el amuleto un cumple su función y se produce
el hechizo, se busca al autor del daño para que toque al enfermo. Ésa es la
forma más efectiva de terminar con el mal de ojo.
Otro rito muy frecuente consiste en colocar agua
limpia en un plato sopero, en el que se vierte un chorro de aceite.
Si se forma un ojo en el centro del plato, debe
ser cortado con la hoja de un cuchillo u otro objeto metálico, y luego se debe
rociar con un pequeño puñado de sal gruesa.
Mientras se lleva a cabo el rito se debe rezar a
lo divino y pedir por la salud de la persona. Se considera que existen
tres clases diferentes de “mal de ojo”:
- EL “OJO BOBO”: se lo llama de esta manera porque quien lo presenta no se da cuenta de lo que pasa a su alrededor. La persona permanece en una especie de limbo, abstraída del mundo exterior.
- EL “OJO SECADOR”: se caracteriza porque la víctima pierde cada día una considerable cantidad de peso, sin causa física aparente.
- EL “OJO MORTAL”: este tipo de maleficio puede ser muy grave, principalmente en niños. Se dice que a la persona se le ha reventado la “hiel” y por eso vomita una sustancia verde. Si el ojeado no recibe atención rápida y adecuada puede morir en pocas horas. El cuadro incluye llanto persistente, fiebre, dolor de cabeza, vómito y dierrea de color verde y de mal olor.
Saber si alguien tiene el mal de ojo no es tarea
sencilla.
Sin embargo, existen distintas evidencias
que son tenidas en cuenta por los curanderos para cerciorarse de establecer el
diagnóstico correcto.
Por lo general, un niño se encuentra “ojeado”
cuando presenta tristeza, cansancio, sueño u otros desórdenes de salud sin
causa aparente.
Hay quienes miden las dos piernas; si una de
ellas es significativamente más larga que la otra, es indudable que el mal está
presente.
Estos síntomas pueden aparecer con menor
intensidad en adultos, para quienes el mal de ojo se evidencia con situaciones
de la vida cotidiana que no salen de la forma planeada.
Los conflictos familiares y laborales, la falta
de energía y el cansancio frecuente son claras huellas de un mal de ojo en una
persona adulta.
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