Mónica Díaz Tabares
EL MUCHACHO Y EL CURA
Había un cura en Icod de los Vinos y crió un niño, y
cuando fue un hombre le dijo que él se día a
marchar pa Cuba a ver si podía hacer suerte, pa buscar una
joven y casarse, y cuando tuviera el dinero suficiente venía; pues cuando se
cumplió el tiempo llegó de Cuba, pero ellos tenían una criada y el muchacho le había dado el dinero pa que se
lo guardara, y la criada pa que no
se lo robaran lo enterró al pie del naranjero que tenían en el patio, pero se murió, y se quedó el cura solo, y cuando
volvió el muchacho, que fue a casa del cura, y le dijo: —padre cura, ¿y
dónde está Yolanda?—. Dice —hijo murió hace
tiempo—, Dice —¿y no le dio a usted las perras que yo le di pa que me las
guardara?— dice —hijo, no, ella si las tenía las escondió, porque yo no he
visto nada— y dice: —¿y entonces que es lo que hago yo ahora, padre
cura?— Dice —si ella está condenada va a las arenas el mar, a los rebolcaderos de las bestias, o a las
carnicerías, lo que tienes que hacer es andarte esos tres puestos y dar tres gritos por ella, haber si está en
esos sitios—. Conque fue el
muchacho a las arenas del mar, y dice: —¡madre biata del demonio, di dónde está mi dinero!— Y volvía
otra vez: —¡madre biata del demonio,
di dónde está mi dinero!...— Y se anduvo los tres sitios y como no le contestaba, le dijo el cura que la llamara
en la casa, y el muchacho la llamó: —¡madre biata del demonio, di dónde está mi
dinero!—, y dice —yo no me lo he
gastado, esta al tronco del naranjero—. Escarbó, y sacó el dinero.
LO DEL COMPADRE MASÓN Y LA LUCHADA CON EL DIABLO
Estaba el padrino de boda de una hermana mía (que era masón), y estaban
hablando de cosas «de-esas», y dice —¿ustedes quieren ver al diablo?—, y dije yo: —yo quiero verle la cara—, y dice —bueno,
¿le llamo compadre?, pero si entra, se
tarda pa salir—, y dice mi padre: —no, pa dentro de la cocina no—, (estaban
grandes y chicos dentro de la cocina), y dice el compadre: —pues
yo hablo con él aquí, por fuera—. Conque, salió al patio y dio tres voces por Manolo: —¡Manolo!, ¡Manolo!, ¡Manolo!—.
Y se oyó una voz más ronca que el que llamaba, y dijo: —¿qué quieres?—,
dice el compadre: —¿a qué has venido a cas mi mujer?, que le dio miedo—, dice:
—fui a que me encendieras la vela—, dice el
compadre: —pues no vuelvas a cas de mi mujer,
vas a donde yo esté que te la enciendo, y ahora te vas de esta casa y no vuelvas más, que no es mía—. Y mi padre que
era un hombre alto y fuerte (siempre llevada a la centura2
un ciñidor3) llegó donde estaba mi madre (que estaba acostada), y le dijo: —Lujina, perdí el sombrero peliando4
con el diablo ahora mismo), y dice mi
madre: —¿el diablo?, ¿tú estás loco?—. Y dijo mi padre: —pues no me salió ese cabrón a peliar conmigo a ver si
podía más que yo!..., pero se jodio, porque salió echando chispas por
allí pa fuera; el sombrero se me quedó,
pero él se jodio—. Y fue mi abuela a buscarle el sombrero con los muchachos,
que fueron con ella (eso fue al otro día de llamarlo el compadre de mi hermana, y como mi padre no lo quiso allí dentro...).
¿Cómo era?
Un hombre..., dice que era guapo, con la cara
redonda. Había un guarda que era masón también, y él acostado en la cama, y
sabía quien robaba. El diablo se lo decía; —en tal sitio
está robando tal, en tal otro está robando cual—,
él acostado y el diablo le guardaba, y día y trincaba5 a la gente
(porque en aquel entonces habían
faltas, y dían a robar pa comer) y a nosotros nos mandaba él a robar donde no habían guardas, pero no díamos porque
teníamos miedo.
2 Sust. Cintura.
3 Sust. Ceñidor, fajín.
4 Verb. Gerund. Peleando.
5 Verb. P. Imperf. Cogía.
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