Eduardo Pedro Gracia Rodríguez
1657
Febrero. Recala
en el puerto de Tedote (Santa Cruz), de
la isla de Benahuare (La Palma),
la flota de México, al mando del Almirante don Diego de Egues Beaumont,
compuesta por dos galeones y nueve naves mercantes. Al no obtener noticias de
la metrópoli, cuyo puerto de Cádiz estaba bloqueado por los ingleses, arrumba
al puerto de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife) donde arriba en el mes de febrero, y no
encontrado instrucciones de Madrid,
decide anclar en el puerto en espera de las mismas.
El Almirante
Egues determina zarpar, pero regresa al poco tiempo porque al rendirsele un
palo de la nao capitana. Ancla sus naves de nuevo en el puerto y decide
esperar. En principio se niega a aceptar las sugerencias del capitán general de
la colonia para que descargara la plata que transportaba la flota, quizás
confiando más en las defensas de sus naves que en las de plaza o porque el
capitán general le ofreciera poca confianza, la cuestión es que tarda un mes en
mandar a tierra parte de la carga.
1657 Abril 30.
La Baterías de Barranco Seco y Fumadero.
Con
motivo del temido ataque de la armada inglesa de Blake, se levantaron por el
Ingeniero de S.M. D. Juan de Somavilla y Tejada, los planos de dos baterías al
Norte de la rada pasado el castillo de Paso-Alto: una en la desembocadura del
barranco de Valle Seco y otra al pie de la Montaña del Bufadero; se terminaron rápidamente y
fueron artilladas con 10 piezas de bronce en la última y 8 de hierro en la
primera, procedente de los barcos de la escuadra de D. Diego de Egues.
El 30 de abril
Blake comunicaba a sus oficiales la orden de batalla. En la bahía estaban 16
buques españoles de los cuales once pertenecían a la flota. De los dos
galeones, uno, era la capitana, de Diego de Egues; el otro la almiranta de José Centeno. Eran
capitanes de estos dos galeones don José Marques y don Juan de Bobadilla. La flota estaba situada de manera que los
barcos más pequeños quedaban cerca de la costa, mientras los mayores colocados
en línea entre la fortaleza y el castillo de Paso Alto, protegían a éstos, pero
obstaculizaban la visión y el tiro de los castillos.
Veamos la
lista de los navíos que componían la flota de México. La capitana Jesús
María y la almiranta La
Concepción, las cuales estaban bajo el mando de los
capitanes mencionados. Los restantes navíos eran meros cargueros artillados por
sus armadores.
Los nombres y
capitanes de estas naves eran los siguientes: Nuestra Señora de los Reyes,
(en que viajaba el conde de Bornos, gobernador del tercio de galeones); su
capitán Roque Galindo; San Juan Colorado, de Honduras, su capitán,
Sebastián Martínez; El Santo Cristo del Buenviaje, capitaneado por Pedro
de Arana; Campechano Grande, bajo las órdenes de Pedro de Urquía; Campechano
Chico: su capitán, Martín de Lizondo; La Vizcaína, sus
capitanes, Cristóbal de Aguilar y Juan Quintero; El Sacramento, sus
capitanes, Francisco de Villegas y Juan Rodríguez de Málaga; Nuestra Señora de la Soledad, su capitán,
Istuela y El Patache, su capitán, Pedro de Orihuela.
Blake dio el
mando de una unidad de asalto formada por doce fragatas a Stayner, mientras que
el propio Blake debía reducir a silencio los cañones de los castillos. La
acción empezó a las ocho de la mañana. El viento favorable llevó a los ingleses
al fondeadero sin necesidad de maniobras, hasta que se situaron a la distancia
de un tiro de mosquete. Stayner se sitúo entre la capitana y la almiranta que
le protegían de los tiros de los cañones de los fuertes; los demás navíos
ingleses sacaron también partido de la mala situación de los barcos españoles,
preparándose para el abordaje. Tres de los navíos mercantes españoles se
incendiaron y cuatro prefirieron encallar con la esperanza de salvar la carga;
dos embarcaciones fueron apresadas y conducidas a mar abierta; a las once de la
mañana sólo ofrecían resistencia la capitana y la almiranta: ésta fue
incendiada por una bala. A la una de la tarde la batalla había concluido,
aunque los ingleses se tomaron su tiempo para saquear los restos de la flota.
Capitanes y marineros piratearon cada uno por su cuenta consiguiendo un
riquísimo botín. Los dos navíos sacados de la bahía estaban tan maltrechos que
lo ingleses procedieron a incendiarlos.
Una vez más
quedó patente el poco espíritu de lucha que animaba a las escuadras españolas.
A los pocos meses, un representante de la isla, el capitán de milicias Luís de
Sanmartín, hablaba en el consejo de guerra ante la corte en los siguientes
términos: <<El enemigo entró en aquel puerto a su salvo, sin que se le
hiciese oposición alguna, aunque los dos generales de mar y tierra tuvieron
muchos avisos de que venían; >> los dos comandantes <<
trataron más de sus conveniencias que del real servicio>>; el capitán
general << se asustó de manera que desalentó a todos>> y el
almirante <<trató sólo de sus intereses>>. En la acción se
perdieron en la bahía de Santa Cruz
siete navíos españoles. Las pérdidas inglesas consistieron en nueve
navíos tocados, varios de ellos de consideración. (Rumeu de Armas)
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