Mónica Díaz Tabares
EL ESPIRITU DE LA ABUELA
Nosotros nos fuimos a trabajar a San Juan, a
una finca de plataneras que se llamaba «Agua Dulce»; y díamos a
dormir a un cuarto que teníamos alquilado a la parte arriba de la playa;
dispués abrieron la carretera, y trabajamos
todos llenando cajones de china, nos pagaban a siete pesetas el cajón. Yo
fui con mis hijos pa'llá porque no había trabajo. Las muchachas dían de noche a trabajar a una fábrica donde enlataban
pescado; tenían una máquina que
abría el pescado y lo dejaba compuesto pa dispués hacer ellos enlatados;
y tú te crees, que tú te comías el pescado de allí, y era más sabroso que el que tú te comías en tu casa... ¡Los rolos de
pescado aquellos, eran una hermosura!
Había por aquella orilla de la mar (donde estaba la
fábrica) una ranchada de cuevas por allí pa'llá como si fuera una barriada...
las gentes estaban todas juntando china, o trabajando en la fábrica de pescado.
Al lado de nosotros vivía una mujer que
era muy buena pa mí, el marido trabajaba en Alcalá, en una fábrica de pescado.
Ella le decía a los chicos: —vayan allá abajo y mi marido que les de caballas jariadas1—. Y dían allá abajo
los muchachos a dar con él y les llenaba de caballas jariadas, unas caballas
grandes, que se les caían el unto2...
EL ESPÍRITU DE LA ABUELA
De la Cumbre de Ergos vino a San Juan una familia a
trabajar, vivían al lado nuestro, en una cueva que parecía una casa. Todas las
noches dían a jugar a la baraja a mi casa; una
de las muchachas que se llamaba Concha, tenía
un niño y estaba trabajando sólita, porque vivía con un hombre que siempre estaba borracho, y todo se lo bebía, y le
daba mucha leña, y ella ni comida tenía... y siempre comía con nosotros; yo me
día pa La Culata y llevaba papas, y todo..., porque allá abajo no habían; y yo
iba pa arriba con los muchachos a
rebuscar3.
Se murió la abuela de aquellas muchachas, y una
noche una de las nietas (que siempre
peliaba con ella) estaba con nosotras todas, jugando a la baraja, y se fue a acostar; y al poco del rato
fuimos nosotros a dar con ella, y la vimos con el abollón4 de
sangre por la boca que daba miedo; entonces fuimos a cas de una vecina que
tenía coche y le dijimos que por favor llevara aquella mujer al médico que se
día a desangrar. Cogió el coche y fue a llevarla al médico a Guía Isora;
cuando llegaron arriba, al cruce, se le quitó la sangre y se quedó buena y sana, y la volvieron a traer pa'bajo (la
vieja le entró y se marchó).
Un día vino el que estaba
viviendo con Concha a buscar a mi Manuel pa dir a pescar, y le dijo: —vamos a pescar Manuel, pa'llá, pa el lado
de las salinas—. Y yo le dije: —hoy no va él porque tiene que hacer—. Pero cuando
estábamos (por la noche) tranquilos todos asentados en el suelo jugando a la
baraja, sentimos un escorroso5, y las cañas que tenía Manuel en el
techo, se cayeron arriba nosotros, y dijimos
—¡ay!, ¿pos6 qué rayos es esto?—. Y entonces cayó Cocha con un ataque muy grande, y le dice al que estaba
viviendo con ella: —Te librastes hoy de haberte yo ahogado, porque te estaba
entusiasmando pa que fueras a pescar, y como el chiquillo no fue dejaste el
viaje..., pero si llegas a dir, en la mar quedas hoy—.
¿Cómo era la voz?
No era la de
Concha, sino la de la vieja. Y dijo: —vieron como Ana echaba sangre por la boca
y se curó sola, no le hizo falta médico— y yo le dije: —¿y por qué eso de venir usted aquí?, esta casa no es suya— dice
—no es mía pero aquí están mis nietas, y yo a ustedes no les hago daño nenguno,
pero ese se escapó hoy de la muerte; mira,
ahora voy a Ergos a hablar con un individuo, que
me vio un día rebuscando y me quitó las papilas, y me las arreguiló7 por la tierra— (Ergos es del
Valle Santiago pa fuera, a La Cumbre de Ergos),
¡Muchacha!, pues no tardó nada en dir y venir. Nosotros jugando
a la baraja (que a Concha se le había quitado ya
aquello...) y las cañas otra vez cayéndose
encima de nosotros, y dije: ¡¿qué cono es eso?!, ¡¿por qué tiran otra
vez las cañas encima de nosotros?!—. Y dice otra vez la vieja por boca de
Concha: —Fui a Ergos y no lo encontré, pero si yo lo encuentro esta noche en
la casa, mucho no había durado, porque a mí me hacían falta las papas y a la
tierra no, y allí las dejó pa los bichos; no dejaba entrar a nadien a rebuscar—. Y yo le dije: —¿y por qué vino usted
sobre Concha?— (porque Concha tenía el ataque otra vez). Y dice —porque
la quiero y vine a verla, y a matar al
marido! Y ella se tiene que separar del porque si no, lo mato yo—. Y yo le dije —bueno pues vayase, que nada
hace aquí—. Dice —sí, me voy a dir,
apaguen la luz y recen, y no miren pa la puerta (agáchense la cabeza)—;
Pues apaguemos8 la luz, nos pusimos a rezar un Padrenuestro, y el
estruendo que salió por la puerta pa fuera... (y también vimos pasar la
sombra), hasta miedo nos dio, ¡hasta miedo!, y se desapareció la vieja. La viejita se día a rebuscar y se llevaba un puñito
de gofio9 en polvo, y se lo metía
debajo de las naguas10 amarrado, porque no le daban nadita de comer,
y se lo comía en esas huertas con jaramagos, y cuantas veces la vía yo tiradi-ta todo el día cuidando dos cabritas sin más nada
que el puño de gofio en polvo, y dispués llegaba a la casa y se ponían con
ella; y Concha no quería que la maltrataran.
EL PADRE DE SENA ROSA
Mi
padre vino encima de mi cuñada, y estuvo más de tres meses, y la gente estaba
cansada de estar allí; y dispués dijeron: —bueno, lo que hacemos la familia es que se quedan unos una noche, y
otros otra—; conque esa noche nos tocaba a mí y una de mis hermanas.
¡Muchacha!, hacía una noche como el
día..., y fueron el marido de mi hermana y mi hijo Goyito (que en paz descance)
con nosotros; y Goyito y yo fuimos media noche, y la otra media le tocaba a
ellos; pero cuando llegué a mi casa, me acosté en la cama y tuve que
alevantarme (no podía dormir); agarré, puse pues mi café al fuego, hice el café, lo puse en la capuchera"
que tenía, y me fui allá. ¿Y tú crees
que estaba asentada asegún yo estoy...?, enfrente la puerta (en una cama que tenía), y dice —¡aja!, ¿ya llegaste
Rosaura? Y dije: —sí, ya llegué, ¿por
qué?, ¿tardaba?—, dice: —yo estuve allí hasta que tú hicistes el café, y dispués me marché alante tí, porque por allí no
podía yo venir porque te meto miedo,
y yo no quiero meterte miedo—. Y me dice: —yo sabía que tú venías con el café,
porque yo estaba esperándote—. Y le dije: —¿y por qué estabas esperando?—. Y me dice: —porque yo no te
dejé dormir, tuvistes que levantarte a hacerme café. Hace mucho tiempo
que no lo tomo de tus manos—. Se bebió dos
tazas de café. Y le dije: —entonces dígame: usted que no murmuraba, no robaba, no mataba; ¿por qué le dio
Dios esa penitencia?—, dice:
—Rosaura, por lo que le hacía a mis hijos; que venían de ese monte muertitos de
hambre, y yo me traía media cabra, o una cabra; y convidaba a mis amigos, y
mis hijos entraban y yo les ponía mala cara; por eso Dios me lo pidió en
cuenta.
EL FILATERO QUE SE LLEVÓ EL DIABLO
Un filatero que estaba en
Genovés, y no vivía con la madre, y la madre siempre le estaba echando plagas12: —¡que el diablo te
lleve!...—. Y fue el diablo y se lo
llevó, y se espareció; y lo fue a poner a los andenes13 de Gara-chico (a aquellos andenes13 que tienen
unas cuevas allá arriba tan lejos...; lo vieron allí). Y el diablo la comida
que le llevaba, eran los desperdicios que sobraban en las
mesas; y aquello se lo comía él; y dispués se ajuntó la gente, y fueron los
padrinos; y le decía la madre: ¡abájamelo que es mi hijo!—. Y dice el diablo —¡no, no es tuyo que tú lo
plagiabas! —Entonces la madrina se
puso debajo del andén, y le dijo: —¡abájamelo!, ¡que es mío!, ¡y sin tocármelo en ningún lado!—; Entonces lo vían abajando
agarrado de las piedras como si fuera un gato, y vino a donde estaba, la
madrina. (Manolo estaba de filatero, y siempre tenía una mantita por dencima)14.
LA QUEMADA CON EL AGUA DE LAS
PAPAS
Era
una madre y una hija solas y la hija era costurera, y le dijo un día la madre:
—hija, cuando uno se muere ¿dónde irá?—, y dice la hija: —madre, pues yo por lo que oigo, donde Dios lo tiene
destinado—. Y se murió la madre (y ahí, en el campo tienen el istiercal15
y el pinocho en la misa puerta de la
casa...)- Conque la hija cuando cocinaba las papas envolcaba el agua al salir
de la cocina (pa echársela al istiercal), junto a la puerta (en el campo se usaba envolcar las papas en una cestita pa
quitarles el agua, en la misma puerta). Y un día se le presentó la madre, y le
dijo: —hija, cuando cocines las
papas, recoges el agua en una palangana16 y la botas pa'llá lejos,
que me estás quemando todita—; y
dispués la hija ponía el agua en una bandeja, y la tiraba lejos.
EL DIABLO LO AMARRO AL PINO
Era una mujer de Santa Catalina y se mudó pa La
Guancha, y puso una panadería, y tenía dos hijos machos y
una hembra. Y uno de'llos siempre ajuntaba17
con nosotros pa dir pa'l monte, y la madre siempre le estaba echando plagas:
—¡que los diablos te lleven!—, y cosas así un día fuimos una ranchada18
de juventud pa el monte (porque díamos los lunes a buscar la leña de la semana), y el muchacho ese (Alejo),
día con nosotros, y cuando lleguemos
cerca del monte le dijo a las muchachas: —miren, llévenme el burro, que yo voy delante a subir por este lomo—.
Conque... llevemos el burro, y
cuando lleguemos a la entrada del monte amarremos19 al burro de un
pino y llamando por Alejo, llamando por Alejo..., y que no salía por ningún sitio. Entonces salimos a buscarlo por aquellos
lomos (y con nosotros día una
muchacha que estaba vestida de hábito), y cuando lleguemos a un lomo pa'llá, pa'riba que llamemos por él, nos
respondió, pero ¿sabes cómo estaba?:
amarrado de un pino y los nudos por detrás de la espalda, y ninguna se podía
acercar a él, porque a mordidas y patadas no se podía acercar nadie y entonces le dijimos a Ana (la que tenía el
hábito); —tú que estás vestida de hábito acércate a ver si puedes
desamarrarlo—. Entonces ella se acercó, le puso
las manos por encima, y le dijo: —estáte quieto Alejo, que te vamos a desemarrar,
y nos vamos vacías pa la casa—, lo desemarró, y nos volvimos todas, vacías, y lo llevemos20 a casa
de la madre, y le contemos21 lo que pasaba, y nos dijo —¡aja!, ¿y no lo llevó, y lo dejó
pa que ustedes lo desamarraran?—;
conque dispués esa mujer se embarcó pa Cuba con los tres hijos, (y a él le
daban unos ataques muy grandes que no podían sujetarlo), y en Cuba estuvo como un año dándole ataques, hasta que se
le apareció un hombre y le dijo: —Alejo, hasta hoy te he hecho sufrir, lo que
yo sufría en vida; vamos conmigo quel dinero lo tengo yo guardado pa tí—. Fue
el hombre con él, sacó un cajón de
dinero, y le dijo: —ese dinero puedes gastarlo, es tuyo—. Dispués se compró fincas en Cuba, y no le
volvió a dar más ataques, ni más nada.
LA MUJER DE LA SOMBRILLA
Doña Paca vivía en La Guancha y era una mujer muy
rica. Y se día al campo a plantar las papas bonitas, y a las peonas las llevaba
cargando con la comida, y sobraban los balayes22 de papas
cocinadas, de pescado y mojo, y de todo... Y
a las peonas les daban pena de dos sobrinos bobos que tenía doña Paca (que se sentaban en la puerta de la
venta que ella tenía), y siempre se sentaban en la puerta muertitos de
hambres, y mandaban a las peonas a echar
toda aquella comida que sobraba a los cochinos. Y le dijeron las peonas: —doña Paca, ¿por qué usted no le da de
comer a esos bobitos?— y dice —porque la comida esa la quiero yo pa los
cochinos, no la quiero pa'e-llos—. Pues aquella mujer se murió y le faltó
tierra (la enterraron en el cementerio y le faltó la tierra), porque
todo el que es egoísta cuando le entie-rran
le falta tierra. Conque dispués de que murió, la vía el marido en el goro23 de los cochinos cuando día a
echarles de comer ...Yo día con mi tía Domitila (pa-descance la pobre),
al monte a buscar pinas pa los hornos del pan;
y había un pino que cargó los cuatro sacos del burro, (serían ya a dar las
doce), y el burro lo tenía mas pa'llá; y los saltos del burro daba miedo; y le quedaba un saco que llenar (y en el pino ese
entodavía se había llenado un saco de
pinas). Conque... dispués fui con mi tía, y se fue a juntar el saco, y yo
me fijé a la parte abajo, que había una cueva, y arriba de la cueva estaba doña Paca asentada (igual que estás tú ahora), con
su paraguas abierto (que pa todos
lados día con el paraguas), y yo le dije a mi tía: —¡ah tía!, mira pa'llí, ¿dónde vino esa mujer tan guapa con su
paraguas?; ¿y esa vino a buscar
pinas con el paraguas?—. Dice mi tía —vamonos de aquí, y ajuntamos un saco de pinas pa'llá—. Fuimos pa'llá, y
ajuntemos el saco de pinas y nos marchamos, y la mujer quedó allí. El
marido la escunjuró a «Las Arenas» porque
siempre la vía en los goros de los cochinos, cuando les día a echar de comer,
y por eso estaba allí, en el monte.
EL MASÓN Y LA NIÑA POSESA
Había un hombre en La Culata
(ahora San Juan del Reparo), que no quería que
pasara por lo del ni un pájaro; y por mi casa pasaba una vereda que
iba a dar al otro lado del camino, y nosotros pasábamos por aquella vereda; y un día se emborrachó y se puso enmedio de
la vereda y dijo que cuando pasáramos nos día a partir las patas pa que
no pasáramos por lo del. Y dio la
casualidad que él se fue pa la casa y nosotras pasemos por allí (no sabíamos nada de lo que él dijo. Siempre se
asomaba a acechar); y, al otro día
de decir aquello, vino frente a mi casa a cargar istiércal con peones y se sentó
en una silla, mirando; dispués se alevantó y se fue a la venta, se echó una copita y volvió a dar con los peones, se
sentó en la silla y allí se quedó muerto;
se murió de repente, y lo enterraron en lo sagrado. Pero un día venía un chillido con un cesto de espinos, y
descansó en frente del cementerio, donde
había una piedra grande, y sintió dando gritos en el cementerio; dejó el cesto de espinos y corrió pa la casa (porque
le dio miedo).
Cuando dio la misa el domingo el cura prohibió a la
gente que fueran con tanta vanidad al
cementerio (las bestias cargadas con barriles de agua...); aquello parecía una
fiesta los domingos; se día todo el mundo a arreglar los nichos.
Y les dijo que el cementerio no era nenguna fiesta; entonces la gente se atajó de dir; pero dispués lo volvieron a oir
gritando que lo sacaran de allí, que
él era masón, y que no quería estar allí; entonces lo sacaron y lo enterraron en la cherche24 (porque en el
cementerio hay un pedazo que no esta bautizado pa los que no son riligiosos25).
Dispués ese espíritu me quería entrar
a mí, pero como yo tenía mal genio, no pudo; pero una hermana mía mandó a mi Ufemia a alcanzarle un cubo de agua a la
puerta del cementerio, y en la
puerta lo cogió la chica; se quedó coja y no podía bajar sino de cuatro patas,
y tuve que subir yo a buscarla, y la bajé en brazos. Se quedaba conmigo en la cama, y no día sino a agarrarme las
t... y el c...; y estaba «aquí», y
echaba el chorro26 «allá», como un macho; y yo le dije a mi madre —la chica tiene al quiera ques ariba de'lla, me
pasa esto, y esto, con ella— La llevé al Tanque que había un curandero, y me
dijo: —mire señora, busque quien
cure a la niña, y cúrela, porque yo no puedo, y si usted pierde el tiempo..., asegún se seca el cuerpo del que tiene
encima, se le seca la pierna a la niña—. Fuimos a Icod a cas Seña Marta y
ella nos mandó a cas el curita de Icod;
fuimos, y nos asentamos allí (como estaba diciendo la misma hasta que llegara);
cuando llegó, que pasó por nosotros, nos dijo: —¿ustedes necesitan algo?—, y
le dije a lo que íbamos, y nos dijo: —pues voy a desayunarme, ahora vengo—;
cuándo vino nos entró pa un cuarto que él tenía con una mesa grande, que estaba al medio del cuarto, y un
Señor arriba la mesa; el cura la
asentó a ella al lado del, y le puso la estola por los hombros, pero ella
desde que la asentó allí, y vio al Señor arriba la mesa, empieza a escupirlo, y a botarlo al suelo si la dejo; le pegue
en las manos, y me dijo el cura: —no
le pegue señora, que esa no es ella, sino lo que tiene. Yo lo que hago, es que mañana domingo voy a la doctrina, y voy a
su casa primero que nada porque de
aquí se lo quito, pero cuando llegue a su casa lo coge. —El domingo vino temprano, y ella estaba acostada
en la cama, y desde que vio entrar al
cura, empezó a escupirlo y le viró el culo. Le puso la estola..., se lo quitó
de arriba de'lla y dispués en todas las esquinas de la casa y del patio le echó agua bendita y dijo unos rezados; a
mí me dejó agua bendita pa que yo le
echara a la casa con el rezado. Mi ufemia se curó, pero dispués ese mismo espíritu le entró a una hija del y no
pudieron curarla por más que la llevaron a curanderos, y de eso murió.
1 Adj. Jarea. Pescado abierto, salado y seco.
2 Sust.
Grasa.
3 Verb. Volver a buscar. Preferentemente referido a buscar lo que se
queda de la
cosecha ya recogida.
cosecha ya recogida.
4 Sust.
Borbollón.
5 Sust. Ruido de distinta índole que se produce al mismo tiempo.
6 Adv.
Pues.
7 Verb. Regó, esparció.
8 Verb.
Apagamos.
9 Sust.
Palabra guanche. Harina tostada de cereales.
10 Sust. Enaguas.
10 Sust. Enaguas.
1' Sust. Especie de cafetera.
12 Sust.
Maldiciones.
13 Sust.
Riscos.
14 Adv. Encima.
15 Sust.
Estiércol.
16 Sust. Recipiente metálico.
17 Verb. Reunía.
18 Sust. Pandilla.
19 Verb. Amarramos.
20 Verb. Llevamos.
21 Verb. Contamos.
22 Sust. Cestos hechos de paja.
23 Sust. Palabra guanche. Construcción de piedras.
24 Sust. Lugar del cementerio no sagrado.
25 Adj. Religioso.
26 Sust. Acción de orinar.
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