Capitulo I (II)
Eduardo Pedro García Rodríguez
La orografía del territorio es muy
abrupta y accidentada con una continuada pendiente desde la cumbre hasta el
mar, cortada por multitud de barrancos. La pendiente se suaviza entre los 400 y
800 metros, altitud en la que se sitúa la mayoría de la población de las
distintas entidades. La parte costera está cortada en el tramo final de los
barrancos y terminan en un acantilado casi lineal de unos 200 metros de altura.
BREÑA ALTA
Breña Alta: Con una superficie de 31,5 km2 y una
población de 5.816 habitantes, este municipio comparte con el de Breña Baja el
extenso y fértil valle de Las Breñas. Su núcleo urbano, San Pedro, se hallan a
300 m sobre el nivel del mar. Además del cultivo de plátanos, el aguacate y los
cereales, como el trigo y la cebada, forman parte de su producción agrícola. El
tabaco es uno de los cultivos propios de la zona aunque en menor producción que
en épocas anteriores. En su parte alta se encuentran importantes bosques de
castaños y laurisilva que cubren barrancos y colinas. Lugares de interés
señalaremos como los más importantes: Mirador de la Concepción, Pared
Vieja, Palmerales, edificios religiosos como la Iglesia de San Pedro y la Ermita de La Concepción, el
monasterio del Císter y su pequeña industria artesanal.
Según
el cronista e historiador Juan de Abreu Galindo (1602), el actual término
municipal de Breña Alta integraba, junto con el de Breña Baja, el cantón awuara
de Tedote, gobernado en la fase
precolonial insular por los hermanos Tinisagua, Bentacayse y Aguacencio.
Barrios
Sus principales barrios son: San Pedro (Casco Urbano), Breña (San Isidro), Las Ledas, Buenavista de Arriba, Buenavista de Abajo, Botazo, Miranda, El Llanito y La Cuesta.
En el
caso del litoral del municipio de Breña Alta, los yacimientos de Lomo Boyero,
Cuesta de la Playa,
Cuevas del Molino y Acantilados de Bajamar, muestran la huella dejada por la
comunidad awuara, es decir, cuevas de habitación y de enterramiento, con
numerosos grabados rupestres y otros restos arqueológicos. No obstante, la
mayor parte del territorio que actualmente integra el municipio de Breña Alta,
era dominio de impenetrable bosque de laurisilva, de modo que, atendiendo a la
base tecnológica de la economía awuara, sólo permitía un aprovechamiento
ganadero, así como una actividad recolectora
BREÑA BAJA
Breña Baja: Municipio que tiene una extensión de 15 km2,
es de los más pequeños de la isla, y una población de unos 3.750 habitantes, se
localiza en una estrecha franja entre La Villa de Mazo y Breña Alta. Ocupa una superficie
que va desde la cumbre, con una vegetación boscosa, hasta el mar, con apacibles
calas vólcanicas. Situado en el antiguo cantón de Tedote, constituyó un sólo municipio con Breña Alta hasta el año
1634. San José, cabecera de municipio, se encuentra a 300 m de altitud. Pueblo
pintoresco en el que abundan dragos y palmeras. La zona del Zumacal, en la
carretera que une las dos Breñas es ejemplo de belleza paisajística. Asimismo,
El Socorro, con notables ejemplares de Dragos y una ermita edificada en el
siglo XVI. Sus vecinos se dedican en su mayoría a la agricultura y cuenta con
pequeñas industrias, que favorecidas por su cercanía con la capital de la isla,
completan su economía.
Las
Breñas surgieron en el cantón denominado por Abreu Galindo señorío de Tedote, bando que se extendía desde el
barranco de Amargavinos, en Breña Baja, hasta el barranco Seco, que hoy supone
el límite entre los actuales municipios de Sta. Cruz de La Palma y Puntallana. Según
Abreu Galindo, Tedote en lengua
palmera significaba monte, de ahí la interpretación castellana de Breña, que
quiere decir, según el científico francés René Vernau, terreno agrietado y
lleno de maleza.
La
jurisdicción de Breña Baja, como las demás de la isla, correspondió al Cabildo
de La Palma
hasta que a partir de 1812 se separó de ella y formó su municipio con entera
independencia. Desde principios del siglo XVI es constante la distinción entre la Breña de Arriba y la Breña de Abajo.
Barrios:
Los Cancajos, se encuentra en la costa oriental
de La Palma. Habiendo
sido en un principio un pequeño pueblo de pescadores, a partir de la década de
los 70 del siglo XX se comenzó a desarrollar el turismo. Actualmente es, junto
con Puerto Naos, el principal destino turístico de la isla, habiendo varios
hoteles y edificios de apartamentos. Posee una playa compuesta por pequeñas
calas de arena negra, con 400 metros de largo y 35 metros de ancho.
San José, es el núcleo poblacional del Municipio
situado a 300 m. de altitud; se halla atravesado por el Barranco de Amargavinos
y en torno a sus calles se dispone un pueblo nuevo donde discurren
apaciblemente las vidas de sus moradores.
PUNTA GORDA
Puntagorda: Desde Tijarafe hacia el norte de la isla, entre los
Barrancos de Garome por el sur y el
de Izcagua por el norte, se situá el municipio de Puntagorda. Ocupa una
superficie de 31 km2 y cuenta con una población de alrededor 1.800
habitantes. El casco urbano, en una zona de escasa pendiente entre pinares y
almendros, se localiza a 600 m de altitud. Pueblo pintoresco con hermosos
pinares que ocupan vastas extenciones de terreno. Su blanco caserío se recorta
sobre un paisaje de vegetación de medianías y de bosques de fayal y brezo que
trazan un espectáculo sin igual cuando florecen sus miles de almendros. Su
clima es seco y soleado, en invierno las precipitaciones suelen ser abundantes.
Los diferentes estudios llevados a cabo sobre
este tema, indican que los ejes del
poblamiento awuara se sitúan en los Barrancos de Izcagua, San Amaro/Las Carballas, Agua Dulce, El Roque y Garome, con importantes poblados de cuevas. A esto hay que sumar
algunos poblados de cabañas al aire
libre, como los de La Cruz
de la Reina o
Las Carballas en la costa, o el Llano de las Ánimas en la cumbre. La sociedad
benahoarita desarrolló una economía de
producción basada, principalmente, en la ganadería de cabras, y en menor
medida de ovejas y cochinos (cerdos).
Practicaron una trashumancia estacional entre la costa-medianía y la cumbre, de
ahí la existencia de un hábitat de
verano en la cumbre, del que, a parte del conjunto de cabañas del Llano de las Ánimas, destacan otros conjuntos
de abrigos rocosos como los de Roque Chico,
Cabeceras de Izcagua o El
Novanillo.
Los
benahoaritas que habitaron en Puntagorda dejaron, como también lo hicieron en
el
resto de la Isla,
testigos materiales de estas prácticas en los barrancos de El Roque, Las Carballas, Garome e Izcagua. Así, el ritual de la muerte se
incorporaba a la vida doméstica
VILLA DE MAZO
Villa de Mazo: Ocupa, en la vertiente oriental de la isla, una
superficiew de 71 km2. Por el norte limita con Breña Baja y por el
sur con Fuencaliente. Su población es de unos 4.500 habitantes, que se
distribuyen entre pequeños, pero numerosos barrios de su territorio. El núcleo
principal urbano se encuentra a 500 m de altitud. Llama la atención la gran
cantidad de conos volcánicos existentes, muchos ya cubiertos por la vegetación,
testimonio de su origen y que diseñan una superficie de singular encanto.
Entre
la cercana Breña Baja y las lavas del Volcán de Martín se sitúa esta localidad;
su territorio coincide con el que ocupaba el prehispánico cantón de Tigalate,
en unión con Fuencaliente hasta 1837. El pueblo recibe el título de Villa
el 18 de marzo de 1878.
Barrios
Monte
Breña, Lodero, San Simón, Tiguerorte, Montes de Luna, Malpaíses, Tigalate, La Rosa, Poleal, Monte, La Sabina, Monte Pueblo,
Callejones y El Pueblo.
FUENCALIENTE
Fuencaliente de La Palma: Fuencaliente es el municipio palmero que registra el
mayor número de erupciones volcánicas de la isla. Son notables las del volcán
de Martín, en 1646, la de San Antonio, en 1677, la de El Charco, en 1712 y la
más reciente, la de Teneguía, el 26
de Octubre de 1971. Muchos de los conos volcánicos se mantienen en perfecto
estado y algunos, como el Búcaro, conservan unas coladas de lava de gran
belleza. La singularidad que representa una superficie, testigo de los efectos
de erupciones volcánicas sucesivas y recientes y una situación geográfica
difícil, hacen de Fuencaliente uno de los pueblos más pintorescos de La Palma.
La capital municipal se denomina Los Canarios (comúnmente denominada
también Fuencaliente),
aunque el barrio de Las Indias lo iguala en población.
Anteriormente fue un barrio del municipio de Mazo, hasta que se constituyó como
municipio independiente. Viene aproximadamente a corresponder con el territorio
que ocupó el cantón precolonial de Abenguareme
Barrios
Los Quemados, Las Caletas, La Fajana y el caserío de El
Charco, Las Indias.
LOS LLANOS DE ARIDANE
Los Llanos de Aridane: Conforma el valle del mismo nombre, que es una
de las zonas plataneras más importantes del Archipiélago Canario. Antes de la
conquista recibía el nombre de Cantón de Aridane gobernada por el rey
Mayantigo. Tiene una superficie de 36km2 y más de 18.000 habitantes.
Los Llanos nace a la sombra de un rico señorío colonial, el del Llano de Argual, que con el discurrir del tiempo
se convirtió en un próspero municipio. Esta evolución histórica ha cambiado su
fisionomía, grandes avenidas, trazado urbanístico moderno. Quedan, por fortuna,
callejones, plazas, rincones que nos devuelven el encanto y la serenidad de
entonces.
Lo
que había sido un amplio campo de pastoreo en época awuara (bando de Aridane),
se convierte luego en un poblamiento colonial cuyo desarrollo arranca gracias
al aprovechamiento de las aguas de La Caldera, que fueron canalizadas por los colonos
propietarios de los Heredamientos de Argual y Tazacorte hasta el
Llano de Argual, lugar privilegiado para el florecimiento de la
industria azucarera. Como tierra labriega, se va a desarrollar una intensa
actividad agrícola controlada por el poder de las propiedades en terratenencia,
sobre todo en los siglos XVI y XVII. Con la crisis del azúcar, desde el siglo
XVIII se intensifica la corriente migratoria hacia América.
El
núcleo central de Los Llanos se configura a partir del templo católico de Los
Remedios, en cuyas inmediaciones surgieron las primitivas arquitecturas
tradicionales, conjugándose con las modernas y avanzadas
construcciones.
Es
en 1812 cuando se constituye como municipio, agrupando El Paso y Tazacorte,
segregados en 1837 y 1925 respectivamente. En 1868 adquiere el título de Villa
y en 1899 el de Ciudad.
El
litoral ha sido profundamente modificado por las riadas de lava, los volcanes
han aumentado el perfil costero creando una "isla baja"; se alternan
las zonas acantiladas con calas, charcos y playas, destacando: El Pocito,
Charco Verde, Las Monjas, La
Bombilla, Puerto Naos y El Remo.
15 de Julio de 1868, se concede a Los Llanos de Aridane el
título de Villa convirtiéndose así en la segunda Ciudad más importante de
la isla por Real Decreto.
A las 17:00 horas se celebra en el Municipio un estallido
de cañón seguido de cohetes, bandas de música y repique general de campanas. En
1899 pasa a ser catalogada como Ciudad de Los LLanos de Aridane.
TIGALATE
Datos etnohistóricos
sobre el cantón de Tigalate
Demarcación territorial
Los datos etnohistóricos sobre la etapa precolonial de
Benahuare (La Palma)
son muy fragmentarios, escasos y repetitivos
hasta la saciedad por todos los autores antiguos que trataron estos temas en
sus escritos, de tal forma que da la sensación de
que todos ellos se copiaron entre sí de un mismo texto, hoy desaparecido. Uno
de los temas donde mayores discrepancias nos encontramos es, precisamente, en el apartado de las diferentes
demarcaciones territoriales y geopolíticas en las que estaba compartimentada la
isla. Todos los relatores de la conquista
coinciden a la hora de dividir la antigua Benahuare en doce bandos independientes cuando llegaron los conquistadores a finales del siglo XV. Ahora bien, los problemas se plantean al hacer referencia a momentos cronológicos más antiguos y
para los cuales se han aportado otras dos
versiones diferentes a la enunciada en primer lugar.
Las referencias
más antiguas nos son proporcionadas, a fines del siglo XVI, por el portugués Gaspar
Frutuoso quien, a pesar de todo, no nos aporta ningún dato concreto sobre el momento en que la isla estuvo compartimentada tal y como él nos indica. Según este
autor, La Palma
estaba dividida en cuatro reinos independientes a
cuyo frente se hallaban otros tantos reyes. Uno
de estos jefes habitaba en Tijarafe y
se llamaba Altini; otro vivía en Tazacorte y desconocemos su nombre; el
tercero tenía su residencia en Mazo y era conocido por Maxorco o
Maxerco. La poca fiabilidad de los datos que
nos aporta Gaspar Frutuoso se pone de manifiesto en el hecho de que se olvidó o
no conocía nada sobre el cuarto reino.
No obstante, y si
partimos de la base de que las anotaciones de Gaspar Fructuoso son correctas, podríamos suponer que el cuarto reino estaría
situado en algún punto del norte-noreste de la
isla, de tal forma que ésta quedaría dividida en
cuatro cuadrantes que tendrían una superficie y rasgos geográficos bastante similares. Ello nos viene a
indicar que la isla se estructuró en
grandes comarcas naturales que guardaban notables similitudes en cuanto a su geología, clima, relieve,
paisajes y vegetación, de tal forma que se
adecuaban perfectamente al tipo de vida y actividad económica, fundamentalmente pastoril, que practicaron los
awuaritas.
Una compartimentación de este tipo permitía que cada uno
de los cuatro reinos pudiese sobrevivir
sin depender de la ayuda de los tres restantes, a menos que se produjesen graves carestías o calamidades
(sequía, incendios, plagas, etc.). La
filosofía que latía debajo de esta subdivisión era exactamente la misma que la propuesta por otros autores como J.
Abreu Galindo cuando llegaron los conquistadores, tal y como comprobaremos más
adelante. Desgraciadamente, esta distribución zonal sólo nos es apuntada por
el ya citado Gaspar Fructuoso, lo que hace
más problemático completar sus escuetos e imprecisos datos. De cualquier forma,
lo que sí se pone de relieve es la importancia
que ya por entonces tenía la zona de Mazo, puesto que era el lugar de
residencia de uno de los cuatro reyes insulares.
J. Álvarez Delgado
indicaba que, hasta 1440, la isla estaba regida por un único rey que tenía poder sobre todos sus habitantes. A su muerte
se dividieron sus dominios entre sus
descendientes más directos. Al igual que sucedía en el caso anterior, este investigador no apunta las fuentes
utilizadas que le permitieron llegar
a tal conclusión y, por tanto, sus teorías deben ser tomadas con cierta cautela. Sin embargo, en esta hipótesis se dan
algunas referencias que pueden confirmarse de
forma indirecta y que dan cierto aura de
veracidad a sus informaciones. El hecho de que la antigua Benahoare estuviese gobernada por un sólo rey podría ser una
de las razones que expliquen los
estrechos lazos de parentesco que existían entre los distintos capitanes que estaban al frente de cada uno de los
doce cantones en que se hallaba dividida la isla cuando llegó Alonso Fernández
de Lugo.
Sin duda, las
referencias más precisas sobre la compartimentación geopolítica durante la época prehispánica de La Palma nos son proporcionadas
por J. Abreu Galindo. Los datos aportados por este autor serán repetidos
posteriormente, con apenas alguna variación insignificante, por otros escritores como Tomás Arias Marín de Cubas, J. de
Viera y Clavijo, etc.
Todos estos
apuntes etnohistóricos nos hablan de la división de la isla en doce bandos independientes a cuyo frente se situaban
una o varias personas e, incluso en algún
caso, hasta tres que estaban estrechamente emparentados entre sí. Para la gran
mayoría de estos cantones no se establecían unos límites geográficos precisos (Figura 1).
“El quinto señorío,
Tigalate y Mazo hasta Tedote, donde al presente llaman la Breña,
interpretada en castellano; porque tedote
en lengua palmera quiere decir
"monte". Y de esta tierra eran señores Juguiro y Garehagua, hermanos; y a éste le llamaron de este
nombre, porque al tiempo que nacía,
dicen que cercaron a su madre muchos perros; y porque haguayan quiere decir en su lengua "perro
", por eso le pusieron el nombre, el cual era mal acondicionado y muy belicoso.” (J. Abreu Galindo; 1977: 267).
Tigalate lindaba al norte con el cantón de Tedote, en un lugar impreciso de Las Breñas, que el Dr. Mauro S. Hernández Pérez sitúa en el Barranco
de Amargavinos. (1977: 32), que
actualmente separa los términos municipales
de Breña Baja y Breña Alta. Sin descartar esta hipótesis, nosotros nos inclinamos por colocar la línea divisoria
algo más al sur, coincidiendo con la
separación histórica entre Mazo y
Breña Baja. El hito geográfico que
señala la separación coincide con el trazado de un antiguo camino real que
discurre desde la costa a la cumbre y que pasa junto a la Montaña de La Breña. No debemos
olvidar que todos estos senderos tienen, en la gran mayoría de los casos, unos orígenes claramente
precoloniales que posteriormente, tras la
conquista de la isla, continuaron con su misma utilidad o se adecuaron a las
necesidades de la nueva sociedad que se estableció a finales del siglo XV.
En el caso de los
cantones precoloniales del sur de la isla (Tigalate,
Ahenguareme, Tamanca, Tihuya y Aridane) la separación territorial entre
unos y otros plantea ciertas dificultades debido a la ausencia de accidentes geográficos destacados, como puede ser la
inexistencia de barrancos de gran entidad, tal
y como sucede en la mitad norte de La Palma. Por tanto, no nos parece nada descabellado suponer que la impresionante mole de la Montaña de La
Breña sirviese como línea divisoria entre los bandos de Tigalate y Tedote. A pesar de que no tenemos la certeza de que una u otra hipótesis sea la verdadera, centraremos los estudios
arqueológicos dentro de los límites
actuales del municipio de Villa de Mazo,
entre otras razones porque nuestras
prospecciones se hicieron siguiendo ese mismo criterio.
Si las dudas son
razonables a la hora de situar los límites geográficos en el frente septentrional, la cuestión se vuelve
mucho más espinosa para separar los cantones de Tigalate y Ahenguareme, donde no hay barrancos profundos y, ni siquiera, montañas destacables,
puesto que no debemos olvidar que el Volcán
Martín es histórico. Por ello, nos hemos decantado porque sus fronteras fuesen muy similares a las
actuales que separan los municipios de
Fuencaliente y Villa de Mazo. La
separación prehistórica podría encontrarse
en el reborde que marca por el sur la hondonada gigantesca en que se emplaza
el caserío de Montes de Luna. Este accidente geográfico supone una fuerte discontinuidad respecto al resto del paisaje
del señorío de Ahenguareme, de tal forma que pudo convertirse en una marca que sería reconocida por los benahoaritas que vivían
en estas zonas.
La escasa
fiabilidad de los datos que nos proporcionan las fuentes etnohistóricas se ponen claramente de relieve al
analizar las contradicciones que aparecen
reflejadas en muchos pasajes de sus escritos. La gran mayoría de los autores antiguos y cronistas de la
conquista señalan que Benahoare estaba
compartimentada en doce bandos independientes que eran: Aceró, Aridane,
Tihuya, Tamanca, Ahenguareme, Tigalate, Tedote, Tenagua, Adeyahamen,
Tagaragre, Tagalguén y Tijarafe. Sin embargo, esos mismos autores se
contradicen cunado hablan del bando de Gazmira, situado en Las Cuevas de Herrera y que, según J. Abreu Galindo,
servía de límite con el bando de Aridane. Tras analizar este texto tan confuso no sabemos si se trataba
de dos zonas diferenciadas e independientes o si, por el contrario, hace
referencia a un topónimo concreto (Gazmira) que formaba parte de una entidad geográfica más amplia (Aridane). No obstante, estas noticias
aparentemente contradictorias se adecúan perfectamente a una teoría que ya apuntaba el Dr. Mauro Hernández Pérez y que
nosotros también queremos reivindicar: "...Podría
ser, y es sólo una hipótesis, que cada uno de los llamados reinos se compusiese de uno o más
bandos..." (1977: 32).
Las referencias
anteriores las hemos traído a colación porque son plenamente compartidas en
nuestra Tesis Doctoral (F. J. PAÍS PAÍS; 1996: 64) y porque son perfectamente aplicables al bando prehispánico de Tigalate que, como ya hemos apuntado, era gobernado por una jefatura compartida
de dos hermanos: Juguiro y Garehagua. Es muy
probable que esta asociación en el poder político estuviese motivada por la
necesidad de evitar los problemas sucesorios y las luchas por el control del
gobierno. Pero, también es plausible suponer que este tipo de régimen político-administrativo
tenía la facultad de facilitar la
goberaabilidad de unos territorios tan extensos como los que comprendía el cantón de Tigalate que, no lo
olvidemos, era uno de los mayores de
Benahoare. El poder de decisión e influencia de un solo capitán para unos dominios tan vastos hubiese sido muy frágil
ante la lejanía del jefe. En nuestra opinión,
Juguiro y Garehagua tendrían máximas
competencias en zonas diferentes del bando prehispánico, si bien las decisiones
más importantes, que afectaban a todos sus subditos, serían tomadas de forma colegiada y consensuada.
Por todo ello,
pensamos que el cantón de Tigalate
pudo estar dividido en dos comarcas naturales
que tendrían cierta autonomía la una respecto de la otra. Estos lugares se podrían denominar sector septentrional y
meridional, a cuyo frente se encontraba uno de los
dos hermanos. Es muy difícil establecer unos
límites geográficos precisos, pero se trataría de amplias áreas que se pudiesen controlar con cierta facilidad y que
tuviesen unas características geográficas homogéneas (relieve, vegetación,
clima, etc.). A modo de hipótesis nos
atrevemos a establecer una línea divisoria que podría tener como punto de referencia la Montaña del Azufre o, más
bien, el cauce de los barrancos de La Reja y La Lava que quedan algo más al
sur.
Tanto Juguiro como
Garehagua tendrían bastante autonomía en cada una de sus zonas de influencia.
Sin embargo, es evidente que deberían convocar asambleas o reuniones de todos los nobles y ancianos de ambas demarcaciones para tratar todas aquellas cuestiones
que afectaban a toda la comunidad:
celebración de fiestas solsticiales relacionadas con ritos agrícolas y ganaderos; declaraciones de guerra;
actuaciones en épocas de calamidades naturales; repartición de pastizales y
campos de pastoreo; regular las relaciones
con sus vecinos; etc. Esta teoría se contradice con la leyenda de que la Cueva de Belmaco era la residencia de verano de
los dos hermanos que reinaban en Tigalate,
los cuales en invierno se trasladaban hacia zonas más próximas al mar (F. DUARTE; 1981: 209). Pero, también hemos de apuntar que en este caso se trata de datos poco
fiables, puesto que nos estamos refiriendo
a una historia novelada de un episodio concreto de la etapa prehispánica de Tigalate.
Guerras y Razzias
Aparte de la cita literal sobre los límites
geográficos y los reyes del bando de Tigalate,
que ya vimos anteriormente, los autores antiguos hicieron muy pocas referencias a otros aspectos
específicos de este lugar o que se
desarrollaron dentro de su demarcación para referirse al conjunto de los benahoaritas. Aún así, los dos reyes de Tigalate van a formar parte activa en una serie de episodios puntuales que vamos a
estudiar seguidamente. Según todos los cronistas, uno de los rasgos más característicos
de la personalidad de los antiguos
palmeros era su carácter pendenciero y belicoso. Por ello no debe extrañarnos que los episodios bélicos fuesen
relativamente frecuentes entre los distintos
cantones independientes.
Sin duda, la guerra
fratricida más importante, que ha sido muy bien descrita por los cronistas de la conquista, fue la que enfrentó a
Atogmatoma (capitán de Tijarafe) con
Tanausú (jefe de Aceró). En esta contienda se vieron implicados todos los demás
bandos de la isla, ya que sus cabezas visibles tomaron partido por uno u otro cabecilla teniendo en cuenta,
sobre todo, los lazos de parentesco que les unían.
Como no podía ser menos, en esta guerra insular
también intervinieron Juguiro y Garehagua, cuya participación no fue excesivamente importante aunque, eso
sí, se aliaron con el bando vencedor.
Las únicas referencias claras a estos guerreros están en las siguientes palabras: "...Pero, como Tanausú
vio que cada día venía gente de refresco en favor de Atogmatoma, salióse de
Acero con su gente y subiéronse al
roque de Benehauno, y de allí pidió socorro al capitán Chenauca y Aganeye y a Suquahe y Juguiro y
Garehagua, que eran sus primos; los cuales
juntaron su gente para ir en socorro de Tanausú..." (J. Abreu Galindo;
1977: 273). De esta cita se desprende que la ayuda prestada a Tanausú por Juguiro y Garehagua, entre otros, fue
suficiente para decidir la contienda en
favor de esta coalición.
Una de las
historias más hermosas de la etapa precolonial palmera tuvo por escenario los paisajes del cantón de Tigalate. En este episodio se dan cita
buena parte de los rasgos que caracterizan la personalidad de los antiguos palmeros: valentía, honor, venganza, amor a
su tierra, pasión, odio, etc. Nos estamos
refiriendo a los sucesos protagonizados por un bimbache (nombre que reciben los primitivos habitantes de El
Hierro) llamado Jacomar. No contamos con
fechas precisas sobre el desarrollo de los acontecimientos, aunque a través de
una serie de referencias indirectas podemos situarlos en un momento muy cercano a la conquista de la isla por las
huestes de Alonso Fernández de Lugo. Sabemos que ya la isla estaba dividida en
doce bandos independientes y, si tenemos en cuenta
los datos aportados por J. Álvarez Delgado
sobre que esta compartimentación ocurrió a partir de 1440, es obvio que la historia tuvo que desarrollarse
entre esa fecha y 1493. Por esos años ya hacía
bastante tiempo que las islas de Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro habían sido conquistadas y se había
iniciado el proceso de colonización.
Según nos informan
los autores antiguos, los herrenes tenían la costumbre de organizar frecuentes razzias a La Palma para proveerse de
esclavos, ganado, cueros, etc. Tras uno de esos
desembarcos en las costas del cantón de Tenagua,
decidieron trasladar sus correrías más hacia el sur, asolando la zona costera de Tigalate, donde tomaron
tierra. Allí capturaron a un hombre y una
mujer. Esta última era la hermana de Juguiro y Garehagua, cuyo nombre (inventado por la historiografía
moderna) era el de Arecida (F. Duarte; 1981:
209). Todas las crónicas de la conquista de La Palma nos hablan
de la fiereza y valentía de las mujeres benahoaritas, y ésta no iba a ser una excepción. La princesa decidió luchar por
su libertad antes que verse cautiva y,
sobre todo, ser trasladada fuera de su querida isla. El ímpetu que puso en esta empresa fue tal que su captor,
Jacomar, no tuvo más remedio que darle
muerte para salvar su propia vida. Finalmente, y tras la obtención de un buen botín, los bimbaches decidieron
regresar a su tierra hasta que se
organizase una nueva expedición de rapiña.
Las razzias de los
primitivos herrenes eran tan frecuentes y dañinas que los benahoaritas buscaron
la forma de poner freno a estos episodios sangrientos. A ello contribuyó, sin duda, la feroz defensa de su
territorio que hacían los antiguos
palmeros, como lo demuestra la trágica muerte del colono Guillen Peraza en las playas de Tihuya. Finalmente, se firmó una paz que facilitaba las transacciones comerciales entre
ambas islas. Este tratado posibilitó la
vuelta a La Palma
de Jacomar y, desgraciadamente para él, a los dominios del cantón de Tigalate,
donde refirió la historia de la valerosa mujer a la que tuvo que quitar la vida en defensa propia, con tan mala
fortuna que uno de sus oyentes fue Garehagua
(hermano de la princesa asesinada). El rey
no pudo contenerse y poseído por la ira “...le dio a el Jacomar por la varriga, atravesándole con una asta engastada
en un quemo de cabra, y quedó
quebrado el trato.” (T. A. Marín de
Cubas; 1982:
272). Esta historia
novelesca y envuelta en cierto halo de misterio y leyenda debió ocurrir en la realidad. El hecho de que
sucediese en Tigalate no debe extrañarnos,
puesto que sus moradores serían unos de los más afectados por este tipo de razzias y saqueos, habida cuenta
de la abundancia de pequeñas calas y
playas arenosas que jalonan sus costas y donde los desembarcos no plantearían excesivas dificultades.
En esta parte de
la isla tuvieron lugar algunos episodios relevantes de la conquista, ya que en
esta zona se desarrollaron las primeras escaramuzas serias
y sangrientas que tuvieron que enfrentar las huestes de Alonso Fernández de Lugo. Tras el desembarco de las tropas
en el Puerto de Tazacorte
(cantón de Aridane) quedó bastante
claro que el sometimiento de la isla no
sería un paseo militar y que entrañaría grandes dificultades. Los rebeldes estaban liderados por el capitán de Aceró y hacia sus territorios infranqueables se retiraron la gran mayoría de los
insurgentes.
Antes de iniciar un enfrentamiento directo con Tanausú, el jefe de la expedición castellana decidió recorrer otras partes
de la isla para conocer el grado de oposición
a su empresa de conquista. Por eso "...les invio otro mensage ysla por
muy malos passos, quebradas, barrancos y despeñaderos, llegando a los cilios o territorios de Tigalate
y Mazóte dos esquadras de palmeros
armados de gruesos palos, astas y piedras como los de las demás yslas, invioles
su recado Alanzo de Lugo con Juan Palmero interprete a los capitanes Jaguiro, y Jarajagua, y antes
de oír la razón respondieron que por ningún modo les dexaran
pasar ni admitirles de paz, ni dejar de pelear, y sin mas esperar se vinieron
entrando por las armas, tocóse a el arma
sin perdonar aiuda y empesando primero a lansearlos, que se dispuso lo bastante para escarmentarlos I
matando a muchos y cautivando no
pocos, y otros se fueron retirando a una sierra llamada Tinibucar y
haviendo ido en su alcance fueron de nuevo allí muertos, y cautibos, y los que huieron fueron apellidando por toda la
ysla el estrago que los xristianos
les havian hecho y assi fue muí alterada la parte que havia quedado por
correr, mas los cautivos viendo el buen trato y cariño que les mostraban los xristianos fue causa de quietar los
ánimos alterados; prosiguióse
castigando cruelmente algunos reveldes y este fue motivo de mas prisa a
entregarse a el dominio español..." (T. A. Marín de Cubas; 1986: 236). Así pues, los benahoaritas mazucos
fueron los primeros que sufrieron la arbitrariedad y
brutalidad de los conquistadores castellanos.
A partir de esos momentos, sólo quedaba afrontar una heroica resistencia a un
grupo de personas que tenían como ideal común el amor profundo a su tierra y unas ansias ilimitadas de
libertad. Pero ésa es otra historia, cuyo
triste final es de sobra conocido por todos. (Felipe Jorge País País, 1998:37 y ss.).
Enero
de 2013.
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