Eduardo Pedro García Rodríguez
Viene
de la entrega anterior.
Grupo
primero: tipo achinech
- Variantes del vocablo
Achinech, achinach,
achineche, chinechi, chinec, achinetche, atchimetche, chinet.
- El contexto
Achinech A
la cual (isla) los antiguos llamaron Nivaria, porque un alto monte que en medio
de ella está, llamado Teide, que por su gran altura tiene nieve. Vese este pico
de Teide de más de sesenta leguas a la mar, y desde él se divisan todas las
demás islas. Concuerda muy bien el nombre antiguo con el que los palmeses le
pusieron, que es Tenerife, porque según estoy informado Tener quiere decir
nieve, y Fe monte; así que Tenerife dirá monte nevado, que no es lo mismo que
Nivaria.
Los naturales de esta isla (de Tenerife)
que llamamos guanches, en su lenguaje antiguo la llamaron Achinech (Espinosa).
Chinechi Los
isleños (de Tenerife), anteriormente a la conquista, le decían chinechi, y los
palmeros Tenerife, que en su lengua
significa tanto como “monte de nieve”, como el candor ha dado su nombre
al Cáucaso. (Torriani).
Achineche Esta
isla de Tenerife fue llamada anteriormente Nivaria, por la nieve que siempre
tiene un monte muy alto que en esta isla está, que llaman el pico del Teide,
que aparece más sesenta leguas el mar adentro; y los mareantes dicen no han
visto cosa más alta. Los naturales de la isla de La Palma le pusieron este
nombre, Tenerife, compuesto de dos dicciones: tener, que quiere decir “monte” y
ife, que es “blanco”; y así, quiere decir “monte blanco”, porque este monte de
esta isla está mirando de frente a La
Palma y della se ve claro. Los naturales de la mesma isla de
Tenerife, en su propio lenguaje y común hablar, la llaman y nombran el día de
hoy Achineche (Abreu Galindo).
Chinechi Esta isla tuvo varios
nombres assi en la antigüedad como en estos tempos. Nivaria por tener perpetua
nieve en el alto monte Teide mui descollado de más de tres leguas de alto, y
nueve el pie de su circunferencia, y en lo alto tiene una llanada de más de
legua de onde se divisan todas las yslas, y en días claros el África de mas de
40 leguas, así mismo este monte esta humeando por su volcán, y sacase cantidad
de piedra azufre, y por eso en los rotros es llamada ysla de Ynfierno: los de
Canaria llaman Thenerife porque assi nombran los canarios una punta de tierra
que mira al sur donde se descubre esta ysla de Thenerife; de sus mismos
naturales unos la llaman Chinechi y otros Binchini y sus moradores guanches
derivados termino Gucancha que significa
perro y assi llaman al demonio que se les aparece en esta forma grande y lanudo
(Marín y Cubas).
3.Analisis
Las variantes del primer grupo (achinech, achinach,
achineche, chinechi, chineche, chinec, achinetche, atchinetche, chinet) son la
transcripción de la palabra zanata, tal como la pronunciaban los
antiguos habitantes prehispánicos. Hay que tener en cuenta que la palabra zanata
no es nada más que la versión gráfica de una palabra que ni siquiera
los árabes la pronunciaban así, sino zenete. El arabófono, aún en
nuestris días, cuando quiere escribir una palabra que conoce del árabe hablado,
la pone en árabe literal. En
lengua árabe la distinción entre lengua clásica y lengua moderna no es
pertinente; la única distinción es la que existe entre árabe literal (de
littera, carta, escrito) y árabe hablado (la lengua que no se
escribe, sino que se habla). Por lo tanto, lo que hacían los árabes respecto a
dicho vocablo era traspasar a la grafía árabe, que solamente anota tres vocales
largas (a, i, u) y tres breves (a, i, u,) (Poner tildes) una
palabra que no era árabe, sino beréber,-o, mejor aún, zanata – a
los modos de expresión gráfica árabe.
El gramático árabe conoce el fenómeno de la imala,
(añadir tilde, pag. 224) que consiste en
el cambio del timbre vocálico de la a, cuando tiende a pronunciarse e.
Pero los gramáticos se refieren a palabras árabes; este no es el caso de
nuestro vocablo.
Ahora bien, ya hemos anotado que es Ibn Jaldun
quien nos dice que zanata no es árabe; y que la z es un modo de
transcribir un sonido que el alfabeto árabe no posee. Ese sonido, intermedio
entre s y y, (p.224)
“acompañado de un silbido” (de una aspiración) aparece transcrito en las voces
citadas mediante una ch. En este grupo la aspiración no aparece, pero
si se muestra en el grupo de tipo heneto, que no es sino la palabra zenete,
con la terminación o para castellanizar una palabra terminada en
consonante.
Acerca de la t final aunque hoy día se
convierte en t hay suficientes documentos de que los guanches palatizaban
el fonema, como lo atestigua la trascripción en ch de los cronistas
castellanos y en tch los franceses. De esta manera recogieron el vocablo
que se debía de pronunciar bzenec.
Esta es la razón de que los que se oponían a la piedra
zanata. Se rasgasen las vestiduras y dijeran que mi lectura “no tenía valor
científico”. Porque, ingenuamente creían que, si la inscripción de la piedra
era zanata, no tendría que aparecer la famosa grafía, sino que debería
haberse escrito con arreglo a los siguientes supuestos:
1
En caracteres
líbicos-beréberes
2
En tifinay
modernas
3
En tifinay
antiguas
En el
primer caso la piedra exhibiría esta humilde y equivoca inscripción, que nada
diría a esos arqueólogos:
Es
decir, al encontrarse la piedra leerían “menos, partido por, más”. Seguidamente
tirarían al barranco el pedrusco. Lo cual sería nefasto porque + se transcribe z n t y puede vocalizarse, en efecto,
zanata. Pero, siempre considerando el desconocimiento de este tipo de
escrituras por parte de quien se encontrase el artefacto, dichos signos corrían
el riesgo de pasar desapercibidos.
Veamos la segunda hipótesis: que fuera una escritura
tifinay modernas:
La inscripción sería también zanata. Pero la
inscripción sería despreciada por ser moderna.. No tendría valor ninguno para
ser presentada en público como fue. Quedaría según ellos, una última hipótesis,
que el destinatario a quien iba dirigida la piedra, hubiera encontrado la
grafía en tifinay antiguas:
En este
caso sería casi correcto, pues pondría znt, es decir, zanata. Pero se corría el
riesgo de que esos arqueólogos, desconocedores de la escritura
líbico-beréberes, se fueran a su casa, abrieran una tabla alfabética líbica y,
en vez de leerlo como tifynay antiguas, las considerasen como propias del corpus
de Chabot. Entonces ¿qué ocurría? Pues al ver la tabla de equivalencias de este
autor, que transcribe siempre
como S, leyera la palabreja como snt y entonces ¡ay, dolor! Los siempre
despistados arqueólogos habrían vocalizado sanata y habrían seguido sin
enterarse de nada.
De
todas maneras, quien urdió la idea de que la piedra era falsa, no estaba muy
versado en este tipo de escrituras; porque la grafía última + se
encuentra en el
Norte
de África, bajo la forma + (sntn) dos veces y que se
traduce por “el castrense, el que es de los campamentos, el nómada”.
En
suma, la palabra zanata jamás podrá ser encontrada bajo esta forma
en
ningún alfabeto líbico beréber, porque esa palabra, pronunciada zanata o
zeneta, o znete son formas árabes, no beréberes.
¡No es zanata, sino bzenec! ¡La palabra
nunca ha sido pronunciada así por los zanatas! Eran los árabes quienes lo
pronunciaban de esa manera” (Rafael Muñoz, 1994:220-226).
“Para estudiar las tribus que poblaron la isla de La Palma, es necesario analizar
la vida de los arios desde su asiento en Egipto. Según hemos visto ya los
habitantes de Tenerife y los de La
Palma tenían como nombre común el de Guanches; como
denominación particular, los de esta última isla se llamaban Haouarythes, que
según los historiadores en nada o en muy poco diferían de los de Tenerife.
Con objeto de llegar a un conocimiento exacto de donde
procedían esas tribus debemos remontarnos a los faraones egipcios de la XIIª dinastía, sobre todo a
Amenemhait III. Este monarca, si no fundó la ciudad que más tarde se llamó
Crocodripólis, como afirman algunos autores clásicos, por lo menos erigió allí
monumentos cuya naturaleza, mal comprendida en la época helénica dio origen a
la leyenda del lago Moeris y a la del Laberinto.
Faraón Amenemhait III, (1842-1797 a.d.n.e.)
Herodoto fue el primero de los historiadores
occidentales que habla de tales construcciones, el único que las vio, y de él
copiaron los escritores posteriores su descripción, no sin embellecerla con
rasgos más o menos fabulosos. Contaba este historiador que un faraón, Moeris,
había construido a pocas leguas más arriba de Menfis y al occidente, un
depósito inmenso en el cual almacenaba el exceso de aguas de la inundación.
Este depósito era el famoso lago Moeris de los clásicos, cerca del Fayma
actual, donde la cadena líbica se interrumpe de pronto y descubre la entrada de
un valle que, ahogado al principio entre las paredes de las montañas, se
ensancha a medida que se interna en dirección al poniente y acaba por abrirse
en anfiteatro.
Construido el depósito, Moeris estableció su
residencia en las cercanías y se erigió a la vez un palacio y una tumba. El
palacio, que vino a ser templo a la muerte del fundador, se llamó el Laberinto,
situado al oriente del lago, sobre una pequeña meseta casi pegada al
emplazamiento de Crocodripólis. La fachada que daba al lago Moeris era toda
ella de piedra caliza, tan blanca que los antiguos suponían que estaba hecha de
mármol de Paros; el resto del edificio era de granito de Siena. Una vez dentro
del recinto, se sentía uno como perdido en un dédalo de pequeñas cámaras
oscuras, cuadradas todas ellas coronadas por un solo bloque de piedra a guisa
de techo, comunicándose por pasillos las tres mil cámaras de que constaba el
edificio.
Desgraciadamente, según se ha comprobado, esas grandes
construcciones no son sino otras tantas leyendas, que no encierran sino una
pequeña parte de la verdad. El depósito famoso que regulaba la inundación y
aseguraba la fertilidad de Egipto, no ha existido nunca. Lo que Herodoto vio
fue la inundación, moiri (de aquí el nombre del faraón Moeris, desconocido en
los documentos indígenas) y lo que tomó por dique que constituían el recinto
del depósito, eran las calzadas que separan una de otras las cuencas. En la
època que este historiador visitó al Egipto, el lago natural que se abría al
Este del valle, ocupaba una superficie mucho más considerable que la que tiene
en nuestros días, y su nivel más alto.
El Laberinto, que es lo que más nos interesa para
nuestro trabajo, no era tampoco el palacio maravilloso que nos describe el
padre de la historia, sino la ciudad que Amenemhait III fundó como dependencia
de la pirámide, según era costumbre, cuyas ruinas pueden verse aún cerca de la
aldea de Haouarah.
La identidad del Laberinto con
las ruinas de Haouarah, señaladas por Caristié-Jomard en su <<Description
des ruines situées prés de la pyramide d’ Haouarah.>> en la
<<Description de l’ Egipte>>, tomo IV, páginas 478-524, y por
Lepsius, <<Briefen ans Aegiten>>, página 74 y siguientes, ha sido
puesta de duda por Petrie, <<Hawara, Biahum and Arsinoe>>, página 4
y siguientes.
De la primitiva ciudad fundada por Amenemhait III, y
más tarde en tiempos de Ramses III, poblada por tribus arias, éstos tomaron el
nombre de la ciudad donde residieron.
De Haouarah nació la voz Haouar- ythes, terminación
ésta última de origen griego que significa pobladores, descendientes, y también
valientes o guerreros, como en hopl-ytes. La traducción será: <<los
oriundos o los valientes de Haouarah>>. Unidos con los Guan-shaít
<<los hombres de la tierra del lago>>, se corrieron por etapas sucesivas
hacía el occidente, hasta la
Argelia, invadiendo Marruecos y desde allí a las Canarias y a
las islas de Tenerife y La Palma,
último punto de su movimiento progresivo.
Ruinas de Hawara con la Pirámide de Saqqara al
fondo.
Grabado: Archivo del Autor.
Algunos objetarán que tan largo trayecto no es posible
que fuera recorrido por tribus emigrantes; a esos les contestaremos que mayores
fueron los recorridos por los iberos desde el Cáucaso hasta España, los
germanos desde el centro del Asia, y los árabes desde su península, atravesando
toda África, hasta España y sur de Francia (Buenaventura Bonnet, 1925:137-139)
LA GOMERA:
“...Del estudio de los cráneos encontrados en estas islas y de los esqueletos,
han deducido los antropólogos la existencia de tres razas, a saber: la de
Cro-Magnon, prehistórica, la semita, ya histórica, y otra desconocida.
De esta última dice el doctor Verneau: <<otro
tipo, de cráneo corto y narices anchas, y cuya procedencia se ignora, constituía
una pequeña minoría de Canaria y Hierro, y abundaba en la Gomera.
Era de pequeña
estatura, sepultaba sus cadáveres en cuevas, y el núcleo principal residía en la Gomera.>>
<<De donde y cuando vinieron a Canaria, Hierro y
principalmente a la isla de la
Gomera aquellos hombres de cráneo corto y narices anchas, es
un problema que aún está por resolver.>> Verneau
Nosotros sin embargo, procuraremos intentar darle una
solución satisfactoria a ese problema.
LA RAZA DE FURFOOZ:
Todavía florecientes las tribus de Cro-Magnon, vivían en el occidente de Europa otras razas, que se distinguían por
ser más o menos braquicéfalas. Estas razas estuvieron representadas por escaso
número de individuos hasta la dispersión de los cazadores del reno, en que
nuevos grupos vinieron a repoblar los lugares que estos dejaron vacantes. Estos
nuevos pobladores no desarrollaron su historia sino en el periodo neolítico.
Con este tipo aparece en el occidente de Europa el
cráneo redondo, mesocecéfalo. He aquí sus caracteres generales: Frente
estrecha, baja deprimida, bóveda poco elevada. Comparada con la Cro-Magnon, su
cráneo es más pequeño, los pómulos menos apartados, las órbitas más
redondas, las fosas nasales más anchas y las mandíbulas inferiores menos
grandes y gruesas. También su estatura es mucho más pequeña; varía entre
1,53 y 1,62, bajando hasta el nivel de los lapones. Los huesos de las
extremidades, fémures, tibias, peronés, cúbitos, son exactamente semejantes a
los de los actuales habitantes de Europa.
Una particularidad de esta raza era la frecuencia de
la perforación olecraniana del húmero, que se encuentra en 25 individuos de
cada cien a principio del neolítico. Esta perforación que se interpretó
equivocadamente como carácter simio, o por lo menos de inferioridad, es común
en mayor o menor grado a casi todas las razas actuales. Sin embargo en las dos
primeras razas fósiles, la de Canstad y la Cro-Magnon, no se ha
observado dicha perforación, lo cual prueba e induce a creer que fue
introducida en Europa por la tercera raza cuaternaria, la de Furfooz.
Esta raza procedía de Oriente. El descubrimiento
efectuado el lacs de Regy Sap, cerca de Grau, Hungría, prueba que en pleno
periodo del reno existía en el Danubio un pueblo de verdaderos braquicéfalos.
No era posible suponer que este valle fuera su
patria primitiva, que debemos buscar más al Oriente, donde hallamos una
raza, la turaní, que ocupó vastísimos territorios de Asia y de Europa, mucho
antes de que los semitas y arias empezaran su historia, y a la que, por la
semejanza de caracteres, no podemos menos de referir las tribus de Furfooz.
Aquí se dan la mano por primera vez los descubrimientos prehistóricos y las
investigaciones históricas, prestándose mutuamente vivísima luz.
Estos hombres pulimentaban la piedra; vivían en
moradas o en cuevas; en estrechas canoas surcaban los lagos y las costas de los
mares; disponían de alimentación
abundante y variada: pescado, carne, leche, frutas de todas clases, la mayor
parte de nuestros cereales y algunas legumbres; poseían animales domésticos, el
perro, el buey, la cabra, la oveja, el cerdo y quizás el caballo; sin dejar de
ser cazador y pescador, es principalmente pastor, y se ensayó en los rudimentos
de la agricultura; tallaba la piedra con admirable perfección, la pulimentó y
supo elaborar una cerámica, si tosca, no desprovista de cierta elegancia.
Con el coral, ámbar y otras materias, trabajó
pendientes, collares y brazaletes de formas muy variadas; vivía en sociedades
bastantes numerosas, organizadas en clases por la división del trabajo;
consideraba a la mujer, a cuyo cargo estaban las faenas de la casa y quizás las
del campo; en cuevas naturales entierra a los muertos, cree en la
inmortalidad del alma y en la existencia de otra vida, practica la magia y
rinde culto a los espíritus, apareciendo así la manifestación más antigua del
sentimiento religioso.
De las descripciones anteriores se ve perfectamente
que entre los cráneos estudiados por Verneau en la Gomera y los de la raza
Furfooz, existe una verdadera conformidad. El cráneo es corto en ambas, las
fosas nasales anchas, la estatura pequeña y sepultaban a sus cadáveres en
cuevas naturales. La semejanza es tan notable, que no es posible rechazarla.
Del
examen
verificado por nosotros en el Museo Municipal de húmeros de gomeros auténticos,
hemos comprobado con verdadera sastifacción que también tienen perforada la
fosa oleocraniana. La identidad es, pues, indiscutible.
RUTA SEGUIDA POR ESTA RAZA: Según las afirmaciones de sabios como Cortailhac,
Evans, Lyell, Lenormant y otros, resulta evidente que esta raza salió del centro
del Asia, de los montes del Altai, extendiéndose en dos direcciones. Una parte
se dirigió al noroeste, estableciéndose en el lago Aral y en los valles del
Ural, de donde se corrió a Europa, a donde llegó al final de la época
cuaternaria; otros ramales tomaron hacía el suroeste el camino de regiones más
fértiles y se establecieron por un lado, en el golfo Pérsico y por otro, en el
interior y costas de Asia Menor.
Este derrotero conviene en un todo con las narraciones
históricas. Gomer, fue hijo de Japhet,
según la Biblia,
progenitor de los cimerianos que se
establecieron al norte del Ponto Euximo (Mar Negro), extendiéndose
después por parte de la Grecia,
Italia, Alemania y Francia. Parte de la descendencia del mismo Gomer se estableció en el país que fue
de los gálatas, en la Galacia,
región de Asia Menor, que en tiempos de los emperadores romanos formó parte de
la provincia del Ponto, afirmación que se deduce del hecho de que los pueblos
anteriores a los gálatas en la posesión de aquel territorio se llamaban
<<Gomares>>, descendientes de Gomer. A estos alude Ezequiel en su
profecía, cuando habla de los pueblos de Gog, que se reunían contra Israel.
Del Asia Menor, esos pueblos de espíritu aventurero y
expansivo se trasladaron al África. De los <<Gomeres>> del Ponto
descienden los <<Gomer>>, una de las cinco antiquísimas tribus que
poblaron Berbería, sobre todo en las costas del Mediterráneo, desde los
confines de Ceuta hasta el río Muluya, que en otra época dividió Mauritania
Tingitana de la
Cesariense.
De estas regiones, los Gomer o Gomeros, por etapas
sucesivas, aportaron a las Canarias, principalmente a la isla de la Gomera, que de ellos
indudablemente tomó nombre, como también Veléz de la Gomera.
Según Antonio de Lebrija, en África existe un belicoso
género de hombres que se llaman gomeros, y se suelen asoldar para la guerra,
que andan viva quien venza, y estas mismas cualidades se encuentran en nuestros
gomeros.
Los primeros historiadores de la Conquista están
conformes en que los gomeros eran animosos, ligeros y diestros en ofender y
defenderse, grandes tiradores de piedras y dardos. Las batallas de Argodey y
los bandos en que estaba dividida la isla, llamados Mulagua, Agana, Ipalan y
Orone, corroboraban también nuestro aserto, y en sus cantares recordaban a sus
héroes Aguacomoros, Aguanahuche, Amanhuy y Gralhegueya, jefes de tribu que
peleaban por sus discusiones con un arrojo sin limites , persistiendo su
recuerdo hasta la época de Abreu Galindo. Por último, el alzamiento de los
gomeros contra Hernán Peraza demuestra el ánimo esforzado de este pueblo.
De todo lo expuesto deducimos que no es posible
sustentar las teorías forjadas por algunos historiadores de que el nombre de la Gomera provenía del hecho
de encontrase en la isla con abundancia
Almaciga, goma de lentisco, árboles que según Abreu Galindo,
crecían en gran número y daban mucha
copia de goma, y por ello la apellidaron los españoles
Gomera.
Los análisis e investigaciones consignados por nosotros en este trabajo nos
permite desechar esa etimología.
Viera y Clavijo pretende fundamentar el anterior
aserto con las siguientes palabras: <<El legitimo origen de una
etimología suele estar oculto y como envuelto en ciertas bagatelas, de la que
no se hace caso...>>, pero ésta sacada de la goma del lentisco, a la
verdad, no satisface a la crítica y hasta carece de verosimilitud.
Todos los escritores afirman que la isla de Gomera no
tuvo nunca otro nombre sino el ya indicado de Gomera, y esto prueba aun más
nuestro razonamiento etnográfico, ya que antes de ser conquistada por
Bethencourt, se llamaba por su único nombre.
Robustece nuestra opinión desde el punto de vista
histórico, la opinión de Leopoldo Buch, a la cual nos adherimos. Afirma este
sabio que la isla omitida en las relaciones de Plinio, que sólo menciona seis,
pudo ser la Gomera,
que por occidente les pareció a los enviados de Juba una prolongación de
Tenerife, como efectivamente así ocurre; por esto la denominaron de Juniona
mayor o menos tan discutida y que se le atribuye, simplifica la cuestión.”
(Buenaventura Bonnet (1925:161-168).
LA ISLA DE HERE: “
De tres derivaciones distintas se ha pretendido deducir el nombre actual de la
isla del Hierro.
El P. Maestro Sarmiento indica
que una de las afortunadas, según el testimonio de Plinio, se llamaba Juniona
Menor, tal vez por haber sido consagradas a la Diosa Juno. Llegó a
copiar esta noticia Ptolomeo, y como hacía en griego su traducción no las llamó
sino <<Heras Neso>>, esto es, <<las islas de Juno>>,
porque esta Diosa se decía en griego <<Hera>>, y en dialecto jónico
<<Here>>.
Todos sabemos que la geografía de Ptolomeo era casi la
única que manejaban los árabes occidentales, y consiguientemente, los españoles
al principio de este milenio,[1] así
nada era más regular que el que llamasen a una de las Canarias la isla de
<<Hera>> o de <<Here>>.
Viera y Clavijo en sus “Noticias” tiene por cierto que
aquel nombre se originó del hierro, metal en que abundaba la isla, que le fue
dado por los primeros pobladores europeos, en lo cual sigue en parte a Abreu
Galindo, página 46: <<Otros dicen se llamaba “Fero”, fuerte, y como ellos
no tenían hierro, ni usaban de él, y vieron que el hierro era cosa fuerte,
correspondiente al nombre con que llamaban a su tierra, aplicaron vocablo y
nombre de <<Eseró>> al Hierro. Otros dicen se llamaba esta isla
<<Fer>>.
Por
último, Viana en su poema, (canto 1.º pág. 18, edición 1854), nos asegura que
la palabra <<Hero>> significaba fuerte en el idioma del país:
“Capraria o <<Hero>> que
ahora llaman Hierro,
Que el nombre de Capraria significa
En su lengua, grandeza, y
<<Hero>> “fuerte”,
De lo que dieron título a la isla,
Por la gran maravilla de aquél árbol
Que mana el agua que les da sustento...”
Es digno de
tenerse en cuenta que los primitivos habitantes del Hierro llamaban
<<heres>> o <<eres>> a las albarcas donde el “Garoé”
destilaba su agua como en una especie estanque. Berthelot, se inclina también a
esta etimología.
Quedamos agradablemente
sorprendidos ante la analogía de esa voz, <<here>>, con la usada en
igual sentido en el Sur de esta isla de Tenerife y dada a toda fuente o
manantial de agua. En el fondo de los barrancos, principalmente en los de
Chajaña y en el de los Colmeneros, Arico, surgen durante los inviernos pequeños
manantiales ocasionados por las aguas filtradas a los que se denomina hasta hoy
día <<Leres>> o <<Lere>>, contracción de <<El
Here>>, siendo común oír esta frase: ¿vamos al “Lere”? En el sentido de
traer agua de esas fuentes.
Tal descubrimiento nos demuestra la persistencia del
lenguaje primitivo que nos ha permitido establecer una filiación entre herreños
y tinerfeños, y asentar firmemente la verdadera etimología de la voz
<<here>>, significando la isla del Hierro.
El cambio fonético de <<Hero>> es debido a
la disimilación, que todos sabemos es la tendencia que tienen dos sonidos
semejantes en una misma palabra a diferenciarse, ejerciéndose frecuentemente de
una sílaba a otra. Por disimilación la primera <<o>> de
<<sororem>> se cambia en <<e>>, <<seror>>;
y en <<here>>, la última <<e>> se cambió en
<<o>>; asimilación regresiva.
En el mapa de Jaime el judío se designa esta isla con
la descripción de <<Ila del ffero>>, transformando la H en F; despues se dijo
<<Fer>>, y más tarde <<Ferro>>, y último
<<Hierro>> con que definitivamente se le bautizó, si bien como
hemos visto, sin intervenir para nada en su etimología ese metal (Buenaventura
Bonnet, 1925:97-98).
Nosotros aunque compartimos los planteamientos del
señor Bonnet en cuanto al proceso etimológico de la voz Here, creemos que con anterioridad
a que se le designara por este nombre por los colonos romanos, debió ser
conocida como isla de Tanit, Diosa principal de los fenicios de Cartago, y al
ser sustituidos por los romanos en las colonias y asentamientos que Cartago
mantenía en el noroeste de África, y en especial en las Islas Canarias, según
se desprende de los numerosos indicios arqueológicos existentes en las Islas,
así como los grabados rupestres alfabetiformes de origen libícos- bereber y
feno-púnico existentes en la isla del Hierro. Es indudable hoy en día que los
romanos mantuvieron la advocación de la isla a la Diosa cambiándole el nombre
púnico de Tanit por el romano de Hera, nombre que recibía en el panteón romano la Diosa Tanit, cambiando
la vocal final de <<a>> por <<o>> al castellanizarse el
nombre y por las razones expuestas por el Señor Bonnet. Esta afirmación la
desarrollaremos debidamente en el capítulo correspondiente.
LAS RAZAS DEL HIERRO: De los
estudios antropológicos efectuados en la isla del Hierro puede afirmarse que la
poblaron tres razas distintas que aportaron a ella distintas épocas a saber:
Tribus de cráneos dolicocéfalos, de gran estatura,
frente ancha, órbitas rectangulares prolongadas en el sentido horizontal y
coronadas de fuertes arcadas superciliares; la cara muy ancha en la parte
superior y la nariz recta y corta.
Con posterioridad a esta raza invadió la isla otro
pueblo: los semitas, de estatura más baja, de cráneo dolicocéfalo y a veces
suddolicocéfalo, menos alargado que el de los arios (Guanches), y perfectamente
ovalado; con cara alta y estrecha, ojos también altos, redondeados, muy
abiertos, con arcadas superciliares poco salientes, nariz larga y estrecha, con
escasa depresión en la nariz, pómulos deprimidos, maxilares estrechos y
barbilla un poco puntiaguda y saliente.
Si la robustez es la característica de los arios, la
finura de la cabeza y de todo el esqueleto puede decirse que es la nota
saliente de los semitas.
Por último, un tercer tipo, braquicéfalo, de cráneo
corto y narices anchas, estudiado por nosotros en el artículo anterior al
tratar de la Gomera,
donde formaba la totalidad de la población, se instaló en pequeña minoría en el
Hiero y en Gran Canaria.
De estos tres pueblos enumerados, sólo estudiaremos el
primero, es decir los guanches, ya que nuestro propósito es analizar
separadamente la raza semita. Los braquicéfalos de la Gomera los hemos estudiado
con el detenimiento necesario.
LOS BIMBAHES O BIMBACHOS: Viera y Clavijo en su Diccionario, al hablar en el
artículo Lapa (Patella) de los concheros de la isla del Hierro, dice:
<<Parece que los “Bimbapas”, que eran los primitivos habitantes de
aquella tierra, se congregaban en dichos sitios a celebrar sus fiestas,
haciendo quizás su principal alimento de las Lapas...>>, En otros pasajes
de sus “Noticias”, Viera y Abreu Galido los llaman “Bimbaces” o “Bimbachos”, ya
sea por el cambio de la explosiva labial <<p>> en la más suave
<<b>>, ya por eufonía, o por ser este el nombre más común.
Opinamos sinceramente que los habitantes arios del
Hierro, los Bimbachos, no era un pueblo distinto al de Tenerife, sino al
contrario un ramal de aquellos que se trasladó a la isla del Hierro, como hizo
antes en La Palma.
Procuremos demostrar tal aserto. Mr. d’ Avezac dice
que el nombre de “Bimbachos” provenía de la voz árabe o berebere “Beny`
Bachirs” o “Ben Bachirs”, con cuya etimología se conforma Berthelot aún cuando
no explica su origen.
Nosotros discrepamos de tal denominación, más para
ello hemos de hacer presente a quien nos
lea, que en árabe y en berebere sólo existen tres mociones o signos para
expresar los cinco sonidos de nuestras vocales; unos traducen por
<<a>> y otros por <<e>>, la primera de dichas mociones,
denominada <<fataja>>; la segunda <<quesra>> por la
<<e>> o la <<i>>; y la tercera, <<damma>>
unas veces por <<o>> y otras por <<u>>.
Siendo esto así, vemos que según Abreu Galindo, pág.
197, los habitantes de la isla de Tenerife habían tomado el nombre de
<<Bincheni>>, corrupción según el señor Berthelot de <<Beny’
Cheni>>, transformado en Ben-Cheni>> o Bin-Cheni>>, según
opinamos de conformidad en reglas enunciadas. También pudo derivarse esa última
palabra de <<Beny` Chinerfe>> o <<Ben-Chenerfe>>, y
ésta de <<Tchinerfe>>. Como <<Beny>> o
<<Ben>> significa hijo, descendiente o tribu, y
<<Chenerfe>> o Tchinerfe>>, Tenerife, la traducción sería
<<hijos de Tenerife>>.
De la voz <<Bin-cheni>> nace la de
<<Bin-Ben-Cheni>> o <<Bin-Ban-Cheni>> (transformada la
<<e>> en <<a>> o sea <<Binbanche>> o
<<Binbache>> por pérdida de la
segunda
<<n>>, al pasar esa voz al castellano), cuyo primitivo origen fue
<<Ben-Ben-Cheni>>, que quiere decir en bereber <<Hijos de los
hijos de Tenerife>>; así el nombre de <<Bimbachos>> expresa
claramente que un ramal guanche de Tenerife aportó al Hierro.
También debemos tener en cuenta que la palabra
<<<<here>> o <<ere>> tenía el mismo significado
en Tenerife que en el Hierro y que la voz <<Aceró>> y
<<Eseró>> así mismo tenía igual valor en la isla de La Palma que en la que
estudiamos, según las leyes morfológicas; dato que confirma Abreu Galindo en su
pág. 174: <<El doceno señorío era Aceró que al presente llaman la Caldera que en lenguaje palmero quiere decir
<<lugar fuerte>>, que parece quiere significar <<lo mismo que
en lenguaje herreño, “Eseró”.
A nuestro juicio, entre los guanches tinerfeños,
palmeros y herreños, existen conexiones marcadísimas desde el punto de vista
etnográfico y filológico” (Buenaventura Bonnet, 1925:97-100).
ANTONIO CUBILLO FERREIRA: De todas maneras queda abierta a la investigación la
etimología de la voz Bimbache. El abogado e investigador tinerfeño Antonio
Cubillo Ferreira, tuvo la amabilidad de dirigirme unas líneas en las que me
manifiesta su disconformidad con la traducción efectuada por el señor Bonnet de
la voz Bimbache, y me expresa su planteamiento en los siguientes términos:
“...De
acuerdo con lo que dice sobre la piedra Zanata y sobre mí estimado amigo el
Profesor Muñoz. Noto sin embargo al leer su art. que admite la traducción del
Sr. Buenaventura Bonnet para el significado de Bimbache y Bincheni. Aquí el Sr.
Bonnet se equivoca en la partícula BEN aunque por otro lado acierta sobre el
origen de los Bimbaches. En efecto, Ben significa Hijo de... en las lenguas
semitas pero no en el Bereber donde hijo se dice AITU y también AIT. Pero ¿qué
ha sucedido con los muchos BEN... que existen en Canarias como antropónimos o
como topónimos? Cuando los castellanos llegaron a Canarias se encontraron con
un pueblo y una lengua que tenía la consonante W y en el castellano esta letra no
existía. Sin embargo ellos debían traducirla o copiarla tal como la oían, por
ello unas veces empleaban la G
y otras la B
castellana. Publiqué de esto en una publicación hecha hace unos años donde
empecé estudiando el castellano del s. XV para ver como los conquistadores oían
a los guanches y como lo escribían.
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