Eduardo Pedro García Rodríguez
En Canarias existía una variante dialectal donde A se
pronunciaba cerrada convirtiéndose en E. Para decir “el de Taiga..” decían los
guanches WA-N-TAIGA y los castellanos oían: BENTAIGA y al escribirlo sustituían
la W por una B de
donde salía una palabra empezando así BEN...
WA-N
en bereber significa “el de...” y el plural se dice WIN, es decir “los de.”
Aquí se da el mismo fenómeno para el oído de los conquistadores y escribían BIN
En lo de BINCHENI, es fácil de ver de donde viene:
WIN-CHINET, es decir los de la isla de Chinet, podría ser una solución. ¿Y como
se llega a Bincheni?. Fácil, en guanche si dice WIN-CHINET tiene un efecto
eufónico que tiende a transformarse con el tiempo, por evolución natural de la
lengua en WINCHENIT, que es más fácil de pronunciar con inversión de la I en E y cuando los
conquistadores llegaron ya se había producido la evolución, pero ellos y
escribieron BINCHENI, con la caída de la –T-, final.
Lo de Binbache, hasta el momento no sé de donde viene.
Desde luego no tiene nada que ver con el nombre de la isla que era HERO.
Pudiendo ser que era otro grupo humano venido de otra parte, o que estaban en
otra parte de la isla y se diferenciaban de los primeros por otro origen; no se
por el momento.
Tengo mis ideas sobre la población del Hierro y los
escritos del Hulan, que podríamos discutir personalmente...”.
Creemos que en algún tiempo la isla ostentó el nombre
de “isla de Tanit” impuesto por los fenicios y que posteriormente fue
sustituido por los romanos por el de Hero o Hera, que es uno de los nombres que
los romanos daban a la Diosa
fenicia Tanit. Este tema lo trataremos más ampliamente en el capítulo dedicado
a la Diosa Tanit
en Canarias.
FRAI ALONSO DE ESPINOSA: “...Los naturales guanches viejos dicen que tienen
noticias de inmemorable tiempo, que vinieron a esta isla sesenta personas, más
no saben de donde, y se juntaron e hicieron su habitación junto a Icod
(Tenerife) que es lugar de esta isla, y el lugar de su morada llamaban en su
lengua Alzanxiquian abcanahacxerac, que quiere decir: << Lugar del
ayuntamiento del hijo del grande>>.
Destas opiniones puede seguir el lector las que le
pareciere y más le cuadrare; que la mía es que ellos son africanos y de allá
traen su descendencia, así por la vecindad de las tierras, como por lo mucho
que frisan en costumbres y lengua, tanto que el contar es el mismo de unos que
de otros. Allégase a estos también que los manjares son los mismos, como el
gofio, leche, manteca, etc. Sean los que quisieren, desde que hay gente en
estas Islas hay memoria de más de mil quinientos y tantos años”.(Espinosa,
1980:33)
El fraile Espinosa, en este
apartado como en los otros de su libro es bastante impreciso, dejándonos la impresión
de que como en el caso de Abreu Galindo, es mucho más lo que se deja en el
tintero que lo que escribió sobre el pueblo Guanche. Esta actitud es
comprensible si tenemos en cuenta que fue objeto de persecución por parte de
sus correligionarios de confección y componentes del denominado “Santo Tribunal
de la Inquisición”,
quienes le sumariaron y mantuvieron en prisión en Guiniwada (Las Palmas) En
estas circunstancias no era fácil hablar y mucho menos escribir.
FRAI ABREU GALINDO: “...Y que esto sea verdad, que hayan venido de
África los primeros pobladores de estas de islas, lo da a entender la
proximidad que hay de la tierra firme de África con estas islas; pues entre
ella y África y la primera isla, que es Fuerteventura, solamente hay diez y
ocho leguas, poco menos. También me da entender que hayan venido de África, ver
los muchos vocablos en que se encuentran los naturales destas islas con las
tres naciones que había en aquellas partes africanas, que son berberiscos y
azanegues y alárabes. Porque Telde, que
es la más antigua población de esta isla de Gran Canaria, y Gomera, y Orotava
en Tenerife, son nombres que se hallan en el reino de Fez y Benemarín. Y en
Cabo de Aguer están unas huertas que llaman las huertas de Telde, no muchas
leguas distante[s] de la ciudad de Tagaste, donde estuvo enterrado el cuerpo de
San Agustín; en la cual huerta está una casa pequeña con una puerta chica entre
unas tapias, y una parras de almuñecar junto a una acequia de agua, con que se
riegan muchas huertas. Y dentro de esta casa, en la pared, está el sepulcro de
San Agustín, en la pared frontera como se entra por la puerta, con una loza
negra encima. La cual capilla, aunque es poseída de infieles, es por ellos
venerada para conservarla y no deshacerla , según me informé de personas que
tratan en aquellas partes.
Esta ciudad de Tegaste, está tres leguas cercanas del mar y cercana a Fuerteventura y
junto al monte Atlas, en las faldas dél, por donde desciende muchos ríos y
arroyos. Hay unos pueblos que llaman de este nombre Telde, de manera que en los
nombres parece conformar, y en muchos vocablos apelativos, los estas islas son
los africanos.
Y dello se pueda colegir qué nación haya venido a cada
isla, conforme a la consonancia de los vocablos. Atenta la cual, parece que a
Lanzarote, Fuerteventura y Canaria arribó la nación de los alárabes, entre los
africanos estimadas en más; porque en estas tres islas llamaban los naturales a
la leche aho, al puerco ykfe; a la cebada tomosen; y ese mismo nombre tienen
los alárabes y berberiscos.( Frai J. De Abreu Galindo, 1977)
LEONARDO TORRIANI: “Si queremos buscar el origen de tanta antigüedad,
sobre la cual no nos ha dejado memoria ningún escritor, en ningún idioma, salvo
los griegos y los latinos, tenemos que dar vuelta muy atrás, y averiguar cuales
fueron, entre los nietos de Noé o, si no fueron los nietos de Noé, quiénes
fueron, según otras opiniones, como en su lugar se dirá. Lo que, por las muchas
diferencias, no dará sastifacción a todos; pero que cada uno se quede con la opinión
que más le gustare, que no tiene mucha importancia ni, por mi parte, tengo
preferencia alguna entre todas ellas.
Moisés, en el capítulo X del Génesis, al tratar de la
generación de los hijos de Noé, que habían nacido antes del diluvio, dice que
Jafet tuvo a Gomero, a Magog, a Madai, a Javan, a Tubal, a Masch y a Tiras;
Gomero hubo a Azquenaz, a Rifat y a Teorgoma; javam hubo a Elisa, a Tarsis, a
Cethim y a Dodanin, los cuales repartieron
a las gentes en toda su región, y a cada uno dentro de su nación, según
su lengua y familia. Beroso Caldeo, en su libro de las antigüedades, pretende
que Jafet condujo colonias a África, las cuales, según opinión común de los
africanos, fueron hijos de Gomero, su primogénito; y por ello en nuestros días muchos pueblos de
África se llaman gomeros.
También dice Beroso que en la partición hizo Noé entre
sus nietos de las partes de la tierra, a Gog le tocó la feliz Arabia Sabea, con Sabo, su
padre; a Tritón la Libia;
a Cur, la Etiopía;
a Getulo, la Getulia;
y a Jafet el viejo, el África atlántica;
y como según Moisés, le tocaron las islas según sus regiones, les habrán
tocado también éstas, que están frente al Atlas; y entre ellas, La Gomera, y aquellos pueblos
se dijeron gomeros.
Estamos persuadido de ello, porque Gomero dió su
nombre a todos los lugares adonde su abuelo Noé había antes enviado colonias
formadas por sus hijos. Prueba de ello es que, cuando Noé envió a Asia, en las
Indias Orientales a algunos de los hijos de Gomero, Gallo, en la ciudad que
ellos edificaron, fue llamada Comera,
y aquellos pueblos se dijeron comeros, como se halla en Tolomeo y en otros
geógrafos, aunque, corrompido la palabra y cambiando la “g” en “c”, no dijeron
Gomera sino Comera. Bedis, ciudad en la costa del mar Mediterráneo, edificada
por los africanos, fue dicha por los españoles Veléz de la Gomera; según Tito Libio,
en el libro X de la historia de la fundación de Roma, Clausio, ciudad de
Toscana, fue llamada Comersolo y edificada por pueblos comeros. Lo mismo se
podría decir de todas las regiones y ciudades del mundo que tomaron, su nombre de quienes las fundó o restauró.
Además de todo esto, se prueba que las antiguas
habitaciones de estas islas fueron hechas por descendientes de Gomero, porque
los moradores de las mismas vivían en cuevas bien labradas y abiertas con mucha
industria en los montes, debajo de la tierra; por lo cual se puede suponer que
observan la ley dada por Noé después del diluvio. Según Beroso, era esta
ley
que nadie fabricase casa alta ni ciudad alguna, y que todos tuviesen en carros
(o sea tierras portátiles), como lo hacen muchos de los pueblos africanos, y en
cuevas, como lo hacen éstos y usan los que moran en el monte Atlas y otros de
África; a cuya mucha antigüedad alude Vetruvio Polión, en el segundo libro de
su Arquitectura.
Además, por su prohibición de Noé, no podían fabricar
más de una sola torre que entre ellos consideraban como metrópoli; y de ellas
se ven dos hoy día en estas islas, una muy vieja en la ciudad de Gáldar, en
Gran Canaria, y la otra en La
Palma, que menciona Plinio; y con él consuenan Dionisio de
Halicarnaso, Diodoro y otros más.
Algunos pretenden que estas
islas se quedaron después desiertas y casi desconocidas, durante muchos años, y
que más tarde las volvieron a descubrir Juba y las pobló con númidas, así como,
según Plinio, parece que también halló otras islas, frente a Autolola,
provincia de Etiopia en la costa del océano Occidental, en donde había
dispuesto que se tiñese la púrpura getúlica.
...Otros, siguiendo por otros rumbos, creen que una de
estas islas fue poblada por
cartagineses, por aquello que escribió Aristóteles en su libro De las
maravillas del mundo; el cual cuenta que ciertos mercaderes cartagineses,
navegando por muchos días más allá de las del estrecho de Hércules, encontraron
una isla que hasta entonces no había sido descubierta, habitada solamente por
fieras y llena de árboles maravillosos: que parece que es lo mismo que escribió
Plinio, donde dice: <<Allí los árboles crecen hasta 140 codos; y las islas
están infectadas por las fieras>>. Esta isla dice Aristótoles que es
abundante en grandes ríos, y que es fértil y abundosa en toda clase de
productos, y muy alejada de la tierra firme de África. Se cree que esta es la Gran Canaria, por la
cantidad de agua que tiene, y de árboles maravillosos; y aunque Aristótoles la
ponga muy alejada de África, no supo la distancia mejor que los que después de
él escribieron.”
Esta es la visión que de los primeros poblamientos de
las islas nos ofrece el Ingeniero genovés Leonardo Torriani, en su Descripción
de la Islas Canarias. Aunque el autor está imbuido de un etnocristianismo propio de su
siglo, donde todo estaba recogido y explicado en la Biblia, por consiguiente
los pueblos debían descender todos de Noé. El lector, como bien apunta
Torriani, podrá sacar sus propias consecuencias.
JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO: Uno de los
historiadores de Canarias más enaltecido por los estamentos oficiales y
oficialistas, es el realejero José de Viera y Clavijo. Desde nuestro punto de
vista, este autor que indudablemente poseía una notoria capacidad
intelectual, sus planteamientos
históricos están grandemente influidos por un etnocentrismo exacerbado, y
además por el ambiente social y cultural en que transcurrió su vida, tanto en
la metrópolis, como en las Islas. En términos generales, su obra histórica
sobre las Islas Canarias, está cimentada en autores anteriores sin que aporte
elementos nuevos, fruto de una investigación concienzuda. Quizás el aporte más
significativo de D. José a la historiografía Canaria, sea su extensa lista de
Obispos y Capitanes Generales, a los cuales además, no duda en maquillar,
extremos estos fácilmente contrastables consultando a otras fuentes.
Veamos la visión que de los primeros pobladores de
estas islas nos ofrece el “Fenix” de las letras Canarias según le definen
algunos almibarados autores oficiales.
“El verdadero origen de los antiguos habitantes de
nuestras islas es tan incierto y está tan cubierto de tinieblas como el de casi
todas las naciones del mundo; con todo, si yo fuera
menos
sincero y pretendiese publicar sobre mi palabra noticias decisivas, no habría
para mis lectores cosa más categórica. Por que yo podría dar dos hijos a Noé, y
con nombres de Crano y Crana y, trayéndolos felizmente a Gran Canaria, los establecería en esta isla
en calidad de reyes y pobladores. En igual forma podría yo precisar a su
sobrino Gomer, hijo de Japhet, a que, abandonando las comodidades del
continente, emprendiese con ellos la misma peregrinación ultramarina, cuyo considerable servicio por
premio la isla de la Gomera,
a donde pasaría recibir la investidura, seguido puntualmente de doce mujeres y
de doce hombres. No pasaría aquí el rápido engrandecimiento de esta casa, pues
para que pudiese contar otra testa coronada, formaría yo de la isla del Hierro
otro pequeño estado y le erigiría en reino, para colocar sobre su trono a Hero,
uno de los hijos segundos de Gomer.
Pobladas tan ilustremente estas islas por unos
personajes los más gloriosos de la estirpe posdiluviana, dejaría yo desiertas
las otras, hasta que llegase el tiempo más a apropósito de introducir de
introducir en ellas algunas gentes cuya memoria de ningún modo fuese injuriosa
a la de sus vecinos; Así, para poblar la de La Palma, me aprovecharía de la terrible sequedad
que en el transcurso de veintiséis años padeció toda la península de España,
época del fabuloso reinado de Habis o Habides, e inspiraría a muchos españoles
el saludable pensamiento de trasmigrar hasta esta isla, como a un asilo donde
podrían redimir sus vidas de una muerte indigna del carácter español y
establecer en ella una colonia considerable.
Todavía haría por Tenerife mayor fineza. Yo no la
cedería a nación menos heroica que la romana, ni concedería el honor de poner
primero el pie en ella a otro caudillo de menos mérito y reputación que Quinto
Sertorius; pues solamente de este grande hombre me prendaría para que,
acompañado de sesenta personas escogidas, desmontase el terreno y echase los
primeros fundamentos de la población en las inmediaciones de Icod.
En fin, yo haría justicia a nuestro continente de
África, reservando las Islas de Fuerteventura y de Lanzarote para refugio de
ciertos africanos, quienes, habiendo perdido los dedos y las lenguas en
castigo de no sé qué rebelión contra los
romanos sus opresores, se hallaron en medio del océano a discreción de unas
ligeras barcas que, sin timón, remos ni velas, se hicieron el objeto de una
providencia especial.
Pero cuando yo escribiese así y
apoyase estas importantes noticias con la autoridad de Viana o Núñez de la Peña, ¿me perdonaría alguna
persona cordata de este abuso de la razón? Entiendo que nada ha deslucido tanto
nuestra historia de las Canarias como la fábula de semejantes pobladores. Crano
y Crana, hijos de Noé, establecidos en la isla de Canaria, no es más que una
ilustre quimera. Gomer y su hijo, reinando en las de la Gomera y el Hierro es
opinión pueril. Los españoles, huyendo hasta La Palma a causa de la
obstinada sequedad de su país, es una novela.
...Más aunque estos arbitrios de poblarlas tengan
tantos inconvenientes, no hay duda que, si un genio inventor quisiese tomar
otros recursos de igual naturaleza, jamás le faltarían, sabiéndose que muchos
interpretes y expositores del capítulo 10 del Génesis y del 27 de Ezequiel
se inclinaron a que nuestras islas son las mismas que se llaman Elisias en la Sagrada Escritura,
cuyo nombre tomaron por haberlas poblado Elisa, hijo de Javan y biznieto de Noé
por Jafet. Véanse aquí los términos en que se explica Benedicto Pereira:
<<A mi no me parece fútil (dice) la opinión de lo que conjeturan que el
mismo Elisa en persona, o sus descendientes, pasado todo el Mediterráneo y
llevados más allá del estrecho de Gibraltar, aportasen a las islas afortunadas
y que estas tomasen el nombre Elisias de su primer poblador,
lo
que daría margen a los poetas para que en sus fábulas dijesen que allí estaba
el sitio de los bienaventurados llamándole Campos Elíseos>>.
Es verdad que el profeta Ezequiel, hablando de las
islas de Elisa, hace memoria de una circunstancia que, a lo que parece, no se verifica en las
Canarias. Dice, pues, que los fenicios extraían de ellas el jacinto y la
púrpura. Pero ¿en donde tenemos hoy esta púrpura y este jacinto? El autor de
las Excelencias de nuestras islas, conociendo la dificultad, supone, con
los expositores de aquel texto, que por jacinto no se ha de entender piedra
preciosa, sino cierto color hiacintino,
purpúreo o violado, procedido de algún pececillo testáceo o de alguna yerba de
especial virtud para tinte. Y, aunque no poseemos en nuestras riveras o (por
mejor decir) no conocemos las ostras marinas el múrice con que se comunicaba el
color a la antigua púrpura, todos saben que tenemos la orchilla, aquella
apreciable y famosa yerba que producen casi todos los peñascos de nuestras
islas y que hace uno de los principales ramos de su comercio, por la cualidad
de comunicar un hermoso color purpúreo o hiacintado a cualquier tejido de seda
o de lana. En efecto Plinio coloca nuestras islas cerca de las que llama
Purpurarias; y sabemos que las peñas de estas costas del mar Atlántico
estuvieron como cubiertas de una prodigiosa cantidad de púrpuras. La púrpura
getúlica es famosa en la antigüedad.
...La opinión primera que es de Hornio, tiene a la
primera vista un gran carácter de solidez . Nadie ignora que después de la
entrada triunfante de los hebreos en las tierras de Canaan, conducidos por
Josué, viéndose sus moradores (conocidos por fenicios) sin otras posesiones que
las estrechas orillas del mar, volvieron los ojos a la marina y se aplicaron
con más ardor que nunca a hacer florecer su comercio. El colmo de fortuna, de
riqueza y de poder a que los elevó esta política hará siempre el asombro de la historia antigua, pues ellos no sólo
recorrieron todo el Mediterráneo y sus islas hasta penetrar nuestro océano
Atlántico y ser como sus primeros señores, sino que también enviaron colonias
al África, a Cádiz, y a otros países, sin hablar de Cartago, del que hicieron
una Metrópoli.
Procopio dice que en su tiempo se veían todavía cerca
de la ciudad de Tánger, en Numidia, dos columnas de mármol con la inscripción
siguiente en lengua fenicia: <<Nosotros somos de aquella gente que,
huyendo del insigne salteador Jesús, hijo de Navé, nos pusimos en
salvo>>. Y S. Agustín añade que muchos paisanos del África, preguntados
de que nación o pueblo descendían, daban por repuesta, en lengua púnica,
cananos, esto es, de cananeos. Este establecimiento de los cananeos o fenicios
a lo largo de toda la costa africana, que todavía es la opinión de los árabes y
de muchos católicos, abrió camino al citado Hornio para hacer venir a algunos a
las Islas Canarias y transportarlos a la América. El África, habitada por una nación
acostumbrada a poblar nuevos países, por una nación cuyo carácter y pasión
dominante era la de las navegaciones más atrevidas, por una nación, en fin, que
ciertamente hacía sus visitas con alguna frecuencia a las islas Afortunadas y
que hallaba en ellas un terreno muy pingüe y delicioso, ¿había de quedarse sin
enviar a ellas algunas colonias? Parece imposible. En efecto el nombre de
Canarias y de Gomera, que tenían otros pueblos de las faldas del monte Atlante,
pareció a nuestro autor una prueba bastante decisiva del establecimiento de los
cananeos en ellas...”.
Creemos que no estaba muy desinformado el autor
Hornio, citado por D. José Viera y Clavijo, en cuanto a las vicisitudes del
pueblo cananeo, efectivamente, en el
antiguo Testamento, habitantes originales de la tierra de canaan, según el
libro de los Jueces, como hemos anotado anteriormente, los israelitas durante
el segundo milenio fueron subyugando gradualmente a las ciudades cananeas.
HacIa finales del reinado de Salomón, rey de Israel, los
cananeos
habían quedado prácticamente asimilados al pueblo hebreo, dentro del cual
parecen haber ejercido una influencia religiosa reaccionaria. La propia
religión cananea se basaba en la adoración de las divinidades Baal y Astarot
(Ashtoret, Astarté, Tanit). E incluso, los especialistas bíblicos modernos
creen que el idioma hebreo tiene su origen en fuentes cananeas, y que el
fenicio era una forma primitiva de hebreo. Los estudios recientes indican que
antes de la conquista del sur de Canaan, cananeos y fenicios constituían un
único pueblo, y los que hoy conocemos como fenicios se desarrollaron
posteriormente como pueblo diferenciado.
AGUSTÍN MILLARES TORRES: Quizás uno de los planteamientos más originales
sobre el poblamiento de las Islas Canarias, nos lo proporciona el insigne
historiador canario D. Agustín Millares Torres, en su monumental obra Historia
General de las Islas Canarias. De ella vamos a extraer algunos pasajes
referidos al poblamiento de las islas. No deja de ser significativo el hecho de
que cada autor al situar la procedencia de sus preferencias a los primitivos
Canarios, siempre aluden a una población anterior, en el caso de D.
Agustín, esta se componía de una raza miserable de la edad de piedra. Pero
en fin, veamos algunos fragmentos del planteamiento que sobre los primeros
habitantes nos ofrece nuestro historiador.
“...Pero dejando a un lado esta
hipótesis que creemos, sin embargo, muy verosímil y abandonando la casi
improbable –geológicamente hablando – de suponer este Archipiélago unido al
continente o formando parte de la
Atlántida o de un continente terciario sumergido, que la
opinión más acertada nos parece es aquella que hace derivar la verdadera
colonización de las exploraciones egipcias dos mil años aproximadamente antes
de la era vulgar, aún concediendo, como concedemos, que en ellas se encontrara
ya establecida la raza miserable de la edad de piedra.
La existencia de un pueblo ocupando el Oeste de
Egipto, extensa zona conocida con el nombre de Libia, se halla probada hoy por
los anales egipcios 4.000 años antes de J.C. Llamábase este pueblo tamahou, palabra que aún,
dicen, se conserva en la lengua de los kábilas occidentales con las
variantes de tamahoug y tamehag, que nos recuerda el tamerán
de los canarios.
Sabido es también que aquel pueblo invadió diferentes
veces Egipto y suministró tropas mercenarias a algunas de sus dinastías. Antes
de esas invasiones, el tipo líbico o bereber estaba ya fijado por la mezcla de
la raza autóctona con otra venida del norte, cuyo paso a través de la Europa central y de las
islas del Mediterráneo está así mismo demostrado en la historia, siguiendo la
línea de construcción de los dólmenes. De esta fusión nació el tipo rubio de
que hablan las inscripciones egipcias, tipo que vemos figurar en sus grabados y
pinturas y constituye el tomahou invasor y conquistador del reino de los
faraones.
Este pueblo, pues, dueño de las
costas del Mediterráneo y del Atlántico fue el que extendió sus excusiones
hasta las Afortunadas y las colonizó, fundiéndose con la raza primitiva que, en
número muy escaso, ocupaba entonces el Archipiélago. En efecto, el lenguaje,
los usos, las costumbres, todo acusa un origen líbico-egipcio claramente
definido, como más adelante tendremos ocasión de comprobarlo con otros datos,
pudiendo remontarnos para fijar aquella época hasta la cuarta, quinta y sexta
dinastías y en el momento histórico de una civilización que, aún hoy, es el
asombro del mundo ilustrado.
No debe, sin embargo, ser
extraña esta colonización a las subsiguientes visitas de los pueblos fenicios,
tirios, etruscos y cartagineses que, en sus excursiones sucesivas y a seculares
distancias, dejaron sobre el suelo afortunado familias más o menos numerosas
que se fundieron luego con el tipo indígena. Confirma esta hipótesis la
observación de los cráneos donde se encuentra mezclado el tipo árabe o semita
con el líbico-egipcio y el de Cro-Magnon, fusión o mezcla que reúne mayor o
menor suma de ejemplares según las islas ofrecieron más o menos fácil acceso a
las hordas inmigrantes.
El tipo rubio dominante en las
Canarias, al emprenderse su conquista, era el mismo que había invadido Egipto
en la época remota antes señalada, pasando primeramente por Sicilia y las
numerosas islas del Archipiélago de Grecia, para venir a fundirse con los
berebéres y constituir una dinastía poderosa que levantó las pirámides y llevó
su avanzada civilización hasta los confines del gran desierto.
Pero, de todos modos, lo que
nos parece fuera de toda duda por el estudio y examen comparado de aquellos
mismos cráneos es que, sobre la antigua raza autóctona-cuyo parentesco con la
de Cros-Magnon se halla científicamente establecido-, se superpuso otra, venida
del litoral africano, que nos revela el tipo rubio proveniente de las llanuras
asiáticas por el norte de Europa, tribu que, penetrando en el litoral líbico,
llevó sus conquistas hasta las últimas estribaciones del Atlas.
Esta inmigración respecto al
Archipiélago canario pudo manifestarse en son de conquista, porque en la
apartada época en que debió tener lugar ya habían alcanzado los reyes egipcios
una dominación extensa, poseyendo una floreciente marina que surcaba el mar
Rojo y el Atlántico y dominaba el Mediterráneo, y es de suponer que, dentro de
su sistema político, entrara como oportuno y necesario el establecimiento de
colonias permanentes para servir de punto de apoyo a su comercio y a la
extensión de su poder marítimo.
De esta manera encuentra
satisfactoria explicación el hecho
misterioso de esta civilización, por decirlo así, retrograda, que habiendo sido
reflejo de la egipcia en los albores de su importación, fue debilitándose
paulatinamente con el forzado aislamiento de los indígenas, con su falta de
estímulo y talves por hallarse en contacto con otra raza más ruda e ignorante,
dueña anterior del suelo.
Las inscripciones jeroglíficas,
los embalsamamientos, el sistema agrícola y de irrigación, el lenguaje, las
costumbres y los restos de su teogonía, todo nos revela recuerdos de aquellas
civilizaciones asiáticas que sólo la falta de movimiento estacionó e hizo más
tarde retrogradar, hasta alcanzar la situación excepcional en que la Europa del Renacimiento
encontró a estos indígenas.
...Por lo expuesto nos será
fácil deducir que con arreglo a los datos suministrados por las ciencias
antropológicas y etnográficas, la raza indígena Canaria debió existir en el
Archipiélago durante ese desconocido periodo de la edad de Piedra revelado por la Paleontología,
siendo probable que su inmigración principiara a verificarse en los cruelísimos
rigores de la época glacial, que obligó a una parte de la raza de Cro-Magnon a
huir del centro de Europa hacía climas más templados, facilitando la misma
superficie helada su trasmigración.
Después, sobre esta raza
salvaje y miserable que tal vez no llegó a ocupar toda el área habitable de las
siete islas, vino la invasión de los tamahou de Libia en la época de su
brillante dominación egipcia,
llevando consigo un reflejo de sus usos y costumbres, de sus creencias,
lenguaje e industria, a la colonia o colonias que se fundaron en cada una de
las mismas islas del grupo.
Olvidada luego esta lejana
conquista cuando otras dinastías de diverso origen llegaron a dominar en
Egipto, volvió el Archipiélago a ser descubierto y colonizado en parte por los
tirios y fenicios, hasta el momento en que después de varios eclipses –
señalados en la historia por las alternas civilizaciones de los pueblos
comerciantes del Mediterráneo-, Juba alcanzó la gloria de hacer su descripción,
legando este importante recuerdo a las edades subsiguientes.”
Indudablemente, es Agustín
Millares, con Buenaventura Bonnet, quienes nos proporcionan la visión más
acertada sobre los primitivos poblamientos de las islas, y sobre sus primeros
moradores, conforme a la luz de los datos que nos van proporcionando las
modernas investigaciones arqueológicas, antropológicas, geonómicas,
etnográficas y lingüísticas, así como otras ciencias aplicadas a la
investigación histórica, como tendremos oportunidad de ver.
JUAN BETHENCOURT ALFONSO: “...Dividido
dicho imperio (Imperio Atlántico o ibero-libio) por las columnas de Hércules
destacábanse al N. de África el Egipto, de tal antigüedad y lejano progreso
que su historia positiva alcanza a más de cuatro mil años antes de Cristo,
fecha en que ya conocían según el P. Fidel Fita el arte de la navegación y la
escritura sobre papiro. La generalidad de las tribus y demás naciones del
extremo del septentrional del continente situadas a su Oeste, a pesar de tener
sus desinencias peculiares, por lo que aparece en las inscripciones hay fundado motivo para creer que los egipcios
les daban el nombre genérico de Rebu; pero como en su idioma no existía
la l, por lo cual los extranjeros podían leer la r como l
pronunciando lebu, de aquí el término de libio que aplicaron los griegos
a los moradores de Cirene por ser los que conocieron. Por esto dice el Dr.
Meyer en su interesante <<Historia
del antiguo Egipto>>
<<...todas
estas tribus, a las cuales pertenecen también los habitantes de los
oasis, son estrechamente afines entre sí y forman con los habitantes del
Noroeste de África, los númidas y los moros, un gran grupo de pueblos
que conocemos con los nombres de libios o moros, o con el más moderno de
berberiscos>>.
A parte de la recíproca
influencia orgánica de los egipcios y demás pueblos del N. de África,
como se deduce del excelente trabajo de Schmidt, <<Del cráneo del antiguo y del moderno
egipcio>>, hay testimonios históricos demostrativos de las relaciones
y de la compenetración de dichas razas, entre sí y con otras de la orilla
opuesta del Mediterráneo.
En las inscripciones de las
tumbas tebanas del tiempo de Tutmosis III, y sucesores, aparece que al Egipto
pagaban tributos la Nubia,
los oasis libios, los chenus y utentius (también libios) con
otros territorios del Oeste, <<las islas del gran mar>> y
<<los países que están detrás del gran mar>>; y en los
Anales del referido soberano dibujados en las paredes del templo de Karnak,
confirmase el pago de estos tributos por <<las islas del gran mar>>
<<todos los países ocultos>>, <<todas las islas de los
fenchus o Kaft (fenicia), la
Nubia,
Punt, los oasis libios, la Marmárica y otros
territorios libios, los chenus y utentius, <<los países que
están detrás del gran mar y los países de delante>> <<los habitantes de las
arenas>>, <<los bárbaros de la Nubia>>... <<los habitantes del Oeste
y Este son vasallos tuyos>>.
El rey Seti I figura realizando
una expedición guerrera hacia el Oeste, contra las tribus libias de los tehenus,
que probablemente se le rebelaron. Pasa por el primer soberano que introdujo la
costumbre de reforzar el ejército
egipcio con mercenarios. Ya bajo el solio de
Ramasces II (Ransés) existían fuerzas permanentes de libios, de negros y
de <<hombres vigorosos procedentes de muy lejos por mar>>; pero
fueron los libios los que llegaron a constituir casi el ejército nacional.
Durante siglos a ellos se debió principalmente la defensa del reino, no ya
contra las distintas invasiones que sufrió de las regiones costaneras de
Europa, de las islas del Mediterráneo o del Asia, sino de gentes de su propia
raza que más de una vez cayeron sobre Egipto. Ramesces III logró rechazar con
dichos contingentes una de las tantas irrupciones libias que se había apoderado
de las poblaciones de los territorios occidentales del Nilo, ocupando durantes
años el distrito de Kanopos. Mas como siguieron aumentando de día en día los mercenarios
libios, concluyeron por hacerse dueños del reino el año 939 antes de nuestra
era.
Pero, de todos modos, lo que
nos parece fuera de toda duda por el estudio y examen comparado de aquellos
mismos cráneos es que, sobre la antigua raza autóctona - cuyo parentesco con la
de Cros-Magnon se halla científicamente establecido –, se superpuso otra,
venida del litoral africano, que nos revela el tipo rubio proveniente de las
llanuras asiáticas por el norte de Europa, tribu que, penetrando por el litoral
líbico, llevó sus conquistas hasta las últimas estribaciones del Atlas.
Esta inmigración respecto al
Archipiélago canario pudo manifestarse en son de conquista, porque en la
apartada época en que debió tener lugar ya habían alcanzado los reyes egipcios
una dominación extensa, poseyendo una floreciente marina que surcaba el mar
Rojo y el Atlántico y dominaba el Mediterráneo, y es de suponer que, dentro de
su sistema político, entrara como oportuno y necesario el establecimiento de
colonias permanentes para servir de punto de apoyo a su comercio y a la
extensión de su poder marítimo.
De esta manera encuentra
satisfactoria explicación el hecho misterioso de esta civilización, por decirlo
así retrograda, que habiendo sido reflejo de la egipcia en los albores de su
importación, fue debilitándose paulatinamente con el forzado aislamiento de los
indígenas, con su falta de estímulo tal vez por hallarse en contacto con otra
raza más ruda e ignorante, dueña anterior del suelo.
Las inscripciones jeroglíficas,
los embasalmamientos, el sistema agrícola y de irrigación, el lenguaje, las
costumbres y los restos de su teogonía, todo nos revela recuerdos de aquellas
civilizaciones asiáticas que sólo la falta de movimiento estacionó e izo más
tarde retrogradar, hasta alcanzar la situación excepcional en que la Europa del renacimiento
encontró a éstos indígenas.
...Por lo expuesto nos será
fácil deducir que con arreglo a los datos suministrados por las ciencias
antropológicas y etnográficas, la raza indígenas Canaria debió existir en el
Archipiélago durante ese desconocido periodo de la edad de Piedra revelado por la Paleontología,
siendo probable que su inmigración principiara a verificarse en los cruelísimos
rigores de la época glacial, que obligó a una parte de la
raza de Cro-Magnon a huir del centro de Europa hacia climas más templados,
facilitando la misma superficie helada su trasmigración.
Después, sobre esta raza
salvaje y miserable que tal vez no llegó a ocupar a ocupar todo el área
habitable de las siete islas, vino la invasión de los tamahou de Libia en la
época de su brillante dominación egipcia, llevando consigo un reflujo de sus
usos y costumbres, de sus creencias, lenguaje e industria, a la colonia o
colonias que se fundaron en cada una de las mismas islas del grupo.
Olvidada luego esta lejana
conquista cuando otras dinastías de diverso origen llegaron a dominar en
Egipto, volvió el Archipiélago a ser descubierto y colonizado en parte por los
tirios y fenicios, hasta el momento en que después de varios eclipses –
señalados en la historia por las alternas civilizaciones de los pueblos
comerciantes del Mediterráneo -, juba alcanzó la gloria de hacer su
descripción, legando este importante recuerdo a las edades subsiguientes.”
No creemos necesario reproducir
más citas en apoyo de la anunciada compenetración de las razas del N. de
África, pero sí vamos a ocuparnos de una de las invasiones de bárbaros más o
menos rubios (indudablemente parecidos a otros de antiguo establecidos en el
país conocidos por tamahus) que en 1.500 antes de Cristo penetraron por
la frontera occidental de Egipto, reinando Menephat I. Tal muchedumbre se
extendió por el extremo septentrional llevando a los habitantes yacentes en
parte sangre homogénea ibera y en parte de otro elemento étnico; porque a la
par realizaron la irrupción pueblos tan distintos por su origen, costumbres e
idioma como los turanios y una de las principales ramas de la familia
indo-europea como la celta. No fue un hecho histórico inusitado. Según John Campbell:
<<…juntos
habitaron iberos y celtas en la antigua Babilonia y Caldea, como
Acca y Sumer; en Persia como cimritas y elamitas; en Asia Menor
como gálatas, frigios, cimerios y dárdanos o
troyanos. Estaban unidos en Ecitia al Norte del Euxino; en las provincias Oeste
y Sur del Danubio, tan lejos al Oeste como en Vindelicia y Recia y tan
distantes al Sur como en Iliria, Galia Cisalpina y Liguria. El etrusco ibero
vivía en contacto con los celtas umbríos en Italia; y en España fue tal
fusión que constituyeron el pueblo celtibero de la Península.
En las islas Británicas los cimris,
cornualles y galos (Welsmen) con gaelicos, maneses, escoceses
e irlandeses gaels era vecinos de los iberos damnonios, siluros,
pictos, ottadines y thutha de Danans.”
Aunque no se conoce ni una cita histórica en que
fundamentar la presencia de los egipcios en las Canarias, son tales los indicios que ya a principio del
siglo pasado escribía Viera y Clavijo: “En efecto, todo induce a que fueron los
primeros pobladores de las Canarias en tiempos muy remotos. Aparte de que las
conclusiones osteométricas como hemos visto evidencian el parentesco entre
guanches y egipcios, también este vínculo lo pone de manifiesto la etnografía”.
El tatuado de brazos y piernas el andar los varones siervos tan sólo cubiertos
con el taparrabo de cuero o tejido, los casamientos de los soberanos con sus
hermanas (cuando no había otra mujer lo suficientemente noble) y el recaer el
cargo de sumo pontífice en individuos de la familia real, fueron costumbres
comunes a los dos pueblos. Cuenta Herodoto que los egipcios practicaban la
siembra surcando primero la tierra y arrojando luego la semilla para después
soterrarla moviendo sobre el campo rebaños de
carneros,
de cerdo u otros animales, y esto mismo hacían los guanches con sus rebaños de
cabras en ciertas localidades.
En materia religiosa mantíenese
la identidad, sin embargo de saberse poco de los isleños. Para unos y otros era
el sol una de las divinidades más veneradas, así como artículo de fe el culto a
los muertos, la creencia en la otra vida, el dogma de la resurrección y la
necesidad de la expiación por medio de sacrificios cruentos; y aunque esto de
inmolar victimas a los dioses fue práctica de todos los pueblos según Manethon
los egipcios lo efectuaron no sólo de animales sino de hombres. En cuanto a los
guanches éstos sacrificaban corderos y cabritos hasta la época de la conquista,
existiendo más que sospechas de que hubo tiempo en que también inmolaron
víctimas humanas.
...Aun sin base seria para calcular la fecha de venida
de los egipcios a las Atlánticas, debió ser sin embargo en muy lejana
antigüedad, tal vez tres o cuatro mil años antes de nuestra era. Esta
opinión fundamos en las siguientes consideraciones:
1º.)
Porque las colonias que se establecieron, no encontrando en las islas los
materiales en sus sistemas de momificación y embalsamamientos, tuvieron que
sustituirlos con productos del país, y el progreso que significa el grado de
perfección que alcanzaron exigió probablemente muchos siglos, y
2º.)
Porque es de presumir se desarrollara el indicado progreso cuando aún no habían
sido conquistados por los iberos, 1.500 años ante de Cristo.”
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