Mónica Díaz Tabares
EL PLATO DE
CIRUELAS
Vivía en
Genovés, y allí vivía mi hermana Rosa, con el marido y los chiquillos
todos, y había una mujer que la llamaban Anita, y el marido de'-lla
«estaba» con una mujer que vivía allí, y quería meter a mi marido, o mi cuñado
pa sacar al marido de'lla; y yo pelié1 con ella (con Anita), porque me
daba rabia que le quitaba las casas y las tierras a la gente; porque los emborrachaba,
los llevaba a Icod, y firmaban que habían recogido dinero, y sin coger
una perra. Y un día vino el marido, y de casa pa'riba robó dos sacos de
millo2 pa pegarlos a nosotros. Y le dije yo: no, quien eres ladrón,
eres tú. Nosotros
no somos ladrones—. Y tenía un compadre en La Vega que compró una huerta allí (y él no quería que comprara
nadie nada, pa él cogérselo todo); y dispués lo convidó a comerse una
cabra allí, (arriba la azotea se la comieron).
Y ¿tú te crees que le hizo tal fuerte daño que el hombre no se ale-vantó; y no duró nada, no duró cuatro o cinco días
(era el guarda jurado de La Vega, y
le tenía rabia); y dispués le hizo cosa a tu abuelo también, pa que no
viniera a casa y se fuera con «aquellas mujeres». Y un día estaba yo con los chiquillos (Jorges que tenía malo, y estaba yo
allí con él). Y dice Anita —Seña
Rosa, ¿usted no ha visto a Gregorio? —Y le digo: —está pa Santa Úrsula a trabajar— (porque yo creí que estaba
trabajando pa fuera, porque él día
los lunes, y venía los sábados). Digo —no, pues está a trabajar—, y dice
—sí, ja, ja, ahi está, con Encarna encerrado. Ella viene aquí que las tiene a ustedes, bobas, comiendo y bebiendo con
ustedes; y ella con su marido encerrada
allí—, dije (a mi cuñado); —Vete a ver—. Salta mi cuñado la pared, (porque las
casas estaban con una pared por en medio). Pero él se metió dentro un armario grande que tenía (de esos roperos
antiguos), conque..., dice mi cuñado: —yo no vi a nadie—; (y él fumaba
de eso cigarros de maso, y donde los
compraba en Santa Úrsula, porque allí no habían nenguno de'-so), dice —muchas puntas de cigarros vi allí, y le
dije a Encarna, «muchacha, ¿esos no
son los cigarros de mi cuñado?». Y me dice, «no, esos cigarros los compré yo aquí, y he fumado mucho esta noche
porque tengo un dolor de muelas»—;
digo... —alomejor—; más tarde digo —(pues voy a ver)—. Salto la pared; (que no había más que saltar una
pared pequeña) y voy allá; y me los
encuentro a los dos al medio la casa. Y digo —¡oye!, ¿este es el trabajo que has tenido esta noche?, habrá que
matarte una gallina, porque este trabajo
es muy pesado, y quiere mucho alimento; mira, ¿sabes lo que te digo?, yo
tengo seis hijos, o te vas con una, o con otra. Tú vas con la que apeteces—. Pues, un domingo de carnaval, con la
noche, se fueron los dos; había un
baile en Las Canalitas... Los vieron dir, y le caeron3 atrás a piedras, (si le caeron a piedras los muchachos,
porque lo conocían). Conque... Anita, se quedó con la casa; se mudó, y se quedó
con la casa de Encarna; y sobre de la
casa había un peral (en una esquina, allí), y yo siempre me ale-vantaba
de madrugada. Porque pa arreglar los muchachos antes de yo marcharme,
desayunarlos y todo; yo siempre me alevantaba con la noche; y estaba yo haciendo el café, y me asomé a la puerta
de la cocina, y el peral me quedaba enfrente; y vi la madre de Encarna
(que ella tenía un pelo grande y se hacía un moño con horquillas «así» *)
mirando pa la casa de'lla.
¿Estaba
muerta la mujer esa?
Muerta,
pero llamé a mi hermana pa que la viera, pero en lo que llamé a mi hermana, se
espareció4; y de «aquél» cuarto sacó dinero la hija; sacó un
saco de dinero, y dispués se la llevó el marido de Anita pa la Casa. Y estaba
mi hermana por agua (pa-descance la pobre), y veníamos por agua a Las
Canalitas!, acá dentro tan lejos...; y vino ella de arriba, de La Vega, (que ella vivía en La
Vega) muy campante5 por allí pa bajo, y llegó mi hermana con el agua y fui yo a descargarla, vino ella
corriendo con su plato de cirgüe-las6
a traérselas a mi hermana pa que comiéramos todos (pa los muchachos y todo), pero en cuanto ella salió, fui yo y dije:
—¿tú has probado las cirgüe-las?—,
(una cirgüelas que daban gusto verlas), dice —no, están según las puso ella—;
las agarré, las puse en una balita de los chicos y la amarré por las mangas, y la puse en el fondo de una caja de
cartón que tenía pa poner la ropa
sucia; por la noche, estábamos cenando y estaba aquello jediendo7...
1 Verb. P. P. Peleé. Dice mi
cufiado: —¿los muchachos sudaron8 aquí?— Digo: —no—; agarré un calburo9,
y miré todo y no vi nada. Digo —yo no vi nada—, por la mañana la jelentina...,
digo (¡cono!, miré todo no había nada, pues voy a sacar esta ropa)—; agarré, y saqué el abrigo «ansí» * y estaba gotiando10
como una fuente; lo abrí, y estaban saliendo los bichos por agújenlos,
agujeritos, como si le hubieran clavado un
alfiler. Fui cas Las Pintadas, y le dije: —Seña Rita, vaya pa que vea usted el regalo que me trajo
Anita—, dice —¿qué le trajo?—, digo:
—unas cirgüelas, y están tan buenas... vamos pa que las vea—. Llegó Seña Rita y vio aquello y dice: —¡Cruz,
péguenle11 fuego!, eso no lo arrimen a nengún lado, hagan una fogalera12 y metan eso
dentro y le pegan fuego—. Pues, así lo hicimos, que si llegan a comer aquello,
no duran veinticuatro horas. Pero ella porque vino una vez a pegarme a
mí y me viré en-contra de'lla y no pudo.
¿Por qué te fue a pegar?
porque era mala, muchacha, esa
era mas mala quel diablo?
2 Sust.
Maíz.
La abuela indica la forma del moño.
Verb. Cayeron. Verb. Desapareció. Adj. Fresca, tunante. Sust. Ciruelas. Verb. Hediendo.
* Hace que lo coge con las
puntas de los dedos.
8 Verb.
Evacuaron.
9 Sust.
Carburo.
10 Verb. Goteando. 1'
Verb. Denle. 12 Sust. Hoguera.
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