jueves, 13 de junio de 2013

BRUJERIA Y APARICIONES: HISTORIAS DE SEÑA ROSA-X







Mónica Díaz Tabares

EL ESPIRITU LO QUIZO TIRAR DEL PUENTE

LA AHOGO EL MARIDO Y SE «ARRIMO» AL HIJO
Era un matrimonio de Santa Úrsula, y al marido lo llamaban Juan y a ella Candelaria, y todos los años por el día del (de San Juan) se dían a la mar a pasar el día, pero él se día delante y ella quedaba atrás pa llevar la comida; y fue él alante y ella cuando arregló el almuerzo fue a dar con él; y se pusie­ron a comer, un niño que tenía pequeño y el padre; y ella se fue a coger la­pas, pero cuando la vio cogiendo las lapas se levantó de donde estaba y la arrempujó1 y se fue al agua, y la cogió una corriente; pero el traje le quedó en popa2, y la corriente se la llevaba, y ella día abanándole3 a ellos (mientras los vía le dia abanando); la corriente la vino a sacar a Los Silos, la encontró un camellero (de los que sacaban la arena con los camellos), y no apareció nadie, porque no tenía más que aquel hijo pequeño y el otro que tenía casa­do; y el ayuntamiento la enterró. El marido era un hombre tan malo que to­dos los días le daba una «jalada de leña»4, era un hombre malo. Al cabo de quince días por ahí, el hijo que tenía casado fue un sábado a Los Silos a comprar la compra de la semana (vivía en La Palma Daute), y siempre día y llevaba un carrito; y ese día llevó con él a un niño que tenía, dentro del ca­rrito..., y a la entrada de Los,Si los había un puente, y se día a tirar del puen­te al suelo; entonces un amigo que él tenía en Los Silos le quitó el niño y lo llevó pa la casa, y una hija del amigo le llevaba el niño, y les dije —¿qué es lo que le pasa? —, y me dicen —nada—, pero después me dijeron que si no le cogen el niño y lo quitan de allí, se bota del puente al suelo; conque... se levantaba todos los días por la mañana se día a la carretera y se ponía donde se ponían todos los hombres pa dir a trabajar, y dispués cuando se levanta­ban los hombres pa dir a trabajar, todos dían a trabajar, menos él, que se quedaba sentado allí; conque la mujer dijo un día —él tiene «lo quiera ques»5, él no está bueno—; lo cogió y se fue a La Vega a cas un esperitista que lo llamaban Alberto, y le dijo —por favor, mire a ver si usted le nota algo a mi marido de arrimo o algo, y usted me lo cura, pero yo ahora no ten­go dinero pa pagarle, pero cuando él lo gane, yo le pago a usted— y dice —pues mire vayase tranquila con él pa su casa que yo voy a la noche a cas mi comadre Isidra— (porque tenía una comadre allí, viviendo) —y le dice a los vecinos que como a las once de la noche el que quiera acompañarlo que vaya, pero el que no que tranque las puertas, y no salga—. Conque se lo dijo a los vecinos, y fue el hombre y empezó a conjurarla6 pero era tan bandida, que fue la mujer del hijo y le dijo —¿por qué usted no vino sobre su marido ¡cono!, que le dejó seis onzas?— (porque antes era por onzas; dieciséis duros eran una onza, ocho duros media onza); y dice: —¿de mi marido?, ¡que lás­tima, venir arriba mi marido!—, y dijo: —¿y por qué está tocando el acor­deón que tiene, y no se puso luto?, ¡¿por qué no se puso luto?!— y dice: — déjalo que se divierta, que pa eso se lo dejé yo—. Dijo la mujer: —sí, está bonito que la botara a la mar, y que la ahogara; eso sí está bonito, y entoda-vía usted quiere a su marido—. Y dice —pues dispués de muerta lo quie­ro—. Dispués tenía el hijo una guitarra colgada, y dio la casualidad que te­nía una cinta negra, y dice; —¡aja! ¿este es el luto que te pusistes por mí?— Agarró la guitarra y le dio dos leñasos7 en el suelo y se la rompió. Conque dispués que le rompió la guitarra, tenía yo un cesto de jigos8 de leche sobre la mesa que fue por el verano) y empezó a comer, y le dijo la nuera: —¡aja!, ¿allá no hay jigos?, ¿tanta hambre tiene?— Y dice: —los jigos que yo tengo son los que están en la orilla de la mar, de las pencas salvajes, yo no tengo ji­gos—. Y le dijo la nuera: —¡mire cono!, ¡vayase pa los infiernos!, que a mí ningún bien me hizo. Lo que me hizo fue mal—. Y dice la vieja: —yo me voy, pero no andes muy segura, porque no te entre a ti porque tienes mucho genio, que si no tienes ese genio, yo te entro a ti!—. Y le dice la mujer: —me entrabas a mí a golerme el culo; por el bien que me hizo cuando era viva, ¿a qué fue con su Juan?, porque era día del, pues fue día suyo también que la botó y la ahogó—. Y dice la vieja: —Sí, él me arrempujó y me botó al
1              Verb. P. P. Empujó. agua—. Tenía la mujer una cafetera sobre el carbón (haciéndose el café), y lo tiró todo al suelo; no se vía a nadie, pero le entró el espíritu. Conque lo curó y quedó bueno, trabajando. Como trabajarnos en La Palma Daute estaban todos los peones viviendo allí, y el encargado tenía una hija que la llamaban Teresa, y se reían cuando la vieja le vino encima al hijo: Decían que hacía aquello porque estaba borracho; y esa muchacha tenía una amiga que se querían como hermanas, y se casó por el poder y se fue pa Cuba a dar con el marido, pero el barco (parece que lo llamaban Verbena...), cuando día por los mares hondos se hundió con toda la gente y no se aguarició nadie, por­que todos murieron en el fondo. La mujer del encargado (Frasca) me llamó, y me dijo: —Seña Rosa venga pa riba a pelar papas, que estamos todas en el patio asentadas09 pelándolas—, fui pa riba a dar con ellas, y estábamos to­das tranquilas, y la muchacha esa, (Teresa) estaba con nosotras asentada; conque... dispués vino el padre a tornar agua (estaba trabajando cerca de la casa); cuando ella vio venir al padre enfrente, dio un volido10, y se cuelga del pescuezo del padre, y todo el mundo —pero ¿qué le pasa a Teresa?—; los gritos daba miedo; y entonces les dije —lo que le pasa, es que ustedes se burlaron de «aquel» hombre, y decían que estaba borracho..., y ella ahora tiene lo quiera ques también—; dispués no sabían qué hacerle, el médico no le halló enfermedad ninguna; se día a Los Silos con la noche y unas dos o tres noches se la trajeron al padre desnuda, porque se acostaba y cuando lo encontraba durmiendo a ellos se alevantaba'' y caminaba, entonces empezó el espiritista a curarla, pero no podía, (como vino arriba de'lla por cariño...), y decía —si me corres de esta esquina, me arrimo pa aquella, y si me corres de aquella me arrimo pa aquella, no me voy porque me quieren, y yo vine arriba de Teresa porque la quería como una hermana, me embarqué y el barco se fue al fondo y hemos muerto todos, a Cuba no llegó—. Conque em­pezó a curarla, y ella desde que empezó a curarla donde día era a mi casa; conque le dije: —mira, no vuelvo más aquí, déjate curar, y «ella» que vaya pa donde Dios la destine—. Esa noche... fuimos yo y mi marido a la casa, (porque ellas estaban toda la noche levantadas, pero cuando nos marchemos que tranqué la puerta (mi marido tenía la maña12 siempre de dir a orinar a la puerta), y enfrente de la puerta había un duraznero grande, que hacía sombra en el camino, él que fue a mear a la puerta y ve aquella mujer debajo del duraznero, el brinco que dio él, fue a media casa, le dije: —¿qué te pasa?— Dice: —nada, asómate—. Y me asomé yo, y no vi nada. Y le dije: —yo no veo nada en el callejón, ¿Qué vistes tú?—. Y dice: —¡más nunca! ¡más nunca! vuelvo yo a salir a la puerta a mear al callejón, que estaba una mujer espantanada debajo el duraznero, mirando pa la puerta nuestra—. Digo: pues, «esa» es la amiga de Rosa que vino acompañándonos— y le digo —aquí no vuelvas más, que aquí no se te ha perdido nada; yo voy a vi­sitarlas a ellas porque somos vecinos, no pa que tú me sigas—. Requitín paz13, curaron a la muchacha, y «ella» se fue a descansar; la escunjuraron.
EL DINERO POR EL HIJO
Había un hombre que venía todos los domingos a traer comida pa los trabajadores de La Palma Daute. Y un domingo trajo al hijo con él (que nunca lo hubiera traído), y al traer al hijo, agarró por La Tierra del Trigo (que hay un camino que es todo en vueltas), y le salió un hombre y le dijo: —¡Manuel!—, dijo: —¿qué quieres?—. Y dice: —que vayas conmigo a don­de tengo el dinero enterrado pa que lo saques, y lleva a tu hijo contigo—. Fue Manuel, sacó el dinero, lo metió dentro de un saco y mandó al hijo pa la casa con el dinero, y él se fue a llevar la comida que llevaba pa los peones (porque siempre le daban el dinero, todas las semanas). Pues llegó el viejo a La Palma Daute, despachó todo y cuando fue a la casa encontró al hijo amortajado al medio la casa; el dinero se le consumió, y el hijo se lo llevó el hombre que le dijo donde estaba enterrado el dinero.
LA CUEVA SAMA O SAMARA '
Esa cueva está en La Tierra del Trigo; pa riba, en el monte Las Arenas, y allí llevaban las camas de los que estaban condenados.

EL CONDENADO
¡Esto si es positivo! Vivíamos nosotros en Daute trabajando en la finca de Cho Tango, y... por la noche los asentamos allí fuera (como los asenta­mos aquí), y Don Fernando tenía una casa en la orilla de la mar (Don Fer­nando se había muerto), y vimos la casa ardiendo, y dicen todos —¡an!, pues la casa de Don Fernando está ardiendo— y se van por la mañana a ver la casa, y la casa igual que había estado siempre; y al cabo del tiempo, la mujer de Don Fernando tenía una finca muy grande, y tenía un medianero14, y quería llevar la cama del marido a La Cueva de Sama (la cueva de los con­denados), y nadie le quería dir, y entonces ella le dijo al medianero: —mira, vete, y llévame la cama de Fernando a La Cueva Sama y la entras dentro y se la haces, que yo te doy la mitad de la finca—. De forma que al hombre que estaba trabajando con ella, no le quedó otro remedio que dir. Llevó la bestia cargada con la cama (y el hombre lleno de escapularios, y de todo...). Pues fue, le armó la cama dentro de la cueva y se hizo con media finca. Don Fernando tenía a los peones trabajando, y a la hora de comer se día a ver lo que los peones comían (y esa gente de La Caleta son unas gentes muy curio­sas15), y siempre llevaban su pescadito frito, su cuartita de vino..., y de lo que había...; y un día dijo: —¡mira parai16, comiendo que poco finos, que comen mejor que uno...!—. Y entonces un peón le dijo: —¿Y qué comida puede comer un pobre?—, y dijo Don Fernando: —¡la comida de un peón es gofio amasado y pescado asado!—, y dijo el peón: —mire, yo estoy trabajan­do pa comer, si usted está acostumbrado a eso, con tantas riquezas que tie­ne..., pero yo no paso hambre—. Esa finca estaba pegada a La Palma Daute; nosotros díamos a comprar peras a La Tierra del Trigo.

2   Adv. Levantado, abombado.
3   Verb. Diciendo adiós con la mano.
4    Paliza.
5    Lo quiera que es.
6   Quitarle el conjuro = Exconjurarla.
7   Sust. Golpes.
8   Sust. Higos.
9 Verb. Particip. Sentadas. Asentamos. 10 Sust. Salto.
1' Verb. Levantada. Alevanto. Alevantarme. 12 Sust. Costumbre.
13 Nunca más.
* A veces la abuela dice Sama y otras Sámara.

14   Sust. Aparcero
15   Adj. Hecho con gusto, con detalle, bien preparado.
16   Adv. Para + ahí.

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