Eduardo Pedro García Rodríguez
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POCAS DEL POSIBLE POBLAMIENTO DE LAS ISLAS: En
Canarias, los estamentos científicos que se ocupan en la investigación del
pasado histórico de nuestras islas, vienen manteniendo desde hace décadas dos
posturas abiertamente enfrentadas, por una parte están los conservadores,
investigadores en confortables despachos y asiduos de suntuosos salones donde
se degustan generosos saraos, al tiempo que se trepa en pos de inmerecidos
reconocimientos y prebendas, como pago de los fieles servicios prestados a la
metrópolis, y por otro, los investigadores honestos, que a pesar de depender
económicamente, así como de posibles ascensos y de justos reconocimientos en su
carrera profesional, del sistema colonial, no dudan en enfrentarse en ocasiones
con los fieles servidores del sistema. Muchos de estos servidores de la
metrópolis tienen funciones de auténticos comisarios culturales encargados de
censurar todos aquellos aspectos de nuestra cultura que puedan de alguna manera
influir positivamente en nuestros sentimientos de canariedad, estos comisarios
culturales están presentes en todas las instituciones culturales o no, que de
alguna manera dependan o estén conexionadas con los centros de poder político y
actúan bajo el silogismo de “Comité de Asesores”, y, naturalmente, cobran por
ello. Son estos Catedráticos e investigadores bien pagados, quienes se
enfrentan abierta y públicamente contra aquellos que más comprometidos con la
sociedad Canaria, y con la comunidad científica internacional, no dudan en
hacer público aquellos descubrimientos que van aportando luz a algunos pasajes
de nuestra historia, que hasta el momento, el sistema colonial ha venido
hurtando de la realidad histórica Canaria, en un claro y sostenido intento por
parte del sistema de hacer creer al pueblo Canario, que nuestros ancestros
carecían de una sociedad perfectamente estructurada y organizada, dando por
sentado que esta llegó a las islas con la llamada civilización europea, es decir,
con el (en gran parte) depravado modo de vida europeo, y en nuestro caso
concreto con el español.
A pesar de situación de la
colonización de la historia y la cultura en Canarias (entre otros aspectos), en
las últimas décadas han surgido un grupo de investigadores Canarios (y algunos
foráneos que lo son de corazón) que, aunque tímidamente, por las circunstancias
de dependencia más arriba indicadas, han
tenido el valor de divulgar públicamente determinados aspecto del estado de la
investigación científica en torno a nuestro pasado que, hasta esos momentos,
sólo se manejaba en círculos reducidos de intelectuales profundamente
comprometidos con el sistema imperante. Este
abrirse a la sociedad por parte de éstos investigadores progresistas no
tardó en levantar las iras de los conservadores, éstos no dudaron – ni dudan -
en promover intensas campañas de descrédito en torno a las personas que osan
cuestionar los fundamentos científicos erróneamente sostenidos por los
sanedrines dependientes, cuestionando en ocasiones los propios elementos
materiales expuestos a la luz por las excavaciones arqueológicas. No deja de
ser sintomático por ejemplo, el hecho de gran parte de la comunidad científica
“Canaria” especialmente sectores dependientes de la Universidad de La Laguna, que tenía asumido,
no sabemos basado en que, el supuesto hecho de que en las islas de Tenerife y La Gomera no existían grabados
rupestres, pues bien cuando un grupo de ciudadanos o algunas asociaciones
culturales realmente preocupados por los diferentes aspectos de nuestro pasado,
dimos a conocer la existencia de grabados rupestres en la isla de Tenerife, el
revuelo que tuvo lugar entre el sector acomodado de los catedráticos y
profesores del área afectada de la Universidad de La Laguna, fue digno de mejor
causa, la campaña orquestada desde este sector, tuvo tal magnitud que se vieron
involucrados todos los medios de comunicación social de las islas, e incluso
este grupo de profesores hicieron publicar un comunicado a toda página en un
periódico local, y firmado por casi todos ellos, en el cual a los honestos ciudadanos preocupados
por nuestra historia, entre otras cosas se nos tachaba de saqueadores, estos
extremos son fácilmente comprobables en cualquier hemeroteca, pues bien,
algunos de los firmantes de aquel manifiesto, hoy no sólo escriben libros sobre
los grabados rupestres de Tenerife y del restos de las islas, sino que además
dan clases sobre los mismos. Este hecho nos viene a demostrar por lo menos en
este caso que el hecho de poseer una patente de corso (=título universitario)
no presupone que se está en posesión de la verdad absoluta, y en todo caso, que
los ciudadanos honestos que sienten inquietud por el hecho cultural de la Nación Canaria,
deben contar como mínimo, con el respeto del resto de los organismos
involucrados en estas cuestiones, naturalmente en el marco de un respeto mutuo
y dentro de las leyes que afectan a la cuestión, pero nunca desde una
pretendida situación de prepotencia, y mucho menos, cuando quienes pretenden
imponer esta supuesta supremacía ni siquiera son Canarios, o en algunos casos,
son totales desconocedores de la realidad histórica de nuestro pueblo.
Como antecedente de estas
asonadas intelectuales, tenemos la que protagonizó a finales del siglo XIX, lo
más granado del mundillo académico contra D. Manuel de Ossuna y Saviñón y su
piedra de Anaga, la verdad es que los detractores de D. Manuel, fueron
inmisericordes, entre ellos el ilustre historiador gran Canario D. Agustín
Millares Torres.
El origen del pueblo guanche-mazigio
es indiscutiblemente norte africano, este es un hecho aceptado más o menos
abiertamente desde los inicios de la conquista y colonización de las islas en
época moderna. Este hecho ha sido resaltado por parte de los primeros cronistas
e historiadores europeos, y posteriormente por algunos Canarios, no obstante, y
a pesar de la múltiple historiografía que trata sobre el tema, en las últimas
décadas han surgido una serie de “investigadores” que han desarrollado un
ingente esfuerzo tendente a confundir a la moderna sociedad canaria sobre la
procedencia de los primeros habitantes de las Islas Canarias. Para ello, se han
elucubrado las más disparatadas teorías sobre nuestros ancestros tendentes a
difundir entre las jóvenes generaciones la incertidumbre sobre nuestros
orígenes como pueblo.
Estas campañas más o menos
encubiertas y disfrazadas de aportaciones “científicas” están dirigidas desde
determinados estamentos del sistema dominante, y desarrolladas por unos
personajes poseedores de patentes de corso
en el campo de la enseñanza y medios de comunicación sociales (titulados
universitarios), quienes cumplen fielmente sus funciones de Comisarios
culturales de la Metrópolis
en nuestro país. Así, no faltan voceros que sin el menor pudor pretenden hacer
descender al antiguo pueblo canario de: españoles, wikingos, alemanes e incluso
ingleses, es decir, de cualquier procedencia menos de la que realmente
descendemos que es la mazigia-africana. Esta situación propugnada en pleno
siglo XXI, por el sistema imperante en la cultura canaria, no dejaría de ser
grotesca e incluso cómica, si no fuese por el apoyo con que cuentan en los
medios de comunicación social estos Comisarios culturales, quienes a base de
repetirse pretenden convertir en verdad la más burda de las mentiras.
Por ello, creemos oportuno incluir en este trabajo
unas breves reseñas sobre parte de la amplia historiografía publicada de
eminentes investigadores especializados en antropología, Lingüística y
Arqueología que se han ocupado del tema como: George Glass, Sabin Berthelot,
René Verneau, Juan Bethencort Alfonso, Fuste, Wölfel, Weninger, Rösing y Camps,
Fischer, Ilse Schwdetzky, Juan Álvarez Delgado, Rafael Muñoz Jiménez, Celso
Martín de Guzmán.
Rafael
González Antón, Francisco García-Talavera, entre otros.
Así como cronistas e historiadores tales como: Frai
Alonso de Espinosa, Antonio Cedeño, Tomás Marín de Cubas, Abreu Galindo,
Leonardo Torriani, José de Viera y Clavijo, René Berneau, Juan Benthecourt
Alfonso, Manuel de Ossuna y Saviñón, el Doctor Chil y Naranjo, Edmon Scory,
Agustín Millares Torres, Antonio Romeu
de Armas y Alejandro Ciuranescu, entre otros, para una mejor compresión por
parte los de lectores de los orígenes del pueblo guanche-mazigio de las Islas
Canarias.
Es indudable que nuestros
ancestros mazigios, cuando poblaron estas islas en sucesivas llegadas
migratorias y en diferentes épocas, transportaron consigo su cultura material,
costumbres, creencias, religión y ritos, dedicados a la Diosa-Madre, los
cuales mantuvieron durante un periodo de unos mil ochocientos años antes de la
llegada conquista y colonización de las islas por parte de los bárbaros
europeos de la baja edad media. Cuando éstos comenzaron su labor depredadora
por las diferentes islas, se encontraron con una cultura en la que los
conceptos de ética, moral y justicia tanto social como económica, era con mucho
superior a la barbarie europea que portaban aquellos aventureros y así lo
dejaron consignado en los escritos realizados por los cronistas de algunas de aquellas
nefastas expediciones, pero como convenía según las bárbaras costumbres
europeas de la época que los pueblos a depredar fuesen catalogados como
salvajes e idolatras, los esclavistas no dudaron en presentar al pueblo
mazigio-canario, como unos cavernícolas cubiertos de zaleas que cuidaban
rebaños de cabras, cochinos y ovejas, a los cuales se podían esclavizar
impunemente con el beneplácito del todo poderoso papado romano, en la época
dueño absoluto de reinos, haciendas y vidas, a quién incluso los imperios y
reinos más poderosos debían rendir tributos y vasallaje.
Así los piratas esclavistas
cautivaban a los pacíficos habitantes de las islas para su posterior venta en
los mercados esclavistas de Sevilla y Barcelona o Lisboa. Del producto de la
venta percibían los impuestos correspondientes tanto los Reyes de España como
la iglesia católica romana, la cual incluso participaba abiertamente en estas
empresas esclavistas.
Con el objeto
de que tengamos una visión aproximada de los primeros asentamientos de las
islas por pueblos mazigios (beréberes)
procedentes del noroeste de nuestro continente, así como desde Egipto, vamos a
seguir a algunos autores como hemos expuesto anteriormente. Para ello, vamos a
extractar o transcribir algunos pasajes de los más significados, pero antes,
veamos el planteamiento que sobre el estado de la cuestión arqueológica nos
planteaba el investigador Canario hace unos años, (sobre 1997) Celso Martín de Guzmán, la cual
lamentablemente continua vigente en nuestros días:
“De la revisión
de la arqueología insular o de las opiniones que de ellas derivan, la primera
sensación que se recibe es muy próxima a lo que, con toda justeza, Lévi-Straus
llamó la <<orgía de la discontinuidad>>. Esta primera
impresión que puede tornarse incomprensión, ante la multiplicidad del
Archipiélago, debe ser superada tras el esfuerzo por ordenar lo complejo y
complicado de la apariencia motivadora del caos.
El primer
paso, para salir del laberinto canario, ha de encaminarse, no a la renovada
lamentación sino a la obtención de las herramientas de discriminación y
penetración que posibiliten la explicación razonada (o racional) del complejo
de afuera y del complejo de adentro. Tras este logro, puramente fenoménico, la
opción epistemológica ha de propiciar el desvelamiento de los niveles
profundos, más allá incluso de la rutina metodológica capaz de consagrar
esquemas preestablecidos y de bloquear la investigación.
Transitar por
nuevos estadios sobre la base de un conocimiento profundo de los materiales
observados y descritos a nivel arqueográfico; superar la muralla de la
apariencia y detectar el núcleo de la realidad: he ahí nuestro empeño.(...)
Pero, la cuestión fundamental es:
¿Cuándo se iniciaron estas
inmigraciones? ¿Cuándo puso el hombre su pie en las islas? Para contestar a
esta cuestión cronológica he recurrido a argumentos tipológicos. A la vista de
los elementos arcaizantes de las culturas canarias (picos y concheros), Zeuner
no dudó, interpretando la paleofauna y paleoflora del ámbito residual macaronésico
(en gran parte terciaria), en postular un poblamiento temprano
postpaleolitico en torno al 10.000
a.d.n.e. Fecha tan remota no ha podido hasta el momento, ser
documentada por la arqueología. Sin embargo, de cualquier manera interesa
apreciar cuales son las cronologías obtenidas en la vecina costa norteafricana
para el neolítico de tradición capsience y el neolítico de tradición
sahariense. Los últimos estudios han evidenciado la presencia de un marco
cultural no sólo complejo en su conformación material, sino de una gran
profundidad temporal. En principio se
tuvo la impresión de que el neolítico en el Norte de África no era, en ningún
caso, anterior al IV milenio. Así parecían confirmarlo los datos obtenidos en
el Kiffen, Marruecos (2.342 B.C.) y Jattcha, Túnez (3050 B.C.), en Colunnata, Argelia (3900 B.C.)
Hassi Mouilah (3.320) e incluso los
abrigos rupestres del interior del Sahara, investigados por H. Lothe, en Tassili
N’ Ajjer, iban del 3.500 al 2.500. Ello venía a sustentar la tesis de neolítico
originado en el área nilótica que luego recorrería el Norte de África, con
posterioridad a la fecha matriz dada para El Fayum en 4.441 B.C.
Con los
descubrimientos de Mori en Acacus, un deposito de carbón fue fechado en 6.122
B.C., asociado, sin lugar a dudas, a una cerámica impresa de tipo
neolítico sudanés. Esta misma tradición tipológica y decorativa la vemos en la
isla de La Palma,
al igual que sus grabados rupestres, que se pretendieron del Bronce Atlántico
cuando los antecedentes podrían estar en esta tradición sudanesa que perdura
hasta tiempo muy reciente. En Delebo, una cerámica puntillada dio 5.230 B.C., y
en Quan Tabú la misma cerámica de tipo sudanés está confirmada desde el 5.095
B.C. Mucho más sensacional fue el hallazgo de una momia de un niño negroide al
pie de una representación de una barca (que evidencia el temprano
conocimiento de la navegación) en un paredón. La momia dio 3.945 B.C. En el
interior de Sahara, en el mismo Tassili, nuevos datos que remontan al 6.800
B.C., que denuncian la existencia de áreas lacustres en el corazón de lo que
hoy es el desierto. Estos datos han llevado a G. Camps a postular un
<<hogar neolítico>> anterior e independiente al del Valle del Nilo,
y que abría que situar en el interior del Sahara en un momento en que las
condiciones climáticas eran completamente distintas a las actuales. Esto pudo
generarse en el milenio VII”. (Celso Martín de Guzmán, 1977:11,ss.)
“...Una nueva
oscilación climática ocurrió hace aproximadamente 4.500 años, volviéndose a la aridez
(del Sahara), y es en esa época cuando tendríamos de nuevo una población
enfrente con posibilidades de cruzar el charco y presionada por lo rigores
climáticos (Petit-Maire y Dutour, 1987).
¿lo hicieron esta vez?. En mi opinión y en la de tantos otros: Cuscoy, Fusté,
Schwidetzky, etc., sí, ya que este pueblo poseedor de la cultura normalmente
conocida como neolítico de tradición
capsiense, con cierto grado de conocimiento que le permitiría hacerlo. Además,
ya están apareciendo datos que inducen a pensar en ello (Meco et al., 1995). En
cualquier caso, es este uno de los puntos que más controversia ha suscitado a
lo largo del tiempo y que, presumiblemente, seguirá dando que hablar.
Fue el último
milenio antes de nuestra Era, cuando un nuevo periodo húmedo permitió durante
siglos el poblamiento del Sahara Central, así como un nuevo avance de los
pueblos del África blanca hacia el Sur y Oeste. Es muy probable que por esas
fechas poblaciones del litoral sahariano ya hubiesen entrado en contacto con
algunas de las grandes culturas mediterráneas (egipcios, fenicios,
cartagineses, griegos, etruscos, romanos, etc.) y por lo tanto fueran
transportados o incentivados determinados contingentes humanos para su desplazamiento a las <<maravillosas
islas>> (Hespérides, Afortunadas, etc.), como les sucedió a las
poblaciones beréberes situadas más al Norte (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia).
Por lo dicho anteriormente, existen posibilidades de que los recién llegados se
encontraran con la sorpresa de que las islas, al menos las orientales, ya
estaban habitadas. En este caso, una hipótesis a considerar sería la
división étnica, seguramente tras
confrontaciones, en territorios separados, como sucedió en la isla de
Fuerteventura, (La Pared).
Más tarde sobrevino el que sería el definitivo periodo de aridez, con la
paulatina desertización de la región, salvo pequeñas oscilaciones como la
ocurrida hacia la mitad del primer milenio, o la llamada <<pequeña edad
glaciar>> (Siglos XIII al XIX)”. (Francisco García-Talavera Casañas,
1997: 57 y ss.)
Compartimos
el supuesto origen ario (por supuesto que sin connotaciones racistas) como
efecto Boomerang, que Buenaventura Bonnet da a una o varias de las
inmigraciones que desde el continente poblaron las islas, así como las rutas
seguidas por parte de muchos de los movimientos migratorios de los diversos
pueblos que como afirma éste y otros autores, se producían siempre de Oriente
hacía Occidente, rutas seguidas por pueblos que partiendo desde oriente y
especialmente desde Egipto y Libia poblaron el noroeste del continente y las
Islas Canarias.
BUENAVENTURA BONNET Y REVERÓN:
Buenaventura Bonnet, en su extenso y documentado trabajo publicado en varios
números de la Revista
de Historia, (Universidad de La
Laguna) nos expone su hipótesis sobre el poblamiento de las
islas, después de hacer un amplio recorrido en torno a los orígenes de algunas
de las primeras poblaciones protohistóricas de origen ario que poblaron el
noroeste de nuestro continente nos dice refiriéndose a una de las diversas oleadas
migratorias que partieron desde el continente hacia nuestras islas, empezaremos
por las arribadas a Fuerteventura y Lanzarote, así nos dice: “... Esto dicho,
sigamos estudiando el movimiento de estos hombres. Descendiendo por los valles
del Sus y del Draa hasta las orillas del Atlántico, continuando su avance por
la costa africana hasta el Cabo Juby actual, punto quizás, el más meridional de
sus exploraciones.
Desde las
costas occidentales del África los arios se lanzaron al mar, obedeciendo a su
fuerza expansiva, en busca de aventuras, o empujados por las guerras intestinas
sostenidas por la posesión de los ricos valles de la Mauritania.
Desde ese momento preparase la expedición para
reconocerlas y asentarse en las tierras recién descubiertas. Desde luego.
Nuestro conocimiento acerca de la forma y ocasión en que se verificó el
establecimiento de los arios en nuestro archipiélago, no lo podemos precisar,
pero en líneas generales podemos deducir que por los años 1.150 al 1.110 antes
de Jesucristo debió efectuarse.
Es indudable
que las tribus arias al penetrar en las Canarias encontraron en el
Archipiélago una población troglodita perteneciente a la raza Cro-Magnón
con la que tuvo que luchar, hasta que se
fusionaron en parte, o celebraron pactos respetando el territorio que ocupaban
y su mutua independencia.
De las tribus
que se arriesgaron a la empresa, la principal o directora del movimiento sería
la de los Mahu-haria que antes de ahora hemos nombrado. La expedición
partió de cabo Nun donde mueren las últimas estribaciones del Anti-Atlas y
desemboca en el Draa, puntos geográficos bien señalados para indicar una nueva
ruta a los pueblos emigrantes. Los invasores arribaron en las costas orientales
de Fuerteventura por algunos de sus puertos, tales como los de Las Lajas,
Tegurame o el de Tuineje.
Desde la
costa los arias se desparramaron por todo el país construyendo ciudades o
fortificaciones desde las que se defendieron no sólo de los habitantes de las
islas, sino también de las sucesivas oleadas de emigrantes que el África
arrojaba sobre ellos. La muralla que separaba a
Jandía del resto de la isla, tendría igual objeto que las
fortificaciones ya nombradas, o sea el defenderse de sus enemigos. Estas
construcciones estaban formadas de grandes piedras muy bien trabajadas,
perteneciendo al tipo ciclópeo o pelásgico análogo al usado en Micenas y Argos,
pregonando esto el origen ario de ambas.
De esta
muralla dice el P. Abreu Galindo en su Historia, libro 1º capítulo XI, página
33, edición de 1848, lo siguiente:
<<Estaba
dividida esta isla de Fuerteventura en dos reinos, uno desde donde está la
villa hasta Jandía, y la pared de ella; y el rey desta parte se llamó Ayoze, y
el otro desde la villa hasta Corralejo, y este se llamó y <<partía estos
dos señoríos una pared de piedra que va de mar a mar cuatro
leguas>>.
Del nombre de
la tribu Mahu-haría se derivó el de los Majoreros. Abreu Galindo escribe
Mahoreros; de suerte que la corrupción de esta palabra es evidente y su
origen y derivación sin genero de duda.
A la vez el
prefijo de la voz Mahu-haría, Mahu, tiene su origen en el vocablo Tamahu
o T’ mahu, con el cual los egipcios designaron algunos ramales pelásgicos
de ojos azules y cabellos rubios que invadieron el Delta, o que en general
significaba gentes del Norte porque dada la situación geográfica del Egipto y
la del Asia Menor, esos pueblos invasores llegaban del Septentrión.
De la unión
de ese apelativo con la raíz, formó el de Mahu-haria y por aspiración y
debilitación de vocales, el de majoreros actual, que demuestra su
filiación con los arios o pelasgos, llamados también pre-helénicos.
La proximidad
de Fuerteventura a la costa africana, nos induce a afirmar que las primeras
invasiones se efectuaron por esa isla. Robustece nuestra opinión, el siguiente
dístico o estribillo cantado a mediados del siglo XVII por sus habitantes,
según la respetable autoridad del escritor canario don Isaac Viera:
<<De
Tuineje a Berbería
se va y se viene en un
día>>.
Que claramente denota la cercanía de la costa
africana, visible desde Fuerteventura en los días que la atmósfera está
límpida, cosa que no ocurre desde Lanzarote.
Por consiguiente, debemos
aceptar que la invasión de esta isla se efectuó desde la de Fuerteventura
atravesando el estrecho de la
Bocaína que las separa unos 11 kilómetros, alcanzando tierra
por el sur de Lanzarote, en la punta de Matagorda o en la de Pechiguera.
La distancia entre ambas islas
se acorta por existir entre ellas un islote o peñón llamado isla de Lobos de
tres kilómetros y medio de extensión, que toma su nombre de los muchos lobos
marinos en otra época salían a la orilla a gozar del sol, de cuyas pieles se
confeccionaban cintas para curar ciertas enfermedades; también este islote nido
de refugio de piratas.
El paso se facilitaba de una isla a otra mediante el
peñón ya indicado, si bien no negamos que también llegaron directamente de
África tribus arias, pero la afirmación de Abreu Galindo, al decir: <<Los
naturales destas dos islas Lanzarote y Fuerteventura se llaman Mahoreros...>>
(libro 1º, capítulo IX, página 29) confirma nuestro aserto de que los Mahus-harias
poblaron ambas islas.” (Buenaventura Bonnet, 1924: 99-104)
“El gráfico adjunto representa la parte noroeste de
África, región desde la cual se verificó la emigración de los arios o
pre-helénicos, mezclados en parte con grupos de proto-semitas, hacia las Islas
Canarias, confirmándose de esta suerte una ley constante de la humanidad, a
saber: que las emigraciones siempre se han efectuado de Oriente a Occidente.
También en el
gráfico se señala la Argelia,
última región en donde las tribus ya nombradas permanecieron unidas antes de la
dispersión, entrando después en los valles de la Mauritania en partidas
que marchaban por los pasillos que iban ensanchándose hasta el Atlántico, al
norte y sur del Alto-Atlas. Desde esta última región, o sea la Mauritania, las tribus
arias, divididas en distintos ramales, aportaron a las Canarias en oleadas
sucesivas.”
“Instalados los mahu-arias en
las islas de Fuerteventura y Lanzarote, ellos vivieron con sus rencillas y
guerras, sin que emprendieran nuevas expediciones por el Archipiélago. La
llegada de nuevas tribus invasoras y el debilitamiento ocasionado por internas
discordias, impidieron su expansión. De la costa africana partieron otros
grupos o tribus que cayeron sobre las Canarias, saliendo del cabo Juby en vez
de efectuarlo por el de Non, punto aquel, el más meridional a que llegaron los
arias en sus correrías.
Esas tribus eran las de los Chahun harias, las
cuales Plinio describe como sigue, hablando del Atlas: <<Los que habitan
los más cercanos montes llenos de elefantes y fieras y de todo género de
serpientes, se llaman Canarios, porque el sustento de los perros es el
mismo que el suyo y comparten con ellos las carnes de la fieras.>> Aún
cuando no opinemos de igual modo que el escritor latino acerca de la existencia
en el Atlas de esos hombres es de gran valor para nosotros.
Desde aquellos montes, los Chahun-harias o Kahun-harias
se fueron acercando a las costas de la Mauritania, hecho que acredita el geógrafo
Ptolomeo al afirmar que existe en África un cabo llamado Chahun-haria
extrema, o sea la última Canaria, cabo que corresponde exactamente
con el actual Juby, que debe su nuevo nombre al rey Juba; siendo este punto el
más meridional de las excursiones arias, según hemos indicado, y confirma
Plinio, al decir en el mismo capítulo citado: <<Es cierto está junto a
estos (los Canarios), la gente de los etíopes que llaman Perorsos ...>>,
las denominaciones Mahu-haría y Chahun-haría, designarían
agrupaciones de tribus clasificadas por las posiciones geográficas que tenían
en el territorio africano.
Sabemos que el prefijo Mahu o T’ mahu de
la voz Mahu-haria según los egipcios, significaba gente del Norte, en
tanto que la voz Chahun-haria contiene así mismo un prefijo Cha o
Ka que asimismo significa, lo más inferior, lo extremo, denominación que
en el caso que estudiamos expresa claramente del Sur o Meridional, como
efectivamente los Chahun-harías con respecto a los Mahu-harias.
El P. Abreu Galindo, con un fino espíritu de
observación, saca la consecuencia de lo expuesto por nosotros, como puede verse
en el capítulo primero de su libro segundo, página 87, que dice así: <<En
las faldas del monte Atlas, en África, hay unos pueblos que llaman los
naturales de aquella región Canarios, y podría ser que el primero que
descubrió esta isla (Canaria) fuese de aquellos pueblos, y a contemplación de
su tierra la llamase Canaria, como al presente en nuestros días lo han hecho
los descubridores y pobladores de las partes de las Indias...>>”
“...Desde el sur de Fuerteventura, los Chahun-harias
aportaron a la isla de Gran Canaria invadiéndola por la parte oriental y por el
sur. La ruta que hemos indicado es la más natural, porque sabido es que desde la
costa africana se ve en días claros la parte sur de la isla de Fuerteventura,
así como desde el punto extremo de Jandía se distinguen las costas de Gran
Canaria, y desde esta última isla aquélla península, como afirma el doctor Chil
en sus Estudios, diciendo así: <<Por el año de 1847, encontrándome
en Telde, recuerdo haber visto la isla de Fuerteventura, tan inmediata al
parecer a Canaria, que aún observando atentamente la distancia creeríase
poderse atravesar el largo espacio que las separa en un bote, en menos de una
hora... >> Indudablemente los Chahun-harias serían tribus de gran poder y
muy numerosas, pero nunca de tanta importancia como para dar nombre a todo el
Archipiélago, según estiman algunos escritores. Opinamos que el haber bautizado
a estas islas con el nombre de Canarias no tuvo otro origen sino el mismo por
el cual se apellidó América al continente descubierto por Cristóbal Colón.
Algún geógrafo, al conocer el nombre de esa isla lo aplicó en el mapa o
portulano que dibujara a todo el Archipiélago y la costumbre lo sancionó.”
(Buenaventura Bonnet, 1925:137).
Como
dato científico importante veamos estos dos grabados rupestres que representan a jinetes y caballos, el de arriba está
localizado en un yacimiento en el Lomo de Los
Letreros en el Barranco de Balos, Agüimes, Gran Canaria, el que esta a continuación de estas líneas corresponde a un
yacimiento de grabados rupestres localizado
en Khor Madik, Alta Nubia egipcia, signado como K.M. 15. Y datado en el año 3800 antes de la era occidental actual, es
decir, mil ochocientos años antes de la era cristiana. Esta claro
que si bien los canarii no disponían de caballos en los momentos de la invasión y ocupación
castellana, si que conservaban memoria de los mismos.
En un estudio más reciente, el Ilustre Catedrático de
Estudios Árabes e Islámicos, de la Universidad de La Laguna, y Doctor en
Filología Semítica por la
Complutense de Madrid, D. Rafael Muñoz Jiménez, cuyo
fallecimiento supuso una gravísima pérdida para la cultura Canaria y Universal,
en su libro “ La
Piedra Zanata y el mundo mágico de los Guanches,” obra
que sería la última que publicara en vida, nos expone su documentada y acertada
visión sobre la formación de los pueblos proto-bereberes o mazigios.
Refiriéndose a los Canarii nos dice: “Plinio, Historia Naturalis V 115
Desanges,112; Rachet,50.
En la época de la expedición de
Suetonio Paulinus se encuentran al otro lado del Atlas marroquí. Después se
habrían instalado en las pendientes meridionales del alto Atlas marroquí.
Hay una denominación que parece común para los que
habitan esa franja del continente africano. Los makai, los maclies
y los maxies y después los mazigies parecen ser grupos de un
mismo pueblo: el protobereber. Inclusive se puede llegar a decir que esos
vocablos registran pronunciaciones locales de una misma palabra, cuyo sonido k
se permuta con j, z y h, con arreglo al fenómeno estudiado
por Prasse. Según esta ley la palabra temehu sería una variante de las
anteriores, a la que se le añade el prefijo beréber t. La palabra maxyes
daría lugar a la voz canaria prehispánica magos, mahos, a la
beréber amazig, amahak y a la árabe mayis y mayus .
LOS GUANCHES: “Según
afirman los geógrafos Vidal de la
Blanche y C. de Almeida, así como el historiador César Cantú
en su <<Historia Universal>>, veinte leguas al sur del cabo
Tenez, en Argelia, al norte de Orleansville, existe una cadena de montañas
llamada Gebel Guanxeris o Guancheris; del nombre de esas montañas
tomaron nombre las tribus que viven sus alrededores, cuya analogía con la voz
guanche que designaba al habitante de Tenerife y al de La Palma es evidente.
Analizando las voces Gebel-Guan-xeris, tendremos que Gebel
significa <<monte>>; guan, en el lenguaje de aquellos
aborígenes quería decir <<hombre>>, palabra que entraba en la
composición de otras, así guan-arteme, estaba formada de Guan y Artemi
o sea <<hombre descendiente de Artemi Semidán>>, <<hijo de
Artemi>>; y también guan-oth, compuesto de guan, <<hombre>>,
y oth, <<el que ampara>>, era <<el hombre que
amparaba>>, y lo mismo sucedía en las localidades guan-tecira y el
pueblo de la guan cha que existe en esta isla, como recuerdo de la raza
vencida. La terminación Cha, significa lugar; por eso Chasna
significa <<las bandas del sur>>.
Nos resta estudiar el subfijo xeris, cheris o
seris. La voz egipcia shaíf o sheíf, expresaba la tierra del
lago cerca de Moeris, donde residieron antes de que los griegos fundaran
crocodripolis, tribus arias en tiempos de Ranses 3º, como ya hemos probado.
Luego, el
verdadero nombre sería: Gebel Guan-sheít y su traducción <<monte de los
hombres de la tierra del lago>>. Los guanches que residieron en Egipto en
tiempos anteriores al año 1300 antes de Jesucristo pasaron luego a Argelia,
bautizando las montañas donde vivieron con la denominación ya indicada,
emigrando más tarde parte de esa población a las Canarias.
Sabido es que en berbería las montañas toman en general
su nombre de las tribus que las pueblan, y esta costumbre nos ha facilitado de
esos ramales arios. El monte Wan-nasch reese (el Guanseris de
Samson y el Gauser de Duval), está a ocho leguas al S.E. de Sinab,
sirviendo de guía y dirección a los marinos, elevándose mucho por encima de las
montañas del país. Véanse Suis y Schaw. Los geógrafos antiguos y los escritores
posteriores al siglo XV, hablan de los Guanxeris. Edrisi los llama Wanschrys,
incluyendo entre esas tribus a los Haouarythe habitantes de la isla de La Palma.
Del espíritu guerrero de los Guanches da fe León
Africano, cuando dice: <<Las tribus que habitan esta alta montaña
(Guanxeris), han sostenido la guerra contra el rey de Tlemencen durante más de
sesenta años... Cuentan con 20.000 peones y 2.500 soldados de a
caballo.>> Luis de Mármol cita también a los Guanxeris como una
población del desierto de Zuenziga, si bien reduce el número de sus
combatientes. Por último, en su común hablar según Abreu Galindo, los guanches
llamaban a la isla de Tenerife, Chineche. De la unión de esta voz con el
prefijo guan, resulta Guan-chineche, que vendría a ser
<<hombre de la tierra>>, etimología que nos parece demasiado
artificiosa, tanto más cuanto que este historiador, como los que le siguieron,
desconocían por completo la filología y los descubrimientos efectuados hace
poco de etnografía. Otros se inclinan a afirmar que de guan y de Chinerfe
nació la palabra Guanche, pero esto es tan artificioso como lo
anterior.” (Buenaventura Bonnet. 1925: 137-139)
RAFAEL MUÑOZ JIMÉNEZ: Sobre el tema que nos ocupa, insertamos algunos
pasajes del estudio que sobre el mismo realizó D. Rafael Muñoz, en el libro
citado y del cual extraemos lo siguiente: “...Restitución. En esta etapa
no trato ya de las variantes de cada vocablo en el contexto de quienes los
citaban in actu exercito, sino de los investigadores posteriores que in actu
reflexo han tratado la cuestión lingüística y antropológicamente. Para esta
etapa acudimos a la lengua beréber y, en su caso, a otros hechos lingüísticos.
Porque para sostener una tesis hay que partir de hipótesis. Y esta hipótesis
que es una “débil” afirmación sobre algo, se convierte en una tesis verdadera
en una afirmación rotunda, cuando se van atando los cabos y viendo que las cosas acaban teniendo sentido. La
hipótesis del carácter beréber de los canarios prehispánicos ha sido sostenido
casi siempre. Y digo “casi siempre” porque no todos lo han visto así.
Aquí no hablamos si antes de la oleada berérber hacia
las islas hubo otros pueblos que habitaron el Archipiélago, pues el punto desde
el que miro es el lexicográfico. Ni siquiera si hubo colonias de otros pueblos,
como parece deducirse de lo que hemos dicho en el Capítulo 2 (pp. 25-41); Es
precisamente, el léxico que ha llegado hasta nosotros el que nos habla de una
presencia beréber. Y por eso digo que lo que en un comienzo latía en mi mente
como una hipótesis se ha convertido en certeza: el pueblo prehispánico es
beréber.
Continua en la pagina siguiente.
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