Eduardo
Pedro García Rodríguez
1579. La prohibición de saltar en Berbería se mantuvo,
hasta que desaparecido D. Sebastián en Alcazarquivir, el rey español Felipe II
tuvo la corona de Portugal en la mano. En atención a los criollos canarios,
pero sobre todo a sus rentas, el 27 de enero de 1579 permitió a los de Gran
Canaria, sacar las dos armadas anuales de costumbre, para capturar azanegues y
alárabes. No podrían hacerlo en la conquista de Portugal, ni en la costa de
Hamete, pero si de "San Bartolomé abaxo", por ser los naturales
"contrarios" al Xarife". Propietarios los alárabes de muchos
"esclavos negros", tantos que "demás de los que se les pueden
tomar, dan otros por sus rescates", ofrecían la comodidad de vivir
desperdigados por los campos, alimentándose de la leche de un ganado, que
apacentaban en prados costeros, facilitando su captura. "Gente
desarmada" y sin barcos, que no sabían "defenderse ni tener con
que", "ir a entrar" en Berbería, para capturarles, no implicaba riesgo
ni "escándalo". (L. Alv. Toledo)
1579 Enero 27.
En
1579 el rey de España Felipe II volvió a autorizar las cabalgadas en Berbería
por Real cédula, pero limitándola en cuanto al número, pues sólo podían
llevarse a cabo dos entradas al año, y en cuanto al espacio geográfico, ya que
habían de verificarse desde San Bartolomé abajo, en territorio que no era de la
soberanía de Xarife ni poblado por sus vaallos.
Con
esta autorización parece estar relacionado el concierto que hizo, en 1581, en
la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, doña María de la O Múxica y Berrera
(viuda del señor de la isla de Fuerteventura Gonzalo Arias de Saavedra Cabrera)
con el gobernador don Martín de Benavides para hacer entrada en África,
llevando 150 hombres de armas en los buques que fueran necesarios y confiando
la expedición a los cuidados de su hijo don Gonzalo.
Estipulaban
en el documento, que al efecto se redactó y firmó, que la flotilla había de
estar preparada para hacerse a la vela en el mes de junio de 1582, trasladándose
desde el puerto de las Isletas a los de Fuerteventura, que se hallasen más
cercanos a las costas de Berbería. Las presas que en las correrías se hiciesen, "ansi moros e moras como otras
cualesquier cosas, ansi ganados e alimañas, como oro, plata, ámbar, alcatifes e
otras cosas que se ovieren e tomaren", habían de conducirse a Las Palmas, en cuya ciudad se haría la
conveniente división y entrega.
La
causa primordial que movía todas estas incursiones y entradas era el comercio
de esclavos para el trabajo de los ingenios azucareros y otras faena
industriales y agrícolas, pues los negros procedentes de Guinea alcanzaban tal
alto precio en las Canarias que su adquisición se hacía difícil para los
labradores y terratenientes criollos.
El
resultado de la proyectada expedición de 1582, como los de otras posteriores
que pudieran llevarse acabo, lo ignoramos por completo. (En: A. Rumeu de Armas,
1991)
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