martes, 18 de junio de 2013

EL BARRANCO DE HERQUES



Un autor enamorado de los músculos de su personaje, un cuento insulso


(Cuento guanche)
ROMUALDO GARCIA DE PAREDES Y MANDIILLO
Edición, trascripción y reseña biográfica:
Octavio Rodríguez Delgado
blog.octaviordelgado.es
(1919) 2012

CUENTO DEL DOMINGO

El barranco de Herques

Con todo respeto a mi madre.
por ROMUALDO GARCIA DE PAREDES

Vacod, era un guanche afortunado en amores y en amores, tan fornido y hermoso como enamorado. Sus cabellos negros y sedosos caían preciosamente rizados sobre sus espaldas robustas y atléticas. Sus desnudos brazos ostentaban potentes músculos como demostración exacta de una fuerza temible. El tipo guanchinesco era el terror de los hombres y la admiración de todas las mujeres de Nivaria. Blancas pieles de oveja cubrían su admirable figura y los adornos mas vistosos se prendían de su salvaje indumentaria; los collares de barro curtido culebreaban alrededor de su cuello y las pulseras se arrollaban, en espiral de piedrecitas, por sus brazos hercúleos.

Vacod no trabajaba nunca, jamás se le vio doblar su cuerpo para sembrar una sola semilla, nunca se molestaba en encender fuego para hacerse su comida, ni corría tras de un animal salvaje para después devorarlo, ni cazaba un solo pajarillo que le sirviera de alimento. Cuando sentía hambre penetraba en la cueva habitación de otro hombre obligándole a proporcionarle todo lo que era menester para satisfacción de su necesidad; todos sus antojos le fueron satisfechos por sus semejantes, que temerosos de las iras de aquel se humillaban y se privaban de lo más preciso, para dárselo a Bacod.

Vacod no respetaba nada, odiaba a los demás hombres y despreciaba a la mujer a quien solamente adoraba unos instantes; aquellos instantes brutales y egoístas en que solamente su ilusión era la materia, cuando loco de animalidad deseaba un amor de fiera.

Las bellas princesitas, huían de su persona aterradas de que sus ojos pudieran mirarlas con amor y su imaginación concibiera pretensiones infames. La figura del Don Juan guanchinesco se paseaba triunfadora por toda la Isla, surgiendo como una maldición en los lugares más lejanos.

En los sueños de las isleñas aparecen siempre los ojos negros de Vacod, que inspirados por su alma, mas negra que sus ojos, las miraban mostrándoles sus desesperantes ambiciones, y dormidas contemplaban su boca que como una sangrienta herida de Satan, se alargaba expresando una sonrisa cruel y precursora de una nueva aventura.

En los momentos en que el hermoso monstruo, satisfecho de todo, nada pretendía, era su diversión favorita acercarse al borde del barranco más grande que encontrara y precipitar en su abismo las piedras más enormes. Sus manos se asían, como garras de fiera, a un trozo de roca y alzándolo en el aire lo lanzaba con ímpetu asombroso, todo lo mas lejos que sus fuerzas le permitían. Luego esperaba ensimismado unos instantes y dibujanse el regocijo brutal en su rostro cuando la piedra llegaba al fondo del barranco produciendo un ruido sordo, que prolongado por el eco, resonaba como un rugido dado por una fiera rabiosa. Después arrojaba otra piedra y así permaneció largo rato abstraído por su extraño sport, contemplándose a cada intervalo de tiempo que transcurrió, de despedir una piedra a otra, los músculos potentes de sus brazos perfectos. Al fin rendido da cansancio vagaba por el campo imaginando locas aventuras.

Vacod se ha enamorado de la bella Tanurse de una princesita de cabellos rubios que aun no sabe de amor, de una sencilla nivariense por cuya imaginación aun no ha pasado la idea más insignificante de enamoramiento.

Tanurse va caminando alegre por entre los árboles llevando un lindo pájaro que acaricia entre sus manos y que, como si la avecilla la oyese, le ofrece la libertad cuando llegue a su cueva. El ave, canta como si la promesa le proporcionara un pesar, parece como decirle: No, no me sueltes, me regocijarse al vivir siempre al lado da una mujer tan bonita y tan buena como tanurse. Pero Tanurse no sabe traducir aquel trino y le sigue consolando con la redención.

Al doblar un recodo del camino sus ojos acertaron a ver a un guapo mozo, de mirada diabólica, pero hermosa, de sonrisa satánica aunque dulce.

El corazón sencillo de Tanurse no concibió la crueldad de aquellos ojos.

Por la imaginación de la infeliz doncella, paso en ese momento la primera ráfaga de cariño.

El pájaro, trinaba entonces desesperado por escapar, sus alas comenzaron a moverse con ímpetu, y sus patitas se afianzaban en la palma de la mano de Tamurse con ansias enormes de volar. La avecilla no quería permanecer por mas tiempo aprisionada por aquella damisela a la que ya se acercaba el amor. Pobre princesa tan bonita y buena!

Tanurse y Vacod contemplan, alongados, el precipicio infernal del barranco de Herques, del barranco del Diablo, al espantoso descenso del terreno, casi vertical, lleno de afiladas puntas de piedra viva, y como si estuviera cortado por el pico maquiavélico de algún genio del mal.

Vacod, miraba entusiasmado gozándose en el horrible peligro, en la fealdad del espectáculo. Tanurse se horrorizaba ante aquel averno que parecía tener sed de devorarlo todo, que parece tener una fuerza extraordinaria que todo lo atrae hacia si. Tanurse asió fuertemente a los brazos de Vacod, temerosa de que algo embrujado la empujase a la muerte.

Vacod, dispuesto a enloquecer a su enamorada mujercita, con su hercúlea fuerza le dijo loco de entusiasmo, de salvaje regocijo.

Mira Tanurse ya veras que cosa mas hermosa, fíjate… fíjate... Y tomando en sus manos un enorme pedrusco, lo alzo en el aire con inconcebible agilidad, los músculos de sus brazos flexionaron bárbaramente, sus biceps se extendieron  se repletaban de poder; ya arriba la piedra, la hizo descender hasta apoyarla en su abultado pecho, giro el cuerpo y como catapulta humana despidió al abismo la piedra con bárbara violencia, con enorme vigorosidad.

Escucha Tanuse no hagas ruido, ya veras que precioso.

Y acto seguido se sintió el rugido que produjo la piedra al deshacerse sobre el fondo del barranco, se escucho una detonación sorda, un campanazo extraño, un rugido diabólico, que el eco repetía sucesivamente hasta desvanecerlo por entre las cavernas y covachos del Barranco de Herques.

Tanurse temblaba de pavor, le suplicaba que no lo hiciera mas, que no quería oír aquel rugido, pero Vacod, loco de entusiasmo, en el paroxismo de la brutalidad, no escuchaba las suplicas de la delicada guanchinesa, y tomaba, cada vez mas deprisa, una piedra y otra, arrojándolas sucesivamente. Tanuuse de súbito se abalanzo al monstruo y rodeándole la cintura con sus brazos le rogó una vez más que no siguiera. Vacod la desprendió de su lado, despiadadamente, tirándola al suelo. La princesita encantadora sintió odio por aquel ser, y herido su honor por tal desprecio, huyó espantada… y cuando corrió dolorida y sangrando fue inspirada por Satan, dueño de aquel barranco, bulle en su imaginación la idea de la venganza, germina en su espíritu un sangriento proyecto. Detubose un solo instante volviendo enseguida a correr en dirección a donde se hallaba Vacod ensimismado en su extraño sport…

...Y en el preciso momento en que los brazos del guanche se extendían para despedir una piedra enorme, cerca del borde del barranco, llega Tanurse y sintiendo un desprecio horrible por el forzudo amante, ahíta de odio, le empuja por la espalda precipitándolo, al barranco con la piedra entre sus garras, por el abismo horrible…

…El rugido de la fiera fue ahora mas intenso, el eco pareció una carcajada. La princesita cayo al suelo herida de muerte. Aquel día finalizo el tirano y aun dicen que cuando una piedra es lanzada al barranco de Herques y en el momento de chocar con el piso de aquel, se oye una risotada. El Diablo aun recuerda gozoso aquel dia en que devoro valiendose del amor de una pobre guanchinesa, el cuerpo poderoso de Vacod.



1 Gaceta de Tenerife. Diario católico de información. Domingo 16 de marzo de 1919,
pa. 1.


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