Eduardo Pedro García Rodríguez
Generalmente las conquistas de unos pueblos por otros suelen ir precedidas de avanzadillas religiosas que actúan como puntas de lanzas. En el caso de Güímar, las puntas de lanzas estuvieron en manos del cristianismo, esta confección religiosa había puesto sus miras en el Archipiélago canario desde
tiempos remotos. La Santa
Sede erguida en árbitro de los pueblos y secundada por las
turbas fanáticas cristianas europeas,
decide expoliar y esclavizar las Islas Canarias. Para ello, y fuera de toda ley natural, comenzó
regalando el País con la misma
facilidad con que se concedía una indulgencia. El Papa Clemente VI, erige en reino a las Islas Canarias, y concede los derechos de conquista de las mismas al Almirante francés Luís de la
Cerda, con el título de “Príncipe de la Fortuna” en 1344.
En la isla de Mallorca, (España) se crea una Cofradía con el fin de
recabar fondos con que enviar un grupo de misioneros a
evangelizar las Islas, entre ellos se contaban los mercaderes (traficantes de esclavos) Juan Doria y Jaime Segarra, (1351) con el beneplácito del Papa Clemente VI. “Los misioneros” contaban con la
valiosa colaboración de doce neófitos indígenas
guanches que habían sido victimas de los esclavistas en anteriores razzias de éstos piratas. El instaurador del “Reino de la Fortuna” Clemente VI, erigió las Islas del Atlántico en Diócesis misional por medio de la bula Coelistis rex regum. (1351) preocupándose por su auge los pontífices
Inocencio VI, y Urbano V. La
Diócesis se erigió en
Telde, Tamarant (Gran Canaria), perviviendo por espacio de medio siglo. Se conocen hasta cuatro Obispos,
Bernardo, 1351; Bartolomé 1361;
Tarín 1369 y Jaime Olzina 1392. A
partir de 1404, Benedicto XIII por la bula Apostolatus
qfficium, elevó las operaciones de la conquista de las Islas Canarias, al rango de cruzada, pero esto no evitó que las Islas continuasen siendo asaltadas por los depredadores y esclavistas europeos.
La Diócesis de del Rubicán
(Lanzarote) se estableció en 1404, y el
primer convento minorista en 1414. La
mayor parte de los guanches de las Islas Orientales estaban supuestamente cristianizados hacía 1423, Titoreygatra
(Lanzarote, y Erbania Fuerteventura) sometidos a la jurisdicción del provincial
de Castilla, quien debía confirmar a
los vicarios después de ser electos
misioneros. El Pontífice Benedicto XIII da testimonio de ello por medio de la bula Ulitis celesti agricole, 20 de noviembre de 1424.
A pesar de los esfuerzos por cristianizar a las Islas, estos se veían obstaculizados por la pervivencia de la esclavitud de los infieles, (importante fuente de ingresos económicos) defendida por un grupo compacto de doctrinarios entre los que figuraban Egídio Romano y Enrique de Sousa, y combatida por una minoría de penetrantes teólogos al frente de los
cuales estaban Inocencio IV, Santo Tomás y Agustín de Ancona. La curia pontificia adopta en 1434 una postura intermedia que, para el momento supuso un decidido progreso.
El cambio anterior se operó debido a los informes enviados a la corte pontificia sobre la verdadera situación de los guanches, con el apoyo del Obispo del Rubicón (Lanzarote) Fernando Cálvetos, y por testimonio directo del misionero fray Juan de Baeza, minorista, y un lego Guanche, Juan Alfonso Idubaren. Eugenio IV, proclamó la libertad de los Canarios, pero la historia nos muestra que tal libertad no fue respetada en absoluto por los mercenarios esclavistas europeos, a pesar de la bula Regimini gregis expedida contra los piratas cristianos el 29 de septiembre 1434. El primer establecimiento firme de los frailes en la isla de Chinech (Tenerife), tubo lugar en el Valle de Güímar, más concretamente en Candelaria en los alrededores de la Punta de los Guanches. El ministro general de la orden franciscana fray Jaime de Zarsuela (elegido el 20 de mayo de 1458) impulsó el eremitario de Tenerife, el cual debía estar sometido a directa jurisdicción. El principal misionero fue fray
Alonso de Solanos, quien había conseguido medio catequizar
a un buen número de guanches güimareros. Se sabe
por expresa declaración pontificia que el núcleo misionero
en el Valle de Güímar lo componían tres frayles, y hasta
es dable identificar a otro, fray Masedo. Acaso fuese el tercero fray Diego de Balmanua. De los tres hay constancia de que vivieron entre los guanches y que predicaban en la lengua de
nuestros antepasados, (bula decet apostolicen sedem (1462). Bullarium, tomo U, núm. 798, página 512). El segundo personaje interérasado en mantener el
ermitaño de Güímar fue el Obispo del
Rubicón Diego López de Illescas. Éste
patrocinio se extendió a fray Alfonso de Solanos, como cabeza visible del núcleo güimarero. Dicho prelado se erigió en defensor del misionero contra
las tropelías del vicario de
Canarias fray Rodrigo de Utrera, acudiendo con sus quejas en 1461 ante
la propia corte pontificia. Se conocen estos
incidentes por la bula Decet apostolicam sedem, 1462, del Papa Pío II. Para que
la nueva comunidad tuviese los recursos económicos
necesarios, Pío II, por la bula Pastor bunus (7 de octubre
de 1462) concedió una amplia indulgencia en beneficio
de los cooperadores en la conquista de las Islas, al tiempo
que fulminaba de nuevo con la excomunión contra los cristianos
piratas esclavistas europeos que asaltase y vendiese a los
guanches como esclavos, si no les restituían inmediatamente
la libertad, lo que una vez más, quedó en aguas
de borraja.
Una bula posterior del Papa Paulo II, la Docet romanorum pontlficen (1465) nos informa de manera
indirecta de que por esta data fray Alfonso de
Bolaños ejercía autoridad como vicario sobre Guinea Islas del
Atlántico y algunas de las Canarias.
En 1465 Diego García de Herrera, verdugo y señor de las Islas Canarias sometidas, en carta dirigida al Papa Paulo II, expone
sus quejas sobre el comportamiento de Bolaños, ya que según Herrera...fray
Alonso de Bolaños abusaba de sus privilegios, proponiendo
sustituirle por fray Diego de Balmanua, misionero
que conocía la lengua de los isleños...y que naturalmente,
era afecto a su persona A esta etapa de penetración
cristiana en la isla Chinech (Tenerife),
aluden con reiteración los testigos de la famosa
información de Cabitos. (1477) El propio señor y verdugo de Canarias, Diego García de Herrera, confiesa, por pluma de su procurador, que: “el Obispo de las dichas Islas ha estado en las Islas e sus clérigos; e en la dicha isla de Tenerife han entrado
azas veces frayles e tienen su iglesia e hay en ella asaz
gente bautizada”.
La iglesia a que hace referencia Diego García de Herrera, es la cueva de Achbinico o de San Blas, que después de la conquista albergó la primera parroquia del Valle de Güimar, extremo éste que está ampliamente recogido en los protocolos de Sanche de Urtarte.
En alguna ocasión también la cueva había servido
de posada al conde de la Gomera.
Al igual que Pío II, Sixto IV se
apresuró a expedir la bula Pastori aeterni, 29 de junio de 1472. El pontífice minorista se
declara entusiasta y ardoroso campeón de la conversión y sometimiento de los indígenas guanches y sus hermanos continentales, depositando toda su confianza en fray Alfonso de
Bolaños para el desempeño de la misión. Con este objeto erigía la nunciatura de
Guinea siendo designado nuncio y comisario el mencionado
frayle quedando bajo su dependencia espiritual la isla Chinech (Tenerife), los territorios de África y Guinea, con lo que tenemos que la isla Chinech (Tenerife), contó con nunciatura siglos antes de contar con obispado.
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