1967.
Fallece El pintor canario Juan Davó
Rodríguez
El pintor Juan Davó nació el 27 de enero
del año 1897, en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Su padre era de
procedencia alicantina –había nacido en Crevillente– y el origen de su madre
era netamente canario, aunque dándose la circunstancia de que había nacido en
Santo Domingo (República Dominicana).
Fue el más pequeño dentro de una familia
compuesta además por otros tres hermanos: Emilio, Carmen y Mª Isabel. Su padre
era comerciante, poseía un almacén y una fábrica de fideos. Cuando contaba con
diez años de edad su madre enviudó, y la economía familiar se vio seriamente
resentida debido a la expropiación de los pocos negocios que tenían. Desde muy
pequeño le gustaba ir por la Litografía Romero , siendo allí donde se despertó
su temprana vocación artística. Allí adquirió sus primeras nociones. Con sólo
12 años de edad recopilaba trozos de madera donde realizaba sencillas
composiciones al óleo.
Se formó como pintor en la Escuela de Artes y Oficios
de Santa Cruz de Tenerife, siendo maestros suyos D. Gumersindo Robayna Laso y
D. Ángel Romero Mateos, dueño éste de la empresa litográfica donde trabajaría
el pintor más de la mitad de su vida. Este último le corregirá no sólo en el
dibujo, sino también en la aplicación de la luz (no olvidemos que fue discípulo
directo de Joaquín Sorolla). Ambos desarrollaron una temática similar, no por
pura casualidad, sino porque los dos se vieron inmersos en el costumbrismo,
corriente artística que se desarrollo a mediados de siglo.
Desde muy joven participó en exposiciones y
certámenes, realizando su primera exposición en 1916. Debido a que, en aquel
entonces, el ambiente artístico que había en el archipiélago no era todo lo
alentador que hubiese sido de desear, unos años después, hacia 1920, decidió
marchar a Madrid. Una vez allí, combinó un estilo de vida bohemia, gustando de
recorrer los cafés, con su deseo de ampliar conocimientos. Trabajó como
discípulo del pintor Hipólito Hidalgo Caviedes, y prosiguió con sus estudios en
la Real Academia
de San Fernando. Allí conoció al pintor Ignacio Zuloaga, del que tomó su
preocupación por las tonalidades grises. Un ejemplo de ello podemos observarlo
en su óleo Viejo fumador, obra de gran suavidad cromática en tonalidades
grises, propiedad del Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de
Tenerife.
De vuelta a Tenerife expone, con cierto
éxito, en un género que nunca dejará de cultivar: el retrato. Ya en 1924, con
el lienzo titulado Mi madre, había obtenido el primer premio en una exposición
celebrada en el Puerto de la
Cruz. Realizará varios retratos tanto de su esposa, como de
su hija.
Practicará dos tipos: el
retrato-retrato, casi siempre por encargo, y el retrato-obra, en el que el
personaje se subordina por completo a la técnica escogida. Los primeros son de
cuidada factura, moderados en cuanto al cromatismo se refiere y de pincelada
minuciosa. En los segundos, en los que el personaje conserva el anonimato, los
brochazos se acusan, el empaste se agudiza y el resultado denota una gran
libertad en la ejecución.
En 1926 contrae matrimonio con Mª de la Natividad Ramallo ,
con la que tendrá tres hijos: Juan, Concepción y Óscar. Y es por esta misma
fecha cuando entra a trabajar en la Litografía Romero ,
donde se ocupará de la sección de dibujo con el cargo de director artístico. La
necesidad de alternar su trabajo diario con la práctica de la pintura será una
constante a lo largo de toda su vida. Su trabajo diario en la Litografía Romero ,
sobre todo en labores publicitarias, para las cuales poseía cualidades
indiscutibles –como por ejemplo su aptitud para dibujar–, influiría también en
su obra pictórica, ampliando su paleta y obligándole a buscar colores
luminosos.
Davó fue colaborador de diversas
publicaciones, entre ellas las revistas de carácter literario y artístico
Castalia (1917) y Hespérides (1927). Para ellas efectuaba los dibujos que
servían como ilustración a los poemas y artículos. Si Davó dominaba el dibujo,
también hay que señalar que tenía una predisposición innata para el mismo.
Utilizaba, fundamentalmente, el lápiz y la pluma,
individualmente o combinando ambos procedimientos. Unas veces resolvía con
pocos trazos, y otras mezclaba trazos gruesos y cortas líneas con superficies
sombreadas, punteadas o totalmente en negro. En algunas ocasiones nos puede
recordar al dibujante inglés Aubrey Beardsley (1872-1898).
Lo más destacable, en
cuanto a dibujos se refiere, sería una serie publicada con el título de Apuntes
de la tierra. Alude a rincones significativos de nuestra geografía isleña,
reproduciendo iglesias y edificios importantes. Este tipo de dibujos, muy
minuciosos, tal como los pudimos apreciar con posterioridad en las
representaciones de J.B. Falcón, era muy usual en su época. Comienza también
entonces a representar sus tipos tinerfeños, ancianas y campesinos,
anticipándose a una serie de estampas tinerfeñas que realizará, al temple,
hacia la década de los cuarenta.
Gustaba Davó de acudir a las tabernas literarias que florecían en la
isla hacia la década de los años treinta. Eran más bien ventas o bodegas, donde
se bebía vino y se entablaban animadas tertulias. A ellas acudían poetas y
literatos, pero también pintores y hombres de letras. En
En el año 1936 sufre la muerte de su
esposa, por causa de un aborto, a la temprana edad de 27 años. Este hecho le
afectará profundamente, y es cuando realiza su única obra escultórica: una
cabeza con el retrato de la misma. Realizada en yeso, esta obra está motivada
más por el sentimiento de dolor que embarga al pintor en este momento que por inquietudes
de tipo artístico.
Si bien por ese entonces también pintaba
desnudos, y lo hacía bien, es ahora cuando nos sorprende con una serie de
cuadros de carácter surrealista, de los que sólo pinta cuatro lienzos. Ello se
debe a dos motivos: una cierta curiosidad hacia otras tendencias y la
influencia del pintor tacorontero Óscar Domínguez, al que le unía una gran
amistad.
Para pintar paisajes, le gusta más hacerlo del
natural que en su estudio situado en su propia casa. Lo encontramos
desplazándose a las afueras de La
Laguna , a Los Rodeos, al Toscal o a Tacoronte. Conoce Davó
todos los rincones, todos los pueblos, e intenta acercarse también a sus
gentes. El paisajismo no sólo le servirá como marco de sus faenas campesinas o
como fondo de sus retratos, sino que constituirá en sí mismo un tema autónomo
digno de estudio. El paisaje en su obra es una temática que no abandonará
nunca. Realizará paisajes urbanos y rurales. En unas ocasiones, será la
arquitectura del lugar, sencillas casas de una planta, solas o en hilera, con
techumbre a dos o cuatro aguas, aisladas al borde de un camino, o en conjunto
alineando la calle del que podría ser cualquier pueblo de la isla, el motivo
principal de un cuadro. En otras, lo será el paisaje en sí mismo, y la luz que
imprimirá a cada uno de ellos será diferente. En ocasiones repetirá el mismo
tema varias veces. Sus hijos Juan y Óscar poseen ambos un óleo con la misma
versión de un paisaje que representa la Carretera de Tacoronte.
Aun en su obra surrealista
aparece el paisaje como fondo de uno de sus cuadros, representándolo visto a
través de una ventana. Puede captar en ellos el chorro caliente del sol a
mediodía, pero también atardeceres invernales. El propio pintor se denomina en
algún momento “impresionista”. No obstante, unas veces supedita el lienzo al
color y otras éste se supedita al dibujo. Cuando hace lo primero, en ocasiones
se atreve a burlar la fidelidad del natural y el color que aplica no se
corresponde en absoluto con el que encontramos en la naturaleza. Así saldrán
sus óleos Paisaje de la Mesa
Mota o Paisaje de Tacoronte. En sus paisajes urbanos, las
escenas reflejadas son las cotidianas, tal como reproduce su óleo Parada del
tranvía en La Laguna ,
o fiestas locales, como es el caso del titulado Fiestas del Cristo en
Tacoronte. En los rurales, plasma nuestro campo tinerfeño y la sencilla
arquitectura que le acompaña.
En cuanto al tratamiento de la pincelada, unas
veces podemos encontrar un trazo menudo, juicioso y equilibrado, y otras un
trazo brioso y cargado de pasta, dando la impresión de que en ocasiones pueda
utilizar la espátula. A lo largo de su trayectoria alternará ambos
procedimientos, no siendo posible encuadrar sus obras basándonos sólo en la
pincelada.
Aunque su preocupación por el paisaje no
desaparecerá nunca de su obra, ésta se verá determinada por cuatro etapas
atendiendo a los viajes realizados por el pintor: a Madrid (1921-1923); regreso
a Tenerife (1923-1957); y estancias en Puerto Rico (1957-1962) y Seattle
(1962-1966). Según el lugar donde se encuentre realizará paisajes del mismo.
Dejó paisajes típicamente boricuas realizados durante su estancia en Puerto
Rico y también paisajes de Seattle, ejecutados mientras vivió allí. Tenemos
algunos ejemplos de ellos en los que envió a sus hijos o trajo el mismo pintor
cuando regresó definitivamente a la isla. No obstante, es bien cierto que el
paisaje de su isla no le abandonó nunca. Nos consta que expuso paisajes
tinerfeños en alguna de sus exposiciones americanas.
Estuvo, nuestro pintor, vinculado al Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz
de Tenerife, nacido de la iniciativa del acuarelista Francisco Bonnín.
Fue la década de los años 40 la más fructífera
para Davó en cuanto a producción se refiere. Utilizaba para desarrollar sus
temas distintas técnicas –practicó sobre todo el óleo, pero también la
acuarela, la aguada y el temple– desarrollando con ellas una temática ya usual
en sus óleos. A la aguada realiza sus “lecheras” o sus “magas”. Y aunque con
ello cae un poco en el folklorismo, realiza unos retratos de campesinos donde
se libera más, en cuanto a pincelada se refiere, y que son auténticos retratos
psicológicos.
Es con la técnica de la aguada con la cual
realiza en 1943 el Poema de la
Atlántida , ilustrando un texto de Jacinto Verdaguer. El gusto
por la temática de la mitología canaria, donde en ocasiones muestra similitudes
con Néstor de la Torre ,
se le pasará pronto. El cromatismo de estas ejecuciones es fuerte y brillante.
El color, más consistente que en la acuarela, le permite gozar de una mayor
expresividad.
El óleo es, no obstante, la técnica escogida por
el pintor para desarrollar la mayor parte de sus creaciones. Con él realiza
temas ya clásicos, bodegones, retratos, floreros, desnudos, paisajes,
representaciones populares; pero también elabora temas que conllevan una cierta
monumentalidad, como su famoso Poema del plátano. Aparece su preferencia por la
obra seriada, desarrollando un tema en varios lienzos. Éste, en concreto,
estaba compuesto por una serie de seis lienzos, que al venderse por separado
rompieron su unidad temática.
Realiza también labor como grabador que
desarrolla con gran éxito, ya que posee un dominio absoluto no sólo del dibujo,
como ya hemos citado anteriormente, sino también de la técnica. Utiliza la
piedra litográfica y la plancha de cinc, empleando el lápiz o barra
litográfica, así como plumillas similares a las que se utilizaban en el dibujo
artístico. En el año 1945 edita dos carpetas de Estampas tinerfeñas. La primera
de ellas recoge las faenas cotidianas de los campesinos de esta isla. Se vale
para ello de apuntes tomados del natural. Aunque aquí la temática se desprende
del color, esto no le resta calidad a la misma. Por el contrario, salen unas
escenas llenas de sabor caracterizadas por una gran sobriedad y sencillez. La
segunda carpeta estaba compuesta por estampas llenas de tipismo, reflejando la
particularidad de la misma isla y de sus gentes, campesinos, lecheras, una
vista del Teide, etc. Éstas fueron dibujadas con lápiz de sanguina.
Su trabajo diario en la Litografía Romero
le implicó también en una labor publicitaria amplia y variada. Diseñó carteles,
carátulas de discos, programas de mano para las fiestas, cajetillas para
cigarrillos, así como una colección de cien estampas que se incluían como
regalo en las cajas de cigarrillos 46. Recogían toda una serie de coplas
populares de los autores Crosita, Nijota (gran amigo suyo), Maffiotte, etc.
Aparecían en ellas escenas animadas por diminutas figuras, vestidas con los
diferentes trajes típicos del archipiélago, realizadas con gran sencillez y
vistoso colorido.
Ornó gran cantidad de pergaminos, que se
entregaban a personajes ilustres en conmemoración de algún hecho relevante.
Realizó también escenografías para la representación de obras teatrales.
Davó llegó también a ilustrar libros, unas
veces las ilustraciones interiores que animan el texto y otras la cubierta. En
la guía turística titulada El libro de Tenerife, obra de Cuscoy y Larsen,
realiza dibujos y viñetas, algunas a color, de tamaño casi miniaturesco. Dichos
dibujos se van correspondiendo con los diversos aspectos que trata la guía en
sí, mitológicos, históricos geográficos, económicos, turísticos, etc. No
olvidemos que Davó ornó gran cantidad de pergaminos, por lo cual tenía ya
experiencia como miniaturista.
En el año 1956 vuelve a casarse, y de
esta unión nacen dos hijos a los que bautizó con los significativos nombres de
Rafael y Miguel Ángel.
Es al año siguiente cuando recibe una importante
oferta de trabajo por parte de una litografía americana y decide marcharse a
Puerto Rico. Allí continúa con su labor pictórica, dedicándose más al retrato y
a temas humanos y paisajísticos típicamente portorriqueños. Permanece en la
isla hasta 1962, año en el recibe el encargo de realizar unos vitrales para el
pabellón que instalaría Puerto Rico en la Feria Internacional
de Seattle. Este viaje, en principio ocasional, se convierte en definitivo
cuando decide instalarse allí. Monta un estudio de dibujo y sigue pintando. En
esta época realiza, sobre todo, obras por encargo. Intensifica la producción de
retratos, que adquieren un carácter claramente comercial. Sigue cultivando el
paisaje. Cabe señalar que es en este momento cuando tiene lugar una pequeña
incursión que hace en el cubismo, interesándose por la trama geométrica, pero
sin llegar a atreverse a descomponer las formas. Realiza unos cuadros de
carácter netamente religioso, un Vía Crucis y un Cristo crucificado. Pero no
nos engañemos, pues nuestro pintor, con gran apego a la figuración, y debido a
la formación recibida, no podría nunca comprender una estética de vanguardia.
Estos cuadros los realiza en 1962 motivado por la recuperación de una neumonía
que había quebrantado seriamente su salud.
Es en 1964 cuando ésta vuelve a empeorar y
tiene que someterse a una grave operación. Dos años más tarde decide volver a
Tenerife y va a vivir con su hija Conchita. En su isla lo acogen con múltiples
homenajes de bienvenida. Pese a su poca salud, no pierde el buen humor, vuelve
a sus tertulias, donde cuenta sus impresiones sobre la joven América y sigue
pintando. Fallece nuestro pintor a los 70 años de edad.
Podemos considerar a Davó como un
pintor tradicional. Siempre estuvo orgulloso de su formación académica, aunque
no debemos encuadrarlo en un estilo concreto. Tuvo una obra amplia, tanto por
el número de cuadros realizados como por la variedad de técnicas escogidas. El
cauce académico que imprimió a su pintura es lógico en un autor que se sumerge
en el contexto de Madrid en los años veinte. No fue nuestro pintor a formarse a
Francia, país que centraba las vanguardias europeas. Careció de esta savia
rejuvenecedora. Y aunque su obra realizó pequeñas incursiones en otras
tendencias –surrealismo, cubismo, expresionismo e incluso fauvismo–, no llegó
nunca a comprenderlas. Se acerca a ellas motivado por su gran amigo Óscar
Domínguez, en el caso de sus cuadros surrealistas; o con cierta timidez en el
caso de su obra cubista. Pero en líneas generales siempre se mantuvo encuadrado
en el realismo. Es así como lo define Enrique Lite cuando cita textualmente:
“El pintor realista es simplemente el que trata de interpretar el mundo visible
que le circunda, bien se considere como objeto palpable o sentido, y tenemos
que apresurarnos a decir que, partiendo de ésta no dudo que discutible opinión –por
otra parte objeto de muy amplia y minuciosa consideración– lo mismo puede hacer
realismo un artista que utilice técnicas primitivas que un impresionista o
informalista, y que todo ello nada tiene que ver con el creador que se apoya en
cualquier tipo de realidad –sea línea, casa, espacio, clima, calle, luz, árbol,
color–, para hacer pintura pura, creador asimismo que también puede ser, si se
trata de encajarlo en una nómina de tendencias, académico, impresionista,
abstracto o pop art. Juan Davó se desdobló pintando de ambas maneras. Apoyado
en la técnica para interpretar muchas cosas reales que amaba. Apoyado en las
cosas que amaba para hacer pintura”. Así pues, nunca se desligará de las formas
habituales.
La pintura fue para él profesión
y hobby a la vez. Su trabajo diario vinculado a tareas litográficas, labores
periodísticas y publicitarias y trabajo artesanal, propició más su alejamiento
de las vanguardias estéticas. Incluso al ausentarse de su isla, en su viaje a
América, acudió a centros de una cultura tradicional. Allí su obra, en
ocasiones, se doblega y se somete al encargo, cosa que va en detrimento de la
misma. Se embarcó en obras mayores, con empresas como su Poema del plátano o su
elección por una “mitología canaria” (Poema de la Atlántida ), pero Davó
fue algo más que una “loa” al plátano hecha pintura. Cuando se despoja de todo
esto, y se enfrenta a la realidad cotidiana, simbolizada en los “viejos”, “los
campesinos y sus labores”, nuestra arquitectura y nuestros paisajes, los
humildes objetos de la mesa insular, etc.; es entonces cuando da lo mejor de
sí, expresándose lo mejor de su paleta. Amó siempre a su tierra y a sus gentes.
Cuando sus cuadros, sobre todo sus retratos, se deben a la amistad y su obra no
se ve sometida al encargo pecuniario, adquiere texturas de indudable maestría.
Nos enfrentamos entonces a una obra colorista, de gran riqueza en la pincelada.
Ya por último, mencionaré que el
desconocimiento sobre su persona pudo estar motivado por el hecho de haber
emigrado a América. Se desligó su nombre del de otros pintores isleños,
contemporáneos suyos, por el hecho de haber permanecido fuera de la isla
durante aproximadamente 10 años.
No me cabe la menor duda de que Juan Davó,
con sus habilidades innatas y su sensibilidad y pasión por la pintura, hubiera
llegado muy lejos si su arte hubiera tenido salida en otra época más avanzada
que la que le tocó vivir y si se hubiera podido dedicar exclusivamente a
investigar el amplio campo que la pintura ofrece.
Espero que sirvan estas líneas para conocer
“el nombre” de un pintor que indudablemente ocupó un lugar en el panorama
artístico tinerfeño, y consecuentemente en la Historia del Arte; y en
ella debe situársele.
(Carmen Ana González de Chávez González.Licenciada en
Geografía e Historia, EN: rincones del Atlántico)
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