EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1800-1900
CAPÍTULO XLI-X
Eduardo
Pedro García Rodríguez
1809.
Por las razones dadas de ser esta costa (Arrecife-Lanazarote)
habitualmente seca y destituida de
pastos, puesto que estos sólo se presentaron en años que llueve, no es extraña la carencia de animales
domésticos a causa de la dificultad de poder sostenerlos. Con efecto, hasta el
año 1809, apenas había en el Arrecife 4 a 5 caballos, o yeguas,
pertenecientes a otros tantos vecinos más
acomodados; dos de cuyos animales se ejercitaban en lirar por dos carros ingleses de servicio que tenían las casas de
Aguilar v tic Alvarez. Asnos había de 10 a 15, alguno para alquilar a razón de un peso fuerte diario. Camellos una media docena,
que por el mismo precio con la conveniencia de poder llevar hasta tres
personas, también se alquilaban. Ganado vacuno tal cual yunta pequeña y flaca.
Pocas ovejas, y cabras ambulantes y de poco esquilmo. La propia escasez cerdos, esparcidos, francamente por las calles. (J.
Álvarez Rixo, 1982:85)
1809. Gáldar, Tamaránt (G. Canaria). Aunque se ignora el motivo del
alzamiento, es posible que estuviese que ver con la tierra.
1809. Arrecife, Titoreygatra (Lanzarote). Conflicto surgido por la enajenación de la isla de la Graciosa.
1809.
En la obra inédita debida al
Prevendado Don Antonio Pereyra Pacheco y Ruiz titulada Colección de Figuras que
demuestran los usos y costumbres de la
M.N. y L. Ciudad de la Laguna, Capital de la Isla de Tenerife y sus campos
y suburbios, con algunos Templos y mapas de la misma Ciudad, se describen los
diversos uniformes militares que eran muy variados en los Cuerpos de las
Milicias de Canarias.
El uniforme de los Oficiales del
Antiguo Regimiento Provincial de Las Palmas, era: Chupa, collarin, vueltas y
solapas encarnadas; calzón y casaca azul; botonaduras dragonas y galón del
sombrero de plata.
El de los de Guía, igual con la
diferencia de tener la botonadura, dragonas y galón del sombrero de oro con una
lista de plata de arriba abajo.
La tropa de Milicias no tuvo
uniformes entonces como fuesen, los movilizados con haber.
Uniforme Antiguo. Casaca azul con
vueltas encarnadas y botones dorados con el nombre del Regimiento: cuello y
bocamangas rojas; sombrero de fieltro negro de dos picos con galón dorado y
cocarda morada á la izquierda; chaleco y calzón del mismo color de las solapas
con ligas doradas; medias blancas y zapato bajo negro con hebilla de plata. Una
especie de tahalí blanco cruzado por delante del pecho hacia el costado que
sostenia la espada ó sable.
Miliciano del Batallón de
lnfantería. Fué el uniforme usado por el batallón de milicias que estuvo en la
guerra de la
Independencia española de comienzos del siglo XIX y era chacó
de cuero negro con pompon encarnado, chapa delantera y galones blancos. Casaca
blanca con cuello, bocamangas y solapas con patas y alamares todo encarnado.
Chaleco ó chupa blanco con vivos encarnados. Pantalón blanco con carteras de
vivos encarnados en los bolsillo delanteros y botones dorados lo mismo que los
del chaleco. Polainas negras con botones dorados y tahalí con correaje del
mismo color puesto en banda hacia el costado izquierdo para la espada o sable.
Zapatos con hebillas y bastón para los Jefes y algunos Oficiales.
Granaderos o artilleros
milicianos. Gran mortión ú osezno como prenda de cabeza. Casaca azul con cuello
solapas y bocamangas rojas, así como los vivos. Patas ó trenzas encarnadas en
las solapas y bocamangas, pantalón azul y polainas negras con botones dorados.
Zapatos negros y hebillas así como bastón para algunos jefes y oficiales.
Voluntario distinguido de
Milicias. Fué creado después de la partida del Batallón para la España, y llevaba sombrero
de copa alto ó ballon con cocarda y plumero morados á la izquierda. Casaca azul
con solapa blanca de vivos encarnados y cuello rojo, lo mismo que el galón
sobre la bocamanga. Pantalón blanco y polaina negra con botones, subiendole
aquellas por delante de las rodillas. Patas y botones en las solapas; correaje
negro en bandolera para el sable. El cuello de la camisa subido hasta la barba
y corbatin, como todos los anteriores. Las divisas de cada empleo eran entonces
llevadas por los oficiales en el hombro y consistían al principio en modestas
cintas de oro ó plata que paulatinamente se fueron transformando en las
charreteras; todo ello «...tomado desde que fuimos perdiendo nuestra fisonomía
propia de la hombrera del ejercito francés de 1765 ...". Los Alfereces
llevaban la charretera al hombro izquierdo. Los Sargentos hasta 1844 en que se
dieron los galones diagonales como los cabos, también llevaban charreteras de
seda que algunos llamaban jinetas.
Señoras de Militares. Cuando iban
a caballo acostumbraban a ostentar el mismo uniforme y graduación que sus
esposos, aunque llevando faldas. Para equitación llevaban un sillón con brazos
y dos tiros de terciopelo que hacen el espaldar {barandillas); pero luego
utilizaron sillas lisas y algunas montaban como los hombres en sillas de
gualdrapas verdes.
Paño para los uniformes. Según el
notable historiador Ossuna y Van- Dem-Heede, los paños para los uniformes de
los oficiales de Milicias se traían de la fábrica nacional de San Fernando, y
eran malos y caros, por lo cual la Real Sociedad Económica de Amigos del País de
Tenerife solicitó de los Comandante Generales suplicaran a S.M. se dignara
disponer que los Oficiales pudiesen emplear seda del país en lugar de paño de
la metrópoli, que se dejaría para determinados actos del servicio. Se trató por
vez primera en sesión de 12 de Enero de 1782, diciendo que con ello se
fomentaría la industria del país que se hallaba en decadencia por no poder
competir ni en calidad ni en precio con la extrangera. El General Marques de la Cañada contestó, lo que se
vio en sesión de 7 de Febrero siguiente que no era posible acceder al deseo de la Económica por haber
solicitado de S.M. el envio de piezas de paño de la fabrica de San Fernando
para los uniformes, y la sociedad por su parte ya había elevado instancia a
S.M. sobre el particular. Todavía insistió la Económica en junta
general de 17 de Julio de 1784 sobre lo mismo por no haber tenido eficacia el
propósito del General, y tampoco tuvo éxito esta Sociedad, pues los oficiales
de Milicias tenían que vestir el mismo uniforme que los del Ejército español;
los reglamentos militares de uniformidad eran en aquella época muy severos y
minuciosos.
1809 Mayo. Los marinos de
Rosily, destinados como la parte correspondiente a la isla de Tamaránt que se
encontraban en el Montañés y el San Lorenzo, hayan lamentado un poco no
haber podido seguir a sus compañeros abandonados en Añazu n Chinech (Santa Cruz
de Tenerife).
Tan pronto como desembarcaron, en
la más completa indigencia, fueron acogidos -sería mejor decir encerrados- en la Casa del Hospicio y en la Casa Cuna de Expósitos
de Winiwuada (Las Palmas), lugar de recogida de los niños abandonados. La
denominación no es un símbolo inexacto si se la compara con la actitud que
había mantenido el Emperador español con respecto a los vencidos de Trafalgar.
Hospicio y Cuna tenían su historia; a finales del siglo XVIII, un prelado de la
secta católica, el obispo Antonio
Martínez de la Plaza,
había dedicado a su construcción todos los recursos de su episcopado. Falto de
buena administración, la institución había decaído y, sin habitantes, esas
amplias edificaciones parecían destinadas como encierro, es decir, como prisión
de las tripulaciones de Rosily.
Los que no pudieron encontrar
sitio allí fueron enviados a Arucas, pequeña ciudad del interior, al norte de
la isla, cuyos alrededores (si no tuvieran hoy en día las plantaciones de
plataneras y palmeras) recordarían mucho el desierto del continente. La Casa del Mayoral, edificio
semi-oficial, serviría de depósito de los prisioneros.
La vigilancia de estos recién
llegados no parece agradar demasiado a los habitantes de la gran isla. En
efecto, privados de su guarnición habitual en favor de la metrópoli, los
habitantes de Winiwuada (Las Palmas) encuentran triste su ciudad y sólo tienen
una mínima consideración con los milicianos, sin uniformes y sin aspecto
guerrero. No consideraban, pues, que se pudiera confiar a estos la vigilancia
de quinientos marinos franceses, ya que incluso eran impropios para rechazar
cualquier ataque. Es a veinte artilleros, "armados con lo que disponenían",
y comandados por un oficial, un sargento y dos cabos, a quienes será confiada
la vigilancia de los terribles Franceses.
Pero un problema, más arduo que
la disciplina a ejercer sobre ellos, es el de su mantenimiento. Al gobierno de
la metrópoli este tema casi no le ha preocupado; la paga asciende a cuatro
pesos, un poco menos de un franco por cabeza y día. Además, es necesario
atenderlos y las finanzas provinciales no parecen de ninguna manera preparadas.
Enseguida, en la nueva colonia la miseria será tan grande que, si se cree a El
Correo de Tenerife, tuvo que ser abierta una suscripción pública, suscripción a
la cual el
"Señor Obispo de estas
islas", Don Manuel Verdugo contribuirá generosamente con la suma de dos
mil pesos destinados "a ayudar al mantenimiento de los prisioneros
franceses".(Geisendor-Desgouttes;1994)
1809
Junio 7. El edificio de la Alhóndiga en Eguerew (La Laguna) es destinado a la
concentración de 200 prisioneros de guerra franceses trasladados desde la Metrópoli a esta colonia. Este edificio fue construido entre
los años 1706 y 1709 como casa pública donde compraba vendía o contrataba el
grano. En 1809 sirvió también como acuartelamiento de las fuerzas de ocupación
españolas en Canarias, también como juzgados de partido en la segunda mitad del
siglo XIX.
1809. En relación con la moral católica y los baños de mar de la
sociedad criolla y colonos establecidos en Añazu n Chinech (Santa Cruz de
Tenerife) el vicario de la secta católica Martinón escribió al alcalde, Nicolás
González Sopranis, para denunciar el relajamiento moral que suponía bañarse en
la playa. Martinón estaba escandalizado porque había visto cómo algunas mujeres
aprendían a nadar "apoyadas y al trasvés de los brazos de los
hombres". Ante la insistencia de Martinón y el poco caso que le hacía el
alcalde, el capitán general de la metrópoli, sin convicción de ser obedecido,
volvió a editar un bando porque se trataba de una zona situada entre el muelle
y el castillo de San Pedro. El vicario Martinón predicaba en el desierto porque
al poco tiempo ni el alcalde ni el capitán general hacían nada por evitar
aquellos baños de hombres y mujeres en el mismo lugar. La prohibición seguía
vigente en 1864, pero era papel mojado. Es cierto que hubo una época en que los
hombres y mujeres tenían distinto horario para bañarse en la playa. Las mujeres
se metían en el agua vestidas con una especie de camisón, mientras los hombres
las observaban a prudencial distancia. Su horario era el comprendido entre las
ocho y las nueve de la noche. Los hombres solos, podían hacerlo a partir de las
nueve. Esta playa de Santa Cruz que tantos disgustos produjo al estricto
Martinón, fue deteriorándose debido a la suciedad que acarreaban los barcos que
cerca de ella fondeaban y a la extracción de su arena para las obras del
muelle. En 1902, el comerciente Ruiz de Arteaga, que poseía un almacén en
aquella zona, habilitó una playa, que llamó "Las Delicias", y que
pronto se convirtió en inservible. A partir de 1932 Santa Cruz se quedó sin
playa, si es que alguna vez la tuvo.
1809 Mayo 11. Un
convoy transportado un contingente de prisioneros franceses apresados en la
metrópoli con destino a la colonia canaria. Los colores almirantes ondean a
bordo del Montañés, ha anclado en el
mismo lugar donde tres siglos antes desembarcaron los conquistadores invasores
españoles. Los colonos europeos que mangonean la isla deciden que será
necesario tomar decisiones rápidas a este respecto.
Ese mismo día tiene lugar una
sesión extraordinaria de la
Junta Suprema de Canarias, Los diputados escuchan la lectura
de un mensaje del comandante general, que reclama con urgencia las órdenes para
el desembarco y la distribución de los
prisioneros franceses.
Después de haber anunciado los
efectos que transporta, don José de Quevedo recuerda al criollo O'Donnell que
tiene la misión de llevar las tropas del archipiélago que estén dispuestas a
partir para España, así como a los reclutas de un regimiento de Cuba.
"Espero, declara, que Vuestra Excelencia me informe del momento en que
podré desembarcar a los prisioneros, principalmente a los que están a bordo de
los navíos de línea, pues es urgente evitar los efectos de la enfermedad.
También me indicará la amplitud de las tropas, que deben embarcar lo más pronto
posible con el fin de cumplir mi misión con toda diligencia, Dios guarde,..
etc.”
Como buen funcionario
españolizado, el criollo Carlos O'Donnell pide al vocal de la Junta las órdenes para el
desembarco y repartimiento de los recién llegados, constatando (el dato tiene
su importancia) que ningún oficial forma parte del contingente,
Como respuesta, la Junta Suprema se
limita a pedir que se tomen las disposiciones necesarias.
Ninguna obra conocida precisa
la fecha exacta en que tuvo lugar el
desembarco en las playas de Añazu (Santa Cruz) de los novecientos noventa y
ocho hombres destinados a Chinet (Tenerife). No habiendo sido precedida su
llegada de ningún aviso oficial, no se puede reprochar a las autoridades de
haber descuidado las medidas de acogida que son obligatorias en semejantes casos.
No era la isla principal Chinech
(Tenerife) la única que. debía absorber el total del contingente. Tamaránt
(Gran Canaria) tomaría igualmente su parte. Así, pues, el Montañés y sus acompañantes navegaron hacia esa otra tierra
oceánica cuya capital no se puede alcanzar sino desembarcando en el Puerto de la Luz, Pero como conviene a un
país donde raramente se dan prisa, las decisiones oficiales no serán ejecutadas
inmediatamente. Hay algo más de cuarenta leguas marinas entre las dos islas y
los vapores de hoy en día hacen el trayecto en una noche. Ahora bien, la
flotilla de Quevedo fondea frente a Winiwuada (Las Palmas) a los trece días de
su entrada en aguas canarias.
Según todos los indicios, los
pasajeros que desembarcaron de los navíos de línea y de la Juana
fueron substituidos enseguida por los destacamentos canarios y cubanos
reclamados por la metrópoli. Aunque pueda parecer irrespetuoso comparar a seres
humanos con simples mercancías, se asiste aun fenómeno parecido al que sucede
hoy en día en los muelles de Añazu (Santa Cruz) o del Puerto de la Luz. Los navíos que
vienen del Norte desembarcan el cargamento de madera que servirá para el
embalaje de los racimos de plátanos y, utilización rigurosa del continente,
luego llenan sus bodegas con estos frutos de los trópicos. A la Junta de Sevilla no le
faltaba, pues, sentido práctico.
La insuficiencia de recursos, la insalubridad constante, los ruinosos caprichos del Ródano, del Vistre y del Vidourle, y las epidemias, sobre todo la de 1744, hacían de Aigues-Mortes un lugar poco envidiable.
En 1751 Antoinette puso en el mundo al pequeño Pierre, será
también pescador, y se casará con Marie Miller hija de pescadores, en 1781. Las
condiciones de vida en Aigues-Mortes son muy difíciles, no hay suficiente
trabajo y hay que educar y alimentar a los niños que llegan a un ritmo de uno
cada 18 meses de media. Ellos dejan Aigues-Mortes para ir a trabajar a la
manufactura de Tabacos en Sète.
El 11 de diciembre de 1786 nacerá el pequeño Michel Barthélemy Maffiotte, la primera juventud de los niños transcurrió durante los tumultuosos tiempos de la revolución francesa. Pierre que ocupaba un puesto de "bayle" jefe pudo asegurar un cierto confort a la familia. En 1800, a la edad que los niños toman el camino de la fábrica, del campo o del deporte, Pierre decidió que su hijo Michel, enamorado del mar y los barcos, irá. a la escuela de navegación de Cette (Sète 34)
El 14 de Julio llego a Tolón, donde embarcó el 22 del mismo mes, a bordo del Indomptable, en calidad de timonel.
El 17 de Enero de 1805 el
navío armado con sus 80 cañones y sus 700 hombres de tripulación, zarpó. La
escuadra está mandada por el Vicealmirante Villeneuve. Esta fuerza comprende 11
navíos y ocho fragatas. Los primeros ejercicios no son satisfactorios y sus
marinos, poco entrenados tras muchos años en puerto sufren de mareo.
La escuadra zarpa el 30 de Enero
para las Antillas donde llega el 13 de Mayo. Recuperaron de los ingleses el
rocher du Diamant. La escuadra regresó a Europa. El 22 de Junio de 1805 el
Indomptable participa en el combate de San Vicente. Fueron los timoneles del
Indomptable quienes avistaron a los ingleses. Tras un vivo cañoneo,
aprovechando la niebla, los ingleses abandonan el combate.
Tras seis meses
en el mar, la escuadra muy dañada, fondeó en la bahía de Cádiz. El Almirante
Villeneuve que quería una victoria rápida en el mar con el fin de contentar al
emperador, parte en busca de los ingleses. Los encontrará ante Trafalgar el 20
de Octubre. El Indomptable, colocado sobre la línea de los navíos españoles
entre el San Justo y el Santa Ana se enfrenta al Revenge, el Dreadnought y el
Thunderer. El Indomptable dejará el combate al mismo tiempo que los españoles.
Recogerá los náufragos del Bucentauro y pondrá rumbo a Rota. A bordo se
encuentran 1200 hombres (700 de tripulación y 500 rescatados.) Durante la noche del 24 al 25, rompe las amarras y es arrastrado a la costa. De los 1200 hombres, 150 salvarán la vida. Así acabó la brillante carrera del navío de 80 cañones, que desde el combate de Prairial hasta Trafalgar cumplió noblemente su deber. No fue vencido por el enemigo, desapareció, pabellón en alto en el huracán.
Entre los 150 rescatados se encontraba nuestro pequeño Michel, que tras cuatro días errantes es recogido por el barco francés " El Neptuno". Estamos a 29 de Octubre de 1805.
Pretextando proteger las costas españolas un fuerte ejército francés (100.000 hombres) se instala en España. Una parte de la flota francesa compuesta de 5 barcos entre ellos el Neptuno, está fondeada en la bahía de Cádiz en 1808. La tripulación pasa su tiempo entre turnos de guardia y el mantenimiento de las naves. Los días de descanso se desembarca a tierra donde muchos marineros simpatizan con la población local. Michel ha adquirido la costumbre de ir al "Puerto de Santa María". Allí aprende castellano.
Carlos IV y su hijo
Fernando son obligados a renunciar al trono de España en provecho del hermano
de Napoleón, José. El 2 de Mayo de 1808, un motín estalla en Madrid y después
en todo el país. Las tropas francesas son aisladas y los Ingleses sostienen a los
Españoles y Portugueses con armas, dinero y tropas. Los marinos franceses de la
bahía de Cádiz son atacados por la flota española el 10 de Junio rindiéndose
ante la superioridad del adversario. El 14 Michel Maffiotte es encarcelado y
dirá mas tarde: << yo no relataré lo que me sucedió tras el catastrófico
naufragio, ni mi reclusión ni los calabozos y todas mis otras desventuras
>>
El 1º de Julio,
Pierre, su padre muere en la villa de Cette, no se sabe cuando lo supo.
El resto de las
tropas francesas se ven obligadas a capitular ( 22 de Julio de 1808)
El 25
de Abril de 1809, Michel, 500 de sus compatriotas y compañeros de infortunio
embarcan a bordo del navío " San
Lorenzo". El 11 de Mayo el barco fondea frente a Añazu n Chinet (Santa
Cruz de Tenerife. Islas Canarias). El 13 son desembarcados en la isla, en
Candelaria, y textualmente, Michel escribirá:
<< El 7 de Junio, partí de Candelaria para Añazu (Santa Cruz), Hicimos la ruta a pié. Yo creo que no la olvidaré jamás >> No hay mas de una veintena de kilómetros entre las dos ciudades, pero entonces no había autopista...
Los prisioneros
en Añazu (Santa Cruz) son bien acogidos por las autoridades y la población
local Nuestro Vientre Azul en el exilio tendrá suerte pues encontrará y
simpatizará con un comerciante local que le dará trabajo y el gusto por el
comercio.
En
1811, conocerá a la bella María del Carmen Arocha, entonces de 25 años. Los
bellos ojos de la isleña, los encantadores paisajes y un clima paradisíaco
harán que Michel en 1812, al final de la guerra entre España y Francia, no
vuelva a su país.
Cinco niños
nacieron de esta unión, Miguel 1812, Pilar 1813, Pedro 1816, Enrique 1819 y
Carlos 1822.Miguel y María no pudieron
casarse nunca por la iglesia. El no tenía su Fe de Bautismo porque la había
perdido en el curso de la batalla de Trafalgar.
El 27 de Noviembre de 1828, María falleció.
Michel conoció
al también francés llamado Sabino Berthelot cónsul de su país en Canarias y
notable historiador de la cultura canaria, afincado en Añazu n Chinet (Santa
Cruz de Tenerife) a quien contará su historia.
En 1835, convertido ya
en Miguel Maffiotte y Miller, creó y fue
nombrado 1º director de la
Escuela de Náutica de Añazu n Chinech (Santa Cruz de
Tenerife). Después fundó la cátedra de francés y fue profesor da la misma
lengua en la "Junta de Comercio de Tenerife". (Asamblea Comercial).
M. BERTHELOT,
hombre de letras publicará mas tarde, tras numerosos intercambios epistolares
con su amigo Michel Maffiote, "Historia Natural de las Islas
Canarias", conteniendo la Miscelaneas Canarias (1839). La historia del
timonel del Indomptable es narrada fielmente y con todo lujo de detalles
Napoleón III le
condecorará con la Medalla
de Santa Helena. Esta medalla fue otorgada a todos los Combatientes franceses
que habían participado en la guerras imperiales entre 1792 y 1815 y que aun
vivían en 1857.
El 4 de
Mayo de 1865 Michel Maffiotte falleció en Añazu n Chinet (Santa Cruz de
Tenerife)
Pedro Maffiote Arocha,
digno hijo suyo, seguirá manteniendo en alto el nombre de la familia. Esperemos
un poco, él será objeto de un próximo episodio.
En Aigües-Mortes, la
última en llevar el apellido Maffiotte fue Firmine Elisabeth esposa de Pierre
Sol, fallecida el 9/11/1872. (Cesar Rodríguez Maffiotte y Sylviane Servel)
1809 Junio. En la isla de Chinet (Tenerife) con el pretexto de la
guerra en España con los franceses se encarcela al cónsul de Francia, Cunéo
d'Ornano. Varios de sus compatriotas habían sido, como él, amenazados, algunas
de sus casas saqueadas y, como se sabe, aunque hubieran prestado juramento al
absolutista Borbón Fernando VII, el
clero y los políticos españoles iban a apropiarse igualmente de sus bienes.
A esta desconfianza hacia el
extranjero ya esta hostilidad contra toda ingerencia de la metrópoli en los
asuntos de la provincia, se añadía la rivalidad de los diversos elementos del
archipiélago. Cunéo d'Ornano escribió a su jefe: "Después del comienzo de
las revueltas de España, hubo diferencias entres las distintas islas de
Canarias. La Junta
que se estableció en Tenerife provocó al principio el descontento en las otras
islas. Gran Canaria se declaró abiertamente contra ella y permaneció en el
antiguo sistema de gobierno, mientras que las otras islas reconocieron su
autoridad."
1809 Septiembre. Igual
que con los prisioneros acantonados en Andalucía, (España) donde se morían de
hambre en los pontones, es necesario creer que la Junta de Sevilla, una vez
más, hizo oídos sordos o, al menos, llevó el tema con su tradicional lentitud.
Esto es lo que parece confirmar un testigo,
naturalmente atento y simpático con los recién llegados, el desgraciado cónsul
Cunéo d'Ornano, prisionero también, pero prisionero bajo palabra, en la
tranquila ciudad de Eguerew (La
Laguna).
Dirigiéndose al comandante general Carlos Luján,
desembarcado recientemente en "estas Islas", como escribe según la
costumbre española, el cónsul abre su correspondencia en septiembre de 1809 con
una petición urgente: "Creo cumplir con mi
Deber al acudir a encomendar la suerte de mis
compatriotas prisioneros de guerra, así como la mía, a los sentimientos de
generosidad de Vuestra Excelencia. Sé que el estado de escasez y penuria en el
que debe encontrarse el gobierno, ha tenido que restringir el deseo de hacer
por estos desgraciados lo que es costumbre en todas las naciones, pero ruego a
Vuestra Excelencia que considere que no son un gran número y que la paga que se
les ha asignado es absolutamente insuficiente para su subsistencia. Hay muchos
que trabajan y estos son afortunados, pero los otros, los que no encuentran
trabajo, perecen de miseria y se verán desnudos en poco tiempo; entre estos se
encuentran los que están en los pequeños pueblos de la isla, donde no pueden
utilizar sus conocimientos y donde los víveres son más caros...
A estos argumentos, Cunéo d'Ornano añade una
llamada al corazón, a la que no le falta ni gracia ni habilidad: "Los
males de la guerra son tan crueles que la felicidad por aliviarlos es una
necesidad para todas las almas honestas y, a este respecto, los sentimientos de
Vuestra Excelencia son tan conocidos que no dejan a mis compatriotas ninguna
inquietud sobre su futuro. Permíme, concluye, de unir mi voz a la de ellos para
interesarle por su situación.
Demasiado absorto, sin duda, en
los deberes de su cargo, el comandante general no contesta a esta súplica, por
cuyo motivo, cinco o seis semanas más tarde y en el umbral de la mala estación
(que afortunadamente no es allí mucho más fría que el verano entre nosotros),
Cunéo d'Ornano, del que es necesario elogiar su perseverancia, renueva su
solicitud: "Temo, Señor General, que no haya recibido mi carta. En ella
tenía el honor de informarle sobre la triste situación en que se encuentran los
prisioneros franceses, al menos aquellos que no pueden buscar trabajo... Esta
es tal que los dieciséis cuartos que
se les concede no son suficientes
para las primeras necesidades de la vida y ya la mayoría se encuentran desnudos
y sin esperanzas de procurarse nuevos vestidos."
Recordando a este alto magistrado
las costumbres relativas a la protección de los prisioneros de guerra, el
cónsul le asegura que “su llegada ha devuelto la esperanza a estos desgraciados
que la suerte de las armas ha conducido hasta aquí.”
Esta vez Don Carlos Luján se
decide a responder, pero el tono difiere poco de los de O'Donnell o de Morla.
Una costumbre parece indeleble entre estos oficiales del Antiguo Régimen:
siempre les dominan los sentimientos hostiles.
"La asignación de dos reales
de vellón por día que se concede a los prisioneros franceses en esta
provincia", escribe el comandante general, "es conforme a lo que me
ha sido mandado por Su Majestad, de cuyas órdenes no me está permitido
apartarme. Si no son suficientes para satisfacer las primeras necesidades de la
vida, la causa se encuentra en la miseria del país, de la que cada uno tiene
que tomar su parte. Por lo demás, sería deseable que los prisioneros españoles
reciban en Francia un trato semejante y que se les conceda la misma libertad
que se les otorga aquí a los franceses para procurarse la demasía que les es
necesaria".
Sin cansarse por estas constantes
negativas, Cunéo d'Ornano, que verdaderamente recuerda al general Legendre en
su hermosa controversia con d"Osuna, no se da por vencido y hacia finales
de 1810 vuelve de nuevo a la carga:
"Señor General, escribe, la
situación de mis compatriotas prisioneros de guerra se vuelve cada vez más
penosa y no puedo abstenerme de volver a exponerla, a petición de estos pobres
desgraciados, ante los ojos de Vuestra Excelencia y de rogarle que se dé cuenta
del estado en que se encuentran. Encerrados en un lugar húmedo y malsano (¿se
trata de uno de los fuertes de Santa Cruz? El cónsul no lo dice), la mayoría,
sin ropa, perece en la suciedad y le falta lo absolutamente necesario, que no
puede procurarse con un real por día".
Señalando también la privación de
libertad que se ha infligido a todos por la fuga de algunos prisioneros, el 2
de marzo el cónsul implora de nuevo la clemencia del gobernador:
"Permítame que le haga la
observación de que la conducta de estos prisioneros en toda la isla ha sido
intachable y que en ninguna parte la tranquilidad pública ha sido perturbada
por ellos. Por mi parte, no he cesado de recomendarles prudencia y orden; y
todos testifican que los que se han escapado no lo han hecho sino por la
extrema miseria ala que estaban reducidos.
Puedo certificarle, Señor
General, que en guerras precedentes los prisioneros ingleses traídos a estas
islas por nuestros navíos siempre recibieron tres reales por día. Igualmente,
usted podría informarse de que en España, e incluso en Gran Canaria, nuestros
prisioneros han recibido, y reciben todavía, una paga suficiente para su
subsistencia. Esta obligación, por otro lado sagrada en todas las naciones,
nunca es una carga porque los gastos son reembolsados por ambas partes. Estoy
persuadido de que bastará que se informe sobre la posición desgraciada de los
que han sido con r fiados a su cuidado, para que reciban el alivio que esperan
de los sentimientos de generosidad y de honor que distinguen a Vuestra Excelencia.
A continuación de este
llamamiento, realmente emocionante, dirigido a la generosidad de un jefe, en el
texto original se encuentran, de la misma mano de Cunéo d'Ornano, estas
palabras tristemente elocuentes:
Sin respuesta.
Este silencio, por explicable que sea desde el punto de
vista administrativo, se vuelve especialmente grave si se le sitúa en el
terreno de la simple humanidad.
Cuando se produjo el motín, en el
que triunfa la energía de un jefe aparentemente más cualificado que los otros
(el mariscal de Campo Joseph de Armiaga), Cunéo d'Ornano, esperando con cierta
razón encontrar eco dirigiéndose a él, aprovecha la ocasión para hacer un
llamamiento a los sentimientos de justicia y de piedad que se pueden esperar de
un militar.
Esta vez le escribe en castellano:
"Sensible a las muestras de
amistad con las que me ha honrado constantemente, principalmente en los
primeros momentos de la época fatal de esta guerra, me tomo la libertad de
acudir por segunda vez a implorar su protección. En mi calidad de
pri-prisionero, he creído que es mi deber poner ante los ojos de Vuestra
Excelencia, Señor Comandante
General, la triste situación de mis compatriotas. Sus numerosas ocupaciones
diarias no le habrán permitido pensar sobre este tema, pero los sentimientos de
lealtad y de generosidad que le distinguen me dan confianza para ha-blarle de
estos desgraciados. Usted sabe, así como la población, que durante el tiempo en que se les dejó én
libertad y en el que la mayoría servía
en las principales casas del país, siempre tuvieron un buen comportamiento. La
deserción de algunos ha obligado al
gobierno a tomar medidas de
seguridad a este respecto ya mantenerlos encerrados. Con un real por día es
imposible que puedan alimentarse y ellos excitarían su compasión si pudiera ver
cuantos se hallan hoy en día desnudos y pereciendo de miseria y suciedad.
Sé que el gobierno de estas islas
se encuentra molesto y confuso, pero yo me dirijo aun valiente militar que sabe
que el destino de los prisioneros de guerra es algo sagrado y no dudo que el de
mis compatriotas cambie, si usted se digna ser su protector. Si aquí se carece
de medios para alimentarlos y vestirlos, sin ninguna duda, estas islas nunca
podrían ser censuradas por el gobierno por devolver a unos prisioneros que no
pueden mantener, especialmente cuando sirven de pretexto para los malhechores
que basan su bienestar en los desórdenes públicos.
"Usted Señor, concluye Cunéo
d'Ornano, que acaba de dar pruebas de sentimientos de bondad y energía, tendrá
la generosidad de llamar la atención del gobierno y de los habitantes sobre la
situación de estos desgraciados. El dulce placer de hacer el bien basta a las
almas grandes. Si los males de la guerra son infinitos y crueles, más se debe
estimar a los que hacen todos los esfuerzos por aliviarlos.
Por desgracia, tanta elocuencia
debía prodigarse en vano, puesto que tres años después de este alegato la
situación no había hecho sino empeorar. En efecto, por el historiador Dugour se
sabe que, por haber enviado a cuatro diputados a las Cortes de Cádiz, la
población creía haber mejorado su situación financiera y daba por terminada su
penuria.
Desgraciadamente, en 1813 se hace
constar que si los sueldos de los altos funcionarios son relativamente buenos,
no se puede decir lo mismo de los pequeños.
Tanto es así que la corporación
de Añazu (Santa Cruz) tiene que enviar a 'las autoridades una memoria en la que
se comprueba que la tesorería se halla a su nivel más bajo. La prueba está en
que se dice: "que los prisioneros franceses permanecen de veinte a treinta
días sin ayudas, habiéndose visto obligados: mendigar para sustentarse, con
gran escándalo de la población Como en Cádiz y en Baleares, la negligencia -y
quizás la indigencia- del gobierno de Su Católica Majestad, ha reducido a
antiguos combatientes a vivir de la caridad.(Geisendor-Des Gouttes;1994)
1809 Diciembre 31. El Correo de Tenerife publica el siguiente
aviso: "Por una carta procedente de Cádiz, de fecha 3 del corriente, se
acaba de saber que el mariscal de campo Don Carlos Luján, comandante general de
estas islas, se ha dirigido a la Junta Suprema del Reino solicitándole que no se
envíen más prisioneros franceses. Ante razones tan convincentes, su Majestad ha
decidido acoger favorablemente esta petición, lo que se pone en conocimiento
del público, no sólo para su propia satisfacción sino como prueba del interés
que pone el comandante general en España, donde se encuentra, sobre el destino
de nuestra provincia.” Deseos piadosos pero insatisfechos: Cádiz aún tenía otros
envíos en reserva.
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