viernes, 27 de diciembre de 2013

CAPÍTULO XLI-XVII




UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1800-1900 

CAPÍTULO XLI-XVII



Eduardo Pedro García Rodríguez

1814 Mayo 14. El obispo de la secta católica Verdugo procede al auto de erección de ayuda de parroquia, Mogán tenía ya el primer paso para optar a la independencia municipal, ya que había conseguido con este obispo ser un nuevo distrito parroquial, independencia que lograría en 1815, alegando la lejanía respecto de Tejeda, la condición de constituir una parroquia propia y la carencia de juez y demás empleados para los 90 vecinos que poblaban el lugar.
La ocupación por los primitivos canarios  en este municipio se ubica en las terrazas de sus barrancos y espacios costeros, encontrándonos así pequeños poblados en el valle de Veneguera, en la cuenca de Mogán, donde eran más numerosos y en los valles anexos, como eran Taurito, Tauro y Puerto Rico.
Tras la invasión y conquista por los castellanos y con la llegada de los colonos a Tamaránt (Gran Canaria) se procedió al repartimiento de las tierras y aguas usurpadas que existían en la isla como botín de guerra. El espacio que hoy corresponde al municipio de Mogán quedó incluido en el distrito de Telde, que alcanzaba hasta el límite sur del Valle de La Aldea. Las tierras correspondientes a este municipio se caracterizaban por la falta de agua, por la incomunicación y el alejamiento de los principales centros económicos y poblacionales de la isla, por lo que Mogán y los valles anexos no fueron deseados en los repartos, siendo ocupados tan sólo los cursos medios de los barrancos de Tasarte, Veneguera y Mogán, quedando la costa despoblada por el miedo a los continuos ataques de los barcos piratas.
Avanzado el siglo XVIII, Mogán dependía jurisdiccionalmente de otros municipios, como eran Aguimes, San Bartolomé de Tirajana y de Tejeda (muchos de los colonos y criollos propietarios de las tierras de Mogán eran vecinos de Tejeda), situación que hacía difícil la configuración de una identidad propia. A esto hay que unirle el conflicto que surgió en la segunda mitad del siglo XVII entre agricultores y ganaderos, los cuales se disputaban el uso de las tierras y la explotación de los baldíos dando lugar a conflictos que en ocasiones terminaron con la quema de haciendas colonos y criollos sitas en la zona, lo que hacía más complicado el desarrollo económico del lugar.
La despoblación de esta zona preocupaba a las autoridades coloniales de mediados del siglo XVIII y viendo el potencial económico que esta zona mostraba por su masa forestal, por las tierras y el mar, se especuló desviar hacia Mogán la masa de vecinos indigentes que poblaban los alrededores de la capital mediante dos alternativas que no se llevaron a cabo, la construcción de una factoría de pescado en Arguineguín y la repoblación ideada por el obispo Severa en los valles de Mogán y Veneguera y que pasarían por ser la Carlota, la Fernandina y la Luisiana canaria.
A finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, el valle de Mogán basaba su economía en la agricultura, la cual se complementaba con otras actividades, como la ganadera, forestales, debido a la riqueza de sus montes, y la recolección de orchilla, caracterizándose por ser una economía cerrada y de subsistencia.
A finales del siglo XIX, el joven municipio de Mogán entró en una crisis, al igual que toda la isla, debido a los siguientes factores: la quiebra del campo, descompensada presión fiscal, descontrol administrativo local e imposibilidad de liquidar las deudas que los campesinos tenían con los prestamistas locales. Pero esta situación empezó a mejorar cuando una casa inglesa implantaba por primera vez cultivos de tomates y plátanos, trayendo la esperanza y nuevos sistemas de cultivos que caracterizaría la economía del siglo XX.
1814 Mayo 30. Llegó por fin el anhelado día en que Fernando el deseado por algunos españoles atravesó el Bidasoa.

Día fue de inmenso júbilo para todos los partidarios del pasado, que conocían las bellas cualidades del hijo de María Luisa, y esperaban de su justicia la felicidad de la patria.

Para los pocos que sabían las escenas de Bayona, y su conducta en Valencey, la duda no
era posible; pero ésta sin embargo no fue de larga duración, porque el mismo se encargó
de desvanecerla, con el famoso decreto de 30 de Mayo de 1814, en el que, de una sola plumada, suprimió los seis años más heroicos que pueblo alguno  en el mudo puede contar en su Historia.

La ingratitud regia tomó proporciones, épicas. Destierros, presidios y patíbulos, fueron la recompensa de los nobles defensores de la patria. La obra de las Cortes vino á tierra; empezó de nuevo el brutal despotismo, y la Inquisición, como su más firme apoyo, renació de sus cenizas con el decreto de 21 de Julio, natural consecuencia del anterior.

Pronto llegó á Las Palmas la noticia de este triunfo, pues consta que desde el 17 de Agosto se había recibido por el Sr. Borbujo la famosa orden, que iba ó vengarlo del Prelado y del Cabildo.

El día diez, se hizo anunciar en Palacio aquel adusto funcionario, y comunicando á S. I. el decreto, le indicó, que seria conveniente la devolución de la casa para instalar de nuevo el Tribunal: á lo que le contestó tal Prelado, que lo consultaría, pues mientras no se lo mandase la autoridad competente, no le era posible acceder á su petición.

«A la verdad, dice el Sr. Borbujo en la carta en que da cuenta de esta visita, no debíamos esperar ni prometernos otros resultados, aunque aparenta eficaces deseos de servirnos, teniendo á la vista, como tenemos la carta gratulatoria que dirigió este Señor"
A lass Cortes tumultuarias... de eterno oprobio pala su autor » (1)

Por fin, el 29 de Septiembre llegó la orden oficial de la reinstalación del Sto. Oficio, y  al día siguiente se dictó auto, decretando su apertura, y oficiando al Intendente de la Provincia para la devolución de las fincas, y al Sr. Obispo para la de la Casa, que es- taba aun desocupada. Sin embargo, hasta que no se expidió el28 de Noviembre una Real Orden,disponiendo ladevolucion, no entró el Sr. Borbujo en posesión de sus deseadas Cárceles.

A pesar de la fuerza irresistible de la reacción, era tan grande la aversión de los  Isleños hacia el Tribunal, que todos los días aparecían rasgados sus edictos, y su jurisdicción contradicha por las Autoridades principales, y sus empleos de alguacil y familiar despreciados é inservidos. Sus primeras providencias se dirigieron á recoger todos los libros folletos, poesías y periódicos, que en época tan calamitosa habían brotado de las desenfrenadas prensas revolucionarias, de cuyas recogidas enviaban lista mensual al Consejo. Después se dedicaron á perseguir á los que continuaban leyendo libros prohibidos, entre los que encontramos los conocidos nombres del Doctoral D. Graciliano Afoniso y de D. Rafael Bento, por último, no habiendo judíos que procesar, se dedicaron á instruir causas contra alguna vieja curandera, que santiguaba y sacaba los Diablos del cuerpo con polvos y Conjuros.

Examinando con atención escrupulosa los papeles que aun se conservan de esta época, nada hallamos que sea digno de las severas tradiciones del Santo Oficio. Perseguíase á todo el que había felicitado á las Cortes al que defendía proposiciones atrevida as en los claustros y en el seminario, y al que conservaba alguna afición á la lectura, pero era una persecución tímida y vergonzante, que solo se consentía, porque iba envuelta en ella una acusación política. Irreverente ó irreligioso, eran sinónimos de liberales, y entonces se temía más á un constitucional, que á todos los herejes del mundo.

Sabido era, que el, Rey había levantado el Tribunal de

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