UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1800-1900
CAPÍTULO
XLI-XVII
Eduardo
Pedro García Rodríguez
1814 Mayo
14. El obispo de la secta católica Verdugo procede al auto de erección de
ayuda de parroquia, Mogán tenía ya el primer paso para optar a la independencia
municipal, ya que había conseguido con este obispo ser un nuevo distrito
parroquial, independencia que lograría en 1815, alegando la lejanía respecto de
Tejeda, la condición de constituir una parroquia propia y la carencia de juez y
demás empleados para los 90 vecinos que poblaban el lugar.
La ocupación por los primitivos canarios
en este municipio se ubica en las terrazas de sus barrancos y espacios
costeros, encontrándonos así pequeños poblados en el valle de Veneguera, en la
cuenca de Mogán, donde eran más numerosos y en los valles anexos, como eran
Taurito, Tauro y Puerto Rico.
Tras la invasión y conquista por los castellanos
y con la llegada de los colonos a Tamaránt (Gran Canaria) se procedió al
repartimiento de las tierras y aguas usurpadas que existían en la isla como
botín de guerra. El espacio que hoy corresponde al municipio de Mogán quedó
incluido en el distrito de Telde, que alcanzaba hasta el límite sur del Valle
de La Aldea. Las
tierras correspondientes a este municipio se caracterizaban por la falta de
agua, por la incomunicación y el alejamiento de los principales centros
económicos y poblacionales de la isla, por lo que Mogán y los valles anexos no
fueron deseados en los repartos, siendo ocupados tan sólo los cursos medios de
los barrancos de Tasarte, Veneguera y Mogán, quedando la costa despoblada por
el miedo a los continuos ataques de los barcos piratas.
Avanzado el siglo XVIII, Mogán dependía
jurisdiccionalmente de otros municipios, como eran Aguimes, San Bartolomé de
Tirajana y de Tejeda (muchos de los colonos y criollos propietarios de las
tierras de Mogán eran vecinos de Tejeda), situación que hacía difícil la
configuración de una identidad propia. A esto hay que unirle el conflicto que
surgió en la segunda mitad del siglo XVII entre agricultores y ganaderos, los
cuales se disputaban el uso de las tierras y la explotación de los baldíos
dando lugar a conflictos que en ocasiones terminaron con la quema de haciendas
colonos y criollos sitas en la zona, lo que hacía más complicado el desarrollo
económico del lugar.
La despoblación de esta zona preocupaba a las
autoridades coloniales de mediados del siglo XVIII y viendo el potencial
económico que esta zona mostraba por su masa forestal, por las tierras y el
mar, se especuló desviar hacia Mogán la masa de vecinos indigentes que poblaban
los alrededores de la capital mediante dos alternativas que no se llevaron a
cabo, la construcción de una factoría de pescado en Arguineguín y la
repoblación ideada por el obispo Severa en los valles de Mogán y Veneguera y
que pasarían por ser la
Carlota, la
Fernandina y la
Luisiana canaria.
A finales del siglo XVIII y principios del siglo
XIX, el valle de Mogán basaba su economía en la agricultura, la cual se
complementaba con otras actividades, como la ganadera, forestales, debido a la
riqueza de sus montes, y la recolección de orchilla, caracterizándose por ser
una economía cerrada y de subsistencia.
A finales del siglo XIX, el joven municipio de
Mogán entró en una crisis, al igual que toda la isla, debido a los siguientes
factores: la quiebra del campo, descompensada presión fiscal, descontrol
administrativo local e imposibilidad de liquidar las deudas que los campesinos
tenían con los prestamistas locales. Pero esta situación empezó a mejorar
cuando una casa inglesa implantaba por primera vez cultivos de tomates y
plátanos, trayendo la esperanza y nuevos sistemas de cultivos que
caracterizaría la economía del siglo XX.
1814 Mayo 30. Llegó por fin el anhelado día en que Fernando el
deseado por algunos españoles atravesó el Bidasoa.
Día fue de inmenso júbilo para
todos los partidarios del pasado, que conocían las bellas cualidades del hijo
de María Luisa, y esperaban de su justicia la felicidad de la patria.
Para los pocos que sabían las
escenas de Bayona, y su conducta en Valencey, la duda no
era posible; pero ésta sin
embargo no fue de larga duración, porque el mismo se encargó
de desvanecerla, con el famoso
decreto de 30 de Mayo de 1814, en el que, de una sola plumada, suprimió los
seis años más heroicos que pueblo alguno
en el mudo puede contar en su Historia.
La ingratitud regia tomó
proporciones, épicas. Destierros, presidios y patíbulos, fueron la recompensa
de los nobles defensores de la patria. La obra de las Cortes vino á tierra;
empezó de nuevo el brutal despotismo, y la Inquisición, como su
más firme apoyo, renació de sus cenizas con el decreto de 21 de Julio, natural
consecuencia del anterior.
Pronto llegó á Las Palmas la
noticia de este triunfo, pues consta que desde el 17 de Agosto se había
recibido por el Sr. Borbujo la famosa orden, que iba ó vengarlo del Prelado y
del Cabildo.
El día diez, se hizo anunciar en
Palacio aquel adusto funcionario, y comunicando á S. I. el decreto, le indicó,
que seria conveniente la devolución de la casa para instalar de nuevo el
Tribunal: á lo que le contestó tal Prelado, que lo consultaría, pues mientras
no se lo mandase la autoridad competente, no le era posible acceder á su
petición.
«A la verdad, dice el Sr. Borbujo
en la carta en que da cuenta de esta visita, no debíamos esperar ni prometernos
otros resultados, aunque aparenta eficaces deseos de servirnos, teniendo á la
vista, como tenemos la carta gratulatoria que dirigió este Señor"
A lass Cortes tumultuarias... de
eterno oprobio pala su autor » (1)
Por fin, el 29 de Septiembre
llegó la orden oficial de la reinstalación del Sto. Oficio, y al día siguiente se dictó auto, decretando su
apertura, y oficiando al Intendente de la Provincia para la devolución de las fincas, y al
Sr. Obispo para la de la Casa,
que es- taba aun desocupada. Sin embargo, hasta que no se expidió el28 de
Noviembre una Real Orden,disponiendo ladevolucion, no entró el Sr. Borbujo en
posesión de sus deseadas Cárceles.
A pesar de la fuerza irresistible
de la reacción, era tan grande la aversión de los Isleños hacia el Tribunal, que todos los días
aparecían rasgados sus edictos, y su jurisdicción contradicha por las
Autoridades principales, y sus empleos de alguacil y familiar despreciados é
inservidos. Sus primeras providencias se dirigieron á recoger todos los libros
folletos, poesías y periódicos, que en época tan calamitosa habían brotado de
las desenfrenadas prensas revolucionarias, de cuyas recogidas enviaban lista
mensual al Consejo. Después se dedicaron á perseguir á los que continuaban
leyendo libros prohibidos, entre los que encontramos los conocidos nombres del
Doctoral D. Graciliano Afoniso y de D. Rafael Bento, por último, no habiendo
judíos que procesar, se dedicaron á instruir causas contra alguna vieja
curandera, que santiguaba y sacaba los Diablos del cuerpo con polvos y
Conjuros.
Examinando con atención
escrupulosa los papeles que aun se conservan de esta época, nada hallamos que
sea digno de las severas tradiciones del Santo Oficio. Perseguíase á todo el
que había felicitado á las Cortes al que defendía proposiciones atrevida as en
los claustros y en el seminario, y al que conservaba alguna afición á la
lectura, pero era una persecución tímida y vergonzante, que solo se consentía,
porque iba envuelta en ella una acusación política. Irreverente ó irreligioso,
eran sinónimos de liberales, y entonces se temía más á un constitucional, que á
todos los herejes del mundo.
Sabido era, que el, Rey había
levantado el Tribunal de
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