. EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1791-1800
CAPÍTULO XL-IX
Viene de la página
anterior.
Eduardo Pedro
García Rodríguez
Es evidente que la llegada de la escuadra
inglesa a las costas de la isla debió coincidir con algún tipo de “epidemia”
ligera pero bastante vírica, a juzgar por la cantidad de individuos de la
aristocracia y oligarquía isleña, que en un corto periodo de tiempo se vieron
afectados por un extraño virus que les mantuvo enfermos y alejados de la vida
pública hasta que se produjo la retirada de la flota Británica.
Uno de los afectados por
este extraño mal, fue el corregidor don José de Castilla, quien por razón de su
empleo debía ser uno de los individuos clave en la preparación de la defensa de
la isla. Por esta razón el comandante general Gutiérrez, con fecha 22 de Julio,
le remite una Orden redactada en los términos siguientes:
“Estando entendido que se halla Vm. Situado
en la inmediaciones de Gracia con la gente de armas tomar, Art.ª camp.º y Carretas, y conviniendo al Seg.do
desembarco del Enem.go que debemos recelar, execute en esta noche, y siendo
para la gente que existe en esta Plaza para la defensa conbiene al mejor
servicio del Rey que dejando las piezas de campaña con la gente que juzgue
precisa para la defensa y conducción entregada al Oficial Com.te del Dest.º de la Cuesta, baje Vm. Sin la
menor perdida de tiempo con el resto de la gente, Carretas y bagajes si los
hubiera,”
No
dudando Gutiérrez de los estragos que la epidemia estaba produciendo en la
capital (La Laguna),
apremia al corregidor con la siguiente nota:
“P.D. No pierda un momento en
bajar con la gente a esta plaza pues sgn. Hago creencia del En.º devemos
recelar intente el desembarco en esta propia noche.”
Don José de Castilla,
debió notar en su persona los síntomas epidémicos y contestó al oficio del
general con este otro:
“Exmo. Señor
La
gente conqe me hallo son solo veynte, y dos honvres, pues todo el resto de la Jente marchó con el Ten.te
Coro.l Creac, ya ve V. Exa., q.e ni aun para el manexo, o servicio de los seis
cañones tengo Jente, y aunq.e y quisiera
conducirlos a la Cuesta
estan la Cureñas
en tan mala disposición, q.e solo de trarlas en este corto trecho se rompieron
dos.
Si
yo falto de aquí ni avra q.n de las Ordenes ni quien las obedezca, en fin yo
estoy pronto a hallarme en el mayor riesgo.
Dios gue. a V.
Ex.a m.s as
Exmo. Señor
D.n Josef de
Castilla”
Los mencionados síntomas
se agravaron en la persona del corregidor, hasta el punto que el día 23 de
Julio, presenta un escrito en el Cabildo pidiendo ser reemplazado en su misión
de estar en el puesto de la cuesta al frente de la gente y de cuatro cañones,
por encontrarse enfermo, en su lugar, el Cabildo designa a don Melchor Prieto
del Hoyo (ver documento anexo nº 5)
.
Afortunadamente para él, la enfermedad del
corregidor debió ser bastante leve, pues el día 25, se encontraba debidamente
uniformado, con las tropas Canarias formadas en la Plaza Principal
para ver marchar a los ingleses
El
coronel del regimiento de las milicias de la Orotava don Antonio Francisco Salazar de Frias,
en un oficio en respuesta a una orden del general Gutiérrez que le solicita el
envío de tropas de dicho regimiento, después de expresarle el número y situación
de las mismas que desplaza a Santa Cruz, le comenta: “No debo ocultar a V.E.
la complacencia que me ha causado ver la puntualidad y buena voluntad con que
dichos oficiales nombrados han recibido esta orden, sin que haya habido ninguno
que me haya acordado de sus achaques, no obtante que me son notorios.” Continua
el escrito expresando al general la buena disposición de la nobleza de la Orotava y gente viable así
como del clero, “esmerándose todos a porfia a ofrecer sus personas y haberes
para defensa de la Patria”
aprovecha Salazar la coyuntura para interceder por su hijo Antonio “ Aunque
mi hijo don Antonio Salazar se halla arrestado en esta Villa de orden de V.E., he considerado que en un acaecimiento
como este podría habilitarlo para hacer un servicio de tanta importancia
.
El marqués de la Fuente de Las Palmas, que
como se ha dicho fue uno de los primeros en acudir al cerro de Paso Alto, para
defender aquellos lugares, sufrió una caída del caballo, y como consecuencia de
las magulladuras sufridas estuvo durante varios días fuera de servicio
.
Otro de los oficiales, destinado en el fuerte
de Paso Alto, don Ventura Salazar, sufrió un ataque de añoranza y afectado por
este sentimiento, decidió dar las espaldas al enemigo y desplazarse a sus dominios,
a su paso por La Laguna
difundió la noticia de que la plaza había sido tomada por los ingleses y de que
el general había muerto.
Cumplido
este patriótico cometido, el Sr. Salazar puso rumbo esa misma noche a su
residencia de El Sauzal, no sin antes manifestar a quien quiso oírle que “él
no había nacido para espadachín”, explicación por lo demás superflua. En
unos versos titulados “sueños de La
Laguna”. Año 1811; y que son atribuidos a quien fue el primer
Alcalde Real de Santa Cruz, en una de sus estrofas dice:
Y uno que llaman conde huyó el primero
. como acostumbra en
todo lance fiero
Otro de los afectados por
el virus fue el subteniente de milicias Don Pedro Spou, quien estando de
guardia en el cuartel del Hospicio “se separó”, según el parte de situación
enviado por Guinther al general Gutiérrez con fecha 27 de Julio
.
También se vio obligado a
retirase por indisposición el sargento 2º Don Miguel Buysan, que estuvo de retén en las alturas de Paso Alto.
Para
algún Patricio, las incomodidades que suponía el viaje desde su lugar de
residencia hasta la plaza de Santa Cruz, pesaba más que sus deseos de servicio.
En esta tesitura se encontró el coronel Franchy, quien habiendo recibido el día
23 órdenes del general para que se desplazara con sus fuerzas a la plaza. El
coronel se puso en marcha, y el 24
a las once de la mañana se encontraba en la Orotava, donde hizo un
alto para comer, seguramente quiso reponerse de las fatigas del viaje y echar
una cabezadita, pues sobre las tres de la tarde llamó su atención el vocerío
del pueblo que venia contando la victoria sobre los ingleses.
Ante la nueva situación, Franchy decidió
regresar a su palacio de Vilaflor (Chasna), desde donde comunicó a su
excelencia un parte fechado en dicho pueblo el día 26. (documento anexo nº. 6)
Entre los múltiples biógrafos que en las dos
últimas décadas se han dedicado al estudio de la figura del general Don Antonio
Gutiérrez González, y de los acontecimientos del 25 de Julio, destaca por su
personal visión del personaje y de algunos de los hechos que tuvieron lugar,
don Julio Pérez Ortega, quien en su libro
El Ataque Naval de los Holandeses a Las Palmas y la Gomera y el General
Gutiérrez en la Defensa
de Tenerife frente a los ingleses de Nelson, nos ofrece en el mismo una
novela-ficción en lugar de un estudio histórico tal como el largo titulo del
libro sugiere.
Después de exponer su visión de los
acontecimientos europeos anteriores a la intentona de Nelson, don julio entra
en materia en la página 72 y siguientes, con los siguientes párrafos: “El
primer aviso lo tuvo Gutiérrez en la noche del 18 de abril, cuando el marino
inglés Bowen, en un audaz golpe de mano, capturó una fragata española en el
mismo puerto de Santa Cruz. Pocas noches después el astuto Bowen repitió la
suerte, asaltando y llevándose los 145 tripulantes del bergantín francés que
después soltaría”.
Creemos que el autor se refiere a la fragata
de la Real Compañía
de Filipinas Príncipe Fernando - de la que ya hemos hablado-que
procedente de la isla de Francia o Mauricio iba destinada a Cádiz, venía a las
ordenes del capitán Don Juan Ignacio de Odria, y con un cargamento valorado en
seiscientos mil pesos. Esta fragata se encontraba refugiada en el puerto desde
el 26 de Enero.
Cuando
el Sr.Pérez Ortega afirma que pocos días después Bowen repetía la acción “asaltando
y llevándose los 145 tripulantes del Bergantín francés”, suponemos que esta
tratando del apresamiento de la fragata de la república francesa la Mutine, comandada
por el capitán Pomies, la cual fue
abordada y capturada en la madrugada del 29 por un grupo de ocho lanchas
inglesas pertenecientes a una flotilla británica compuesta de dos navíos la Minerva de 44
cañones, y la Lively,
de 38. Esta flotilla venía al mando del capitán Benjamín Hallowell. Debemos
hacer notar que entre Bergantín como señala el autor y corbeta,
existen notables diferencias, tanto en porte como en armamento. En cuanto a los
“145 tripulantes capturado,” entendemos que se refiere al apresamiento
de la fragata, cuya tripulación además, en su mayor parte estaba en tierra en
el momento del abordaje. Los prisioneros franceses fueron puestos en libertad
posteriormente, exceptuando al contramaestre, quien logrando evadirse llegó a
nado a la marina.
Siguiendo la narración de nuestro autor nos
encontramos con la aseveración de que “El 22 de julio amaneció ante el
puerto y fuertes de Santa Cruz una división naval inglesa mandada por Nelson...
Enfila 193 cañones contra la plaza y envía una carta al Capitán General
Gutiérrez:” Aquí entresaca algunos párrafos de la supuesta carta: “Dentro de media hora espero la aceptación o
rechazo de mi propuesta: Deberán entregarme los fuertes de la plaza...La
guarnición depondrá sus armas...Espero que la admitáis” “De lo contrario
destruiré Santa Cruz con las bombas de mis cañones>>. Si la carta a
que hace referencia el autor es la que el capitán Troubridge debía hacer llegar
al comandante general Gutiérrez, (ver documento anexo nº 2) la verdad es que no
conozco otra manera mejor para mutilar un escrito que la empleada en su extracto
por el Sr. Pérez Ortega. En cuanto a la mencionada carta, esta jamás llegó a poder del general, pues como
hemos dicho anteriormente, quedo en los bolsillos del capitán Troubridge, al no
tener éxito su misión, por consiguiente no es que “El arandino no se dignó
contestar”, es que simplemente, no la recibió.
“Nelson conocía bien las defensas por un
desertor chino (debe tratarse del marinero apresado con la fragata Príncipe Fernando)
y aquella noche dispuso un desembarco para ocupar el fuerte de Paso Alto...Allí
se estrelló la columna Británica, que hubo de ser reembarcada a toda prisa”. El
lector podrá juzgar por sí mismo remitiéndose a los hechos más arriba narrados.
Continúa más adelante: “Desde su puesto de mando aquella noche escribió a un
amigo”. “Esta noche, yo, humilde como soy, tomaré el mando de todas las fuerzas
destinadas a desembarcar bajo el fuego de las baterías de la ciudad y mañana,
probablemente será coronada mi cabeza con laureles o cipreses ...”. En
estos párrafos de la carta dirigida por Nelson a su jefe y almirante de la
escuadra británica en el Mediterráneo, Sir Jonh Jervis, el autor
interpreta que va dirigida a un amigo, podría interpretarse así
si el escrito hubiese sido correspondencia privada, pero en este caso, era
oficial y dirigida al comandante de la flota.
A continuación hace alarde
de sus dotes de adivinación al afirmar que, “A aquella misma hora, Gutiérrez
reunió a sus oficiales y, tras repasar las medidas y las ordenes, añadió: “Por
mis años, soy el más antiguo de los combatientes y, por ello, reclamo el honor
del primer puesto en la lucha para ofrendar mi vida por la Patria ...”. Profundamente
conmovido por tan patriótica arenga que el Sr. Pérez Ortega atribuye al general
Gutiérrez, hemos consultado casi toda la bibliografía local publicada sobre el
tema, para tratar de aclarar el pasaje en cuestión, pero no hemos encontrado
ningún autor que haga referencia al mismo.
Al
narrar los acontecimientos, nuestro tan
mentado autor nos afirma que el cañón “Tigre” cercenó el brazo de Nelson, con
lo cual quedan resueltas las dudas que sobre el particular han venido
manteniendo los diversos autores que se han ocupado del tema. Además nos aporta
un nuevo dato al decirnos que el comandante en jefe de las fuerzas de
desembarcadas era el capitán Samuel Hood, cuando nosotros teníamos entendido
que lo era el capitán Troudbrig. En fin, la lectura del libro del Sr. Pérez
Ortega, nos ha servido de acicate para entender como no se debe escribir un
texto sobre historia, por muy osado que uno pueda considerarse, y mucho menos
manipular, o tervigersar los hechos conocidos, ello supone no sólo una falta de
respeto hacía los historiadores que han tratado el tema, especialmente cuando
son citados, sino que, además, es pretender escribir la historia con medias
verdades que es la peor de las mentiras.
EL BAILE DE LAS RECOMPENSAS
Desde
el mismo momento de la retirada de las tropas británicas, comenzó el coro de
plañideros en solicitud prebendas y mercedes a la corona española. Como suele
suceder en aquellos gobiernos donde impera el absolutismo, las prebendas fueron
solicitadas basadas en criterios de afinidad, simpatías o intereses de quien
recomienda a las personas que deben ser distinguidas. En el caso de la defensa
de Santa Cruz por el pueblo de Tenerife, los primeros beneficiados fueron dos
sujetos que, posiblemente no tenían idea de donde se encuentran las islas
Canarias. El comandante general Gutiérrez no perdió tiempo en sacar provecho
del choque con los ingleses, recomendado a sus sobrinos Don Francisco y Don
Pedro Gutiérrez destinados en regimientos españoles los cuales como es de
suponer, no intervinieron para nada en la defensa de la plaza, aún así las
recomendaciones fueron consideradas,
según escrito dirigido a Gutiérrez por el valido Manuel Godoy (Príncipe de La Paz) con fecha 14 de Octubre
de 1797.
El primer oficial español recomendado
por Gutiérrez para el ascenso al grado de
Brigadier, fue el controvertido coronel y teniente de rey en la isla Don
Manuel Salcedo, seguidos del ingeniero jefe Don Luís Marqueli; y don Marcelo
Estranio comandante y coronel del Real Cuerpo de Artillería, miembros los tres
de la plana mayor, e implicados con otros en “la hora del desconcierto”.
Propone Gutiérrez, para los grados de
coroneles con sueldos de tenientes coroneles vivos a los siguiente sujetos: Don
Juan Guinther, capitán y comandante accidental del Batallón de Infantería de
Canarias, y al teniente coronel Don Juan Creagh, capitán del mismo batallón,
ambos así mismo de la plana mayor.
Son propuestos para el
grado de coroneles: el teniente coronel Don Marcelino Prat, sargento mayor de
la isla; y el teniente coronel Don Pedro Higueras, gobernador del fuerte de
Paso Alto
.
Para el grado de tenientes coroneles, son
propuestos los sujetos siguientes: don Eduardo y don Vicente Rosique capitanes
del Real Cuerpo de Artillería; el capitán Don Juan Creagh y Grabiel, ayudante
mayor del Regimiento de Milicias de Garachico; el capitán Don Juan Bataller,
primer ayudante del Batallón de Infantería de Canarias; Don Luis Román, capitán
del Regimiento de Milicias de Güímar; el capitán de infantería agregado al
Estado Mayor de la plaza, Don José Víctor Domínguez, ayudante del general, para
quien se solicita además del ascenso el sueldo de capitán agregado; al capitán
Don José de Monteverde, gobernador del castillo de San Cristóbal, y capitán Don
Bartolomé de Miranda, gobernador del castillo de San Francisco del Risco (Gran
Canaria), quien fue designado por Gutiérrez gobernador de la torre de San
Andrés, al encontrarse circunstancialmente en la plaza de Santa Cruz en los
días en que se produjo el ataque.
Continuando con las nominaciones se proponen
para el grado de capitán, a Don Manuel Nadela, teniente del real cuerpo de
ingenieros; Don Vicente Siera, (a este teniente, con don Francisco Grandy,
teniente de milicias, creemos que fueron los verdaderos artífes de la salvación
de la plaza); el teniente Don José María Calzadilla, en funciones de ayudante
de ordenes del general; Don Esteban Benítez de Lugo, capitán del regimiento de
milicias de Garachico; Don Francisco Jorva, teniente del mismo regimiento; don
Laureno Araus, teniente de cazadores del regimiento de Güímar; Don Patricio
Madan, capitán de milicias agregado al real cuerpo de artillería; Don Francisco
Grandy, teniente de las propias milicias, a quien se recomienda le sea asignado
el sueldo de teniente efectivo del real cuerpo de artillería, y el capitán de
milicias Don Diego Fernández Calderín, gobernador del castillo de San Juan.
Se
pide el grado de teniente para Don José Feo de Armas, teniente de milicias
agregadas al real cuerpo de artillería; don Juan Jaques, teniente del
regimiento de milicias de La
Laguna; Don Simón de Lara, subteniente del mismo cuerpo; Don
Juan del Castillo, subteniente del regimiento de milicias de la Orotava, y el subteniente
Don José Dugi, cadete del batallón de infantería de Canarias.
Son propuestos para el
grado de subtenientes: Don Pedro Pérez Barrios, subteniente del regimiento de
milicias de Güímar; Don Dionisio Navarro y Don Nicolás de Fuentes, subtenientes
del de La Laguna;
Don Carlos Carta, don Francisco Buitrago y Gaspar Fernández, cadetes del
batallón de infantería de Canarias, y Ramón Castillo, sargento primero del
regimiento de Cuba.
Según
el general Gutiérrez, son acreedores a un escudo de ventaja al mes, los
sargentos primeros del batallón de infantería de Canarias Juan Arteaga y Cayetano
Curbélo, y los sargentos segundos del mismo cuerpo Juan Antonio López y Manuel
Barrios.
A
don Diego Correa, cabo primero del regimiento de milicias de Güímar, además se
propone para su agregación como subteniente a dicho regimiento a la primera vacante.
Al alférez de fragata graduado Don Carlos
Adan, capitán del puerto de Santa Cruz, se le propone para el grado de alférez
de navío, y al piloto de primera examinado, don Nicolás Franco Cordero, y los
de segunda, Don José Agustín García, Don Diego Costa y Don Juan de Herrera, que
estuvieron encargados de los cañones violentos, y que se destacaron en la
acción manejando dichos cañones, se solicita alguna gracia, confiada en la
benignidad de rey, para estimulo de los demás.
También se solicita el grado de comisario de
guerra con medio sueldo, para el capitán de milicias don Guillermo José de los
Reyes, secretario del gobierno y la comandancia general, a juicio de Gutiérrez <<quien con
recomendable espíritu y patriotismo acudió a los puestos de más riesgo animando
con su exemplo y expresiones a la tropa>>¿?
.
Es cuando menos significativo, el hecho de que algún historiador escriba sobre
la supuesta valerosa participación en la defensa de la plaza llevada a cabo por
las tripulaciones de los navíos surtos en la bahía (la fragata de la compañía
de filipinas, y el correo español), cuando en realidad las dotaciones de éstos
buques estaban excesivamente ocupados en proteger y salvaguardar a sus propios
barcos, y sus mercancías, sin que interviniesen en la contienda, exceptuando
los cañonazos de aviso cuando los inglese iniciaron el desembarco.
Muchas son las prebendas
que solicita el general, las cuales fueron rechazadas por la corona, y que nos
hace pensar en el siguiente dicho popular: “cuando la limosna es grande, hasta
el Santo que la recibe desconfía”. Si los jefes y oficiales de los reales ejércitos y de las tropas
regladas, mencionados en la larga lista de solicitud de ascensos y recompensas,
más los otros muchos que no figuran en la misma, hubiesen tenido la pericia, el
valor y la intrepidez, exigibles en cualquier época a quienes hacen de la
carrera de las armas su medio de vida, cabe pensar que tal número de jefes,
oficiales y suboficiales, debieron bastarse por sí mismos para contener el
desembarco del enemigo. Pero es una constante histórica el que las metrópoli en
su afán por mantener contentas a las clases relevantes de sus colonias, siempre
se han mostrado pródigas en concederles privilegios y prebendas (en unas
ocasiones graciosamente, y en otras, vendidas a buenos precios), especialmente en la carrera de las armas,
creando así un cuerpo de jefes y
oficiales de opereta, resultando
la mayoría de ellos inútiles en una verdadera confrontación bélica, pero a los
cuales los vistosos uniformes, les iba muy bien para lucirlos en salones de
bailes y en las paradas militares que acostumbran celebrarse con motivo de la festividad del Santo del
lugar.
El número de jefes, y
oficiales, destinados en la plaza de Santa Cruz, y en la capital de la isla (La Laguna), es totalmente
desproporcionando con relación al número de tropas reales y regladas con que
contaba la isla. Como ejemplo veamos los efectivos de tropas con que contaba la
guarnición y que participaron en la defensa.
TROPAS REALES Y REGLADAS:
Batallón de Canarias. . . . . . . . ..
247 hombres (incluidos los mandos)
Banderas de la Habana
y Cuba . . 60 “ “ “ “
Artilleros Veteranos . . . . . . . .
. 387 “
(incluidos los artilleros de
Milicias agregados)
TROPAS
DE LA ISLA:
Cazadores provinciales. . . . . . . . . .. 110 hombres (mandos incluidos)
Milicias de La Laguna
y la Orotava. 330
“ “ “
Rozadores de La Laguna
. . . . . . . . 245 “ “ “
Franceses Voluntarios . . . . . . . . . 110
“ “ “
Pilotos y paisanos auxiliares 180 “ “
“
TOTAL TROPAS REGLADAS: 694 HOMBRES
TOTAL TROPAS DE MILICIAS: 755
HOMBRES
Hay que tener en cuenta que tanto el batallón
de Canarias, como el real cuerpo de artillería, contaban con un importante
número de agregados procedentes de la milicias Canarias, siendo por tanto, los
efectivos de las tropas regladas sensiblemente inferior a los registrados. Los rozadores y paisanos
que fueron la mayoría de los que intervinieron en la batalla, no los hemos
incluidos por ser muy difícil su cuantificación.
Entre el círculo de adeptos del general
Gutiérrez, no debió encontrarse el teniente coronel de milicias, Marqués de La Fuente de Las Palmas, pues
siendo el primer jefe miliciano que se desplazó al frente de la tropa al campo
de operaciones para contener al enemigo
en las alturas de Paso Alto, donde mantuvo
una actuación digna hasta que cumpliendo ordenes del general se reintegraba a
la plaza cuando sufrió una caída del caballo que le obligó a retirarse del
teatro de operaciones, no figurando,
quizás por esta razón, en la nómina de ascendibles propuesta por el general Gutiérrez. Tampoco
debió contar con las simpatías del general, el capitán comandante de la fragata
francesa “La Mutine”(La Pícara), pues siendo
persona que desde los primeros momentos se destacó participando en los
enfrentamientos con los ingleses, como verdadero voluntario -llevado por su
afán de servicio pidió tropas al general para impedir el reembarque de los
británicos por la playa del Bufadero, petición que Gutiérrez desestimó - quizás
por aquello de que a enemigo que huye, puente de plata, es olímpicamente
olvidado por el general y sus asesores, resaltando en cambio la actuación del
teniente Faut.
Otro de los personajes cuya actuación ha sido
controvertida, fue Don Bernardo Cólogan Fallon a quien unos autores nos lo
describen con una espada en la mano luchando contra los ingleses, otros lo ven
rasgando su camisa y vendando a un enemigo herido y en fin, otro nos lo
presenta escondido en un almacén según el testimonio de un criado del Sr.
Cólogan, versión esta última que creemos la
más fiable.
Veamos que de los hechos nos ofrece historiador
portuense Aguitín Álvarez Rixo.
<<... Distinguióse por su caridad personal el joven don Bernardo Cólogan
Fallon que se hallaba a la sazón en
dicha plaza de Santa Cruz, con objeto de poner a salvo algunos caudales que
allí tenia su casa. Este señor socorrió a los heridos con sus propias manos,
haciendo tiras de su propias ropas para vendarlos. En algunas copias M.S. de la
hermosa oda compuesta en tan memorable ocasión, por el señor don José Viera, se
celebran estas buenas acciones; aunque es cierto que en el impreso no se
dicen...La circunstancia que vamos a referir no está puesta en los acuerdos
pero la hemos oído a los que representaron en ella. El Comandante General don
Antonio Gutiérrez pidió al Alcalde Mayor de la Orotava Licenciado
Minovés, algunos hombres para la artillería y éste señaló al Puerto diez.
Opúsose nuestro Alcalde Real en unión de los vecinos alegando en favor de los
pobres: que unos eran milicianos, otros artilleros, otros barqueros y no había
mozos. Apretaba Minovés y los jóvenes visibles como don Bernardo Cólogan
Fallon, don Mateo Commins, don Domingos Nieves, etc. Tomaron la resolución de
pasar a Santa Cruz y presentarse al General para que viese los únicos que había
creyendo que por razón de su cuna, delicadeza y haberes, les respetase y al
pueblo en su nombre, mandándoles, restituir a sus casas. Más no fue así, séase porque ya estuviese prevenido por
algunos chismes de la vecina Villa o porque S.E. hallaba de mal humor, lo
cierto fue que les tuvo esperando en el patio largo rato. Al fin se les
presentó en gorro y bata, les mandó a la mi..., les llamó amotinados, les izo
ir al cuartel de artillería y algunos como fue el caso Cólogan, llegó el caso
de hacer guardia en una batería, Y para restituirse a sus casas tuvo cada cual
que dejar un hombre pago. Esta fortaleza de genio mostró su S.E. con estos
vecinos jóvenes, bien criados, cuando para la defensa de Santa Cruz dicen fue
necesario que los isleños y extranjeros a nuestro servicio le sostuvieran el
ánimo>>.
El que las prebendas solicitadas por el
general Gutiérrez, estaban dictadas más por sus intereses y simpatías
personales, y en función del extracto social de quienes intervinieron en la contienda, nos lo muestra
el trato dado al cabo del regimiento de Güímar Don Diego Correa, el cual estaba
destinado en la batería de la Concepción, de quien ya
hemos hablado, éste en el momento del desembarco de los ingleses por la playa
de la Caleta,
animó a sus hombres, y descalzándose sobre la playa, arremetió contra ellos y
en breves minutos, cautivó a 17 soldados, que entregó personalmente en el
castillo de San Cristóbal, además de varias armas, un cañoncito de campaña y
una caja de guerra, arrebatados a los enemigos. Es posible que fuese el cabo
Correa, quien se hizo con la bandera ya que fue precisamente en la playa de las
Carnicerías, donde desembarcaron las tropas provenientes de la fragata Emerald,
al mando del capitán Thomas M. Waller. Esta bandera que lleva grabado el nombre
del navío de donde procedía, trofeo del que tan justamente nos sentimos
orgullosos los canarios, hoy en día, se exhibe
en un museo militar español, con otros objetos ganados por nuestras
milicias a los invasores ingleses.
Continúa en la pagina siguiente.
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