Eduardo Pedro García Rodríguez
1819.
Y con motivo de haber tratado de nuestros bárbaros vecinos los
berberiscos, relataré la aventura acaecida con ellos el año 1819; para las oportunas
precauciones en aquellos puntos más poblados. La goleta «Juana» propia
del Cap", de Puerto del Arrecife Dn. Antonio (ile/.. Bermúdez, hacía su pesquería fondeada en
aquellas aguas del A (rica. Y como sea uso de enviar las lanchas a pescar por
diversas 1,1 las distantes de la nave principal, los tripúlanos
de una de ellas tuvieron la
imprudencia de bajar a tierra a reposar, o tomar agua fresca: Cuando repentinamente se vieron asaltados de
moros armados, que los cautivaron y
se apoderaron de la lancha. Embarcáronse en esta los enemigos remando hasta la goleta, de la cual se posesionaron v
de dos o tres hombres que había en ella. Vuelta la otra lancha de pesear, observó que estaba su barco lleno de
moros, y sin atinar como pudo ser,
viró de bordo alejándose aunque sin víveres, con la esperanza de hallar otro
buque isleño. Así fue, y regresaron a Lanzarote llenos de
sentimiento, el cual se comunicó a las familias y conocidos de los cautivados
que derramaron muchas lágrimas.
Inmediatamente
Mariano de Brito, hijo mayor del Salvador Santiago
arriba nombrado en su bergantín, «S. Antonio», se equipó de algunos pedreros y fusiles, e hizo vela a intentar
traer la goleta, y algunos de los
cristianos que pudiese. Pero llegado al África tuvo el dolor de ver que la nave que buscaba, los moros
que no son marineros la habían
encallado y desmantalado para aprovecharse de su herraje y madera.
Fondeó Brito no obstante, por si algún cautivo lograba escaparse a nado recogerlo. Era la noche oscura aunque serena, y a la
media, gritó Domingo Bolaña, que hacía guardia a proa: Moros! moros!... Oyóse un fusilazo el acabar el grito, y
cayó muerto el pobre marinero vigilante. Saltaron de la cámara y rancho
los demás cristianos, echando mano cada
cual al arma que pudo, y lucharon con algunos moros que ya habían subido
al bergantín, a los cuales quitaron algunas armas repeliendo su asalto con
denuedo. También están persuadidos que
alguno de los faluchos o lancha que trajeron hubo de irse a pique, por el mucho material que le
arrojaron dentro.
Viendo Brito la inutilidad del viaje regresó a Lanzarote. Y cuando creyó que le agradecerían su buena intención; el
gobierno no le quiso admitir, porque había tenido roce con los
moros; e intentaron forzarle a ir a Puerto Mahón. Mas como no estaba el
barco en disposición ni con víveres para tan largo viaje, falto de piloto que
le costaría un dineral, se negó a partir, y
le conminaron cuarentenas con que
casi arruinaron a este buen hombre.
Por más que
digan, mucho deben valer los espíritus españoles, cuando a pesar de tantas experiencias funestas se atreven a intentar algo
bueno. No hay mayor maldición para ellos que las que les provienen de las
instituciones que llaman de Gobierno!
Los cautivos de la goleta «Juana» fueron regresando después por
vía de Mogador redimidos por los P. P. de la Redención, lo mismo que
algunos otros procedentes de una lancha de la goleta «Antoñita» propia también del citado Bermúdez, desgraciada con posterioridad
a la primera, a causa de otro descuido. (J.A.
Álvarez Rixo, 1982:147-148)
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