La Ladera de Martiánez se configura como un potente acantilado costero, construido mediante el apilamiento de sucesivas coladas basálticas y niveles de piroclastos incluidos en la Serie Basáltica III, junto con algunas capas de almagre, correspondientes a antiguos paleosuelos, formados en períodos de calma eruptiva. La acción del océano fue socavando la base de este acantilado activo, perfilando su morfología actual; si bien hoy en día se encuentra fosilizado, primero por los aportes aluviales del Barranco de Martiánez y, posteriormente, por las obras de urbanización y construcción de infraestructuras, que han alejado mar adentro el frente litoral.
Desde el punto de vista natural, se presenta como un espacio de elevado interés botánico, pues pese al nivel de degradación vegetal experimentado en los últimos siglos, aún conserva restos de una vegetación relíctica de carácter termófilo, que conforman un ejemplo excepcional de este tipo de formación vegetal tan próximo al mar.
Pero el rasgo más relevante de la Ladera de Martiánez es el de constituir uno de los lugares de mayor tradición arqueológica de todo el municipio de Puerto de la Cruz. Desde la década de los 40 existen testimonios documentales y materiales sobre la presencia de vestigios arqueológicos en los conjuntos de cuevas naturales abiertas en dicho acantilado, mencionando Luis Diego Cuscoy la existencia de un poblado con necrópolis, donde se encontraron cráneos, punzones, tabonas y cerámicas.
No obstante, la realidad arqueológica actual de este ámbito se ha visto enriquecida notablemente, no tanto por el deterioro y el saqueo continuado que ha sufrido sino por la presencia de yacimientos de nueva tipología. En concreto se destaca una oquedad natural en cuyo piso se documenta un conjunto de canales y cazoletas parcialmente cubiertas por una leve capa de sedimentos, constituyendo un ejemplo extraordinario en el contexto de la isla de Tenerife por el elevado número de huecos que se observan. Asimismo, el inicio de las labores de prospección correspondientes a la elaboración del Inventario Arqueológico del término municipal ha registrado varias cuevas de habitación de considerables dimensiones, algunas cuevas de enterramiento -que aún conservan parte de su material antropológico- y abundantes restos esparcidos por toda la superficie del acantilado. En total, han sido inventariados, de forma preliminar, hasta siete enclaves arqueológicos, que combinan evidencias de distinto tipo.
Estos resultados iniciales ponen de manifiesto que la Ladera debió constituir un área de asentamiento de primer orden, propiciado por la abundancia de recursos: cuevas naturales susceptibles de ser utilizadas como habitación; agua potable, en forma de manantiales y fuentes, proximidad de recursos marinos y buenos pastizales ubicados en el cauce del barranco y en la zona superior del acantilado (los Llanos de La Paz).
Maria Gómez Díaz
Diciembre de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario