domingo, 30 de marzo de 2014

CRIMENES DE LESA HUMANIDAD COMETIDOS EN CANARIAS-II








CAPITULO II

INVASIÓN DE TAMARANT (GRAN CANARIA)

Con fecha 13 de mayo de 1478 en Sevilla (f.106). Confirmación, a petición del secretario y cronista real Alonso de Palencia, de la capitulación asentada por éste, en nombre de Su Alteza, con don Juan de Frías, obispo de Rubicón, y con los capitanes don Juan Bermúdez, deán de las islas de Canaria, y Juan Rejón, criado de la reina, sobre la armada para la conquista de Gran Canaria y otras islas pobladas de infieles. En dicha capitulación, que va inserta -Sevilla 20 de abril 1478-, se concede al obispo la orchilla de las islas mientras dure la conquista con el fin de compensarle los gastos que aquella le ocasionara,  y los reyes se obligan a aportar 20 lanzas de la Hermandad. La Reina. Avila. Reg; Diego Sánchez. (E.Aznar Vallejo. 1981)

El 21 de junio de 1478, Comenzó la denominada Guerra de Canaria declarada unilateralmente por el reino de Castilla,  para invadir y conquistar la  isla de Tamaránt (Gran Canaria),  por iniciativa de los nefastos Reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.

Desembarcan en La Isleta, Tamaránt (Gran Canaria) la escuadra invasora castellana-aragonesa transportando una expedición de mercenarios compuesta por “600 peones y gentes de a caballo” con ellos   Juan Bermúdez, deán de Rubicón quien llevaba espada al cinto, como segundo del obispo Juan de Frías y capitán responsable de la invasión y conquista, y Juan Rejón, criado de la reina Isabel, como capitán representante de la corona en las tropas, mercenarias todos ellos bajo la alta dirección del obispo de la secta católica Juan de Frías, quien era además  uno de los financiadores de la invasión y conquista.

El obispo Juan de Frías lleva en otra armada a un grupo de guanches de la  Gomera que habían sido esclavizados por Hernan Peraza, el primero de este nombre, señor de La Gomera y del Hierro, había hecho objeto de una brutal traición a cien gomeros.  Utilizando dos carabelas, de Palos y de Moguer que hacían comercio con la isla, dijo a sus vasallos que los necesitaba en los bracos, y  cuando los cien incautos  habían entrado en ellos, los llevó a España y allí los vendió como esclavos. (D. Wolfel, 1980, Documento 1:5)

Don Juan de Fría posiblemente afectado por la importante reducción que suponía para sus arcas y las de la iglesia católica la pérdida de cien siervos y además, por una cuestión de competencias decidió quejarse ante la corte castellana.

Tal como recoge el investigador austriaco Dominik J. Wolfel: “Don Juan de Frías fue a la corte y se quejó ante los reyes católicos quienes guardaron la justicia, encargaron a dos doctores de su Consejo, hacer la pesquisa.

En la sentencia ejecutoria de 6 de febrero de 1478 los vendidos fueron declarados libres y don Juan de Frías recibió esta sentencia como fiel ejecutor de la justicia. “Dos doctores fueron encargados de buscar a los vendidos por todos los reinos y ponerlos en libertad” para devolverlos a su tierra (Curiosamente, uno de estos doctores había sido el encargado de comercializarlos), pero el obispo estimó más práctico emplearlos en la conquista de Tamaránt. Pero la acción de conquista tuvo escasos resultados debido a las diferencias entre los capitanes invasores y a la escasez de recursos (Morales Padrón). En este intento, tanto el obispo Frías como el deán Bermúdez cortaron más cabezas de guanches canarii que las tropas de Rejón.

El cronista Palencia, que no recata su desprecio hacia los frailes a los que los militares consideraban como “mensajeros de todo lo peor” y los marineros como tipos de mal agüero, describe al obispo Frías como “hombre imbécil y nada religioso, vanidoso y  de vida irregular”. -Este controvertido obispo de la iglesia católica y mercenario testó en  Sevilla el 20 de octubre de 1485, porque una grave enfermedad le detenía postrado en aquella ciudad, a cuya población se había trasladado para tratar asuntos relacionados con la diócesis.

Consta por dicho documento público la valiosa donación que hizo a favor de su deán (Bermúdez) y Cabildo respecto a todas las casas, huertas, muebles, alhajas y esclavos que poseía en Winiwuada (Las Palmas) y en las islas de Fuerteventura y Lanzarote. En el expresado documento decía: “Que por cuanto él tenía grandes cargos del deán e Cabildo de su Iglesia e en remuneración e satisfacción de aquellos e por descargo de su conciencia e porque toviesen cargo de rogar a Dios por su ánima e fazer memorias por él en cada un año, que les daba e dio en donación fecha entre vivos e non revocable, agora e para siempre jamás, unas casas que dijo que tenía en la isla de Lanzarote e otras casas que dijo que tenía en la isla de Fuerteventura en el Antigua e donó las casas de su morada que él tenía en la isla de Gran Canaria, todas juntas, como estaban e la huerta que él tiene e mandó comprar e por cuanto tenía siervos esclavos que él los daba e dio a la fábrica de la dicha iglesia Catedral de Canaria...”.-.
El 24 de agosto de 1479.  Una importante expedición militar invasora a la captura de esclavos, acaudillada por el obispo Juan de Frías y el capitán de la mar Pedro Hernández Cabrón, sufrió una seria derrota en los alrededores de La Caldera por obra de los valientes e indómitos guanches  de  Tirajana. Los castellanos experimentaron cuantiosas pérdidas en muertos y heridos; al mismo tiempo que revestía circunstancias trágicas la difícil retirada. Pedro Hernández Cabrón después de haber depredado en Tirahana con sus tropas de mercenarios inicia la marcha hacía la costa donde estaban fondeados los navíos.
Un canario cristiano que había ido con ellos les dijo que no saliesen del lugar donde estaban, porque todos los canarios estaban allí juntos, y había muchas cuestas que descender muy agrias, y en ellas corrían gran peligro; que se estuviesen que dos allí dos días, pues tenían qué comer, y los canarios no tenían ninguna provisión y se derramarían en buscarla, y les sería más fácil la bajada. Mas el capitán Pedro Hernández Cabrón, como no había experimentado ni visto el ánimo y ligereza de los naturales, dijo que él no tenía temor a gente desnuda, y que tenía los navíos sin gente, que habían de ir adormir en ellos. (Fr. J. De Abreu Galindo)
Era este Pedro Cabron o Hernandez Cabron un conocido pirata gaditano, que surcó los mares a fines de la baja Edad Media. Un pirata cuyo valor y maestría como capitán le llevaría a la Marina Real, a defender Napoles del ataque de los turcos o a marchar a las Canarias en busca de tierras que conquistar. Como también actuó por las costas africanas en contra de los enemigos de la cristiandad. Pedro Fernández aparece nombrado por primera vez en 1478, cuando los Reyes le conceden el perdón por los actos de piratería cometidos en la costa aragonesa, así como por su intervención en los conflictos entre los dos principales poderes de la zona: los Ponce de León y los Guzmán. Nos dice Antón Solé que es “genoves de raza y, a lo que parece, portuense de origen inmediato”.
Su pericia como corsario llamó pronto la atención de los monarcas y, en 1479, lo encontramos como capitán de la armada que, bajo el mando del obispo Fray Juan de Frías, parte hacia Las Palmas, en Canarias. Cambiaso y Verde nos da más información sobre la expedición y nos confirma sobre Pedro Caper –como aparece citado en Alonso de Palencia. (Javi Fornell, 2008)

Como réplica a la actitud de resistencia de los canarios, Juan Rejón, a finales del verano de 1478, quemó las sementeras (cereales  e higuerales), comenzando ya el proceso de deforestación insular. En 1479 el poblado Arehukas fue arrasado por las huestes invasoras castellanas, de este momento, sobresale la denominada “Batalla de Arucas”.

Las continuas pugnas y desacuerdos entre los mercenarios invasores castellanos: las desavenencias motivadas por el reparto de las rapiñas entre el mercenario Juan Rejón, y  el clérigo católico deán Bermúdez, Pedro de Algaba y el obispo Frías contribuyeron a constantes discrepancias tácticas y luchas por el poder, careciéndose de acciones globales y efectivas conforme aun plan bélico coherente, acentuado por la falta de alimentos y refuerzos.

Toledo el 24 de febrero de 1480. Se concede que durante l0 años ni el Almirante ni sus lugartenientes lleven derecho alguno sobre las pesquerías y presas  hechas en Gran Canaria, renunciando los reyes a los quintos sobre cueros, sebo, esclavos y armazón y sobre las presas hechas en las islas de infieles, salvo en la Mina de Oro, y comprometiéndose a impedir que Diego de Herrera haga presas en Gran Canaria y que concierte paces en Tenerife y La Palma. [Falta el final] (E.Aznar; 1981)

El judío converso Pedro de Vera, es  nombrado el 4 de febrero de 1480 nuevo capitán, de la invasión de Tamarant (Canaria) entraba en winiwuada (Las Palmas) poco después del proceso a Algaba. Hacía su arribo como “segundo gobernador con su probisión real mandando a el capitán Rejón y a los demás caballeros ventureros conquistadores, capitanes, oficiales y gente de guerra que lo resibiesen por gobernador y capitán general”. Vera, pues, se aposentaba en Las Palmas con el ánimo alertado contra Rejón, según confiesa Palencia, como Corregidor, Gobernador, Capitán General y Alcalde de la isla de la Gran Canaria. Se abría la segunda fase de la etapa realenga de la invasión y conquista (1480-91). En esta misma cédula se ordena a genocida Pedro de Vera, gobernador impuesto de Tamaránt (Gran Canaria) que “proceda al repartimiento de todos los exidos (campos de labor) y dehesas y heredamientos de a dicha ysla entre los caballeros e escuderos e marineros e otras personas que en dicha isla están”. Este repartimiento empezaría tres años antes de concluir la conquista de la isla, que finalizó el 29 de abril de 1483.
En el mes  de agosto o septiembre de 1480 el gran caudillo canarii Doramas y el invasor Pedro de Vera mantienen un entrevista en el reducto militar castellano.
“El capitán Pedro de Vera, una vez dispuesto para el parlamento acordado por ambas partes, ordena que se retiren los vasallos que escoltan a Doramas, al tiempo que presenta a sus subordinados: capitán Miguel de Mujica, su primo Juan Siberio, Miguel de Trejo de Carvajal y a su hermosa esposa la infanta canarii Thenesoya Vidina, casada con el  colono normando de Titeroygatra (Lanzarote)  Maciot Perdomo de Bethencourt.
En la conversación entablada entre los dos jefes se deduce desde un principio que el Vera no trata de profundizar el tema de canje de prisioneros, lo que se traduce más bien en una encerrona cuando el invasor tuvo la osadía sorprendente de vociferar amenazas e improperios a los canarii, exigiendo sin condiciones la entrega inmediata de unos sesenta prisioneros españoles en los cantones de Galdar. Además, el capitán Pedro de Vera, sin intervenir sus subalternos, acusó a los guerreros de Doramas de salvajes porque quemaban vivos a muchos prisioneros castellanos.
Ante las duras alusiones del general en la histórica entrevista, Doramas, sereno y persuasivo, respondió a Pedro de Vera que en las guerras no se admitían piedades como ocurría con sus compañeros de raza, que además de ser despojados de sus tierras y ganados, eran torturados y muertos a tiros por los arcabuceros castellanos si se resistían, para más tarde ser encadenados en las playas de Arguineguin, o Winiwuada, esperando ser vendidos como esclavos en los mercados de Sevilla y Valencia.
El capitán español, descompuesto y humillado, ante las referencias del caudillo canarii, quien se negó a aceptar la imposición de la religión católica, rechazando el bautismo cristiano, hizo intervenir como decíamos anteriormente a los suyos para comunicarles su funesta decisión de decretar la famosa trampa de detener y encarcelar a Doramas y acompañantes aprovechando la ventajosa situación.
Ante el delicado momento e injusta decisión de Pedro de Vera, el capitán Miguel de Mujica y Thenesoya Vidina se negaron a secundar semejante patraña, convenciendo al capitán invasor de no realizar una traición de tanta bajeza. Y sobra decir por lo tanto que toda la comisión isleña se marchó como mismo había venido.” (Julio Vera Trujillo.)
En 1480, Pedro de Vera, continuó las cabalgadas (captura de esclavos) en Chinech (Tenerife) y Benahuare (Palma).

A punto de salir hacia Chinech (Tenerife), no queriendo dejar a su espalda 600 hombres “de pelea”, Pedro de Vera aplicó el arma del político español, que es el engañó. Asegurando a cuantos le siguiesen, que “ganarían para vestirse”, consiguió embarcarlos por su pie, encerrados “debajo de la tilla”, para que no se orientasen por el sol o las estrellas, les llevó a Cádiz y Puerto de Santa María. Puestos en venta, los barcos regresaron, en busca de las mujeres y los hijos. Subieron a bordo sin chistar, con decirles que las llevaban, donde estaban sus maridos.

Superada la demanda por la oferta, los invendidos quedaron abandonados en libertad, por no alimentarlos, permitiendo que se alojasen extramuros de Sevilla, junto a la puerta de Milhojar. Muertos los más, al no aclimatarse, otros se desperdigaron por el reino, regresando a Tamaránt (Gran Canaria) los menos, para formar núcleo de población castellanizada. Condicionado por la extraña interpretación de la ética, que impera entre españoles, el cronista celebró la felonía, declarándola virtud, porque se perpetró por razón de estado, en aras de la “pacificación” de la isla. (L. Al. Toledo)

Años después, el canario Juan Manuel, recordaba a los católicos, que los naturales de  Tamaránt (Gran Canaria), nunca fueron “vencidos”, pues dieron vasallaje voluntario, contra la promesa de que sus personas y bienes, serían respetados, por lo que “no son ni pueden ser esclavos”. Confirma el supuesto Juana Canaria. Sometida la isla a “nuestro servicio”, quedó en libertad “con los otros canarios, que nos mandamos que fuesen libres”, por haberse dejado bautizar, sin resistencia. Preparándose “para yr a la Ysla de Tenerife”, cuando Vera invitó a los varones a seguirle, prometiendo que saldrían aprovechados. Barruntando que terminarían en el mercado de esclavos, rechazaron la oferta. El gobernador quiso capturarlos, pero “se absentaron”, echándose al monte. Huido el marido de Juana Canaria, fue acusada de recibirle de noche, prestándole ayuda. Condenada a cautiverio, en Andalucía la compró un jerezano, destinándola a esclava doméstica. (L. Al. Toledo)
También en 1480, entre otras cosas que el gobernador Pedro de Vera hizo, luego que envió preso a Juan Rejón, fue mandar aprestar dos navíos, diciendo quería ir hacer guerra a Tenerife, a los guanches, y hacer una entrada; y mandó a percibir doscientos canarios de los que andaban en el real, haciéndoles grandes promesas y ruegos, con intento de desembarazarse de ellos, enviándolos a Castilla, por la poca confianza que de ellos tenía y por entender que, teniéndolos consigo, no se podía hacer ningún ardid contra los canarios, que ellos no fuesen avisados de éstos.
Y así, tenía tratado con los maestros de los navíos que, como se viesen fuera del puerto, navegasen la vuelta de Castilla. Embarcáronse los doscientos canarios, y con ellos el valiente Adargoma. Iba por capitán de esta empresa Guillén Castellanos, que había venido a esta conquista de Canaria por orden de Diego de Herrera, “hidalgo de mucha confianza.”
Como los canarios se vieron en el golfo, y no divisasen en el viaje al pico de Teide, y que antes iban en continuo alejándose dél, quisieron alzarse los canarios y matar a Guillén Castellanos y a los maestros de los navíos, y quisieron desfondar los navíos, para que todos se fuesen al fondo, con rabiosa determinación. Guillén Castellanos y los maestros, viéndose en este trance, arribaron a Lanzarote, y allí echaron a los canarios en tierra. Fueron apaciblemente recibidos por Diego de Herrera, y los naturales de Lanzarote los aposentaron; y allí quedaron por vecinos, hasta que después pasaron en socorro del Cabo de Aguel, donde casi todos perecieron. Súpose este suceso en el real de Pedro de Vera, y los canarios que allí se hallaron, escandalizados de este caso, se alzaron y metieron la tierra adentro, con los demás, y comenzaron a hacer nueva guerra, con mayor coraje y fervor. (Abreu Galindo, 1977)

El 10 de diciembre de 1480 se ordena en la metrópoli las reclutas de ladrones y asesinos para la conquista de  Gran Canaria. “Medina del Campo (f.50). Poder a Juan de Torres, corregidor de las villas, valles y merindades de Trasmiera, Peña Melera, Valdebeseros, Peña Samago, Peña Rubia y Val de los Herreros, para que en nombre de Sus Altezas pueda prometer palabra y seguridad de perdón a los delincuentes de su jurisdicción y del marquesado de Santillana y tierra del conde de Castañeda, salvo a los reos de traición, delito de falsa moneda, falsedad hecha en nombre de los reyes y saca de monedas de oro o plata, que fueren a servir a su costa en la conquista de Gran Canaria por espacio de seis meses, contados desde el día en que se presentaren a Pedro de Vera, capitán y gobernador de dicha isla, y de Miguel de Moxica, receptor de la misma. Se ordena a las justicias que no actúen contra las personas o bienes de quienes muestren la concordia hecha con Juan de Torres y fe de Pedro de Vera y Miguel de Moxica de haberla cumplido, pudiéndole exigir únicamente la restitución de los bienes que hubiesen tomado; y se ordena al chanciller y a los notarios que les libren las cartas y sobrecartas de perdón que necesitasen, con obligación de ser perdonadas por las justicias. La Reina. Rodericus. (E. Aznar; 1981)

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