lunes, 31 de marzo de 2014

Santiguadoras en La Palma







Por Rosa Pezzuti - Islas Canarias


Encontrar el lugar de nacimiento de los refranes populares es una tarea ardua y, seguramente, un trabajo interesante porque ellos, en muchos casos, guardan un legado de sabiduría que se transmite de generación en generación, de padres a hijos. ¿Sabiduría popular? ¿Un pedazo de nuestra historia? ¿O es sólo una vieja, y bastante vieja, superstición? Uy…. Ya me imagino la cara de muchos. A veces mejor quedarse sin obtener las respuestas a ciertas preguntas, especialmente a una como esta ¿Vuelan o no vuelan? Claro, sería mucho más simple decir que es superchería, que estos viejos refranes o dichos populares, nada tienen que ver con los avances de este maravilloso y tecnológico siglo y así se zanjaría el tema….
 Pero, y siempre hay un pero, no haríamos justicia a los refranes, ni a quien, en su momento, los dijo, pero claro, no estamos aquí para hacer justicia a las brujas con sus escobas, sin ofenderlas, en cuanto yo sería la primera en montarme en una.
 Ya me estoy perdiendo en mi imaginación, retomemos el asunto que nos importa, no es que sí las brujas vuelan, es entender qué hay de cierto en los refranes, qué hizo que se difundieran y qué hace que, aún hoy, despierten pasiones y controversias. Para aclararlo debemos dar un paso a tras en el tiempo y remontarnos a los akelarres (del vasco akelarre, "aker" = macho cabrío y "larre" = campo), término para designar el lugar donde las brujas celebraban (¿o celebran?) sus reuniones y sus rituales.
 La palabra akelarre o aquelarre abre nuestra imaginación a otros tiempos en donde las mujeres eran poseedoras de un vasto conocimiento en hierbas medicinales, que sabían como interactuar con la Madre Naturaleza, respetando el momento justo para recolectar las hierbas que eran más tarde utilizadas para la realización de los ungüentos y pócimas. ¿Pócimas que
les dieran la sensación de volar?
 Pero en lo que respecta al objeto de nuestro estudio está aquí, en el lugar que me ha acogido, La Palma. Gran parte de las tradiciones isleñas canarias son una reminiscencia de las prácticas mágicas de los aborígenes, con su ‘guayota’ (nombre que recibía una de las entidades mitológicas malignas) y ‘aranfaibos’, mujeres adivinadoras, especie de sibilas, y apariciones misteriosas a manera de ‘tibisenas’ (guacanchas en la mitología guanche, eran demonios o genios malignos en forma de perros oscuros), pavas, gallinas, becerros, puercos...,
Respecto al motivo del artículo, se dice que fueron las moriscas las primeras santiguadoras con sus prácticas, conjuros, ligamentos, etc. En ellas tienen su origen muchas de las prácticas de brujería. Una muestra es el conjuro-oración que introdujo en Gran Canaria, finalizando el s. XV, la morisca nacida en Sevilla, Isabel Ramírez, conocida por la Forfalana. 
Brujas, hechiceras, santiguadoras, grandes conocedoras de los ciclos lunares y de sus múltiples beneficios, de las hierbas y plantas, mujeres, al fin, que sabían como agradecer al Universo, con rituales mágicos si se quiere; mágico, porque es el ingrediente que le daba su eficacia.
Hoy hemos de agradecer a aquellas mujeres los conocimientos que nos legaron y la simiente que sembraron en otras mujeres en el uso de plantas como la belladona, el cornezuelo, la dedalera,... con fines terapéuticos, la capacidad de curar.
Los rituales no son otros que actos de respeto y agradecimiento por lo que la Madre Naturaleza pone a nuestra disposición. No es nada raro escuchar hablar en la isla de curanderos y curanderas, hombres y mujeres que conocen el arte de las hierbas  y de santiguadores y santiguadoras que, con ensalmos son capaces de curar tal y cual enfermedad. Muy común es el santiguado para quitar el sol, es decir, la enfermedad debida a la exposición prolongada a los rayos solares, que se hace poniendo un paño doblado sobre la cabeza del paciente y encima un vaso con agua mientras se hacen cruces en ella y se reza:
"Sol, sol, vete al sol,
deja a (nombre del paciente) su resplandor.
Hombre santo nómine,
quita el sol y aire si hay.
Así como el mar no está sin agua,
ni el monte sin leña,
ni el cielo sin ti,
rosa de Cristo,
coge tus rayos
y vete de aquí"
 
Y por recomendación del santiguador se tiene que rezar un Credo al terminar y repetir durante 3 días. O quien sabe curar con las manos una torcedura mientras, en silencio, reza o mira al cielo con una mirada perdida. Lo que si podemos constatar es que funcionan, aún cuando la medicina oficial se sigue preguntando cómo lo hace.

 En el santiguado se recitan y se ponen en boca de las personas, verdades y oraciones santas, como preámbulo a la práctica. Esta práctica está muy arraigada en todas las clases sociales. Podemos distinguir dos tipos de santiguados: el realizado por santiguadores de buena fe, que practican su santiguado por el mero hecho de hacer el bien a la Humanidad, devolviendo la salud a los enfermos que a ellos acuden y el de los santiguadores metalizados, que hacen de su práctica supersticiosa una industria para atrapar y sorprender a los fanáticos. De lo que antecede, parte la creencia de que hay  dos clases de espíritus: buenos y malos; creencia que hizo que los filósofos alejandrinos clasificaran la Magia en dos tipos: la Teurgia (o Magia bienhechora) y la Goecia (o Magia malhechora); magias que en la Edad Media se las llamaba, respectivamente, Magia Blanca y Magia Negra, degenerando esta última en una mal llamada brujería
.
 Si se quiere, se puede analizar los Legajos del Archivo del Tribunal del Santo Oficio de Canarias, donde se puede ver que no faltaban santiguados como el del bien querer, la oración para ligar, la oración de la sal, la oración del ánima sola, la oración del ánima fiel, las oraciones de Santa Marta, Santa Elena, Santa Magdalena, de Doña Maria de Padilla...
 
Entre 1499 y 1714 fueron denunciadas por hechicería 1.136 mujeres frente a 109 hombres. El término bruja no aparece sino hasta 1529, y aunque no parece establecerse una delimitación clara entre las brujas y las hechiceras, parece que hay rasgos de las brujas (volar, chupar las sangre de los recién nacidos,...) que las hechiceras no los practicaban. Aunque ambas prácticas son consideradas maléficas, por los inquisidores, la hechicería puede tener un carácter benéfico y curativo, aunque lo más normal es que se utilice para atraer o conservar el amor de una persona, para adivinaciones o curaciones, las santiguadoras.

  Y finalmente, ya para esclarecer lo hechos y reivindicar a las brujas (por cierto, obligadas en las iconografías oficiales ya para identificarlas o para acallar sus conciencia, a lucir esos atuendos sin ninguna gracia con los que se las representaba, y, de paso, con verruga y todo), es justo y necesario hacer, una vez más, un pequeño salto histórico hasta llegar a la Edad Media y a la elaboración del pan de centeno, un cereal muy utilizado en esa época y de cómo de él procedía el ergot, un potente alucinógeno (y muy peligroso, pues basta recordar la enfermad denominada Fuego de San Antonio), con el cual untaban el palo de escoba, entre otras cosas, y ….creo que llegada a este punto  relatar el procedimiento usado para introducir la droga en su cuerpo no tiene el menor sentido, como tampoco lo tiene el constituirnos como parte acusadora y condenar unas prácticas de las cuales ignoramos su verdadera finalidad.

Rituales que realizaban, lejos de la vista de curiosos, en parajes inolvidables (como el Llano de las Brujas, en La Palma, mostrado en la fotografía), donde las nubes parecen querer hablarnos y que, hoy en día, siguen siendo lugares visitados, donde poder conectar con lo mágico.

  No hay rincón de La Palma que no invite a la meditación, a la reflexión, lugares que parecen susurrarnos que simplemente detengamos nuestros pasos de viajeros apresurados y que nos dejemos envolver por la neblina, las nubes y los sonidos de la Naturaleza, y sí a lo lejos vemos o escuchamos voces, no tengamos temor, seguramente es el canto y las risas de quienes están o estuvieron compartiendo este mismo instante que nosotros o es que “de que vuelan, vuelan”. (rosapezzuti@hotmail.com)





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