sábado, 8 de marzo de 2014

MUJERES AFRICANAS HISTORICAS-I






Ico
Fue una princesa Maja de la isla de Titoregatra (Lanzarote)) conocida por ser supuesta hija del capitán vizcaíno Martín Ruiz del Avendaño y de la reina Faina.
Ico nació en 1378, probablemente, la hija del capitán vizcaíno Martín Ruiz del Avendaño y de la reina Faina. Su supuesto padre llegó a Titorteygatra (Lanzarote) arrastrado por una tormenta en un barco que encalló en 1377 en las costas de la isla. Zonzamas, que gobernaba la isla en estos momentos, decidió llevar al capitán en su corte de Acatife (actualmente Villa de Teguise) durante el tiempo en el que ese estuviera en la isla. El capitán vive allí durante 6 meses. En su estancia en la corte, el capitán se acuesta con la esposa del rey. Nueve meses después (cuatro meses después de la marcha del capitán), con la ayuda de una niñera llamada Uga, nace Ico. A pesar de su pelo rubio y su tez clara (que podría poner en entredicho la paternidad de Zonzama, pues su pelo y su piel contrastan con la piel morena de los majos), Zonzamas la cría como hija suya, dejándola a cuidados de Uga.
A la muerte de Zonzamas, la corona fue ocupada por su hijo Tinguafaya. Sin embargo, en 1399, tras regresar a la isla los europeos, él y su esposa fueron secuestrados junto a 170 de sus súbditos por el capitán Gonzalo Peraza Martel con el fin de comerciar con ellos, en la consideración de esclavos, en los puertos europeos.
Así, Tinguafaya fue sustituido por su hermano Guanareme en el gobierno de la isla1 Según Juan de Abreu Galindo, Guanareme se casó con Ico y tuvieron un niño: Guadarfia. Su niñera Uga ayudó a Ico a tenerlo Sin embargo, Guanarame muere rápidamente, dejando el reinado de la isla libre. Tal vez su muerte fuera causada por alguna enfermedad.
Debido a esto, el consejo de nobles decide que Guadarfía sustituya a su padre en la coronación, pero ante la negativa de muchos Guayres, nobles maxos, que sospechaban que su madre Ico no descendía directamente de Zonzamas, estos deciden que Ico debe mostrar que es una maja noble, para que su hijo, Gadarfía, pueda gobernar la isla.
La princesa tiene que pasar la prueba del humo, mediante la cual, ella debe permanecer encerrada en una choza junto a cuatro de sus sirvientas. La choza es rodeada por varias hogueras encendidas, que expanden el humo por toda la choza. Solo si la persona vive, podrá ser considerada noble, ya que eso querrá decir que el dios la protege. En caso contrario, "el dios desconocido" la habrá castigado por no ser noble.
Atidamana,
Joven bella y talentosa para los negocios políticos, habitaba en Gáldar, el  más opulento de los señoríos de Tamarant  (Gran Canaria.) Su prudencia y sabiduría habían hecho de ella el oráculo de la isla, de modo que ni guerras, ni paz, ni premios, ni castigos se resolvían sin su dictamen.
Era tal la envidia de algunos hombres que comenzaron a contradecir los consejos de la joven porque eran buenos y eran de ella, cuando no se burlaban y la menospreciaban abiertamente.
Atidamana, de talante dulce y apacible, juró vengarse cuando la insolencia fué en aumento.
Gumidafe, caudillo de Gáldar, admiraba y amaba a Atidamana y no se negó a casarse con ella cuando se lo pidió. A partir de ese momento la joven empezó a ejecutar su plan. Se arrepentirían de las burlas y desprecios. Mudaría en sumisión la libertad de la isla.
Gumidafe accedió a los planes de su esposa y reclutó un ejército de guerreros que el resto de caudillos de Gran Canaria apenas opusieron resistencia. Marchaban a la cabeza de dicho ejército dando muestras de su singular fiereza en los combates.
Unos trás otros fueron sometidos los señoríos de Telde, Agüimes, Agaete, Arucas, Tamaraceite, etc,etc…
Sólo cuando la isla entera al fin quedó sujeta a su dominio, Atidamana dió por cumplida su venganza.
Tnesoya Vidina

En el año 1460 antes de que Castilla ocupase Gran Canaria, solían venir a las Islas algunos barquichuelos dispuestos a pillar en nuestras costas lo que pudieran.

 En una ocasión Diego de Herrera, colono señor de Titoreygatra (Lanzarote,) regresando de la Isla del Hierro, sintió que la brisa empujaba sus naves en dirección al Bañaderos, y no quiso desperdiciar la oportunidad. Saltaron a tierra varios de los suyos, prepararon una emboscada, y eso del amanecer vieron llegar por aquellas inmediaciones un grupo de isleñas canarii en actitud de bañarse. Los de Herrera salieron entonces de su escondite, las hicieron prisioneras y las llevaron a Lanzarote; siendo una de ellas la princesa Tenesoya, sobrina del Guanarteme de Gáldar.

 Ocurrió en el paraje que llamaban los Bañaderos.

Hasta allí habían llegado ejecutando sus entradas y correrías las huestes de Diego de Herrera, y allí pudieron escuchar las voces y las risas de tres jóvenes y hermosas isleñas que, desnudas, se bañaban en las orillas del mar. Ocultos en el boscaje los soldados miraban a las muchachas hasta que se decidieron a salir de entre las ramas. huyeron sus dos compañeras, mas Tenesoya, hija del Guaire Aimedeyacoan, sobrina del Guanarteme de Gáldar Tenesor Semidán, cayó en manos de sus captores por más que se debatió y gritó solicitando auxilio. En su socorro sólo pudo acudir su vieja aya Tazirga. También a ella la apresaron.

 A Lanzarote llevaron a Tenesoya sus raptores y la entregaron al servicio de doña Inés Peraza, mujer del colono Diego de Herrera. Allí vivió largo tiempo, allí fue instruida en el cristianismo y, luego que se bautizó y tomo el nombre de Luisa, se desposó con Maciot Perdomo, de la casa de Béthencourt.

 Mientras tanto, Tenesor Semidán, su tío, hacía las más vivas instancias para recuperarla, llegando a ofrecer por su rescate ciento trece cristianos cautivos que había en su poder. Ante aquella propuesta accedieron los europeos y cambiaron a Tenesoya por los prisioneros. Apenas se concluyó el canje y regresó a Gáldar la muchacha acompañada de su aya Tazirga, pronto se reconoció que aquélla no era la misma Tenesoya que fue robada un día de los Bañaderos de Gran Canaria.

Masequera

La entrega previamente pactada a los invasores castellanos de Mesequera hecho que tuvo lugar el 12 de febrero de 1482 según Millares Torres.

Por su parte, el historiador criollo Marín de Cubas cuando nos narra la entrega a los invasores de la Princesa Arminda y con ella la soberanía de Canaria a los mercenarios castellanos, nos describe la vestimenta de la princesa y de algunos de sus parientes y  Guayres: “Después del mes de junio envió Pedro de Vera recado a D. Fernando Guanartheme, que hiciese venir á su sobrina (Arminda) con los demás nobles sus parientes, al Real, a entregarse como estaba pactado; y luego dieron orden de traerla desde Tirajana por Telde, sin que viniese con ella ningún cristiano español, traíanla en hombros cuatro capitanes nobles, de cabello largo rubio, en unas andas de palo a modo de parihuelas, sentada, vestida de gamuza a  modo de badana o pieles adobadas, de color acanelado; venían delante de las andas cuatro capitanes con capotillo de badana llamados tamarcos, braguillas de junco, majos en los píes y guapiletes en la cabeza, y lo demás desnudo; al lado de las andas, algo hacía atrás, dos tíos suyos Faisajes, y después se seguía un grande acompañamiento de hombres, todos que servían de traer las andas a remuda. Salió Pedro de Vera con mucha gente al recibimiento, y ellos hicieron su entrega por medio de la lengua o intérprete, diciendo que allí venía la Señora de toda la tierra, heredera única y legítima hija de su señor Guanarthemy Guanachy Semidan, legítimo dueño y señor de la verdadera línea y sucesión de dominio y señorío de la tierra; y que ella entrega voluntaria, y todos sus tíos y parientes que allí venían, gobernadores de la tierra, en nombre y debajo de la palabra de su señor el muy poderoso y católico Rey D. Fernando entregaba su persona y personas al Capitán Mayor de los cristianos que allí presente se halla, que es Pedro de Vera, del Rey de Castilla y León. Pedro de Vera y demás caballeros la recibieron a píe, fue abrazando a todos con mucho cariño; traían todos los canarios el cabello suelto por las espaldas, y la Señora Arminda, que los españoles llamaron Almendrabella, traía vestido un ropón de gamuza con medias mangas hasta la sangradera y largo hasta los píes, y zapatos de lo mismo pespuntados, y vestía una tunicela debajo de la ropa con cuerpo de jubón a modo de justillo, de más delgada badana; era el cabello largo y rubio, aderezado con arte, y en él puestas algunas cosas de tocado que le habían dado a uso de España; y el faldellín pintado á colores; tendría veinte años, era gruesa y más de mediano cuerpo, robusta, el color algo moreno, ojos grandes y vivos y el rostro algo alegre y celebrada hermosura, la boca algo larga, la nariz pequeña, algo anchas las ventanas, el cuello redondo y crecida de pechos.” (Marín y Cubas) [1694]

Tal como se desprende de lo expuesto por este y otros autores la soberanía de la isla Tamarant la ostentaba la Princesa Masequera (Arminda) quien había liderado con Bentejui la defensa de la isla ante los ataques de Pedro de Vera y había rehusado las ofertas de sometimiento propuestas por Fernando Guanarteme, en todo caso, la isla no se consideró sometida hasta tanto no se entregó la princesa, entrega que además se había pactado meses atrás, cesando durante el tiempo transcurrido  entre la aceptación del pacto y la entrega de Masequera las actividades bélicas por parte de ambos bandos. Eduardo Pedro García Rodríguez)

Guayarmina

“En honor a su padre, don Hernando de Guadarteme, la última reina de Canaria, conocida por tal motivo con el título, que no nombre, de guayarmina, fue bautizada, después de la capitulación de Ansite y de la inmolación de su esposo Bentejuí, con el nombre de Margarita Hernández o Fernández, como indistintamente se escribía en la época. Se dice que la ceremonia fue oficiada por el canónigo Fernando Álvarez, quien muchos años después sería uno de los declarantes a su favor en la llamada información guadartémica, en la que también tomó parte, curiosamente, su probable padrino el conquistador Gonzalo de Aguilar.

Algún tiempo después de recibir las aguas bautismales, Margarita sería desposada en segundas nupcias, esta vez cristianas, con el hidalgo extremeño Miguel de Trejo y Carvajal del que algunos estudios dicen que fue conquistador y otros que poblador.

Nosotros, en ese dilema, disentimos de la opinión de Miguel Santiago que plantea que dicho personaje vino a Gran Canaria como soldado de fortuna en la expedición de Miguel de Mújica. Recordemos sin embargo que en dicha armada, que llega a las Isletas en 24 de octubre de 1482, tan solo seis meses antes de la capitulación final, venían tanto hombres de pelea, ballesteros y espingarderos, como los primeros pobladores castellanos de la isla.

La declaración de su quinto nieto, el regidor perpetuo de Gran Canaria Blas de Carvajal, en su probanza de hidalguía, de que su ascendiente don Miguel de Trejo había sido “conquistador de armas y a caballo” en la conquista de esta isla no nos parece creíble , por no estar contrastada dicha circunstancia en ninguna de las crónicas u otras fuentes primarias relacionadas con la conquista y por tratarse de una opinión interesada que se expresa más de un siglo después de concluida la guerra que supuso la incorporación de Gran Canaria a la Corona de Castilla.

Del retrato que, de Margarita Hernández, nos hace Manuel Lobo en su obra, Las Princesas de Canarias (Ed. Anroart, 2012), disentimos con respeto en algunos puntos.

Consideramos en primer lugar que, en 1483, este personaje había pasado a ser la reina de la isla. Tras el rapto de su madre, la joven princesa Semidán fue nombrada guayarmina regente de Canaria, una vez casada con el príncipe Bentejuí, en espera de la edad núbil de su prima Masequera, la legítima heredera de un trono insular al que se accede por sucesión matrilineal. Es por ello que la muchacha va a ser conocida como Guayarmina, que significa reina (literalmente: almendra bella) en la antigua lengua, porque fue efectivamente la última reina de la isla.

En segundo lugar, disentimos en cuanto a su edad. Pensamos que su nacimiento tuvo lugar a fines de la década de los 60 y no de los 70, pues ya estaba en edad núbil en 1483 cuando debió desposarse con el príncipe teldense. A pesar de que sus rasgos eran bien distintos, cronistas e historiadores la confunden, sin embargo, con demasiada frecuencia con su prima Masequera, una princesa nativa que sin duda debía ser más pequeña que ella pues, siendo como era la legítima heredera del trono, aún no había podido acceder al mismo. Recordemos, no obstante, que, en Ajódar, Faya Tasarte se la promete en matrimonio a Tenesor para conseguir que abandone el bando castellano y se convierta con ello en “Señor de toda la tierra” (recogido así, literalmente, en la Información guadartémica).”  (Faneque Hernadez Bautista)


Guayanfanta y la hermana de Garehagua
Antes de la invasión y conquista de Benahuare (La Palma,) la población awuarita sufrió diversas incursiones piráticas protagonizadas por los colonos europeos instalados en El Hierro, quienes se dirigían a la isla vecina con el objetivo de robar y cautivar isleños. También durante aquellas escaramuzas la mujer palmera hizo gala de una bravura y una fortaleza física que quedarían reflejadas en la obra de Abreu Galindo [(ca. 1590) 1977: 279], cuando habla de la hermana del capitán palmero Garehagua (Gar_ehawa, ‘Perro vil’):
y los cristianos que fueron en su alcance prendieron un palmero y una palmera, [...]. La cual, como se vió presa, volvióse contra el cristiano herreño, que se decía Jacomar, y púsolo en tanto aprieto, que le convino favorecerse de las armas; y así le dió de puñaladas y la mató.
El mismo autor inmortalizará en las páginas de su Historia la pelea entre una cuadrilla de colonos herreños y la palmera Guayanfanta, mujer «de grande ánimo y gran cuerpo, que parecía gigante, y [...] extremada blancura»:
[...] como los cristianos la cercaron, peleó con ellos lo que pudo y, viéndose acosada, embistió con un cristiano y, tomándolo debajo del brazo, se iba para un risco, para se arrojar de allí abajo con él; pero acudió otro cristiano y cortóle las piernas, que de otra suerte no dejara de derriscarse con el cristiano que llevaba [Abreu (ca. 1590) 1977: 279].
El trágico final de Guayanfanta (wayya_n_fant´az, ‘orgullosa’, lit. ‘espíritu de vanidad o jactancia’) no parece ser una excepción. En varias ocasiones, las fuentes etnohistóricas nos hablan de nativos que habrían preferido la lucha cuerpo a cuerpo –y, en última instancia, el suicidio– antes que la sumisión al yugo invasor. Y, en ese último aspecto, las mujeres del resto del archipiélago canario no parecen haber sido menos decididas que las de La Palma. Un claro ejemplo lo constituyen los topónimos grancanarios del
La valentía de la mujer awuarita
Sin embargo, esas mismas fuentes documentales se encargan de transmitirnos la excepción más clara a la norma: el caso de la isla de La Palma, donde «Las mujeres eran más valientes que ellos, y en las emergencias iban ellas en adelante y peleaban virilmente, con piedras y con varas largas» [Torriani (1590) 1978: 225].
Abreu Galindo [(ca. 1590) 1977: 272] anota que, en su tiempo, era común «la fama de que los palmeros fuesen pusilánimes, y para poco en hechos de guerra, y menos que las mujeres». Comenta que, al no compartir esa opinión, se decidió a investigar «porqué ponían más ánimo en las mujeres que en los hombres, y porqué hacían a ellas cabeza de gobierno de la guerra, y a ellos de la paz». Tras sus pesquisas, concluirá que la fama de cobardes atribuida a los palmeros tuvo su origen en la comparación: mientras las mujeres auaritas eran más valientes de lo que la sociedad de la época esperaba, los hombres, cuya corpulencia era notable, no resultaban ser proporcionalmente más bravos. En palabras de Abreu Galindo [(ca. 1590) 1977: 275]:
El porqué del carácter belicoso de las auaritas es algo que aún se nos escapa, aunque, como desliza Pérez Saavedra [(1982) 1997: 243], bien podría estar relacionado con el elevado prestigio social y religioso del que gozaban las féminas de la Isla. En ocasiones, se ha pretendido establecer paralelismos entre la mujer palmera y las míticas amazonas de Heródoto, mencionadas por el historiador griego cuando habla de la Libia –la zona norteafricana habitada por amazighes desde tiempos inmemoriales–, por lo que la búsqueda de un hipotético origen común no parece demasiado complicada. Sin embargo, el halo de ficción que envuelve a las legendarias guerreras continentales hace que lo más prudente sea dejar en suspenso esas teorías.
Despeñadero de las Mujeres, el Risco de las Mujeres o el Salto de las Mujeres, todos ellos documentados en nuestras fuentes etnohistóricas [Pérez Saavedra (1982) 1997: 169-170].

Francisca de Gazmira

1500 Septiembre 28. Granada. Orden a Alonso de Polvorana y Alfonso de Pastrana, escribanos públicos de Gran Canaria, para que entreguen a Lope Sánchez de Valenzuela, gobernador de dicha isla, en un plazo de seis días, ciertos documentos firmados por los canarios de La Palma y Alonso de Lugo, gobernador de la misma, reclamados por Francisca de Gazmira y otros naturales para // defender sus derechos, ordenándoles que no cobren derecho alguno a dichos canarios, por su condición de pobres. Episcopus ovetensis. Filipus. Johannes licenciatus. Martinus. Tello. Muxica. Mármol. Pérez» [Aznar 1981: 102 < AS-RGS, 28-IX-1500].

1500 Octubre 5. Granada. Iniciativa a las justicias de Jerez de la Frontera, para que determinen en la petición de libertad presentada por el bachiller Alonso de Sepúlveda, procurador de pobres, a favor de ciertos canarios, tanto gomeros como de los bandos de Gazmira, Abona, Güímar, Adeje y Anaga, injustamente esclavizados en dicha ciudad. Episcopus ovetensis. Filipus. Johannes licenciatus. Martinus. Zapata. Tello. Fernández de Madrid. Pérez» [Aznar 1981: 103 < AS-RGS, 5-X-1500].

1500 Noviembre 16. Granada. Iniciativa al conde de Cifuentes, asistente de Sevilla, alférez mayor y del Consejo, para que provea en la demanda de Beatriz, (en otro pasaje, María) canaria, del bando de Gazmión, que fue vendida, a pesar de ser cristiana y libre, al bachiller de Herrera, vecino de dicha ciudad, contra el que promovió un pleito en el que demostró su condición de libre, no obstante lo cual fue entregada de nuevo a dicho bachiller, que la azotó, por lo que pide ser puesta en poder de una tercera persona, hasta que se determine en su demanda, y que sea castigado el bachiller Herrera, por imcumplir la carta de seguro otorgada a los canarios de dicha isla. Episcopus ovetensis. Filipus. Johannes licenciatus. Martinus. Zapata. Tello. Mármol. Pérez» [Aznar 1981: 103 < AS-RGS, 16-XI-1500].

Guacímara

Princesa de Anaga, Hija de Beneharo II, Casada con el príncipe  Ruymán

La historia de Guacimara, princesa real de Anaga, en Chinech (Tenerife), cuenta la tradición que participó en las luchas contra los invasores españoles que intentaban desembarcar en las playas de Añazu. Ocupó un papel importante en la historia matria entremezcladas de ficción y realismo que hablan de su heroísmo de princesa y aristócrata que prefirió morir, arrojándose desde los acantilados antes que ser hecha una prisionera de los europeos colonizadores. Este suicidio-ritual, símbolo de su amor por la libertad.

El poeta canario Ramón Gil Roldan en su extenso poema La Tierra y La Raza,  la define así: 2Amazona singular, al frente de su gente, arrogante se batía, la princesa Guacimara. Y cuentan que era tan bella y cuentan que era tan brava, y cuentan que tal hechizo escondía en su mirada, que más de un aventurero quedó en las playas de Añaza cuando no herido de cuerpo...herido de amor su alma.)

"No puede morir jamás, quien de esclavo se libera, rompiendo para ser libre con su vida, las cadenas".
“Arrogante y libre, Guacimara pertenece a nuestra historia más entrañable. Antes de caer en manos enemigas se lanzó al océano desde un acantilado y su sacrificio aumentó su leyenda. Su cuerpo acaso fue convertido en sirena y quizá aún nade, todavía más libre, por entre las olas del mar de las islas. Podemos fabricar nuestra mitología a partir de historias y leyendas tan bellas como la de la princesa indomable y el noble guerrero.
El español invasor quiso acabar con el pueblo guanche, pero la raza queda. Quedan los sentimientos, queda la razón y queda el orgullo, indiscutible, de un pueblo como el nuestro, que tiene el deber de reivindicarse ante la historia y ante nosotros mismos. Por eso queremos ser libres. Por eso queremos ser nosotros mismos.
Guacimara, princesa guanche, heroína de la defensa de Tenerife, realizada por los primitivos canarios, nuestros antepasados. Los que fueron traicionados en su nobleza por los asesinos a sueldo enviados por reyes lejanos. Pero queda la raza. Y su sacrificio. Y quizá su alma.”  (Andrés Chaves)

Princesa Dácil

La princesa Dácil era hija de Benchomo, mencey de Taoro y enemigo acérrimo de los castellanos, caudillo de los menceyatos confederados contra los invasores españoles.

 Según una leyenda no contrastada históricamente, la princesa se enamoró de uno de los invasores, el capitán Fernán García del Castillo, con quien contrajo matrimonio. Esta novelesca historia de amor supuso la condena de la princesa, por parte de su propio padre, a ser emparedada debido a la denuncia del guanche Durimán El Montañéz, quien, despechado en su amor, la acusó de verse a solas con el castellano.
Sin embargo, el propio Bencomo ordenó liberar a su hija cuando supo que la entrevista tuvo lugar delante de testigos. Con su matrimonio, Dácil se cristianizó y pasó a llamarse Mencías del Castillo.

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