jueves, 20 de marzo de 2014

CAPÍTULO XLX-V





EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1891-1900

CAPÍTULO XLX-V



Eduardo Pedro García Rodríguez

1898.
Es nombrado por la metrópoli Capitán General-Virrey de la colonia de Canarias, Valeriano Weyler y Nicolau, nacido en Mallorca, conocido en la historia con el sobre nombre de “El Carnicero”. Militar Español y Gobernador colonial de Cuba (1838-1930). Marqués de Tenerife y duque de Rubí. Capitán de estado mayor (1861). Estuvo en Cuba en 1863 y en la campaña de Santo Domingo ganó la laureada de San Fernando (1863). De nuevo marchó a Cuba al mando de un escuadrón de voluntarios (1868). Regresó a España al proclamarse la primera república y luchando contra los carlistas, venció a Santés (dic.1863). En un principio se mostró reacio a la Restauración, pero impelido por su desmedida ambición acepto la restauración a cambio de su ascenso a teniente general y fue capitán general-virrey  de la colonia  de Canarias (1878-1883) y de Filipinas (1888-1893); aquí apoyó a las órdenes religiosas de la secta católica e intentó una política de total asimilación. Marchó a Barcelona para reprimir el alzamiento de los catalanes en diciembre de 1893).
Algunas de las tácticas empleadas por Weyler para tratar de reducir a los alzados cubanos en lucha por su independencia fueron: Restringir el acceso a los alimentos y estrangular económicamente a una comunidad son métodos macabros que tienen numerosos antecedentes en la historia, por cierto, mucho antes que la tragedia nazi.
Uno de esos capítulos negros en la memoria cubana lo constituyó la reconcentración del campesinado aplicada por el general español Valeriano Weyler, quien el 10 de febrero de 1896 se hizo cargo del gobierno de Cuba y de la jefatura del ejército español en el archipiélago.
Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Consejo de Ministros, dictador de España y restaurador de la monarquía en aquel país, propuso llevar a cabo con Weyler una guerra de exterminación masiva contra la población cubana.
Ninguno de esos dos personajes fue el cerebro pensante de esa idea. Después de su derrota en Peralejo, el general Martínez Campos había escrito a Cánovas sugiriéndole que Weyler era el único capaz de llevar una guerra de exterminio contra los cubanos.
Ello exigía, según Martínez Campos, reconcentrar las familias del campo en las poblaciones, aún cuando provocara que “la miseria y el hambre fueran horribles”, según sus propias palabras.
Este exterminio hallaba en Weyler el personaje perfecto, pues había sobresalido en la Guerra de los Diez Años por sus crímenes contra la población campesina.
Él convirtió toda la isla en un enorme campo de concentración. Una de las medidas aplicadas por Valeriano fue que se excluyeran de las raciones para la manutención a las mujeres e hijos de los insurrectos que no se presentaran como tal.
Dispuso igualmente la requisa de todos los caballos y el traslado de todo el maíz que hubiera en las provincias de La Habana, Matanzas y Pinar del Río, con el objetivo de ahogar al movimiento revolucionario, lo cual fue imposible.
Al ver que aquello no daba resultado Weyler dictó el tristemente célebre bando de reconcentración el 21 de octubre de 1896, aplicado en principio en la provincia de Pinar del Río, después se extendió a todo el país. En él se ordenaba: La reconcentración de todos los habitantes del campo en las poblaciones ocupadas por las tropas españolas; prohibición de la extracción de víveres de los poblados y su conducción por mar o tierra.

Miles de familias campesinas murieron en las comunidades. El alcalde de Güines pidió a Weyler víveres y medicinas para evitar que continuara la muerte en masa, y él respondió: “Dice usted que los reconcentrados mueren de hambre, pues precisamente para eso hice la reconcentración”.
Las muertes llegaron a más de 400. 000. La tuberculosis, la viruela, mordieron las carnes de las víctimas del sanguinario español, según los testimonios de aquella época.
Cuerpos famélicos y enfermos pululaban por las calles. El escritor español Isidoro Escorzo, testigo presencial de aquellos espeluznantes hechos, dejó constancia de las escenas que se sucedían en La Habana: “Las madres se rebelaban contra el despotismo del hambre que se cebaba inclementemente en sus hijos. Y los llevaban colgados del pecho, seco, y sin jugo para que se hiciesen la ilusión que se lactaban. “Era frecuente ver niños con la carita convertida en una llaga purulenta y los brazos y las piernas completamente deformados”.
A pesar de aquella pesadilla, la incorporación a las filas de los insurrectos que luchaban por la independencia no se detuvo. Finalmente, a pesar de las masacres perpetradas por el general Weyler contra el pueblo cubano, perdió la guerra y España vendió la colonia a Estados Unidos de América.
En la colonia de Canarias, los colonos, empleados españoles y los criollos dependentistas, fieles guardianes de los intereses de la metrópoli, es habitual en ellos el resaltar las figuras de quienes han sido masacradores de pueblos y culturas, enmascaran y ocultan la realidad humana de estos nefastos personajes ensalzando sus figuras y rindiendo inmerecidos honores a las figuras de reconocidos criminales de guerra, así las autoridades coloniales deciden honrar la figura de Weyler dando su nombre a una céntrica plaza en Añazu (Santa Cruz) hecho humillante para el pueblo canarios y que ha motivado la repulsa de un importante  grupo de 50 intelectuales y artistas cubanos en el exilio los cuales enviaron una carta al Cabildo Insular de Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife,) en la que pidían se retire el nombre del general Valeriano Weyler, a una importante plaza de esa ciudad situada en la isla mayor del archipiélago español de Canarias.
Los firmantes, residentes en Francia, Estados Unidos, España, Alemania y Puerto Rico, solicitan "en nombre de la historia de ambos pueblos —el cubano y el tenerifeño—, en nombre de la dignidad y del decoro, y de la restitución de la memoria histórica, que sea retirado el ignominioso nombre del general de la plaza", y argumentan que fue Weyler el responsable de uno de los "episodios más dramáticos de la historia del continente americano", ocurrido en Cuba.
Durante su período de gobierno (1896-1897) en la entonces colonia española, el general Weyler creó los llamados campos de reconcentración, en los cuales se obligaba a permanecer a familias enteras de campesinos cubanos "con el propósito de impedirles que ayudasen, de una forma u otra, a los insurrectos" que luchaban por la independencia.
Los historiadores estiman que en estos campos murieron unos 220.000 cubanos, y que este fue "uno de los genocidios de civiles más vergonzoso y cuantitativamente más importante que hasta el momento hubiera sufrido pueblo alguno en el continente", teniendo en cuenta que la población de la Isla, según un censo realizado en 1877, era de apenas 1.631.700 habitantes.
Los autores de la carta, enviada por la Asociación del Centenario de la República Cubana, con sede en París, afirman que de los campos de reconcentración de Weyler no sólo fueron víctimas los habitantes de la Isla; debido fundamentalmente a la política inhumana llevada a cabo por el general, "en los hospitales cubanos agonizaban 32.000 soldados españoles, dato que ofreció en 1897 el inspector de sanidad del ejército español Fernández Losada".
Weyler regresó a España, por exigencia del entonces recién electo presidente de Estados Unidos, William McKinley, quien quedó horrorizado por las imágenes de los campos de concentración cubanos publicadas por diarios europeos y norteamericanos.
El grupo de intelectuales y artistas cubanos recuerda que, lejos de recibir castigo por sus acciones, el general Weyler ocupó sucesivos cargos de ministro en los gobiernos españoles.
Entre quienes suscriben la carta al Cabildo Insular de Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) figuraban Martha Frayde, presidenta del Comité Cubano Pro Derechos Humanos en España; los escritores Nivaria Tejera, Eduardo Manet y Matías Montes-Huidobro; los poetas Manuel Díaz Martínez y Néstor Díaz de Villegas; los ensayistas Iván de la Nuez, Enrique del Risco, Juan Benemelis y Madeline Cámara; el pintor Ramón Alejandro y el musicólogo Cristóbal Díaz-Ayala.
Los exiliados cubanos se referían, además, a los estrechos vínculos históricos y afectivos que unen desde hace varios siglos a cubanos y canarios. Recíprocamente, muchos cubanos han encontrado su segunda Cuba en Tenerife, como en el pasado un segundo Tenerife existió para los tenerifeños, emigrantes y exiliados, en la gran isla del Caribe.
Los 50 firmantes pedían que sea subsanado el olvido (o la afrenta) de dar el nombre de Valeriano Weyler a una importante plaza Añazu n Chinech (de Santa Cruz de Tenerife) y se escoja para la misma un nombre merecedor de nuestra historia común para perpetuar de este modo el respeto, el agradecimiento y el cariño que ambos pueblos se prodigan.
1898.
Los Molino de viento en Tenerife  son de planta circular, de forma troncocónica, rematado por una cubierta de madera sensiblemente piramidal en la que una de sus partes queda abierta para dar salida al eje de las aspas.

En el Barrio de Cuevas Blancas, declarado Bien de Interés Cultural, se encuentra el Molino mejor conservado y que ha sido estudiado con mayor detenimiento. Con una altura de nueve metros y un diámetro interior de construcción en la base de 4 metros, su ancho alcanza 1,2 mts. Y sus aspas a pesar de haber sido recortadas en la última reforma, alcanzan los 6 metros.

La subida a la primera planta , donde ya se recibe el grano molido, a través de la boca del Cambal, se realiza por una escalera de piedra molinera de doble acceso, perfectamente tallada, que se adapta a la forma circular de la construcción y cuyo ancho oscila entre 0.80 y un metro.

Era éste el lugar donde esperaba el cliente a que terminara la molienda, para lo cual
Existe un banco de madera. En el interior hay una escalera de acceso a la segunda planta, donde está instalada la maquinaria, sencilla y totalmente realizada en madera. El funcionamiento del molino básicamente por la fuerza del viento sobre las aspas, que hacen girar una rueda dentada que a su vez mueve un molinete ó carrete del que sale un eje metálico Que está sujeto a la piedra superior.

Los orígenes del Molino de Cuevas Blancas, se remontan al siglo XIX, cuando se levantó uno en la calle de los Molinos en Santa Cruz, propiedad de Domingo Salas, uno de cuyos hijos Nicolás, levantó otro en Barranco Grande el año 1898, junto al Barranquillo de Frías. Otro de los hijos Ángel, construyó éste molino en al lugar conocido como Cuevas Blancas el año 1910, en terrenos adquiridos en 1899. Lo heredó su hijo Arturo que nació el año 1888 y murió en 1961.

Este molino dejé de funcionar el año 1925 a la muerte de Ángel Salas y posteriormente puesto de nuevo en funcionamiento hacia los años 40. La última reparación data del año 1974 Por sus últimos propietarios. En la actualidad lamentablemente forma parte integrante del Entorno de un almacén de construcción.

1898.
 La guía de turismo “Brown´s Madeira Canary Islands and Azores” recoge en una lámina de propaganda de los almacenes Tenerife Coalling CO, una imagen de las naves y de los raíles que se utilizaban para moverse los carros y vagonetas por el embarcadero.

Al fondo además se ven dos vagonetas sobre uno de los embarcaderos.
1898. Nació en Ipalam (San Sebastián) de La Gomera Eliseo Jerez Veguero. Cursó estudios de Derecho en la Universidad de La Laguna y los amplió en la Central de Madrid y en la universidad de Barcelona (estas dos últimas en España). Fue un jurista apasionado por el derecho penal y por los estudios de reinserción social de los delincuentes. En calidad de tal participó como alumno y ponente en congresos y seminarios nacionales e internacionales.
Además de su actividad como jurista, Jerez Veguero desarrolló tareas periodísticas y literarias, siendo sus principales referentes Ortega y Gasset y Azorín. Obras relacionadas con este autor: De la vida, Colección Voces de La Gomera.  El jurista y abogado Eliseo Jerez reunió sus ensayos y artículos sobre arte, literatura y criminología.
1898.
A Julio Rodríguez, maestro de enólogos
A comienzos del siglo XVI, en el valle de Aridane, mosén Juan Cabrera, camarero mayor del rey Fernando el Católico, plantó posiblemente las primeras viñas en la Isla de La Palma, fruto del reparto de tierras de secano y de regadío en la Caldera de Taburiente. En 1514, los licenciados Cristóbal Valcárcel y Vasco Bahamonde recibieron propiedades en las que también plantaron viñas de riego en la cabecera de la Caldera de Taburiente.
En las tierras de Fuencaliente se debieron plantar viñas a mediados del siglo XVI. El primer núcleo de población se remonta, como mínimo, al año 1522, si consideramos los datos del archivo de la parroquia de San Antonio.
Uno de los más conocidos cronistas de Canarias de la época, Abreu Galindo, cita que “hay en esta isla cantidad de vinos extremados, por ser de sequero, y más seguros para navegar en peruleras que los demás vinos de las otras islas”.
Sin duda, importante debió ser el cultivo de la vid y la elaboración de vino en La Palma del siglo XVI, cuando a comienzos del XVII, en 1611, se publican las Ordenanzas del Cabildo, mandadas “juntar en un cuerpo” y dirigidas al buen gobierno de la Isla.
La malvasía es la mejor parra de todo el Archipiélago y, en el caso de Fuencaliente de La Palma, la de clase más superior. El cultivo de esta variedad en Canarias ya la cita José Núñez de la Peña en 1676, en su libro Conquista y antigüedades de las Islas Canarias.
La malvasía de las islas proviene, posiblemente, de Madeira, donde fue plantada por orden de Enrique el Navegante, quien hacia 1427 mandó llevar la variedad de uva malvasía de la isla de Creta, y a Canarias debió llegar hacia 1497, de manos del conquistador Fernando de Castro, que era portugués y marchó a Madeira con permiso del adelantado Alonso Fernández de Lugo, desde donde regresó al cuartel general de los conquistadores castellanos, que por entonces estaba en Los Realejos, para beneficiarse del reparto de tierras y aguas, según declararon Hernando o Fernando Trujillo y otros y se confirma en la “Reformación del Repartimiento de Tenerife de 1506 por el licenciado Ortiz de Zárate”.
Sin embargo, es erróneo, como dice Viera y Clavijo en su Diccionario de Historia Natural, que la malvasía viniese “de una pequeña isla de Grecia, llamada Malvasía y antiguamente Epidaura, sobre la costa oriental de la Morea, distante un tiro de pistola de la tierra firme”.
El naturalista francés Bory de Saint Vincent, en su libro Ensayo sobre las Islas Canarias y la antigua Atlántida o Compendio General de la Historia del Archipiélago Canario, publicado en 1803 -siete años antes que el Diccionario de Viera y Clavijo-, dice:
“Pero no se puede dudar que la planta que produce la clase de vino licoroso, conocida con el nombre de ’Malvasía de Canarias’ ha sido importada por los españoles, y haya venido a través de Madeira, de una ciudad de Morea”.
Viera y Clavijo la define de la siguiente forma:
“MALVASIA, vitis epidáurica. Vinum Malvaticum. Nombre de la parra y vino dulce de sus uvas, que se hace en la isla de Tenerife y La Palma, por entenderse que esta especie de vid, es originaria de una pequeña isla de Grecia, llamada Malvasía, y antiguamente Epidaura, sobre la costa oriental de la Morea, distante un tiro de pistola de la tierra firme. Sin embargo, la tradición más recibida, entre propios y extraños es de que dicha casta de parra no nos vino en derechura de la Isla de Malvasía, sino de la de Candía, que en lo antiguo se llamó Creta, por lo que hemos visto le llama a este vino que da esta parra Vino Creticum y todavía hay en Tenerife, un pago de viñedos, con el nombre de Candía, que es título de marquesado”.
El marquesado de Candía corresponde al título de Dos Sicilias, concedido el 17 de noviembre de 1735 a Cristóbal-Joaquín Franchy y Benítez de Lugo. Convertido en título del Reino de España, el 2 de marzo de 1818 (Real Despacho del 3 de septiembre de dicho año) a favor de Juan-Máximo Franchy y Grimaldi. En 1940, Leopoldo Cólogan y Osborne Zulueta y Vázquez se convirtió en el quinto marqués.
Esta variedad es conocida en la Península con los nombres de blanca-roja, rojal blanca, suavidad, subirat parent -en Valencia- y una de arroba, en La Mancha.
La descripción más actual de esta variedad es la siguiente:
“Tronco vigoroso, sarmientos fuertes, poco ramificados, sección transversal: circular, estriados; entre nudos de nueve a 10 centímetros. Hoja de color verde fuerte, pentagonal-orbicular, tamaño medio, seno peciolar en U abierta. Racimos de tamaño medio y granos de uva también de tamaño medio, de color ambarino, con pruina, de forma esférica, pulpa jugosa, zumo incoloro, sabor neutro, que desarrolla como aromas secundarios después de la fermentación y que aumenta con la crianza en madera. Una pepita por grano”.

Hay otras variedades de malvasía. La ’morada’, llamada también ’versicolor’ de racimos laxos, uvas color amatista. La malvasía ’rosada’ o ’rosadita’, es también conocida como ’dulcissima’, muy superior ambas, a la variedad de Lanzarote, en calidad, ya que la de aquella isla produce más kilos por parra, pero es menos aromática. Y nos queda la variedad de malvasía de Sitges, que hay quienes piensan que aquella procede de Fuencaliente, aunque esta opinión no está demostrada.
Thomas Nichols, en su relación incluida en los “Viajes” de Purchass, decía en 1526 que, junto a los vinos tinerfeños de la Rambla, figuraban los caldos palmeros de Las Breñas, semejantes a la malvasía, con una cosecha de 12.000 pipas anuales.
En el siglo XVI, el ingeniero italiano Leonardo Torriani, cuando visitó La Palma, decía que la Isla producía excelentes vinos, de los cuales se embarcaban en la rada de la capital palmera más de 4.000 pipas al año con destino a las Indias.
En esa época, el viajero portugués Gaspar Frutuoso, en su libro Saudades da Terra, hacía referencia a la gran calidad de los vinos de La Palma, que alcanzaron su máximo esplendor durante los siglos XVII y XVIII, con una masiva exportación a Inglaterra y América.
Un siglo más tarde, Sir Edmond Scory, en sus Observaciones sobre el Pico de Tenerife, también publicada por Purchass, distingue los dos géneros insulares del vino: el vidueño y la malvasía. La malvasía, extraída de un racimo grueso y redondo, “parece poder atravesar los mares, sin dañarse ni alterarse, rodeando al mundo de un polo al otro”.
Viera y Clavijo consignó las variedades de las malvasías: negra, rossa, blanca, rouge, que se cultivaban en Candía, viñedos del Póo, Toscana o Mediodía de Francia. La malvasía de La Palma, la gran malvasía, lo mismo que la de Tenerife, es un “gran vino de mesa” dulce, licoroso y perfumado, como así la triadjetivó el propio Viera.
Desde sus comienzos, la malvasía fue presagio de un afortunado negocio. La devoción inglesa -malmsey, en su lengua- le dio una nueva dicción en su diccionario: sack, derivándola de la denominación “Canary Sack” con que distinguió a nuestros vinos generosos.
George Glas, el viajero escocés, también consigna la elaboración canaria de la malvasía y se refiere al corte verde de las uvas para obtener un vino seco. Entre sus propiedades, a dos o tres años de edad, difícilmente puede ser distinguido del vino de Madeira y cuando tiene más de cuatro años se vuelve meloso y azucarado, asemejándose al vino de Málaga.
Sin embargo, la cita más afamada de los vinos de malvasía está en boca de Shakespeare. En la segunda parte de El Rey Enrique IV, Doll Teart-Sheet irrumpe alegre en la taberna de Eastcheap. Su posadera, mistress Quickly, advierte que ha bebido demasiado “Canarias, vino maravillosamente penetrante y que perfuma la sangre”. En Noche de Reyes o como queráis, sir Toby Belch recomienda al decaído sir Andrew Aguacheek, la copa de Canarias que le falta. Todavía encontramos otra cita shakesperiana extraída de Las alegres comadres de Windsor, donde el dueño de la posada de Inn se despide para beber Canarias junto con su honrado caballero Falstaff.
Y del vino, los bebedores. El personaje más famoso de esta época es, sin duda, el duque de Clarence, de quien la leyenda dice que pidió morir ahogado en un barril de malvasía.
Cuando el último prefecto francés de la Lousiana, en el brindis rendido a España en el momento en que su antigua colonia se acoge bajo la bandera de la Unión Americana, el 20 de diciembre de 1805, se solemniza al levantar las copas en honor de España y de su Rey con vino de Canarias.
El caballero Casanova, preso en la cárcel veneciana de Los Plomos, relata en sus memorias el encuentro en ella con un recluso ilustre, “dueño de aquella cantidad de malvasía capaz de aliviarle la lóbrega estancia de su infortunio”.
El novelista norteamericano Mayne Reid, al relatar en Guillermo el Grumete o Las reliquias del Océano, el naufragio del velero Pandora, deja que flote sobre las aguas como una mágica evocación exótica un tonelito de Canarias. El negro Bola-de-Nieve explica la presencia del tonelito entre los náufragos. Él mismo, viéndole flotar, se había apresurado a recoger “tan preciosa reliquia”.
René Verneau se refiere a esta variedad en los siguientes términos:
“Pero… ¡qué vinos! No hay nadie que haya saboreado los grandes vinos secos, el moscatel y la malvasía de este país que pueda olvidarlos. Lo repito, son de los mejores que se cosechan en el mundo entero. Los dulces (moscatel y malvasía) son claros, límpidos y de ningún modo empalagosos, como algunos de los vinos que traemos de España. Por eso, aunque el precio pueda parecer un poco elevado, estoy convencido de que el negociante que los dé a conocer entre nosotros no dejará de venderlos en condiciones muy ventajosas”.
La decadencia del gusto por la malvasía vino como consecuencia de la Guerra de los Siete Años, en que cedió su plaza a los vinos de Francia y creció el gusto por los vinos de Madeira. Entonces cobraron fama en las islas los vidueños, que gozaron de halagüeñas esperanzas, pues hacia 1783, EE.UU. e Inglaterra les abrieron las puertas de sus mercados.
El espejismo duró poco. La competencia de los vinos de Jerez y Madeira, así como las barreras arancelarias, estrangularon cualquier reinicio del esplendor perdido. En 1848 la decadencia era evidente.
En 1877 y 1898, los vinos de Canarias concurrieron a las exposiciones de Madrid y París. Patricio Estévanez, en un artículo publicado en La Ilustración de Canarias, detiene su pluma sobre los vinos de la muestra parisina y dice: “La Madera ha obtenido el gran premio de honor y nosotros gracias que hemos obtenido unas cuantas medallas”.
La sentencia se había pronunciado.
(Juan Carlos Díaz Lorenzo en: Diario de Avisos 22 de octubre de 2006)
1898 Enero. En las Islas Bermudas se pierde el velero canario La Verdad. Según el relato de su capitán, Miguel Sosvilla González: “ a las diez y media se avistaron dos barquillas de prácticos por la proa y momentos antes de llegar a ellas noté que el color del mar era de poco fondo, orzando inmediatamente todo para el O; pero a los pocos momentos tocó el buque en el fondo, quedando sobre un bajo. En aquellos instantes tuve suficiente valor y conservé toda mi serenidad, disponiendo todas las maniobras para sacar el buque del bajo; pero después que me convencí que todo era inútil, me quedé sin ánimo y sin poder articular palabra. La sangre se me agolpó a mi cabeza y sólo pensé en terminar pronto aquel horrible sufrimiento. Ya un poco más calmado me determiné a ir a tierra para pedir auxilio y ayuda a la autoridad consular española y salvar todo lo que pudiera del cargamento, pues no había tiempo que perder.”  A las tres de la tarde llegué a tierra y tuve que esperar en el bote hasta que llegó el médico de sanidad acompañando al cónsul de España, no habiéndome admitido libremente por ser mi procedencia de La Habana. Entonces pedí al cónsul que me facilitara toda clase de auxilios para salvar la tripulación y la carga, y se me proporcionaran medios de ir a mi buque, pus temía se destrozara de pronto y sobreviniera algún daño a la tripulación. A las siete de la tarde me mandaron un remolcador, y embarcándome en él partí para a bordo; pero a causa del mal tiempo reinante no me fue posible llegar a bordo hasta la una de la madrugada, encontrando el buque bastante destrozado y completamente anegado, sin la tripulación, y pasé el resto de la noche en la toldilla de popa con el agua hasta las rodillas. ¡Qué noche más horrible pasé y qué largas me parecieron las horas! Cada golpazo que el buque daba contra las rocas, crujiendo sus maderos, eran otros tantos que sentía en mi cabeza, y tenía momentos que deseaba acabara de romperse para yo hundirme con él; y así llegó el día 13 de enero. Cuando ya fue de día empezaron a llegar lanchones y el remolcador que me había traído, y por ellos supe que la tripulación había llegado sin novedad a tierra.

Casi todo el día lo pasé al lado de los escombros del barco, en el remolcador, teniendo cuidado que los lanchones fueran recogiendo las pipas de aguardiente que iban flotando, y a las cuatro de la tarde llegó en un vaporcito el cónsul y el médico de sanidad y se empeñaron en llevarme a tierra.

1898 Febrero 10.  Con elecciones a Cortes en la metrópoli a la vista, el alcalde de la Villa de Mazo Alonso Pérez Sánchez se vería obligado a abandonar el cargo, tras ser destituida la corporación que presidía bajo la acusación de deterioro de la gestión municipal. Las elecciones a Cortes españolas celebradas el 27 de marzo siguiente registrarían, en las mesas electorales de Mazo, diversos altercados entre conservadores y liberales que acabarían en enjuiciamientos por "delitos de falsedad y otros en materia electoral". Por estas fechas eran dieciseis los concejales que se hallaban suspendidos de sus funciones y contra trece de ellos se había dictado auto de procesamiento. Confirma este ambiente de fuerte crispación política el testimonio de Pedro Pérez Díaz (1869-1930), hijo de Pérez Sánchez, cuya muerte, acaecida en julio de 1901, se relaciona con determinados hechos (explosiones, disparos, etc.) fruto de "perversas y menudas pasiones", dirigidos contra su familia entre 1890 y 1901 y a los que el abogado palmero no duda en calificar como atentado "criminal y anarquista".

1898 Febrero 25. La revista periodicidad quincenal El Guanche editada en Caracas, Venezuela y la cual fue fundada por el moderno padre de la Patria Canaria, Secundino Delgado Rodríguez, y por los patriotas José E. Guerra Zerpa y A. Brito Lorenzo, se hizo eco de un artículo del político español Pi y Margall. El artículo en cuestión es el siguiente:

“Hay en España un grande  espíritu valeroso y honrado.

Ese espíritu se ha sentido indignado ante la tiranía de la metrópoli sobre las colonias  y ha tenido el valor, insólito  en país tan obcecarlo como  España, de dar la razón á aquella contra ésta. El predijo la actual insurrección de Cuba con todas sus conse cuencias lamentables. Abogó entonces por el reconocimiento de la autonomía. Aboga hoy por el reconocimiento de la Independencia.

El artículo de Pí y Margall que hoy reproducimos tiene en los momentos actuales  doble importancia para los canarios.

Desde luego, es un grito de paz, y 1a paz significa para nosotros, repatriación de au sentes, economía de sangre y de lágrimas, ahorro de brazos que han de emplearse quizás pronto en algo más noble que en sustentar despotismos.

Por Otra parte, los términos del artículo aplicados á Cuba, son aplicables a nuestro Archipiélago. "Cuba separada de nosotros por 1.200 leguas de mar es, no una provincia, de España sino una  colonia” dice Pí y Margall. No tan distantes, pero siempre muy distantes de la Península, están la canarias. Como las Antillas, son provincias en el nombre, colonia en el hecho, "Tan  culta por lo menos como la Metrópoli, Cuba tiene dereecho á que se la emancipe."Quien negará el alto de cultura á que han llegado gracias  al  propio esfuerzo, las Canarias?

Mas aun que así no fuera, nuestro derecho á la independencia se conservaría intacto.  “No o se adquiere la propiedad de los pueblos conquistados ni aun con la prescripción de siglos”. Hermosa vitalidad de la  Justicia¡  A través de los  tiempos pasa indestructible el derecho de los pueblos conquistados  y es del seno del pueblo conquistador de donde surge el grito revindicador de la raza anonadada! Pí y Margall levanta su voz y defiende indirectamente nuestra independencia. Esperemos que pronto lo  haga en términos concreto. Tenemos el derecho de esperarlo de su amor á la justicia.

 Entretanto, abran 1os ojos aquellos que no ven los signos de 1os tiempos. Acaso no esté muy lejano el día en que los españoles honrados exclamen: "Estamos decididamente por  la independencia de Canarias. La aconsejan á la vez el derecho y la salud de la patria.".

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