Según notas de prensa:
“En las excavaciones paleontológicas de Valle Grande y Valle Chico, en
Órzola (Haría, Lanzarote), se han encontrado fósiles de huevos de moas, un
avestruz pariente de las avestruces actuales que vivió en Lanzarote en el
Mioceno superior (hace entre 5,3 y 6 millones de años).
En el yacimiento,
impulsado por el Servicio de Patrimonio del Cabildo, colaboran tres
universidades: la Autónoma
de Barcelona, la Rey Juan
Carlos de Madrid, la de Calgary (Canadá) y el Museo de Historia Natural de
París.”
Los enigmas sobre cómo llegaron a la Isla los antecesores del avestruz encandilan a
los científicos
NUESTROS CIENTIFICOS CANARIOS YA
SE HABÍAN OCUPADO DEL TEMA
[…] Por su parte y según una
teoría del palenteologo D. Francisco García- Talavera Casañas nos dice: “De
todos es sabido que al finalizar la última gran glaciación del Pleistoceno
sobrevino un intenso cambio climático que afectó sobremanera al hemisferio
Norte.
Las tierras que habían estado
cubiertas por casquetes glaciares se vieron libres de ellos paulatinamente y a
medida que se iban fundiendo los hielos, el nivel del mar -que llegó a estar 120 m por debajo del actual- ascendía,
quedando sumergidas las costas bajas. Testigos de estas oscilaciones son las
“playas levantadas”, “playas sumergidas” y las plataformas insulares conocidas
como "veriles", de gran extensión en las costas de Fuerteventura y
del Norte de Lanzarote.
Dentro de una síntesis
paleogeográfica de las islas orientales a lo largo del Holoceno (Cuaternario
reciente), cabe resaltar importantes cambios en la configuración de las
mismas.
Como botón de muestra diremos
que durante el máximo glacial würmiense, hace 18.000 años, Lanzarote,
Fuerteventura y las isletas e islotes, junto a algunos bancos submarinos como
el de Amanay (-25 m ),
conformaban una sola isla de más de 200
km de longitud y una superficie
superior a los 5.000 km2, orientada paralelamente a la costa
africana y siguiendo las directrices de la geotectónica de esta región
atlántica. A su vez, la distancia que en aquel tiempo separaba esa gran isla,
que llamaremos “Mahan”, del vecino continente no era superior a los 60 km. (en la actualidad son 95).
Si, además, tenemos en cuenta
que en esa época el Sahara estaba pasando por una de las etapas de máxima
aridez, no resulta descabellado pensar en poblaciones paleolíticas localizadas
en la franja costera, más húmeda y con abundantes recursos marinos a su
alcance. La falta de documentación arqueológica, en este caso, es debida a que
probablemente los yacimientos fueron destruidos por la erosión marina o están
sumergidos en la plataforma continental. Por eso solamente aparecen restos
neolíticos, época en la que el mar ya había alcanzado aproximadamente su nivel
actual. Con toda certeza en muchos días del año en los que la atmósfera estaba
limpia, libre de las tormentas de polvo y de la humedad litoral, las cumbres de
nuestra gran isla eran visibles desde las atalayas más elevadas de la vecina
costa de Tarfaya -como incluso ocurre actualmente- ofreciéndose como tentadora
“terra incógnita” a nuestros primitivos vecinos. ¿Intentaron dar el salto ya en
esas fechas?
La idea no parece tan
descabellada si consideramos la presión climática y/o antrópica que tendrían
dichas poblaciones en aquella época, máxime si tenemos en cuenta antecedentes
documentados arqueológicamente, como es el paso -hace 11.000 años- desde Nueva
Guinea a Nueva Bretaña, atravesando el brazo de mar de 88 km que separaba ambas islas (Specht et
al., 1983). Más cercano a nosotros y por las mismas fechas, los primitivos
pobladores de Grecia cubrían una distancia de 150
km entre el continente y la isla
de Melos en busca de obsidiana (Cherry,)…
Fue, en el último milenio
antes de nuestra Era, cuando un nuevo período húmedo permitió durante siglos el
poblamiento del Sahara Central, así como un nuevo avance de los pueblos del
África blanca hacia el Sur y Oeste. Es muy probable que por esas fechas
poblaciones del litoral sahariano ya hubiesen entrado en contacto con algunas
de las grandes culturas mediterráneas (egipcios, fenicios, cartagineses,
griegos, etruscos, romanos, etc.) y que por lo tanto fueran transportados o incentivados
determinados contingentes humanos para su desplazamiento a las
"maravillosas islas" (Hespérides, Afortunadas, etc.), como les
sucedió a las poblaciones beréberes situadas más al Norte (Marruecos, Argelia,
Túnez, Libia).” (Francisco
García-Talavera Casañas, 1997)
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