sábado, 25 de agosto de 2012

Capitulo XXV-I


Capitulo XXV-I

Eduardo Pedro García Rodríguez



      Isla Erbania (Fuerteventura)


         [...] Cuando Gadifer hubo pasado con la barcaza a la isla de Al­bania, a los pocos día se fue     él con Remonnet de Levedan y los compañeros de la barcaza hasta un total de 35 hombres para ir al Río de Palmas, a ver si encontraban a alguno de sus enemi­gos. Y llegaron a su proximidad de noche y hallaron una fuente, donde descansaron un poco; después empezaron a subir por una alta montaña, de donde se puede ver bien gran parte de la re­gión. Y al llegar a la mitad de la subida, los españoles no quisie­ron avanzar más, y regresaron 21, ballesteros en su mayor parte. Y cuando Gadifer vio aquello, no fue contento y siguió su camino, con 12 hombres más, entre los cuales sólo había dos arque­ros.
    Al llegar a la cumbre, tomó seis compañeros, para saber si había algún puerto. Después regresó subiendo por la orilla del río y halló a Remonnet de Levedan y a los compañeros que le esperaban a la entrada de los palmerales.
    Allí es tan fuerte la en­trada, que parece milagro y no dura más que dos o tres lanzas de ancho.                                  
    Y se vieron obligados a quitarse el calzado para pasar so­bre las piedras de mármol y eran tan lisas y tan resbaladizas, que sólo se podían mantener a cuatro pies, y aún así era preciso que los últimos sustentasen los pies a los otros que iban delante, con el regatón de sus lanzas, y después arrastraban a los últimos. Y al pasar al otro lado se halla un valle hermoso y unido y muy agradable, en que habrá unas 800 palmeras que dan sombra al valle, con arroyos de agua que corren por en medio, y están por grupos de 100 y 120 juntas, tan altas como mástiles de más de 20 brazas de altura, tan verdes, tan enramadas y tan cargadas de dátiles, que da gusto mirarlas. Y allí comieron en su hermosa sombra, sobre la yerba verde, cerca de los arroyos que corrían, y allí descansaron un poco, porque estaban muy cansados.” (Le Canarien, pags. 122-123)
   [...] Y poco tiempo después, los de la isla de Erbania, no sabien­do la discordia que había entre ellos (los invasores), viendo la guerra que Mon­señor les había hecho, considerando que no podían resistir largo tiempo contra aquel señor y los cristianos, y que los cristianos estaban armados y artillados y que ellos no tenían nada de ello (porque, como otra vez lo tengo dicho, no tienen ninguna arma­dura y no están vestidos sino con pieles de cabra y con cueros y no pueden ofender más que con piedras y con lanzas de madera sin hierro, con que hacían mucho daño, porque son dispuestos y prestos) bien veían que no podían durar largo tiempo; y viendo la relación de algunos de su partido que habían sido prisioneros entre nosotros, quienes les refirieron la manera de gobierno de los cristianos y su empresa y cómo tratan con benevolencia a to­dos cuantos quieren ser sus sujetos; y por esta causa tuvieron su consejo que vendrían ante el dicho señor de Béthencourt, que era el jefe de la compañía y rey y señor del país, como cualquier nuevo conquistador de los infieles.
    Porque nunca habían sido cristianos ni, que se sepa, lo había emprendido antes algún cristiano. Y lo cierto es que hay en aquella isla de Erban reyes, que pelearon largo tiempo entre ambos, en cuya hubo por varias veces muchos muertos, tanto que están muy debilitados. Y, como se dijo antes, en otro capítulo, se ve que tuvieron guerra entre sí, porque tienen los más fuertes castillos fabricados según su manera, de cuantos se pueden hallar alguna parte, y también tienen hacia el centro del país un muro de piedra muy grande, que en aquel punto se extiende por lo ancho del país, de un mar al otro.”  (Le Canarien, pags. 180-181)
   De esta manera de mano de los piratas Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle y de un grupo de aventureros franceses y castellanos entraron los mahos en el circuito cultural europeo es decir, en la red de venta de esclavos en la que muchos mahoreros fueron comercializados.
    Como podemos ver ya por 1405 los cronistas de la invasión y ocupación de Erbania nos hablan de construcciones de superficie de dimensiones colosales, prueba incuestionable del dominio de las técnicas arquitectónicas de los antiguos mahoreros.
    Los cronistas e historiadores suelen referirse a las islas de Fuerteventura y Lanzarote como si ambas formasen una unidad etnográfica, de hecho fue así, pues tanto en la ocupación del espacio como en la forma de explotación  de los recursos naturales y las edificaciones arquitectónicas son muy similares en una y otra islas e incluso el gentilicio aplicados a los pobladores de la misma es el mismo. Abreu Galindo ya dejo recogido que: “Estas dos islas de Lanzarote y Fuerteventura al parecer antigua­mente eran una isla, a la cual llamaron Capraria; no porque en ella hubiese cabras, como lo dice Plinio, libro III, cap. 6, tocando el nombre de Capraria, que es una isla en el mar Toscano, que cae entre Genova y Lúea, imponiéndolo a éstas; sino porque Caprea, nombre latino, quiere decir «lince»; y así, como este animal es de larga vista, estas dos islas, siendo una, tenían mucho que ver, y por su largueza, respecto de las demás,...  Y estas dos islas se dividieron antes que se poblaran de gentiles; porque, si se dividieran después, los moradores de entrambas islas se entendieran en alguna manera, y no fuera su modo de hablar tan diverso.
    Los naturales destas dos islas, Lanzarote y Fuerteventura, se lla­man mahoreros, porque traían calzados de los cueros de las cabras, el pelo afuera, unos como zapatos, a quien ellos llaman makos; y algunos quieren decir que el nombre propio de la isla se dijo de este nom­bre, maho.” (Abreu Galindo, 1977:54)

     Investigaciones más modernas ahondan en esta idea, así tenemos que el paleontólogo Francisco García Talavera quien no dice al respecto: “Dentro de una síntesis paleogeográfica de las islas orientales a lo largo del Holoceno (Cuaternario reciente), cabe resaltar importantes cambios en la configuración de las mismas. Como botón de muestra diremos que durante el máximo glacial würmiense, hace 18.000 años, Lanzarote, Fuerteventura y las isletas e islotes, junto a algunos bancos submarinos como el de Amanay (-25 m), conformaban una sola isla de más de 200 km de longitud y una superficie superior a los 5.000 km2, orientada paralelamente a la costa africana y siguiendo las directrices de la geotectónica de esta región atlántica. A su vez, la distancia que en aquel tiempo separaba esa gran isla, que llamaremos "Mahan", del vecino continente no era superior a los 60 km. (en la actualidad son 95). Si, además, tenemos en cuenta que en esa época el Sahara estaba pasando por una de las etapas de máxima aridez, no resulta descabellado pensar en poblaciones paleolíticas localizadas en la franja costera, más húmeda y con abundantes recursos marinos a su alcance. La falta de documentación arqueológica, en este caso, es debida a que probablemente los yacimientos fueron destruidos por la erosión marina o están sumergidos en la plataforma continental. Por eso solamente aparecen restos neolíticos, época en la que el mar ya había alcanzado aproximadamente su nivel actual.” (García Talavera F. 1997).

    Esta curiosidad científica naturalmente no presupone que la gran isla Mahan fuese habitada en aquella época geológica. Lo que es seguro es que la arribada de los primeros imazighen continentales se produjo en un mismo tiempo y que ambas islas fueron ocupadas simultáneamente por un mismo pueblo y, con un bagaje cultural idéntico.Las obras arquitectónicas de las islas Erbania y Titeroygatra (Lanzarote) despertaron desde la antigüedad el interés de los cronista e investigadores, destacando entre ellos Abreu Galindo, el ingeniero cremonés al servicio de la corona castellana Leonardo Torriani y más modernamente los franceses Sabin Berthelot y René Verneau, ya en el siglo XX el español Luis Diego Cuscuy realizó un encomiable trabajo de prospecciones arqueológicas en ambas islas, legándonos una serie de datos de las estructuras arquitectónicas que, a partir del año 1965 han ido desapareciendo víctimas de la especulación inmobiliaria generada por la invasión de las masas de turistas y de la desidia de los estamentos coloniales que han primado el beneficio económico inmediato y desmesurado en detrimento de los vestigios de la milenaria cultura guanche.
[...] Eran los naturales destas dos islas, Lanzarote y Fuerteventura, ca­ritativos, alegres, amigables, grandes cantadores y bailadores. La sona­da que hacían era con pies, manos y boca, muy a compás y graciosa. Eran muy ligeros en saltar, y era su principal ejercicio.
 Tomaban dos hombres una vara larga, uno por un cabo y otro por el otro cabo, y alzaban los brazos con la vara, lo más alto que podían; y el que lo sal­taba, tenían por más ligero. Y así ponían dos y tres en hilera, y había hombre que los saltaba en tres saltos, sin parar.
 Eran animosos y bien dispuestos y proporcionados, más que to­dos los demás de las islas, y así lo son hoy. Te­nían muchos desafíos. Salíanse al campo a reñir con unos garrotes de acebuche, de vara y media de largo, que llamaban iezzeses. En sus pen­dencias tenían esta orden que, sí el agresor entraba por la puerta de la  casa de su enemigo y lo mataba o afrentaba, no castigaban al homici­da; pero si saltaba pared, el capitán o rey ante quien se examinaba la causa, mandaba matar al agresor. Y la ejecución de justicia se hacía en la costa del mar, tendiendo al delincuente sobre una piedra o losa, y con una piedra redonda el ejecutor de la justicia le daba en la cabeza,haciéndosela pedazos, y allí se quedaba muerto; y todos los descen­dientes de este delincuente eran tenidos por infames. Este orden te­nían en Fuerteventura, y en mucho precio y estimación a los valientes; llamábanlos altabay, nombre por ellos muy honrado.” (Abreu Galindo: 1977:55)
 En el capitulo primero hemos  recogido una breve reseña que de las características y cultura de  los primeros habitantes de Titoreygatra y Erbania nos han trasmitido algunos historiadores, en el último dedicado a Titoreygatra incidiremos más ampliamente en el tema a la luz de los nuevos descubrimientos arqueológicos aportados por la ciencia.
Cuevas naturales de habitación
    En Erbania como en el resto del archipiélago sus habitantes primigenios preferían las cuevas como viviendas, pero dado la orografía insular relativamente plana escasa en cuevas naturales, las más idóneas para su ocupación eran las que disponían en su entorno de una temperatura, vegetación y agua adecuadas. Los mahoreros buscaban cuevas fácilmente accesibles, amplias y cerca del lecho de los barrancos; las acondicionaban, adaptándolas a sus necesidades, levantando muros o utilizando mamparas móviles de pieles o junco. Es por ello por lo que, en general, se encontraban próximas a la costa, aunque también ocupaban cuevas de cotas superiores, sobre todo para aprovechar los pastos de montaña en verano.
  También es frecuente la ocupación de algunos tubos volcánicos de los mal países los cuales eran utilizados como viviendas cuando reunía un mínimo de condiciones, tales como su situación por debajo del nivel de superficie permitía mayor protección al  no ser visible a distancia, estar protegidos de los fuertes vientos reinantes en la isla, y como las otras cuevas son cálidos en invierno y frescos en verano, estar próximos a las zonas de pastos.
   Donde no existían, construían las típicas casas de piedras secas semihundidas conocidas como casas hondas.  Estas casas se agrupaban en poblados y se situaban cerca de las escasas fuentes de agua,  que   recogían y guardaban en grandes vasijas  de  barro, y las de las escasas lluvias que recogían en maretas. 
   Habitualmente el aguar doméstico se componía de lajas de pedernal,   vasijas de barro (gánigos) decoradas, grandes vasijas para el almacenamiento de agua; otras, de tamaño mediano, para guardar lo recolectado o para poner la leche al fuego, etc. De tamaño mediano son también los cuencos para el ordeño y los usados para la recogida de agua en charcos o manantiales, vasijas de madera, lámparas de barro cocido, odres para la elaboración de la manteca de leche, cestos de mimbre, esteras de hoja de palma, anzuelos y arpones de huesos etc. Los molinos alcanzan mayor diámetro que ene el resto del archipiélago y van provistos de tres o cuatro mangos, fruto de un mayor uso colectivo y familiar. La muela superior del molino tiene un orificio central para introducir el grano y algunos tienen labrado un saliente circular que hace de embudo para depositar el grano que va descendiendo en la medida en que se va moliendo.Como en las demás islas, la entrada de la cueva al ser el espacio más iluminado y más transitado, porque lo destinaban a realizar todo tipo de trabajos domésticos o artesanales.
   Manteníanse de harina de cebada tostada y mo­lida, que llaman gofio, y con carne de cabra cocida y asada, con leche y manteca. Comían en gánigos de barro cocidos al sol, como cazuelas grandes. Usaban, para su menester de cortar y desollar, de unas lajas 5 de pedernales agudas, que llaman tafiagues. Sacaban, y hoy también se saca, fuego con un palo de espino seco luyendo en un cardón seco, que es esponjoso; y con el fuerte movimiento o luimiento, se encen­día fuego en el cardón, y deste modo tenían fuego. (Abreu Galindo, 1977:59)
   Generalmente la cocina estaba situada en el exterior de la cueva en un lugar abrigado de los vientos donde se situaba el fogal, constituido por tres tenikes o piedras volcánicas porosas, el basalto era desechado pues al calentarse estalla disparando esquirlas como proyectiles.  No tenían necesidad de hacer siempre fuego, pues lo conservaban en brasas o rescoldo.
 Cuevas horadadas

               Las cuevas horadadas en Erbania siguen la misma técnica que en el resto del archipiélago,  excavando en la pared algunos nichos o asientos. Una de ellas  cavada completamente por la mano del hombre, comprende varias habitaciones cuadradas solamente una recibe la luz por la entrada. Por otra parte, sólo se observan, como en las otras, asientos en la toba y nichos practicados a una cierta altura para colocar, sin duda, vasos y provisiones.

               En un comunicación del sacerdote de la iglesia católica D. Ramón Castañeyra al etnógrafo francés Sabin Berthelot y publicada por este en su Antigüedades Canarias recoge: “...La montaña de Cardones, dice, a veintidós kilómetros de Pájara, es el último eslabón de esta cadena de cimas que nacen en los confines de la villa histórica de Betancuria (Santa María de Betancuria), y que forma la línea que divide, entre el pequeño desierto de Jable, de una parte el antiguo principado de Jandía, y de la otra la gran Majorata. Esta montaña de Cardones, según las tradiciones del país y los vestigios de antigüedades que encierra, fue habitada por los antiguos aborígenes; hacia su cima se ven todavía recintos cubiertos con bóvedas de piedra, que según la arqueología prehistórica podría clasifi­carse entre los monumentos megalíticos. Del lado de oriente, a partir del Rincón del Pedregllo y hasta las rocas que sirven de base al Castillo, apa­rece una enorme roca en forma de cúpula, que se erige grandiosa en la más alta cima de la montaña naturaleza, fue la antigua morada, según se dice, de uno de los príncipes que dominaban Herbania”.

   “En sus alrededores se encuentran numerosas ruinas de edificaciones, y hacia la cumbre de la montaña hay grutas abiertas, trabajadas por la mano del hombre, que han hecho dar a estas localidades el nombre de Cuevas Labradas. Hay una sobre todo que merece ser mencionada: presenta en su entrada una excavación circular de cuarenta metros, comunicándose con tres pequeñas habitaciones ovales, de las que la del fondo está llena de huesos humanos, habiendo quedado las dos restantes sin explorar. Don Ramón añade, en este pasaje de su narración, que 'estos huesos, por su tamaño, parecen haber pertenecido a una generación de gigantes'; pero al hablar así, sin duda, sólo ha querido adaptarse a las tradi­cionales exageraciones de las gentes del país, sin dar ninguna importancia a sus suposiciones. Termina la descripción de esta curiosa montaña de Cardo­nes, a la que los insulares actuales llaman abitanzas de los Majos, llamando la atención sobre la frecuencia con que se encuentran objetos de alfarería en las excavaciones; después, volviendo otra vez sobre esta gran roca del Casti­llo, de acceso difícil y que vista desde lejos parece una torre, nos dice que este gran monolito presenta una habitación tallada de alrededor de seis me­tros de ancha y en la que solamente los más ágiles pastores pueden entrar.” (Sabin Berthelot, 1980:144-145

   Cuevas sepulcrales



   [...] Mirlaban los canarios sus difuntos, fue uso de Sirios y Egipcios dice Alejand. En Alejandro lib. 3 cap. 2 Divrum Génesis, donde dice que ponían dentro del cadáver resina de pino, y polvo de cedro, sal y mirra: Muchas naciones los Agrigentinos, Tártaros y Hebreos, los primeros tenían sus difuntos en sus moradas haciéndoles sacrificios con luces, fuegos y comidas, o los tenían presentes mirlados, o pintados en tablas o pared escritos con loores de vencedor, a el Capitán o Rey, y a éstos llamaban Lares; los Tártaros hacían debajo de tierra aposentos a sus embalsamados, los Hebreos en sepulcros arcas de piedra, y los romanos lo mismo en mármoles, y alabastro; en los canarios se hallaron estos modos de mirlados y sepulcros entre pedregales, el cual tienen los Árabes. (Tomás Marín de Cubas, 1993:379)

                     Enterramientos guanches se han localizado en la cueva de Esquinzo, en la cueva de Guriame, en la cueva funeraria de Villaverde y la cueva de Los Ídolos, en los bordes meridionales del malpaís de La Arena, Cueva Encantada en Tijonay, Hoya del Dinero, Llanos de Santa Catalina y La Atalaya, Montaña Gayría y Barranquillo del Pozo.

                      El más singular de los yacimientos citados sea la Cueva de Los Ídolos donde además de los ídolos encontrados que dan nombre a la cueva, se hallaron escasos restos óseos humanos muy fragmentados, algunos de ellos calcinados. La Montaña de La Muda, sometida a una excavación de urgencia, en la que también aparecieron algunos restos humanos. Así como la Cueva de Villaverde en la que se encontraron dos esqueletos uno de un adulto y otro de un niño



   Según recoge la arqueóloga Julia Lecuona Viera: “En cuanto al enterramiento en túmulos, habla de túmulos construidos respondiendo a una técnica constructiva acorde con la aridez del terreno. Generalmente, los túmulos estarían delimitados por piedras de tamaño mediano que llegan a formar un ovoide o un rectángulo imperfecto.

                     Sin lugar a dudas de todas estas estructuras tumulares la más plausible es la del Matorral, donde en los años 50 s e halló un individuo, supuestamente femenino, en un llano bajo un amontonamiento de piedras dando una forma más o menos redonda, con un ajuar compuesto por un collar de plaquitas rectangulares realizadas con conchas marinas. El hallazgo se produjo de forma fortuita al realizarse en la zona las obras de construcción de la carretera.”

                 
                 



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