EFEMÉRIDES
DE LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
CAPITULO
III: DE LA ANTIGÜEDAD AL
SIGLO XV
Eduardo Pedro García Rodríguez
1431 - 1440
1431. Don Fernando de Calvetos (de Calverita, de Talmonte), de la
secta católica de los O.S.H., es nombrado obispo de Rubicón, el 1 de febrero,
por el Papa Martín V.
1431. Fray Juan de Baeza, de la secta católica de los O.F.M.,
primer vicario general de los franciscanos colono en Canarias, y el seglar guanche Juan Alfonso de
Idubaren, van comisionados por los franciscanos y el obispo Calvetos a Roma a
denunciar al Papa Eugenio IV los pillajes y esclavizaciones de Guillén de las
Casas.
1431 octubre 1.
Primeros intentos de penetración del catolicismo en el Archipiélago
Canario según el clérigo católico e historiador José de Viera y Cavijo: “De don fray Fernando Calvetes, quinto obispo
Había
fallecido por aquel mismo tiempo Martino V, y Eugenio IV, que veía
vacante la silla de Rubicón, trató de poveerla en la persona
de fray Fernando Calvetes, monje del priotaro de San Pedro ad Vincula de
Roma, del orden de San Jerónimo, sujeto
«dotado de literatura, probidad,
prudencia, circunspección y eminentes virtudes»; palabras todas de la bula que
le dirigió el papa, dada en San Pedro el día primero de octubre del año de la encarnación del Señor de 1431, y el primero de su pontificado.
Decía
en ella el sumo pontífice que, estando reservadas
a Su Santidad las provisones de todas las iglesias catedrales que
vacasen cerca de la silla apostólica y
habiendo últimamente vacado la de
Rubicón, por muerte de su obispo Mendo, de buena memoria, que había fallecido
cerca de la misma Santa Sede, para
que aquella iglesia no padeciese las molestias de una vacante larga, había resuelto con paternal solicitud proveerla sin pérdida de tiempo, puesto que a otra ninguna persona
podía pertenecer por aquella vez el derecho
de la presentación.
Tenemos
copia de esta bula, sacada de la
Data ría de Roma, con las demás dirigidas al cabildo
de
Rubicón, a los vasallos de la misma iglesia rubicense, al pueblo de aquella ciudad y diócesis, al arzobispo de
Sevilla, como metropolitano, al rey
don Juan el II de
Castilla y León, las cuales, por ser las bulas más antiguas que existen de nuestro obispado, se
pondrán al fin de este tomo.
Sabía
muy bien el nuevo obispo cuan vivas habían sido
las competencias de su antecesor con los señores
de las islas sobre varios puntos de jurisdicción e
inmunidad; así tuvo cuidado de no presentarse en su iglesia sin una gran bula
del papa, dada en San Pedro de Roma a 5 de febrero de
1431, dirigida al arzobispo de Sevilla, y obispos de Córdoba y de Cádiz. Se
había quejado don fray Fernando, por punto general y como en abstracto, de cuantas personas hay en el mundo constituidas en altas dignidades, por si acaso intentasen usurparle no sólo las temporalidades, sino también lo perteneciente a los bienes espirituales
de su iglesia. El papa, pues, para obviar tales
atentados, vino en nombrar aquellos tres prelados en común y en particular, a fin de que, como delegados de la silla apostólica, procediesen con censuras contra los perturbadores de los derechos de la mitra de Rubicón.
Era
nuestro obispo gran teólogo escolástico, epíteto de
mucha estimación en su siglo, y como tal había
asistido al concilio general de Constanza, donde
había visto brillara Gersón, deponer tres papas,
quemar a Jerónimo de Praga y a Juan Hus, pero luego que llegó
a Lanzarote, manifestó su amor al género humano, fulminando un decreto por el cual
prohibía, con graves censuras, el que fuesen
vendidos los canarios, antes ni después
de su bautismo. Este abuso de la barbarie y de la violencia había llegado entonces a tal exceso, que se hacía un comercio considerable de esclavos
isleños, se ponía en arrendamiento la ganancia
y se pagaban derechos de aduana y señorío, igualmente que los cueros de
las cabras, de la orchilla y el sebo.
Pero
las censuras del obispo de Rubicón no bastaban, y los rayos del
Vaticano se creyeron precisos. Don fray Fernando Calvetes, de acuerdo con fray
Juan de Baeza, vicario de las misiones franciscanas,
despacharon a Roma a fray Alonso de Idubaren, religioso lego, natural de las
misma islas, para que representase
al papa aquellos desórdenes; y Eugenio IV no tardó en expedir, en 25 de
octubre de 1434, una bula prohibiendo bajo de graves penas el cautiverio y
mal tratamiento de los canarios y nombrando conservadores para la ejecución de aquellas letras apostólicas. Aún hizo
más el papa, pues para rescate de
los esclavos ya vendidos señaló cierta
cantidad de dinero que se hallaba
depositada en Sevilla, perteneciente a la cámara apostólica desde el tiempo del cisma de don Pedro de Luna.
Celebrábase
entonces el famoso concilio de Basilea, que, dando ocasión a nuevo cisma, debe ser
memorable para nuestras islas por aquel célebre tratado que presentó en él don
Alonso de Cartagena, deán de Santiago, en
defensa del derecho que los reyes de
Castilla tenían sobre las Canarias, como
sucesores de don Pelayo y demás príncipes godos, señores de la provincia
Fransfretana, contra las pretensiones de
Portugal.
También fue
Eugenio IV el
que, por otra bula apostólica, ordenó que los vecinos de la
diócesis rubicense pagasen diezmos y primicias conforme a
las de Sevilla y de Cádiz. Y como nuestras islas producían
algunos frutos singulares, cuales eran la orchilla,
sangre de drago, ámbar, conchas, maná, alpiste, etc., se
suscitó la duda de si se debía contribuir también con la
décima parte de ellos; pero el provisor de la metrópoli
sentenció a favor de la iglesia.” (José de Viera y
Clavijo, 1987. T. 2: 226 y ss.)
1433. Gil Eanes (el Padre Las Casas, siguiendo a Barros, dice Antón
González), portugués, de vuelta de la costa africana adonde fue con propósito
de pasar al cabo Bojador (aunque no lo sobrepasó), pasa por Tamaránt (Gran
Canaria), con la excusa de defender a los portugueses que se habían querido
quedar para ayudar a los indios a recibir la fe, y lleva a Portugal esclavos
indígenas de las islas (Hist., I, 18; BAE, XCV, 68b).
1433. Martín de las Casas, obispo de Erbania (Fuerteventura), es
trasladado por el Papa Eugenio IV, el 14 de diciembre al obispado de Málaga
(¿Acaso por ser indulgente con su pariente Guillén de las Casas?). Así, todas
las islas quedan bajo la jurisdicción ecle siástica de don Fernando de
Calvetos, colono de la secta católica de los O.S.H., y obispo de Rubicón.
1434. El Papa de la
secta católica Eugenio IV le concedió una bula al gomero Chimboyo, refiriéndose
a él como "duque" de La
Gomera.
1434. El
infante portugués don Enrique el Navegante, «secundum vocationem qua vocatus
est amplificando christianum nomen», envía una armada conquistadora contra una
de las Canarias, cuyo nombre no se menciona (Tamaránt?), con propósito
evangelizador y civilizador, según dice el documento portugués por el que
consta -posterior, de 1436-. Apenas desembarcados -sigue diciendo- llegaron a
bautizar a unos 400 indígenas; otros muchos huyeron a las montañas. Pero, por
falta de provisiones (como en 1424), tuvieron que alzar velas para Portugal sin
poder conquistar la isla. Y, obligados por el hambre, arribaron a dos pequeñas
islas habitadas por cristianos (Erbania y Titoreygatra) donde se entregaron al
pillaje.
1434. Gómez Pireis dobló el cabo de Naam, sin mutarse, haciendo
lugar frecuentado de Río de Oro. Baldaia, que le acompañaba, pasó por Angra de
Caballos, donde encontró al valenciano Jacmes Ferrer, siguiendo a la Punta de la Galera , con intención de
pescar lobos marinos, mientras Antâo Gonçalves se presentaba en La Gomera. Aliados de
Portugal los naturales, aceptaron
colaborar en la conquista de Benahuare (La Palma ). Tomando refuerzos en Erbania
(Fuerteventura), Antâo inició guerra, que hubo de abandonar, al comportarse
como no debiera, expulsado por los gomeros. Complicada la situación, Guillén de
las Casas cedió su parte en Canarias, a Fernán de Peraza, que intentó conquistar
Benahuare (La Palma )
perdiendo en la empresa a su único varón, Guillén de Peraza.
Molesto por la intromisión
castellana, el infante D. Pedro, tutor de Alfonso V, concedió el quinto de las
Canarias e islas adyacentes, a Enrique el Navegante, prohibiendo a terceros
asomar por sus aguas, sin licencia del infante. Hombre realista, necesitado de
punto de aguaje para los pescadores, arrendatarios de sus pesquerías de
Bojador, Angra de los Ruivos y Río de Oro, compró Titoreygatra (Lanzarote) a Maciot
de Bethancourt, en 20.000 reís de renta anual, situados en Madeira. No aceptó
Juan II tenerlo por señor en isla de Castilla, ni lo consintió Peraza. Ofuscado
Alfonso V, en 1449 desafió a todos los pontífices y a su colega castellano,
cediendo al Navegante el comercio de "Canarea e do Cabo do Bojador",
desde el Cabo de Cantín, mintiendo al decir que el tráfico estaba interrumpido,
desde hacía 30 años. (L.A. Toledo)
1434. Don Fernando de Calvetos, obispo de Rubicón, acompañado,
prohibió hacer la guerra a los canarios y hacerles daño alguno; la cual iba
directamente contra el reciente intento de conquista de Gran Canaria por los
portugueses, quienes estaban preparando otra armada. Con esta bula el Papa se
opone a la conquista como medio o actuación previa para la evangelización.
1434. Según el investigador austriaco Dominik Josef Wölfel, “Entre
las varias cuestiones aun no dilucidadas de la historia antigua de las islas Canarias,
la más oscura es seguramente la del momento en que ocurrió la conquista u ocupación
de la isla de la Gomera
por los europeos. Con ocasión de mis investigaciones sobre las islas Canarias
en los archivos, encontré un documento de la Curia Romana muy
adecuado para aclarar decisivamente aquel problema y hasta quizá, poniendo a
contribución todas las otras noticias, para resolverlo de un modo definitivo.
Es el documento un salvoconducto por el cual el papa Eugenio IV asegura libre
paso aun jefe de tribu de Gomera llamado Chimboyo. Lo descubrí en el Archivo
Vaticano, en el tomo 373 de la Registratura Vaticana , folios 78 verso a 79
verso; y después, en el archivo de la Real Embajada Española en Roma, encontré una
copia de él, en el tomo XXII/229 Bullarum et Brevarium, folios 143 recto a
146"recto. Mientras que la Registratura Vaticana
tuvo a la vista seguramente el original, la copia de la Embajada Española
parece basarse en un traslado que en varios puntos se apartaba de aquél.
“...Como resultado del documento recién
descubierto y de su comparación con
otros documentos y hechos, podemos
dejar establecido lo siguiente:”
“Gomera tenía aún un príncipe
indígena y probablemente varios; aquél se convirtió al cristianismo con su
familia y séquito y, por intermedio de algunos europeos, tuvo relaciones con la Curia Romana. Los
intermediarios pudieron ser lo mismo españoles que portugueses; pero la
existencia de una copia del salvoconducto en el archivo de la Embajada Española
en Roma indica que fueron españoles. Gomera no fue nunca positivamente
conquistada, sino que recibió simplemente cultura y acepto un señor europeo. La
organización matriarcal de las tribus de Gomera subsistió bajo la dominación
europea hasta la sublevaci6n de 1488 y el ajusticiamiento de Hernán Peraza el
Joven. Hasta entonces no tuvo lugar ninguna inmigración europea digna de
mención.”
“Las luchas no eran entre
europeos e indígenas de Gomera, sino entre la guarnición lanzaroteña de la
torre y los indígenas. Tampoco después existe nada que indique una inmigración
más importante.”
“La ocupación de Gomera por los
europeos no ocurrió ni antes de 1434 ni después de 1445, y el primer señor
europeo de Gomera fue Hernán Peraza el Viejo.”(D.J. Wölfel 1990)
1434. El infante Enrique de Portugal apeló al Papa Eugenio IV para
obtener el derecho de conquista en las islas habitadas por paganos, y consiguió
una bula pontificia a su favor. El momento no podía ser más peligroso para los
pretendidos derechos castellanos: los navegantes portugueses descubrían en 1434
el procedimiento para pasar al S. del cabo Bojador y conseguir el retorno o
«volta», cosa hasta entonces imposible, por lo que Canarias era para ellos, a
partir de entonces, una escala mucho más interesante en el viaje de ida.
Además, el infante Enrique hacía valer ante el Papa sus propósitos misionales,
frente a los abusos de los señores sevillanos en canarias, en especial Maciot
criado de los Guillen, denunciado aquel año en Roma por el obispo lanzaroteño
Fr. Fernando Calvetos, y Eugenio IV emitía otra bula -«Regimini gregis» -por la
que prohibía la esclavización, los asaltos y depredaciones contra los
aborígenes y sus bienes, porque con ello se perturbaba la tarea misionera, al
par que concedía indulgencia plenaria a todos los que manumitieran a sus
esclavos canarios.
1435 Agosto 25.
BULA del Papa de la secta
católica Eugenio IV, dando poder y facultad para trasladar la catedral de
Rubicón a Las Palmas de Gran Canaria.
«Eugenio, obispo, etc. La
conducta del romano Pontífice es tan circunspecta, que corrige, revoca, modera
o anula algunas veces aquello mismo que había dispuesto, según conoce en el
Señor que saludablemente conviene, atendidas las circunstancias de los lugares
y los tiempos.
Poco ha que, cooperando la divina
virtud, los moradores de ciertas islas que se llaman vulgarmente de Canaria, se
convirtieron a la verdadera luz de la fe ortodoxa, dejadas las profundas
tinieblas de la infidelidad y la ignorancia, principalmente con el sudor de
nuestro venerable hermano Fernando, a quien habíamos hecho obispo con estas
miras en aquellos paises, y erigido su silla y lugar Episcopal en una de ellas
que se llama de Rubicón, la cual quisimos que se intitulase Iglesia Rubicense.
Pero habiendo entendido ahora, que dicha isla está muy expuesta a piratas y
salteadores y tan poco poblada que no puede subsistir en ella el obispo ni la iglesia,
mandamos por las presentes que esta misma iglesia se traslade a la isla que se
llama de Gran-Canaria, y que se nombre justamente Iglesia Canariense y
Rubicense para siempre y en todas las edades futuras, Nulli ergo hominum, etc.
Dada en Florencia en el año de 1435 de la Encarnación del Señor, día 25 de agosto, y el
quinto de nuestro Pontificado».
1435 agosto 25.
Primeros intentos de penetración del catolicismo en el Archipiélago
Canario según el clérigo católico e historiador José de Viera y Cavijo.
“Bula de Eugenio IV
para trasladar la catedral de Rubicón a Canaria
Finalmente,
el mismo Eugenio IV, a
súplica de don fray Fernando Calvetes, expidió su conservatoria
y letras apostólicas revalidando la erección de la catedral
rubicense con todas las cláusulas oportunas, incluyendo
entre ellas la extraordinaria de que los dignidades y canónigos
habrían de ser precisamente regulares de cualquier orden religioso que se
eligiese. Y al mismo tiempo, movido del celo con que se distinguía este
prelado, promoviendo la conversión de los isleños,
tuvo a bien concederle diversos privilegios, entre
ellos el de poder trasladar a la Gran Canaria la silla espiscopal de Rubicón. Esta
bula, tan esencial como desconocida en nuestras antigüedades
eclasiásticas, decía así:
Eugenio,
obispo, etc. La conducta del Romano Pontífice es tan circunspecta, que corrige,
revoca, modera o anula algunas veces aquello mismo que había dispuesto, según
conoce en el Señor que saludablemente
conviene, atendidas las circunstancias de los lugares y los tiempos.
Poco ha que, cooperando la divina virtud, los
moradores de ciertas islas que se
llaman vulgarmente de Canaria, se convirteron a la verdadera luz de la fe ortodoxa,
dejadas las profundas tineblas de la infidelidad y la ignorancia, principalmente con el sudor de nuestro
venerable hermano Fernando, a quien
habíamos hecho obispo con estas miras en aquellos países y erigido su
silla y lugar episcopal en una de ellas que
se llama de Rubicón, la cual quisimos
que se intitulase Iglesia Rubicense. Pero habiendo entendido ahora que dicha isla está muy expuesta a
piratas y salteadores y tan poco poblada, que
no puede subsistir en ella el obispo ni
la iglesia, mandamos por las presentes que esta misma iglesia se
traslade a la isla que se llama de Gran Canaria, y que se nombre juntamente
Iglesia Canariense y Rubicense, para siempre y en todas las edades futuras.
Nú/// ergo hominum etc. Dada en
Florencia, en el año de 1435 de la
Encarna ción del
Señor, día 25 de agosto, y el quinto de nuestro pontificado.
Tal
era el tenor de la bula fundamental, en fuerza de la cual se ejecutó, 50
años después, la traslación de la iglesia de
Rubicón a la Gran Ca naria. En efecto, n¡ don fray Fernando Cálvelos, que la impetró, ni sus inmediatos sucesores, que la desearon, pudieron verificar tan bello
proyecto, porque la total conversión de los canarios y su conquista debía costar antes mucha sangre y desvelos. Por otra parte, nuestro obispo sobrevivió
muy poco tiempo a aquella disposición pontificia, pues al año siguiente de 1436 era ya muerto y, como yo creo, en su obispado.
Las
sinodales de Canarias, que ciegamente han copiado nuestros historiadores,
aseguran que el obispo don Fernando (a quien
tuvieron por clérigo secular) fue
promovido al obispado de Lérida en Cataluña. Todos se equivocaron. Don
fray Fernando murió siendo obispo
propietario de Rubicón, según consta
de las bulas de su sucesor inmediato,
que tenemos presentes. Y nosotros no debemos
olvidar, en elogio de este prelado, los títulos que hacen amable su memoria,
para colocarle en el número de los
prelados bienhechores del género
humano.” (José de Viera y Clavijo, 1987. T. 2: 227 y ss.)
1436. El rey
Duarte de Portugal, mediante sus embajadores enviados al Concilio de Basilea,
suplica al Papa Eugenio IV, en Bolonia, en agosto de 1436, que limite la
prohibición de la bula anterior a las islas Canarias habitadas por cristianos y
le faculte para conquistar las otras habitadas por infieles y adueñarse de
ellas con el fin de convertirlos a la fe (como ya había comenzado a hacerlo el
infante) y civilizarlos a los infieles de Canarias los describe la súplica al
Papa así: «Has [insulas] indomiti silvestres fere homines inhabitant qui nulla
religione coagulati, nullisque denique legum vinculis irretiti, civili conversatione neglecta, in paganitate veluti pecudes vitam agunt» y dice
después que son «ferocitate quadam inmanes». Este es, pues, el concepto que,
incluso el Papa -debido a tal información- tenía de los indígenas canarios.
Estamos ante el antecedente inmediato de lo que se dirá de los indios de
América: que eran infrahombres, bestias parlantes.
1436. Llega a las
costas de la isla de La Gomera
la flota portuguesa encabezada por Tavilla, Picanço y González Atayde, con el
fin de reclutar guerreros para asaltar en razzia esclavista la isla Benahuare (La Palma. )
1436. El Papa Eugenio IV, dando por buena la información y
declaración de intenciones de la súplica; y «attendentes quod, sicut asseritur,
nullus in hoc tuo incepto in aliquo reclamavit aut se verbo vel facto opposuit
neque aliquis christianus princeps in eisdem insulis paganorum ullum ius adhuc
se habere pretendit...» {nada de esto está afirmado en la súplica; debió de ser
información verbal) , o sea, considerando a las Canarias como «res nullius»,
accede a la súplica de Duárte de Portugal por la bula Romanus pontifex, de
Bolonia, a 15 de septiembre de 14367. Se ve que, aunque en 1434 el obispo
Calvetos reclamó al Papa contra las acciones de los portugueses y en favor de
la evangelización, el rey Juan II de Castilla no se cuidó de reclamar sus
derechos sobre las islas. Parece que el Papa no estaba en antecedentes sobre
estos derechos y se atuvo al hecho de no haber reclamado Castilla sus derechos
para suponer que no les tenía o poder alegar como excusa que no le interesaban.
1436. El rey Juan II de Castilla, por un Memorial de protesta de 27
de agosto de 1436, activa la revocación de la bula anterior y provoca la
siguiente del 6 de noviembre.
1436. Fray Francisco de Moya, de la secta católica de los O.F.M.,
muerto el obispo Fernando de Calvetos, es nombrado obispo de Rubicón el 26 de
septiembre de 1436 por el Papa Eugenio IV. Este nuevo obispo morirá en 1441.
1436. El Papa Eugenio IV, por la bula Romaní pontífícís, de
Bolonia, a 6 de noviembre de 1436, reforma la anterior bula subordinando la
concesión hecha a Portugal a las reclamaciones de derecho que pudiera presentar
el rey de Castilla.
1436.
A lo largo del siglo XV, los exploradores,
comerciantes y pescadores de Portugal y de Castilla se habían internado cada
vez más en la profundidad el Océano Atlántico, lo que provocó continuas guerras
por el control y aprovechamiento de las riquezas de ultramar. La posesión de
las Islas Canarias fue desde el principio un punto de fricción entre las dos coronas,
interviniendo como mediadores los papas. Portugal llegó a declarar suyas las
islas atlánticas, incluida la isla de La Palma (1436) durante el papado de Eugenio IV.
Portugal mantuvo su oposición a la autoridad
castellana en las Islas y por su parte fue avanzando en la exploración de
Guinea, obteniendo grandes beneficios comerciales.
Una serie de bulas favorables a Portugal,
reservando a este país el control del comercio y la autoridad religiosa en una
amplia zona hasta toda la
Guinea , permitió al rey de Portugal adoptar una política
comercial abierta a súbditos extranjeros a cambio de los correspondientes
impuestos. El único perjudicado era así el rey de Castilla. Mientras, la
cuestión canaria había quedado relativamente estancada.
Gomes Eanes Da Zurara (1410-74),
guarda-conservador de la biblioteca real de Portugal y guarda mayor de la Torre do Pombo, en sus
crónicas hace muchas referencias al heroísmo y los hechos paradigmáticos,
exaltando el valor de los personajes épicos de la época. En un momento en que
las razzias lusitanas sobre las costas canarias era constante como boyante
negocio en la economía esclavista, en el capítulo 88 de la Crónica del descubrimiento
y conquista de Guinea (1448), describe como nueve carabelas que se dirigían a
tierra de negros querían parar primero en la isla de La Palma para “intentar hacer
allí alguna presa”, pero se encontraron con un percance, pues se había
adelantado unos días la carabela de Lourenço Dias y los awara estaban
prevenidos y escondidos. Como no pudieron capturar a nadie acordaron que la
expedición se dividiera, unos continuando el viaje, otros regresando al Reino.
Tan sólo se quedó “Estevam Afonso que volvió a la isla de La Palma , en la que, al saltar
a tierra con la mayor parte de los que llevaba consigo, coincidió que
tropezaron enseguida con algunos canarios, de los que cogieron a dos mujeres”.
Antes de regresar al navío, los nativos atacaron
a los portugueses. El cronista Da Zurara aprovecha para destacar y adornar la
figura de “ese esforzado y valiente escudero, Diogo Gonçalves, no olvidándose
de su poderío y con mucha fuerza, tomo una ballesta de las manos de uno de los
ballesteros que iban con él, y también la pistolera de la silla de montar con
el almacén, y se metió entre los nuestros, tirando a los canarios. Y tanto se
esforzó en colocar sus tiros que en muy poco tiempo mató a siete contrarios,
entre los cuales murió uno de sus reyes… viendo aquellos canarios como su
capitán había muerto, abandonaron la lucha, permitiendo que los nuestros se
pudieran retirar, y así vinieron para el reino con su presa, pero ocurrió que
una de aquellas canarias murió antes de que llegasen al mar de la villa de
Lagos”.
En este relato podemos descubrir otro magnífico
ejemplo de amor a una tierra, a una cultura y a unos principios ancestrales por
parte de una anónima mujer awara ¿Maltrato (no lo creemos si iba a ser vendida
como esclava) o voluntaria muerte melancólica, llena de orgullo como la famosa
y legendaria muerte de Tanausu? Antes la muerte que vivir como esclavo. Indiscutible
grito a la libertad. (Miguel Martín, 2010)
1436 septiembre 26.
Primeros intentos de penetración del catolicismo en el Archipiélago
Canario según el clérigo católico e historiador José de Viera y Cavijo.
“De don fray Francisco, sexto obispo
Por
su muerte no estuvo mucho tiempo vacante la catedral de
Lanzarote, pues el mismo papa Eugenio IV la proveyó de
esposo en la
persona de fray Francisco, religioso de la orden de los menores, confesor del príncipe de Asturias don Enrique, varón que parecía lleno de buen celo y virtudes, pero que después entristeció la iglesia con sus procedimientos. Nuestras sinodales, muy malas guías para el conocimiento de los primeros obispos de Canarias, no hacen ninguna memoria
de este prelado, bien que se halla su noticia
en el auténtico testimonio de la pesquisa de Cabitos. Despacháronsele las bulas
en Bolonia, donde a la sazón residía,
siguiendo la corte del papa, el día
26 de septiembre de 1436, en el año sexto
de aquel pontificado.
Consagróse
en la iglesia del monasterio de San Guillermo de la misma
ciudad de Bolonia, domingo 27 de octubre de aquel año, siendo su consagrante
Andrés, obispo de Megara, y asistentes Juan, obispo de
Ostuni, y Marcos, obispo de Sarno. Diósele al consagrante
esta comisión por el cardenal de San Clemente, camarlengo del papa,
de quien había recibido la orden v/vae vocis
oráculo, como se puede ver en el certificado de
esta función, que pondremos al fin del tomo.
Todas
las facultades, prerrogativas y privilegios, que su
antecesor había gozado le fueron de nuevo concedidos por el
sumo pontífice y, revestido de ellos, entró en su obispado el señor obispo don fray Francisco, con grandes esperanzas de las Canarias. Entonces era muy deplorable el estado de
aquella iglesia. Por una parte las contestaciones entre Maciot, el conde de Niebla y Guillen de Las Casas, sus traspasos, ventas y ajustes, y por
otra las correrías, depredaciones y robos de los piratas, poniendo todas
las islas en confusión, de tenían los progresos del cristianismo. Se asegura que en aquel tiempo no eran todos los gomeros
cristianos, por más que Fernán Peraza, auxiliado de los religiosos
franciscanos de Fuerteventura, trabajaba en
la conversión y rendición de aquellos
isleños.
Pero
lo que causó luego mayor dolor fue la conducta del
nuevo prelado y el pernicioso ejemplo con que descarriaba sus
ovejas, Ignoramos dichosamente cuáles fueron sus faltas, pues sólo
tenemos a la vista una bula de Eugenio IV, dirigida al cardenal de San
Pedro ad Vincula sobre este delicado asunto:
Eugenio,
obispo, etc. A nuestro amado hijo Juan, cardenal presbítero del
título de San Pedro ad Vincula, salud, etc. La solicitud pastoral a que estamos
obligados por divina disposición, aunque sin
suficientes méritos, nos induce a que tengamos continua vigilancia sobre todo
el rebaño del Señor, en cualquiera parte de la tierra donde esté, para que por la incuria, negligencia o malignidad de los pastores no se vea infestado de lobos. Hace
poco tiempo que, por una relación
fidedigna, hemos sabido que el venerable
fray Francisco, obispo Rubicense, a
quien promovimos a aquel obispado por
testimonio y recomendación de muchos
varones de suma autoridad, esperando sin duda que, como hombres de vida
pura, honestidad de costumbres, observancia
regular y celo de la casa de Dios, enseñaría al pueblo (que, recién convertido por el divino favor a la fe católica,
se le encomendaba) en santidad y justicia delante
del Señor todos los días de su vida. Pero he aquí que, como hemos sido informados por sujetos fidedignos, este
prelado contra la opinión que de él
teníamos, posponiendo el temor de Dios y extraviándose demasiado del camino recto de la verdad y la justicia, comete muchas cosas enormes y ajenas del oficio episcopal, en daño suyo propio y de las almas que le han sido confiadas, no sin escándalo de infinitas. Deseando, pues,
proveer de remedio oportuno a semejante deformidad, cometemos y encomendamos
por las presentes a tu
circunspección, de cuya prudencia e integridad
tenemos en el Señor particular confianza, para que, llamando a dicho obispo y
a los demás que fuere necesario llamar, te informes diligentemente de oficio sobre todas y cada una de las
cosas arriba dichas; y que, si lo tuvieres por conveniente, destines en particular alguna persona capaz y de tu confianza al lugar donde reside,
a fin de que lo averigüe todo; y si los testigos no quisieren declarar, ya sea
por odio o por amor, los hayas de compeler con censuras eclesiásticas de
nuestra autoridad, para que den testimonio a la verdad. Y cuanto descubrieres por medio de tal información sobre el
expresado procures noticiárnoslo cuidadosamente lo más presto que
puedas. Entre tanto, si en vista de la
pesquisa le pareciere a tu
circunspección que el referido Francisco merece ser privado, lo puedes
suspender de toda administración espiritual y
temporal, sin dejar de poner otra
persona idónea que en su lugar administre el obispado. Dada en Florencia, a 20
de junio de 1441, en el año undécimo
de nuestro pontificado.
Con tan
melancólica bula se acaban todas las noticias que
tenemos del obispo don fray Francisco. El tiempo ha echado un
velo muy espeso sobre las resultas de aquel proceso
apostólico, para que ignoremos si se le probaron los excesos, si el cardenal lo suspendió o si el prelado
falleció en medio de aquella
borrasca.” (José de Viera y Clavijo, 1987. T. 2: 228 y ss.)
1437. Fray Juan de Logroño, de la secta católica de los O.F.M., es
nombrado por el Papa Eugenio IV vicario general de los franciscanos de
Canarias.
1437. El Papa Eugenio IV, a instancia -sin duda- de Castilla,
retoca la bula Rex regum (de 1418 y 1436) subordinando las conquistas de
Portugal en África a los derechos que pueda tener el rey de Castilla,
publicando la bula Domínator Domínus, de Bolonia, a 30 de abril de 1437.
1438? Don Duarte (posiblemente fue en este momento, pues murió el 9
de septiembre de 1438) ruega a Juan II de Castilla que dé a la Orden de Cristo (de la que
era administrador don Enrique el Navegante) dos (Titoreygatra y Gomera) de las
islas Canarias (Híst., I, 18; BAE, XCV, 69b y 73a) 8.
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