viernes, 24 de agosto de 2012

CAPITULO II (I) PERIODO COLONIAL 1402-1410


EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

CAPITULO II (I)

 

PERIODO COLONIAL 1402-1410


Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen


1401. Desde principios del siglo XV el control del trafico mercantil en el Mediterráneo Oriental estaba controlado por los musulmanes, había crisis demográfica en Europa, el oro y la mano de obra, trafico de esclavos, se buscaba en África, las condiciones técnicas permitían organizar expediciones con estos fines a las costas del norte y occidente africano. Todo ello provocó que el eje de la actividad económica europea se desplazara del Mediterráneo al Atlántico. Las Islas Canarias fueron entonces redescubiertas y utilizadas por esos comerciantes y navegantes europeos como base y objeto de sus operaciones especialmente esclavistas. Entre los años 1401 y 1402 los europeos financiaron expediciones que invadieron se instalaron y conquistaron con poco esfuerzo las islas de Erbania (Fuerteventura), Titoreygatra (Lanzarote), Esero (El Hierro) y La Gomera, Establecieron en ellas sus señoríos y comenzaron su explotación. Realizaron incursiones a las costas del continente y las otras islas para capturar esclavos que era una mercancía muy preciada en aquellos tiempos.

Las islas de Chinech (Tenerife), Tamaránt (Gran Canaria) y Benahuare (La Palma) no presentaban condiciones para ser conquistadas del mismo modo debido a la mayor resistencia de sus habitantes a la invasión europea y así permanecieron como objeto de diversas escaramuzas hasta 1461 cuando se realiza un acto nominal de conquista en Tamaránt (Gran Canaria) y otro similar en Chinech (Tenerife) en 1464, que para los guanches no pasó de ser un acto estrambótico de aquellos raros europeos.

También la Corona de Castilla, que estaba en un periodo expansionista colonizador y sedienta de los recursos naturales de otros pueblo, se interesó por el tema y después de comprar a los señoríos los derechos sobre Gran Canaria y Tenerife emprendió declaró de manera unilateral ala guerra a la nación canaria y inició la invasión y conquista del resto de las islas. En 1478 concluyó el sometimiento de Tamaránt (Gran Canaria), después de prolongados años de lucha, sin que hubiesen vencedores ni vencidos puesto que la asimilación de la isla a la corona de Castilla se llevó a cabo mediante un pacto o tratado entre reynos y que posteriormente la corona castellana traicionó como era habitual en ella, en 1493 concluye la de Benahuare (La Palma), en 1496 la de Tenerife, ambas en similares circunstancias que las otras dos.

Las islas invadidas por mercenarios de Castilla, desde sus inicios, adoptaron sistemas administrativos basados en los propios de la metrópoli. En cada isla había un consejo de diputados europeos que se reunía en cabildo cuyo presidente era el gobernador y que era el representante de las islas ante la corona en los enclaves fronterizos. El gobernador de Benahuare (La Palma) y Chinet (Tenerife) era el mercenario y esclavista Fernández de Lugo a quien el la erina de Castilla había concedido ambos cargos por meritos obtenidos en la invasión y saqueo de esas islas. Los cabildos tenían funciones de hacienda, militares y judiciales y esta organización se mantuvo hasta bien entrado el S XVII, aunque los cabildos continuaron como tales hasta el S. XIX

1402. Jean de Bethencourt y su socio Gadifer de Lasalle parten de La Rochela para Cadiz el 1 de mayo de 1402 con ochenta franceses, a los cuales se unen otros aventureros castellanos.  Tras hacer frente a un motín de la tropa y marinos quienes reclamaban los salarios atrasados de meses, Bethencourt consigue contentarlos pagándoles parte de los mismos gracias a un préstamo concedido por un tío suyo, tras robar un ancla y un esquife a un capitán inglés, prosiguen viaje a Lanzarote a donde llegan a fines de junio. Con ellos van de capellanes los miembros de la secta católica Juan Leverrier, presbítero, y Fray Pedro Boutier (no Bonthier), O.S.B. (no O.F.M.). Bethencourt y Berthin de Berneval como comandante del fuerte (Hist., I, 17; BAE, XCV, 65a-b). (Las Casas)Gadifer se apoderan de Titoreygatra (Lanzarote); edifican, un fuerte en Rubicón (Lanzarote) y esclavos Bethencourt, por falta de recursos, vuelve a Castilla y a Francia (con un cargamento de guanches), a gestionar ayudas, dejando a Gadifer como gobernador en la isla.

1402. Artemi Semidan, muere en Arguineguín defendiendo la independencia de la patria ante el ataque de las tropas invasoras del pirata normando Jean de  Bethencourt. 
Es el descendiente y heredero de los fundadores de su dinastía Andamara y Gumidafe, único Rey de Tamaránt (Gran Canaria,) lo que de muestra la unidad territorial y el carácter unitario del reino y monarquía, con capital en Agaldar. El topónimo Gáldar es la derivación directa de su formula original Agaldar, cuya raíz etimológica contiene el morfema G-D relacionado con el radical "IGDAR" que a su vez tiene dos cabeceras semánticas: Fortaleza, Prominencia, que se relaciona con el sitio aludiendo a su Montaña.
1403 Noviembre 28.  Según una bula de Clemente VI, la titularidad de la invasión y conquista de las Islas Las Canarias, pertenece a los reyes de Castilla, y haciendo uso de su supuesto derecho, Enrique IV expide una Real Cédula, que confirma al pirata Juan de Bethencourt señor feudal de Canarias y vasallo del rey castellano.
1403. Gadifer de La Salle, pirata normando socio del también pirata Jean de Bethencourt, desembarca en la isla de la Gomera capturando como esclavos a cuatro gomeros. En un nuevo intento de desembarco son rechazados.
1403. Enrique III de Castilla hizo pregonar, en sus puertos, severa prohibición de acercarse a las Islas Canarias, sin licencia del normando (Jean de Bethencourt), que empantanado en su invasión y conquista, embarcó en busca de refuerzos, no sabemos si con destino a Francia o Castilla. Habiendo avistado el Cabo de Bojador, sin acercarse de puro miedo, la tormenta le arrastró a la costa. Le recibieron aborígenes acogedores, auxiliándole para que pudiese continuar viaje. Murió en 1406, en su Normandía natal.
1403. El pirata normando Jean de Bethencourt gestiona ante Enrique III (no ante Juan II que, dice el Padre Las Casas) su supuesto señorío de Canarias y pide ayuda; y recurre al Papa Benedicto XIII, en Avignon, para pedirle también ayuda material y espiritual: indulgencias y privilegios de cruzada y la creación de un obispado en el fuerte de Rubicón. (Las Casas)

1403. Ausente Bethencourt de las islas, Berthin de Berneval se rebela contra Gadifer; y, uno y otro, hacen asaltos y esclavizaciones en las islas (Hist., I, 17; BAE, XCV, 65b. (Las Casas)

1403. Por el mismo año 1403, víspera de Santa Catalina, volvió Alonso á Rubicón dando aviso que el Rey con 90 de los suyos estaban fortificados en cierto término de la aldea de Catife, donde podían ser presos con el Rey, Con el aviso se dispuso Gadifer con 20 hombres, llegaron al alba, cercaron la Casa del Concejo, entraron dentro y hubo gran pelea por gran rato, y aunque la puerta era muy angosta se huyeron todos menos siete, dos prisioneros, el Rey y otro llamado Alby, los tres muertos y dos mal heridos; todos los más franceses quedaron heridos; pusieron al cuello de los prisioneros cadenas y aunque los que hirieron fueron presto prisioneros, se les dió luego libertad á pedimento del traidor Achien; y así aprisionados los llevó Gadifer al sitio de las sepulturas de los franceses muertos, donde quiso hacer de ellos lo mismo, y con graves juramentos de sus disculpas fueron perdonadas las vidas, y en Rubicón se les echó, de más á más, grillos duplicando sin cadena, y después porque se lastimaban las piernas la cadena corriente sin ellos,

Después de pocos días vienen á Rubicón de compañía más de 30 camaradas de paz con Achien que pedía ser cristiano y licencia después de ser Rey para poner las vestiduras reales que son ciertas antiparras ó polainas de cuero crudo de cabra y de lo mismo brazaletes y en la cabeza un bonete de dos puntas á modo de mitra de cuero de cabrón muy recio, y llegándose cerca le dijo el Rey preso, ¡Fore fronche ve!" , que es ¡Ah traidor infame! y Achien mirándole se rió é hizo escarnio, y despedidos de Rubicón con buena promesa y amistad, envió á  Gadifer á pedirle enviase por el sustento de alguna cebada que hubiese; respondió Achien que él haría ponerla en tal sitio donde fuesen por ella los franceses donde llaman el Castillo Viejo, que hay fama le fabricó allí Lanzeloto Mailesol, italiano, cuando aportó en esta Isla, Fueron siete franceses por la cebada y cada uno cargando con la cantidad á la medida de sus fuerzas, venía capitaneándoles Achien con 23 naturales de escolta y aunque ya era tarde cerca de noche, les pareció volver á todos por otra carga de cebada, y les dijo el cabo Juan Cortés que no se fiasen ni mezclasen con, los gentiles, que les parecía ser de sospecha y temían algún daño á los franceses que habían quedado en guarda de la demás cebada; más caminando muy á prisa los gentiles, y con ellos un Guillermo Drandac; á éste, por verle apartado de los demás, le embisten, hieren con trece heridas, acudiéronle y huyendo los traidores vuelven á Rubicón con el herido y muy admirados de la traición.

El Rey que presente á todo lo que pasaba con sus prisiones ó cadena, cargóla sobre sí y caminó á su cueva, sin poder francés alguno estorbarle; fue grande el regocijo de los suyos, y obedecido se dió luego sentencia de muerte á Achien, que fue apedreado y después quemado, todo con mucha presteza; los franceses que estaban en el Castillo Viejo con la cebada fueron acometidos, y á un amigo de Achien quitaron la cabeza y puesta en un palo sobre un montecillo fue bastante para aumentar la guerra más sangrienta que nunca, no perdonando sino á los niños; los gentiles ya tímidos y amilanados se dejaban morir en las cuevas y riscos, tenían buena presa de ganados y gente los franceses, y á otros amigos más por temor, con ánimo de salirse de la tierra en la primera embarcación que viniese; pues en todo este tiempo no aportó navío, que antes
eran más frecuentes. (Marín de Cubas,[1694] 1993)
1403? Benahuare (La Palma) Garehagua   (S.XV-XVI). La temprana invasión y conquista de la isla de Eseró (El Hierro,1402), llevada a cabo por los piratas Jean de Bethencourt y Gadifer de La Salle, la convierte en una excelente plataforma desde donde alcanzar con relativa facilidad las costas de Benahuare (La Palma), tanto para comerciar con los nativos como para hacerlos objeto de este comercio. En uno de estos asaltos, los piratas normando-castellanos y los auxiliares bimbaches (herreños) son rechazados en el término de Tenagua (Puntallana) por los hawaras, decidiendo estos trasladar el pillaje al bando de Tigalate, a la sazón gobernado por los hermanos Juguiro y Garehagua. Allí prendieron a una hermana de Garehagua, revolviéndose ésta de tal manera que Jacomar le dio de puñaladas y la mató. Volvió Jacomar a Benahuare (La Palma) para restablecer las paces con los hawaritas. En el desarrollo de estas actividades, confiaría a Garehagua, sin conocer la relación que le unía con la muerta, los hechos acaecidos en su anterior visita a la isla. Una vez confirmada la identidad de la víctima, Garehagua decide vengar su muerte y para ello “volvió un asta, que tenía puesto por hierro un cuerno de cabra, y dióle en la barriga y matólo, sin poder ser socorrido”.
1404. Juan de Bethencourt, vuelto a las islas a principios de 1404, (con un grupo de colonos franceses) logra poner paces entre los suyos y somete a los indígenas (que se habían rebelado) el 27 de febrero de 1.404. Intenta conquistar la isla Erbania (Fuerteventura) e incluso Tamarant (Gran Canaria), pero no lo logra. (Las Casas).

1404.

Primeros intentos de penetración del catolicismo en el Archipiélago Canario según el clérigo católico e historiador José de Viera y Cavijo.

“Misioneros de Juan de Béthencourt
Tal era el débil estado que tenía el cristia­nismo en nuestras Canarias, cuando el pia­doso y magnánimo Juan de Béthencourt empren­dió en 1402, con sus franceses y españoles, su primera conquista, «no para adquirir, como otros, grandes tesoros, sino para plantar la fe cristiana en unas islas que hasta entonces sólo habían sido buscadas para el saqueo». Sus dos capellanes y cronistas, fray Pedro Bontier, franciscano del con­vento de San Jouin de Marne, y el señor Juan le Verrier, clérigo presbítero, deben ser reputados por los primeros apóstoles de los canarios, pues, trabajando con método y constancia en su con­versión, contaron por primicias ochenta isleños de Lanzarote, de ambos sexos, a quienes bautiza­ron la vigilia de Pentecostés de 1403. El mismo rey Guadarfia o Guadarfrá, con toda su familia, pidió también el bautismo al año siguiente, que se le administró el día primero de cuaresma, ejem­plo dichoso que siguieron los demás vasallos con viva emulación. Y entonces fue cuando aquellos celosos sacerdotes compusieron su catecismo, que, por ser el primero en que se instruyeron los canarios para la verdadera creencia, merece que lo pongamos aquí traducido fielmente.
Catecismo de Bontier y le Verrier, en 1404
La Creacion. Primeramente se ha de saber que hay un solo Dios todopoderoso, que en el princi­pio del mundo formó el cielo y la tierra, las estre­llas, la luna y el sol, el mar, los peces, las bestias, las aves y al hombre llamado Adán, y de una de sus costillas formó a la mujer, llamada Eva, madre de todos los vivientes, y la llamó Adán Virago, esto es, mujer de mi costilla; y formó y ordenó todas las cosas que hay debajo del cielo y hizo un lugar muy delicioso llamado el Paraíso Terrenal, en donde puso al hombre y a la mujer, y allí al principio sólo hubo una mujer unida a un solo hombre, y el que creyera otra cosa peca. Y les dejó comer de todos los frutos que había allí, ex­cepto de uno que expresamente les prohibió; pero, poco después, por instigación del diablo, que tomó la figura de una serpiente y habló con la mujer, la hizo comer del fruto que Dios había vedado, y ella hizo comer a su marido, y por este pecado los hizo Dios arrojar del Paraíso Terrenal y de Delicias y echó tres maldiciones a la ser­piente y dos a la mujer y una al hombre; y desde entonces fueron condenadas las almas de todos los que morían antes de la resurrección de Nues­tro Señor Jesucristo, que quiso tomar carne hu­mana en la Virgen María para redimirnos de las penas del infierno, adonde iban todos hasta el tiempo dicho.

el diluvio. Y después que las gentes empeza­ron a multiplicarse sobre la tierra, hicieron mu­chos males y pecados horribles, de que Nuestro Señor se indignó, y dijo que llovería hasta destruir toda carne que había sobre la faz de la tierra; pero Noé, que era varón justo y que temía a Dios, halló gracia delante de él; al cual dijo que quería destruir toda carne de hombre, hasta las aves, y que su espíritu no permanecería más en el hom­bre y que atraería las aguas del diluvio sobre ellos. Y le mandó que hiciese un arca de madera, cuadrada, acepillada y carenada por dentro y por fuera con betún. El betún es una cola tan fuerte y pegajosa que, cuando se unen dos piezas con él, no hay otro modo de separarlas que con la sangre natural de flores de mujer, y se encuentra flotante en los mayores lagos de la India, sobre las aguas. Que esta arca fuese de cierto largor y anchura, en la cual haría entrar a su mujer y a sus tres hijos y sus tres mujeres; y de todo cuanto tuviese vida metiese consigo un par de cada cosa, y de aqué­llos descendemos todos. Pasado el diluvio, cuando vieron que se multiplicaban en gran nú­mero, cierto hombre llamado Nembrod quiso rei­nar por fuerza, y se juntaron todos en un campo, llamado campo de Sanáar, y dieron orden de se­ñorearse en común de las tres partes del mundo, y que los descendientes de Sem, el hijo mayor de Noé, llevarían el Asia; los descendientes de Cam, otro hijo de Noé, llevarían el África, y los hijos de Jafet, el hijo más pequeño, llevarían la Europa. Pero, antes de partirse, emprendieron una torre tan grande y tan fuerte, que llegase hasta el cielo, para perpetua memoria de ellos; mas Dios, viendo que no desistirían de la obra, les confun­dió las lenguas, de suerte que ninguno entendía las palabras del otro, y de aquí vinieron los idio­mas que hay ahora; y después envió sus ángeles, que excitaron un viento tan fuerte, que derribaron la torre hasta los cimientos, que todavía se reco­nocen, como dicen los que lo han visto.

abraham, Y después se repartieron por las tres partes del mundo, y las presentes generaciones descienden de ellos, y de una salió Abraham, hombre perfecto y que temía a Dios, a quien Dios dio la tierra de promisión, y a los que traen causa de él; Dios los amó mucho y los hizo su pueblo santo, y se llamaron los hijos de Israel, y los sacó de la esclavitud de Egipto, e hizo grandes maravi­llas por ellos y los ensalzó sobre todas las nacio­nes del mundo, mientras los halló buenos y obedientes; pero ellos, contra su precepto y voluntad, se mezclaron con las mujeres de otras leyes y adoraron los ídolos y becerros de oro, por lo que se indignó muchas veces y los hizo destruir, po­niéndolos entre las manos de los paganos y filis­teos; y así que se arrepentían y pedían merced, los aliviaba y los ponía en gran prosperidad; y hizo por ellos cosas que jamás hizo por otro pue­blo, porque les dio profetas por cuya boca ha­blase el Espíritu Santo y les anunciase las cosas por venir y la venida de Nuestro Señor Jesucristo, que había de nacer de una Virgen, a saber, la Vir­gen María, que descendía de aquel pueblo, de la línea del rey David, el cual rey descendía de la línea de Judá, hijo de Jacob, y que redimiría a todos los que estaban condenados por el pecado de Adán. Pero ellos no le quisieron creer ni reco­nocer su advenimiento, antes bien le crucificaron y dieron muerte, sin embargo de los grandes mi­lagros que había hecho a la vista de todos, y por eso han sido destruidos, como todos sabemos; porque, si vais por todo el mundo, no hallaréis judíos que no vivan sujetos a otros, y que no pa­sen el día y la noche con miedo y sobresalto de su vida, y por eso andan tan descoloridos como los veis.

Los apóstoles. Así es constante que, antes que los judíos hubiesen dado muerte a Nuestro Señor Jesucristo, había muchas personas que eran de sus discípulos, especialmente doce, de los cuales uno le fue traidor, y todos andaban de continuo con él y le veían obrar grandes milagros, por lo que cre­yeron firmemente, y le vieron morir; y después de su resurrección se les apareció muchas veces y los alumbró con el Espíritu Santo y les mandó que fuesen por todas las partes del mundo que creye­sen en él y fuesen bautizados, serían salvos, y que todos aquellos que no creyesen en él, serían con­denados. Por tanto, creemos firmemente que hay un solo Dios todopoderoso y todo sabio, que bajó a la tierra y tomó carne humana en el vientre de la Virgen María, y vivió treinta y dos años y más, y después sufrió muerte y pasión en el Árbol de la Cruz, para redimirnos de las penas del infierno, adonde todos bajábamos por el pecado de Adán, nuestro primer padre, y que resucitó al tercero día, y entre la hora que murió y la hora que resu­citó, descendió al infierno y sacó a sus amigos y aquellos que por el pecado de Adán habían caído allí, y desde entonces ninguno entrará allí por este pecado.

el decálogo. Debemos creer los diez manda­mientos de la ley, que Dios escribió con su dedo en dos tablas en el monte Sinaí, mucho tiempo antes, y las entregó a Moisés para que las mos­trase al pueblo de Israel, de los cuales hay dos más principales, esto es, que es necesario creer, temer y amar a Dios sobre todas las cosas y con todo su espíritu; y el otro, que no se debe hacer a otro lo que nadie querría que otro le hiciese; y que el que guardare bien estos mandamientos y las cosas arriba dichas creyese firmemente será salvo. Y tenemos por cierto que todas las cosas que Dios mandó en la ley antigua fueron figura de las del Nuevo Testamento; como la serpiente de metal, que Moisés hizo levantar en el desierto muy alta sobre un madero, contra la mordedura de las culebras, fue figura de Nuestro Señor Jesu­cristo que fue clavado y levantado en alto en el Árbol de la Cruz para guardar y defender a todos los que en él creyesen, contra la moderdura del diablo, que tenía antes poderío sobre todas las almas que había perdido.

la eucaristía. En aquel tiempo mataban los ju­díos un cordero, de que hacían sacrificio en pas­cuas, y no le rompían ningún hueso, el cual figu­raba a Nuestro Señor Jesucristo, que fue crucifi­cado y muerto en la cruz por los judíos el día de su pascua sin romperle ningún hueso; y comían aquel cordero con pan ácimo, esto es, pan sin le­vadura, y zumo de lechugas silvestres, el cual pan nos prefiguraba que se debe hacer el sacrificio de la misa sin levadura, bien que los griegos llevan la contraria; y como Nuestro Señor sabía que había de morir en viernes, anticipó su pascua, y la hizo el jueves, y tal vez la hizo con pan fermentado; pero nosostros, que tenemos la ley de Roma, de­cimos que la hizo con pan sin levadura; y el zumo de lechugas campestres, que es amargo, nos prefiguró la amargura en que los hijos de Is­rael estaban en Egipto en su servidumbre de que fueron libertados por orden y voluntad de Dios. Hay, pues, en esto muchas cosas que dijo y obró que están llenas de misterios tan grandes, que na­die las puede comprehender, si no es muy le­trado; y por más pecados que cometamos, no nos desesperemos jamás, como hizo Judas el traidor, sino que solicitemos el perdón con gran contri­ción del corazón, y confesémonos devotamente, y nos perdonará; y no seamos nunca perezosos, porque es un grande riesto, pues según el estado en que nos cogiere seremos juzgados. Si nos guardamos de pecar mortalmente en cuanto po­damos, conseguiremos nuestra salvación y la de nuestras almas; y tengamos siempre en memoria las palabras que aquí van escritas y mostrémoslas y enseñémoslas a los que hacemos bautizar aquí, pues ejecutándolo así, podremos en grande ma­nera conseguir el amor de Dios y la salvación de nuestras almas y las suyas; y a fin de que las pu­diesen entender mejor, hemos hecho y ordenado esta instrucción los más brevemente que hemos sabido, según el corto entendimiento que Dios nos ha dado; porque tenemos firme esperanza en Dios de que algunos clérigos y hombres devotos vendrán un día de éstos a este país, los cuales arreglarán y pondrán todo en mejor forma y mé­todo y, les enseñarán los artículos de la fe mejor que lo podemos hacer nosotros, y les explicarán los milagros que Dios ha obrado por ellos y por nosotros, el juicio final, la universal resurrección, a fin de apartar sus corazones de toda falsa creen­cia en que han vivido largo tiempo y viven por la mayor parte.” (José de Viera y Clavijo, 1987. T. 2: 215 y ss.)

1404.
Los invasores y colonos organizan un tercio denominado Arqueros Lanzaroteños: pasados algunos años se formaron dos compañías con moriscos y convertidos y en 1482 reinando los Reyes Católicos, se organizó el segundo cuerpo militar de hijos del país.

Poco después se formó en el Real de Las Palmas el tercer cuerpo de indígenas; para la conquista de Tenerife se reunió en 1494 un cuarto cuerpo de tropas auxiliares, y sometida la isla y fundada la Ciudad de San Cristobal de La Laguna, se creó un quinto cuerpo. Las primeras compañías de Milicias de Tenerife se organizaron en 1553 por el Gobernador de la isla y Cabildo para atender a las necesidades de la defensa; uno de los primeros capitanes fue Juan Fiesco natural de Niza. En 1625 este Cuerpo se convirtió en Tercios y en 9 de Abril de 1707 en Regimientos.- En 1770 habia cinco Regimientos en Tenerife, tres en Gran Canaria y uno en cada una de las otras islas.

En 30 de Junio de 1785 concluyó su curioso e importante manuscrito sobre Gran Canaria el Capitán del Real Cuerpo de Ingenieros D. Miguel Hermosilla Vizcarrondo. A comienzos de

1404. El Papa Benedicto XIII, en Avignon, el 7 de julio concede a Bethencourt las indulgencias y privilegios de cruzada y erige el obispado de la secta católica de Rubicón {Róbigo) en la isla de Titoreygatra; y por la bula Apostolatus officium del 7 de julio de 1404, nombra a Fray Alfonso de Sanlúcar de Barrameda, O.F.M., obispo de esa diócesis. (Las Casas)

1404 Febrero 20.
Fue bautizado por el rito de la secta católica el Rey de Titoreygatra (Lanzarote) Guadarfía también conocido como Guadafrá.

...Aldea Grande, dicen: «y conociendo la traición de Bertín y sus compañeros y el ultrage que se le había hecho, como hombre valeroso y esforzado rompió las ligaduras que lo sugetaban, escapando de los tres hombres que tenía en su guarda. Uno de ellos que era gascón quiso perseguirlo, más volviéndose el rey a él con gran coraje, le dio tal golpe que ya nadie se atrevió a acercársele. Esta era la sexta vez que se libraba de las manos de los cristianos, por su valor y esfuerzo». A la que debemos añadir una séptima como antes hemos relatado, con motivo de la traición de su vasallo Asche.

Su exaltación del trono trajo disturbios la nobleza por la discutida paternidad de su madre Ico, dejando un rastro de espíritu sedicioso que se exteriorizó en las intrigas de Asche.

De retorno Juan de Bethencourt de Europa, fue por octava vez hecho prisionero con 18 de sus cortesanos y se prosternó declarándose vencido, pidiendo a la par ser bautizado con su familia; lo que se realizó el 20 de febrero de 1404 recibiendo el nombre de Luis. Bethencourt lo dató generosamente, concediéndole «una casa que pidió situada hacia el centro de la isla y cerca de 300 acres de tierra y bosques en los alrededores de dicha casa..., y a decir verdad los terrenos que se le concedieron eran de los mejores de la isla para la labranza, y conocía bien lo que pedía».

1404 Abril 19. El pirata Gadifer de la Salle, viendo que era marginado por su socio Jean de Bethencourt, y por diferencias surgidas por el reparto del botín abandona las islas y va a reclamar parte en el señorío al rey de Castilla; pero, no habiéndolo conseguido, vuelve a Francia. Con él va el capellán de la secta católica Fray Pedro Boutier .

1404 Julio 7.
BULA del Papa de la secta católica Benedicto XID ( Pedro de Luna) erigiendo en ciudad castillo de Rubicón, su iglesia en Catedral y el Archipiélago Canario en obis pado, sufragáneo de Sevilla.

«Benedicto, Obispo, Siervo de los Siervos de Dios, para perpetua memoria. El Romano Pontífice sucesor de San Pedro, Clavero Celestial y vicario de Jesucristo, indaga con paternal atención y examina con diligencia todos los climas de este mundo y las calidades de las naciones que lo habitan, solicitando, en desempeño de su obligación, la salud de todas; así fundado en aquella suprema autoridad y persuadido de causas racionales, ordena saludablemente y dispone con madura deliberación cuanto juzga debe ser grato en la presencia de la Divina Magestad, a fin de reducir a una única grey las ovejas que Dios puso a su cargo, y que de este modo consiga y alcance el premio de la felicidad eterna para aquellas almas, que con el auxilio del Señor pueden más presto y con más luces llegar a él, si la verdad de la Fe Católica se dilata para gloria del Hombre Divino. Hace poco tiempo que, tanto por voz pública cuanto por una relación fidedigna, ha llegado a nuestra noticia apostólica que la isla de Lancelot, alias de Canaria, habitada de una nación gentil, ha sido conquistada valerosamente por algunos profesores de la Fe Cristiana y sometida a su dominio; y que muchos de sus moradores, en virtud del ministerio de la predicación, dejando las tinieblas de sus errores acaban de convertirse a la luz de la Fe ortodoxa, y se espera que, sin duda, con la divina gracia, la mayor parte
de ellos recibirán muy en breve la misma pura fe.

Igualmente sabemos que, en el castillo de Rubicón de la misma isla, se ha edificado una iglesia bajo la advocación de San Marcial; y Nos, que aunque indignos, hemos su- cedido a San Pedro y hacemos las veces de Cristo sobre la tierra, deseando tener solícito cuidado de todas las almas y que el Mundo dividido en Cismas vuelva a la unidad de la fe ortodoxa, para que haya un solo rebaño bajo un solo Pastor; y queriendo distinguir aquel castillo y aquella iglesia con algún favor apostólico, después de una madura deli-
beración con nuestros hermanos, por consejo de ellos y de la plenitud de nuestra autoridad Apostólica, para loor del nombre de Dios, gloria y exaltación de su Santa Iglesia, dilatación de la Fe y mayor utilidad de las almas, erigimos el referido castillo de Rubicón, supuesto que tiene proporción para ello, en Ciudad, y la honramos con el nombre de tal, siendo nuestra voluntad que se llame perpetuamente Ciudad Rubicense; y señalamos por su Diócesis lo restante de aquella isla y todas las otras comarcas, y la dicha iglesia, de consejo de los dichos nuestros hermanos, la hacemos Catedral y la condecoramos con el título de Dignidad Episcopal, para que tenga, mediante Dios, esposo propio e idóneo por provisión de la Silla Apostólica, el cual pueda gobernarla y serle provechoso.

Además de esto, establecemos y mandamos que la referida iglesia Rubicense esté sujeta, como sufragánea, a nuestro venerable hermano el Arzobispo y a la Iglesia Hispalense por derecho metropolitano Nulli ergo hominurn, etc.

Dada en Marsella, en San Víctor, a 7 de julio del año décimo de nuestro Pontificado, que es el de 1404». (En: A. Millares Torres, 1977 t. 3:336)

1405. Como cuantos reyes de Castilla se interesaron por Poniente, Enrique III hizo la guerra a Portugal, arremetiendo contra judíos y moros. En las cortes de Toro, celebradas en 1405, decretó que los unos llevasen paño rojo en el hombro y los otros media luna azul, para que los cristianos pudiesen reconocerles, eludiendo su trato. Juan II tenía dos años, cuando subió al trono, en 1407. Tutora y gobernadora la reina Catalina, en 1412, según fuentes francesas, 1417 para las castellanas, Mosén Rubín de Bracamonte, que tenía en empeño los bienes de Jean de Bethancourt, como garantía de préstamo, para la invasión y conquistar de las Canarias, le presentó en la corte. Investido rey - vasallo de Castilla, emprendió operación, que afectó a los Guzmanes, descendientes del nacido en Allén Mar. (L.A. Toledo).

1405. Los piratas de Jean de Bethencourt dan por finalizada la invasión de Erbania (Fuerteventura). Se crea el asentamiento europeo de Betancuria, lugar escondido en un valle para prevenir los ataques de otros piratas y razzias, fue escogida para capital y desde ella se gobierna la isla. Con la Conquista dirigida por el Normando Jean de Bethencourt, Erbania (Fuerteventura) finaliza su Independencia e inicia una nueva etapa de sometimiento y esclavitud, en un régimen feudal.
1405. Arbusto Papagayo tuvo un ejemplar la condesa de Niebla, fallecida en 1405. Aparece en su inventario, además de almaizares de algodón y esclava canaria cristiana. Juan de Valera, mulato, tratante de esclavos, natural de Cabo Verde, residente en la isla de Santiago, en Rivera Brava, regaló "papagayo pardo" y "esclavillo negro", a su amante Catalina del Puerto, en Puerto de Santa María, antes de 1500. Papagayo con pavo real adjunto, aparece en orla de real albalá, auténtica e intocada, fechada en 1468. (L.A. Toledo)

1405. Juan de Bethencourt, a principios de 1405, logra invadir y apoderarse de Erbania (Fuerteventura). El 31 de enero deja de lugarteniente suyo a Juan de Courtois y se va a Francia, de donde vuelve el 9 de mayo con más soldados y colonos; y entre sus acompañantes se halla su sobrino Maciot {Menaute) de Bethencourt. El 6 de octubre intenta conquistar Tamarant (Gran Canaria) y posteriormente Benahuare (La Palma); pero fracasa y conquista la isla que él mismo llama «1le de Fer» Esero (isla de Hierro), cautiva 111 guanches (incluido el rey de la isla) y los distribuye como esclavos entre sus acompañantes.

1405 enero 8.
Primeros intentos de penetración del catolicismo en el Archipiélago Canario según el clérigo católico e historiador José de Viera y Cavijo.

“De don fray Alberto de las Casas, tercer obispo
Pedro mientras don Pedro de Luna (en cuya obediencia se mantuvieron Castilla y Aragón hasta el año de 1415) se ocupaba tanto de este obispo de Rubicón que, estando nombrado, sus­penso y habilitado por él mismo, era reconocido en Sevilla y no en Lanzarote, que siempre se apa­rejaba para pasar a su catedral y que nunca lle­gaba a ella, sabemos que las Canarias tenían otro diferente prelado, provisto en Roma por Inocen­cio Vil y destinado a Rubicón por Juan de Bét­hencourt.

Con efecto, desde que este conquistador vio bautizada toda la isla de Lanzarote y que los dos reyezuelos de Fuerteventura entraban también en el gremio cristiano, en uno con 42 vasallos a 8 de enero de 1405, y el otro con 47 el día 25 del mismo mes, tomando los nombres de Alonso y Luís, no trató sino de dar una forma más regular a la nueva iglesia. El primer templo de Fuerteven­tura había sido una estrecha capilla, edificada provisionalmente en el puerto que llaman de Jar­dines y que los majoreros quemaron durante las hostilidades. Pero luego que Béthencourt hizo fa­bricar otro en Valtarahal, colocó en ella una ima­gen de la Virgen bajo la invocación de Santa Ma­ría de Betancuria, hermoseándola con colgadura, ornamentos, un buen misal y dos campanas, cada una de cien libras, y nombrando al señor Juan le Verrier por cura principal de la isla.

Éra lo ya de Lanzarote en la iglesia de San Mar­cial, que, reducida en sus principios a una pe­queña ermita, encendía el corazón de su funda­dor en el deseo de amplificarla, a cuyo fin había llevado desde Francia algunos carpinteros y albañiles, para que trabajasen bajo la inspección de un maestro de obras llamado Juan, compadre suyo. Y como quería que se edificasen dos tem­plos muy suntuosos, uno en Lanzarote y otro en Fuerteventura, pensó destinar desde luego para la obra parte de las rentas del estado, declarando que, aunque los curas de ambas islas tuviesen de­recho a los diezmos, costando por entonces poco el culto divino, era su voluntad que sólo se les asistiese con la trigésima parte de los frutos, hasta que hubiese obispo propio.

Esta ansia de dar a las Canarias de su mano un obispo fue la que le sacó últimamente de ellas, la que le llevó a Valladolid, donde estaba Enrique III, a fin de suplicarle escribiese a Inocencio Vil sobre la pretensión, y la que le trasportó a Roma para obtenerla. Hemos visto la complacencia con que aquel papa erigió también las Canarias en obispado con título de rubicón, y cómo consagró por obispo de ellas en 1406 a don Alberto de Las Casas.

Es verdad que, por haber ignorado nuestros es­critores regnícolas la primitiva historia francesa de Béthencourt, implicaron en mucha oscuridad la época verdadera de ese acontecimiento. Unos hacen primer obispo de Rubicón a don fray Mendo, por gracia de Martino V, año de 1417; otros, a fray Alonso de Barrameda, por la de don Pedro de Luna; otros, en fin, al referido don Al­berto o fray Alberto de las Casas, pero por bulas de este antipapa mismo. Bien sé que esta provi­sión de la mitra de Rubicón en el señor Casas por Inocencio Vil tiene contra sí graves dificultades, y que el crítico don Juan de Perreras desconfía mu­cho de aquel viaje de Juan de Béthencourt a Roma para pedirlo. Porque, si Castilla no comu­nicaba entonces con Roma ni reconocía a Ino­cencio Vil por papa, ¿cómo podría Enrique III pos­tularle prelado? ¿Y cómo este mismo eclesiástico y Béthencourt, teniendo tan cerca a Benedicto, que debía vivir agradecido a los servicios de Bracamonte, lo abandonaron y no hicieron caso ni de su erección de Rubicón en ciudad, ni de la gracia de catedralidad que le había concedido, ni del obispo fray Alonso, que ya le había dado?

Sin embargo, el hecho es positivo, y no parece fácil desmentir a un autor exacto, cuando asegura que él mismo estuvo en Roma en compañía de Juan de Béthencourt y de don Alberto. Así, se debe suponer no sólo que Enrique III estaba a la sazón poco fino con Benedicto, sino que Béthen­court, mal satisfecho del obispo que le había dado, no lo quería reconocer, ni que se acercase a Lanzarote, aunque estaba en Sevilla.

Hemos visto también que Núñez de la Peña, citando a Salazar de Mendoza (y pudiera haber citado igualmente los Anales de Zúñiga), afirma que la nueva diócesis de Canarias se llamó de San Marcial de Rubicón, por hallarse comprehendidas estas islas en la antigua Rubicense de la Maurita­nia, que poseyeron en África los reyes godos y que era sufragánea de Sevilla. Pero ya dijimos en otra parte que en esto hay conocida equivoca­ción; que, aunque en la Mauritania Cesariense hubo un obispado llamado Rubicariense, las Ca­narias no pertenecían sino a la Tingitana; que, aunque la Mauritania Tingitana, según Tácito, se había unido desde tiempo del emperador Otón a la Bélica, esta agregación fue sólo en el orden po­lítico, pues como dice el P. Enrique Flórez, en el orden eclesiástico no se descubre ningún vestigio de que la provincia Transfretana tuviese depen­dencia de la otra, con haber estado unidas civil­mente más de seiscientos años; finalmente, diji­mos que nuestra diócesis no se intituló de San Marcial de Rubicón sino porque se llamaba así el primer establecimiento de los franceses en Lanza­rote, a causa de la devoción que esta nación ha tenido siempre al santo obispo y apóstol de Limo-ges, y, porque siendo Rubicón una voz que signi­fica rubicundo o colorado en su idioma, dieron este nombre a aquel territorio, donde todavía está hoy el puerto de Las Coloradas; o bien porque quisieron llamar así el castillo en obsequio de Robín o Rubín de Bracamonte, protector y primo de Béthencourt.

Como quiera que fuese, parece constante que ha sido el tercer obispo de Canarias don Alberto de Las Casas, o Casaus, natural de Sevilla, her­mano de don Guillen de Las Casas, que traía su origen de vizconde de Limoges, y había casado con doña Inés de Bracamonte, parienta de Juan de Béthencourt. Muchos escritores nuestros afir­maron que don Alberto (que algunos llaman don Alvaro) era religioso, confesando unos que igno­raban el orden y asegurando otros que era de la de San Francisco. Los historiadores de Béthen­court más dan a entender que había sido clérigo secular que regular, a cuyo dictamen adherimos nosotros en el tomo primero; pero reflexionando ahora que bon Clerc no sólo puede significar en francés buen clérigo, sino también buen letrado, conozco que de aquella expresión nada se podía concluir contra la antigua tradición de su mona­quisino, mayormente constándonos ya por un rescrito de la Rev. Cámara Apostólica, que en rea­lidad era religioso. Sólo sí es de notar que de este mismo rescrito se deduce, como veremos más adelante, que, si no hay error de copista, no era reconocido en Roma nuestro obispo por fray Al­berto ni fray Alvaro, sino por fray Martín de Las Casas, frater Martinas de Domibus.

Este prelado juntaba al mérito de hombre de bien y buen letrado el singular de hablar y enten­der perfectamente el idioma canario, ventaja que acaso había adquirido en nuestras islas, por haber sido uno de aquellos religiosos andaluces que acudieron a ellas, luego que con la conquista se empezó la obra de la conversión de los naturales. De Roma, donde recibió las bulas del papa, vol­vió a Castilla con cartas para el rey, se consagró arregló lo conveniente para la fundación de la diócesis y, habiendo atraído a su servicio los ope­rativos necesarios, navegó a ella y desembarcó en Fuerteventura, año de 1406, a tiempo que Maciot estaba allí.

En el libro quinto de estas Noticias dijimos cuánto alborozo ocasionó la llegada del nuevo obispo en todo el país y la curiosidad con que los isleños corrían de todas partes a verle y regalarle. El pequeño templo de Santa María de Betancuria fue el primero en donde don fray Alberto dio principio a su ministerio pastoral; y, habiendo transitado poco después a Lanzarote, consagró la iglesia de San Marcial de Rubicón para cátedra de su apostolado. Durante los pocos años que la ocupó, no cesó de trabajar, como un obispo de la primitiva Iglesia, en obsequio de la salud de sus ovejas, predicando en las cuatro islas sometidas, administrando los sacramentos a los catecúmenos y dándose a sí propio por modelo de las virtudes que enseñaba sin ostentación o, como dicen los historiadores de la conquista, sin orgullo.

Perdiéronle las islas en 1410, después de un pontificado pacífico y laborioso de cuatro años. Su elogio está dignamente cifrado en las siguien­tes cláusulas de los mismo historiadores franceses. «Este obispo (dicen) ordenó en su iglesia todo lo necesario y gobernó con tanto agrado y manse­dumbre, que se ganó las voluntades del pueblo y fue causa de grandes bienes en el país. Predicaba con mucha frecuencia, ya en una isla y ya en otra, sin que en él hubiese altanería, y, cada vez que predicaba, mandaba hacer oración por Béthencourt, su rey y señor, a quien debían la salud de sus almas... En fin, este obispo se portó tan bien, que nadie tuvo de qué reprenderle».

Como aconteció esta vacante a tiempo que todavía vivía en Sevilla el otro obispo don fray Alonso de Barrameda y que Benedicto XIII veía la corona de Castilla bajo de su obediencia, no dejó este papa de instar a aquel prelado, por los años de 1413 y 1414, a fin de que pasase cuanto antes a tomar posesión de la silla de Rubicón de Lanza­rote. Pero ni don fray Alonso pasó, ni parece que en Rubicón lo deseaban; así el mismo pontífice tuvo por conveniente promoverle al obispado libaniense en 1415 y proveer nuestra iglesia de otro nuevo prelado.” (José de Viera y Clavijo, 1987. T. 2: 219 y ss.)

1405 Mayo 9. El pirata normando Jean de Bethencourt, al frente de un numeroso grupo de parientes y amigos y 120 soldados mercenarios además de  muchas prostitutas partieron de nuevo desde Francia con destino al Campamento del Rubicón, en la Isla de Titoreygatra (Lanzarote). Esta nueva leva tiene como objeto reforzar los efectivos para aprestarse a la conquista de Tamaránt (Gran Canaria), una de las más pobladas e importantes del Archipiélago Canario, como segundo paso para hacerse con el control de todo el Archipiélago, cuyos supuestos derechos de invasión y conquista ostenta por concesión de la Corona de Castilla. Posiblemente es con la llegada de estos nuevos invasores colonos cuando se comenzó el reparto de las tierras usurpadas -a sus legítimos propietarios- entre los invasores europeos.

1406. Juan de Bethencourt nombra lugarteniente suyo a su sobrino Maciot y el 15 de diciembre de 1406 parte para Castilla con su capellán Juan Leverrier y algunos otros. Al llegar a Toledo, a fines del año, se encuentra con que había muerto el rey Enrique III {el 25 de diciembre). En Segovia hizo pleito homenaje en 1407 al nuevo rey de Castilla Juan II (Hist.J I, 17 ; BAE, XCV, 66b. Cf. I, 18; BAE, XCV, 72b).-Juan Leverrier, capellán de Bethencourt, en su Relación de lo sucedido a éste, dice que, al llegar a Segovia {no a Valladolid), pidió a Enrique III cartas de recomendación para el Papa Inocencio VII, en Roma, al que pidió la creación de un obispado en Canarias; y el Papa nombró obispo a Fray Alberto de las Casas, de la secta católica franciscana (O.F.M). . (Las Casas)

Más esto no pudo ser porque el Papa Inocencio VII ya había muerto el 6 de noviembre de 1406 y el rey -como quedó dicho- el 25 de diciembre siguiente; por lo que a ninguno de los dos pudo ver Juan de Bethencourt. Por otra parte, téngase en cuenta que el mismo Bethencourt había pedido ya en 1403 obispo al Papa Benedicto XIII, en Avignon, y éste había  nombrado a Fray Alonso de Sanlúcar de Barrameda, quien aparecerá como tal obispo en 1414 y 1417.

1407.  Robert de Braquemont {Rubín de Bracamonte), almirante de Francia, tío de Juan de Bethencourt, se encontraba en Toledo por asuntos de Francia al morir el rey Enrique III ( el 25 de diciembre de 1406); y, al llegar su sobrino, pidió para él a la reina regente doña Catalina de Lancáster, licencia para conquistar el resto de las islas, Tamaránt, Chinet, Gomera y Benehuare (Gran Canaria, Tenerife, Gomera y La Palma) con título de «rey de Canarias»; lo cual le concede (Híst., I, 19; BAE, XCV, 76a-77a. El Padre Las Casas, basado en la Crónica de Juan II de Castilla, sitúa estos acontecimientos en 1417, pero creo que deben situarse en 1407). Seguidamente Bethencourt fue a Francia y se retiró a Grainville, donde murió en 1425. (Las Casas)

1407. Maciot de Bethencourt, lugarteniente de su tío Juan, «rey de Canarias», ataca a La Gomera y esclaviza a guanches (Híst., I, 17; BAE, XCV, 66b); pero no logra conquistarla. Lo mismo ocurre con Tamaránt (Gran Canaria,) Chinech (Tenerife) y Benahuare (La Palma). Después se retira al fuerte de Rubicón desde donde esclaviza muchos guanches que vende en Castilla, Portugal y Francia (Híst.} I, 19; BAE, XCV, 76a-b. El Padre Las Casas lo atribuye a Jean de Bethencourt y 1o sitúa en el año 1417; pero creo que debe atribuirse a Maciot y situarlo entre 1407-1417). La moral propia de aquellos europeos piratas invasores, quedó patente en una series de tropelías desarrolladas entre ellos mismos, no sólo se robaron entre sí, sino que acabaron ultrajando y violando a las mujeres francesas (la mayoría prostitutas) que Bethencourt había traído para colonizar la isla con aportes humanos europeos.

1410. Pierre d'Ailly, teólogo y cosmógrafo nacido en Compiègne, incluye en su Ymago mundi -escrita en latín- otra descripción tópica de las Islas Afortunadas, reproduciendo un pasaje similar al que San Isidoro de Sevilla y Solino habían recogido, a su vez, de Plinio el Viejo: «Las Islas Afortunadas indican por su propio nombre que tienen casi todos los bienes, como si ellas fueran felices por la abundancia de sus frutos, pues los bosques producen de forma natural los frutos más preciados y las cimas de las colinas se cubren de vides espontáneas. De ahí el error de los gentiles que creían que estas Islas eran el paraíso por la fecundidad del suelo. [...] Todas están llenas de aves, bosques de palmeras, nogales y pinos. Hay abundancia de miel y están repletas de animales silvestres y peces. Están situadas en el Océano a la izquierda de Mauritania entre el sur y el ocaso, cercanos al occidente, y están separadas entre sí por el mar».
De la lectura de este texto Cristóbal Colón deduce que las Islas Afortunadas a las que hacía referencia Pierre d'Ailly se corresponden con el Archipiélago canario, de ahí que escribiera en el ejemplar que poseía de esta obra una apostilla: «Situación de las Islas Afortunadas. Ahora se llaman Canarias».

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