CAPITULO XVI
Eduardo Pedro García Rodríguez
Construcciones en
superficie.
Recorramos en una rápida
mirada a la sociedad que nos rodea. Parece ser que todos nuestros jóvenes ¡se
visten en la misma tienda!
Si recorremos nuestro
territorio, va a ser difícil que sepamos que tipo de hombre o mujer vemos, pues
se visten todos iguales, da la impresión que estamos en una nación
“globalizada” Se está perdiendo nuestra identidad. Y esto es precisamente lo
que tratamos de inculcar a los nuestros a través del movimiento cultural
organizado: defender, sostener, afianzar nuestras gloriosas tradiciones, para
que, apoyados en ellas nos proyectemos hacia el futuro de libertad y grandeza
para el cual estamos designados.
Nicolás Avellaneda sintetizó
el concepto de tradición en un pensamiento ya celebre en el mundo: “Los pueblos que olvidan sus tradiciones
pierden la conciencia de su destino; mientras que los que se apoyan sobre
tumbas gloriosas son los que mejor preparan su porvenir”.- Es un
pensamiento que abarca, no solo al tradicionalismos, comprende a todo el acervo
cultural de un pueblo, y de esto precisamente se trata.
En el caso de Canarias y especialmente en la
isla Tamaránt la absorción por parte del pueblo dominado de la cultura europea
no fue tan rápida ni tan completa como algunos historiadores y estudioso al
servicio del sistema colonial han venido propugnando, muchos grupos de
población guanche se aislaron en regiones de difícil
acceso y otros mantuvieron su identidad por medio de un fuerte arraigo a sus tradiciones
y costumbres, aunque una considerable parte de la población guanche que
sobrevivió a la invasión y conquista se vio obligada a ligar su vida a la de
los europeos en mayor o en menor medida, ya que, la autoridad civil y religiosa
estaba – y está-, a cargo de gente
venida de España y de canarios de
servicio.
A pesar de ello, el impulso
vital y el legado del pueblo guanche
habita en todas las islas, sobreviven sus modos de estar en la tierra, su vivir
en armonía con la totalidad cósmica, sus ciencias, sus artes, sus literaturas,
sus tradiciones, sus mitos, artesanías, sus alimentos, sus aderezos, los
nombres de las montañas, fuentes, barrancos, plantas y animales. Esos como
tantos otros bienes materiales e inmateriales de la cultura milenaria que en el
Archipiélago Canario habitaron y habitan forman parte de nuestra herencia
cultural.
Destaca entre nuestros
ancestros la silenciosa, pero irreductible resistencia guanche que aprovechó
cualquier resquicio de los invasores y dominadores para preservar su cultura y
su mundo de tradiciones y leyendas.
Esos valores han permanecido
vivos de mil formas en el minúsculo género humano que somos. Estamos
convencidos que algún día, en el más corto tiempo, también habrá de hacerlos
suyo gran parte de la humanidad, porque ellos se elevan como el más valioso
legado de los pueblos originarios de África: resistencia, convivencia, armonía
y solidaridad. El pueblo canario es depositario una sabiduría acumulada que se
viene traspasando generacionalmente que debe respetarse y revalorizarse. El
pasado de nuestro pueblo es también nuestro presente.
Después de esta
disgreción centrémonos en el tema. Según el arquitecto Bernard Rudofsky de
reconocido prestigio mundial (1905-1988): “la arquitectura oficial es incapaz
de producir la belleza, sentido común, adecuación y capacidad de permanencia
frente a las arquitecturas populares”. Para él, la arquitectura
vernácula es una arquitectura sin genealogía, basada en el conocimiento y
respeto a las tradiciones, aprendida por el método prueba-error, pero capaz
demostrar a la humanidad su capacidad de permanencia y eficacia en la lucha
contra los medios más hostiles.
Construcciones de paja
o mimbre sobreviven, desafiando las leyes de la física, a los vientos del
desierto africano; el barro, la madera, la piedra, recursos que el hombre ha
tenido siempre a su disposición, son sabiamente empleados para producir
viviendas artesanas perfectamente adaptadas al medio y capaces de proporcionar
un cobijo estable y confortable.”
No somos los primeros en
apuntar esta continuidad, pues actualmente parece haber consenso, en esta y
otras zonas, respecto a la herencia de técnicas constructivas que se remontan a
épocas anteriores a la invasión europea y conquista del Archipiélago. En
efecto, parece haber acuerdo en que obras ciclópeas, como eran las de Erbania
(Fuerteventura), o las viviendas ovaladas o rectangulares precocoloniales
existentes en las islas, construidas en piedra seca, pueden considerarse con
certeza como la base de la arquitectura vernácula que ha pervivido en muchas
localidades. Hablamos, en definitiva, de una arquitectura sencilla, apegada a
las tradiciones, aprendida generación tras generación, y muy funcional en el
sentido de que aporta respuestas eficaces a las características del entorno, de
los materiales disponibles y de las necesidades familiares.
La isla
Tamaránt (Gran Canaria) es indudablemente una de las islas del Archipiélago
Canario con un mayor desarrollo arquitectónico precolonial tanto en el subsuelo
como en superficie.
Son muchos los
investigadores que se han ocupado del habitat de los primeros canarios, y que
nos han trasmitido sus observaciones sobre el particular, entre ellos, destacan
el mercenario y cronista Antonio Sedeño, el ingeniero cremonés al servicio de Felipe
II en la metrópoli, Leonardo Torriani, el fraile de la secta católica Abreu
Galindo, y el tantas veces citado Tomás
Marín de Cubas uno de los criollos
ilustrados del siglo XVII que objetivamente realizó profundos estudios en torno
a la etnografía canaria. Posteriormente, otros investigadores europeos se
ocuparon del habitat de los canarios precoloniales destacando entre ellos Sabin
Berthelot y René Verneau. Otros autores que se han ocupado del tema han sido:
Agustín Millares Torres, Pedro Agustín del Castillo, Buenaventura Bonnet, Juan
Bethencourt Alfonso, Víctor Grau y, más modernamente Sebastián Jiménez Sánchez,
y Pedro Andrés Quintana entre otros.
Veamos algunas
de las consideraciones que merecieron a estos autores el estado de la
arquitectura en Tamarant en los momentos de la invasión y conquista castellana:
“Toda la isla tenía bien poblada de gentes el tiempo
que comerciaban con los isleños de las Baleares, que son Mallorca y Menorca,
islas que tuvieron los iberos españoles. Tenía Canaria diez mil hombres de
pelea; tuvieron una gran población muy antigua, según se ve el distrito de sus
cimientos en Arganeguín. Mas en el tiempo de la conquista la mayor era
Gáldar donde tenía la corte Guanarteme.
Tenían casas fabricadas de piedras sólo, sin mezcla
de barro, que cal no conocieron.
Las paredes eran anchas y muy iguales y ajustadas
que no habían menester ripios.
Húbolas de muy grandes piedras que parece imposible
que hombres las pusiesen unas sobre otras. La mayor casa que halló fue de la de
Guanarteme y otra casa canaria llamada Roma, que sirvió de fuerte a los
españoles, o otra de torrejón en la conquista a Alonso de Lugo. Levantaban las
paredes de buen altor, unas más que otras, y encima atravesaban maderos muy
gruesos de maderas incorruptibles como tea, sabina, cedro u otros; poníalos muy
juntos, y encima ponían un enlozado de pizarras o lajas muy ajustadas, y encima
otra camada de hierbas secas, y después tierra mojada y pretábanla muy bien,
que aunque lleven muchos días corre el agua por encima sin detrimento alguno.
La entrada de estas casas es un callejón angosto en
algunos y después el cuerpo de la casa cuadrado y con aposentos a los lados y
enfrente a modo de capillas; síguense a éstas otras allí juntas entre aquellas
cavidades y forman un laberinto con sus lumbreras. En ellas reparten sus
familias y lo que han de comer.
…Sola una casa fue la de Guadarteme se halló
aforrada en tablones de tea muy ajustados, que no se conocías las junturas,
encima estaban pintados de blanco con tierra y de colorado con almagra y de
negro con carbón molido, unos ajedrezados, y tarjetas redondas a modo de quesos
por el techo. Otra casa estaba muy grande y pintada junto a Roma que servía de
seminario o recogimiento de doncellas, hijas hombres principales, donde tenían
una maestra, mujer anciana de buena vida…” (Antonio
Sedeño)“Los canarios tenían entre ellos
oficiales de hacer casas, carpinteros, sogueros, que trabajaban con yerbas y
hojas de palma y preparaban las pieles para vestidos. La mayor parte de estos
oficios los hacían las mujeres, así como la pintura,
no de figuras humanas ni de animales, como se usa entre nosotros, sino trabajos
para
hermosear el interior de las casas y adornarlas. (L.
Torriani)
“Con la paz que después tuvieron los canarios entre
sí, debajo del gobierno de los reyes, empezaron a fabricar juntos casas y
poblaciones y a reunirse para vivir urbanamente, abandonando la vida pastoril y
rústica. Hay mención (como también se puede comprobar por los restos) que
tuvieron ciudad de hasta catorce mil fuegos, lo que parece increíble.
Sus calles eran estrechas y las casas hechas con
piedra seca (es decir, sin argamasa u otra cosa parecida), pequeñas, limpias y
bien labradas, pero bajas de techo, como las de los frigios, de las cuales
habla Vitruvio Polión. Dichas casas cubrían con troncos juntados de palma, y
encima de ellos, para defenderse de las aguas de lluvia, hacían una costra de
tierra, que todavía se usa hoy en Canaria; porque no tenía útiles para poder
adelantarse a más noble arquitectura. A las casas ponían pequeñas puertas de
tablas de palma, labradas con hachas de piedras duras afiladas, apretadas entre
dos pedazos de madera bien unidos y atados juntos. (Leonardo
Torriani)
“Tenían casas y oficiales que las hacían de piedra
seca, y eran tan pulidos, que hacían las paredes tan justas, cerradas y
derechas, que parecía llevar mezcla. Hacíanlas bajas de pared y honda del
suelo, porque estuviesen calientes. Por encima las cubrían con palos juntos, y
encima tierra; y a veces estaban dos o tres casas juntas. Echaban una palma por
madre.” (Fr. J. de Abreu Galindo)
“Tiene la
Isla muchas poblaciones que se ven del mar… Había grandes poblados de cuevas artificiales
y sobre todo, viviendas de superficie
construida de forma circular con techo vegetal, formando verdaderas estructuras urbanas.” (Marín de Cubas)
Entre estas construcciones de
superficie algunas destacaron de manera especial por sus cualidades
arquitectónicas y merecieron la atención de cronista e historiadores, una de
ellas denominada Roma fue la primera reutilizada por los invasores, sus muros
eran tan recios que fue convertida en un fuerte, quedando al mando del mismo
el mercenario y esclavista Alonso de
Lugo. De esta singular construcción no dice Marín de Cubas:
“Esta llamaban los canarios Roma, es cuadrada, de á 25 pasos la cuadra,
por de fuera tiene muchos paredones y casillas llenas de huesos de gentiles; es
toda de piedra sola, regularmente puertas de piedras que parecen de una sola,
tal es su igualdad y ajuste sin mezcla de barro ni tierra, de grueso de dos
varas ó siete palmos muy largos; de ella al mar se sigue un paredón con
saeteras á modo de muralla, la puerta angosta á la parte del sur; en ella se
fabricó el fuerte subiéndola de tapias y maderos y tablas de palmas, y en dos
meses se acabó; puso en ella Pedro de Vera veinte hombres y por Alcaide al
capitán Alonso de Lugo; y dejándole la
orden más conveniente dio la vuelta al Real de Las Palmas”. (Tomás Marín de
Cubas [1694] 1993).
Entrando otros en las
casas, notaron que estaban fabricadas de piedras cuadradas, labradas con gran
artificio y cubiertas de grandes y hermosas maderas. (Niccoloso da Recco, 1341).
La casa más
bella se encontraba en Galdar. Era el palacio del guanarteme o rey de esta
región. Los muros tenían tres varas de espesor (más de 2,50 metros ) y las
piedras estaban muy bien ajustadas, sin ningún cemento. Este palacio, de gran
valor arqueológico, existía todavía a finales del siglo pasado, (siglo XIX) y
de ningún modo amenazaba caer en ruinas. Incluso, sus materiales estaban tan
bien conservados que se les utilizó para la construcción de una iglesia
católica -como veremos más adelante-. Por no hacer el esfuerzo de ir a buscar
madera a una corta distancia, se favoreció la barbarie y se destruyó este
monumento.
Como recoge el
investigador Pedro Andrés Quintana: “El gobernador de la Santa Ariza en su
visita que realiza a la comarca noroeste de Gran Canaria en 1764, mencionando
que sólo tuvo una molestia cuando: “fue ver desolada la casa de Don Fernando,
rey de Guanarteme y de aquella villa, la qual casa desde que se conquistó la
isla la havían selado y cuidado los naturales y por un motivo tan bario, como
por estender y alargar asia el poniente del sol la plasa de aquella iglesia,
siendo así que por naciente tiene mui larga y expasiosa, incurrieron en la nota
de poco curiosos y nada amantes de la estavilidad de las memorias de su patria
en haver demolido el palacio y el domicilio de un Rey a quien para venserlo
costó tanto trabaxo a los conquistadores, por lo que devieron conservar,
Yglesia perpetuo padrón aquella casa, para feliz y eterna memoria de esta
afortunada isla...
Ejemplo, al
fin y al cabo, de la incuria secular que arrastramos perpetuamente con nuestro
pasado. Asimismo un importante cronista-historiador como fue fray José de Sosa
se admiró al contemplar cuando visitó en 1675 la ciudad de Gáldar, ya casi en
el comienzo del deterioro definitivo de la vivienda: “fui a ver una casa
canaria que hasta hoy por vía de estado se conserva, cerca de la iglesia
parroquial al señor Santiago, y reparando en lo pulido y labrado de sus
maderos, y en el ajuste de sus tablones y vigas, quedé fuera de mi casi (...)
.Hay tradición que esta casa, siendo muy labrada de colores, era el palacio en
donde asistían las doncellas recogidas y como religiosas que llamaban maguadas,
aunque otros la llaman la casa del rey canario.”
Reutilización de las viviendas guanches después de
la conquista.
Un vez
consumada la invasión y conquista de la isla, comenzó el reparto entre los
mercenarios y colonos de los despojo de las tierras, aguas, cuevas, casas y
ganados usurpados a los canarios, siendo uno de los mayores beneficiaron de
este saqueo la iglesia católica, la cual no sólo se apoderó de la villa y
término de Agüimes la cual elevo al rango de señorío, sino que además se
reservó para sí un buen número de las viviendas de superficie de los antiguos
canarios.
Se registra un
uso cotidiano de las antiguas viviendas guanches hasta los inicios del siglo
XVIII.
Los núcleos
donde se reutilizó con mayor asiduidad estas viviendas -en algunos casos
llegaron a representar más del 15% del total de casas habitadas del lugar-
fueron Agaete-pagos de la
Cruz Chiquita o Guayedra, donde aún a fines del siglo XIX se
continuaba habitando en algunas, Artenara -en el cortijo de Tirma- Agüimes,
Gáldar, aún a fines del siglo XVIII José de Viera y Clavijo llegó a ver la
llamada Casa Pintada, almacén de la iglesia católica del lugar- y Telde
-barrios de Cendro y Tara.
Las primeras
noticias que poseemos sobre estas viviendas reutilizadas nos las dan las
crónicas que, tras la toma de Gáldar y los acontecimientos de Amagro, nos
muestran, a grandes rasgos, la ciudad como zona de importante protourbanismo
precolonial, y también da noticias de su inmediata reutilización por los
conquistadores como refugio y base estratégicas para proseguir la conquista
como de acogida de heridos y lugar de enterramiento: “en el pueblo de Gáldar, en una casa capaz y grande que está en el canto
del lugar, y en otra casa serca desían misa, y la yntitularon de la abogasión
del Señor Santiago, do fueron enterrados los muertos, y mientras allí
estuvieron los nuestros rrehasiéndose, por causa de los mal heridos que avía y
de los muertos, hisieron allí junto un fuerte o torresilla arrimada a una casa
grande de los antiguos”..
El Templo católico de Santiago será uno de los principales
implicados en la apropiación de las viviendas guanches en la primitiva ciudad
de Galdar, ya que en el reparto se reservó varias viviendas de superficie.
Entre ellas la más importante la Casa-Palacio de los guanartemes, vivienda que
durante más de dos siglos será una de las fuentes económicas más rentables para
el beneficio, ya que engrosaba las arcas con
sus continuados alquileres como vivienda.
“Además de
esta importante vivienda que poseía la iglesia de Santiago, ésta contaba con
cinco más. Una de ellas fue prontamente destruida, concretamente en 1538, para
ampliación de la iglesia con una pila bautismal y una reja; dicha vivienda no
rentaba a la iglesia pues no existe en las cuentas del beneficio ninguna
referencia a ella. Es un hecho, corroborado por muchos investigadores, de que
la iglesia de Santiago se asentó sobre viviendas aborígenes y hemos localizado
estas dos como mínimo. El resto de las casas rentaba alrededor de 771 maravedís
anuales, localizándose en la calle real que bajaba a la antigua plaza del
lugar. Una de ellas la dejó Inés Telles por testamento, imponiendo sobre ella
una misa por su memoria y que se encontraba «rendida» en el año de 1556, Pese a
este deterioro son alquiladas a Pedro Marín que pagaba 3 reales anuales a la
parroquia en el año de 1707. En 1756, son vendidas al mayordomo de la fábrica,
don Jerónimo Tobar y Betancort, construyéndose en sus solares casas altas.
Dos se encontraban
rentando a la iglesia aunque ésta no tenía ningún título de posesión, dándose
varias veces la orden, por los diversos vicarios, de que se busque la escritura
de posesión. Se encontraban junto a las cuevas del barrio de la Audiencia al lado de una
casa que decían de Betancort. En 1615 rentaba 5 reales anuales en manos de don
Adrián de Pineda, posteriormente, a mediados del siglo XVII, pasa en arriendo a
Ignacio Ruiz del Villar que pagaba por ella 4 reales anuales, bajó la renta
posteriormente a 3 reales y, finalmente a 1/2 reales anuales, pasando
sucesivamente de Juan Moreno, a don Marcos de Quesada presbítero, y éste las
cedió a su hermano don Jacob. La casa llegó a deteriorarse de tal manera que el
beneficiado de Gáldar, don José Arturo, las vende a don Isidro de Tobar y
Betancort estando ya: “muchos maderos rendidos y comensada ya descubrir la
madera y porción de ella falta de huertos que se han hecho en gran cantidad de
piedra”. (Pedro Andrés Quintana)
Y continúa el autor:
[…] Pero no
sólo era el beneficio de Gáldar el que mantenía vivo el recuerdo de los
aborígenes, aunque éste se debiera a hechos eminentemente crematísticos, sino
que existía una élite local que intentaba
destacar del resto de la población no por su riqueza sino por el alarde que
hacía de su vinculación con la antigua nobleza isleña. López de Ulloa,
contemporáneo de estos personajes y de ideología, nos lo refleja así: ”que esta villa de Gáldar asiento y morada
de los Reyes Guadartemes de aquella ysla; es un lugar de las más de las
hauitaciones son debajo de tierra, en cuevas naturales y artificiales; ay
muchas cassas labradas de lo antiguo, pero con el largo tiempo an ydo en
disminucion, y aunque los dueños las puedan fabricar como las cuevas son casas
de aquellos nobles antiguos naturales tienen por gran blazón la conservacion
dellas.”
Dentro de esta
ideología de vinculación y entronque podríamos situar el caso de las dos casas
que poseía don Benardino de Carvajal que deja vinculada, junto a su vivienda, a
favor del beneficio del lugar por 9 misas con dotación de 28 reales 23. Al
impositor le sucedió su sobrino Juan de Quintana estando ambos relacionados con
familias que entendían proceder del rey de los aborígenes.
Doña Marina de
Betancort y Pineda, relacionada con los anteriores posee una casa del “tiempo
de canarios” que le había dejado por herencia su madre, doña María de Pineda, y
a su vez la deja a su sobrina María de Santiago.
O la que
poseía cercana a la plaza vieja don Lucas de Quintana cercana al huerto que
llaman del “Canario” que contenía dos cuevas y una casilla. Finalmente, dentro
de esta mentalidad, podemos definir la casa canaria que pertenecía al alférez
Juan Ruiz de Quesada que, a su muerte, pasó a su esposa María Rodríguez que la
desbarató y amplió el huerto que tenía su alrededor.”
Es de notar que la mayoría de
estos personajes eran descendientes o estaban entroncado con las familias más
notables canarias aunque ya portando nombres y apellidos europeos.
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