viernes, 10 de agosto de 2012

CAPITULO XII


CAPITULO XII

 Eduardo Pedro García Rodríguez


Tradicionalmente el patrimonio arqueológico canario ha sido despreciado y ninguneado, siendo innumerables los yacimientos destruidos por la urbanización descontrolada del territorio con el consentimiento de las autoridades coloniales de turno, no prestando atención al mismo hasta que quienes dirigen nuestro país se dieron cuenta de que la protección de algunos aspectos de nuestra ancestral cultura podía ser un buen negocio al tiempo que podían hacer creer que eran defensores de nuestro patrimonio etnográfico y cultural, así surgieron algunos Parques Etnográficos, entre ellos los  conjuntos arqueológicos de Belmaco y el Tendal.

Los fondos arqueológicos que conforman la colección patrimonial hawarita que actualmente se exhibe en un museo de los Llanos de Aridane se encontraban depositados en el Departamento de Prehistoria de la Universidad de La Laguna, y conforman una de las más importantes recopilaciones de elementos culturales precoloniales vinculadas a Benahuare en parte inventariadas y catalogadas, algunas de cuyas piezas fueron extraídas en la Cueva del Tendal hace más de treinta años para su estudio.
Estos fondos arqueológicos corresponden en su mayoría a las excavaciones efectuadas durante las campañas de 1981 y 1988), en San Andrés y Sauces, y a la necrópolis de El Espigón en 1977, en Puntallana. Son miles de piezas que hasta el presente no han sido totalmente catalogadas, sólo en el caso de El Tendal, la parte más importante en cuanto a su número, se han calculado más de 100.000 pequeñas fracciones de restos de todo tipo (cerámica, industria lítica, fauna doméstica, restos malacológicos y de peces, entre otros).

Junto a ellos, en la colección se pueden encontrar restos de la Cueva de El Rincón (El Paso), Necrópolis de La Palmera (Tijarafe), el inventario etnográfico y arqueológico del parque y preparque de La Caldera de Taburiente, la Necrópolis del Barranco de Fernando Porto (Garafía), la Cueva Funeraria del Caboco de Aroche (Los Llanos de Aridane), el Conjunto Arqueológico del Barranco de El Humo-Los Guinchos (Breña Alta) y otros restos arqueológicos de diversa procedencia.

“Se da el nombre de Cuevas de San Juan a un complejo arqueológico conformado por una serie de cuevas situadas en los barrancos de San Juan y su tributario el de Alén, dentro del municipio de San Andrés y Sauces en el noreste de La Palma, son numerosas las cuevas que se disponen a lo largo de este espacio, entre los 75 y 200 metros sobre el nivel del mar, documentándose la ocupación hawarita en un buen número de ellas. En concreto, la Cueva de El Tendal se localiza en el margen izquierdo del barranco, siendo más bien un amplio abrigo, con unas excelentes condiciones para su habitación y que ha sido reutilizado desde la época precolonial hasta fechas relativamente próximas.

La información arqueológica aportada por ésta y otras cuevas de la zona, ha permitido desarrollar una serie de trabajos de investigación que han suministrado valiosos datos para entender el mundo de los hawuaritas (Navarro Mederos J.F. et al.: 1990)

Según los estudios arqueológicos la cueva-habitación más antigua de Benahuare (La Palma) es la Cueva de Belmaco, se le atribuye uso humano desde hace unos 4000 años, siendo especialmente importantes cantidad de hallazgos arqueológicos que se han encontrado en La Zarza y La Zarcita.


El bando de Tigalate fue uno de los más populosos, a juzgar por las evidencias arqueológicas. Toda esta zona, durante la época precolonial, estuvo sometida a un intenso poblamiento, tanto en las costas como en las medianías. La causa fue la riqueza y variedad de sus pastizales a lo largo de todo el año. Durante la primavera, el invierno y parte del otoño, los awuaras aprovechaban los pastos de las zonas bajas y de medianías, mientras que en verano subirían a las zonas más elevadas de Cumbre Vieja.

La cueva de Belmaco, esta situada dentro del actual término municipal de Mazo, en su entorno existen cuatro estaciones de grabados rupestres. Las primeras noticias que se conocen de este hallazgo datan del año 1752, a través de la comunicación ofrecida por el investigador criollo Domingo van de Walle de Cervellón.
La importancia de estas inscripciones en piedra, convirtió el lugar en un punto de referencia y visita para los investigadores interesados en el pasado de Benahuare (La Palma) y de las Islas Canarias.

La historia dice que la cueva de Belmaco era la residencia de verano de los jefes Juguiro y Garehagua del cantón de Tigalate, esta gigantesca cavidad cuenta con más de cuatro metros de espesor de potencia estratigráfica. Ello indica que la cueva de Belmaco fue ocupada por los primeros awuaras hasta la invasión europea.
El sabio antropólogo francés René Verneau nos dejó sus impresiones en torno a la cueva de Belmaco de las que extraemos el siguiente texto: “Cerca de Mazo existe un barranco célebre, el de San Juan de Belmaco. Allí es donde se encuentran las dos rocas cubiertas de signos grabados, de los que he hablado en la primera parte de este libro.

Sólo tenía una confianza limitada en el dibujo que había publicado Fritsch, y quería imprimirlos. Las encontré cubiertas de madera y de materiales de todas clases. No podía quitar todo eso sin haber sido autorizado por el dueño, así que mandé a buscarlo.

“Durante ese tiempo examiné y dibujé la bella cueva situada detrás de las dos rocas. Es una de las más apropiadas para servir de vivienda que haya visto. Iluminada perfectamente en toda su extensión, gracias a una inmensa abertura que no mide menos
de 10 metros de altura y 32 metros de ancho, tiene, sin embargo, rincones muy bien abrigados. Actualmente sirve de cobertizo y de cuadra.

Uno de sus extremos ha sido convertido en bodega. ¡Vicisitudes de las cosas humanas! Esta vivienda que alojó a jefes temidos sirve hoy día para alojar asnos y vacas.” (R.Verneau, 1987:260)

El Parque Arqueológico de Belmaco está situado en la Villa de Mazo es una de las estaciones arqueológicas más importantes, no sólo del Archipiélago Canario, sino del mundo, convirtiendo al lugar en un punto de referencia y visita para los investigadores interesados en el pasado de Benahuare (La Palma) y de las Islas Canarias.

Diez cuevas naturales de habitación  y una magnífica estación de grabados rupestres forman  el conjunto arqueológico de Belmaco.

En el lugar se conserva el recuerdo de la existencia de una fuente, hoy desaparecida, conocida como la Fuente de Los Álamos, apoyo a la teoría expuesta por algunos investigadores que relaciona los grabados con el culto al agua y a las fuentes.

En la cueva es visible un relleno estratigráfico que permite establecer una secuencia cronológica de la historia antigua awuara (palmera), y que a su vez, ha permitido, la clasificación de toda la cerámica  encontrada.

El territorio


Hasta aquí hemos dado un breve repaso a algunas de la cuevas-habitación de los primeros awuaras que hoy en día son objetos de atención por parte del sistema dominante más que por razones culturales los son por cuestiones económicas como hemos apuntado más arriba, en las páginas siguientes vamos a tratar de las cuevas-habitación y de los poblados de casas de los antiguos awuaras cuyos restos han persistido hasta la fecha, para ello, comenzaremos por transcribir la situación política y territorial en que se encontraba Benahuare en el momento de la arribada de los invasores castellanos a la isla, Según el investigador awuara (palmero) Miguel Martín eran los siguientes:

“Aridane: Ocupaba una extensión de terreno de costa a cumbre que abarcaba una línea que va desde el Barranco de Las Angustias, El Bejenado, Cumbre Nueva y Tajuya. Su líder era Mayantigo.
Tijuya: Presenta unos límites bastantes imprecisos al ser una prolongación del valle de Aridane hacia el sur, incluyendo Montaña Quemada, El Birigoyo y Todoque. Su líder era Chedey.

Guehebey: El bando tiene en la cumbre un espacio que va desde el Birigoyo hasta las cercanías de Montaña Cabrera; por abajo, los linderos son el Barranco de Tamanca y Montaña de Los Faros (actual Fuencaliente). Su líder era Tamanca.
Ahenguareme: Ocupaba el tramo sur de la Isla en sus dos vertientes. Sus líderes eran Echentire y Azuquaje.
 Tigalate: Sus territorios se situaban entre el Lomo de Los Búcaros y el Barranco de Amargavinos, subiendo por la Montaña de La Breña, Montaña de La Venta hasta Cumbre Vieja. Sus líderes eran Juguiro y Garehagua.

Tedote y Tinibucar: De mar a cumbre, desde Amargavinos hasta Barranco Seco. Era un espacio dividido en dos demarcaciones lideradas por tres hermanos Tinisuaga, Agasencie y Ventacayce.
Tenagua: Era uno de los bandos más pequeños. También de costa a cumbre, se extendía entre Barranco Seco y el Barranco de La Galga. Estaba liderado por Atábala.

Adeyahamen: Situado entre las grandes depresiones de los barrancos de La Galga y La Herradura; en la cumbre el Pico de La Cruz y Morro de La Cebolla. Su líder era Bediesta.

Tagaragre: Era un espacio muy parecido al actual municipio de Barlovento; esto es, entre los barrancos de La Herradura y Franceses o Los Hombres. Estaba liderado por Temiaba.
Tegalgen: Según Abreu Galindo el bando llegaba hasta el Barranco de Hiscaguan, actual Izcagua, abarcando la actual Garafía. Su líder se llamaba Bediesta.

Tijarafe: Comprendía una amplia franja de costa a cumbre entre el Barrancos de Izcagua y El Time. Según Abreu Galindo era el territorio más poblado de La Palma y el que contaba con mayor cantidad de pastos. Estaba liderado por Atogmatoma.

Acero: Abarcaba los dominios del gran cráter de La Caldera de Taburiente. No creemos que se tratara de un bando como el resto; más bien fuera una dehesa comunal que durante los momentos críticos de la conquista sirvió de refugio a los valerosos defensores de la Isla, liderados por Tanausu. (Miguel Martín).

El habitat en cuevas naturales


Los primeros awuaras se caracterizaban por reconocer a la naturaleza como su medio de supervivencia, utilizándola, pero sin someterla a grandes transformaciones.

Sucede a las primeras arribadas un periodo difícil y de tanteos que conduce a uno de los giros decisivos de la historia antigua insular que es muy importante por el hecho de que algunos sectores de la isla son ricos en pastos para la ganadería, se establecen comunidades cada vez más numerosas y surgen poblados de cuevas habitación y posteriormente de casas.

Las asociaciones se complican, aparecen oficios diferenciados y se ponen las bases de la estructuración social en función de la capacidad y de la importancia del oficio que se ejerce. Surgen líderes capaces de regular y coordinar a los demás en el trabajo o en la defensa de los bienes acumulados, frente a peligros exteriores. Progresan rápidamente las técnicas de la alfarería y el utillaje para atender a las nuevas ocupaciones. Por otra parte el hombre dispondrá de ratos de ocio que le permitirán profundizar en sus ideas y desarrollar su espiritualidad.

La utilización de la cueva como vivienda está ligada a la relativa abundancia de éstas en todos los barrancos de la isla y a la buena disposición de las mismas. Los mejores conjuntos se sitúan por regla general, en el tramo inferior y en la desembocadura de los barrancos, siempre por debajo de los 600 m. de altitud. A estas cotas confluyen una serie de elementos propicios como son unas condiciones térmicas favorables y la existencia de pastos y agua suficientes para cubrir las necesidades de hombres y animales durante la mayor parte del año. Por encima de la cota citada, las cuevas son menos frecuentes y, cuando las hay, ofrecen peores condiciones de habitabilidad.

El tipo de habitat vendrá condicionado en cierta medida por esta disponibilidad natural, pues allí donde las cuevas son abundantes se adoptará casi exclusivamente este tipo de habitat, mientras que donde este recurso es escaso se alternará con la construcción de cabañas, conviviendo ambos tipos de vivienda a lo largo de toda la secuencia cultural antigua de isla. (Ernesto Martín Rodríguez, 1992:26)
En el margen derecho de la desembocadura del Barranco de Las Angustias existe un conjunto de cuevas, a modo de poblados, que se van escalonando,  habitado por los awuaras sin que se pueda demostrar de momento, a falta de realizar estudios arqueológicos desde qué período están ocupadas. Históricamente fueron habitadas y remodeladas muchas de ellas.

En las confluencias de los barrancos de Torres y Tenisca, a partir de Hermosilla, para observar un buen número de cuevas utilizadas por los awara, especialmente durante la fase cerámica IV. En toda la falda de El Bejenado, tanto en el Barranco de Torres, Barranco Frío o de Los Goterones, Barranco Tenisca, como en Risco Alto, Los Barros, La Cancelita, el Hoyo de La Fortaleza, Los Pedregales, en La Peña del Diablo y El Rincón, se abren un gran número de cuevas de habitación y sepulcrales, ricas en materiales arqueológicos superficiales y, en ocasiones, cuentan con potentes estratigrafías.

Sobre los 900 m. sobre el nivel del mar, en la margen derecha de la entrada de El Riachuelo se encuentra el interesante poblado de quince cavidades de Las Cuevas de Herrera, bastante espaciosas y algo deterioradas por los expolios y la construcción del canal, algunas tienen restos de muros.

El Bejenado, las cuevas son escasas, destacando la de Los Arenales, con interesantes muestras líticas, óseas y cerámicas de las fases III y IV. Como bien explica Jorge Pais, la proximidad de los campos de pastoreo a las zonas de habitación permanente permitían los recorridos diarios sin necesidad de construir complejos abrigos pastoriles para pernoctar.

Roque de Los Guerra, donde también hay petroglifos, canales y cazoletas, En las zonas de medianías y cumbres debemos hacer referencia a las cuevas del barranco del Cabrito, las cuevas del Roque Niquiomo.


En las cotas más bajas del territorio destaca un pequeño grupo de cuevas de habitación en Los Cancajos antes de llegar al gran conjunto o poblado de Los Guinchos, en el que se asentó un número importante de awuaras. En torno al acantilado costero se abren algunas cuevas de dimensiones aceptables con un grado elevado de ocupación intensiva. (Miguel Martín).

Las cuevas horadadas están representadas por las de Los Guinchos y El Humo, las cuales contienen un abundante extracto de restos arqueológicos.

En Benahuare como en la isla de Chinech las cuevas sepulcrales en ocasiones estaban próximas a los poblados, como ejemplo de este tipo de enterramientos tenemos los de el barranco denominado de Los Cardos, en su margen izquierda, donde se descubrieron cuatro cuevas de habitación y una necrópolis en la boca de entrada de un tubo volcánico. El material exterior encontrado (líticos y fragmentos cerámicos) corresponde a la fase IV. Algunos abrigos de la zona también fueron utilizados, presentando muros para nivelar el suelo.

Necrópolis de La Palmera (Tijarafe). La cueva sepulcral de La Cucaracha, barranco de Las Cuevas,  Roque de La Campana, Las Salemeras, La Caldereta, Cueva de Lucía y barranco Hondo, y  la necrópolis de El Espigón, entre otras.











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