Capitulo XXVI-I
Eduardo
Pedro García Rodríguez
Isla Titoreygatra (Lanzarote)
[…]Eran los naturales destas dos
islas, Lanzarote y Fuerteventura, caritativos, alegres, amigables, grandes cantadores y
bailadores, La sonada
que hacían era con pies, manos y boca, muy a compás y graciosa. Eran muy ligeros en saltar, y era su
principal ejercicio. Tomaban dos hombres una vara larga, uno por un cabo y otro
por el
otro cabo, y alzaban los brazos con la vara, lo mas alto que
podían; y el que lo saltaba, tenían por más ligero, Y así ponían dos y tres en hilera, y
había hombre que lo saltaba en tres saltos,
sin parar.
Eran animosos y bien dispuestos y
proporcionados, más que todos los demás de las islas, y así lo son hoy.” (Abreu Galindo, 1977:55)
Vestían los
hombres capas cortas de pieles, á las que decían huruy, largas hasta las
rodillas; envolvían sus pies en cueros sujetos con correas, calzado que recibía
el nombre de maho ó maxo; adornaban sus cabezas con gorros de piel en forma de
cono, al que llamaban guapil. Un saco o mochila de cuero, harguy, usaban para
viaje. Las mujeres vestían una larga túnica hasta los pies, y encima un tamarco
ó capa de abrigo. Una tira de cuero teñida de color encima del gorro y que se
extendía á su alrededor con tres plumas en la parte de la frente, adornaban sus
cabezas. (Tomás Marín de Cubas [1694] 1993)
En relación al
gentilicio maxo-maxye-majo-maho el Dr. Barrios García en una ponencia
presentada en las III Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote
recoge: “Tanto el término “majo”, como el de “majorero”, han sido
tradicionalmente utilizados por las
fuentes escritas y la tradición oral como gentilicio para designar a los naturales de Fuerteventura y
Lanzarete. Además, según ciertos
autores: Maho (Abreu), Maoh (Torriani), Mahorata (Viana), era también el nombre que le daban algunos a estas dos
islas.
Desde este punto de vista, tanto las
dos islas como sus habitantes, vivos o muertos, parecen haber recibido, según algunas versiones, el mismo
nombre de: maho, majo, magio, maxio, etc. Esta palabra es relacionable lingüística y semánticamente
con el etnómino con el que se denominan a sí mismas las poblaciones comúnmente
llamadas beréberes; según Salem Chuaquer et al:
“La
lengua de los touaregs, que es una forma del beréber, se divide en varios
dialectos mutuamente inteligibles con muy poco esfuerzo...
Para designarse a ellos mismos, estos
pastores nómadas del Sahara Central,
como todos los beréberes, utilizan el término Amajeg/imuhag, con
variantes dialectales múltiples: Amaheg, Amaceg, Amazig... que podemos seguir
desde la antigüedad: Maxyes de Herodoto, Mazyes de Mecateo, Mazices y Mazaces de la época latina”.
Para Prasse, la forma primitiva de
este término sería á-mahzig, y la forma ámáhág, variante dialectal de los touaregs del Ahaggar, es señalada por
algunos estudiosos como la
más cercana lingüísticamente al “Majo” de Lanzarote y
Fuerteventura. En esta línea de apreciaciones parece claro que la palabra “majo” se correspondería precisamente
con una variante dialectal insular del término
panberéber con el que estas poblaciones se designan a sí mismas.
La
adscripción por algunos
historiadores de esta palabra como nombre de las dos islas orientales, puede entonces matizarse en el
sentido de que, si lingüísticamente, designa
una etnia, podría entonces, por extensión,
designar el territorio que esta etnia ocupa; es decir, no sería éste el nombre de la isla, sino más bien el nombre del territorio que
ocupa la etnia. Por otra parte,
como nombre de las islas tenemos los más conocidas de Erbania (Fuerteventura) y Titerogaka (Lanzarote). (José Barrios García: 250-51)
Los imuhagh (gentilicio españolizado como “tuareg”) son un pueblo
amazigh (bereber) que habita en extensas regiones del desierto del Sáhara.
Tienen su propia escritura el tifinagh. En el idioma este pueblo se suele
autodenominar imoshag, imushaq, imuhagh palabra cuyo
significado es ‘los libres’ o ‘los nobles’ y que parece derivar de tamazight.
También se dan a sí mismos el nombre de kel
tamayaq o kel tamasheg (‘los que hablan el idioma tamasheg’). El
pueblo tuareg habita en la zona norte y occidental del Sahara y el norte del
Sahel, para ellos el Sáhara no es un desierto, sino varios juntos.
Se les supone principalmente
descendientes de los antiguos garamantes que en la antigüedad habitaban el
Fezzan. Sus dominios limitaban al norte con los mauritanos, al oeste con los
getulos y al este quizás ya con los ancestros de los tubus.
La estructura básica de la sociedad tuareg
es el linaje (tawshit), grupo de parientes que reconocen un antecesor
común. Los hijos pertenecen al linaje de la madre y heredan de ella, pero el
hogar se establece en los aghiwan o campamentos del linaje del padre.
“Hay una denominación que parece
común para los que habitan esa franja del continente africano. Los makai, los maclies y
los maxyes y después
los maziges parecen ser grupos de un mismo pueblo: el protobe-réber. Inclusive se puede llegar a
decir que esos vocablos registran pronunciaciones locales de una misma palabra, cuyo
sonido k se permuta con
j, z y h, con arreglo al fenómeno estudiado por Prasse. Según esta ley la palabra temehu sería
una variante de las anteriores, a la que se le añade el prefijo beréber t. La
palabra maxyes daría lugar a la voz canaria prehispánica magos,
mahos, a la beréber amazig, amahak y a la árabe rnayis y mayus” (R. Muñoz Jiménez,
1994:199)
Por su parte el Filólogo canario Dr. Ignacio Reyes apunta: “En relación con el topónimo ‘Mahorata’, el poeta Antonio de Viana
(1604, I) alude a sus pobladores como mahoratas, esto es, mahâr-t,
‘tribu o hijos del país natal’. He ahí, cuando menos, la lectura inmediata,
porque un posible antecedente fenicio a través del lexema M•H•R (‘occidente’)
no debe descartarse por completo. La otra expresión convoca dos conceptos
vinculados indebidamente en la tradición oral y documental: ‘mah(i)o’,
simple torsión de mahorero, y ‘maxio’ o ‘mago’, que –de manera
escueta– se acerca al doble significado hispánico de la noción ‘alma’ (como substancia
espiritual y –a la vez– corpórea del ser humano).” (Ignacio Reyes, 2007)
Los maxyes, mashauash
o maxie, también
conocidos como mashawash, mashwesh,
eran los miembros de un antiguo pueblo de mazighios libios. Pueblo conocido por
los egipcios por haber sufrido varias invasiones desde el reinado Amenofis III,
hacía el 1380 a .e.a. Este pueblo intentó extenderse hacia el este,
su nombre está recogido en la nómina de pueblos vencidos por el Faraón Merenpta
hijo y sucesor de Ramses II (1213-1203 a .e.a.). Según los
documentos egipcios los Mashauash estaban instalados al oeste del delta del
Nilo, más allá de los Tehenu en la Sirenaica en la antigua Libia. Herodoto los
situaba en Tunicia y eran sedentarios,
pues eran agricultores y poseían casas.
Desde el
oeste, el pueblo Temehu, más tarde conocida como Tehenu y procedente de Libia,
se mantuvo al oeste del delta y de Nubia
Bajo el
reinado de Ramses III hubo dos guerras líbico-egipcias, en el -1194 y en el
–1188: los Libu y luego los maschwesch intentaron ocupar el Delta.
Los invasores
fueron derrotados pero se permitió el establecimiento de libios y la
incorporación de muchos de ellos al ejército egipcio. Las victorias de Ramsés III
le permitieron ocupar el oasis de Siwa, y extender el culto a Ammon de Tebas,
que se extendió rápidamente por todo el Sahara.
Durante el
intervalo del siglo XI a.e.a., una parte de este pueblo se infiltró
pacíficamente en el Delta del Nilo, fundaron una especie de feudo, alrededor de
Bubasti.
La
denominación de mashauash se relaciona con Amazigh, (hombre libre), y que
seguramente explica el etnónimo de los Maxues mencionados por Herodoto en las
Sirtes.
El origen libio de los
mashauash está refrendado explícitamente en una genealogía contenida en la
estela de Pasenhor (datada en el reinado de Sheshonq V, en la que se dice que los grandes jefes de
los mashauash (incluyendo a los reyes de la Dinastía XXII), eran descendientes
de "Buyuwawa el Libio.
Los maschwesch,
vecinos occidentales de los Libu. Ambos parecen ser ramificaciones de los
Temehu.
Un bajorrelieve del templo
mortuorio de Sahue, (dinastía V, hacia el 4670 BP), conmemora una victoria
egipcia sobre pueblos de O, nos informa de la vestimenta y aspecto físico de
los tehenu; los vencidos llevan un cabello largo, un mechón levantado en la
frente, cuerpo tatuado, un traje abigarrado y collares policromos, son de
estatura alta, perfil fino, labios gruesos, sotabarba. Llevan funda fálica.
Poblaban en aquella época el desierto líbico y los oasis.
Bajo la VI dinastía, hacia
el 4300 BP, son mencionados los Temehu, y actualmente algunos autores
consideran que son un pueblo a parte de los Tehenu. Los egipcios señalan que
son de piel más clara, ojos azules, frecuentemente rubios y que llevan un manto
de cuero. Vivían en el Gran Oasis, (Kharga), su cerámica es parecida a la de la
Baja Nubia hacia mitad del II milenio a.e.a., (en torno a los 4500 BP)… Los Temehu antes nombrados están representados frecuentemente
durante el imperio nuevo, (desde de el 1554 al 1304 a ,e.a.), llevan una
coleta trenzada que cuelga delante de las orejas, y se dobla sobre los hombros.
Con frecuencia llevan plumas en sus cabellos y a veces están tatuados. Van
armados con arco y a veces con la espada o con el bumerang (este arma de guerra
y caza esta documenta para Benahuare-La Palma). Todos estos rasgos -como hemos
visto-serán también señalados por Herodoto en el siglo V a.e.a., en los libios
de las Sirtes. Por lo tanto puede concluirse que los temehu son los antepasados
de los libios que conocerían los griegos en la Cyrenaica.
“Las numerosas
manifestaciones del arte rupestre (Castiglione y Negro 1986, Le Quellec 1993 y
1996, Muzzolini 1996), en esta amplia región, alude a las formas de vida de la
época y a un complejo mundo simbólico. Quizá el caso más polémico sea el de los
borregos tocados con un objeto o calabaza en la cabeza, que algunos vinculan al
Dios Amón, explicándolo por su pertenencia a un sustrato de mitos comunes de
origen neolítico. Así pues, todo parece indicar que el norte de Africa, al
oeste del Nilo, en un territorio que englobaría gran parte del Sahara
occidental y del Magreb actual, estuvo habitado hace aproximadamente más de
6000 años por una serie de etnias con un sustrato cultural común. Estos pueblos
o etnias constituirían, desde el punto de vista lingüístico, lo que se ha
denominado área o sustrato líbico-bereber; otros autores hablan de
"Protobereber" (J. Desanges, 1982). Tras éste concepto se encontrarían
nombres de pueblos de la antigüedad como Temehu y Libios entre Egipto y Libia,
Nasamones y Psylles de Libia, Garamantes y Atarantes del Sahara, Gétulos y
Numidas de Argelia y Túnez, los Guanches de las Islas Canarias, Zenetes, Mauros
y Sanhadja entre Marruecos, Argelia y Malí, etc. (Camps, 1980)” (Guillermo Alonso Meneses, 2007)
“La
iconografía egipcia del Imperio Nuevo ya alude a los “Temehu” o “Tehennu”, que
se caracterizan por llevar coleta y tener tatuajes, los cuales eran agrupados
en dos grupos básicos: los “Libu” (que portan taparrabo) y los “Meswes” (que
portaban una funda fálica). Estas fuentes egipcias ofrecen los datos históricos
más antiguos sobre lo amazigh (lo líbico-bereber o “protobereber”). Por otra
parte, la paulatina desertificación del Sahara fue aislando a muchos de estos
grupos pastores en zonas de montañas o empujándolos hacia las periferias
húmedas del norte y del sur, donde entran en contacto con otros pueblos e
incluso se llegan a mestizar. Las primeras fuentes históricas (Herodoto, Estrabón,
Plinio) hablan de distintas tribus y/o pueblos: Amantes, Cinithi, Garamantes,
Guzantes, Canarii, Libyophenices, etc. (Muñoz, 1994).” (Guillermo Alonso Meneses, 2007)
Aspecto estos corroborados por la moderna
arqueología, en un extenso estudio llevado a cabo en torno a las estaciones de
grabados rupestres en los yacimientos de la alta Nubia egipcia desde el sur de
Korosko al último acantilado Ibrin Sur, saliente rocoso que delimita la región
de Gineinah por su lado norte, por los arqueólogos españoles Martín Almagro y
su hijo Martín Almagro Gobea, quienes al respeto recogen:
[…] Así, frente a la tesis de Trigger,
concretamente sabemos hoy cómo al final del llamado en la historia de Egipto Primer Período
Intermedio penetró en Nubia el pueblo de los "Pan-graves",
seguramente de carácter négrido, el cual sirvió a la política faraónica del Imperio Medio y
del Segundo Período Intermedio, sobre todo como mercenarios del faraón Ka-mose. Luego estas gentes, nuevas en Nubia, que se
pueden relacionar con el pueblo de los MdSj.w, ó maschwesch de las
fuentes escritas, que habitaba el desierto oriental de Nubia, acabaron fundiéndose en la cultura C, obra de una
raza claramente de tipo mediterráneo y que
ya había iniciado su presencia allí a partir de las últimas dinastías del
Imperio Antiguo faraónico.
Ante este fenómeno étnico, bastante bien
comprobado hoy, no deberá extrañarnos que el arte de la región nubia lo debamos relacionar
con las manifestaciones de otros grabados que hemos visto se nos ofrecen de aspecto muy
similar en los desiertos occidentales líbicos, hacia el Kordofan sobre todo.
Estas regiones, según los textos
egipcios, las vemos habitadas por pueblos que no debían
ser de etnia muy diversa a los pueblos nubios. Estos, parece evidente,
recibieron de ellos continuas influencias,
más decisivas que las que los egipcios soportaron de sus vecinos de las regiones de los desiertos líbicos, pues
Egipto estaba mejor organizado y amparado por el estado faraónico, fuertemente constituido desde los tiempos de las
dinastías Tinitas y de los príncipes
de Hierakonpolis.
Recientemente, W. Holscher,
manejando textos y referencias históricas y arqueológicas diversas, igual que
ya había señalado E. Zyhlarz', ha diferenciado en las fuentes egipcias
los morenos Tehenu, thenios o Thnw de las inscripciones y los blancos
Temehu o Tmh. Los
primeros, que usaban el karnata, procederían, al menos en parte, de las zonas
cercanas al oeste del
Delta: Vivieron en Wadi Natrum y ocuparon el Fayum; una rama de ellos, los Msw
o Mazykes, partiendo de esta región, acabaron dominando Egipto
dándole la Dinastía
XXII. En el Imperio Nuevo, con el nombre TV del país de Ztj, aún se
designa a los Tehenu como a los habitantes del desierto occidental, y Rhoterí,
sin base segura alguna en nuestra opinión, sugiere
sean los habitantes que realizaron las pinturas y grabados en los montes de
Gilí Kebir y de Auenat. Desde luego, sí pudieron ser, al menos, estrechos parientes
de aquellos prehistóricos artistas, aunque no sea posible por hoy establecer
estas relaciones étnicas.
También se pueden reunir
noticias desde el Antiguo Imperio, sobre todo en la IV Dinastía, de los Temehu, tymios o Tmh
de las inscripciones. Para O. Bates, E. Zyhlarz, H. Holscher y otros, serían los creadores de la
cultura C de Nubia. Procederían del norte de África y, tras apoderarse de los oasis de
Selima y otros de las regiones del desierto líbico, acabaron ocupando la Nubia
en su avance hacia el Sur. Antes darían origen a la llamada cultura de Wadi Hawar, en el
Kordofan. Allí aparecen cerámicas y otros elementos culturales, entre ellos, las hachas
segmentadas típicas de esta cultura. Más difícil es admitir, como ha sostenido Rhotert, que de
los Temehu se hayan derivado los Libu y los Maschwesch que aparecen en el Imperio Nuevo en
las fuentes históricas egipcias, pues ya hemos visto que los Maschwesch darían origen a la cultura de
los “Pan-graves” de Nubia y parecen ser los habitantes de los desiertos orientales del valle del Nilo nubio.
Es evidente que los
pueblos pastores líbicos dependieron y se relacionaron con Egipto y su cultura histórica. Incluso para contradecir la anterior
conclusión podemos utilizar datos en este sentido muy diversos y convincentes.
Por ejemplo, el hombre armado con un hacha con
forma egipcia del Nuevo Imperio, de buen estilo naturalista bovino de un abrigo
rupestre pintado de Safar en el
Tassili, nos probaría que aquellas pinturas rupestres del período bovino se desarrollaban hacia el 1500 a . de J. C. También las
diversas figuras y composiciones repetidamente egiptizantes que se ven
entre varias de estas pinturas parecen inclinarnos a sostener que aquellos
grandes artistas del Sahara central se pudieron inspirar en obras del Imperio faraónico. La misma momia de Um
Umagiat, hallada y estudiada por Mori, nos haría deducir esta misma
conclusión. Sin embargo, su cronología, según el Carbono 14, es 5405 ± 180 de cronología absoluta, o sea unos 3500 a . de J. C, y ello nos
obligará a sostener que los ritos
funerarios egipcios para la conservación de los cadáveres, siempre propios
de culturas avanzadas, tendrían sus precedentes entre los pastores del oeste
del valle.
Aún es más desconcertante que cerca
de esta momia aparezca una representación de la barca solar funeraria que debemos relacionar
evidentemente por su tipo y estructura de la escena representada con la mitología egipcia.
Por otra parte, cada día esta región
se ve más enriquecida con el hallazgo de nuevos conjuntos de arte rupestre, más o menos personales
en su técnica, estilo y temática, como los que nosotros mismos estamos estudiando en el
Sahara español. Cada uno de estos descubrimientos regionales, sucesivamente aportados por
toda esa extensa región del norte de África, desde el mar Rojo al Atlántico, plantea
nuevos problemas, no sólo propios de tales provincias
artísticas, sino que influyen en la total visión que sobre las creaciones del
arte rupestre norteafricano nos hayamos de
formar. El estudio minucioso de cada una de estas provincias artísticas, aun poco y parcialmente
realizado, nos aconseja ser prudentes en toda valoración étnica y cronológica que hagamos de las mismas… (Martín
Almagro Basch et al.1968:317-327)
Llegada
de los primeros insuluamazighen al archipiélago
Este término,
insuloamazighen acuñado por mi buen amigo el doctor en filología Ignacio Reyes García -profesional independiente dedicado a la investigación y desarrollo
en Ciencias Sociales y Humanas, especialista en
la lengua y cultura amazighes de las Islas Canarias-, lo asumo en contra partida de los manidos y peyorativos de aborigen,
primitivos, prehispánicos etc.,que arteramente manejados por el colonialismo y
sus comisarios culturales en Canarias nos inducen a referirnos a los aspectos
históricos-culturales de nuestros antepasados como si fueran “otros” y no “nosotros”,
es decir, la negación del “yo” en favor de “ellos”.
Hace más de tres décadas
tuve la osadía de exponer públicamente mi hipótesis en torno a la presencia
fenicia en Canarias e incluso la posibilidad de remotos contactos con la
antigua civilización egipcia, basándome en los múltiples vestigios
arqueológicos existentes en las islas, así como en investigaciones
documentales. No tardaron en reaccionar los comisarios culturales, algunos
foráneos y otros formados en esa gigantesca máquina de lavar cerebros que es la
Universidad de España implantada en La Laguna. Los inmovilistas investigadores
de salón cómodamente asentados en sus poltronas y reacios a dejar de pisar la
mullida moqueta de sus despachos para patear
los campos respirar el molesto polvo y recibir directamente en la cara
los vivificantes rayos de Magek, arremetieron contra mi modesta persona como si
yo fuese la personificación del diablo de los católicos, pues mis
planteamientos iban en contra de los parámetros culturales que para nuestros ancestros
había fabricado, sostenido y divulgado
el sistema colonial mediante estos comisarios culturales encargados de
inducirnos a pensar y asumir que nuestros antepasados habían sido unos pobres seres impensantes
capaces solamente de ir detrás de unos rebaños de cabras u ovejas tirando
piedras, incapaces por tanto de crear cultura en el sentido que los invasores
dan a esta palabra. Cuando la realidad es que en los aspectos morales, sociales
y espirituales, nuestros ancestros estaban a años luz de la falsa e hipócrita
moral practicada por los invasores.
Pero el tiempo es un
consejero sabio y la luz siempre prevalecerá sobre las tinieblas, así me ha
sido dado el poder ser testigo de cómo algunos de aquellos poseedores de
patentes de corso –léase titulación universitaria- que en su momento me
calificaron de advenedizo, analfabeto e
ignorante entre otros muchos epítetos
menos elegantes, andando el tiempo quizás obligados por la presión de una
sociedad sedienta del conocimientos de sus orígenes, así como por el empuje un
grupo de jóvenes científicos no comprometidos con la política de estómagos
agradecidos, han decidido cambiarse el “chips” y se han visto obligados a tomar
partido por la verdad histórica, naturalmente tratando de reconducirla
soterradamente hacía sus discursos etnocentristas y dependentistas.
Ya que la práctica de investigación arqueológica puede entenderse
como práctica política, como acción transformadora de las realidades
contemporáneas y futuras.
Explorando los diversos estatutos que la arqueología adopta en
torno a la relación del saber y el poder, rechazamos muchas de las
implicaciones positivistas que la han constituido como ciencia desde sus
orígenes, así como otras posteriores posmodernas.
Sería deseable, como vía posible de investigación, una concepción
de la arqueología como indagación, reflexión y crítica de las diversas maneras,
explícitas u ocultas, en que la cultura material condiciona y es condicionada
por la acción social; de las tendencias hegemónicas y totalizadoras del orden
social impuesto y de la estratificación de distintas experiencias y
temporalidades en la imposición cultural.
Así vemos como en los
últimos años un grupo de profesionales de la educación y la investigación
vinculados a la Universidad de La Laguna han venido desarrollando un amplio
trabajo sobre la presencia feno-púnica en el archipiélago, fruto del cual ha
sido la publicación de varios artículos en revistas especializadas así como de
algunos libros relacionados con el tema.
Por su parte
el doctor en Filosofía y Letras e investigador histórico Buenaventura Bonnet
Reverón, en una serie de artículos
publicados en el primer tercio del pasado siglo XX en la Revista de la Historia que el dirigió, nos
presenta su visión del origen de los primigenios habitantes de Lanzarote y
Furteventura: “A la vez el prefijo de la
voz Mahu-haria, Mahu, tiene su origen en el vocablo Tamohu o T'mahu, con el
cual los egipcios designaron algunos ramales pelásgicos de ojos azules y cabellos
rubios que invadieron el Delta, y que en general significaba gentes del Norte
porque dada la situación geográfica del Egipto y la del Asia Menor, esos
pueblos invasores llegaban del Septentrión.
De la unión de
ese apelativo con la raíz, se formó el de Mahu-haria y por aspiración y
debilitación de vocales, el de majoreros actual, que demuestra su filiación con
los arios, o pelasgos, llamados también pre-helénicos.
Por
consiguiente, debemos aceptar que la invasión de esta isla (Lanzarote) se
efectuó desde la de Fuerteventura atravesando el estrecho de la Bocaína que las
separa unos 11
kilómetros , alcanzando tierra por el sur de Lanzarote,
en la punta de Matagorda o en la de Pechiguera.
La distancia
entre ambas islas se acorta por existir entre ellas un islote o peñón llamado
isla de Lobos de tres kilómetros y medio de extensión, que toma su nombre de
los muchos lobos marinos que en otra época salían a la orilla a gozar del sol,
de cuyas pieles se confeccionaban cintas para curar ciertas enfermedades;
también este islote fué nido y refugio de piratas.
El paso se
facilitaba de una isla a otra mediante el peñón ya indicado, si bien no negamos
que también llegaron directamente de África tribus arias, pero la afirmación de
Abreu Galindo al decir: “Los naturales destas dos islas Lanzarote y Fuerteventura
se llaman Mahoreros...” (Libro 1º, capítulo IX página 29) confirma nuestro
aserto de que los Mahu-harias poblaron ambas islas.
Asimismo, el
nombre de Haría, raíz de la voz Mahu-Haria, demuestra la filiación que
pretendemos establecer con las gentes que invadieron a Fuerteventura. Todos
sabemos que Haría es el pueblo más septentrional de Lanzarote, que sería el
punto extremo de las correrías de aquellos hombres, o por lo menos el postrer
recinto fortificado de la isla.
También hemos
de hacer notar que el cabo o punto de Fariones, de Hario-nes, guarda similitud
con las voces ya analizadas por nosotros, sin que pueda esto considerarse como
meras casualidades, pues desde el punto de vista filológico están comprobados
su origen como un hecho probado, si bien no se ha prestado a este estudio la
importancia que merece.” (Buenaventura Bonnet y Reverón, 1925)
La presencia cartaginesa
Hace 15.000
años se detecta una homogeneidad cultural acusada en todo el norte de África,
con una población dolicocéfala de considerable altura con un promedio de 1,70.
Este grupo étnico es suplantado a partir
del 6.000 por gentes que desarrollan la denominada cultura Capsiense (por el
yacimiento de Gafsa en Túnez). La población precedente no fue exterminada, sino
que se refugió en las zonas de montaña (djebel), lo que explica los contrastes
biotípicos del Magreb.
La parte más poblada de África fue el
Sahara que entre los años 8000 y 6000
a .e.a. estaba recorrido por largos y caudalosos ríos
(algunos de 1200
kilómetros de longitud) y poseían una vegetación
exuberante. En tiempos del tantas veces mencionado Herodoto grandes extensiones
del actual desierto estuvieron habitadas por una densa población de
agricultores y pastores. A mediados del III milenio, comenzó el desecamiento
del Sahara. Las gentes del centro del actual desierto emigraron hacia el Sur.
Durante más de
1200 años toda la franja septentrional del África al norte del Sahara -la
denominada África Menor, pero también Tripolitania y el Fezzan- conoció desde
el mundo mediterráneo una especie de transfusión más o menos directa de vida y
cultura a partir de los inicios del Bronce y hasta el Hierro, con realizaciones
políticas y culturales.
Durante el primer milenio a.e.a., el
Sahara se fue secando y poblándose de amazighes descendientes de los
Garamantes. La capital de este reino fue Garama Djerma, donde se han encontrado
45000 sepulturas datadas las más antiguas en
el siglo V a.ea.
A finales del
siglo IX a.e.a., según la tradición la ciudad de Cartago fue fundada por la
legendaria Dido y por un tío suyo sumo sacerdote de Amón. Dido fue la primera reina de este
nuevo enclave fenicio en la costa africana. Construida en una península que sobresale del golfo de Túnez, Cartago
tuvo dos espléndidos puertos, conectados a través de un canal. Por encima de
los puertos, sobre una colina, se encontraba la fortaleza amurallada de Byrsa.
Hacia
el siglo VI a.e.a. Cartago había sojuzgado a los pueblos libios y anexionado
las antiguas colonias fenicias, controlando de este modo toda la costa del
norte de África, desde el océano Atlántico hasta la frontera occidental de
Egipto, así como Cerdeña, Malta, las islas Baleares y parte de Sicilia.
A finales del
siglo VII a.e.a., se lleva a cabo la circunnavegación de África, a cargo de
marinos fenicios y financiada por el faraón Necao, la
travesía, que se había iniciado en el Mar Rojo, en Egipto, discurrió desde
Oriente por aguas del índico hasta Occidente, donde los fenicios habrían
surcado las aguas del Océano Atlántico, antes de iniciar por el Mediterráneo el
regreso al Delta del Nilo, tras aproximadamente unos 3 años.
En el siglo V
a.e.a., el almirante cartaginés Hannón emprendió un viaje a lo largo de la
costa atlántica del norte de África, que visitó las costas noroeste y
oeste de África alrededor del año 520 antes a.e.a. con una flota de sesenta
barcos y un contingente humano de 30.000 personas, por esta época es casi
seguro que el Magreb estaba ya mazigizado, ya que los nombres de las escalas
corresponden a nombres mazigios.
A partir del siglo VI, pero sobre todo del V a.e.a., se constata una gran
presencia de Cartago en las costas del Magreb. En el litoral que va desde
Tunicia a Marruecos los cartagineses fundaron una serie de colonias como
Bizerta (Hippo Acra), Tabarca (Thabraca), Annaba (Hippo Regio), Rusicad
(Skikda), Chullu (Collo), Bajaia (Saldas), Argel (Icosium), Tipasa, Gouraya
(Gunugu), Bethioua (Porto Magno), Russadir (Melilla), Tamuda, Tingi (Tanger)
Kouass y Banasa, entre las más importantes, mientras que otros enclaves
fenicios anteriores, como Utica, Mersa Madakh o Lixus conocen ahora un nuevo
auge. Posiblemente por estas fechas fundan factorías en el Archipiélago
Canario, para la pesca de túnidos y la elaboración del garum, orchilla etc.
Conformación del
territorio de la Isla Titeroygatra
(Lanzarote)
Según el
arqueólogo José León Hernández: “el conocimiento que hoy poseemos del origen y
formación de la isla, parece que hace algo más de 10 millones de años se
produjeron los acontecimientos volcánicos y tectónicos que hicieron emerger por
primera vez una parte de los que hoy es la isla de Lanzarote y que constituyen
pruebas físicas de lo que se denomina Serie I.
Restos de aquélla etapa formativa, son el Macizo de Famara y el conjunto
montañoso conocido por Los Ajaches.
Este período
esta relacionado con el Primer Ciclo volcánico, que quedaría encuadrado
aproximadamente entre los 5,1 y 20 millones de años y por lo tanto se correspondería
con las postrimerías del Terciario (Mioceno). Se trata, desde el punto de vista
geológico y petrológico, de los restos de coladas y piroclastos basálticos que
se produjeron en aquella etapa. Al
finalizar este primer ciclo, parece producirse un prolongado período erosivo
(uno 4 millones de años) que transformaría sustancialmente la fisonomía de la
isla preexistente.
El segundo
gran período, comprende las denominadas Series II y III, siendo especialmente
esta última, la etapa que conformará fundamentalmente el soporte físico de la
actual isla, ya que se extiende a lo largo de casi toda su geografía, tanto en
su afloramiento directo (el mayor porcentaje del territorio insular), como
debajo de los episodios volcánicos posteriores.
Comprende este
período, la actividad volcánica que va
desde unos pocos miles de años, hasta los 5,1 millones de años. Se forma este
territorio, fundamentalmente dentro del Cuaternario, aunque se correspondería
con el dilatado período del Pleistoceno. También se caracteriza por estar
formado por coladas y piroclastos basálticos.
La mayoría de
las montañas de la isla, se corresponderían con los centros eruptivos que
crearon el territorio de este Segundo Ciclo Volcánico. Entre otras cabe
destacar a Caldera Blanca, Montaña del
Rodeo, Montaña Negra, Montaña Blanca, Guatisea, Tamia, Montaña Mina, Tinache,
Timbaiba, Tinasoria, Montaña de Guenia, Montaña de Ubigue, Los Rostros, Ortiz,
Montaña Negra, Diama, Testeína, Chupadero, Tremesana, Pedro Perico, María
Hernández, Tínga, Guardilama, etc..,así como algunos lomos, conos y elevaciones existentes en la isla, al
igual que en La Graciosa, Alegranza, etc.. Gran parte de las zonas cubiertas
por las “arenas volcánicas” y que hoy se sitúan en La Geria, Testeina,
Masdache, Chibusque, El Sobaco, etc., pertenecen a este tipo de terrenos.” (José de León Hernández, 2004)
La Gran Mahan
Por su parte y según una
teoría del palenteologo D. Francisco García- Talavera Casañas nos dice: “De
todos es sabido que al finalizar la última gran glaciación del Pleistoceno
sobrevino un intenso cambio climático que afectó sobremanera al hemisferio
Norte. Las tierras que habían estado cubiertas por casquetes glaciares se
vieron libres de ellos paulatinamente y a medida que se iban fundiendo los
hielos, el nivel del mar -que llegó a estar 120 m por debajo del actual-
ascendía, quedando sumergidas las costas bajas. Testigos de estas oscilaciones
son las “playas levantadas”, “playas sumergidas” y las plataformas insulares
conocidas como "veriles", de gran extensión en las costas de
Fuerteventura y del Norte de Lanzarote.
Dentro de una síntesis
paleogeográfica de las islas orientales a lo largo del Holoceno (Cuaternario
reciente), cabe resaltar importantes cambios en la configuración de las mismas.
Como botón de muestra diremos que durante el máximo glacial würmiense, hace
18.000 años, Lanzarote, Fuerteventura y las isletas e islotes, junto a algunos
bancos submarinos como el de Amanay (-25 m ), conformaban una sola isla de más de 200 km de longitud y una
superficie superior a los 5.000 km2, orientada paralelamente a la
costa africana y siguiendo las directrices de la geotectónica de esta región
atlántica. A su vez, la distancia que en aquel tiempo separaba esa gran isla,
que llamaremos “Mahan”, del vecino continente no era superior a los 60 km . (en la actualidad son
95). Si, además, tenemos en cuenta que en esa época el Sahara estaba pasando
por una de las etapas de máxima aridez, no resulta descabellado pensar en
poblaciones paleolíticas localizadas en la franja costera, más húmeda y con
abundantes recursos marinos a su alcance. La falta de documentación
arqueológica, en este caso, es debida a que probablemente los yacimientos
fueron destruidos por la erosión marina o están sumergidos en la plataforma continental.
Por eso solamente aparecen restos neolíticos, época en la que el mar ya había
alcanzado aproximadamente su nivel actual. Con toda certeza en muchos días del
año en los que la atmósfera estaba limpia, libre de las tormentas de polvo y de
la humedad litoral, las cumbres de nuestra gran isla eran visibles desde las
atalayas más elevadas de la vecina costa de Tarfaya -como incluso ocurre
actualmente- ofreciéndose como tentadora “terra incógnita” a nuestros
primitivos vecinos. ¿Intentaron dar el salto ya en esas fechas?.
La idea no parece tan
descabellada si consideramos la presión climática y/o antrópica que tendrían
dichas poblaciones en aquella época, máxime si tenemos en cuenta antecedentes
documentados arqueológicamente, como es el paso -hace 11.000 años- desde Nueva
Guinea a Nueva Bretaña, atravesando el brazo de mar de 88 km que separaba ambas
islas (Specht et al., 1983). Más cercano a nosotros y por las mismas fechas,
los primitivos pobladores de Grecia cubrían una distancia de 150 km entre el continente y
la isla de Melos en busca de obsidiana (Cherry, )…
Fue, en el último milenio
antes de nuestra Era, cuando un nuevo período húmedo permitió durante siglos el
poblamiento del Sahara Central, así como un nuevo avance de los pueblos del
África blanca hacia el Sur y Oeste. Es muy probable que por esas fechas
poblaciones del litoral sahariano ya hubiesen entrado en contacto con algunas
de las grandes culturas mediterráneas (egipcios, fenicios, cartagineses,
griegos, etruscos, romanos, etc.) y que por lo tanto fueran transportados o
incentivados determinados contingentes humanos para su desplazamiento a las
"maravillosas islas" (Hespérides, Afortunadas, etc.), como les
sucedió a las poblaciones beréberes situadas más al Norte (Marruecos, Argelia,
Túnez, Libia).” (Francisco García-Talavera Casañas, 1997)
Posibles Factorías
Fenicias
Como queda dicho en el capitulo anterior la presencia
fenicia en las Islas esta arqueológicamente demostrada, ahora bien, esta
presencia posiblemente era temporal
supeditada al tiempo que durase la campaña anual de recogida de las materias
primas tales como el murex, pieles de cabras y ovejas e incluso de focas de las
que existían abundantes colonia en la isla de Lobos, y posiblemente ámbar gris
de la que con cierta frecuencia suelen varar paquetes en las playas, en la
antigüedad era usada para fijar los aromas de finos perfumes y literalmente
valía su peso en oro, pero sobre todo en
la pesca de túnidos con el que se elaboraba el garúm, manjar altamente cotizado
en la época. Todas estas materias primas no podían dejar de interesar a un
pueblo altamente especializado en el comercio y la navegación de altura como el
fenicio y, cuya presencia en el Archipiélago está arqueológicamente
contrastada, además está recientemente corroborada por el descubrimiento en
Lanzarote por el profesor Pablo Atoche de un yacimiento cuyas características
apuntan a que era un asentamiento fijo con fines comerciales.
Como siempre que se produce un
hallazgo arqueológico de cierta importancia que pone en entredicho las
actitudes inmovilistas de ciertos sectores del mundillo académico servidores
del sistema colonial en Canarias centralista, y que no concuerde con las tesis
oficiales construidas sostenidas y propagadas con el fin de inducir en el
pensamiento colectivo de la alienada sociedad canaria el concepto de que la
primigenia cultura guanche estaba en un estadio de desarrollo del pleno
neolítico, estos investigadores de salón están prestos a sembrar el
desconcierto en la sociedad canaria, no dudando para ello en tervigersar y
manipular conscientemente los
resultados de los hallazgos arqueológicos que no puedan ser controlados y
manipulados por ellos, llegando incluso cuando les fallan los argumentos
científicos, a denigrar y descalificar a quienes honestamente desarrollan su
trabajo y además, tienen el valor de hacerlo publico sustrayéndolo de los
habituales círculos corporativos y herméticos en que suelen desenvolverse.
Para ello, siempre han contado
con el entusiasta concurso de unos medios de comunicación dependientes puestos
incondicionalmente al servicio del colonialismo, especializados en mantener a
la sociedad canaria en un continuo estado de desinformación o de
ignorantación y promoviendo todas
aquellas actitudes que puedan contribuir al arraigo en la población de los
sentimientos desenraizadores conducentes a mantener vigente el ya ancestral
complejo de xenofobia entre los canarios.
Estas campañas de descrédito
no esta exentas de intencionalidad política ni de inconfesables intereses
económicos personales, no deja de ser significativo el hecho de que
determinados catedráticos sostenidos y mimados por el sistema colonial, se
brinden a ser los paladines del inmovilismo cultural en la colonia y sean los
primeros en salir en defensa de actitudes a todas luces indefendibles, pero
naturalmente están dispuesto a defender a ultranza al sistema que les libera
mensualmente sus jugosas nóminas a cambio de la fidelidad al sistema, aunque
sean concientes de que en los foros científicos internacionales hacen el más
espantoso de los ridículos. Como anécdota puedo decir que uno de estos
catedráticos afirmaba que en la isla de Tenerife no existían grabados rupestres
y, cosas de la vida, hoy vive económicamente de ellos.
Hace más de tres décadas que
vengo sosteniendo que el Archipiélago
Canario estaba habitado desde hace más de tres mil ochocientos, pero sucede que
en esta colonia quien carezca de patente de corso para las cuestiones
culturales tiene vetado el exponer públicamente planteamientos que no estén
acordes con las tesis oficiales y oficialistas, pero el tiempo que es juez
imparcial acaba poniendo las cosas en su sitio y dando la razón a quien en
justicia la tiene, por ello me congratulo de que el profesor y arqueólogo de la
Universidad de España en Las Palmas de Gran Canaria don Pablo Atoche y su
equipo multidisciplinar, hayan hecho público el hallazgo y estudio de un
yacimiento en la isla Titeroygatra (Lanzarote) de origen fenicio datado en el
siglo diez ante de la era occidental actual.
Según el
profesor Atoche: “En el yacimiento
hay una serie de elementos cerámicos modelos a torno, un tipo de cerámica que
por esa época es introducida por los fenicios en el Occidente mediterráneo pero
son una pequeña muestra frente a un contexto amplio de otros elementos que no
tienen procedencia fenicia”. Esos elementos arqueológicos han aparecido en un rico contexto material en
el que destaca una estela pétrea con grabados, varios objetos de adorno personal
o un pequeño recipiente de algo más de un centímetro de alto, lo que le
convierte en el recipiente cerámico de menores dimensiones hasta ahora hallado
en Canarias.
Las dataciones
del carbono 14 (C14), de estos elementos realizadas en los laboratorios Beta
Analytic Inc., de Florida (USA), colocan a uno de los yacimientos estudiados,
una estructura de unos cien metros cuadrados, como el más antiguo
establecimiento al aire libre localizado hasta el presente en todo el
Archipiélago, al tiempo que retrasan la presencia humana en Lanzarote al siglo
X antes de la era actual occidental.[1]
Este hecho viene a corroborar la tesis de muchos investigadores de la presencia en el archipiélago de navegantes procedentes del Mediterráneo; primero fenicio-púnicos y más tarde romanos, que dejaron significativos restos de su paso por la Isla en forma de estructuras constructivas, elementos cerámicos (ánforas y otros recipientes), objetos metálicos de cobre, bronce y hierro o abalorios vítreos.
Además el
estudio de los sedimentos y pólenes antiguos recuperados en los yacimientos
investigados por el equipo científico permite asegurar que Lanzarote presentaba
hace tres mil años un aspecto totalmente diferente al actual, con una amplia
cobertura vegetal en la que existían especies arbóreas que hoy están ausentes en
la Isla, como es el caso del pino canario.
Como queda dicho
anteriormente, descubrimientos científicos de esta importancia y naturaleza no
pueden dejar indiferentes al estamento dependiente y reaccionario académico
coloniales quienes han cerrado filas con los sectores mediáticos, quienes como
en situaciones similares anteriores se han apresurado a orquestar una campaña
intoxicadora y de descalificación contra la persona del señor Atoche y su
equipo de arqueólogos, quien se ha visto obligado de salir al paso de las
noticias mal intencionadas y manipuladas, dando una lección de dignidad y
honestidad poco frecuente en el mundillo científico canario, algunas de cuyas
declaraciones a la prensa no me resisto a reproducir:
“Algún interviniente incurre
en una falta de ética profesional porque yo no voy poniendo en duda resultados
de otras excavaciones, me limito a usar los datos que los arqueólogos
proporcionan y a partir de ahí doy mi opinión”. “Se ha dicho que yo he afirmado que el yacimiento es un almacén
fenicio y yo no he dicho tal cosa”. “Se trata de un asentamiento constituido
por una única estructura, por tanto no puede tratarse de un poblado”
“Se me achaca el hecho de que
estoy intentando abogar por una identidad fenicia para los antiguos canarios.
Nada más lejos de mi intención: sería algo así como sostener que los
arqueólogos peninsulares que trabajan en el Norte de África lo estarían
haciendo para abogar por la identidad musulmana de cualquiera de los
yacimientos en los que operan”.
“De demostrarse mi hipótesis,
el principal hallazgo de la investigación es que “las navegaciones fenicias por
el Atlántico pasarían del siglo VIII a. de C. a finales del X a. de C. Hasta
ahora la fecha más remota que se daba es el siglo VIII en orden a lo
investigado en los yacimientos de Lixus y Mogador [Marruecos]“. “no es
contradictorio con las fechas que tenemos del Estrecho de Gibraltar, porque las
excavaciones en el entorno de Cádiz [que fue fundada por los fenicios] apuntan
al siglo IX y las fuentes literarias señalan que la fundación de Cádiz se
produjo en el 1100 a .
C.”
Factores económicos que justifica la presencia fenicia en
Titeroygatra (Lanzarote)
En la época Fenicia el color púrpura era muy
apreciado. Se obtenía de varios caracoles marinos carnívoros del género Murex.
Los fenicios eran verdaderos maestros y detentadores del secreto en la
obtención de este color cuya elaboración siempre se
ocultó celosamente, fue un producto altamente cotizado durante siglos. Usado exclusivamente desde tiempos remotos por
emperadores, reyes nobleza, y alto clero, como dato curioso tenemos
que la palabra “purpurado” tiene su
origen en este tinte.
Este tinte los fenicios lo
obtenían a partir del caracol mediterráneo Murex brandaris y del africano Murex africanus:
Murex africano.
Realmente Murex es un
género circunscrito a la región del Indo-Pacífico, como demostraron Ponder y
Vokes (1988). Las especies atlánticas y mediterráneas se consideraban antaño
como Murex, pero pertenecen en realidad a Haustellum y otros
géneros. El mucus procedente de la glándula hipobranquial de estas especies se
empleaba en la elaboración del Purpura de Tiro o Púrpura real.
Para teñir las
túnicas se seguía un doble tintado. Por una parte se sumergía en un tinte
índigo que se conseguía de otro caracol Hexaplex trunculus. Después se
volvía a sumergir en un baño del Murex brandaris.
Según recoge
Homero: “El púrpura de tiro... se considera de la mejor calidad cuando tiene
exactamente el color de la sangre coagulada, y es de un tono negruzco a la
vista, pero de un aspecto brillante cuando se mantiene a la luz, por lo que
encontramos que Homero habla de “sangre púrpura”.
Su altísimo
precio derivaba de que conseguirlo era muy costoso. Para obtener un gramo de
tinte se necesitaban aproximadamente unos 9000 caracoles.
Podemos hacernos una idea de su alto coste si tenemos en cuenta
que en Roma en la época de César un pequeño pañuelo teñido de púrpura podía
costar más del sueldo de un mes de un funcionario medio. Había varias
tonalidades, más claras o más oscuras, pero la más utilizada era entre el
granate y el morado. Era el color de la franja de la toga de los altos
magistrados y de la toga triumphalis que llevaban los generales
victoriosos que celebraban el Triunfo. En la época del César fue autorizado por
el Senado a llevar esta toga permanentemente, lo que causó malestar al sector
más reaccionario del propio Senado, ya que este color estaba asociado con la
realeza. Los emperadores romanos no se atrevieron a utilizar la toga púrpura
por lo menos hasta Domiciano por este mismo motivo.
Conchas marinas
“Las conchas
de ciertos moluscos bivalvos marinos, concretamente del género Spondylus, tuvieron en la Antigüedad una gran
importancia y fueron objeto de comercio en diferentes regiones del globo, muchas de ellas
situados a gran distancia de la costa. Por ejemplo, conchas de Spondylus gaederopus, una
especie que vive en el mar Mediterráneo, aparecen en yacimientos neolíticos de los Balcanes,
Macedonia, Bulgaria, el
valle del Danubio y otras regiones centroeuropeas. La realidad es que a lo
largo de muchos siglos y
en distintas regiones del globo, avezados comerciantes se han aprovechado de ese inusitado interés
y han obtenido pingües beneficios a cambio de las humildes conchas marinas.
En las
playas de nuestras islas, sobre todo en las orientales, también suelen aparecer conchas de este tipo
después de producirse grandes marejadas. Pertenecen a Spondylus senegalensis, una especie llamada
"ostrón" en Canarias, que vive en todos los archipiélagos macaronésicos y en la
costa atlántica africana, desde Marruecos hasta Angola. Están conchas eran muy valoradas
antiguamente en regiones del interior del continente, como Malí o Burkina Fasso, donde
hasta hace poco su posesión era un símbolo de poder.
Se sabe que antes de la conquista de las islas realengas, los portugueses comerciaban con tribus africanas en
La Mina (Guinea), cambiando ostrones recolectados en Canarias y Cabo Verde por
su peso en oro.”[2] (L.
Sánchez Pinto)
Factorías de
túnidos: Garum
El garum o liquamen era un
subproducto de la salazon pues se hacia con las partes blandas del pescado que
se eliminaban al limpiarlo; intestinos, hipogastrios, gargantas, huevas,
ánguilas, alosas, salmones, sardinas, y
sangre, mezclados con vísceras, pequeños
peces completos, moluscos y condimentos de diversa naturaleza. Entre las
diferentes especies de malacofauna, los hallazgos de algunas cetarie subrayan
la importancia de bivalvos marinos como la Acanthocardia tuberculata,
la Glycymeris insubrica, la Ostrea edulis o la Callista
chione, o gasterópodos también marinos como la Charonia lampas.
Esta mezcla se
metía en salmuera y se exponía al sol durante largo tiempo, a veces meses. Si
se quería acelerar el proceso se calentaba artificialmente. El garum junto con
los perfumes era la sustancia más caras de todo el imperio romano.
Los primeros
en comercializar el producto fueron los griegos sobre el siglo IV a.e.a; de
hecho su nombre procede del pez que los helenos llamaban gáro y que en la
actualidad se le denomina caballa. Este producto estaba dirigido a las grandes
metrópolis y por consiguiente era un producto caro, de lujo, que hacía que
fuera un gran negocio para aquellos que lo fabricaban. La ubicación de las
industrias estaba generalmente en los arrabales de las ciudades costeras donde
se producían.
La naturaleza de dichos
ingredientes, el modo de preparación o el gradiente de salazón permitió la
producción de diferentes salsas. Así por ejemplo sabemos de la existencia de la
“flor del garum de morena”. Del mismo modo, cuando el garum se mezclaba con
agua para diluirlo se llamaba hidrogarum, en tanto que oenogarum,
oxigarum, oleogarum o pipegarum, si lo era con vino,
vinagre, aceite o pimienta.
El Archipiélago canario se encuentra en
medio de una de las principales rutas migratorias de túnidos en el Atlántico.
Su paso por Gran Canaria, sobre todo por
la costa sur y noroeste de la isla, coincide con la mitad de la primavera, el
inicio del verano y desde el inicio del otoño hasta la llegada del invierno.
Las especies más habituales son:
Lo que sí es cierto, que el atún
era muy apreciado en todo el Mediterráneo. Cuenta también Aristóteles, esta vez
acercándose un poco más a la realidad, que los fenicios cuando venían a
nuestras costas, viajaban con vientos del este hasta un lugar más allá de las
columnas de Hércules, donde se encontraba una extraordinaria cantidad
atunes.
Una vez pescados, los conservaban para
llevarlos a Cartago, donde, además de considerarlos un exquisito bocado, se
encargaban de redistribuirlo por otros pueblos ribereños del Mediterráneo. La
prueba de la gran consideración que tuvo en aquellas épocas este pez, es que su
característica silueta aparece incluso en viejas monedas púnicas.
Desde luego que esos pragmáticos comerciantes del Mediterráneo Oriental que la historia conoce por fenicios no sólo sabían de la afición del atún rojo a ir y venir, sino que sacaban de este saber provecho: las salazones de túnidos eran parte de su mercadería y atunes contrapuestos iban grabados en monedas encontradas de la primitiva Gadir (actual Cádiz) como si quisiesen así hacernos saber, a través de los tiempos, su conocimiento de la migración que en ambos sentidos circulaba entre las columnas de Hércules, más tarde rebautizadas por los invasores musulmanes con el nombre de uno de sus guerreros más osados: Tarik. Gibraltar.” (J.L. Díaz Luna, 1999)
En la actualidad continúa siendo uno de los
recursos pesqueros más importantes en Lanzarote.
Focas
La caza de focas está documentada desde los inicios de la invasión
y conquista de la isla por los piratas Jean de Bethencourt y su socio Gadifer
de la Salle conforme recoge la crónica de la conquista Le Canarien: “Después Gadifer, no sospechando nada en ningún modo
que Bertín de Berneval, que era de noble
linaje, pudiese hacer alguna malicia,
salió del Rubicón en compañía de Remonnet de Levedan y varios otros, con su bote; y pasaron a la isla de Lobos, para
conseguir pieles de lobos marinos, por la necesidad de calzado, que faltaba a los compañeros; y se quedaron allí algunos días, hasta que
les faltaron los víveres, porque es una isla desierta y sin agua dulce. Entonces mandó Gadifer a Remonnet de Le-vedan
con el bote al castillo de Rubicón, para buscar mantenimientos y que volviese al día siguiente, pues tenían víveres sólo para
dos días.
Cuando Remonnet y el bote llegaron
al castillo de Rubicón,
hallaron que tan pronto de haber salido Gadifer con los arriba dichos para la isla de Lobos, Bertín
se había marchado con sus
cómplices a un puerto llamado la isla Graciosa, donde había llegado la nave Tajamar. Y el
dicho Berlín dio a entender al maestre de la nave
muchas mentiras, y le dijo que prendería cuarenta hombres de los mejores que
hubiese en la isla de Lanzarote, que
valían dos mil francos, para que el dicho maestre lo quisiese
admitir en su nave, a él y a sus compañeros; e hizo tanto con sus falsas
palabras, que el maestre, impelido por su gran codicia, le dio su acuerdo; y
esto ocurrió el 15° día después de San
Miguel de mil 400 y dos; y en seguida volvió Bertín a Rubicón, perseverando en su malicia y en su malvada
intención.” (Le Canarien, 1980: 87-88)
Ámbar gris
En Canarias, hay algunos topónimos
que hacen referencia a este producto, como la playa del Ámbar, también conocida como Lambra,
en La Graciosa, o la punta del Ámbar, en Gran Canaria. Es muy probable que recibieran ese nombre porque
antiguamente allí
solían encontrarse, entre otras muchas cosas, masas de ámbar gris depositadas por las corrientes
marinas.
Otro producto muy
interesante relacionado con los cachalotes es el espermacite, un aceite de excelente calidad que se
encuentra en grandes cantidades en la cabeza de estos animales.
Antiguamente se hacían velas que duraban mucho tiempo, de ahí el nombre de “esperma” que aún se aplica
a la cera derretida.
En la parte norte de la isla deshabitada de La
Graciosa, se encuentra una pequeña
bahía arenosa, llamada por los del país
Playa del Ámbar.(1) Aquí se encuentra a veces una especie muy buena de ámbar gris, en una forma parecida a
una pera, y generalmente con un pequeño tallo: parecería por esto que crece en
las rocas debajo del agua y que se ve arrojado a la
playa por las olas, pues es corriente
encontrarlo después del tiempo tormentoso.[3]
(George Glas, 1982: 35)
El
archipiélago es zona de colonias estables de cetáceos se han identificado hasta
el momento 28 especies. Esta riqueza parece deberse a una combinación de
características físicas y biológicas atractivas para estas especies, como una
topografía que les facilita el encuentro con sus presas.
Sus tamaños varían desde menos de
Concretamente en las aguas cálidas y profundas en torno a Tenerife tienen una población residente de como mínimo 500 calderones tropicales (de un tamaño entre un delfín mular y una orca), y con un comportamiento intermedio a ambos, son animales que viven en grupos familiares compactos. Es fácil ver su típica cabeza bulbosa, sus aletas pectorales en forma de gancho y sus cuerpos largos en las aguas transparentes mientras nadan justo por debajo de la superficie antes de la inmersión en busca de calamares.
[1] De ese siglo,
más o menos, data también una pequeña cueva de Icod de los Vinos, en Tenerife,
donde se han encontrado resto de actividad humana, pero la diferencia del
hallazgo de Lanzarote es que se trata de una edificación al aire libre.
[2] En la época de la invasión
y conquista de las denominadas islas realengas, la recolección y
comercialización de las conchas era monopolio de la corona castellana, quien
concedía la exclusiva de este comercio a destacados personajes.
[3] El precio del ámbar gris era muy alto. A finales del
siglo XVI, en Tenerife se vendía a 10 ducados la onza, que significa, más o menos, que un
gramo costaba lo mismo que un barril de 60 litros lleno de trigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario