domingo, 19 de agosto de 2012

DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XIV


EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

CAPITULO III:

 

DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XIV


Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghaesn.


1351 Noviembre 7.
La bula «Coelestis rex regum» de Clemente VI (Avignon, 7 de noviembre de 1351)
erigiendo el Obispado de las Islas Afortunadas y designando a fray Bernardo, de la secta católica de los O.M.C., como primer prelado. Vaticano.

1352.
Consta que en el año 1352, Pedro IV el Ceremonioso, había solicitado a su Lugarteniente en la isla de Mallorca, un informe acerca de cómo habían sido introducidos en dicha isla doce indígenas de la isla de Gran Canaria, los cuales habían llegado allí en alguna expedición procedente de las expediciones mallorquinas a Canarias en el año 1.342. El motivo que tenía Pedro el Ceremonioso era la queja de algunas personas que habían adquirido los esclavos, y ahora pretendían Juan Doria y Jaime Segarra, llevarlos consigo a las Canarias, como parte de una expedición más compleja, donde querían integrarse con los nativos, y era preciso el concurso de los mencionados esclavos que habían aprendido la lengua catalana. Como medida cautelar, el Rey dictaminó que si los esclavos habían sido apresados “cum fraude”, que era justo que se llevasen nuevamente a su tierra, pudiendo ir con los expedicionarios; pero si habían sido adquiridos legalmente como cautivos, debía pagarse a sus dueños el justo precio por ellos. Los Canarios que zarparon rumbo a Canarias habían sido bautizados en Mallorca. No es improbable que además de estos doce Canarios hubiesen otros Canarios en Mallorca, que finalmente se integraran en dicha isla, dejando sucesión.

1353 mayo 8.

Primeros intentos de penetración del catolicismo en el Archipiélago Canario según el clérigo católico e historiador José de Viera y Cavijo.

“De fray Bernardo, primer obispo de las islas de la Fortuna
El cuidado que tuvo don Luís de la Cerda de enviar estos misioneros a las Canarias con­firma cuan verdadero era su celo; pero tenemos otra nueva prueba, ignorada hasta hoy de todos nuestros anticuarios y que merece en la historia eclesiástica una singular atención. ¿Quién había sabido que, luego que las Islas Afortunadas se eri­gieron en principado y que el Infante de La Cerda fue instalado solemnemente príncipe de ellas, se les dio también un obispo, a quien el mismo papa Clemente VI hizo consagrar en Aviñón con el tí­tulo de «obispo de las islas de la Fortuna»?

Con efecto, en el archivo del célebre monaste­rio benedictino medelicense o abadía de Melck en Austria, a cinco postas de Viena (donde estuve el día 19 de abril de 1781), se guarda un diploma original, por el cual consta que en 8 de mayo de 1353 fray Bernardo, obispo de las islas de la For­tuna, con otros obispos residentes en Aviñón, concedían indulgencias a la iglesia del referido monasterio. Tiene este diploma pendiente un se­llo de cera y en él grabada una imagen de la Vir­gen María, a cuyos pies se ve arrodillado el obispo, y a un lado y otro dos pequeños escudos de armas.

Ni del sello ni del contexto del diploma se puede conocer la orden de que era religioso este obispo fray Bernardo; pero como los franciscanos tuvieron desde luego gran parte en las misiones de nuestras islas, es de suponer que fuese de aquel mismo instituto. Lo que no se puede dudar es que éste ha sido el primer prelado de las Cana­rias y que el catálogo de los obispos de esta igle­sia debe empezar por él.” (José de Viera y Clavijo, 1987. T. 2: 214 y ss.)

1357.
El papa Clemente VI concede las indulgencias de cruzada a los ciudadanos mallorquines Juan Doria, Jaime Segarra y otros para que realicen una expedición misional a Canarias. Para ello se disponían a viajar a las islas con treinta personas piadosas que instruyeran en la fe a los aborígenes.
1360.
Hablar de los orígenes de Jinámar (Gran Canaria) se hace bastante complicado, debido a que los datos anteriores a la Conquista de la Isla son sólo aproximaciones y no realidades fundamentadas,  pero  podemos aventurarnos a explicitar algunas referencias del lugar.
En cuanto al nombre del lugar, a su topónimo,  hay que decir que posiblemente sea un vocablo aborigen muy extendido, porque también en la isla de Fuerteventura encontramos el lugar de Ginijinámar, lo que me lleva a pensar que pudiera tener relación con el sitio, relacionado con barranco de palmeras, posiblemente.  ¿En qué me baso para dar esta hipótesis?, pues en que el  vocablo “amar” aparece también en el de Tamaraceite y éste, parece ser que está relacionado con  zona poblada de palmeras. Además a la llegada de los mallorquines primero y los castellanos después, se encontraron con el barranco de Jinámar, que era una zona rica en palmeras, y que afortunadamente nos queda actualmente un vestigio de lo que fue aquel inmenso bosque de  palmeras  y olivos silvestres.
Corría el año 1360 cuando se tiene noticia de un desembarco por el Puerto de Gando, internándose aquellos mallorquines y aragoneses en aquellas desconocidas tierras, poniéndose a la defensiva los teldenses y agüimenses, para posteriormente hacer un furioso ataque que produjo muchos heridos y muertos en los europeos, rindiéndose el resto, entre los que se encontraban cinco sacerdotes franciscanos. Durante los primeros años de cautiverio se les atendió humanamente pero pasado el tiempo, al parecer, surgieron problemas lo que llevó a que se les condenara a muerte a todos los extranjeros.  Según las noticias que se tienen, los canarios respetaban  en mayor medida a los religiosos franciscanos, y es por ello que les concedieron cierta diferencia en cuanto al suplicio al que fueron condenados, pudiendo ser que se les diera la opción de escapar para luego ser perseguidos, o bien se les condenó a otro tipo de muerte, lo cierto es que se nos dice: “ Hay en el término de Jinámar, camino de Telde y media legua distante de la costa del mar, una caverna o abismo profundo, cuyo paradero se ignoraba. Precipitáronlos en ella y como, pasados algunos días, aparecieron parte de sus vestidos en el mar inmediato, conocieron  entonces que éste se comunicaba con aquellas cavernas inferiores. Cuando se considera esta crueldad de los isleños para con unos huéspedes que les habían plantado muchos higuerales, fabricándoles casas cubiertas de madera labrada…erigiendo dos pequeñas ermitas de piedra seca, donde colocaron algunas santas imágenes…”
Mi opinión, llevado a ella debido a lo confuso de los textos, es que si  la Sima de Jinámar, como parece estar estudiado, nunca tuvo salida al mar, los canarios encargados de llevar a efecto  la ejecución, permitieron la huida de los franciscanos, y para demostrar que habían ejecutado la sentencia cogieron sus ropas y las lanzaron al mar, en señal de que la sentencia se había llevado a efecto. También  pienso que una de aquellas dos ermitas, rodeada de un frondoso palmeral, higueras y olivos, sería la primitiva de Jinámar, la de la Concepción, pues en los primeros momentos de la conquista esta ermita estaba ya edificada desde hacía mucho tiempo, cosa lógica si nos atenemos a ese texto que nos narra las experiencias de los franciscanos en la zona, ya desde el siglo XIV. (Juan Francisco Santana Domínguez)

1360.
Mallorquines y catalanes, en dos galeras, llegan a Tamarant (Gran Canaria) con dos sacerdotes y ocho frailes; los guanches les hicieron prisioneros y les trataron benignamente, al cabo de unos años los ajusticiaron por faltar gravemente a los preceptos morales de los guanches;  los frailes  fueron arrojados por el risco de Jinámar.

1360.
El obispo de Canarias es un fraile franciscano llama­do Bonanato Tarín, es nombrado obispo de Telde (Gran Canaria) por el jefe de la secta católica Urbano V. Desde su residencia en Mallorca dirige la actividad misional en las islas.

1360.
La primera Torre de Gando /Gran Canaria) parece que fue levantada por unos frailes franciscanos hacia el año 1360, como "Oratorio-fortaleza" que fue destruido al poco tiempo por los canarii. La segunda fortificación es obra de Diego de Herrera, colono Señor de Canarias, en su intento por conquistar Gran Canaria en el año 1459; destruida por los antiguos canarios, sublevados frente a los desmanes de la guarnición. La tercera construcción fue consecuencia de los ataques portugueses. Diego da Silva, en un intento de la Corona de Portugal de anexionarse las islas, se dirigió con sus naves a Gran Canaria, penetró en la Bahía y tomó por asalto la Torre en 1459. Las reclamaciones de la Monarquía Castellana ante la Portuguesa harán que Silva devuelva la Torre, que sería reconstruida en 1462. La cuarta fortaleza, de duración efímera se construyó a mediados del s. XVI para resguardo y protección contra los piratas que atacaban las naves que llevaban los productos de la tierra para su exportación, fundamentalmente azúcar, a Europa y América. La quinta y actual Torre data de 1740, construida como fuerte militar por orden del Capitán General de Canarias Mariscal D. Andrés Bonito de Pignatelli, virrey de la colonia, obra de los ingenieros De la Riviere y De la Pierre.
1361.
Bartolomé fue nombrado este año de 1361 obispo de Telde, Tamarant (Gran Canaria) por el Papa católico Inocencio VI, en Avignon.

1366.
El rey Pedro IV de Aragón ordena facilitar al caba­llero Joan de Mora aparejos y armamentos para la expedi­ción naval que estaba preparando en Mallorca para la defensa de las Islas Canarias contra la ingerencia de otros países.
1367.
En la carta portulana de los hermanos Pizzigani recoge la existencia de las Islas Canarias, se le otorga a la  isla de Gomera el nombre de  clane" o "de clarie".
1367.
El tercer obispo de las islas es un fraile minorita llamado Francisco.

1369.
Bernardo de Marmrando (?) y Pedro de Strata, barceloneses, exponen al Papa Urbano V, en Viterbo, el deseo de diez sacerdotes seculares y veinte religiosos de ir a evangelizar las Islas Canarias;  y le presentan su proyecto de enviar un navío para la evangelización; para lo cual le piden autorización. En la época, bajo el silogismo evangelización lo que realmente se escondía era una operación de saca de esclavos.

1369.
El Papa Urbano V, por la bula Ad hoc semper de Viterbo, a 30 de septiembre de dispone que los obispos de Barcelona y de Tortosa envíen a las Islas Canarias diez sacerdotes seculares y veinte  religiosos de la secta católica:  "... en Canaria y demás islas adyacentes, llamadas Fortunadas, había gente de uno y otro sexo que, no teniendo más ley ni secta que la adoración del Sol y la Luna, sería muy fácil reducirla a la fe de Cristo por medio de la predicación de su divina palabra. Que algunos religio­sos mendicantes y clérigos seculares, encendidos en el celo de misma cristiana fe y confiando en la misericordia de Dios omnipotente, estaban aparejados para navegar a aque­llas islas a fin de predicarlas y convertir a sus moradores Se desconocen los resultados de este proyecto.

1369.
Probable expedición mallorquina a las islas Canarias. "Hay, asimismo, hacia Occidente, algunas islas descubiertas de una manera casual y maravillosa no ha mucho, desde el año del Señor de 1370 o aproximadamente ... Como unos piratas persiguiesen hostilmente cierta galera o nave del rey de Aragón, los marineros, dejando a su espalda la tierra firme, es decir, el reino de Aragón, sin esperanza y contra su voluntad se lanzaron a toda vela por la inmensidad del mar Océano, hacia Occidente, empujados por un violentí­simo viento Levante que nace de Oriente, que continuó aún con gran furia, durante nueve días y nueve noches en el desamparo del mar. Por fin, en la mañana del décimo día, salido ya el sol, mientras contemplaban unos agudos mon­tes...". Se encontraban ya ante las Canarias, donde se relacionaron con los aborígenes. Luego regresaron a Ara­gón llevando consigo algunos de éstos.
Este acontecimiento solicitó alguna expedición posterior, contando ya con el apoyo real.” Florentino Pérez Embid.
1369 septiembre 2.
Primeros intentos de penetración del catolicismo en el Archipiélago Canario según el clérigo católico e historiador José de Viera y Cavijo.

“Misioneros por el papa Urbano V
Quizá ya no vivía, cuando aquellos cristia­nos aragoneses y mallorquines que deja­mos cautivos en la Gran Canaria tuvieron modo, antes de perder la vida trágicamente, de avisar el estado de sus trabajos apostólicos en aquella isla, por medio de ciertos comerciantes catalanes que habían llegado a ella. Entre éstos eran los princi­pales Beltrán de Marmando y Pedro de Estrada, vecinos de Barcelona, quienes, tomando por su cuenta la solicitud de enviar misioneros a los ca­narios, juntaron en Cataluña hasta unos veinte re­ligiosos y clérigos seculares que, llenos de cris­tiano celo, desearon emprender tan gloriosa obra y embarcarse. Entre estos misioneros se contaban algunos frailes dominicos del número de aquellos que fray Elias Raymond, general de su orden, ha­bía destinado en España, para que, como opera­rios de la viña del señor, se ocupasen de la con­versión de los infieles.

Los generosos catalanes hicieron más, porque pasaron en persona a Viterbo, donde el papa Ur­bano V se hallaba a la sazón, y habiéndole dado a conocer cuál era el país de la Gran Canaria y demás islas comarcanas, la religión de sus mora­dores y la suma facilidad con que podrían entrar en el gremio de la Iglesia Católica, el Santo Padre tuvo por conveniente despachar su bula, en la misma ciudad, a 2 de septiembre de 1369, diri­gida a los obispos de Barcelona y de Tortosa, a fin de que permitiesen y acelerasen la partida de aquellos misioneros, autorizados con el beneplá­cito de la silla apostólica.

Decía Su Santidad: Que sus amados hijos Bel­trán y Marmando y Pedro de Estrada le había in­formado cómo en Canaria y demás islas adyacen­tes, llamadas Fortunadas, había gente de uno y otro sexo que, no teniendo más ley ni secta que la adoración del sol y de la luna, sería muy fácil de convertir a la fe de Cristo, por medio de la predi­cación de su divina palabra. Que algunos religio­sos mendicantes y clérigos seculares, encendidos en el celo de la misma cristiana fe y confiando en la misericordia de Dios omnipotente, estaban aparejados para navegar a aquellas islas, a fin de predicarla y convertir sus moradores, si fuese del agrado del Papa y de la Santa Sede, etc., etc.

Los historiadores no nos dicen cuál fue el éxito de esta cristiana expedición a nuestras islas; y sólo sabemos, como vimos en el tomo primero, que por los años de 1386 empezó a derramar las semillas de la religión de La Gomera el capellán de cierto caballero de Galicia, que bautizó a mu­chos naturales y que murió poco después.

Pero lo que más preparó los ánimos de los guanches para el culto católico fue la santa imagen de la Cande­laria, introducida en Tenerife del modo singular que hemos referido largamente.” (José de Viera y Clavijo, 1987. T. 2: 214 y ss.)
1375.
El planisferio catalán de Abraham Cresques recoge la existencia de las Islas Canarias.
1377.
El viaje de Ruiz de Avendaño. "Reinando en Castilla el rey don Juan el primero, hijo del rey don Enrique II, trayendo guerra con el rey de Portugal y el duque de Alencastre de Inglaterra sobre el señorío de Castilla, que decía el duque de Alencastre pertenecerle (...) hizo el rey don Juan una armada por la mar de ciertos navios, y puso por capitán dellos a un caballero vizcaíno, que se decía Martín Ruiz de Avendaño, el cual corría toda la costa de Vizcaya y Galicia y Inglaterra, que sería año de mil trescien­tos y setenta y siete, poco más o menos. El cual navegando, le dio un temporal, que les hizo arribar a Lanzarote (Titoreygatra), y tomó puerto. Y salió el capitán y gente en tierra, y los isleños lo recibieron de paz, y le ofrecieron refrescos de lo que en la tierra había, de carne, leche y queso, para refresco de su armada; y fue aposentando en la casa del rey, que se decía Zonzainas. Tenía este rey una mujer, llamada Fayna, en quien hubo Martín Ruíz de Avendaño una hija, que llama­ron Ico, en este acogimiento y hospedaje..." J. Abren Galindo.

1377.
Fray Francisco, O.F.M., figura como obispo de Telde, en la isla de Tamarant (Gran Canaria).

1384.
Unos frailes ermitaños piden al Papa Urbano VI, en Roma, autorización para ir a evangelizar las Islas Canarias.
1384.
El Atlas Walckenaer-Pinelli recoge la existencia de las Islas Canarias.
1385.
El portulano de Guilelmus Soleri recoge la existencia de las Islas Canarias.
1386.
“En igual forma han conservado nuestros historiadores la memoria del arribo de otras dos embarcaciones europeas a estas islas, a fines del siglo XIV y en tiempo de la guerra que sostuvo don Juan el I de Castilla contra el rey de Portugal y el duque de Láncaster. La isla de La Gomera, según los vestigios que se hallaron, cuando llegó el caso de su última reducción, había sido sin duda el teatro de estas visitas; pero se discurre sobre la materia con alguna diversidad. Unos dicen que, entre los caballeros de Galicia que siguieron el partido de Láncaster, se distinguió mucho don Fernando de Ormel, conde de Ureña o de Andeiro, natural de La Coruña y padre de don Juan el I de Portugal asesinó dentro de la casa de la reina doña Leonor. Este oficial, pues, que recorría con una pequeña escuadra en 1386, las costas occidentales de España, penetró, azotado de una tormenta, en una de sus carabelas, hasta nuestras islas y surgió en la de La Gomera. Otros quieren que esta nave perteneciese a un don Fernando de Castro, también gallego, quien, desembarcando por el Puerto de Hipare, tuvo una sangrienta refriega con una escuadrilla de isleños mandados por el hermano del rey Amalahuige, en la que dicho príncipe quedó muerto atravesado de un pasador. Añaden que, habiendo recibido aquel monarca esta noticia, puso toda la tierra en armas y marchó en busca de los invasores, a quienes atacó tan vigorosamente, que les precisó a atrincherarse en el ventajoso puerto que llaman de Argodey, donde los tuvo bloqueados dos días, al cabo de los cuales, como se viesen forzados del hambre y la sed, se rindieron a discreción. El P. Abreu Galindo, que escribía este suceso, nos da una idea favorable de la clemencia de aquel príncipe bárbaro, asegurando que trató a todos los prisioneros, no como a homicidas de su hermano y perturbadores de sus dominios, sino como a unos extranjeros rendidos que hacían mucho honor a sus armas, regalándoles y dándoles unos ejemplos de humanidad que después no se imitaron bien. Don Fernando de Ormel, o de Castro, respetando los favores y las fuerzas del vencedor, le presentó algunos vestidos, espadas y broqueles que estimó en mucho; pero sin duda fue un presente incomparablemente más rico el de haberle dado su propio nombre en el baustismo y empezado a plantar la verdadera religión en aquella tierra, con tal suceso, que, cuando don Fernando obtuvo licencia para retornar a la Europa, le suplicó Amalahuige tuviese a bien dejar en la isla el capellán, a fin de que catequizase y bautizase a sus pueblos. Es tradición que el venerable clérigo consumó la carrera de su apostolado poco después (sobreviviendo pocos días a la ausencia de su patrono).”  (Viera y Clavijo))
Viera, siguiendo la exposición de Abreu Galindo hace de Fernando un caballero gallego de fines del s XIV. Hubo entonces, en efecto, un Fernando de Castro, alférez mayor y adelantado mayor de Galicia, conde de Traslamara, de Lemos y de Sarria por título de don Pedro el Cruel, de 23 de junio de 1366, al servicio de Portugal de 1372. Evidentemente, éste debe ser el "caballero muy principal del reino de Galicia", de quien hablaba Abreu Galindo; pero no sabemos hasta qué punto serán auténticos sus datos referente a un viaje de este personaje a Canarias. Es posible que se trate de una confusión con otro Fernando de Castro, portugués, quien hizo una expedición a Canarias, por orden del rey de Portugal, en 1424. Esta expedición, aludida por Alonso de Cartagena en sus alegatos sobre Canarias (Silva Marques, Descobrimentos portugueses, vol. I, Lisboa 1944, pág. 291-346), no carecía de importancia militar. Estaba formada por 2000 hombres y 120 de a caballo; y según Barros, quien afirma haber visto las cuentas de la misma, sólo el flete costó 39.000 doblas de oro; a esta expedición se refiere sin duda la reclamación de la ciudad de Porto, en 1439, que aun no había podido recobrar el dinero anticipado en aquella ocasión. El jefe Fernando de Castro, era padre de Alvaro de Castro, futuro conde de Monsanto. Barros refiere el desembarco que hizo en Gran Canaria, y que quedó sin resultado, ya que todo aquel ejército tuvo que reembarcar deprisa, por faltarle los mantenimientos. Se debe notar, sin embargo, que las dos expediciones difícilmente podrían confundirse, a pesar de la homonimia de los dos jefes, ya que la primera tiene por escenario La Gomera, y la segunda Gran Canaria. La expedición de un Joao de Castro a Gran Canaria, en 1415, que refiere Diogo Gomes (Vitorino Magalhaes Godino, Documentos sôbre a expansao portuguesa, Lisboa, (1945) vol I, págs. 69-70), podría ser confusión con la de 1424. En fin, las circunstancias de la expedición a La Gomera, tales como las repite Viera, después de Abreu Galindo, recuerdan demasiado a las del episodio de Diego de Silva, casi un siglo más tarde. Leonardo Torriani sitúa el suceso en el año de 1384, haciendo referencia a un solo personaje: Fernando Ormel de Castro. (Descripción de Las Isla Canarias, 1959:205-6)
1386.
Por estas fechas sitúa una antigua tradición el arribo a las islas Canarias de una expedición misional que partió de Barce­lona para evangelizar a los indígenas. La leyenda afirma que los trece religiosos que componían la misión fueron asesinados por los naturales después de siete años de estan­cia en las islas.

1390.
Hay en esta isla de Tenerife una imagen y figura de Nuestra Señora la Virgen María, con un Niño Jesús en brazos, intitulada Nuestra Señora de Candelaria, por cuya figura Dios Nuestro Señor obra ordinariamente muchos milagros. No se sabe ni se ha en-tendido como haya venido ni quién la haya traído, ni qué tanto tiempo ha, sino só1o una fama confusa que hay de cien años, antes más que menos, que la isla se ganase de los cristianos. Según la cuenta de los antiguos, fué su aparecimiento año de 1390.

Dicen que en el término de Güímar, a la banda del Sur, cuatro leguas de la ciudad de San Crist6bal de La Laguna, en un lugar desierto junto al mar, a la boca de un barranco donde hoy está una cruz sobre una piedra junto a una cueva, yendo dos guanches naturales de esta isla por la costa apacentando su ganado, habían de pasar el ganado por la playa y meterlo en aquella cueva, como solían, a ordeñar las cabras; y, yendo un día comiendo derramado por la boca del barranco, se espantó el ganado, y, por más que hacían y silbaban, no querían pasar las cabras para entrar en la cueva; de que se admiraron los dos pastores, viendo remolinar las cabras como espantadas. El uno de los pastores, creyendo fuese alguna gente que le quería robar su ganado, como otras veces lo habían hecho y era costumbre entre ellos hurtarse unos a otros, y, para certificarse, se paso adelante. Y, mirando hacia aquella parte del barranco, vio la santa imagen que estaba en pie sobre una piedra grande; y, como persona que está desviada a ver seme- jantes visiones, con mucho miedo y temor se la puso a mirar y considerar, y pareció1e mujer, aunque extraño el traje. Y, porque entre ellos era costumbre, si topaban alguna mujer en lugar solitario, no hablarle, porque incurrían en grave pena, por ser delicto, hízole señas que se apartase, para que el ganado pasase a la cueva, porque no podía por
otra parte, sin rodear. Y, como la santa imagen no hiciese movimiento, amohinado el pastor, tom6 una piedra y, levantando el brazo para tirársela y queriéndola desembrazar, se le qued6 el brazo sin poderlo menear, con la piedra en la mano y gran dolor.

El otro pastor y compañero, como vio el bulto que no se meneaba, cobró más atrevimiento y co1era y, llegándose cerca de la imagen, para satisfacción suya, con una tabona o laja de pedernal muy aguda quiso cortar la mano a la santa imagen; y, pensando cortaba la mano a la imagen, que tenía con su mano, se cortaba su misma mano, sin hacer daño en la imagen. Y, como se vía salir sangre de su herida y mano, ciego de la co1era y siendo porfiado, tornó otra vez a querer cortar la mano a la imagen, y cortaba su propia mano, de las cuales heridas corría mucha sangre; y la mano de la imagen quedo sin lesión ni daño, y los pastores quedaron el uno tullido del brazo, y el otro herido.

Los dos pastores guanches, viéndose tan mal tratados, entendiendo ser aquella imagen cosa del cielo, acordaron dar aviso y noticia de lo que habían visto y con ellos había pasado, al rey de Güímar. El rey, como los vio tullido y herido, determinó llamar a consulta a los más principales y allegados de sus tierras y casas (aqueste llamamiento y
consulta llaman ellos en su lenguaje tagoron); y acordaron todos ir a donde la santa imagen estaba, y con ellos toda la gente de la comarca.

Llegados al lugar y vista la santa imagen todos quedaron admirados y espantados, viendo la gravedad y majestad que representaba, y ninguno se atrevió ni osaba tocar en ella, no les sucediese lo que a los pastores. El rey dijo a los pastores que estaban lisiados, que ellos, que la habían tocado, fuesen con reverencia y la tomasen, para llevarla a su casa, donde quería ponerla; y así se hizo y en tocando los pastores a la santa imagen, luego a vista de todos fueron sanos, que causó grande admiración.

Vista por el rey de Agüímar la maravilla que en su presencia había obrado, considerando ser cosa del cielo, dijo no era justo villanos tocasen a ella, estando él allí y los principales de su tierra; y así la tomaron con mucho acatamiento y decencia y gran temor. Llevándola en brazos como a un tiro de arcabuz, se hizo tan pesada, que no pu- dieron menearla. El rey y todos los que le acompañaban, visto esto, siendo antes liviana y que se podía llevar, se hincaron todos de rodillas, suplicándole se dejase llevar donde querían ponerla. Luego tornaron a tomar a la santa imagen en brazos y, haciéndose liviana, tornaron a caminar con grande contento, dejándose llevar, haciendo en aquel lugar señal, que después los cristianos hicieron allí una ermita intitulada Nuestra Señora del Socorro. y llegaron con la imagen a la cueva, que era como despensa del rey, que llamaban Avehon, media legua de donde apareció, en un barranco que llaman agora Chinguaro, donde en un canto de la cueva, sobre unas pieles de cabras, le hicieron su estancia; donde esta santa imagen hizo y al presente hace muchos milagros. (Fr.J. Abreu Galindo; 1977:302-4)

1391.
Los genoveses Bartolomé Scariafíga y Bartolomé Bargazo y el sevillano Juan González organizan una expe­dición a las islas Canarias. La nave Santa Ana, tripulada por andaluces y catalanes, toca en Erbania (Fuerteventura) y continúa hacia Guinea. En noviembre de ese año se registra la venta en Barcelona de un esclavo indígena de Fuerteventura que pudo ser llevado a la Península Ibérica por la citada expedición.

1391.
Se hace mención de trece «fraires chrestiens», martirizados por los guanches después de siete años de tratar de evangelizarlos. Seguramente como era habitual en estos religiosos católicos, faltaron a las leyes morales de los guanches, propasándose con las mujeres, delito que estaba castigado con la pena de muerte.

1392.
Jaime Olzina es nombrado obispo de Telde, isla de Tamarant (Gran Canaria) por el Papa Bonifacio IX, en Roma. Este fue el último obispo de la diócesis de Telde; la cual se extinguió a finales del siglo debido a las continuas invasiones de los esclavistas europeos, y  salteadores y esclavizadores de los guanches.
1393.
Las Crónicas de Enrique III, narran la primera expedición castellana al Archipiélago Canario: «En este año, estando el rey en Madrid, oyo nuevas como algunas gentes de Sevilla e de la costa de Vizcaya e Guipúzcoa armaron algunos navíos Sevilla... e pasaron a las islas que son llamadas Canarias, como quier que otros, e andovieron en la mar fasta que bien sopieron... E enviaron a decir al lo que allí fallaron e como eran islas ligeras de conquistar, si la su mercer fuese, e a pequeña cosa»
1393.
Llega a la isla Gomera la expedición vasco - andaluza de Gonzalo Pérez Martell y Álvaro Becerra.
1393.
Una banda de depredadores que componían una expedición española de saqueo (vizcaíno-sevillana) al mando de Gonzalo Peraza Martel, señor de Almonáster, vizcaíno, llega con licencia de Enrique III de Castilla a las islas al frente de una expedición de cinco navíos. Saqueó la isla de Titoreygatra y se volvió a Castilla con despojos, y con la presa de  los reyes de Titoreygatra (Lanazarote) Guanareme y Tinguafaya junto con 160 guanches mas  esclavizados. La desaparición de estos reyes de la isla provocó desacuerdos en torno a quién habría de sucederles, interrogante que concluyó con la ordalía de la nobleza de Ico. Con esta, en realidad, se sometía a juicio la nobleza de Guadarfía o Guadafrá, hijo de Zonzamas y de Fayna, en cuanto que la falta de casta de Ico (de resultar de la ordalía que no era hija de Zonzamas, sino de extranjero) habría afectado a todos sus parientes.

1393.
En este año que los castellanos vinieron a las islas habían pasado 102 años desde que se tuvo noticias de ellas en Levante 73 desde que el Rey de Nápoles  comerció con ellas, y 47 desde que envió á ellas el Príncipe Luis29; y ahora esta Armada parece fue enviada por Castilla, concuerdan los que hablan de esta Armada de castellanos, que el capitán fuese Hernando de Castro, quién ó cómo fuese, no sabemos, más en tiempo del Rey Don Pedro de Castilla antecedente á este más de 30 años, tuvo este Rey una Armada contra Aragón, siendo su Almirante de este nombre Don Fernando de Castro, en el año 1365; éste era señor de Monforte, Lemos y Sama y Castrojeril, mayordomo del Rey Don Pedro, hermano de Doña Juana de Castro con quien se casó, repudiada y presa en Burgos la Reina Doña Blanca; eran hijos de Don Pedro de Castro y Guerra y de Doña Isabel Ponce de León, viuda de Don Diego Haro, Señor de Vizcaya, nieto del primer Don Diego Haro; y pudiera ser, ó este caballero, ú otro deudo ó sucesor, quien fuese á estas Islas 30.

Demás de haber comerciado los mallorquines en las Islas, también en las costas de África, en Cabo de Guer, donde llamaron Santa Cruz de Berbería, donde murió un religioso Agustino, y tienen su cuerpo entero, y libros y otras alhajas que fueron suyas, y éste vivió en Canaria con ejemplo de buena vida asistiendo algunos años á los cristianos que vivieron y comerciaron en la Isla. (Marín de Cubas, [1694] 1993)

1393.
País Vasco.- En el año 1393 fue célebre la llegada de barcos armados con capital sevillano, vizcaíno y guipuzcoano. En estas correrías fueron apresados los Reyes de Lanzarote, junto con 170 súbditos. El destino de estos fuese probablemente el País Vasco o Andalucía. También cabe la posibilidad que fuese Italia. Lo cierto es que también es muy probable que cuando las Islas se hallaron bajo el signo de la Corona de Castilla, casi un siglo después, algunos de esos esclavos pudieron haber sido manumitidos y recobrando su libertad, o bien los hijos de aquellos, regresando en algún porcentaje a las Islas con nombres y apellidos impuestos en su lugar de procedencia.

Otros quedaron en su destino, integrándose con familias y concediendo a dichos lugares la formación de linajes con sangre de las Afortunadas.

1394.
Según consta en la documentación de la época, el obispo de Telde es un dominico llamado Jaime Oleína que reside en Mallorca.

1396.
El primer Conde de Niebla, fallecido por 1396, dejó al tercero de sus hijos, una misteriosa "Isla de Ardiles". La compró su hermano mayor, Enrique de Guzmán, que se llamó "señor de las Islas de Canaria", entre 1415 y 1428. El título aparece en escrituras públicas, de uso privado, pero no en documentos de la real chancillería.
1399.
Era muy frecuente por estos tiempos la navegación desde Sevilla y los puertos de Andalucía a las Islas Aforturtunadas.

1400.
El pirata Juan IV de Benthencourt (Betancor, Vitancorto), franco-normando, barón de St. Martin de Gaillard (en el condado de Eu), recibió por traspaso de supuesto derecho de conquista de las Canarias  que Robert de Braquemont (Rubín de Bracamonte) había recibido de Enrique. III de Castilla como premio por su ayuda en la guerra contra Portugal. Así, al proponerse efectuar la conquista, se hace vasallo de Castilla reconociendo como señor al  rey Enrique III (Las Casas, Histo, I, 18; BAE, XCV, 72b).

Para ello se asocia con otro pirata,  Gadifer de Lasalle (el don Gaiferos de que hablan los romances castellanos). Este Gadifer de Lasalle había sido almirante del rey de Francia, empleo del que fue desposeído debido a su más que dudosa moral. Con una galera de su propiedad se dedicaba al corzo, piratería y trata de esclavos. (Las Casas)





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