EFEMÉRIDES
DE LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
CAPITULO
III: DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XV
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1441 - 1450
1441. Muere Guillén de las Casas y hereda el señorío de las islas
Canarias Fernán Peraza, señor de Valdeflores (que era lugarteniente de aquél en
las islas que había “adquirido” en 1430), quien había casado con Inés de las
Casas, nieta de Guillén e hija de Juan de las Casas.
1441-1449. Sede de Rubicón, vacante de clero colonos católicos.
1441. El Papa Eugenio IV autoriza el 27 de junio de 1441 la
fundación del eremitorio de Sanlúcar de Barrameda para facilitar el pasaje de
colonos franciscanos a Canarias, a petición de Fray Juan de Logroño.
1441. Llegan a las islas los colonos de la secta de los franciscanos
San Diego de Alcalá, del convento de Arrizafa, y Fray Diego de Santorcaz, del
convento de San Francisco del Monte (prov. De Córdoba), ambos de la Observancia.
1441.
Fray
Diego de San Nicolás (14 de noviembre de
1400-13 de noviembre 1463)
Fue enviado como misionero a la colonia de a las
Islas Canarias, al convento de Arrecife en Titoreygatra (isla de Lanzarote),
donde trabajó de portero. En su función de portero del convento tuvo ocasión de
ejercer la caridad con gran generosidad, a veces considerada excesiva por sus
hermanos de comunidad. Después vivió en el convento franciscano de Erbania
(Fuerteventura) hasta que regresó a la península ibericva en 1449. Durante
cuatro años desempeñó el cargo de guardián del convento. Las Islas Canarias,
que en 1402 habían sido invadidas y
colonizadas por el pirata Jean de Bethencourt y su socio Gadifer de La
Salle, habían sido catequizadas inicialmente por los franciscanos. Muy pronto
prosiguieron la tarea los Franciscanos Observantes (un movimiento de reforma
dentro de la Orden de los Hermanos Menores, fundando en 1422 el convento de
Fuerteventura. A la muerte del primer guardián y Vicario de la Misión de
Canarias, todos los ojos recayeron en fray Diego, que fue elegido
sucesor y tuvo que trasladarse allí. Los dirigentes de la Orden se habían
saltado la norma legal de no conferir ningún cargo de gobierno a un hermano
lego. Embarcó para la Isla Tamarant (Gran Canaria, pero una tormenta le obligó
a retroceder a Fuerteventura, donde, al poco tiempo, recibió la orden de regresar
a España, yendo a San Lucar de Barrameda.
1443. El Papa Eugenio IV, por la bula Etsi suscepti, de Florencia,
a 9 de enero de 1443 (suplicada por el emisario Fernio Lopes de Azevedo),
concede en patrimonio a la Orden
de Cristo las islas del mar Océano que ya le pertenecen (las Azores, al menos dos)
«et quas in posterum illas christifidelium largitionibus vel alias iuste
conquisierit, insulas, licet nondum populatae fuerint similiter recipere».
Parece que el infante tenía en perspectiva las dos islas Canarias
(Tamaránt y Gomera) que ya había pedido
a Juan II de Castilla,
1444. El capitán Lanzarote, volviendo de Arguim, de donde traía
muchos cautivos, pasando por Gomera, va a La Palma y cautiva a 17 pastores
indígenas; después, al volver a Gomera para dejar a los indígenas de ahí que le
habían ayudado, cautivó otros (Hist., I, 19; BAE, XCV, 78a). Al llegar
a Portugal, el infante le mandó devolverlos a sus tierras (Ibid., 78b).
Posteriormente, al hablar de Lanzarote en las intervenciones de los portugueses
en la costa, dice el Padre Las Casas que, tornándose a Portugal, tomaron de
camino (en Gomera, supongo) 15 pescadores y 1 mujer. Como digo en su lugar, al
hablar de las intervenciones portuguesas en la costa, debieron de ser 20
pescadores y 1 mujer (Hist., I, 24; BAE, XCV, 92a).
1440.
Datos etnohistóricos sobre el cantón de Tigalate
Demarcación
territorial
Los datos
etnohistóricos sobre la etapa prehispánica de La Palma son muy
fragmentarios, escasos y repetitivos hasta la saciedad por todos los autores
antiguos que trataron estos temas en sus escritos, de tal forma que da la
sensación de que todos ellos se copiaron entre sí de un mismo texto, hoy
desaparecido. Uno de los temas donde mayores discrepancias nos encontramos
es, precisamente, en el apartado de las diferentes demarcaciones territoriales
y geopolíticas en las que estaba compartimentada la isla. Todos los
relatores de la conquista coinciden a la hora de dividir la antigua Benahoare
en doce bandos independientes cuando llegaron los conquistadores a
finales del siglo XV. Ahora bien,
los problemas se plantean al hacer referencia a momentos cronológicos más
antiguos y para los cuales se han aportado otras dos versiones diferentes a la
enunciada en primer lugar.
Las
referencias más antiguas nos son proporcionadas, a fines del siglo XVI, por el portugués Gaspar Frutuoso quien, a
pesar de todo, no nos aporta ningún dato concreto sobre el momento en que
la isla estuvo compartimentada tal y como él nos indica. Según este
autor, La Palma estaba dividida en cuatro reinos independientes a cuyo
frente se hallaban otros tantos reyes. Uno de estos jefes habitaba en
Tijarafe y se llamaba Altini; otro vivía en Tazacorte y desconocemos su
nombre; el tercero tenía su residencia en Mazo y era conocido por Maxorco o
Maxerco. La poca fiabilidad de los datos que nos aporta Gaspar Frutuoso
se pone de manifiesto en el hecho de que se olvidó o no conocía nada sobre el
cuarto reino.
No
obstante, y si partimos de la base de que las anotaciones de Gaspar Fmtuoso son
correctas, podríamos suponer que el cuarto reino estaría simado en
algún punto del norte-noreste de la isla, de tal forma que ésta quedaría
dividida en cuatro cuadrantes que tendrían una superficie y rasgos geográficos
bastante similares. Ello nos viene a indicar que la isla se estructuró
en grandes comarcas naturales que guardaban notables similitudes en
cuanto a su geología, clima, relieve, paisajes y vegetación, de tal forma que
se adecuaban perfectamente al tipo de vida y actividad económica, fundamentalmente
pastoril, que practicaron los benahoaritas. Una compartimentación de
este tipo permitía que cada uno de los cuatro reinos pudiese sobrevivir sin
depender de la ayuda de los tres restantes, a menos que se produjesen graves
carestías o calamidades (sequía, incendios, plagas, etc.). La filosofía
que latía debajo de esta subdivisión era exactamente la misma que la
propuesta por otros autores como J. Abreu Galindo cuando llegaron los
conquistadores, tal y como comprobaremos más adelante. Desgraciadamente, esta
distribución zonal sólo nos es apuntada por el ya citado Gaspar
Frutuoso, lo que hace más problemático completar sus escuetos e imprecisos
datos. De cualquier forma, lo que sí se pone de relieve es la importancia
que ya por entonces tenía la zona de Mazo, puesto que era el lugar de
residencia de uno de los cuatro reyes insulares.
J. Álvarez
Delgado indicaba que, hasta 1440, la isla estaba regida por un único
rey que tenía poder sobre todos sus habitantes. A su muerte se dividieron
sus dominios entre sus descendientes más directos. Al igual que sucedía en
el caso anterior, este investigador no apunta las fuentes utilizadas que le
permitieron llegar a tal conclusión y, por tanto, sus teorías deben ser tomadas
con cierta cautela. Sin embargo, en esta hipótesis se dan algunas
referencias que pueden confirmarse de forma indirecta y que dan cierto aura de
veracidad a sus informaciones. El hecho de que la antigua Benahoare estuviese
gobernada por un sólo rey podría ser una de las razones que expliquen los
estrechos lazos de parentesco que existían entre los distintos capitanes
que estaban al frente de cada uno de los doce cantones en que se hallaba
dividida la isla cuando llegó Alonso Fernández de Lugo.
Sin
duda, las referencias más precisas sobre la compartimentación geopolítica
durante la época prehispánica de La
Palma nos son proporcionadas por J. Abreu Galindo. Los datos
aportados por este autor serán repetidos posteriormente, con apenas alguna
variación insignificante, por otros escritores como Tomás Arias Marín de Cubas, J.
de Viera y Clavijo, etc.
Todos
estos apuntes etnohistóricos nos hablan de la división de la isla en doce
bandos independientes a cuyo frente se situaban una o varias personas e, incluso
en algún caso, hasta tres que estaban estrechamente emparentados entre sí. Para
la gran mayoría de estos cantones no se establecían unos límites
geográficos precisos (Figura 1).
"El quinto señorío, Tigalate y Mazo hasta
Tedote, donde al presente llaman la Breña , interpretada en castellano; porque tedote
en lengua palmera quiere decir "monte". Y de esta
tierra eran señores Juguiro y Garehagua, hermanos; y a
éste le llamaron de este nombre, porque al tiempo que nacía,
dicen que cercaron a su madre muchos perros; y porque haguayan
quiere decir en su lengua "perro ", por eso le pusieron el nombre, el
cual era mal acondicionado y muy belicoso." (J. ABREU GALINDO; 1977:
267).
Tigalate
lindaba al norte con el cantón de Tedote, en un lugar impreciso de
Las Breñas, que el Dr. Mauro S. Hernández Pérez sitúa en el Barranco de
Amargavinos. (1977: 32), que actualmente separa los términos municipales
de Breña Baja y Breña Alta. Sin descartar esta hipótesis, nosotros nos
inclinamos por colocar la línea divisoria algo más al sur, coincidiendo con
la separación histórica entre Mazo y Breña Baja. El hito geográfico
que señala la separación coincide con el trazado de un antiguo camino real que
discurre desde la costa a la cumbre y que pasa junto a la Montaña de La Breña. No debemos
olvidar que todos estos senderos tienen, en la gran mayoría
de los casos, unos orígenes claramente prehispánicos que posteriormente, tras
la conquista de la isla, continuaron con su misma utilidad o se adecuaron a las
necesidades de la nueva sociedad que se estableció a finales del
siglo XV.
En el caso
de los cantones prehispánicos del sur de la isla (Tigalate, Ahenguareme,
Tamanca, Tihuya y Aridane) la separación territorial entre unos y otros plantea
ciertas dificultades debido a la ausencia de accidentes geográficos
destacados, como puede ser la inexistencia de barrancos de gran
entidad, tal y como sucede en la mitad norte de La Palma. Por tanto, no nos
parece nada descabellado suponer que la impresionante mole de la Montaña de La
Breña sirviese como línea divisoria entre los bandos de Tigalate
y Tedote. A pesar de que no tenemos la certeza de que una u otra hipótesis
sea la verdadera, centraremos los estudios arqueológicos dentro de los
límites actuales del municipio de Villa de Mazo, entre otras razones porque
nuestras prospecciones se hicieron siguiendo ese mismo criterio.
Si las
dudas son razonables a la hora de situar los límites geográficos en el
frente septentrional, la cuestión se vuelve mucho más espinosa para separar los
cantones de Tigalate y Ahenguareme, donde no hay barrancos profundos
y, ni siquiera, montañas destacables, puesto que no debemos olvidar que
el Volcán Martín es histórico. Por ello, nos hemos decantado porque sus
fronteras fuesen muy similares a las actuales que separan los municipios
de Fuencaliente y Villa de Mazo. La separación prehistórica podría
encontrarse en el reborde que marca por el sur la hondonada gigantesca en que
se emplaza el caserío de Montes de Luna. Este accidente geográfico
supone una fuerte discontinuidad respecto al resto del paisaje del señorío de
Ahenguareme, de tal forma que pudo convertirse en una marca que sería
reconocida por los benahoaritas que vivían en estas zonas.
La escasa
fiabilidad de los datos que nos proporcionan las fuentes etnohistóricas
se ponen claramente de relieve al analizar las contradicciones que
aparecen reflejadas en muchos pasajes de sus escritos. La gran mayoría de
los autores antiguos y cronistas de la conquista señalan que Benahoare
estaba compartimentada en doce bandos independientes que eran: Aceró,
Aridane, Tihuya, Tamanca, Ahenguareme, Tigalate, Tedote, Tenagua, Adeyahamen,
Tagaragre, Tagalguén y Tijarafe. Sin embargo, esos mismos autores se
contradicen cunado hablan del bando de Gazmira, situado en Las Cuevas de
Herrera y que, según J. Abreu Galindo, servía de límite con el bando de
Aridane. Tras analizar este texto tan confuso no sabemos si se trataba
de dos zonas diferenciadas e independientes o si, por el contrario, hace
referencia a un topónimo concreto (Gazmira) que formaba parte de una
entidad geográfica más amplia (Aridane). No obstante, estas noticias
aparentemente contradictorias se adecúan perfectamente a una teoría que ya apuntaba
el Dr. Mauro Hernández Pérez y que nosotros también queremos
reivindicar: "...Podría ser, y es sólo una hipótesis, que cada uno de
los llamados reinos se compusiese de uno o más bandos..." (1977: 32).
Las
referencias anteriores las hemos traído a colación porque son plenamente
compartidas en nuestra Tesis Doctoral (F. J. PAÍS PAÍS; 1996: 64) y porque son
perfectamente aplicables al bando prehispánico de Tigalate que, como
ya hemos apuntado, era gobernado por una jefatura compartida de dos
hermanos: Juguiro y Garehagua. Es muy probable que esta asociación en el poder
político estuviese motivada por la necesidad de evitar los problemas sucesorios
y las luchas por el control del gobierno. Pero, también es plausible suponer
que este tipo de régimen político-administrativo tenía la facultad de
facilitar la goberaabilidad de unos territorios tan extensos como
los que comprendía el cantón de Tigalate que, no lo olvidemos, era uno de
los mayores de Benahoare. El poder de decisión e influencia de un solo
capitán para unos dominios tan vastos hubiese sido muy frágil ante la lejanía
del jefe. En nuestra opinión, Juguiro y Garehagua tendrían máximas
competencias en zonas diferentes del bando prehispánico, si bien las decisiones
más importantes, que afectaban a todos sus subditos, serían tomadas de
forma colegiada y consensuada.
Por todo
ello, pensamos que el cantón de Tigalate pudo estar dividido en dos
comarcas naturales que tendrían cierta autonomía la una respecto de la otra.
Estos lugares se podrían denominar sector septentrional y meridional, a
cuyo frente se encontraba uno de los dos hermanos. Es muy difícil establecer
unos límites geográficos precisos, pero se trataría de amplias áreas que se
pudiesen controlar con cierta facilidad y que tuviesen unas características
geográficas homogéneas (relieve, vegetación, clima, etc.). A modo de
hipótesis nos atrevemos a establecer una línea divisoria que podría tener como punto
de referencia la Montaña
del Azufre o, más bien, el cauce de los barrancos de La Reja y La Lava que quedan algo más al
sur.
Tanto
Juguiro como Garehagua tendrían bastante autonomía en cada una de sus zonas de
influencia. Sin embargo, es evidente que deberían convocar
asambleas o reuniones de todos los nobles y ancianos de ambas demarcaciones
para tratar todas aquellas cuestiones que afectaban a toda la comunidad:
celebración de fiestas solsticiales relacionadas con ritos agrícolas y
ganaderos; declaraciones de guerra; actuaciones en épocas de calamidades
naturales; repartición de pastizales y campos de pastoreo; regular las relaciones
con sus vecinos; etc. Esta teoría se contradice con la leyenda de que la Cueva de Belmaco era la
residencia de verano de los dos hermanos que reinaban en Tigalate, los cuales
en invierno se trasladaban hacia zonas más próximas al mar (F.
DUARTE; 1981: 209). Pero, también hemos de apuntar que en este
caso se trata de datos poco fiables, puesto que nos estamos refiriendo a
una historia novelada de un episodio concreto de la etapa prehispánica de
Tigalate.
Guerras y Razzias
Aparte
de la cita literal sobre los límites geográficos y los reyes del bando de
Tigalate, que ya vimos anteriormente, los autores antiguos hicieron muy
pocas referencias a otros aspectos específicos de este lugar o que se
desarrollaron dentro de su demarcación para referirse al conjunto de los benahoaritas.
Aún así, los dos reyes de Tigalate van a formar parte activa en una serie
de episodios puntuales que vamos a estudiar seguidamente. Según todos los
cronistas, uno de los rasgos más característicos de la personalidad de
los antiguos palmeros era su carácter pendenciero y belicoso. Por ello no
debe extrañarnos que los episodios bélicos fuesen relativamente frecuentes
entre los distintos cantones independientes.
Sin duda,
la guerra fratricida más importante, que ha sido muy bien descrita
por los cronistas de la conquista, fue la que enfrentó a Atogmatoma (capitán de
Tijarafe) con Tanausú (jefe de Aceró). En esta contienda se vieron implicados
todos los demás bandos de la isla, ya que sus cabezas visibles
tomaron partido por uno u otro cabecilla teniendo en cuenta, sobre todo, los
lazos de parentesco que les unían. Como no podía ser menos, en esta guerra
insular también intervinieron Juguiro y Garehagua, cuya participación no
fue excesivamente importante aunque, eso sí, se aliaron con el bando
vencedor. Las únicas referencias claras a estos guerreros están en las siguientes
palabras: "...Pero, como Tanausú vio que cada día venía gente de
refresco en favor de Atogmatoma, salióse de Acero con su gente y subiéronse
al roque de Benehauno, y de allí pidió socorro al capitán Chenauca y
Aganeye y a Suquahe y Juguiro y Garehagua, que eran sus primos; los
cuales juntaron su gente para ir en socorro de Tanausú..." (J. ABREU
GALINDO; 1977: 273). De esta cita se desprende que la ayuda prestada a
Tanausú por Juguiro y Garehagua, entre otros, fue suficiente para
decidir la contienda en favor de esta coalición.
Una de las
historias más hermosas de la etapa prehispánica palmera tuvo por
escenario los paisajes del cantón de Tigalate. En este episodio se dan cita
buena parte de los rasgos que caracterizan la personalidad de los antiguos
palmeros: valentía, honor, venganza, amor a su tierra, pasión, odio, etc. Nos
estamos refiriendo a los sucesos protagonizados por un bimbache (nombre
que reciben los primitivos habitantes de El Hierro) llamado Jacomar. No contamos
con fechas precisas sobre el desarrollo de los acontecimientos, aunque a través
de una serie de referencias indirectas podemos situarlos en un
momento muy cercano a la conquista de la isla por las huestes de Alonso
Fernández de Lugo. Sabemos que ya la isla estaba dividida en doce bandos
independientes y, si tenemos en cuenta los datos aportados por J. Álvarez
Delgado sobre que esta compartimentación ocurrió a partir de 1440, es obvio
que la historia tuvo que desarrollarse entre esa fecha y 1493. Por esos años
ya hacía bastante tiempo que las islas de Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera
y El Hierro habían sido conquistadas y se había iniciado el proceso de
colonización.
Según nos
informan los autores antiguos, los herrenes tenían la costumbre de
organizar frecuentes razzias a La Palma para proveerse de esclavos,
ganado, cueros, etc. Tras uno de esos desembarcos en las costas del cantón de
Tenagua, decidieron trasladar sus correrías más hacia el sur, asolando la
zona costera de Tigalate, donde tomaron tierra. Allí capturaron a un hombre
y una mujer. Esta última era la hermana de Juguiro y Garehagua, cuyo
nombre (inventado por la historiografía moderna) era el de Arecida (F. DUARTE;
1981: 209). Todas las crónicas de la conquista de La Palma nos hablan
de la fiereza y valentía de las mujeres benahoaritas, y ésta no iba a ser una
excepción. La princesa decidió luchar por su libertad antes que verse
cautiva y, sobre todo, ser trasladada fuera de su querida isla. El ímpetu que puso
en esta empresa fue tal que su captor, Jacomar, no tuvo más remedio que
darle muerte para salvar su propia vida. Finalmente, y tras la obtención
de un buen botín, los bimbaches decidieron regresar a su tierra hasta que
se organizase una nueva expedición de rapiña.
Las
razzias de los primitivos herrenes eran tan frecuentes y dañinas que los
benahoaritas buscaron la forma de poner freno a estos episodios sangrientos.
A ello contribuyó, sin duda, la feroz defensa de su territorio que hacían
los antiguos palmeros, como lo demuestra la trágica muerte del noble
Guillen Peraza en las playas de Tihuya. Finalmente, se firmó una paz que
facilitaba las transacciones comerciales entre ambas islas. Este tratado posibilitó
la vuelta a La Palma
de Jacomar y, desgraciadamente para él, a los dominios del cantón
de Tigalate, donde refirió la historia de la valerosa mujer a la
que tuvo que quitar la vida en defensa propia, con tan mala fortuna que uno
de sus oyentes fue Garehagua (hermano de la princesa asesinada). El
rey no pudo contenerse y poseído por la ira "...le dio a el Jacomar por la
varriga, atravesándole con una asta engastada en un quemo de cabra, y
quedó quebrado el trato." (T. A. MARÍN DE CUBAS; 1982:
272). Esta
historia novelesca y envuelta en cierto halo de misterio y leyenda debió ocurrir
en la realidad. El hecho de que sucediese en Tigalate no debe extrañarnos, puesto que sus
moradores serían unos de los más afectados por
este tipo de razzias y saqueos, habida cuenta de la abundancia de pequeñas calas y playas arenosas que jalonan sus
costas y donde los desembarcos no
plantearían excesivas dificultades.
En esta
parte de la isla tuvieron lugar algunos episodios relevantes de la conquista,
ya que en esta zona se desarrollaron las primeras escaramuzas serias y
sangrientas que tuvieron que enfrentar las huestes de Alonso Fernández
de Lugo. Tras el desembarco de las tropas en el Puerto de Tazacorte (cantón de Aridane)
quedó bastante claro que el sometimiento de
la isla no sería un paseo militar y que entrañaría grandes dificultades. Los rebeldes estaban liderados por el capitán de
Aceró y hacia sus territorios infranqueables
se retiraron la gran mayoría de los insurgentes.
Antes de iniciar un
enfrentamiento directo con Tanausú, el jefe de la expedición castellana
decidió recorrer otras partes de la isla para conocer el grado de
oposición a su empresa de conquista. Por eso "...les invio otro mensage
ysla por muy malos passos, quebradas, barrancos y despeñaderos,
llegando a los cilios o territorios de Tigalate y Mazóte dos esquadras de palmeros
armados de gruesos palos, astas y piedras como los de las demás yslas, invioles
su recado Alanzo de Lugo con Juan Palmero interprete a
los capitanes Jaguiro, y Jarajagua, y antes de oír la razón respondieron que por ningún modo les
dexaran pasar ni admitirles de paz, ni dejar de pelear, y sin mas esperar se
vinieron entrando por las armas, tocóse a
el arma sin perdonar aiuda y empesando primero a lansearlos, que se dispuso lo bastante para escarmentarlos I
matando a muchos y cautivando no
pocos, y otros se fueron retirando a una sierra llamada Tinibucar y
haviendo ido en su alcance fueron de nuevo allí muertos, y cautibos, y los que huieron fueron apellidando por toda la
ysla el estrago que los xristianos
les havian hecho y assi fue muí alterada la parte que havia quedado por
correr, mas los cautivos viendo el buen trato y cariño que les mostraban los xristianos fue causa de quietar los
ánimos alterados; prosiguióse
castigando cruelmente algunos reveldes y este fue motivo de mas prisa a
entregarse a el dominio español..." (T. A. MARÍN DE CUBAS; 1986:
236). Así pues, los benahoaritas mazucos fueron los primeros que sufrieron la arbitrariedad y
brutalidad de los conquistadores castellanos.
A partir de esos momentos, sólo quedaba afrontar una heroica resistencia a un
grupo de personas que tenían como ideal común el amor profundo a su tierra y unas ansias ilimitadas de
libertad. Pero ésa es otra historia, cuyo
triste final es de sobra conocido por todos. (Felipe Jorge Pais Pais, 1998: 37 y ss.)
1445. Según la tamusni el menceyato
de Abona se fundaría por esta fecha, a la muerte del Gran Tinerfe Mencey (Rey) único de la isla de Chinech
(Tenerife).
Sus hijos se alzaron con los
cantones que gobernaban dividiendo la isla en nueve menceyatos y un cantón, el
de Aguahuko (Punta del Hidalgo). Los límites del meneceyato comprendían desde el Río de Chasna límite con
Adeje, hasta el Barranco de Herques, límite con Güimar. Este se encontraba bajo
el mandato de Atguaxoña., hijo de Axerax , también conocido como Gran Tinerfe.
Las raíces del actual municipio
San Miguel de Abona se encuentran en los guanches del Menceyato o Bando
de Abona establecidos en este término municipal, y cuyos testimonios arqueológicos
han sido descubiertos entre otros lugares en las cuevas del barranco de la Orchilla , Ochova, o
yacimientos tan importantes como el oratorio de Guargacho, que por desgracia se
ha perdido.
1445. Guillén de Las Casas trocó con los hijos de Fernán Peraza e
Inés, llamados igual mente Guillén e Inés, sus supuestos derechos señoriales en
las Islas a cambio de la Heredad o «hacienda» de Huévar, cerca de Sevilla. Así,
Guillén e Inés Peraza, juntos con su padre Fernán Peraza, ya viudo, tuvieron en
sus manos todo el señorío.
1446. Viaje de
Gago Coutinho, nos sitúa. Tras dos meses de navegación, sin ver tierra, tocó en
Cabo Verde. Pasando por las Canarias y Madeira, ganó altura, alcanzando el Mar
de los Sargazos, para regresar a Lagos. (L.Al. Toledo)
Echedey, el gran estratega y la batalla de Tahuya (
Juan II, de la
monarquía medieval castellana, concedió por una real cédula de 1420 la
conquista de las islas no señoriales al armador andaluz Alfonso de las Casas.
En el año 1447 Fernán Peraza “el viejo” construyó una torre en la Gomera y se
propuso realizar la conquista de las islas todavía insumisas: La Palma
(Benawaré), Tenerife (Chinet) y La Isla Canaria de Tamarán. Después se trasladó
a La Palma, año de 1448, donde sufrió una estrepitosa derrota a manos del Jefe
de Cantón Echedey y sus guerreros, la primera gran derrota infligida al
colonialismo español hasta ese momento, en la famosa batalla de Tahuya, en la
que perdió la vida de una pedrada, asestada por una palmera, Guillén Peraza, al
que dedicaron las famosas endechas maldiciendo la isla entera (…”No crezcan
palmas sino retamas…todo lo acaba la mala andanza”).
El episodio
viene corroborado por Abreu Galindo. Guillén Peraza partió de Sevilla con tres
navíos de armada, con dos cientos ballesteros. Llegó a Lanzarote y
Fuerteventura, donde se le juntaron otros trescientos mercenarios más y fueron
a la Gomera y desde allí pasó a La Palma, tomando puerto en el Canton de
Tahuya, administrado por Echedey como Jefe de Cantón, que encomendó la defensa
del territorio a su hermano Chenauco, ayudado por otro palmero valiente, Dutynymara.
La armada al
servicio del colonialismo estaba comandada por Guillén Peraza y eran sus
capitanes Hernán Martín Peraza, al mando de los ballesteros procedente de
Sevilla, mientras que Juan de Adal, Luis de Casañas y Mateo Picar capitaneaban
a los mercenarios procedentes de Lanzarote y Fuerteventura (no confundir con
los mahos de estas dos islas, sino que eran parte del ejército de ocupación
colonial y mercenarios a su servicio). En total, según Abreu Galindo, por lo
menos 500 invasores se desplazaron a La Palma.
Murieron más
de doscientos invasores, huyendo, pese a los intentos de Guillén Peraza por
detener la deserción, embarcándose los que escaparon del furor de los awaras.
Describe Abreu
Galindo que la isla de La Palma “es muy alta y áspera de subir y andar; y la
gente que llevaba Guillén Peraza, no usada a semejantes asperezas. Y los
palmeros, diestros y legeros en ella, poniéndose en los pasos mas ásperos y
dificultosos, acometieron a los cristianos de tal manera, que los desbarataron;
y, aunque se defendían animosamente, los hicieron recoger. Y, queriendo Guillén
Peraza hacer rostro, le dieron una pedrada y cayó muerto. Visto el desgraciado
fin de su capitán, se tornaron a embarcar, y con falta de muchos de ellos”.
Las mujeres
awaras participaban en la defensa del territorio, de nuestra cultura y en
general de nuestras costumbres. Lo recoge magistralmente Torriani: “Las mujeres
eran más valientes que ellos, y en las emergencias iban ellas delante y
peleaban virilmente, con piedras y con varas largas”. (Torriani, Descripción de
las Islas Canarias, p. 226, Goya Ed. 1978). La participación femenina está
suficientemente documentada en las crónicas de los historiadores al servicio
del colonialismo, como por ejemplo Abreu Galindo:
“Los vasallos
de la isla del Hierro (no confundir con los bimbaches), aunque no por vengar la
muerte de su señor Guillén Peraza, sino con codicia de la presa que en esta
isla se hallaba de cueros y sebo, solían pasar muchas veces de la isla del
Hierro a la de La Palma, a cautivar palmeros y robarles los ganados”.
El Jefe de
Cantón Chentire fue hecho prisionero en una de estas racias, aunque consiguió
escapar pese a que le faltaba un brazo, lo que hizo que los asaltantes,
evitando la confrontación, se trasladaran a Tigalate, donde prendieron a un
palmero y a una palmera, hermana de Garahagua. La combatiente, al verse presa,
se revolvió contra el cristiano, llamado Jacomar, el cual, haciendo uso de
las armas, la mató.
Según Abreu
Galindo la venganza no tardó en venir, después de las paces que los palmeros
hicieron con los saqueadores:
“Debajo de
estas paces, venían los cristianos a La Palma, a contratar; entre los cuales
vino Jacomar, el que había muerto a la hermana de Guarehagua, y en conversación
le contó el suceso que le había acotecido con la palmera. Garehagua preguntóle
por las señas de la palmera; y, entendiendo por ellas ser su hermana, le dijo
que, pues su ventura lo había traido hasta allí, era para que su hermana no
quedase sin venganza; y así, volvió una asta, que tenía puesto por hierro un
cuerno de cabra, y dióle por la barriga y matolo, sin poder ser socorrido; por
lo cual se vinieron a romper las treguas hechas” (Abreu Galindo, Historia de la
conquista de las siete islas de Canaria, pp278-9, Goya Ed. 1977).
Continuaron los asaltos a la isla de La
Palma:
“En el término
de Aridane, señorío de Mayantigo…Vinieron a dar con una palmera, que se llamaba
Guayafanta, de grande ánimo y gran cuerpo, que parecía gigante y era mujer de
extremada blancura. La cual, como los cristianos la cercaron, peleó con ellos
lo que pudo y, viéndose acosada, embistió con un cristiano y, tomándolo debajo
del brazo, se iba para un risco, para se arrojar de allí abajo con él; pero
acudió otro cristiano y cortole las piernas, que de otra suerte no dejara de
derriscarse con el cristiano que llevaba”.
Murieron más
de doscientos invasores, huyendo, pese a los intentos de Guillén Peraza por
detener la deserción, embarcándose los que escaparon del furor de los awaras.
Esa gesta de
los awaras prolongó la insumisión de Benawaré hasta el año 1494, casi medio
siglo, exactamente cuarenta y seis (46) años, después de sometida Tamarán,
retrasándose en consecuencia también el dominio no sólo sobre esta isla sino
sobre Chinet. Conmemoramos ahora el 564 aniversario de la heroica batalla de
Tahuya, con la propuesta de realizar unas Jornadas o Congreso para documentar
tan importante acontecimiento de nuestra historia.(Canarias, 17
de Mayo de 2012.
Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario (Movimiento
UPC)
1447. Se produce el primer intento por
parte de los invasores europeos establecidos en Titoreygatra (Lanzarote) de conquistar militarmente Benahuare (La
Palma), en la expedición comandada por los
Peraza. La campaña acaba en un estrepitoso fracaso, cuyo resultado más
célebre es la muerte de Guillén Peraza
el joven durante una escaramuza en Tihuya. (Parece ser que el apellido Peraza
quiere decir Tiñoso)
1447 julio 13.
El invasor
y colono Fernán Peraza
“Debemos
detenernos en el año 1447. Fernán Peraza, el Viejo, es declarado
poseedor y séptimo señor de estos territorios. El nombramiento fue extendido en
Real Cédula firmada en Arévalo el 13 de julio del citado año. De sus contactos
con la isla de Tenerife seleccionaremos algunos pormenores que pueden
guardar afinidad con Adeje.
Durante su
mandato intentó reiteradamente el dominio pacífico de la isla, a través
del ofrecimiento de protección y apoyo a los guanches, a cambio de la
incorporación amistosa de éstos a la Corona. Sin embargo, estos propósitos los
alternaba con acciones no tan patriarcales. En efecto, realizó varios desembarcos en
las costas de Tenerife y algunos de ellos fueron aprovechados para apoderarse
de numerosas cabezas de ganado y adueñarse de aborígenes que luego
convirtió en esclavos. Una de estas incursiones la hizo por Güímar. Sus hombres
localizaron a unos pastores que cautivaron y condujeron a sus embarcaciones.
En el trayecto de regreso descubrieron a un niño de unos siete años de edad
que, junto a su padre, se hallaba pescando en los charcos del litoral. Logró
evadirse el progenitor, pero apresaron al muchacho y lo transportaron abordo del
navío. Esto ocurría alrededor del año 1420. Retornados a Lanzarote, Fernán
Peraza lo hizo bautizar, lo apadrinó y le puso el nombre de Antón.
Posteriormente, fue conocido como Antón el Guanche o Antón Güimarés. El joven
permaneció en aquella tierra durante siete años y acompañó en los viajes a su
dueño.
Cuenta la historia que
en uno de estos desplazamientos, Antón recaló en Tenerife. Según unos desertó y
huyó hasta encontrar a los suyos. Otros historiadores opinan que,
cuando volvió a la isla, ya había sido libertado, seguramente
gracias a la intervención del obispo Illescas. El caso es que encontró vivos a sus
padres y les narró lo sucedido. Se entrevistó con Acaimo, mencey de Güímar,
le relató igualmente lo acontecido y le informó de los españoles aposentados en
las otras islas, así como de la religión que profesaban.” (Pedro de las
Casas, 1997:93 )
1478. Los
invasores conquistadores se asentaron en Guiniwada posteriormente la Ciudad Real de las
Palmas, capital de Tamaránt (Gran Canaria). Mediado el XVI, la visitó Benzoni.
Con 400 vecinos, el puerto de Isletas estaba a dos millas del caserío,
protegido por torre, con cuatro piezas de artillería. Secundario el de San
Telmo, la isla producía azúcar en 1489, cuya exportación controlaban genoveses.
Próspera la caña en las tres islas mayores, los Católicos recordaron a los
vecinos de Tamaránt (Gran Canaria), en 1497, que "al tiempo en que en esa
dicha Ysla se fizieron los ingenios", se comprometieron a sacar el azúcar
"en perfección", molturando la caña que produjesen los pequeños
labradores, a cambio de la mitad del producto. Negándose a recibirla, los
arruinaban, con intención de "aplicar asy los cañaverales desas dichas
islas. Las Canarias exportaban halcones, vino de malvasía. ). (L.Al. Toledo)
1448. Maciot de Bethencourt cede el señorío de. Lanzarote, sin
licencia de la corona de Castilla, al infante don Enrique el Navegante, de Portugal
(Hist., 1,17; BAE, XCV, 66b. 1,18; BAE, XCV, 68a).
1448. Diego García de Herrera, yerno de Fernán Peraza, y su mujer
Inés Peraza de las Casas (heredera de las islas) denuncian el acto de Maciot y
ponen pleito, que ganarán en 1454 (después de muerto Maciot hacia 1452, y
Fernán Peraza en 1452).
1448? El infante don Enrique el Navegante, con recomendación de su
hermano el infante entonces regente don Pedro (quien morirá en 1449) suplica a
Juan II de Castilla que le dé el señorío de las Canarias.
1448. Maciot de Bethencourt cede el dominio de Titoreygatra
(Lanzarote), sin licencia de la corona de Castilla, al infante don Enrique el
Navegante, de Portugal (Hist., 1,17; BAE, XCV, 66b. 1,18; BAE, XCV,
68a).
1448. Diego García de Herrera, yerno de Fernán Peraza, y su mujer
Inés Peraza de las Casas (heredera de las islas) denuncian el acto de Maciot y
ponen pleito, que ganarán en 1454 (después de muerto Maciot hacia 1452, y
Fernán Peraza en 1452).
1448? El rey
Juan II de Castilla responde, en carta, que no puede dárselas sin consulta y
acuerdo del consejo real de Castilla (Ibid., 69b).
1448. El infante portugués Enrique consigue tomar en arriendo de
manos de Maciot la isla de Titoreygatra (Lanzarote), aunque dos años después
Fernán Peraza lograba restaurar su señorío en la isla y expulsarle
definitivamente. Por entonces, el conde de Niebla y duque de Medina Sidonia,
Juan de Guzmán, volvía al escenario africano-isleño, por el que su padre ya se
había interesado, al conseguir de Juan II jurisdicción sobre la costa
comprendida entre los cabos de Aguer y Bojador, y sus aguas litorales, para
practicar la pesquería, el comercio y «rescate» con los moros «alárabes» del
interior (carta real de 8 julio 1449).
1448.
Juan II, de la monarquía medieval castellana, concedió por
una real cédula de 1420 la conquista de las islas no señoriales al armador
andaluz Alfonso de las Casas. En el año 1447 Fernán Peraza “el viejo” construyó
una torre en la Gomera y se propuso realizar la conquista de las islas todavía
insumisas: La Palma (Benawaré), Tenerife (Chinech) y La Isla Canaria de
Tamarán. Después se trasladó a La Palma, año de 1448, donde sufrió una
estrepitosa derrota a manos del Jefe de Cantón Echedey y sus guerreros, la
primera gran derrota infligida al colonialismo español hasta ese momento, en la
famosa batalla de Tahuya, en la que perdió la vida de una pedrada, asestada por
una palmera, Guillén Peraza, al que dedicaron las famosas endechas maldiciendo
la isla entera (…”No crezcan palmas sino retamas…todo lo acaba la mala
andanza”).
El episodio viene corroborado por Abreu Galindo.
Guillén Peraza partió de Sevilla con tres navíos de armada, con dos cientos
ballesteros. Llegó a Lanzarote y Fuerteventura, donde se le juntaron otros
trescientos mercenarios más y fueron a la Gomera y desde allí pasó a La Palma,
tomando puerto en el Canton de Tahuya, administrado por Echedey como Jefe de
Cantón, que encomendó la defensa del territorio a su hermano Chenauco, ayudado
por otro palmero valiente, Dutynymara.
La armada al servicio del colonialismo estaba
comandada por Guillén Peraza y eran sus capitanes Hernán Martín Peraza, al
mando de los ballesteros procedente de Sevilla, mientras que Juan de Adal, Luis
de Casañas y Mateo Picar capitaneaban a los mercenarios procedentes de Lanzarote
y Fuerteventura (no confundir con los mahos de estas dos islas, sino que eran
parte del ejército de ocupación colonial y mercenarios a su servicio). En
total, según Abreu Galindo, por lo menos 500 invasores se desplazaron a La
Palma.
Murieron más de doscientos invasores, huyendo, pese a
los intentos de Guillén Peraza por detener la deserción, embarcándose los que
escaparon del furor de los awaras.
Describe Abreu Galindo que la isla de La Palma “es
muy alta y áspera de subir y andar; y la gente que llevaba Guillén Peraza, no
usada a semejantes asperezas. Y los palmeros, diestros y legeros en ella,
poniéndose en los pasos mas ásperos y dificultosos, acometieron a los
cristianos de tal manera, que los desbarataron; y, aunque se defendían
animosamente, los hicieron recoger. Y, queriendo Guillén Peraza hacer rostro,
le dieron una pedrada y cayó muerto. Visto el desgraciado fin de su capitán, se
tornaron a embarcar, y con falta de muchos de ellos”.
Las mujeres awaras participaban en la defensa del
territorio, de nuestra cultura y en general de nuestras costumbres. Lo recoge
magistralmente Torriani: “Las mujeres eran más valientes que ellos, y en las
emergencias iban ellas delante y peleaban virilmente, con piedras y con varas
largas”. (Torriani, Descripción de las Islas Canarias, p. 226, Goya Ed.
1978). La participación femenina está suficientemente documentada en las
crónicas de los historiadores al servicio del colonialismo, como por ejemplo
Abreu Galindo:
“Los vasallos de la isla del Hierro (se ruega no
confundir con los bimbaches), aunque no por vengar la muerte de su señor
Guillén Peraza, sino con codicia de la presa que en esta isla se hallaba de
cueros y sebo, solían pasar muchas veces de la isla del Hierro a la de La
Palma, a cautivar palmeros y robarles los ganados”.
El Jefe de Cantón Chentire fue hecho prisionero en
una de estas racias, aunque consiguió escapar pese a que le faltaba un brazo,
lo que hizo que los asaltantes, evitando la confrontación, se trasladaran a
Tigalate, donde prendieron a un palmero y a una palmera, hermana de Garahagua.
La combatiente, al verse presa, se revolvió contra el cristiano, llamado
Jacomar, el cual, haciendo uso de las armas, la mató.
Según Abreu Galindo la venganza no tardó en venir,
después de las paces que los palmeros hicieron con los saqueadores:
“Debajo de estas paces, venían los cristianos a La
Palma, a contratar; entre los cuales vino Jacomar, el que había muerto a la
hermana de Guarehagua, y en conversación le contó el suceso que le había
acotecido con la palmera. Garehagua preguntóle por las señas de la palmera; y,
entendiendo por ellas ser su hermana, le dijo que, pues su ventura lo había
traido hasta allí, era para que su hermana no quedase sin venganza; y así,
volvió una asta, que tenía puesto por hierro un cuerno de cabra, y dióle por la
barriga y matolo, sin poder ser socorrido; por lo cual se vinieron a romper las
treguas hechas” (Abreu Galindo, Historia de la conquista de las siete islas de
Canaria, pp278-9, Goya Ed. 1977).
Continuaron los asaltos a la isla de La Palma:
“En el término de Aridane, señorío de Mayantigo…Vinieron a
dar con una palmera, que se llamaba Guayafanta, de grande ánimo y gran cuerpo,
que parecía gigante y era mujer de extremada blancura. La cual, como los
cristianos la cercaron, peleó con ellos lo que pudo y, viéndose acosada,
embistió con un cristiano y, tomándolo debajo del brazo, se iba para un risco,
para se arrojar de allí abajo con él; pero acudió otro cristiano y cortole las
piernas, que de otra suerte no dejara de derriscarse con el cristiano que
llevaba”.
Esa gesta de los awaras prolongó la insumisión de
Benawaré hasta el año 1494, casi medio siglo, exactamente cuarenta y seis (46)
años, después de sometida Tamarán, retrasándose en consecuencia también el
dominio no sólo sobre esta isla sino sobre Chinet. Conmemoramos ahora el 564
aniversario de la heroica batalla de Tahuya, con la propuesta de realizar unas
Jornadas o Congreso para documentar tan importante acontecimiento de nuestra
historia. (Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario, 2012.)
1449? El nuevo rey Alfonso V de Portugal, a instancia del infante
don Enrique el Navegante, ruega a Juan II de Castilla que dé a la Orden de
Cristo ( de la que es administrador el infante don Enrique) las dos islas de
Titoreygatra (Lanzarote) y Gomera.
1449? El rey Juan II de Castilla responde, por carta al rey de
Portugal, lo mismo que el año anterior.
1449? El infante de Portugal don Enrique el Navegante intenta
sojuzgar las islas Canarias, incluso Titoreygatra (Lanzarote) y Gomera,
ocupadas por colonos castellanos, y cautivar a éstos (Ibid., 69b).
1449? El rey Juan II de Castilla requiere a Alfonso V de Portugal,
por un mensajero, que no intente sojuzgar las islas Canarias (Ibid., 69b-70a).
1449? El rey Alfonso V de Portugal responde a Juan II de Castilla
que él no le dio licencia al infante, ni se la dará para tal cosa (Ibid., 70a).
1449. El rey Juan II de Castilla (quizá como jugada política), el 8
de julio de 1449, concede al duque de Medina Sidonia el señorío de las tierras
continentales africanas entre los cabos Aguer y Bojador, y promueve
expediciones de corso a Guinea.
1449. Don Juan Cid es nombrado obispo de Rubicón por el Papa
Nicolás V. Con este obispo los colonizadores “evangelizadores” franciscanos
entran a evangelizar pacíficamente en islas aún no invadidas militarmente y
conquistadas: Tamarant (Gran Canaria), Chinet (Tenerife), Benahuare (La Palma),
adelantándose así a los mercenarios conquistadores. El mismo obispo interviene
con los religiosos. Con esto, todas las islas caen prácticamente bajo la bula Regiminigregis
de 1434.
1449. Los colonos Fernán Peraza y Guillén, su hijo, consiguieron
mediante pactos establecerse en la
Gomera y, construyeron la denominada Torre del Conde en
Ipalam (San Sebastián), en previsión
contra las esporádicas revueltas de los gomeros, que solían alentar los
portugueses, especialmente interesados en la isla. También consiguieron el
dominio total sobre Esero (El Hierro), al parecer con la ayuda del vasco Juan
Machín de Arteaga, que había vivido antes en Madeira y casó con una hija del
rey bimbache (herreño). Hicieron incluso
alguna intentona de conquista contra Benahuare (La Palma ), donde murió Guillén
a mano de los hawaras (palmeros), poco después de su padre Fernán, con lo que
el señorío completo recayó en manos de la despiadada y sanguinaria Inés Peraza.
1450. El infante don Enrique el Navegante envía 8 carabelas y 1
fusta con intención de conquistar Titoreygatra (Lanzarote) y Gomera. Hicieron
destrozos y depredaciones a los castellanos; pero no pudieron apoderarse de
ellas (Ibid., 70a).
1450. El infante don Enrique el Navegante pide a Fernán Peraza que
le venda las islas Canarias; pero no lo consigue (lbid., 73a).
1450.
Se termina en Hipalam (San Sebastián) en la de La Gomera, una Torre construida
por los colonos invasores denominada de los Peraza, posteriormente llamada
Torre del Conde. Nace Hernán Peraza “el Joven” – La población isleña debía
rondar las 2.000 personas.
1450.
Templos y prelados católicos en
la colonia de Canarias según el criollo
clérigo e historiador José de Viera y Clavijo.
Noticia del venerable
varón Tadeo, agustiniano en África
“Pero no
omitiré la siguiente noticia, que se halla recogida en la
historia manuscrita de don Pedro Agustín del Castillo. Al tiempo que nuestros
canarios hacían sus entradas en la costa de África vecina,
penetraron hasta la ciudad de Tagaos por el puerto de San Bartolomé y, habiendo
aprisionado al alcaide, lo llevaron a Tenerife. Alojáronle en La Laguna,
poniéndole guardia decente,
y un día que aquel moro vio pasar por la calle
desde la ventana dos frailes agustinos, se alegró tanto, que haciéndoles
entrar, se hincó de rodillas y les besó los hábitos. Creyeron todos que
era cristiano; pero les satisfizo diciendo que en su tierra había un santo canario, vestido de aquel mismo traje, a quien
adoraban por los continuos beneficios
que les hacía. El prior con esta noticia fue a visitar al prisionero,
ganó su confianza y resolvió enviar a
Tagaos algunos religiosos que averiguasen este enigma. Dioles el
alcaide cartas de recomendación y moros
prácticos que les acompañasen.
Era prior
fray Enrique Olivera, portugués de Villaviciosa, y él mismo
con otro fraile portugués pasó a Berbería. Llegaron al puerto de San Bartolomé,
avisaron al lugarteniente del alcaide, que salió a recibirlos y, conduciéndolos
a un campo solitario, vieron un grande árbol y no muy lejos una cerca de
tapias en cuadro, de a tres brazas, en cuyo centro, bajo de un tejadillo,
registraron un cuerpo humano con hábito talar de fraile agustino, el rostro
levantado al cielo, los brazos dentro de las mangas y sobre el
pecho la correa larga, una túnica blanca interior, zapatos, la capucha calada
descubriéndose parte del cerquillo, la barba como hecha de ocho
días, los ojos cerrados,
el aspecto como de 40 años, el cuerpo fresco y
todo muy bien conservado. Los religiosos quisieron besarle la ropa y tomar alguna reliquia, pero no lo permitieron los moros. Deseando informarse del nombre y tiempo que estaba allí, sólo pudieron entender que los bárbaros lo llamaban
Agustino, y que desde tiempo inmemorial permanecía en aquel paraje, guardado continuamente por cuatro hombres a costa del público. Preguntóseles que por qué razón lo estimaban tanto.
Y respondieron que por lo que les favorecía en
todas las calamidades.
Retrocedieron los exploradores,
pesarosos de dejar entre bárbaros aquel
tesoro, y habiendo llegado en el
camino cerca de otro edificio antiguo, registraron en él algunos papeles
y alhajas, di-ciéndoles los moros que allí había
vivido aquel cristiano y que aquéllos
eran los libros en que rezaba. Luego que el prior y su compañero estuvieron de vuelta en Tenerife, hicieron información de
todas estas cosas, de las cuales hace larga mención
el maestro fray Juan Márquez, en su libro
del origen de los frailes ermitaños de San Agustín.
El citado don Pedro del Castillo añade que,
según tradición que había encontrado,
llamaban algunos a aquel santo
varón, Tadeo, y otros, Bartolomé de
Canaria, y que el mismo padre Márquez creía
que, habiendo estado en nuestras islas en tiempo de gentiles, pasó a la
costa de África en la armada del Príncipe de
la Fortuna, que sería por los años de 1450.” (José
de Viera y Clavijo, 1982, T. 2: 364 y ss.)
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