CAPITULO IV
Eduardo
Pedro García Rodríguez
El P. Abreu Galindo, con un fino espíritu de observación,
saca la consecuencia de lo expuesto por nosotros, como puede verse en el
capítulo primero de su libro segundo, página 87, que dice así: “En las faldas
del monte Atlas, en África, hay unos pueblos que llaman los naturales de
aquella región Canarios, y podría ser que el primero que descubrió esta isla
(Canaria) fuese de aquellos pueblos, y a contemplación de su tierra la llamase
Canaria, como al presente en nuestros días lo han hecho los descubridores y
pobladores de las partes de las Indias.”
Insistimos, pues, que Desde el promontorio o cabo Chahun-haria
extrema se lanzaron al mar nuevas tribus, los Chahun-harias, que dieron nombre
a la isla de Gran Canaria y al cabo de donde partieron.
Es muy probable que la primera tierra donde desembarcaron fué en
el sur de Fuerteventura, en la península de jandía, pudiendo atribuirse a esta
irrupción de nuevas gentes, la construcción de la muralla que dividió la isla,
levantada por los Mahu-harias para mejor defenderse de los Chahun-harias.
Desde el sur de Fuerteventura, los Chahun-harias aportaron a la
isla de Gran Canaria invadiéndola por la parte oriental y por el sur.
La ruta que hemos indicado es la más natural, porque sabido es que
desde la costa africana se vé en días claros la parte sur de la isla de
Fuerteventura, así como desde el punto extremo de jandía se distinguen las
costas de Gran Canaria, y desde esta última isla aquélla península, como afirma
el doctor Chil en sus Estudios, diciendo así: “Por el año de 1847,
encontrándome en Telde, recuerdo haber visto la isla de Fuerteventura, tan
inmediata al parecer a Canaria, que aún observando atentamente la distancia,
creeríase poderse atravesar el largo espacio que las separa en un bote, en
menos de una hora...”
Indudablemente los Chahun-harias serían tribus de gran poder y muy
numerosas, pero nunca de tanta importancia como para dar nombre a todo el
archipiélago, según estiman algunos escritores. Opinamos que el haber bautizado
a estas islas con el nombre de Canarias no tuvo otro origen sino el mismo por
el cual se apellidó América al con tinente descubierto por Cristóbal Colón.
Algún geógrafo, al conocer el nombre de esa isla lo aplicó en el mapa o
portulano que dibujara a todo el archipiélago y la costumbre lo sancionó.”
(Buenaventura Bonnet y Reveron, 1925)
Los Guanches
“Según afirman los geógrafos Vidal de la Blache y C. de Almeida, así
como el historiador César Cantú en su “Historia Universal,” veinte leguas al
sur del cabo Tenez, en Argelia, al norte de Grieansville, existe una cadena de
montañas llamada Gebel Guanxeris o Guancheris, del nombre de esas montañas
tomaron nombre las tribus que viven en sus alrededores, cuya analogía con la
voz Guanche que designaba al habitante de Tenerife y al de la Palma es evidente.
Analizando las voces Gebel-Guan-xeris, tendremos que Gebel
significa monte; guan, en el lenguaje de aquellos aborígenes quería decir
“hombre”, palabra que entraba en la composición de otras, así Guan-arteme
estaba formado de Guan y Artemi, o sea hombre descendiente de Artemi
Semidán, y también “hijos de Artemi; guan-oth, compuesto de guan, “hombre”, y
oth, (el que ampara), era “el hombre que amparaba”, lo mismo sucedía en
las localidades Guan-tecira y el pueblo de la Guancha que existe en esta
isla, como recuerdo de la raza vencida. La terminación Cha, significa lugar;
por eso Chasna significaba ”las bandas del Sur”.
Nos resta estudiar el subfijo xeris, cheris o seris. La voz
egipcia shait o sheit, expresaba la tierra del lago, cerca de Moeris, donde
residieron antes de que los griegos fundaran a Crocodrilópolis, tribus arias en
tiempos de Ramsés 3º, como ya hemos probado. Luego, el verdadero nombre sería:
Gebel Guan-sheit, y su traducción, “Monte de los hombres de la tierra del
lago”. Los guanches que residieron en Egipto en tiempos anteriores al año 1300
antes de Jesucristo pasaron luego a Argelia, bautizando las montañas donde
vivieron con la denominación ya indicada, emigrando más tarde parte de esa
población a las Canarias.
Sabido es que en Berbería las montañas toman en general su nombre
de las tribus que las pueblan, y esta costumbre nos ha facilitado el estudio de
esos ramales arios. El monte Wan-nasch reese, (el guan-xeris de Samson y el
aauser de Duval), está a ocho leguas at S. E. de Sinaab, sirviendo de guía y
dirección a los marinos, elevándose mucho por encima de las montañas del país.
Los geógrafos antiguos y los escritores posteriores al siglo XV, hablan de los
Guanxeris. Edrisi los llama Wanschrys, incluyendo entre esas tribus a los
Haouarytes, habitantes de la
Palma.”
[…] Los guanches que residieron en Egipto en tiempos anteriores al
año 1300 antes de Jesucristo pasaron luego a Argelia, bautizando las montañas
donde vivieron con la denominación ya indicada (Guanxeris), emigrando más tarde
parte de esa población a las Canarias.
Sabido es que en Berbería las montañas toman en general su nombre
de las tribus que las pueblan, y esta costumbre nos ha facilitado el estudio de
esos ramales arios. El monte Wan-nasch reese, (el Guanxeris de Samson y el
Gauser de Duval), está a ocho leguas al S. E. de Sinaab, sirviendo de guía y
dirección a los marinos, elevándose mucho por encima de las montañas del país.
Véanse Suis y Schaw.
Los geógrafos antiguos y los escritores posteriores al siglo XV,
hablan de los Guanxeris. Edrisi los llama Wanschrys, incluyendo entre esas
tribus a los Haouarythes, habitantes de la Palma.
Del espíritu guerrero de los Guanches da fe León Africano, cuando
dice: «Las tribus que habitan esta alta montaña (Guanxeris), han sostenido la
guerra contra el rey de Tlemencen durante más de sesenta años... Cuentan con
20.000 peones y 2.500 soldados de a caballo.)
Luís de Mármol cita también a los Gaunxeris como una población del
desierto de Zuenziga, si bien reduce e número de sus combatientes.
(Buenaventura Bonnet y Reverón, 1925)
Los habitantes de Benahuare (La Palma )
[…] Para estudiar las tribus que poblaron la isla de la Palma , es necesario analizar
la vida de los arios desde su asiento en Egipto. Según hemos visto ya, los
habitantes de Tenerife y los de la
Palma tenían como nombre común el de guanches; como
denominación particular, los de esta última isla se llamaban Haouarythes, que
según los historiadores, en nada o en muy poco diferían de los de Tenerife.
Con objeto de llegar a un conocimiento exacto de donde procedían
esas tribus, debemos remontamos a los faraones egipcios de la XII a dinastía, sobre todo a Amenemhait
III. este monarca, si no fundó la ciudad que más tarde se llamó Cocodrilópolis,
como afirman algunos autores clásicos, por lo menos erigió allí monumentos cuya
natura- leza, mal comprendida en la época helénica, dio origen a la leyenda del
lago Moeris y a la del Laberinto.
Herodoto fue el primero de los historiadores occidentales que
habla de tales construcciones, el único que las vio, y de él copiaron los
escritores posteriores su descripción, no sin embellecerla con rasgos más o
menos fabulosos.
El Laberinto, que es lo que más nos interesa para nuestro trabajo,
no era tampoco el palacio maravilloso que nos describe el padre de la historia,
sino la ciudad que Amenemhait III fundó como dependencia de la pirámide, según
era costumbre, cuyas ruinas pueden verse aún cerca de la aldea de Haouarah.
La identidad del Laberinto con las ruinas de Haouarah, señalada
por Caristié- Jomard en su Description des ruines situées prés de la
pyramides d'Haouarah en la
Description de l'Egypten, tomo IV, páginas 478-524, y por
Lepsius, Sriefen an, J.Egypten, página 74 y siguientes, ha sido puesta fuera de
duda por Petrie, Hawara, Siahum and Arsinoe», páginas 4 y siguientes.
De la primitiva ciudad fundada por Amenemhait III, y más tarde en
tiempos de Ramsés III, poblada por tribus arias, éstos tomaron el nombre de la
ciudad donde residieron. De Haouarah nació la voz Haouat-ythes, terminación
esta última de origen griego que significa pobladores, descendientes, y también
valientes o guerreros, como en hopl-ytes.
La traducción será: “los oriundos o los valientes de Haouarah.
Unidos con los Guan shait, los hombres de la tierra del lago”, se corrieron por
etapas sucesivas hacia el occidente, hasta la Argelia , invadiendo
Marruecos y desde allí a las Canarias y a las islas de Tenerife y la Palma , ú1timo punto de su
movimiento progresivo.
Algunos objetarán que tan largo trayecto no es posible que fuera
recorrido por tribus emigrantes; a esos les contestaremos que mayores fueron
los recorridos por los íberos desde el Cáucaso hasta España, los germanos desde
el centro del Asia, y los árabes desde su península, atravesando toda África,
hasta España y sur de Francia […] (Buenaventura Bonnet y Reverón, 1925)
Ghumara (Gomera)
[…] En este capítulo estudiaremos el origen de ese pueblo desde el
punto de vista histórico, etnográfico y prehistórico.
Los primeros que hablan de tales hombres son los capellanes
Bontier y Leverrier, que dicen de ellos lo siguiente: “Se halla (la Gomera ) habitada de un
pueblo numeroso, que habla el idioma más extraño de estos países, articulando
las palabras con los labios, como si careciesen de la lengua; dícese que un
gran príncipe, por cierto delito cometido, hizo cortar la lengua a muchos de
sus súbditos, desterrándolos a la
Gomera , y si son los actuales habitantes sus descendientes,
puede darse crédito a aquel hecho por el modo como hablan.”
Del Asia Menor, esos pueblos de espíritu aventurero y expansivo se
trasladaron al África. De los “Gomeres” del Ponto descienden los “Gomer”, una
de las cinco antiquísimas tribus que poblaron Berbería, sobre todo en las
costas del Mediterráneo, desde los confines de Ceuta hasta el río Muluya, que
en otra época dividió la Mauritania Tingitania de la Cesariense.
De estas regiones, los Gomer o Gomeros, por etapas sucesivas,
aportaron a las Canarias, principalmente a la isla de la Gomera , que de ellos es
indudable que tomó nombre, como también Vélez de la Gomera.
Según Antonio de Lebrija, en África existe un belicoso género de
hombres que se llaman gomeros, y se suelen asoldar para la guerra, que andan
aviva quien venza, y estas mismas cualidades se encuentran en nuestros gomeros.
Los primeros historiadores de la Conquista están
conformes en que los gomeros eran animosos, ligeros y diestros en ofender y en
defenderse, grandes tiradores de piedras y dardos. Las batallas de Argodey y
los bandos en que estaba dividida la isla, llamados Mulagua, Agana, Ipalan y
Orone, corroboran también nuestro aserto, y en sus cantares recordaban a sus
héroes Aguacomoros, Aguanahuche, Amanhuy y Oralhegueya, jefes de tribu que
peleaban por sus discusiones con un arrojo sin límites, persistiendo su
recuerdo hasta la época de Abreu Galindo. Por último, el alzamiento de los
gomeros contra Hernán Peraza demuestra el ánimo esforzado de este pueblo.
Todos los escritores afirman que la isla de Gomera no tuvo nunca
otro nombre sino el ya indicado de Gomera, y esto prueba aun más nuestro
razonamiento etnográfico, ya que antes de ser conquistada por Bethencourt, se
la llamaba por su único nombre.
Robustece nuestra opinión desde el punto de vista histórico, la
opinión de Leopoldo de Buch, a la cual nos adherimos. Afirma este sabio que la
isla omitida en las relaciones de Plinio, que solo menciona seis, pudo ser la
de la Gomera ,
que por occidente les pareció a los enviados de juba una prolongación de la de
Tenerife, como efectivamente así ocurre; por esto la denominación de junonia
mayor ó menor tan discutida y que se le atribuye, simplifica la cuestión.
De las descripciones anteriores se vé perfectamente que entre los
cráneos estudiados por Verneau en la
Gomera y los de la raza Furfooz, existe una verdadera
conformidad. El cráneo es corto en ambas, las fosas –nasales anchas, la
estatura pequeña y sepultaban sus cadáveres en cuevas naturales. La semejanza
es tan notable, que no es posible rechazarla. […] (Buenaventura Bonnet y
Reverón, 1925)
Las Razas de Esero (El Hierro)
[…] De los estudios antropológicos efectuados en la isla del
Hierro puede afirmarse que la. poblaron tres razas distintas que
aportaron a ella en distintas épocas, a saber: tribus de cráneo dolicocéfalo,
de gran estatura, frente ancha, órbitas rectangulares prolongadas en el sentido
horizontal y coronadas de fuertes arcadas superciliares; la cara muy ancha en
la parte superior y la nariz recta y corta.
Con posterioridad a esta raza invadió la isla otro pueblo: los
semitas de estatura más baja, de cráneo dolicocéfalo también y a veces
subdolicocéfalo, menos alargado que el de los arios (guanches), y perfectamente
ovalado; con cara alta y estrecha, ojos también altos, redondeados, muy
abiertos, con arcadas superciliares poco salientes, nariz larga y estrecha, con
escasa depresión en la raíz, pómulos deprimidos, maxilares estrecha y barbilla
un poco puntiaguda y saliente.
Si la robustez es la característica de los arios, la finura de la
cabeza y de todo el esqueleto puede decirse que es la nota saliente de los
semitas.
Por último, un tercer tipo, braquicéfalo, de cráneo corto y
narices anchas, estudiado por nosotros en el artículo anterior al tratar de la Gomera , donde formaba la
totalidad de la población, se instaló en pequeña minoría en el Hierro y en Gran
Canaria.
De estos tres pueblos enumerados, sólo estudiaremos el primero, o
sean los guanches, ya que en nuestro propósito entra analizar separadamente la
raza semita. Los braquicéfalos de la
Gomera los hemos estudiado con la detención necesaria.
Los Bimbaces o Bimbachos
Viera y Clavijo en su Diccionario, al hablar en el artículo Lapa
(Patella) de los concheros de la isla del Hierro, dice: "Parece que los
"Bim-bapas", que eran los primitivos habitantes de aquella tierra, se
congregaban en dichos sitios a celebrar sus fiestas, haciendo quizá su
principal alimento de las lapas..." En otros pasajes de sus
"Noticias", Viera y Abreu Galindo los llaman "Bimbaces" o.
"Binbachos", ya sea por el cambio de la explosiva labial
"p" en la más suave "b", ya por eufonía, o por ser este el
nombre más común.
Opinamos sinceramente que los habitantes arios del Hierro, los
Bim-bachos, no era un pueblo distinto al de Tenerife, sino al contrario un
ramal de aquéllos que se trasladó a la isla del Hierro, como lo hizo antes en la Palma.
Procuremos demostrar tal aserto. Mr. d'Avezac
dice que el nombre de “Bombachos” provenía de la voz árabe o berebere “Bel
y Bachirs” o “ Ben-Bachirs”, con cuya etimología se conforma Berthelot
aún cuando no explica su orígen.
Nosotros discrepamos de tal denominación, mas
para ello hemos de hacer presente a quien nos lea, que en árabe y en berebere
sólo existen tres mociones o signos para expresar los cinco sonidos dé nuestras
vocales; unos traducen por “a” y otros por, “e”, la primera de dichas mociones,
denominada “fataja” ; la segunda “ quesos” por la “e “ o la “u”; y la tercera,
“damma” unas veces por “o” y otras por “u”.
Siendo esto así, vemos que según Abreu
Galindo, pág. 197, los habitantes de la isla de Teneerife habían tomado el
nombre de “Bincheni”, corrupción, según el señor Berthelot, de
“Beny-Cheni”, transformado en “Ben -Cheni“ o “Bin –Cheni”, según opinamos de
conformidad con las reglas enunciadas. También pudo derivarse esa última
palabra de “Be-ny Chinerfe” o “Ben-Chenerfe”, y ésta de “Tchinefe”. Como
“Beny” o “Ben” significa hijo, descendiente o tribu, y “Chenerfe” o
“Tchinerfe” Tenerife, la traducción sería “Hijos de Tenerife”.
De la voz “Bin-Cheni” nace la dé
“Bin-Ben-Cheni” o “Bin-Ban-Che-ni” (transformada la “e” en “a”, o sea
(“Binbanche” o “Binbacho” por pérdida de la segunda “n”, al pasar esa voz al
castellano) , cuyo primitivo origen fue “Ben-Beli-Cheni”, que quiere decir en
berebere “Hijos de los hijos de Tenerife”; así el nombre de “Bombachos”,
expresa claramente que un ramal guanche de Tenerife aportó al Hierro.” (Buenaventura Bonnet y Reverón, 1926)
Por su parte el investigador tinerfeño doctor Juan Bethencourt
Alfonso en obra Historia del Pueblo Guanche, nos ofrece un extenso
trabajo en torno a los primitivos habitantes de las isla, en él, sostiene la tesis
del entroncamiento de los primeros pobladores con egipcios e iberos, teoría
sustentada a finales del siglo XX, por el inmunólogo de la Universidad Complutense
de Madrid, Luis Arnaiz, y su colega Jorge Martínez Laso, en una publicación de
un estudio genético sobre las poblaciones ibéricas. Comparando los genes
“alelos” –utilizados para garantizar la viabilidad de las transfusiones de
órganos– se podía determinar la cercanía genética de diferentes poblaciones o
grupos humanos. El resultado de estas investigaciones con unas muestras de
población europeas, “españolas”, norteafricanas y vascas, determinó que los
vascos estaban más cercanos genéticamente al resto de habitantes de la Península y a los
norteafricanos de origen beréber que al resto de poblaciones europeas. La
teoría acerca de su origen caucásico se venía abajo y se corroboraba la tesis
de que los vascos serían los descendientes de los íberos, los primeros
pobladores de la península Ibérica, venidos del norte de África durante las
invasiones cartaginesas. De ahí la similitud genética con los beréberes
norteafricanos, que también serían semitas.
Veamos algunos párrafos tomados de la obra del Dr. Bethencourt
Alfonso: Fuente.
[…] Dividido dicho imperio por las Columnas de Hércules
destacábase al N. de África el Egipto, de tal antigüedad y lejano progreso que
su historia positiva alcanza a más de cuatro mil años antes de Cristo, fecha en
que ya conocía según el P. Fidel Fita el arte de la navegación y la escritura
sobre el papiro. La generalidad de las tribus y demás naciones del extremo
septentrional del continente situadas a su Oeste, a pesar de tener sus
designencias peculiares, por lo que aparece en las inscripciones hay fundado
motivo para creer que los egipcios les daba el nombre genérico de Rebu; pero
como en su idioma y escritura no existía la l, por la cual los extranjeros
podían leer la r como l pronunciado Lebu, de aquí el término de Libio que
aplicaron los griegos a los moradores de Cirene por ser los primeros que
conocieron. Por esto dice el Dr. Meyer en su interesante «Historia del antiguo
Egipto»:
“ ...todas estas tribus, a las cuales pertenecen también los
habitantes de los oasis, son estrechamente afines entre si y forman con los
habitantes del Noroeste de África, los númidas y los moros, un gran grupo de
pueblos que conocemos con los nombres de libios o moros, o con el más moderno
de berberiscos”.
Aparte de la recíproca influencia orgánica de los egipcios y demás
pueblos del N. de África, como se deduce del excelente trabajo de Schmidt, “Del
cráneo del antiguo y del moderno egipcio”, hay testimonios históricos
demostrativos de las relaciones y de la compenetración de dichas razas, entre
sí y con otras de la orilla opuesta del Mediterráneo.
En las inscripciones de las tumbas tebanas del tiempo de
Tut-mosis y sucesores, aparece que al Egipto pagaban tributos la Nubia , los oasis libios, los
chenus y utentius {también libios) con otros territorios del Oeste, ”las
islas del gran mar” y “dos países que están detrás del gran mar”; y en los
Anales del referido soberano dibujados en las paredes del templo de Karnak,
confirmase el pago de estos tributos por “las islas del gran mar”,
“todos los países ocultos”, “todas las islas de los fenchus o Kaft {Fenicia), la Nubia , Punt, los oasis
libios, la Marmárica
y otros territorios libios, los chenus y utentius, todos los países que están
detrás del gran mar y los países de delante”, “todos los habitantes de las
arenas”, “todos los bárbaros de la
Nubia ” “Los habitantes del Oeste y Este son vasallos tuyos”.
El rey Seti I figura realizando una expedición guerrera hacia el
Oeste, contra las tribus libias de los tehenus, que probablemente se le
rebelaron. Pasa por el primer soberano que introdujo la costumbre de reforzar
el ejército egipcio con mercenarios. Ya bajo el solio de Ramasces II {Ransés)
existían fuerzas permanentes de libios, de negros y ”e hombres vigorosos
procedentes de muy lejos por mar” ; pero fueron los libios los que llegaron a
constituir casi el ejército nacional. Durante siglos a ellos se debió
principalmente la defensa del reino, no ya contra las distintas invasiones que
sufrió de las regiones costaneras de Europa, de las islas del Mediterráneo o
del Asia, sino de gentes de su propia raza que más de una vez cayeron sobre Egipto.
Ramesces III logró rechazar con dichos contingentes una de las tantas
irrupciones libias, que se había apoderado de las poblaciones, de los
territorios occidentales del Nilo, ocupando durante años el distrito de
Kanopos. Más cómo siguieron aumentando de día en día los mercenarios libios,
concluyeron por hacerse dueños del reino el año 939 antes de nuestra era.
No creemos necesario reproducir más citas en apoyo de la anunciada
compenetración de las razas del N. de África, pero sí vamos a ocuparnos de una
de las invasiones de bárbaros más o menos rubios indudablemente parecidos a
otros de antiguo establecidos en el país conocidos por tamahus que en 1500
antes de Cristo penetraron por la frontera occidental de Egipto, reinando
Menephat I. Tal muchedumbre se extendió por el extremo septentrional llevando a
los habitantes yacentes en parte sangre homogénea íbera y en parte de otro
elemento étnico; porque a la par realizaron la irrupción pueblos tan distintos
por su origen, costumbres e idiomas como el turanio y una de las principales
ramas de la familia indo-europea como la celta.”
Aunque no se conoce ni una cita histórica en que fundamentar la
presencia de los egipcios en las Canarias, son tales los indicios que ya a
principios del siglo pasado escribía Viera y Clavijo: “Quizás volveríamos a
embarazamos aquí con las dificultades sobre la isla Atlántida de Platón, si
para probar la existencia de los hombres atlántides fuese preciso la existencia
de aquella tierra; pues aún los mismos que la consideran fabulosa, reconocen
que hacia el Occidente de África y Europa hubo una nación antiquísima de
atlántides, la cual era una colonia de egipcios descendientes de Neptuno, esto
es, del Océano Magno; cuyas guerras con los pueblos más allá de las columnas de
Hércules dejaron no se qué confusa memoria en la tradición de los hombres. De
manera que esta especie de gente debe ser tenida por el tronco fecundo de
cuantos en lo primitivo habitaron nuestras islas y sus contornos”.
En efecto, todo induce a que fueron los primeros pobladores de las
Canarias en tiempos muy remotos. Aparte de que las conclusiones osteométricas
como hemos visto evidencian el parentesco entre guanches y egipcios, también
este vínculo lo pone de manifiesto la etnografía. El tatuado de brazos y
piernas, el andar los varones siervos tan sólo cubiertos con el taparrabo de
cuero o tejido, los casamientos de los soberanos con sus hermanas[1]
y el recaer el cargo de sumo pontífice en individuos de la familia real, fueron
costumbres comunes a los dos pueblos. Cuenta Herodoto que los egipcios
practi-caban la siembra surcando primero la tierra y arrojando luego la
semilla, para después soterrarla moviendo sobre el campo rebaños de carneros,
de cerdos u otros animales, y esto mismo hacían los guanches con sus rebaños de
cabras en ciertas localidades.
En materia religiosa mantiénese la identidad, sin embargo de
saberse poco de los isleños. Para unos y otros era el sol una de las
divinidades más veneradas, así como artículos de fe el culto a los muertos”. (Juan Bethencourt Alfonso, 1991)
Los Zanatas
Los
Zanatas, Zenetes, Zenetas, conformaron una de las naciones más importantes
dentro de la gran familia mazigia, hasta la penetración islámica en el noroeste
del continente, precisamente, el nombre de zanatas por los que son conocidos
después de la islamización les fue impuestos por los árabes
Este
pueblo fue uno de los que arribaron a las islas, principalmente a las de
Chinech y Benahouare, muchos siglos antes de que fuesen islamizados en el
continente, desde Chinech se expandieron por otras islas aportando un mayor
contingente a la isla de Esero o Hero, como nos indica el gentilicio de los
antiguos habitantes de ésta isla y, el hecho de que los primeros conquistadores
europeos se valieron de bimbaches para los asaltos a la isla de Benehouare,
ya que éstos y los hawaritas se entendían perfectamente puesto
que hablaban la misma lengua.
Los
zanatas continentales que fueron influenciados por los conquistadores árabes,
asumieron de tal manera la nueva cultura impuesta que incluso llegaron a
renunciar a sus orígenes, mazigios prefiriendo ser considerados árabes, como
una manera de ocupar puestos relevantes en la nueva sociedad, no dudando
muchas de las familias zanatas influyentes en inventar falsas genealogías para
justificar una supuesta ascendencia islámica. Esta actitud en sumarse al
vencedor, tuvo su paralelismo en las islas, recién terminada la conquista de la
isla de Tamarant, los antiguos canarios pertenecientes a las clases que habían
sido dominantes, no sólo no dudaron en aceptar el nuevo estatus impuesto por
los nuevos amos, sino que además se esforzaban por diferenciarse de los
habitantes de las otras islas presumiendo de ser cristianos “e hablar
castellano como los propios castellanos”.
Los
nobles guanches de la isla de Chinech, una vez que fueron sometidos, la mayoría
de ellos como el resto de la población fueron obligados a tomar nombres
cristianos, pero en el siglo posterior a la conquista muchas familias
pertenecientes a la nobleza guanche, que aún conservaban sus nombres mazigios.
Con objeto de escapar a la marginación social a que le tenían sometidos los
conquistadores, y para superar los frecuentes expedientes de limpieza de sangre
incoados por la inquisición española, no dudaron en crear falsas genealogías
renunciando a sus orígenes y nombres de su ascendencia tales como Benchomo,
Garachico, (actualmente afincados en Argentina) Tahoro, Tahodio, Tacoronte,
Ibaute, Icod, etc., para sustituirlos por otros vulgares españoles o
portugueses como Albertos, Pérez, Hernández, Alonso, García, Rodríguez etc.
Esta
actitud de renuncia estaba justificada en la consecución de un ascenso social,
ya que para poder acceder a determinados empleos públicos en las milicias,
administración o en el clero, e incluso para poder asistir a las universidades
españolas, los aspirantes debían superar los mencionados expedientes de
limpieza de sangre, ya que el acceso a estas ocupaciones estaba vetadas para
judíos, moros y guanches, al margen de la capacidad económica que éstos
tuvieran. Sería sorprendente, para muchas familias canarias que presumen de
descender de conquistadores o colonizadores, el comprobar mediante un
seguimiento genealógico cuantas de ellas descienden directamente de guanches y
canarios, ostentado en éstos día apellidos que en un determinado momento fueron
usurpados mediante triquiñuelas y el pago de buenos honorarios a los
genealogistas de turno. No fue ajeno a este deseo de equipararse a los
invasores, el hecho de que en determinados momentos del pasado, desaparecieran
abultados legajos de las dependencias de los juzgados y Ayuntamientos, así como
oportunos incendios producidos en archivos de conventos y parroquias, pero la Tamusni es sabia, y si
alguien tiene interés en conocer los verdaderos orígenes de alguna familia,
sólo tiene que indagar en las zonas rurales de nuestro país, seguro que
encontrará a algún Mago que se lo explicará, y podrá tener la seguridad de que
está consultando con el archivo más fiable sobre el tema.
A los lectores que tengan interés en profundizar en el tema de los
primeros poblamientos de nuestra Matria, me permito recomendarles la consulta
además de la bibliografía que figura al final de estos artículos, los libros y
artículos siguientes: “La
Piedra Zanata ,” de Rafael González Antón et al. Edición del
O.A.M.C. Cabildo de Tenerife, 1995. “Los enamorados de la Osa Menor ”, Rafael González
Antón y Mª del Carmen del Arco Aguilar, Edición del Museo Arqueológico de
Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 2007. “Abora” Miguel A. Martín González.
Ediciones J.A.C.E. S.L. Santa Cruz de La Palma , 2006. “El conocimiento geográfico en la
antigüedad” de Antonio Santana Santana, en: Eres, volumen 10. “Más allá de
Cerné” Enrique González Gravioto, en: Eres volumen 9. “Datos sobre la
colonización púnica de las Islas Canarias, de Rodrigo de Balbín Behrmann, en
Eres, volumen 6 entre otros muchos autores.
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