viernes, 24 de agosto de 2012

Capitulo XXIV-II



Capitulo XXIV-II
Eduardo Pedro García Rodríguez
Isla Esero (Hierro)


Arquitectura religiosa

   Los investigadores de servicio, al denominar como prehistórica la cultura que se desarrollaba en las islas, antes de la invasión de los europeos, lo hacen como una imposición  más del colonialismo, que desea aplastar todo vestigio de pervivencia guanche, construyendo los templos cristianos sobre las estructuras y sitios de centros cultuales precoloniales. Un claro ejemplo de ello es entre otros muchos el templo católico de Santiago de los Caballeros de Gáldar, en Tamarant y la Cueva Santa de Achbinico en Igueste (Chinech) convertida en primera parroquia Valle de Güimar, y la Cueva de Asteheyta en Esero convertida en  su momento también en parroquia. 

Aras de sacrificio


    “En el Cabezo del Jable, paraje situado al O. del Cerro de los Números, sobre un terreno relativamente llano en que termina la caída de la ladera, se ven dispersos en distintos puntos unos pequeños amontonamientos de piedra que ya llamaron nuestra atención en la primera exploración que hicimos de toda la región de El Julan. Ya entonces las denominamos aras de sacrificio, basándonos en la presencia de huesos calcinados que habíamos advertido en el interior.

   El área que ahora nos disponemos a excavar está situada, como hemos dicho, en el Cabezo del Jable, a unos 50 m. de distancia y al S. de un gran apartadero de ganado vecino al Barranco de los Canales.

   Tiene un diámetro en su base de 1,90 m. y conserva una altura de 0,80 m., que sería poco más o menos la original. El material de que está construída es de la misma piedra volcánica que cubre todo aquel paraje.

   La planta del ara es circular. La parte superior se había desmoronado y al pie del ara se hallaron dispersas algunas lajas muy lisas, que, por lo que más tarde se pudo comprobar, debieron haber formado el último piso de la construcción. No debe extrañar la lenta ruina de estas construcciones por la misma naturaleza del material con que están levantadas y por la imperfecta cohesión del aparejo. En una apreciable extensión del Cabezo del Jable se advierten los restos de aras en ruina. De las quince o veinte que existirían, sólo cuatro conservan, aunque muy maltratadas, la típica forma de la construcción en cono truncado.

   Sobre el Cabezo del Jable están dispuestas unas en dirección E-O y otras de N. a S. La excavada ocupa el extremo S. del Cabezo del Jable
(Lám. III).

   Está levantada sobre una plataforma circular de 0,80 m. de altura (fig. 3). Esta plataforma está constituida por tres escalones, que vienen a ser como plataformas superpuestas. El diámetro de la situada en la base es de aproximadamente 4 m.; la segunda tiene un diámetro de 3,5 m. y el diámetro de la tercera es de 2,30 m. Los tres escalones están formados por piedras planas de lava de un espesor aproximado de 25 a
30 cms.

   Apoyadas sobre la plataforma circular superior se disponen los materiales de la pared del ara, de unos 40 cms. de altura, sobre los cuales se levanta el pequeño recinto también circular hasta una altura aproximada de un metro, donde la construcción queda truncada. El diámetro máximo de la verdadera base del ara es de 1,90 m. al exterior y 1,30 en el interior. Antes de iniciar la excavación se descubre en el interior del ara lajas dispuestas horizontalmente, a distintas alturas, y separadas por distancias aparentemente semejantes. Se advierte que el interior de la construcción se ha rellenado con gravilla muy fina, arena y lajas, entre las cuales se puede ver una capa de ceniza junto con fragmentos de huesos calcinados, (véase en la fig. 3 el alzado y la planta del ara excavada en el Cabezo del Jable).

   La primera preocupación al iniciar la excavación del ara fue que el exterior quedara conservado. Se encontró que desde su base hasta una altura de 50 cms. aparecía rellena por una arena muy fina, de la misma que se encuentra en el paraje donde está emplazado el yacimiento precisamente en la línea de separación entre una y otra. La calidad de capa inferior que solamente tiene dos milímetros de espesor, con el alisado de la misma, indica un mayor cuidado en la confección.” (Cuscoy, 1966).

   Otras construcciones de superficie

   El yacimiento arqueológico de El Julán es un interesante complejo precolonial que reúne diferentes manifestaciones arquitecturales bimbaches: casas realizadas en piedra seca, cuevas sepulcrales, lugares de culto, tagoros o construcciones destinadas a la celebración de asambleas, taros  y concheros resultantes de las comidas ceremoniales.

   Taro es voz guanche de uso actual. Es una construcción precolonial también circular, y que por lo general está  emplazada en parajes costeros, en los puntos más altos de los promontorios y acantilados que no tiene más de dos metros de diámetro, excepto el del Julan el cual tiene forma elíptica, con un eje mayor de 3.30 m. y el eje menor de 2 m, y cuyo estado de conservación ha permitido su estudio. De este taro se conserva el aparejo de sustentación constituido por bloques volcánicos sin labrar y que forman una pared de unos 50 cms. sobre el nivel del suelo. Tenía un acceso muy angosto, de 70 a 80 cms.
   El fin de su construcción parece ser refugio de pastores, lugar de vigilancia o “torre de curiosos”. Según Álvarez Delgado, la voz tarute, citada por los cronistas como mensajero, embajador, equivale literalmente a torrero, avisador, mensajero.

   Santuarios

   El santuario por antonomasia del Hierro lo constituye Los Santillos o Santillos de los antiguos. Lugar de veneración del pueblo  bimbache dedicado a Eranoranhan y Moneiba... “No les sacrificaban; Más de rogarle para herbaje de sus ganados. Y a estos sus ídolos o dioses no los tenían hecho de alguna materia, sino solamente eran intelectuales, fingiendo que su habitación y lugar para hacerles bien eran dos peñascos largos a manera de mohones, que están en un término que llaman Bentayca, que hoy llaman Los Santillos de los Antiguos...Y así, cuando veían tardar las aguas del invierno, juntábanse en Bentayca, donde fingían estar sus ídolos, y alrededor de aquellos peñascos estaban sin comer tres días, y con el hambre lloraban y el ganado balaba, y ellos daban voces a los ídolos que les mandasen agua...”

   Estos sitios corresponden con  el término de Bentayca,  Los Santillos donde  los Dioses moraban cuando bajaban del cielo. Y en el término de Tacuytunta, donde estaba la cueva de Asteheyta, donde se encontraba el Aranfaybo. Algunos cronistas estaban convencidos que los roques del Bentayca se corresponden con un lugar próximo a El Pinar, al W. de la Montaña Tenbárgena; mientras que identificaban la cueva de Asteheyta con una oquedad que se abre en el Mocanal, cerca de Valverde, que llamaban Teneseita. Otros cronistas suponen que el Bentayca corresponde al moderno Bentegía, en los Lomos, al W. de Valverde y en las proximidades del Garoé; e identifican la cueva del Aranfaybo con la anteriormente citada, o con otra en las inmediaciones de Valverde, en el Barranco de Tejeleita.
                            
   Los bimbaches adoraban a Diosa-Madre bajo el aspecto de Moneiba al Dios Achuguayu (Dios Luna) con el nombre de Eraoranhan, además de una divinidad mediadora llamada Aranfaibo (posiblemente un aspecto de Chayuga).  Estas divinidades estaban representadas por dos monolitos naturales como representación física de las mismas, las cuales no eran potestativas solamente de la isla Esero, esta practica también era propia de las demás islas, por ejemplo tenemos en Chinech (aparte del Teide como Axix Mundis) en el Menceyato de Anaga, dos  monolitos naturales conocidos como “Los Obispos” localizados lugar de veneración de los antiguos anaguenses donde las maguadas iban en precesión y rogativas  a depositar ofrendas. En la isla Benahuare en la Caldera de Taburiente, antigua Asero que es el enorme cráter de la isla, se encuentra el Roque de Idafe, representación de la Diosa Abora, y donde los awuaras adoraban y entregaban las vísceras de los animales que sacrificaban como ofrenda. En Tamarant los Roques Bentayga y Nublo tenían similar cometido, así como el de Agando en La Gomera y las Montañas Tindaya y Amanay en Erbania.

   Como hemos dicho repetidamente en la cultura guanche los astros cambian de género, siendo el Sol femenino y la Luna masculino, los cronistas de Bethencourt y Gadifer imbuidos de su etnocristianismo interpretaron que al adorar a dos divinidades la una femenina y la otra masculina debía existir una separación de sexos en la adoración a la divinidad. Así mismo les sorprendió la capacidad de los Bimbaches apara adorar a la divinidad de manera intelectual, sin necesidad de imágenes, al contrario que en el cristianismo donde la imaginería y la teatralidad en el culto se sobrepone a los aspectos espirituales.


   Mundo funerario bimbache


   “la posición de los cuerpos era muy variable y que dista mucho de que todos los muertos fuesen disposición embalsamados. No se les orientaba en una dirección fija; al contrario, muchas veces se les mezclaba en desorden, en todas las direcciones. Con bastante frecuencia se los situaba a cierta altura, sobre una especie de tablados, pero también ocurría que se les depositaba en el fondo de la cueva,  o bien se depositaba en el fondo un primer lecho de cadáveres, que se cubrían con losas o con tablas de madera y, por encima, se colocaba una segunda capa de muertos; esto es lo que había te­nido lugar en la cueva del Tablón,  cerca de Los Letreros de El Hierro. Habitualmente, los cadáveres de los jefes eran  deposita­dos en auténticos féretros de madera de pino o de enebro.” (R. Verneau)

  “Los lugares que la población prehispánica de Canarias eligió para depositar a sus difuntos  son espacios que, como norma, presentan una dilatada vigencia temporal. Son concebidos y habilitados como enclaves para albergar los cuerpos de los antepasados a lo largo de sucesivas generaciones y que, por lo general, se encuentran directamente asociados a los lugares de habitación. De este modo se establece una relación directa y cotidiana entre vivos y muertos, probablemente en un deseo de mantener la unidad del colectivo y de éste con un territorio específico que es identificado como propio.

   La Necrópolis de La Lajura, según los datos conocidos hasta el momento, fue empleada como sepulcro a lo largo de varios siglos y en ella se depositaron los restos de algo más de un centenar de individuos. En efecto, las pruebas de Carbono 14 remontan a los inicios del siglo II de nuestra Era el inicio del uso cementerial de esta cavidad natural, continuando tal función al menos durante ocho siglos más, si bien es probable que pueda prolongarse hasta fechas cercanas a la arribada de los conquistadores normandos a las costas de El Hierro. Ello se traduce en un cementerio que continúa usándose a lo largo de unos mil años, varios siglos más que cualquiera de los camposantos que se instauran en las islas tras la colonización hispana. Un dato que creemos pone de manifiesto la evidente intencionalidad que tuvieron los bimbapes de perpetuar el lugar destinado a sus difuntos, reforzando, a su vez, la significación otorgada a los que tras la muerte pasan a convertirse en antepasados.

   Esta concepción unitaria del cementerio no sólo se materializa en la sucesiva recepción de cadáveres en un mismo lugar a lo largo de décadas, sino también en otros aspectos igualmente destacados. Así, antes de la inclusión de cadáveres en La Lajura, y en directa relación con la práctica fúnebre que allí tendría lugar, se procedió a la realización de diversos fuegos en el interior de la cueva, así como al depósito junto a ellos de una serie de materiales (probablemente ofrendas): instrumentos de industria lítica, un recipiente de cerámica, la cabeza y parte de las patas de un macho cabrío joven, semillas de cebada, etc. Se trata de una serie de gestos sepulcrales que, en pocas palabras, y como hipótesis, podrían suponer un “acondicionamiento ritual” del lugar en el que luego, y a lo largo de los años, se dispondrían los fallecidos del grupo. Por así decir, se configura el lugar de sepulcro de un colectivo humano consolidado en un territorio y que aspira a su proyección futura, entre otras cosas, a través de la elección y acondicionamiento de lugar elegido para recordar a sus difuntos.”(Javier Velasco Vázquez, 2006)

   La Lajura arroja, gracias a las nuevas técnicas ligadas al método arqueológico, datos que permiten describir a los hombres bimbaches como robustos, con una media de altura de 1,72 metros, con una esperanza de vida de 30 años, con una predilección en su dieta por la carne, pescado y moluscos y un cúmulo de enfermedades ligadas a las duras labores del campo como la artrosis.

   Por su parte, las mujeres tendrían más esperanza de vida (50 años), una altura de 1,56 cm de media, serían más vegetarianas y trabajarían en un entorno más cercano al hogar con labores de recolección (restos de mocanes) y cultivando (vid y cebada). Tendrían más patologías dentales y óseas, entre otras.
   Asociado a este complejo, aparecen una serie de paneles Los Letreros” y “Los Números”; se trata en su mayoría de grabados geométricos, figurativos e inscripciones en alfabeto líbico-imazighen (bereber) realizados con la técnica del picado en soporte pétreo. Desde que fue dado a la luz pública la existencia de estos paneles de grabados  rupestres milenarios, los cuales según las investigadoras Renata Springer y María Cruz Jiménez para la estación de grabado de la Candia podrían estar relacionados con aspectos sepulcrales: “En los contextos arqueológicos insulares, en general, observamos, primeramente, una estrecha relación entre los grabados rupestres y las sepulturas. Este es el caso de las inscripciones halladas en las Cuevas del Hoyo do los Muertos y de La Candia; extensible además a El Julan, donde ambas manifestaciones también coexisten, aunque en un contexto más diversificado. (Renata Springer Bunk y Mari Cruz Jiménez Gómez)

   Las razones de esta asociación son de momento inaccesibles, en tanto no sea posible la trascripción de estos textos. Cabria la posibilidad de que se trate de referencias a los individuos allí sepultados sin que se pueda determinar el objeto perseguido aunque siempre dentro de las concepciones de la vida de ultratumba y por tanto, inserto en las creencias religiosas.

   Si esto fuera correcto, su función seria similar a la que desempeñan las estolas funerarias, como propone A. Tejera Gaspar (1991), salvando las diferencias formales de los soportes y do los contextos arqueológicos respecto a las culturas norteafricanas.”

   Arquitectura urbana


   El término urbano proviene de urbs, piedra de ciudad, colocada por motivos más bien prácticos, de refugio, asentamiento, relaciones humanas o comerciales. “Civilización y ciudad” son palabras que comparten su raíz: civitas, palabra que designa las emociones, los rituales y las convicciones que cobran forma en una ciudad, y aluden directamente a la acción del hombre como ente que la modula. Siendo esto así está claro que el colonialismo en su afán por ningunear la cultura primigenia del pueblo canario ha venido sosteniendo la falacia de que nuestros ancestros solo vivían en cuevas, a pesar de los múltiples  ejemplos documentales y arqueológicos que demuestran lo contrario.

   Durante la baja Edad Media en España, una ciudad era tanto una entidad político-administrativa como una agrupación de casas, en ocasiones bastante reducida, para obtener la calificación de villa o ciudad el único requisito exigido era que el núcleo poblacional pivotase en torno a un templo católico.

   Estas condiciones (exceptuando la no existencia de templos católicos) se daban en muchos asentamientos humanos en las islas, especialmente en la Esero, aspecto este que los historiadores coloniales siempre han soslayado de manera interesada insistiendo en el hecho de que nuestros antepasados vivían sólo en cuevas, con el claro propósito de inculcarnos el concepto de sociedad neolítica en que han querido encasillar nuestra milenaria cultura, para justificar si cabe la ocupación de nuestra nación partiendo de conceptos “legales” emanados del papado para dar vía libre a los aventureros para la invasión ocupación y saqueo de los pueblos no cristianos.

   Estos núcleos de población debieron ser importantes en la isla teniendo en cuenta su relativa escasa población, tengamos en cuenta que solamente el entorno familiar del Rey  isleño Armiche contaba con ciento once individuos, los cuales fueron traicionados, apresados y enviados como esclavos a España donde fueron vendidos por el pirata Jean de Bethencourt.

   En Esero existen cuatro núcleos poblaciones precoloniales de viviendas de superficie que por su características constructivas y planeamiento urbanísticos llamaron a la atención de los cronistas de la invasión de los piratas Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle, Bontier y Le Verrier, quienes calificaron a esta viviendas bimbaches como “Chalets”.
   Por su parte el antropólogo francés Verneau recoge: “Las construcciones megalíticas, como las llama M. Ber­thelot, son más frecuentes en algunos lugares de El Hierro y de Fuerteventura que en cualquier otra parte; pero también es nece­sario observar que en esos lugares las cuevas naturales son raras. Los habitantes se veían obligados a construir refugios artificiales, pues (son los historiadores antiguos quienes lo dicen) la mayoría de las veces estas construcciones sólo eran casas.”

   Estos poblados urbanos son: Guinea; Tejeguate; La Alvarrada y Pozo de las Calcosas, en este modesto trabajo nos vamos a ocupar de dos de ellos, Guinea y La Alvarrada.

 Poblado de Guinea

   Localizado como queda dicho en  la zona conocida por Juaclos, gracias a los tubos volcánicos que la pueblan, responsables de la formación y forma de Esero.
   El topopnimo Guinea es de origen colonial, según la tradición los colonos instalados en la localidad acostumbraban a ser depositarios de los esclavos negros capturados en el continente por los piratas esclavistas, hasta que constituían un contingente los bastante importante para ser reenviados a las colonias americanas, horroroso negocio del que participaba el  “señor” de la isla y de la Gomera. En la época todos los esclavos negros se decían de Guinea, de ahí el nombre del poblado.

   En el poblado de Guinea convergen manifestaciones de las dos etapas de la historia de Esero: la precolonial y la colonial pero en ambas etapas las técnicas constructivas de los bimbaches, como consecuencia de los materiales de construcción disponibles en la isla, a los que los invasores europeos debieron adatarse entre otras causas por la pobreza de materiales compuesto de escorias volcánicas del territorio y la lejanía de la isla. La ubicación del poblado de Guinea fue elegida por los bimbaches en razón de las óptimas condiciones naturales que posee el paraje donde esta ubicado y que cuenta con dos de los escasos afloramientos de agua potable en el Valle del Golfo, así como la geografía de su relieve a camino entre las distintas zonas de población de la Isla.

   En las edificaciones más antiguas, para no hacer más frágiles las paredes carentes de
argamasa y evitar, al mismo tiempo, los fuertes vientos, se abren los vanos imprescindibles, muchas veces tan sólo el de acceso al interior y, si acaso, un pequeño ventanuco que en ocasiones no es más que un orificio que apenas facilita una correcta ventilación.
                           
   La techumbre, a una o dos aguas con cubierta de colmo, necesitaba de una serie de accesorios que garantizaran su resistencia a los elementos.

   En condiciones metereológicas adversas se recurría al empleo suplementario de sogas gruesas elaboradas con materia vegetal o correas de cuero para amarrarla mediante estacas introducidas en las paredes de la vivienda, de tal manera que la cubierta quedase firmemente sujeta ante el embate de los vientos. Así mismo se disponía de parapetos sobre consistentes en piedras sobre las paredes de carga donde se apoyaban la vigas que sustentaban la techumbre. La confección de la cubierta pajiza es una labor ardua que requiere la realización de una serie de procesos que garanticen su correcta ejecución, con la finalidad de cubrir e impermeabilizar perfectamente la techumbre: Colocar la camisa, tapar, coser, emparejar el colmo, formar el caballete y colocar los parapetos. (Sixto Sánchez Pererera) 

poblados

                                                      
 Como en el resto de las islas entre los bimbaches  la vida cotidiana se desarrolla al exterior de la vivienda, siendo el recinto arquitectónico tan sólo el dormitorio o lugar de refugio cuando las condiciones climáticas lo aconsejan, siendo el patio el centro de la vida doméstica y económica, ya que no sólo constatamos la existencia, al aire libre, de la llamada “cocina de verano”, (costumbre aún vigente en las zonas rurales de todas las islas) sino que es un lugar donde se descansa y conversa, al tiempo que se desarrollan una serie de labores manuales, complementarias de la economía familiar.

   La Albarrada


   Según el ya citado investigador Sixto Sánchez, “su nombre nos evoca significados como pared de piedra seca. Precisamente este topónimo se encuentra en documentos del siglo XVI, pero no en relación a un pueblo, sino haciendo referencia al límite que separaba las zonas destinadas a uso agrícola de las de uso ganadero... el viejo pleito entre pastores y agricultores.

    Pero en la segunda mitad del siglo XVIII ya no existen dudas: La Albarrada se nombra junto a otras entidades de población como una de las “aldegüelas” pertenecientes a la jurisdicción de San Andrés.

   El estado de abandono en que se encuentra este antiguo núcleo impide el recuento exacto de las estructuras arquitectónicas que lo integran y llega incluso a dificultar la identificación de los restos que se contemplan. Esta circunstancia complica el contraste de los datos obtenidos de las fuentes etnohistóricas con los restos físicos que aún permanecen en el lugar, y que pudiera permitir realizar una valoración global sobre cuál pudo ser la entidad real de La Albarrada en otro tiempo. Pero aún es posible contemplar algunos restos reconocibles de las estructuras arquitectónicas características de la arquitectura rural más modesta de la Isla: el pajero. Las paredes de piedra seca derruidas, el hueco vacío de la puerta, único vano en la mayoría de las ocasiones, el triángulo de los mojinetes, deformado por derrumbes parciales, ni asomo de teja en techos que fueron exclusivamente vegetales, la tan característica cubierta de colmo, en algunas esquinas aún quedan resquicios del barro o del embostado que revestía las paredes al interior.



   El paseo por el poblado permite percibir cierta ordenación urbanística dentro de un conjunto de sitios domésticos aislados, concebidos para evitar expresamente el adosamiento, como uno de los rasgos más distintivos de este asentamiento rural. Esta ordenación se consigue fundamentalmente a través de la comunicación interna del conjunto: un gran camino central del que parten los accesos a cada una de las viviendas, a través de las parcelas destinadas a huerto y otra serie de estructuras secundarias que conforman el sitio doméstico autárquico o, según vocablo de moda, “autosostenible”: huertos, chiqueros, aljibes, cuadras, corrales, palomares, etc.” (Sixto Sánchez Perera)

   Elementos muebles  
  
   En el caso del Chajasco o Tablón Funerario de Guarazoca, localizado en la Necrópolis del  Hoyo de los Muertos, con inscripciones líbicas primer elemento mueble con signos alfabéticos en Canarias, permitió obtener la primera datación absoluta sobre este tipo de inscripciones en el Archipiélago, al fechar el tablón en el que fueron ejecutadas estas grafías. El Carbono 14 proporcionó una fecha del 750 dea.

   Así, En el ámbito funerario era frecuente que algunos cuerpos fueran depositados sobre tablones fabricados en madera de pino (tanto hombres como mujeres), y otros eran  acompañados de materiales diversos, como es el caso de la necrópolis de La Lajura donde junto a los restos mortales de un varón joven había un recipiente (gánigo) fabricado en madera de sauce canario.



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