miércoles, 1 de agosto de 2012

CAPITULO III


CAPITULO III


Eduardo Pedro García Rodríguez

Los antepasados del hombre de Cro-Magnon provenían de África y gradualmente sustituyeron a los neandertales, probablemente por competencia ecológica. Los análisis de ADN neandertal hacen baja la probabilidad de que las poblaciones neandertales y Cro- Magnon hubiesen hibridazo, por lo menos de manera significativa.

El origen de la especie humana moderna, Homo sapiens, está con probabilidad en África. Esto lo sabemos gracias a los trabajos de los genetistas Allan C. Wilson, Mark Stoneking y Rebecca L. Cann quienes compararon fragmentos de ADNmt (ADN mitocondrial) de 241 individuos. Los datos se ordenaban en un árbol que mostrase el menor número de pasos o cambios evolutivos (parsimonia). Los resultados mostraron que las secuencias trabajadas se podían agrupar en dos: las africanas y las no africanas.

En segundo lugar las secuencias africanas mostraban mayor variabilidad entre si que las secuencias no africanas, lo que indicaban que las primeras habían tenido más tiempo para acumular mutaciones y por lo tanto son las más antiguas. Por otra parte las muestras genéticas no africanas eran más parecidas entre si, lo que indica que un grupo de humanos modernos salió de África y paulatinamente pobló Eurasia (Este modelo evolutivo se conoce con el nombre de Out of Africa o de "arca de Noé").
Árbol genealógico de R. Cann, M. Stoneking y A. Willson. El árbol muestra un apartamiento entre las poblaciones africanas y las no africanas. A parte de esto se nota que las poblaciones africanas se establecieron hace mucho más tiempo que las no africanas. Esto indica que los humanos modernos se habrían originado en África y los distintos grados de divergencia indicarían el momento en que fueron colonizadas las distintas partes del Globo.

Mucho más antiguos que los restos de Cro-Magnon (con 30.000 a 32.000 años) son los de nuestros ancestros africanos, los cuales están representados por los fósiles de Bodo, Eyasi, Ndutu, Salé y Broken Hill. Estos restos pertenecen al Pleistoceno medio africano y los paleoantropólogos los ubican en la especie Homo rhodesiensis. Esta especie fue contemporánea de la especie Homo heidelbergensis, solo que esta última vivió en Europa y dio origen a los neandertales.

Con una edad entre 200.000 y 100.000 años encontramos fósiles con una anatomía más moderna, tales como los de los niveles superiores de Laetoli, Tanzania (Cráneo L.H. 18), Border Cave en Sudáfrica y el famoso cráneo de Jebel Irhoud I de Marruecos que presenta una capacidad craneal de 1305 cc. De hecho este último puede considerarse como miembro de las poblaciones que dieron origen al Homo sapiens. En 1997 el equipo del paleoantropólogo Tim White hallaron en Etiopía los restos de humanos de nuestra especie más antiguos. Su edad está estimada entre 154.000 y 160.000 años. (Ferney Yesid Rodríguez)

Concretándonos más al norte de nuestro continente el antropólogo canario Francisco García Talavera recoge: “La existencia en el Norte de África de poblaciones blancas clasificadas inicialmente como caucasoides, ha dado píe a múltiples hipótesis sobre su origen.

La primera evidencia del poblamiento humano de la región la tenemos en los yacimientos de Ternifine, Ain Hanech y Sidi Abder Rahman, con una antigüedad de 200.000 años, que fueron clasificados como Homo erectus (Newman, 1995). Pero es la aparición del Homo sapiens de Jebel Irhoud del Paleolítico Medio (Musteriense) (100.000-200.000 años B.P.) con características neandertaloides atenuadas que preconizan el tipo de Afalou, y del hombre ateriense (sapiens sapiens) de Dar es-Soltan (30.000 años B.P.) que para algunos es el eslabón intermedio entre aquellos y el hombre moderno de Mechta-Afalou, portador de la industria Ibero-Mauritana (19.000-10.000 años B.P.). Este último, junto a los protomediterranoides venidos de oriente con la cultura capsiense (10.000 - 5.000 B.P.), constituyen los dos tipos humanos que han dado origen al pueblo bereber, que esencialmente conforma la mayoría antropológica de la población norteafricana actual.” (F.García Talavera, 2002)

De los primeros habitantes de Canarias


Si bien los primeros cronistas de las invasiones y conquistas por parte de los europeos de las islas dejaron claramente expuesto el origen norteafricano de las poblaciones que habitaban el territorio, en siclos históricos posteriores conforme la metrópoli iba agudizando sus planteamientos centralistas y acultorizadores etnocentristas, comenzaron a surgir disparatadas teorías en torno a los pobladores originarios emanadas del sistema colonial, negando, tergiversando y confundiendo el incuestionable origen africano de nuestros ancestros al objeto de crear un sentimiento de ascendencia europea, más acorde con los planes de dominación política, económica, social, cultural y espiritual de la nación sometida, pues un pueblo inseguro de sus orígenes es más fácilmente dominable y explotable.

Así, comenzaron a surgir leyendas y fábulas en torno a nuestros orígenes étnicos, en su mayor parte propagados por criollos de servicio, por ejemplo, algunos autores nos han trasmitido sin el menor rubor la idea de que nuestros antepasados eran los supervivientes de la mítica Atlántida, otros nos han supuesto una ascendencia española, no faltando quienes incluso afirman que procedemos de vikingos, en fin, ponen especial énfasis en atribuirnos cualquier procedencia europea con tal de que no asumamos la real, la africana. Otros, imbuidos por un aparente romanticismo nos han venido trasmitiendo la falacia de que todos nuestros ancestros guanches eran altos y rubios con los ojos azules y, claro, asumido, consiente o inconscientemente que es  sí, cuando uno se mira en el espejo y se ve moreno y con ojos oscuros o melados, automáticamente entiende que no es guanche, cuando la realidad es que el antiguo pueblo canario-como el actual-estaba y está- compuesto de individuos rubios, morenos, altos, bajos, gordos y flacos, atléticos y canijos como cualquier otra sociedad humana.

El interés por el estudio de la etnografía canaria por parte de algunos europeos no españoles comenzó a tomar cierto auge a partir de los siglos XIX y XX, entre los que destacaron George Glass, Boris de Sain Vicent, René Verneau, Sabin Berthelot etc., aunque justo es reconocer que también fueron grandes profanadores de los panteones guanches. A pesar de que algunos de ellos estaban profundamente influenciados por sus convicciones políticas o etnocentristas, nos apoyaremos en estos autores y en otros posteriores para tratar de dar una ligera semblanza de los primeros pobladores de nuestro territorio.

LOS PRIMEROS POBLAMIENTOS DE LAS ISLAS CANARIAS

 En los milenios X  al VIII a.e.a. las condiciones climáticas del Sahara eran semejantes a las de Centro-Europa, abundando la fauna y la flora, en las orillas de ríos y lagos habitaban grupos humanos de pescadores y recolectores. De estos grupos surgió una “revolución neolítica” según se deduce de los millares de yacimientos de grabados rupestres existentes en bastas regiones del Sahara, en los que se representan animales tales como la Jirafa; el Elefante; el León; el Hipopótamo etc.

Estos yacimientos tanto de pinturas como de grabados rupestres están concentradas en la zona mesosahariana, principalmente en los grandes macizos montañosos del Hadrar de los Iforas, y del Hoggar, el Tassili-n-Ajjer o Tassili -n- Azyer, (que quiere decir “La Meseta entre los dos ríos”) con su prolongación Libia el Tadrart Acacus, el Tibesti y el Ennedi. Como queda dicho más arriba, en las zonas templadas se asentaron grupos humanos de los que surgieron estilizadas civilizaciones, alcanzando un considerable desarrollo en la época neolítica, teniendo su máxima expresión en el culto a los muertos. El interés por preservar los cadáveres de sus parientes ya denota una incipiente capacidad mágico religiosa, con concepciones abstractas de una posible vida en otro plano de la existencia.

Los enterramientos, es una práctica muy extendida entre las sociedades norteafricanas que se remonta a la Prehistoria. En el Norte de África, las prácticas funerarias son dudosas en el Paleolítico pero están plenamente documentadas en el Neolítico. Modas y formas de enterramiento que gozarán de amplia pervivencia en todo el ámbito sahariano, manteniéndose en un principio en buena medida libre de las influencias púnicas, aunque más tarde una gran parte de estas sociedades avanzadas asumieron la cultura púnica a través de Cartago, tal como nos lo muestra la ingente cantidad de estelas funerarias dedicadas a la Diosa Tanit, (Astarte)  y que afectaría al mundo mazigio continental que solamente empezaría a cambiar muy tardíamente con la imposición del Islam.

La forma de enterramientos predominantes en todo el Sahara parece ser que es el túmulo. A estos túmulos los naturales, denominan aarrom al que se compone de un simple túmulo de piedras, en Canarias tienen sus paralelismos en  La Rasca, Chinech, y radjen  a la construcción turriforme de bloques. Los radjen pueden ser cilíndricos, denominándose en estos casos chuchet o con gradas que es lo que se conoce como Bazinas. (Pírámides de Chacona, Güímar, Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz,)  Icod, en Chinech (Tenerife) así como los existentes en Benahuare (Isla de La Palma,) La Isleta en  Tamarant Gran Canaria), esta última  cuya base fue convertida en un nido de ametralladoras por el ejércitos español, etc.

Generalmente estas construcciones  funerarias o de observación astronómicas se emplazaban en lugares elevados, pequeños promontorios, o en las márgenes cortadas por la erosión  uads. Puede aparecer uno solo, aislado, o formando agrupaciones (túmulos funerarios de Tamarant).

En ocasiones estas Bazinas cumple con las funciones de mausoleos, monumentos para reyes y héroes y como observatorios astronómicos cuando están situados en determinadas elevaciones geográficas. Este fue el caso de un héroe legendario mazigio caudillo de los Âyth Wâryaghar, llamado Sidi Mahan (Majan) cuando murió lo enterraron en el punto más alto del macizo de Yabal Hmam, (Montaña de Palomas) le dedicaron un Igurramen (Murramen) que llamaron Mahan Dadda (Majano del Abuelo.)

Igual sistema de enterramiento fue empleado con la heroína mazigia Tim Ghinat o Al Kahina, según la denominación árabe.

Es sobradamente conocido y admitido el indiscutible paralelismo entre las culturas de los antiguos canarios con las del continente, con el Magreb y especialmente con la del  Sahara región donde se produjo un gran movimiento de pueblos durante la prehistoria tardía y la protohistoria de África noroccidental, donde hubo una gran diversidad cultural y, al mismo tiempo, una gran movilidad de pueblos, algunos de los cuales poblaron las islas canarias en sucesivas oleadas y distintas épocas como ya hemos dicho, confirma este aserto el indudable origen común de la lengua y las distintas variedades dialectales de las islas con la lengua tamazight y sus diferentes dialectos hablados en el continente. En Tamaránt (Gran Canaria,) la cerámica pintada tiene un innegable paralelismo con otras norteafricanas de tradición mediterránea, que mantendrá la cerámica kabilia. Las cuevas artificiales presentes en todas las islas, y los graneros colectivos son también de tradición mediterránea, difundidas desde el Norte al Rif, Atlas Medio, Anti-atlas y Gran Atlas, siendo usadas en la actualidad. En Túnez, encontramos las casas semiexcabadas, y las cuevas horadadas en la toba, de inequívoco paralelismo con las casas hondas de Lanzarote y Fuerteventura, y la Cuevas Labradas de Tamaránt y Chinech.

Los túmulos prehislámicos de los imazighen de gran difusión sahariana y surmagrebí tienen sus homólogos en los de Tamarant (Gran Canaria).

Los artefactos líticos, cerámica, grabados alfabetiformes, estatuillas, definen el horizonte más reciente de la isla de Benahuare (La Palma), íntimamente ligado con el Sahara, por el contrario, otras manifestaciones más antiguas de cerámica, grabados, ciertos artefactos líticos y óseos tienen diversos paralelos norteafricanos. En Chinech, algunos de los elementos de la cultura material tienen clara similitud con comunidades magrebíes occidentales cronológicamente  protohistóricas, tales como la cerámica y las espátulas.

Titeroygatra y Erbania o Erbani (Fuerteventura), participan igualmente de paralelos imazighen ambientados en lo que pudiera ser el mundo indígena protomazigio. Los grabados rupestres de Esero o Hero (El Hierro), los podomorfos de Chinech, Erbania y Titoreygatra, y los alfabetiformes líbicos nos conectan aún más con el mundo mazigio, si bien los de tipo meandros, espirales, etc., especialmente los de Benahuare tienen paralelos en la fachada atlántica europea (Galicia y Portugal, Irlanda e incluso en las fachadas atlánticas del Norte y del Sur de América.) 

En cuanto al origen de los primeros pobladores de nuestras islas, si bien las fuentes historiográficas  son unánimes al afirmar que los primitivos habitantes procedían de África, son bastante parcos en detalles, limitándose los más explícitos a decirnos que, por lo que frisan sus costumbres, y tanto en el hablar como en contar tienen, son como los de los moros.

La mayoría de los investigadores modernos “oficiales” vienen situando los primeros asentamientos humanos en las islas en torno al siglo I a.e.a., si bien algunos van paulatinamente retrocediendo en el cómputo de tiempo, y los más avanzados los sitúan en torno al siglo I a.e.a., fecha que como veremos están totalmente alejadas de la realidad.

Hace más de tres décadas cuando apunté la idea de la presencia fenicia en las islas, fui atacado y denigrado públicamente por determinados estamentos oficiales cuyos representantes  esgrimiendo sus titulaciones académicas se habían autoerigidos en únicos interpretes de la cultura canaria, no admitiendo otras interpretaciones que las asumidas por el sistema. La idea a trasmitir a la sociedad canaria era -y sigue siendo en centros de educación oficiales y oficialistas, así como por la mayoría de los medios de comunicación sociales- la de que nuestros ancestros eran una sociedad anclada en un estado cultural correspondiente al neolítico. Como vengo sosteniendo desde hace tiempo, la realidad es que la antigua sociedad canaria debido al hecho de que en determinado periodo histórico Europa se vio sumida en una época de total oscurantismo como consecuencia del auge tomado por el cristianismo, el cual vaticinaba el fin inmediato del mundo, razón por la cual se abandonaron los avances técnicos en la navegación, geográficos, comerciales etc., que había alcanzado el mundo greco-romano.

Como consecuencia de esta situación nuestro continente africano sufrió una serie de convulsiones políticas y económicas como consecuencia del derrumbe del imperio romano que como es natural afrectó a sus colonias africanas y, las islas se vieron aisladas y paracticamente ignoradas  durante el oscuro periodo de la alta edad media, por tanto, al verse privadas del aporte de manufacturas desde el exterior, nuestros ancestro tuvieron que adaptar su cultura material a los elementos que podían obtener del entorno natural -en las islas no existen metales factibles de ser transformados artesanalmente- la madera, la piedra, los huesos. Las pieles y algunas fibras vegetales.

En cambio, los aspectos morales, culturales, sociales y espirituales alcanzaron un desarrollo muy superior al de los europeos de la época, tanto es así que muchos de sus aspectos continúan vigentes.

Actualmente, un grupo de científicos de reconocido prestigio han abandonado los obsoletos parámetros en que se había enmarcado la historia antigua de Canarias y vienen investigando sobre la arribada a las islas de fenicios o libio-púnicos  con fines comerciales y de extracción de materias primas, entre los siglos VI y V antes de la era actual, así como de las primeras arribadas poblacionales de otros pueblos procedentes del noroeste africano. Contrariamente a las teorías comúnmente aceptadas  hasta la fecha, las cuales vienen admitiendo como  inicio de los primeros asentamientos en las islas el siglo II de la era actual, asentamiento promovido según estos autores por Juba II de Mauritania, la realidad es que por esas fechas las islas ya llevaban siglos habitadas.

Modestamente, compartimos el planteamiento de la presencia humana en las islas (especialmente en las orientales) desde hace más de 4.500 años. Las arribadas más recientes se producen como hemos dicho durante los siglos  VI y V a.d.n.e., nos basamos para sostener esta afirmación en las observaciones de campo que desde el año 1996 venimos llevando a cabo en la isla de Tenerife, donde numerosos yacimientos de grabados rupestres nos muestran elementos gráficos de indudable origen libio-púnico y mazigio, los cuales son fácilmente contrastables con otros existentes en el continente, debidamente datados y documentados. 

Fuera de las rutas marítimas del Mediterráneo, el mar se hacía tenebroso, la navegación antigua estaba marcada por leyendas de monstruos que devoraban a las naves y marinos, leyendas terroríficas ampliamente difundidas por los pueblo de navegantes y fácilmente sostenibles debido a la superstición que embargaba a lo sociedades “cultas” de aquellos tiempos.

Según las narraciones de la época los  peligros eran prácticamente insuperables. Estas leyendas eran sostenidas por los pueblos navegantes especialmente los fenicios cartagineses y gaditanos, para mantener en secreto las rutas comerciales y las consiguientes  fuentes de materias primas que explotaban  así de manera exclusiva.

 No obstante, la necesidad de abrir nuevas rutas comerciales, a la búsqueda de nuevas fuentes de materias primas y esclavos o por descubrir nuevas tierras, incitó a algunos pueblos navegantes a emprender nuevas aventuras marítimas desafiando los peligros supuestos y reales que implicaba el adentrarse en mares desconocidos. Una de estas empresas fue acometida por el faraón Neko o Nekao, quien según Heródoto (IV, 42)  decidió circunvalar África, tras abandonar la excavación de  un canal que había proyectado entre el Nilo y el Mar Rojo, hacía el 600 a.e.a.

Los egipcios mantenían excelentes relaciones comerciales con un pueblo conocido como “Los reyes del mar” –los fenicios-, así el faraón Neko confió la primera circunvalación del continente africano de que tenemos noticias a la pericia de los fenicios. La expedición debía rodear el continente con el encargo de regresar por el estrecho de Gibraltar, una aventura tan arriesgada que hubiese hecho desistir a cualquiera que no fuesen los fenicios. El mismo Heródoto dice que el persa Sataspes, con una tripulación egipcia, fue incapaz siglo y medio más tarde de hacer el viaje en sentido inverso, a pesar de que era su único recurso para conmutar  la condena a muerte que le había impuesto Jerges, la cual finalmente, se ejecutó sin admitir excusas a su fracaso.

El viaje sufragado por el faraón Neko duró tres años; los fenicios debían saber ya lo que se esperaba de ellos puesto que llevaron los medios necesarios para sembrar la tierra y recoger la cosecha; efectuaron un recorrido exclusivamente costero con dos escalas invernales, una, posiblemente al sur de Mozambique, y otra, en Senegal. Heródoto que no conocía la esfericidad de la Tierra y la posición del Ecuador, le pareció increíble que los fenicios afirmaran que habían hecho buena parte del viaje con el sol a mano derecha; siendo precisamente este dato el que  da veracidad a todo el relato.

Narra Heródoto que esta exploración había sido confirmada por los cartagineses, lo que puede referirse al famoso viaje de Hannón, contemporáneo de la época en que escribía el historiador griego.

Veamos lo que la ciencia moderna  recoge en cuanto a los primeros moradores de las islas, así el antropólogo francés René Verneau quien dedicó un amplio y documentado estudio en torno a los primeros habitantes del territorio canario, afirma un   entronque de algunas de las primitivas etnias canarias con elementos egipcios, cuestión esta que también es asumida por Buenaventura Bonnet y otros autores como tendremos oportunidad de ver.

“Sin ninguna duda, en la actualidad sabemos que, mucho antes de que Juan de Bethencourt abordase en Canarias, estas islas habían sido visitadas repetidas veces por poblaciones procedentes del norte del continente africano. Pero no siempre esas poblaciones se limitaron a hacer viajes de exploraciones y a devastar poblados. En varias ocasiones se establecieron en el archipiélago y entre la raza que poblaba antiguamente las islas y los recién llegados se realizaron cruces.

De los pueblos que pudieron haberse mezclado de esta forma con el elemento canario antiguo, hoy sólo investigaré la raza sirio-árabe. Se la encuentra con frecuencia en Gran Canaria, El Hierro y La Palma. Incluso en algunos lugares había llegado a predominar considerablemente sobre el elemento guanche, que yo considero como el más antiguo.

Las tres localidades en las que hemos encontrados sus restos están situadas cerca del litoral. Las dos únicas piezas que poseemos del interior nos ofrecen el tipo guanche. Es probable, pues, que allí se produjera lo que ha ocurrido en casi todas partes, como por ejemplo en Filipinas, donde la raza negrita primitiva se retiró a las montañas del interior cuando llegaron los invasores que se establecieron en la orilla del mar. Si esta hipótesis no es arriesgada, estaríamos autorizados a pensar que la raza guanche, que se conservó pura en el interior de la isla, poblaba todo el país antes de la llegada de los emigrantes que fueron a ocupar el litoral.

Si en lugar de comparar estos últimos con los árabes, los hubiésemos comparado con los egipcios, hubiéramos constatado analogías igualmente sorprendentes e incluso algunos diámetros hubiesen coincidido con exactitud. También señalaremos una particularidad anatómica que se encuentra en Canarias y en Egipto. Quiero hablar de la depresión que existe detrás de la sutura coronal y que rodea el cráneo de una sien a otra, como si en este punto se hubiera aplicado una venda que hubiese comprimido los parietales. Esta depresión, aproximadamente constante en los cráneos egipcios, existe en todos los de San Juan de Belmaco, excepto en uno. Igualmente lo he observado en un cierto número de los de las otras islas que presentan el tipo sirio-árabe.

Algunas particularidades anatómicas de los cráneos egipcios, como la depresión en la parte trasera de la sutura coronal, también se encuentran en los cráneos canarios del tipo sirio-árabe. Sin embargo, nunca se ha dicho que los canarios, ni tampoco los egipcios, hayan tenido la costumbre de deformarse artificialmente.

Aliado de esta gente de tipo semítico, puro o mezclado, en cada isla vivían individuos que debemos considerar como pertenecientes a la misma raza que los guanches de Tenerife. Estos individuos se habían retirado, sobre todo, al interior de las islas, abandonando sin duda el litoral a los recién llegados.

Los rasgos anatómicos concuerdan, pues, con los caracteres etnográficos que, hace dos años y medio, me permitieron afirmar la existencia de varias razas en el archipiélago canario antes de la conquista española. Lo que he dicho hoy nos muestra que los sirio-árabes vinieron a establecerse al lado de los guanches.” (René Verneau, 1996)

Uno de los autores de principios del pasado siglo que abordó con cierta profundidad el origen de las últimas migraciones del continente hacia Canarias fue D. Buenaventura Bonnet, este investigador atribuye un origen ario a estos contingentes humanos. Sí bien algunos de los planteamientos expuestos por este estudioso han sido superados o clarificados por los investigadores actuales especialmente en algunos aspectos lingüísticos, dado mi afán divulgativo no me resisto a transcribir algunos pasajes de dicho trabajo pues considero que muchos de los temas tratados continúan vigentes, además de ser un trabajo muy avanzado para la época en que fue realizado y continúa siendo un referente para los actuales investigadores. Las citas son extensas, pero espero que sean de utilidad para los lectores que sienta un especial interés por conocer nuestros orígenes como pueblo diferente y diferenciado.

Los arios en las islas Canarias


[…] Ya hemos visto en párrafos anteriores a las tribus arias llegar en su movimiento expansivo a las costas occidentales de Marruecos, y también hemos indicado la manera de vivir esas tribus, sosteniendo incesantes luchas, ora entre ellas mismas, ora contra los pueblos extranjeros que las rodeaban. El vigor de esa raza que se extendió por casi todo el mundo antiguo, el ardor de sus empresas, su carácter, y su espíritu de heroísmo, fueron consecuencias de su desarrollo precoz y de sus virtudes guerreras.

Esto dicho, sigamos estudiando el movimiento de estos hombres.

Descendieron por los valles del Sus y del Draa hasta las orillas del Atlántico, continuando su avance por la costa africana hasta el Cabo Juby actual, punto quizás, el más meridional de sus exploraciones.

Desde las costa occidentales del África los arios se lanzaron al mar, obedeciendo a su fuerza expansiva, en busca de aventuras, o empujados por las guerras intestinas sostenidas por la posesión de los ricos valles de la Mauritania.

Conociendo, como en efecto conocían, el arte de la navegación, bastó que se apartaran un poco de la costa africana, para enseguida divisar las islas de Lanzarote o de Fuerteventura, muy cercanas al continente.

Desde ese momento preparose la expedición para reconocerlas y asentarse en las tierras recién descubiertas. Desde luego, nuestro conocimiento acerca de la forma y ocasión en que se verificó el establecimiento de los arios en nuestro archipiélago, no lo podernos precisar, pero en líneas generales podemos deducir que por los años 1150 al 1110 antes de Jesucristo debió efectuarse.

Es indudable que las tribus arias al penetrar en las Canarias encontraron en el archipiélago una población troglodita perteneciente a la raza de Cro-Magnón con la que tuvo que luchar, hasta que se fusionaron en parte, o celebraron pactos respetando el territorio que ocupaban ambos y su mutua independencia.

De las tribus que se arriesgaron a la empresa, la principal o directora del movimiento sería la de los Mahu-haria que antes de ahora hemos nombrado. La expedición partió del cabo Nun donde mueren las últimas estribaciones del Anti-Atlas y desemboca el Draa, puntos geográficos bien señalados para indicar una nueva ruta a pueblos emigrantes. Los invasores arribaron en las costas orientales de  Fuerteventura por algunos de sus puertos, tales como el de las Lajas, Tegurame o el de Tuineje.

Desde la costa los arias se desparramaron por todo el país construyendo ciudades o fortificaciones desde las que se defendieron no solo de los habitantes de la isla, sino también de las sucesivas oleadas de inmigrantes que el África arrojaba sobre ellos. La muralla que separaba a jandía del resto de la isla, tendría igual objeto que las fortificaciones ya nombradas, o sea el defenderse de sus enemigos.

Estas construcciones estaban formadas de grandes piedras, muy bien trabajadas, perteneciendo al tipo llamado ciclópeo o pelásgico análogo al usado en Micenas y Argos, pregonando esto el origen ario de ambas.

De esta muralla, dice el P. Abreu Galindo en su Historia, libro 1º,  capítulo XI, página 33, edición de 1848, lo siguiente: “Estaba dividida esta isla de Fuerteventura en dos reinos, uno desde donde está la villa hasta Jandia, y la pared de ella; y el rey desta parte se llamó Ayoze, y el otro desde la villa hasta Corralejo, y es te se llamó Guize, y partía estos dos señoríos una pared de piedra que va de mar a mar cuatro leguas”.

Del nombre de la tribu Mahu -haria se derivó el de los habitantes del país, que aun hoy se conocen con la denominación de Majoreros. Abreu Galindo escribe Mahoreros; de suerte que la corrupción de esta palabra es evidente y su origen y derivación sin género de duda.

A la vez el prefijo de la voz Mahu-haria, Mahu, tiene su origen en el vocablo Tamohu o T'mahu, con el cual los egipcios designaron algunos ramales pelásgicos de ojos azules y cabellos rubios que invadieron el Delta, y que en general significaba gentes del Norte porque dada la situación geográfica del Egipto y la del Asia Menor, esos pueblos invasores llegaban del Septentrión.

De la unión de ese apelativo con la raíz, se formó el de Mahu-haria y por aspiración y debilitación de vocales, el de majoreros actual, que demuestra su filiación con los arios, o pelasgos, llamados también pre-helénicos.

Por consiguiente, debemos aceptar que la invasión de esta isla (Lanzarote) se efectuó desde la de Fuerteventura atravesando el estrecho de la Bocaína que las separa unos 11 kilómetros, alcanzando tierra por el sur de Lanzarote, en la punta de Matagorda o en la de Pechiguera.

La distancia entre ambas islas se acorta por existir entre ellas un islote o peñón llamado isla de Lobos de tres kilómetros y medio de extensión, que toma su nombre de los muchos lobos marinos que en otra época salían a la orilla a gozar del sol, de cuyas pieles se confeccionaban cintas para curar ciertas enfermedades; también este islote fué nido y refugio de piratas.

El paso se facilitaba de una isla a otra mediante el peñón ya indicado, si bien no negamos que también llegaron directamente de África tribus arias, pero la afirmación de Abreu Galindo al decir: “Los naturales destas dos islas Lanzarote y Fuerteventura se llaman Mahoreros...” (Libro 1º, capítulo IX página 29) confirma nuestro aserto de que los Mahu-harias poblaron ambas islas.

Asimismo, el nombre de Haría, raíz de la voz Mahu-Haria, demuestra la filiación que pretendemos establecer con las gentes que invadieron a Fuerteventura. Todos sabemos que Haría es el pueblo más septentrional de Lanzarote, que sería el punto extremo de las correrías de aquellos hombres, o por lo menos el postrer recinto fortificado de la isla.

También hemos de hacer notar que el cabo o punto de Fariones, de Hario-nes, guarda similitud con las voces ya analizadas por nosotros, sin que pueda esto considerarse como meras casualidades, pues desde el punto de vista filológico están comprobados su origen como un hecho probado, si bien no se ha prestado a este estudio la importancia que merece.” (Buenaventura Bonnet y Reverón, 1925)

Los canarios


“De la costa africana  partieron otros grupos o tribus que recalaron sobre las Canarias, saliendo del Cabo Juby en vez de efectuarlo por el de Non, punto aquel, el más meridional a que llegaron los arias en sus correrías.

Esas tribus eran las de los Chahun harias, las cuales Plinio describe como sigue, hablando del Atlas: “Los que habitan los más cercanos montes llenos de elefantes y fieras y de todo género de serpientes, se llaman Canarios, porque el sustento es el mismo que el suyo y comparten con ellos la carne de las fieras”

Aún cuando no opinemos de igual modo que el escritor latino acerca  de la etimología de la voz canarios, su afirmación acerca de la existencia en el Atlas de esos hombres es de gran valor para nosotros.

Desde aquellos montes, los Chahun- hanas o Kahun- hanas se  fueron acercando a las costas de la Mauritania, hecho que acredita el geógrafo Ptolomeo al afirmar que existía en África un cabo llamado Chahun-haria extrema, o sea la última Canaria, cabo que corresponde exactamente con el actual juby, que debe su nuevo nombre al rey  Juba; siendo este punto el más meridional de las excursiones arias, según hemos indicado, y confirma Plinio, al decir en el mismo capítulo citado: “Es cierto que está junto a éstos (los Canarios), la gente que los Etiopes que llaman Perorsos..., las denominaciones Mahu -.haría y Chahun-haria, designarían agrupaciones de tribus clasificadas por las posiciones geográficas que tenían en el territorio africano.

Sabemos que el prefijo Mahu o T'mahu de la voz Mahu-haría, según los egípcios, significaba gente del Norte, en tanto que la voz, Chahun haria contiene asimismo un prefijo Cha o Ka que asimismo significa, lo más inferior, lo extremo, denominación que en el caso que estudiamos expresa claramente Gente del Sur o Meridional, como efectivamente lo eran los Chahun-harias con respecto a los Mahu. harias.



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