CAPITULO III
Eduardo
Pedro García Rodríguez
Los antepasados del hombre de
Cro-Magnon provenían de África y gradualmente sustituyeron a los neandertales,
probablemente por competencia ecológica. Los análisis de ADN neandertal hacen
baja la probabilidad de que las poblaciones neandertales y Cro- Magnon hubiesen
hibridazo, por lo menos de manera significativa.
El origen de la especie humana
moderna, Homo sapiens, está con probabilidad en África. Esto lo
sabemos gracias a los trabajos de los genetistas Allan C. Wilson, Mark
Stoneking y Rebecca L. Cann quienes compararon fragmentos de ADNmt (ADN
mitocondrial) de 241 individuos. Los datos se ordenaban en un árbol que
mostrase el menor número de pasos o cambios evolutivos (parsimonia). Los
resultados mostraron que las secuencias trabajadas se podían agrupar en dos:
las africanas y las no africanas.
En segundo lugar las
secuencias africanas mostraban mayor variabilidad entre si que las secuencias
no africanas, lo que indicaban que las primeras habían tenido más tiempo para
acumular mutaciones y por lo tanto son las más antiguas. Por otra parte las
muestras genéticas no africanas eran más parecidas entre si, lo que indica que
un grupo de humanos modernos salió de África y paulatinamente pobló Eurasia
(Este modelo evolutivo se conoce con el nombre de Out of Africa o de "arca
de Noé").
Árbol genealógico de R. Cann,
M. Stoneking y A. Willson. El árbol muestra un apartamiento entre las
poblaciones africanas y las no africanas. A parte de esto se nota que las
poblaciones africanas se establecieron hace mucho más tiempo que las no
africanas. Esto indica que los humanos modernos se habrían originado en África
y los distintos grados de divergencia indicarían el momento en que fueron
colonizadas las distintas partes del Globo.
Mucho más antiguos que los
restos de Cro-Magnon (con 30.000
a 32.000 años) son los de nuestros ancestros africanos,
los cuales están representados por los fósiles de Bodo, Eyasi, Ndutu, Salé y
Broken Hill. Estos restos pertenecen al Pleistoceno medio africano y los
paleoantropólogos los ubican en la especie Homo rhodesiensis. Esta especie fue
contemporánea de la especie Homo heidelbergensis, solo que esta última
vivió en Europa y dio origen a los neandertales.
Con una edad entre 200.000 y
100.000 años encontramos fósiles con una anatomía más moderna, tales como los
de los niveles superiores de Laetoli, Tanzania (Cráneo L.H. 18), Border Cave en
Sudáfrica y el famoso cráneo de Jebel Irhoud I de Marruecos que presenta una
capacidad craneal de 1305 cc. De hecho este último puede considerarse como
miembro de las poblaciones que dieron origen al Homo sapiens. En 1997
el equipo del paleoantropólogo Tim White hallaron en Etiopía los restos de
humanos de nuestra especie más antiguos. Su edad está estimada entre 154.000 y
160.000 años. (Ferney Yesid Rodríguez)
Concretándonos
más al norte de nuestro continente el antropólogo canario Francisco García
Talavera recoge: “La existencia en el Norte de África de poblaciones blancas
clasificadas inicialmente como caucasoides, ha dado píe a múltiples hipótesis
sobre su origen.
La primera
evidencia del poblamiento humano de la región la tenemos en los yacimientos de
Ternifine, Ain Hanech y Sidi Abder Rahman, con una antigüedad de 200.000 años,
que fueron clasificados como Homo erectus (Newman, 1995). Pero es la aparición
del Homo sapiens de Jebel Irhoud del Paleolítico Medio (Musteriense)
(100.000-200.000 años B.P.) con características neandertaloides atenuadas que
preconizan el tipo de Afalou, y del hombre ateriense (sapiens sapiens) de Dar
es-Soltan (30.000 años B.P.) que para algunos es el eslabón intermedio entre
aquellos y el hombre moderno de Mechta-Afalou, portador de la industria
Ibero-Mauritana (19.000-10.000 años B.P.). Este último, junto a los
protomediterranoides venidos de oriente con la cultura capsiense (10.000 -
5.000 B.P.), constituyen los dos tipos humanos que han dado origen al pueblo
bereber, que esencialmente conforma la mayoría antropológica de la población
norteafricana actual.” (F.García Talavera, 2002)
De los primeros habitantes de Canarias
Si bien los
primeros cronistas de las invasiones y conquistas por parte de los europeos de
las islas dejaron claramente expuesto el origen norteafricano de las
poblaciones que habitaban el territorio, en siclos históricos posteriores
conforme la metrópoli iba agudizando sus planteamientos centralistas y
acultorizadores etnocentristas, comenzaron a surgir disparatadas teorías en
torno a los pobladores originarios emanadas del sistema colonial, negando,
tergiversando y confundiendo el incuestionable origen africano de nuestros
ancestros al objeto de crear un sentimiento de ascendencia europea, más acorde
con los planes de dominación política, económica, social, cultural y espiritual
de la nación sometida, pues un pueblo inseguro de sus orígenes es más fácilmente
dominable y explotable.
Así,
comenzaron a surgir leyendas y fábulas en torno a nuestros orígenes étnicos, en
su mayor parte propagados por criollos de servicio, por ejemplo, algunos
autores nos han trasmitido sin el menor rubor la idea de que nuestros
antepasados eran los supervivientes de la mítica Atlántida, otros nos han
supuesto una ascendencia española, no faltando quienes incluso afirman que
procedemos de vikingos, en fin, ponen especial énfasis en atribuirnos cualquier
procedencia europea con tal de que no asumamos la real, la africana. Otros,
imbuidos por un aparente romanticismo nos han venido trasmitiendo la falacia de
que todos nuestros ancestros guanches
eran altos y rubios con los ojos azules y, claro, asumido, consiente o
inconscientemente que es sí, cuando uno
se mira en el espejo y se ve moreno y con ojos oscuros o melados,
automáticamente entiende que no es guanche, cuando la realidad es que el
antiguo pueblo canario-como el actual-estaba y está- compuesto de individuos
rubios, morenos, altos, bajos, gordos y flacos, atléticos y canijos como
cualquier otra sociedad humana.
El interés por
el estudio de la etnografía canaria por parte de algunos europeos no españoles
comenzó a tomar cierto auge a partir de los siglos XIX y XX, entre los que
destacaron George Glass, Boris de Sain Vicent, René Verneau, Sabin Berthelot
etc., aunque justo es reconocer que también fueron grandes profanadores de los
panteones guanches. A pesar de que algunos de ellos estaban profundamente
influenciados por sus convicciones políticas o etnocentristas, nos apoyaremos
en estos autores y en otros posteriores para tratar de dar una ligera semblanza
de los primeros pobladores de nuestro territorio.
LOS PRIMEROS POBLAMIENTOS DE LAS ISLAS
CANARIAS
Estos
yacimientos tanto de pinturas como de grabados rupestres están concentradas en
la zona mesosahariana, principalmente en los grandes macizos montañosos del
Hadrar de los Iforas, y del Hoggar, el Tassili-n-Ajjer o Tassili -n- Azyer,
(que quiere decir “La Meseta
entre los dos ríos”) con su prolongación Libia el Tadrart Acacus, el Tibesti y
el Ennedi. Como queda dicho más arriba, en las zonas templadas se asentaron
grupos humanos de los que surgieron estilizadas civilizaciones, alcanzando un
considerable desarrollo en la época neolítica, teniendo su máxima expresión en
el culto a los muertos. El interés por preservar los cadáveres de sus parientes
ya denota una incipiente capacidad mágico religiosa, con concepciones
abstractas de una posible vida en otro plano de la existencia.
Los enterramientos,
es una práctica muy extendida entre las sociedades norteafricanas que se
remonta a la
Prehistoria. En el Norte de África, las prácticas funerarias
son dudosas en el Paleolítico pero están plenamente documentadas en el
Neolítico. Modas y formas de enterramiento que gozarán de amplia pervivencia en
todo el ámbito sahariano, manteniéndose en un principio en buena medida libre
de las influencias púnicas, aunque más tarde una gran parte de estas sociedades
avanzadas asumieron la cultura púnica a través de Cartago, tal como nos lo
muestra la ingente cantidad de estelas funerarias dedicadas a la Diosa Tanit ,
(Astarte) y que afectaría al mundo
mazigio continental que solamente empezaría a cambiar muy tardíamente con la
imposición del Islam.
La forma de enterramientos
predominantes en todo el Sahara parece ser que es el túmulo. A estos túmulos
los naturales, denominan aarrom al que se compone de un simple túmulo de
piedras, en Canarias tienen sus paralelismos en
La Rasca ,
Chinech, y radjen a la construcción
turriforme de bloques. Los radjen pueden ser cilíndricos, denominándose
en estos casos chuchet o con gradas que es lo que se conoce como Bazinas.
(Pírámides de Chacona, Güímar, Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz ,) Icod, en Chinech (Tenerife) así como los
existentes en Benahuare (Isla de La
Palma ,) La
Isleta en Tamarant
Gran Canaria), esta última cuya base fue
convertida en un nido de ametralladoras por el ejércitos español, etc.
Generalmente
estas construcciones funerarias o de
observación astronómicas se emplazaban en lugares elevados, pequeños
promontorios, o en las márgenes cortadas por la erosión uads. Puede aparecer uno solo,
aislado, o formando agrupaciones (túmulos funerarios de Tamarant).
En ocasiones
estas Bazinas cumple con las funciones de mausoleos, monumentos para reyes y
héroes y como observatorios astronómicos cuando están situados en determinadas
elevaciones geográficas. Este fue el caso de un héroe legendario mazigio
caudillo de los Âyth Wâryaghar, llamado Sidi Mahan (Majan) cuando murió lo
enterraron en el punto más alto del macizo de Yabal Hmam, (Montaña de Palomas)
le dedicaron un Igurramen (Murramen) que llamaron Mahan Dadda (Majano del
Abuelo.)
Igual sistema
de enterramiento fue empleado con la heroína mazigia Tim Ghinat o Al Kahina,
según la denominación árabe.
Es sobradamente conocido y admitido el indiscutible
paralelismo entre las culturas de los antiguos canarios con las del continente,
con el Magreb y especialmente con la del
Sahara región donde se produjo un gran movimiento de pueblos durante la
prehistoria tardía y la protohistoria de África noroccidental, donde hubo una
gran diversidad cultural y, al mismo tiempo, una gran movilidad de pueblos,
algunos de los cuales poblaron las islas canarias en sucesivas oleadas y
distintas épocas como ya hemos dicho, confirma este aserto el indudable origen
común de la lengua y las distintas variedades dialectales de las islas con la
lengua tamazight y sus diferentes dialectos hablados en el continente. En
Tamaránt (Gran Canaria,) la cerámica pintada tiene un innegable paralelismo con
otras norteafricanas de tradición mediterránea, que mantendrá la cerámica
kabilia. Las cuevas artificiales presentes en todas las islas, y los graneros
colectivos son también de tradición mediterránea, difundidas desde el Norte al
Rif, Atlas Medio, Anti-atlas y Gran Atlas, siendo usadas en la actualidad. En
Túnez, encontramos las casas semiexcabadas, y las cuevas horadadas en la toba,
de inequívoco paralelismo con las casas hondas de Lanzarote y Fuerteventura, y la Cuevas Labradas de
Tamaránt y Chinech.
Los túmulos prehislámicos de los imazighen de gran
difusión sahariana y surmagrebí tienen sus homólogos en los de Tamarant (Gran
Canaria).
Los artefactos líticos, cerámica, grabados alfabetiformes,
estatuillas, definen el horizonte más reciente de la isla de Benahuare (La Palma ), íntimamente ligado
con el Sahara, por el contrario, otras manifestaciones más antiguas de
cerámica, grabados, ciertos artefactos líticos y óseos tienen diversos
paralelos norteafricanos. En Chinech, algunos de los elementos de la cultura
material tienen clara similitud con comunidades magrebíes occidentales
cronológicamente protohistóricas, tales
como la cerámica y las espátulas.
Titeroygatra y Erbania o Erbani (Fuerteventura),
participan igualmente de paralelos imazighen ambientados en lo que pudiera ser
el mundo indígena protomazigio. Los grabados rupestres de Esero o Hero (El
Hierro), los podomorfos de Chinech, Erbania y Titoreygatra, y los
alfabetiformes líbicos nos conectan aún más con el mundo mazigio, si bien los
de tipo meandros, espirales, etc., especialmente los de Benahuare tienen
paralelos en la fachada atlántica europea (Galicia y Portugal, Irlanda e
incluso en las fachadas atlánticas del Norte y del Sur de América.)
En cuanto al
origen de los primeros pobladores de nuestras islas, si bien las fuentes
historiográficas son unánimes al afirmar
que los primitivos habitantes procedían de África, son bastante parcos en
detalles, limitándose los más explícitos a decirnos que, por lo que frisan
sus costumbres, y tanto en el hablar como en contar tienen, son como los de
los moros.
La mayoría de
los investigadores modernos “oficiales” vienen situando los primeros
asentamientos humanos en las islas en torno al siglo I a.e.a., si bien algunos
van paulatinamente retrocediendo en el cómputo de tiempo, y los más avanzados
los sitúan en torno al siglo I a.e.a., fecha que como veremos están totalmente
alejadas de la realidad.
Hace más de
tres décadas cuando apunté la idea de la presencia fenicia en las islas, fui
atacado y denigrado públicamente por determinados estamentos oficiales cuyos
representantes esgrimiendo sus
titulaciones académicas se habían autoerigidos en únicos interpretes de la
cultura canaria, no admitiendo otras interpretaciones que las asumidas por el
sistema. La idea a trasmitir a la sociedad canaria era -y sigue siendo en
centros de educación oficiales y oficialistas, así como por la mayoría de los
medios de comunicación sociales- la de que nuestros ancestros eran una sociedad
anclada en un estado cultural correspondiente al neolítico. Como vengo
sosteniendo desde hace tiempo, la realidad es que la antigua sociedad canaria
debido al hecho de que en determinado periodo histórico Europa se vio sumida en
una época de total oscurantismo como consecuencia del auge tomado por el
cristianismo, el cual vaticinaba el fin inmediato del mundo, razón por la cual
se abandonaron los avances técnicos en la navegación, geográficos, comerciales
etc., que había alcanzado el mundo greco-romano.
Como
consecuencia de esta situación nuestro continente africano sufrió una serie de
convulsiones políticas y económicas como consecuencia del derrumbe del imperio
romano que como es natural afrectó a sus colonias africanas y, las islas se
vieron aisladas y paracticamente ignoradas
durante el oscuro periodo de la alta edad media, por tanto, al verse
privadas del aporte de manufacturas desde el exterior, nuestros ancestro
tuvieron que adaptar su cultura material a los elementos que podían obtener del
entorno natural -en las islas no existen metales factibles de ser transformados
artesanalmente- la madera, la piedra, los huesos. Las pieles y algunas fibras
vegetales.
En cambio, los
aspectos morales, culturales, sociales y espirituales alcanzaron un desarrollo
muy superior al de los europeos de la época, tanto es así que muchos de sus
aspectos continúan vigentes.
Actualmente,
un grupo de científicos de reconocido prestigio han abandonado los obsoletos
parámetros en que se había enmarcado la historia antigua de Canarias y vienen
investigando sobre la arribada a las islas de fenicios o libio-púnicos con fines comerciales y de extracción de
materias primas, entre los siglos VI y V antes de la era actual, así como de
las primeras arribadas poblacionales de otros pueblos procedentes del noroeste
africano. Contrariamente a las teorías comúnmente aceptadas hasta la fecha, las cuales vienen admitiendo
como inicio de los primeros
asentamientos en las islas el siglo II de la era actual, asentamiento promovido
según estos autores por Juba II de Mauritania, la realidad es que por esas
fechas las islas ya llevaban siglos habitadas.
Modestamente,
compartimos el planteamiento de la presencia humana en las islas (especialmente
en las orientales) desde hace más de 4.500 años. Las arribadas más recientes se
producen como hemos dicho durante los siglos
VI y V a.d.n.e., nos basamos para sostener esta afirmación en las
observaciones de campo que desde el año 1996 venimos llevando a cabo en la isla
de Tenerife, donde numerosos yacimientos de grabados rupestres nos muestran
elementos gráficos de indudable origen libio-púnico y mazigio, los cuales son
fácilmente contrastables con otros existentes en el continente, debidamente
datados y documentados.
Fuera de las
rutas marítimas del Mediterráneo, el mar se hacía tenebroso, la navegación
antigua estaba marcada por leyendas de monstruos que devoraban a las naves y
marinos, leyendas terroríficas ampliamente difundidas por los pueblo de
navegantes y fácilmente sostenibles debido a la superstición que embargaba a lo
sociedades “cultas” de aquellos tiempos.
Según las
narraciones de la época los peligros
eran prácticamente insuperables. Estas leyendas eran sostenidas por los pueblos
navegantes especialmente los fenicios cartagineses y gaditanos, para mantener
en secreto las rutas comerciales y las consiguientes fuentes de materias primas que
explotaban así de manera exclusiva.
No obstante, la necesidad de abrir nuevas
rutas comerciales, a la búsqueda de nuevas fuentes de materias primas y
esclavos o por descubrir nuevas tierras, incitó a algunos pueblos navegantes a
emprender nuevas aventuras marítimas desafiando los peligros supuestos y reales
que implicaba el adentrarse en mares desconocidos. Una de estas empresas fue
acometida por el faraón Neko o Nekao, quien según Heródoto (IV, 42) decidió circunvalar África, tras abandonar la
excavación de un canal que había
proyectado entre el Nilo y el Mar Rojo, hacía el 600 a .e.a.
Los egipcios
mantenían excelentes relaciones comerciales con un pueblo conocido como “Los
reyes del mar” –los fenicios-, así el faraón Neko confió la primera
circunvalación del continente africano de que tenemos noticias a la pericia de
los fenicios. La expedición debía rodear el continente con el encargo de
regresar por el estrecho de Gibraltar, una aventura tan arriesgada que hubiese
hecho desistir a cualquiera que no fuesen los fenicios. El mismo Heródoto dice
que el persa Sataspes, con una tripulación egipcia, fue incapaz siglo y medio
más tarde de hacer el viaje en sentido inverso, a pesar de que era su único
recurso para conmutar la condena a
muerte que le había impuesto Jerges, la cual finalmente, se ejecutó sin admitir
excusas a su fracaso.
El viaje
sufragado por el faraón Neko duró tres años; los fenicios debían saber ya lo
que se esperaba de ellos puesto que llevaron los medios necesarios para sembrar
la tierra y recoger la cosecha; efectuaron un recorrido exclusivamente costero
con dos escalas invernales, una, posiblemente al sur de Mozambique, y otra, en
Senegal. Heródoto que no conocía la esfericidad de la Tierra y la posición del
Ecuador, le pareció increíble que los fenicios afirmaran que habían hecho buena
parte del viaje con el sol a mano derecha; siendo precisamente este dato el
que da veracidad a todo el relato.
Narra Heródoto
que esta exploración había sido confirmada por los cartagineses, lo que puede
referirse al famoso viaje de Hannón, contemporáneo de la época en que escribía
el historiador griego.
Veamos lo que
la ciencia moderna recoge en cuanto a
los primeros moradores de las islas, así el antropólogo francés René Verneau
quien dedicó un amplio y documentado estudio en torno a los primeros habitantes
del territorio canario, afirma un
entronque de algunas de las primitivas etnias canarias con elementos
egipcios, cuestión esta que también es asumida por Buenaventura Bonnet y otros
autores como tendremos oportunidad de ver.
“Sin ninguna
duda, en la actualidad sabemos que, mucho antes de que Juan de Bethencourt
abordase en Canarias, estas islas habían sido visitadas repetidas veces por
poblaciones procedentes del norte del continente africano. Pero no siempre esas
poblaciones se limitaron a hacer viajes de exploraciones y a devastar poblados.
En varias ocasiones se establecieron en el archipiélago y entre la raza que
poblaba antiguamente las islas y los recién llegados se realizaron cruces.
De los pueblos
que pudieron haberse mezclado de esta forma con el elemento canario antiguo,
hoy sólo investigaré la raza sirio-árabe. Se la encuentra con frecuencia en
Gran Canaria, El Hierro y La
Palma. Incluso en algunos lugares había llegado a predominar
considerablemente sobre el elemento guanche, que yo considero como el más
antiguo.
Las tres localidades en las que hemos encontrados sus restos están
situadas cerca del litoral. Las dos únicas piezas que poseemos del interior nos
ofrecen el tipo guanche. Es probable, pues, que allí se produjera lo que ha
ocurrido en casi todas partes, como por ejemplo en Filipinas, donde la raza
negrita primitiva se retiró a las montañas del interior cuando llegaron los
invasores que se establecieron en la orilla del mar. Si esta hipótesis no es
arriesgada, estaríamos autorizados a pensar que la raza guanche, que se
conservó pura en el interior de la isla, poblaba todo el país antes de la
llegada de los emigrantes que fueron a ocupar el litoral.
Si en lugar de comparar estos últimos con los árabes, los
hubiésemos comparado con los egipcios, hubiéramos constatado analogías
igualmente sorprendentes e incluso algunos diámetros hubiesen coincidido con
exactitud. También señalaremos una particularidad anatómica que se encuentra en
Canarias y en Egipto. Quiero hablar de la depresión que existe detrás de la
sutura coronal y que rodea el cráneo de una sien a otra, como si en este punto
se hubiera aplicado una venda que hubiese comprimido los parietales. Esta
depresión, aproximadamente constante en los cráneos egipcios, existe en todos
los de San Juan de Belmaco, excepto en uno. Igualmente lo he observado en un
cierto número de los de las otras islas que presentan el tipo sirio-árabe.
Algunas particularidades anatómicas de los cráneos egipcios, como
la depresión en la parte trasera de la sutura coronal, también se encuentran en
los cráneos canarios del tipo sirio-árabe. Sin embargo, nunca se ha dicho que
los canarios, ni tampoco los egipcios, hayan tenido la costumbre de deformarse
artificialmente.
Aliado de esta gente de tipo semítico, puro o mezclado, en cada
isla vivían individuos que debemos considerar como pertenecientes a la misma
raza que los guanches de Tenerife. Estos individuos se habían retirado, sobre
todo, al interior de las islas, abandonando sin duda el litoral a los recién
llegados.
Los rasgos anatómicos concuerdan, pues, con los caracteres etnográficos
que, hace dos años y medio, me permitieron afirmar la existencia de varias
razas en el archipiélago canario antes de la conquista española. Lo que he
dicho hoy nos muestra que los sirio-árabes vinieron a establecerse al lado de
los guanches.” (René Verneau, 1996)
Uno de los
autores de principios del pasado siglo que abordó con cierta profundidad el
origen de las últimas migraciones del continente hacia Canarias fue D.
Buenaventura Bonnet, este investigador atribuye un origen ario a estos contingentes
humanos. Sí bien algunos de los planteamientos expuestos por este estudioso han
sido superados o clarificados por los investigadores actuales especialmente en
algunos aspectos lingüísticos, dado mi afán divulgativo no me resisto a
transcribir algunos pasajes de dicho trabajo pues considero que muchos de los
temas tratados continúan vigentes, además de ser un trabajo muy avanzado para
la época en que fue realizado y continúa siendo un referente para los actuales
investigadores. Las citas son extensas, pero espero que sean de utilidad para
los lectores que sienta un especial interés por conocer nuestros orígenes como
pueblo diferente y diferenciado.
Los arios en las islas Canarias
[…] Ya hemos
visto en párrafos anteriores a las tribus arias llegar en su movimiento
expansivo a las costas occidentales de Marruecos, y también hemos indicado la
manera de vivir esas tribus, sosteniendo incesantes luchas, ora entre ellas
mismas, ora contra los pueblos extranjeros que las rodeaban. El vigor de esa
raza que se extendió por casi todo el mundo antiguo, el ardor de sus empresas,
su carácter, y su espíritu de heroísmo, fueron consecuencias de su desarrollo
precoz y de sus virtudes guerreras.
Esto dicho,
sigamos estudiando el movimiento de estos hombres.
Descendieron
por los valles del Sus y del Draa hasta las orillas del Atlántico, continuando
su avance por la costa africana hasta el Cabo Juby actual, punto quizás, el más
meridional de sus exploraciones.
Desde las
costa occidentales del África los arios se lanzaron al mar, obedeciendo a su
fuerza expansiva, en busca de aventuras, o empujados por las guerras intestinas
sostenidas por la posesión de los ricos valles de la Mauritania.
Conociendo,
como en efecto conocían, el arte de la navegación, bastó que se apartaran un
poco de la costa africana, para enseguida divisar las islas de Lanzarote o de
Fuerteventura, muy cercanas al continente.
Desde ese
momento preparose la expedición para reconocerlas y asentarse en las tierras
recién descubiertas. Desde luego, nuestro conocimiento acerca de la forma y
ocasión en que se verificó el establecimiento de los arios en nuestro
archipiélago, no lo podernos precisar, pero en líneas generales podemos deducir
que por los años 1150 al 1110 antes de Jesucristo debió efectuarse.
Es indudable
que las tribus arias al penetrar en las Canarias encontraron en el archipiélago
una población troglodita perteneciente a la raza de Cro-Magnón con la que tuvo
que luchar, hasta que se fusionaron en parte, o celebraron pactos respetando el
territorio que ocupaban ambos y su mutua independencia.
De las tribus
que se arriesgaron a la empresa, la principal o directora del movimiento sería
la de los Mahu-haria que antes de ahora hemos nombrado. La expedición partió
del cabo Nun donde mueren las últimas estribaciones del Anti-Atlas y desemboca
el Draa, puntos geográficos bien señalados para indicar una nueva ruta a
pueblos emigrantes. Los invasores arribaron en las costas orientales de Fuerteventura por algunos de sus puertos,
tales como el de las Lajas, Tegurame o el de Tuineje.
Desde la costa
los arias se desparramaron por todo el país construyendo ciudades o
fortificaciones desde las que se defendieron no solo de los habitantes de la
isla, sino también de las sucesivas oleadas de inmigrantes que el África
arrojaba sobre ellos. La muralla que separaba a jandía del resto de la isla,
tendría igual objeto que las fortificaciones ya nombradas, o sea el defenderse
de sus enemigos.
Estas
construcciones estaban formadas de grandes piedras, muy bien trabajadas,
perteneciendo al tipo llamado ciclópeo o pelásgico análogo al usado en Micenas
y Argos, pregonando esto el origen ario de ambas.
De esta
muralla, dice el P. Abreu Galindo en su Historia, libro 1º, capítulo XI, página 33, edición de 1848, lo
siguiente: “Estaba dividida esta isla de Fuerteventura en dos reinos, uno desde
donde está la villa hasta Jandia, y la pared de ella; y el rey desta parte se
llamó Ayoze, y el otro desde la villa hasta Corralejo, y es te se llamó Guize,
y partía estos dos señoríos una pared de piedra que va de mar a mar cuatro
leguas”.
Del nombre de
la tribu Mahu -haria se derivó el de los habitantes del país, que aun hoy se
conocen con la denominación de Majoreros. Abreu Galindo escribe Mahoreros; de
suerte que la corrupción de esta palabra es evidente y su origen y derivación
sin género de duda.
A la vez el
prefijo de la voz Mahu-haria, Mahu, tiene su origen en el vocablo Tamohu o
T'mahu, con el cual los egipcios designaron algunos ramales pelásgicos de ojos
azules y cabellos rubios que invadieron el Delta, y que en general significaba
gentes del Norte porque dada la situación geográfica del Egipto y la del Asia
Menor, esos pueblos invasores llegaban del Septentrión.
De la unión de
ese apelativo con la raíz, se formó el de Mahu-haria y por aspiración y
debilitación de vocales, el de majoreros actual, que demuestra su filiación con
los arios, o pelasgos, llamados también pre-helénicos.
Por
consiguiente, debemos aceptar que la invasión de esta isla (Lanzarote) se
efectuó desde la de Fuerteventura atravesando el estrecho de la Bocaína que las separa
unos 11 kilómetros ,
alcanzando tierra por el sur de Lanzarote, en la punta de Matagorda o en la de
Pechiguera.
La distancia
entre ambas islas se acorta por existir entre ellas un islote o peñón llamado
isla de Lobos de tres kilómetros y medio de extensión, que toma su nombre de
los muchos lobos marinos que en otra época salían a la orilla a gozar del sol,
de cuyas pieles se confeccionaban cintas para curar ciertas enfermedades; también
este islote fué nido y refugio de piratas.
El paso se
facilitaba de una isla a otra mediante el peñón ya indicado, si bien no negamos
que también llegaron directamente de África tribus arias, pero la afirmación de
Abreu Galindo al decir: “Los naturales destas dos islas Lanzarote y
Fuerteventura se llaman Mahoreros...” (Libro 1º, capítulo IX página 29)
confirma nuestro aserto de que los Mahu-harias poblaron ambas islas.
Asimismo, el
nombre de Haría, raíz de la voz Mahu-Haria, demuestra la filiación que
pretendemos establecer con las gentes que invadieron a Fuerteventura. Todos
sabemos que Haría es el pueblo más septentrional de Lanzarote, que sería el
punto extremo de las correrías de aquellos hombres, o por lo menos el postrer
recinto fortificado de la isla.
También hemos
de hacer notar que el cabo o punto de Fariones, de Hario-nes, guarda similitud
con las voces ya analizadas por nosotros, sin que pueda esto considerarse como
meras casualidades, pues desde el punto de vista filológico están comprobados
su origen como un hecho probado, si bien no se ha prestado a este estudio la
importancia que merece.” (Buenaventura Bonnet y Reverón, 1925)
Los canarios
“De la costa
africana partieron otros grupos o tribus
que recalaron sobre las Canarias, saliendo del Cabo Juby en vez de efectuarlo
por el de Non, punto aquel, el más meridional a que llegaron los arias en sus
correrías.
Esas tribus
eran las de los Chahun harias, las cuales Plinio describe como sigue, hablando
del Atlas: “Los que habitan los más cercanos montes llenos de elefantes y
fieras y de todo género de serpientes, se
llaman Canarios, porque el sustento es el mismo que el suyo y comparten con
ellos la carne de las fieras”
Aún cuando no
opinemos de igual modo que el escritor latino acerca de la etimología de la voz canarios, su
afirmación acerca de la existencia en el Atlas de esos hombres es de gran valor
para nosotros.
Desde aquellos
montes, los Chahun- hanas o Kahun- hanas se
fueron acercando a las costas de la Mauritania , hecho que
acredita el geógrafo Ptolomeo al afirmar que existía en África un cabo llamado
Chahun-haria extrema, o sea la última Canaria, cabo que corresponde exactamente
con el actual juby, que debe su nuevo nombre al rey Juba; siendo este punto el más meridional de
las excursiones arias, según hemos indicado, y confirma Plinio, al decir en el
mismo capítulo citado: “Es cierto que está junto a éstos (los Canarios), la
gente que los Etiopes que llaman Perorsos..., las denominaciones Mahu -.haría y
Chahun-haria, designarían agrupaciones de tribus clasificadas por las
posiciones geográficas que tenían en el territorio africano.
Sabemos que el
prefijo Mahu o T'mahu de la voz Mahu-haría, según los egípcios, significaba
gente del Norte, en tanto que la voz, Chahun haria contiene asimismo un prefijo
Cha o Ka que asimismo significa, lo más inferior, lo extremo, denominación que
en el caso que estudiamos expresa claramente Gente del Sur o Meridional, como
efectivamente lo eran los Chahun-harias con respecto a los Mahu. harias.
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