EL REY DON DIEGO DE
ADEXE Y SU FAMILIA
[MENCEY PELINOR]
Leopoldo de la Rosa Olivera
Al leer en el número 21 de
este «Anuario», en el interesante trabajo del P. Luís Fernández, S P., Aspectos
económicos, administrativas y humanos de la díócesis de Canarias en la
segunda mitad del siglo XVI,
la relación de las dignidades del Cabildo catedral de Las Palmas, tomada de
los informes personales y reservados que el obispo don Fernando Suárez de
Figueroa envió a la Corte
en los años 1590 y 1592 y conocer lo que decía del arcediano de Tenerife doctor
don Hernando Díaz que era «guanche de padre y madre», así como los elogios que
al mismo dedicaba el prelado, sentimos curiosidad por identificarlo y, por su
apellido, presumimos que debía descender del último rey indígena de Adexe.
Esta curiosidad y el
habernos ocupado más de una vez de los últimos jefes de los bandos en que Tenerife
se hallaba dividida, nos hace volver sobre el tema, centrándonos ahora, de
forma especial, en el rey don Diego de Adexe y su familia, para ampliar y en
parte rectificar; Lo que antes hemos dicho1.
Los Reyes de Tenerife después de la conquista
Aunque los conocimientos de
cuál fuera la situación de cada uno de los reyes de los distintos bandos de la
isla sean escasos, sí sabemos, con
alguna precisión, de la de tres de ellos, aparte de la de Bentor de Taoro, que se suicidó; la de uno de un bando de guerra, el de Icod; la de otro de un bando de
paz, cuya libertad de residencia le
fue restringida, el de Anaga, y la de don Diego de Adexe, también de los de las paces, que quedó libre,
continuó en la isla y hasta tuvo
repartimientos en sus antiguos dominios.
Del rey de Icod sabemos que
no fue sometido a esclavitud, pero sí que fue entregado a un personaje de la Corte , que lo cautivó
indebidamente y lo vendió como esclavo. Por ejecutoria del Consejo Real de 4 de
junio de 1501 «dieron al dicho don Enrique, canario, por libre e quito
de toda servidumbre e catyberio en que está puesto, para que faga de sí lo que
quisiere e por bien toviere, asy como persona libre e fuera de cativerio». La
identificación del don Enrique, se refiere al antiguo rey indígena.
Armindo de la Guardia , es de notorio
interés para llegar a conocer cuál fuera su situación jurídica y, posiblemente,
la de los otros menceyes de los bandos de guerra.
El
cotejo de la
Cédula Real de 4 de diciembre de 1500, que se refiere al
rey de Codex don Ennque, indebidamente cautivado por el contino Pedro Patiño,
citada por la doctora Manuela Marrero en su trabajo Los procuradores de
los nuturales canarios, en «Homenaje a don Elías Serra», pág. 365, la
que supuso se refería al rey de Icod, con la ejecutoria de 4 de junio de 1501, que dio a conocer
Rumeu de Armas en La politica; indigenista
de Isabel la Católzca ,
Instituto a.isabel la
Católica », Valladolid, 1969, página 372, en la que se le llama «don Enrique, canario», pero también
se refiere al que había sido indebidamente cautivado por Pedro Patiño,
condujeron a que Armindo de la
Guardia , primero en el periódico «El Día», luego en el
programa de las fiestas de Icod de 1977, llegara a la conclusión, que parece
fuera de toda duda, de que ambas disposiciones reales hacen referencia al rey
de Icod don Enrique, cuya libertad promovió el procurador de los pobres de la Corte , bachiller de
Sepúlveda.
Dominik Wolfel
conoció ambas disposiciones, como luego veremos, pero las atribuyó al último
rey de Adexe.
Nosotros, en La familia del rey Bentor, pág. 423, dijimos que seguramente los jefes de los bandos de
guerra habían sido esclavizados por Alonso de Lugo, criterio que debemos
rectificar, de una parte por lo ya indicado, de otra, porque no debió quedar en
manos de Lugo la suerte de los menceyes vencidos, sino en la de los Reyes
Católicos.
Rumeu de Armas, al referirse
al rey entregado a Venecia, añade que el conocimiento de lo que ocurriera al
mismo «nos invita a sospechar que análoga situación les estuvo deparada, aunque
ignoremos -acaso para siempre.
Con arreglo al Derecho
Común, vigente en la Castilla
bajomedieval y de comienzos de la
Modernidad , el cristiano podía hacer cautivo y esclavo al
infiel que aquél conquistaba. Sin embargo, por voluntad reiterada de los
Reyes Católicos, influidos, especialmente doña Isabel, por la doctrina de una
minoría destacada de teólogos, estos reyes de los bandos de guerra debieron
quedar jurídicamente libres, lo que era compatible con la sumisión a potestad
señorial. Se era libre si se era cristiano, pero era hombre de señorío. La
condición del hombre de señorío fue variable, de hecho: dependía de la dureza del
señor, de la posibilidad de control de la misma por parte de la administración
regia, como ocurrió con este don Enrique; de la persistencia y seriedad con que
la autoridad eclesiástica ejerciera su misión tuitiva. Las leyes nada decían,
pero en la práctica esa presunta libertad podía confundirse con la virtual
servidumbre y así pudo ocurrir con algunos de estos menceyes y así ocurrió con
el de Icod, hasta la intervención del procurador de los pobres de la Corte.
No obstante, si bien éste y
los otros fueran hombres libres, aunque de señorío, tenemos la evidencia de
que, pese a los términos de la ejecutoria citada, si pretendió o hubiera
pretendido don Enrique volver a su tierra, no hubiera sido autorizado.
A diferencia de los reyes
de los bandos de guerra, los de los bandos de las paces debieron quedar en la
situación, de libres, sin limitaciones, ni entrega a un señor, pero, de hecho,
la de cada uno debió ser distinta. Que sepamos hasta ahora, sólo fue libre,
vivió en su isla y en ella murió don Diego de Adexe.
Veamos lo que sabemos, o no
sabemos, de los otros tres de los bandos de las paces: del de Anaga, del de
Abona y del de Guimar.
a) Don Fernando de Anaga.
A Rumeu de Armas se debe lo
que conocemos de este rey indígena.
Seguramente presentado a los
Reyes Católicos en Almazán, regresó a
Tenerife.
Incitativa de 22 de febrero
de 1502, dirigida al gobernador de Gran Canaria para que haga justicia en
virtud de denuncia de don Fernando de Anaga contra el Adelantado, en la que dice
q u e al tiempo que, por nuestro mandado, se pasó de la dicha ysla de Tenerife
a esa ysla de la Gran
Canana », no le dejó pasar su hacienda y le tomó dos esclavos
y la mitad de sus ganados, entre otros agravios, precisa algunos particulares
de lo que ocurriera.
¿Qué motivó su destierro de
Tenerife y su confinamiento en Gran Canaria? No lo sabemos. Alonso de Lugo así
lo consiguió de los Reyes Católicos: <por nuestro mandado», dicen.
Hay pruebas de la actitud
cautelosa del mencey de Anaga cuando el segundo desembarco de Fernández de
Lugo. Según el testimonio del conquistador Juan Baxo. el capitán de la
conquista mandó a don Fernando Guanarteme para atraérselo, el que tuvo que «ir
dos veces al dicho rey de Naga entre los guanches, hasta que hizo venir
al dicho rey de Naga al
real de los cristianos».
Es posible que las paces
con este bando, más que concertadas con su rey, lo hubiesen sido con guanches
principales del mismo, como los Ibaute, quienes después de la conquista
obtuvieron buenos repartimientos y se situaron bien entre los nuevos señores.
Está probado que, dominada la isla, indígenas de éste y otros reinos de las
paces fueron indebidamente esclavizados por Lugo y que guanches de los bandos
de guerra procuraron refugiarse en aquéllos. Puede pensarse que la actitud de
don Fernando de Anaga con el Adelantado no fuera lo sumisa que pretendiera y
que Lugo 1o acusara, con alguna razón, de proteger a los «alzados».
Los hijos de don Fernando
de Anaga, don Diego y don Juan, debieron seguirle a Gran Canaria y vivían en
Arguineguin en el 1505, aun cuando al año siguiente el primero había vuelto a
Tenerife, donde se hallaban ambos en el 1508. El tercero, don Enrique,
sin duda el de más recia personalidad, fue «denunciador de los guanches libres,
que fueron vendidos por cautivos, como hemos dicho en nuestro anterior trabajo.
b) El rey
de Abona.
Cuando en el 1506 Jorge
Grimón hizo unas informaciones ante la justicia de la isla para probar sus
méritos y servicios, testigo tan cualificado como el conquistador Hernando de
Trujillo, «El Teniente Viejo», declaró que «vio que el señor Adelantado envió
al dicho Jorge Grimón con nueve espingarderos a las partes de Abona e luego se
rindieron los isleños de aquella bandas 5. Esta intervención se debió
producir cuando tenía lugar una de las operaciones de limpieza realizadas
inmediatamente después de finalizar la lucha con los de Taoro y sus aliados.
Algunos autores han supuesto, y cabe en lo posible, que se hizo precisa porque
guanches de los bandos de guerra, pretendiendo escapar, se habían refugiado en
el de Abona, pero la verdad es que no estamos completamente seguros: «e luego
se rindieron los isleños de aquella banda», acabamos de ver que dija Hernando
de Trujillo.
Por otra parte, está
documentado por diversas provisiones regias de marzo de 1498, que Lugo había apresado
indebidamente antes de tal fecha a guanches de los bandos de Adexe, Abona y
Güímar y debemos preguntarnos cuál fuera la reacción de sus tres reyes ante estos
hechos incalificables. ¿Defendería el de Abona a los suyos y esta actitud le
costó el no poder volver a su tierra?
Lo único cierto es que había muerto antes del 27 de
mayo de 1507 y que tenemos noticias de una hermana suya y de cuatro de sus hijos.
Las incógnitas sobre el mencey de este bando son aún
mayores.
No hay noticia documental suya,
ni de ninguno de sus familiares, después de la conquista. Historiador tan veraz
como fray Alonso de Espinosa que, como ningún otro de los primeros cronistas,
pudo conocer lo que ocurriera en este bando, al que pertenecía la playa en que
se encontró y veneró la imagen de la Candelaria , en cuyo convento residió y que conoció
a nietos de los que habían sido testigos de la conquista, castellanos y
guanches, en el capítulo tercero del libro
de su obra afirma que, después de la derrota de Acentejo, Alonso de
Lugo, «a sus aliados y amigos del reino de Guímar, con engaño y doblez ... y
convidándoles ... para que entrasen en sus naves unaves a bodo fueron
conducidos a la Gomera
y de allí llevados a España donde fueron vendidos como esclavos.
Comentando estas palabras
del dominico, el profesor Alejandro Cioranescu advierte que «el cautivar a los
guanches enviados de Güímar es cosa que sin duda no desentona de cuanto sabemos
de Lugo; pero es difícil admitirlo para este momento preciso, en que, desbaratado
en Acentejo, Lugo no tenía interés en hacerse con nuevos enemigos», y
Rumeu de Armas estima que «el hecho que aquí se registra y condena es sustancialmente
cierto, aunque hay que retrotraerlo en un par de años y reducirlo en
dimensiones». Se produjo, seguramente, al finalizar la conquista
Las opiniones de ambos
historiadores no ofrecen dudas, pero hay que añadir que el P. Espinosa, al
final del capítulo octavo del mismo libro 114: de su Historia, añade
que, cuando el segundo desembarco de Lugo, dos del reino de Guímar,
escarmentados de lo que con ellos avían los españoles usado la jornada pasada,
se mostraron esta vez neutrales, estando a la mira en un monte, hasta ver por
quien quedaba el campo. Y viendo que los de Tegueste, Tacoronte y Taoro avían
llevado lo peor, e ivan en huída, se juntaron con los españoles, sirviéndoles
con lo que en la tierra avía, con mucha voluntad y fidelidad».
Ahora bien, aunque el
motivo no fuera el que supuso Espinosa, cabe en lo posible que, ante la primera
derrota de los castellanos, crecido el prestigio de Benitomo, todos o parte de
los guanches de G ü í a r adoptasen una actitud espectante.
Aun en el supuesto de que
este hecho no se hubiera producido, lo que sí está fuera de toda duda, hemos de
reiterarlo, es que cuando Lugo no necesitó de los bandos de las paces no tuvo
escrúpulos en tomar a cuantos guanches pudo de los mismos, para lucrarse de su venta
como esclavos. El rey de Güímar pudo reaccionar contra tal abuso y hubo de
seguir camino análogo al de h a g a, pero ni Espinosa, ni los documentos que
conocemos nos dan indicio alguno.
Tenemos noticias de dos
guanches principales de este bando. Uno de ellos, Miguel de Güímar, casado con
doña Isabel, hija del rey de Abona, con seguridad antes de la conquista, que no
debió ser esclavizado y consiguió del Adelantado importantes repartimientos de
tierra en Candelaria: el 19 de noviembre de 1512, un cahiz de tierra,
con una cueva y el 7 de enero de 1514 dos cahices
más, que «eran canpo de los guanches».
El otro, Andrés de Güímar[1], que
cautivado fue esclavo del regidor Fernando de Llerena, con cuyo apellido fue
también conocido. Ahorrado, parece
ser que Alonso de Lugo volvió a esclavizarlo, por lo que, al tomar Lope de Sosa
la residencia al Adelantado, Andrés se querelló en su contra y Lugo fue condenado
al pago de 50.000 maravedíe en que se había tasado «el rescate e premio e todo
lo demás que diz que
perdiste en ganar». Don Alonso apeló de la sentencia y una Cédula de
emplazamiento a Andrés de Güímar, de 9 de diciembre de 1508, para que se
personase en la apelación nos permite conocer el resultado de la sentencia. Como
es sabido, este indígena se casó con una hija del rey de Adexe, siguió
manteniendo buenas relaciones con su antiguo dueño, Fernando de Llerena, pero
continuaría defendiéndose del Adelantado y defendiendo a los de su raza y, para
evitar las represalias de Lugo, hubo de solicitar y obtuvo
una carta de seguro en el
1515.
d) Las familias de los menceyes.
Si, en principio, los
familiares más cercanos de los reyes de los bandos de las paces: mujer, hijos y
hermanos, al menos, no sólo fueron libres, sino que se les concedió, o usaron,
el «Don», en cambio las de los menceyes de los bandos de guerra sí pudieron ser
reducidos a esclavitud, como está probado en el caso del hijo del rey Bentor.
Pero también sabemos que algunos parientes de los reyes de estos bandos, o
no esclavizados o después de ahorrados, también usaron el «Don», como en los
casos de don Pedro de Tacoronte o don Juan de Tegueste.
Realmente, no conocemos si
hubo concesión del «Don» y de cuál fuera la regla para su uso.
Nada vamos a añadir a lo
que Rumeu de Armas recoge, con todo detalle en la página 403 y siguientes de su
obra La conquista de Tenemfe sobre la desleal conducta de Alonso de Lugo
para con los guanches de los bandos de las paces, finalizada que fue la
resistencia del rey de Taoro y sus aliados.
Que apresó y vendió o
intentó vender como esclavos a tales indígenas está documentalmente probado por
provisiones reales de marzo de 1498, a las que ya nos hemos referido, dadas a
conocer por Wolfel y por Rumeu, quien recoge asimismo las declaraciones de los
testigos de la Reforma )ción,
de 1506, entre ellas la del conquistador
Francisco de Albornoz, que
al contestar a la pregunta del Licenciado Ortiz de Zárate de si los vecinos de
la isla habían sido bien tratados, dice que «el dicho Adelantado fizo traer
ante si a los guanches del reino de Anaga, en que podía aver entre hombres y mugeres
doscientas ánimas poco más o menos, los quales heran de paces mucho tienpo avían
y en la dicha conquista ayudaron a conquistar a los otros en fabor de Sus
Altezas e del dicho Adelantado, e que non se acuerda si los tornaron cristianos
o non, pero que vio como los captivaron e les repartieron por esclabos e los
enbarcaron e los llevaron a vender; e asimismo se acuerda que al dicho tiempo el
dicho Adelantado fizo parecer ante sí fasta doscientos guanches, entre honbres
e mugeres e niños, los quales heran del reino de Adexe e de los de las paces e
asimismo ayudaron a conquistar a los otros, en esta manera e con tal engaño
que, como estavan escarmentados de lo pasado, pusieron en un corral cerrado de
piedra un honbre que se dize Francisco de Sepúlveda e cubriéronlo de ropa e dixeron
que era el Adelantado e que los Ilamava para que se viniesen a tornar
xristianos, que estava allí el obispo, e después los tuvieron dentro del corral
los cabtivaron e los repartieron y enbarcaron por cabtivos».
Añadamos, a título de
curiosidad, que el Francisco de Sepúlveda, al que hicieron pasar por el Adelantado
y que, según fray Alonso de Espinosa, era «primo de Luis de Sepúlveda, del
Consejo de Su Majestad», terminada la conquista, fue mercader en La Laguna y cofrade en el hospital
de Santa María de la Antigua
y su hija Francisca de Sepúlveda casó con Juan Fernández, hijo de Juan de Tegueste,
sin duda de la familia del rey de este bando, ya que en algún documento se le
da el «Don>>Estos fueron padres de Francisco Hernández de
Sepúlveda, al que se llama en las escrituras era natural» y en 1576 era
mayordomo de la casa y ermita de Nuestra Señora del Socorro.
En el año 1558 el gobernador
de la isla Hernando de Cañizares se vio obligado, en virtud de orden real, a
practicar información testifical sobre la comarca de Adexe, cuyo señorío
pretendía Pedro de Ponte.
Uno de los que deponen, el
indígena Juan de Bonilla, declaró que «el término de Adexe se estiende desde el
malpaís de Isora hasta la raya de Abonas. Por el primero de estos límites ha de
entenderse una de las zonas asoladas por corrientes de lava, de las que hay
más de una en el hoy
término municipal de Guía de Isora. Pensamos, sin poderlo asegurar, que fuera
la cercana al actual poblado capital de dicho municipio, entre el mismo y el
barranco de Tejina[2] de Izora los auchones que
están en el cantón del dicho malpaís e
de la otra parte el barranco de Tegina (núm. 1.286).
En otro de 4 de agosto de 1504 el Adelantado da «Un barranco de agua que se
dice Tágara, en el término de Adexe y va a dar al barranco de Tejina» (número
209).
El otro límite de este
reino, da raya de Abona», puede intentar fijarse, con aproximación, por otras
datas. En una, de 11 de julio de 1504, Lugo reparte «un río o arroyo de agua,
con todas las tierras que con dicha agua se pudieren aprovechar, la qual
es en esta isla de Tenerife, que se llama, en la lengua de Tenerife, Chasna y junta
los términos entre el reino de Abona y el reino de Adex» (número 553). En otra,
de 4 de mayo de 1509, da unas tierras «en el reino de Edexe, linda con la
fortaleza de Ayyo en la ladera della e de la parte hacia Abona hasta donde
entran las vacas de Pedro de Hervás» (núm. 1.264) y en una tercera, de 1 de
marzo de 1512, reparte unos terrenos en tAdexe, término desta isla, que a por
linderos las fortalezas e de la parte de Abona un morro alto» (núm. 102).
El límite actual entre los
municipios de Guía de Isora y Adeje procede de la división de los beneficios
eclesiásticos de la isla que hizo el obispo don Diego de Muros en 1498, que la
fijó, por el Sur en el barranco de Erques, por lo que hay que llegar a la conclusión
de que Juan de Bonilla, cuando declara los del «término de Adexe», seguía pensando
en los que tenia antes de la conquista. Fray Alonso de Espinosa, generalmente bien
informado, como es sabido, afirma que «Muchos años estuvo esta isla y gente
della sujeta a un solo rey, que era el de Adexe, cuyo nombre se perdió en la
memoria, y como llegase a la vejez, a quien todo se atreve, cada qual de sus
hijos, que eran nueve, se levantó con un pedazo de tierra, haciendo término y
reino por sí» y añade que quedó por rey de Adexe Atbitocazpe. En análogos
términos se expresa Leonardo Torriani,
Como afirma Rumeu de Armas,
el primer escritor que se hace eco de la división de la isla en nueve reinos es
el navegante veneciano Alvise de Cada Mosto, que no estuvo en Tenerife, pero
que visitó las islas de La
Gomera y El Hierro en 1455, por lo que cabe deducir
que esta información se la proporcionó Diego de Herrera.
Con posterioridad,
escritores y documentos confirman plenamente tal división.
Tanto Torriani como Espinosa
aseguran que la sucesión real en Tenerife «no era de padres a hijos, sino que si
el rey que a la sazón reinaba tenía hermanos, aunque tuviese hijos, no
heredaban los hijos, sino el hermano mayor y éste muerto, heredaba el otro
hermano y así hasta que no quedaba hermano alguno, y entonces volvía la herencia
del reino al hijo mayor del primer heredero, y así de uno en otro iban
sucediendo».
Hay que pensar, pues, que el rey de Adexe en e!
momento de la conquista, cuyo nombre indígena ignoramos, pues el de Pelinor no deja
de ser una licencia poética de Antonio de Viana, pero que se llamó en el
bautismo don Diego, descendería de Atbitocazpe, pero en un grado que ignoramos.
Si la isla estaba dividida en nueve reinos antes de 1455, hay que deducir que
entre Atbitocazpe y don Diego se sucederían más de un mencey en este bando.
Está documentado que Pedro
de Vera, con anterioridad al 1490, había concertado paces con los reinos de
Güímar, Abona y Adexe Mucho antes los habitantes de la isla, posiblemente con
mayor frecuencia los de los bandos del Sur, sufrían los asaltos de europeos en
busca de mercancía humana y está probado que un Francisco de Adexe había tomado
parte en la conquista de Gran Canaria. Sin duda se trataba de un antiguo
esclavo que libertado o para libertarse, se enroló entre los que combatieron
junto con Pedro de Vera.
En los años inmediatos
posteriores a finalizar la conquista el antiguo reino de Adexe debió quedar
casi despoblado. Aún en el 1558 los testigos de la información a la que nos
hemos referido así lo declaran: Juan de Bonilla afirma que es «tierra de
arenales y muy seca». Nunca ha visto ni sabido que en las dichas tierras se
pudiese sacar ningún fruto de trigo, cebada, centeno ni otra semilla El
heredamiento de Pedro de Ponte, casa e ingenio, es lo más importante y casi la
única tierra de provecho. Lo que llaman el río de Adexe es el barranco por
donde sólo corre el agua cuando llueve, y otro indígena, Juan de Regla, afirma
que «no hay ninguna población, antes ha visto que es tierra despoblada y que no
hay lugar junto, si no es de algún vecino que mora en alguna casa o cueva,
donde tiene su ganado cabruno u ovejuno..., que en el término de Adexe viven quince
o veinte vecinos y que no están juntos a manera de pueblo, sino tendidos y
apartados unos de otros, desde el principio de la raya de Abona hasta el
malpaís de Isora».
No obstante, en el 1560,
dos años después de las anteriores declaraciones, se creó la parroquia de Adexe
y en la tazmía hecha en febrero y marzo de 1561 se dice que en Adeje había 36
vecinos, y 310 personas. Y ya en 1530 había iglesias, seguramente muy modestas,
en el Río de Adexe y en Taucho.
Es sabido que el antiguo
rey de Adexe fue el único de los menceyes, de los bandos de la isla que
continuó, finalizada la conquista, viviendo,en Tenerife hasta su muerte.
Acabamos de referirnos al
despreocupado proceder de Alonso de Lugo para con los indígenas de los bandos
de las paces, cuando ya no los precisó y de una forma particular para con los
de Adexe y hemos de preguntarnos, de una parte, cómo reaccionaría don Diego ante
el atropello de sus súbditos, de la otra, cómo eludiría el destierro, del que
no pudo escapar, que sepamos, al menos don Fernando de Anaga fue más hábil, más
débil, más condescendiente? No podemos contestar por falta de noticias ciertas.
Lo único que sí podemos asegurar es que más de una vez tuvo que sentirse
arrepentido de la actitud que adoptó. Si las víctimas de la conducta de Lugo
fueron en un principio las gentes de su bando, pronto don Diego sufriría en su
propia carne su situación; pese a lo que pese, de vencido.
La antigua condición de
jefe de un pequeño estado pastoril, con todos los peligros de las incursiones
piráticas y de las envidias y luchas con los otros bandos, quedaría oscurecida
con la sumisión a un conquistador sin escrúpulos y a sus desaprensivos
compañeros.
Los Reyes Católicos lo
defenderían sin vacilaciones, si a la
Corte llegaban sus quejas, pero los monarcas castellanos
quedaban lejos, las posibilidades de acudir a ellos eran difíciles y Lugo hacía
todo lo posible por entorpecerlas. No obstante, don Diego no dejaría, en algún
momento, de conseguir ser oído y que se le hiciera justicia.
Cuando en abril del 1506 el
Licenciado Juan Ortiz de Zárate, con el título de reformador de los repartimientos
de las islas de Gran Canaria, La
Palma y Tenerife, recibió declaración a diversos testigos en
la villa capital de esta última isla sobre extremos, en tantos
casos, que nada tenían que
ver con su misión, por suerte para la curiosa posteridad, el regidor Lope
Fernández, de cuya amistad con el Adelantado no puede dudarse, dijo, entre
otras cosas, que «Jerónimo de Valdés forcó una fija del rey de Adexe e a otra e otras dos,
por la qual dixo el dicho Gerónimo de Valdés que se iba a Berbería, porque este
testigo estaba allá a la sacón», y por ello lo supo, y Francisco de Albornoz
afirmó que «Gerónimo de Valdés, sobrino que se dice del Adelantado, que forcó a
una moca guanche, fija del rey de Adexe e que oyó dezir que sobre esto el
Adelantado lo avía desterrado a Berberís».
Tres años después, en marzo
de 1509, en el juicio de residencia que se siguió a Fernández de Lugo, en uno
de los capítulos del memorial de descargos del Adelantado, éste dice, al
responder a acusación de Alonso Sánchez de Morales, «Menos enpece al dicho mi parte
lo que el dicho Alonso Sánchez quiso decir de lo de la Reyna de Adexe, que se avía
venido a a quexar su marido de Gerónimo de Valdés, seyendo theniente la avía
tomado por fuerca e lo avía thenido preso dos días e lo avía suelto ... porque
el dho Adelantado, siendo theniente el dicho Gerónimo de Valdés por esto se
podía abstener de le castigar, no enbargante esto, le quitó la vara e lo tuvo preso,
por sólo el dicho de la gente e que aunque esto no se provo lo desterró a
Tagaoz, donde estuvo más de ocho meses». En la pregunta 22 del interrogatorio
de los testigos de Alonso de Lugo se dice. .«si saben etc. e conoscieron a una
guancha natural desta isla que se nonbraba la reina de Adexe e si saben que
porque se querelló del thenlente Gerónimo de Valdés diziendo que se avía
querido hechar a una su hija, que aunque esto no se provó ni averiguó, le quitó
la vara de la justicia e lo desterró desta isla e nunca más se la volvio».
Por los acuerdos del
Cabildo consta que Valdés era teniente de gobernador desde el 15 de agosto de
1498, en el que continuó hasta el 13 de enero de 1500, pero ya el 19 del mismo
mes lo ejercía Hernando de Trujillo y Valdés no volvió a asistir a los Cabildos
hasta el de 19 de diciembre siguiente, ya como simple regidor, no como teniente
de gobernador. Rumeu deduce que el hecho del que se acusaba a Valdés debió
producirse en 1499".
Aunque los textos no son claros, parece ser lo más
seguro que el forzamiento lo realizó Valdés en una de las hijas del rey don
Diego.
Hasta el 1504 no conocemos
repartimientos hechos a favor del antiguo rey de Adexe. El 11 de julio de dicho
año sería el propio Valdés, en unión de Guillén Castellano, Francisco de
Espinosa y Andrés Suárez Gallinato, como delegados del Adelantado, quienes dieran
a don Diego 30 fanegas de tierra, con su agua, del río de Chasna, «que es en el
Reino de Adexe», o sea dentro de los que habían sido sus dominios, data que
confirmó Fernández de Lugo el 11 de julio de 1504 y ratificó el 11 de marzo de
1505 (núm. 845).
El 5 de octubre del mismo
año 1504, el propio Adelantado dio, además, a don Diego «un barranco que se
llama Masca, con sus tierras y aguas, para vuestros ganados e para que fagais
vuestras heredades, salvo tres fanegas que di a Pedro Talavera y lo demás destas
tres fanegas vos do y vos fago merced dello e mas os do cien fanegas de
sembradura de sequero que es en Taxo, abajo Arjo» (número 855), o sea el actual
Erjos, en el que ya se llamaba el valle de Santiago
Pese a ello, las relaciones
entre Lugo y don Diego no serían cordiales.
Seguramente en el mismo año
1504 o comienzos del siguiente don Diego había elevado quejas a los reyes de
Castilla: «sepades -dice la
Cédula de comisión- que don Diego, rey que fue de Adexe, me
fizo relación ... diziendo que Alonso de Lugo, nuestro governador
... lo tiene a él e a toda
su hacienda por fuerca, no aviendo cabsa ni razón para ello». Los Reyes, desde
Segovia, el 5 de junio de 1505, ordenaron al gobernador de Gran Canaria que, da
verdad savida», hiciera justicia.
En el descargo 38 de la
residencia que Lope de Sosa le siguió a Lugo, el procurador de éste
dice. «no enpece al dicho señor Adelantado lo que algunos testigos
quisieron decir que avía tomado ciertas cabras al Rey de Adexe, porque
sobre lo susodicho hay proceso
en residencia e por el
paresce lo contrario e como el dicho llamado Rey de Adexe se enbarcó sus cabras
e se aprovechó dellas e hizo dellas lo que quiso». Aunque no conocemos tal
proceso, seguramente a lo resuelto en el mismo se refiere la condena del Adelantado
a pagar a los hijos del rey de Adexe, ya fallecido, 40 000 maravedís'
Don Diego debió morir en el
verano o a comienzos del otoño del 1505, pues en el acta del Cabildo de 17 de
noviembre de tal año los regidores se quejan de la actitud de los «herederos
del Rey de Adexe», porque incumplían ordenanza sobre la carne.
¿Qué fue de la reina de
Adexe y cómo se Ilamó? Seguimos ignorándolo.
La única noticia
documentada que de ella tenemos es la ya referida de su queja contra Jerónimo
de Valdés.
Los hijos del
Rey Don Diego
En nuestro trabajo
publicado en 1956 citábamos como hijos de don Diego a los siguientes: Alonso,
Fernando, Diego, Inés y María.
Debemos rectificar y si bien confirmamos los nombres y
filiación de los tres primeros y el de María, hemos de añadir el de Pedro y
aclarar que la que entonces llamamos Inés ni parece que fuera hija del rey de
Adexe, ni se llamó Inés, sino Isabel. Por otra parte no sabemos quién ni qué
fuera de la hija de don Diego a la que forzó Jerónimo de Valdés.
Debemos advertir que así
como a los hijos varones del rey de Adexe se les da en algunos documentos el
«Don», en todo caso a don Pedro; no así a María, salvo, en cuanto a ésta, en
una Cédula Real que suponemos se refiere a la misma.
Vamos a ver lo que sabemos
de don Alonso y don Fernando, para hablar luego de los restantes.
A
don Alonso y a su hermana María
parece referirse, como acabamos de decir, una cédula de emplazamiento de 9 de
diciembre de 1508, que aparece en el Registro del Sello, para que «don Alonso y
doña María, vecinos de Tenerife, se personaran ante el Consejo Real, en
apelación que había interpuesto el Adelantado de sentencia dictada por Lope de
Sosa, por la que lo habia condenado al pago de 40.000 maravedís por ciertas
cabras que le habia tomado. Posiblemente se refería al mismo pleito que antes
mencionamos. Don Alonso estuvo casado con otra indígena, bautizada con
el nombre
de Catalina Fernández, como
resulta de escritura que figura en los Libross de Datas, de 1 de
enero de 1518, que comienza: «Digo yo, Alonso Dias, vecino de Tenerife, hijo
del Rey de Adexe, que por quanto yo vos so en cargos a vos Juan Delgado, vecino
della isla
de Tenerife, mi primo, de
ciertos mrs. y ansimesmo por otros cargos que de vos tengo de buenas hobras que
de vos e recibido, avemos por bien e nos plaze a mi y a mi muger Catalina
Fernández y nos plaza de vos dar a vos el dicho Juan Delgado seis fanegas de tierra
... en el barranco de Maca (por Masca) ... » (núm.1.214).
En unión de su hermano
Diego y de otros guanches, dio poder a Antón Azate, el 5 de enero de 1514, para
que los representase en la defensa de sus derechos, poder que fue presentado en
Cabildo de 21 de mayo siguiente, El 31 de julio
del año anterior, se había
constituido en fiador de su
hermana María, como tutora y curadora de los hijos del primer matrimonio de
ésta; en Buenavista y ante Benito Sánchez dio poder, el 8 de marzo de 1518, a
favor de su primo Juan Delgado y por escritura ante Alonso de Llerena,
de 26 de noviembre de 1521, consta que la tercera parte de las cien fanegas de
tierra en Taxo (Valle de Santiago) que heredara de su padre, las había vendido
a Gonzalo de Guadalcanal. No tenemos de este hijo de don Diego otra noticia
documentada.
De don Fernando Díaz, su
hermano, ya dijimos en el anterior trabajo que había sido instituido heredero
por su primo y homónimo Fernando Díaz.
Casado con otra indígena, Bárbara González, cuando ésta, ya viuda, iba a
contraer segundo matrimonio con un Juan de Adexe, fue nombrado tutor de su hija
María su hermano don Diego, en el 1514. En el testamento que este don Diego
otorgó el 20 de agosto de 1519 declara que aún era tutor de su citada sobrina y
seguía siéndolo el 31 de agosto de 1520, fecha en la que un Juan del Hierro,
ante Alonso Gutiérrez, reconoce que debía 30 cabrillas a
Diego Díaz, como tutor de
María, la hija de don Fernando.
Con Leandro Serra dice que
«parece» que don Fernando murió en Berbería, lo que es posible.
Su nombre es de tiempo
conocido. En cuantos documentos se le cita, y son varios, se le da siempre el
«Don», prueba indudable de su muy
cercano parentesco con el rey de este bando, pero ¿quién era don Pedro de Adexe
y qué relación familiar tenía con don Diego? A Don Buenaventura Bonnet, en su trabajo El Mencey
de Adeje y sus descendientes, hace un resumen de las diversas
opiniones de los historiadores y genealogistas, que interesa reproducir en
buena parte. Dice así. <Si todos los autores están conformes en que el
Mencey de Adeje se llamara Don Diego. Ya hemos visto que ese es el nombre que
le da Nuñez de la Peña.. .».
<<Viera y Clavijo, en
el prólogo del tomo III, escribe: «Don Pedro de Adexe, de los Menceyes de la Isla , estaba preso por el
Alcalde mayor en 1502. Y
por nota añade: «Quieren algunos que este Don Pedro, llamado de Llerena, fuese
el verdadero Rey de Adexe, padre de Don Diego, el que siempre se ha tenido por
tal ... » <El Dr. Chil y Naranjo (tomo III, pág. 600) afirma que Pelinor, Mencey
de Adeje, se Ilamó Pedro y no Diego y con aquel nombre lo hemos encontrado,
dice Torres Campos, designado varias veces.» «Otros autores aseguran que Don
Pedro era hijo de Don Diego.
Berthelot dice "Non seulement les menceyes participerent a cer
faveurs, mais elles rejaillerent aussi leurs fils et leurs proches. Les ancien actes de 'datas' mentionnent a ce sujet:
Don Cristóbal, mencey de Taoro; Don Diego, mencey d'Adeje, et Pedro son fils,
ainsi que Juan Delgado, son cousin ..." (Antiquités Canariennes, l."
parte, pág. 66).» «El Sr. Millares escribe al hablar de Don Diego: "Su
hijo primogénito Don Pedro casó con María de Adeje o de Lugo, la cual contrajo segundas
nupcias con Andrés Llerena (guanche)". El Sr. Díaz Dorta abunda también en
esta opinión (pág. 73).»
Pero mas cierto es que Don
Pedro fuera hermano de Don Diego. Don Leandro Serra, en un concienzudo articulo
titulado Los Adeje, dice: "Según documentos antiguos, Pelinor, el
último mencey de Adeje, después del bautismo se llamó Diego y un hermano de
padre, cuyo nombre indígena se ignora, Pedro... Don Pedro pasó a Berbería, donde
murió, dejando varios hijos.» «El Dr. D. J. Wolfel (en conferencia leída por su
autor en el "Instituto de Estudios Canarios", el 13 de enero de 1933,
bajo el título Los indigenas canarios después de la conquista), afirma
que el último rey mencey de Adeje se llamó don Enrique, como ahora sabemos por
documentos nuevamente hallados en Simancas.
Dice este autor que
seguramente don Enrique fue vendido como esclavo y que conoce dos documentos
sobre la libertad de aquél dándole el tratarriimte de Dm, siendo rectificado
derecho., según Real Cédula de 4 de diciembre de 1500, y la
de 4 de junio de 1501, y otra de febrero de 1502, en Sevilla.»
Comencemos por descartar el
nombre de don Enrique, ya que las Reales Cédulas de 1500 y 1501 que cita Wolfel
corresponden, como hemos dicho, al último rey de Icod,
Este esta probado documentalmente,
sin género de dudas, que en el bautismo se le puso por nombre Diego.
Queda, por lo tanto,
preguntarnos: ¿quién era don Pedro de Adexe? Millares, Berthelot y Díaz Dorta
lo consideran hijo (e1 primero de estos autores primogénito) de don Diego y
dicen que casó con María de Adexe o de Lugo, la que, viuda, contrajo segundo
matrimonio con otro guanche, Andrés de Guímar, también apellidado de Llerena.
Nosotros mismos, en el
trabajo que varias veces hemos citado, ante lo incierto del parentesco de María
de Lugo con don Pedro, supusimos que éste sería «hermano o pariente muy cercano
de su padre[3]».
Pero al leer el testamento
de don Diego Díaz, otro de los hijos del rey de Adexe, no ha podido por menos
de llamar nuestra atención el que dos veces que menciona a don Pedro lo llama
«mi hermano»: «Yten digo que yo soy tutor de mis sobrinos hijos de mi
hermano don Pedro..
>> e «Yten mando que paguen a Fernand López, cuñado que fue de mi hermano
don Pedro ..». Este testamento que otorgó el 20 de agosto de 1519 y cerca de
cinco años después, en 3 de
febrero de 1524, Diego Díaz hizo que varios deudores de los hijos menores de su
“hermano don Pedro” reconocieran lo que le debían.
De don Pedro de Adexe
sabemos que estaba preso en la capital de la isla en noviembre de 1502, «por
ciertas querellas que dé1 dieron, de las quales el dicho alcalde ha querido
saber la verdad y no ha hallado por do pueda proceder contra él por ningún
rigor de jus- ticia». En Cabildo de 25 de aquel noviembre los guanches Ximón,
Fernando de Tacoronte, Gaspar y Francisco de Tacoronte, por lengua de Guillén
Castellano, requirieron al alcalde mayor Pero Mexía que por cuanto «por el
señor governador Alonso de Lugo e por la señora Bovadilla e regidores les ha
sydo mandado que tomen los guanches alçados ladrones», añaden que están prestos
a hacerlo para lo que solicitan la libertad de don Pedro de Adexe, «el qual
sabe la tierra del reyno de Adexe do andan los alcados».
Los citadas guanches respondían de la libertad de don
Pedro con su persona y bienes, lo que aceptó el alcalde mayor, «para que cada e
quando se lo pidiese el alcalde o otro juez lo pornán en la cárcel..».
Don Pedro era tutor de doña
Constanza, hija del rey de Abona, el 21 de enero de 1508 y el último documento
que conocemos que parece referirse al mismo es el poder, que ya hemos citado,
que otorgaron a favor de Antón Azate, el 2 de agosto de 1512, que encabezas
<Don Pedro»
Don Pedro de Adexe debió morir, es posible, en
Berbería, como pensó don Leandro Serra, a mediados del 1513, ya que el 31 de julio de dicho año se dio
la tutela y curatela de sus hijos a su viuda María de Adexe, ante Sebastián
Páez.
Los hijos que quedaron de este matrimonio fueron:
1. Marcos Pérez, que vendió por sí y en nombre de sus
hermanos Fernán Pérez y Juan de Regla tierras heredadas del rey don Diego, en
Buenavista, ante Benito Sánchez, el 13 de junio de 1532. Díaz Dorta afirma que
dejó descendencia en aquel lugar.
2. Hernán Pérez, casado con Antonia Hernández, «natural».
Otorgó escritura Gaspar de Nenas, y dejó
hija, e hijos y ofreció como fiador a don Alonso, hijo del rey de Adexe Tenia ganado
y cuatro fanegas de tierra de riego, Isabel
Pérez, con descendencia de su matrimonio con Pedro de Vargas, natural de La Gomera.
3. Diego Pérez, que debió morir joven.
4. Juan de Regla que,
seguramente, tomó el nombre de otro Juan de Regla, extremeño, alcalde que fue
de Garachico y suegro de Fabián Viña. Juan de Regla, el «natural», casó con
Luisa Delgado, se establecieron en Adexe, donde vivían en 1555, cuando Juan dio
poder para la partición de los bienes de su madre, ante el citado Gaspar de
Xexas. Su hija, María de Regla, casó con Alonso González de Adexe y tuvieron
cuatro hijos: Marcos González, Luisa, Catalina y Agueda Delgado, que otorgaron
escritura en Chasna, ante Andrés Hernández Pinto, en 1629. En las informaciones
que hizo Martín Cosme de Armas, en 1568, Juan de Regla declaró que tenía
setenta y siete años "'. De ser cierto, debió nacer hacia 1491.
5. Isabel Pérez, casada con
Juan Doramas, hijo del conquistador Juan Doramas, natural de Gran Canaria, y de
Mariana Hernández.
Según Díaz Dorta sólo
tuvieron una hija, llamada Leonarda de Oramas o Doramas.
Para concluir, creemos que
hay razones para afirmar que don Pedro de Adexe, posiblemente primogénito de
don Diego, estuvo casado con su hermana María. Las citas reiteradas de su
hermano parecen confirmarlo y, por otra parte, está documentado que María de
Adexe o de Lugo, era también hija del rey de Adexe.
La primera noticia que
tenemos de este hijo del rey don Diego la da el pliego de descargos que
presentó el Adelantado en el juicio de residencia que le tomó Lope de Sosa y
lleva fecha del 30 de enero de 1509. Al responder a la acusación de que había
vendido a Diego Copado, que era cristiano, hecho que habían denunciado el
fiel Ejecutor Alonso de las Hijas y don
Diego, el procurador de don Alonso de Lugo dice que «Don Diego, que se dice
hijo del Rey de Adexe ... es guanche e henemigo del dicho mi parte, por lo que
dicho tengo de los dichos guanches», de los que afirmaba en apartados
anteriores que todos ellos eran enemigos suyos.
En el interrogatorio de
testigos, la pregunta CXXXII dice: si
conoscen a Don Diego e a Sabastián guanches e si saben que los. dichos Don
Diego e Sabastián an movido al dicho Señor Adelantado muchos pleitos en esta
residencia e son sus enemigos e le tenían la dicha henemistad antes e al tienpo
que vino la residencia, porque ganó la isla e les captivó e les mató sus
padres, hermanos e parientes». Tres testigos responden a esta pregunta: Alonso
de Alcaraz afirma que «es cierto que los susodichos no quieren bien al dicho
Adelantado; el vicario Fernán García que conocía a Sebastián «e que no se
acuerda del dicho Don Diego» y Bartolomé Benítez «conoce a los contenidos en la
dicha pregunta y save y vido este testigo que movieron pleito en residencia al
dicho A delantado, por lo qual y por razón del catiberio de sus padres e
muertes de sus debdos que en la conquista desta isla se hizo cree que lo
quieren al dicho Adelantado mal».
No puede dudarse, pues, de cuál fuera la actitud de
este hijo del rey de Adexe para con el Adelantado.
Casó don Diego Díaz con
Luisa de Vera, a la que hizo escritura de dote su padrastro Francisco de
Tacoronte, ante Hernán Guerra, el 14 de diciembre de 1513, el que
dice que, «por quanto vos, Diego Dias, hijo del Rey de Adexe, vos vais a casar
con Luisa de Vera, hija de mi mujer Leonor Alonso», le da cantidad de ropa,
ganado y doce fanegas de tierra en El Peñón. Finalizado el documento, en que firmó
como testigo y a ruego del otorgante Hernando Esteban Guerra, Francisco de
Tacoronte añade nuevos bienes a la dote de su hijastra, lo que justifica «por quanto
Luysa de Vera es doncella honesta e de buen linaje [y] en razón de su virginidad
... » La preocupación de la sociedad indígena de castas, que también se daba en
los castellanos, se refleja en este documento.
Ignoramos quien fuera el padre de Luisa de Vera,
posiblemente algún guanche que adoptó el apellido por Pedro de Vera o por
alguno de sus familiares. Francisco de Tacoronte era, desde el 1508, al menos,
tutor de los hijos de un «natural» llamado Juan de Vera;Sería éste el padre de
Luisa, la que casó con Diego Díaz?
En la villa de San
Cristóbal, la capital de la isla, el 20 de agosto de 1519, Diego Díaz, sin
decir que se hallase enfermo, ni que iba de cabalgada a Berbería, ni dar otra
razón, otorgó testamento en el escritorio de Antón de Vallejo, en el que
declara que tenía tres hijos: <<Perico, Juanico e Fernandico», a los que
instituía herederos por iguales partes, nombra tutor para después de su muerte
a su esposa y si ésta volviera a casarse, a su suegro Francisco de Tacoronte y
a su sobrino Marcos, el hijo mayor de su hermano Pedro.
Pero don Diego Díaz no murió por entonces, pues hay
constancia a de que, además de los tres hijos que cita en su testamento,
tuvo, por lo menos, dos más: Diego y
Catalina, de los que hablaremos y que,
en febrero de 1524, como hemos dicho, seguía siendo tutor de sus sobrinos.
Juan Díaz, el Juanico del
testamento, casó con María Delgado, seguramente
también «natural», de la que tuvo varios hijos: Juan -Luís Delgado, Juana Díaz,
casada con Melchor de Torres de la
Sierra y Gaspar Díaz Delgado, que fue alcalde de Vilaflor y
alférez de las partes de
Abona. Este último, en el año 1602 y con autorización del Licenciado Estrada, teniente de gobernador
de la isla, practicó pruebas
de pertenecer a la «Casa del Rey de Adexe». Las declaraciones testificales
comenzaron en Vilaflor, el 14 de septiembre, para terminarlas en La Laguna , el 28 de noviembre
del 1602. Un testimonio autorizado de estas pruebas fue protocolizado en 1760,
a petición de Francisco Díaz Delgado, vecino de Icod, ante el escribano Juan
José Sopranis de Montes de Oca.
De los hijos de don Diego
Díaz y Luisa de Vera nacidos después del testamento de aquel de 1519, a Diego
dedicaremos el párrafo siguiente y de Catalina sólo sabemos lo que de ella dice
su sobrino el doctor don Hernando Díaz en sus últimas voluntades.
No creemos que se refiera a
don Diego Díaz un documento otorgado el 2 de noviembre de 1509 por «Diego
Guanimence y su sobrino don Diego». Pudiera referirse al hijo del
rey de Anaga de este nombre o a otro familiar de alguno de los antiguos
menceyes.
Este hijo de don Diego Díaz y Luisa de Vera casó dos
veces, la una con otra indígena, Inés González, hija de Gonzalo Hernández y de
Constanza Rodríguez; la otra con Catalina Esperanza, seguramente también
«natural».
De su matrimonio con Inés
González, de creer lo que dicen las pruebas de Gaspar Díaz, sólo tuvo al doctor
don Hernando Díaz y de quien contrajo
con Catalina Esperanza a María Díaz y a Luisa de Vera. Esta última casó con
Francisco González y tuvieron los siguientes hijos: Catalina Esperanza, Diego
Díaz de Vera, con seguridad el que actuó decididamente en el «Pleito de los
naturales» sobre su derecho a cargar procesionalmente a la Virgen de Candelaria a
Salvador de Vera y a Ana
de Vera, casada con Francisco de Cáceres[4].
María, la hija de Diego
Díaz de Vera y Catalina Esperanza, casó con Miguel de Figueredo, posiblemente
portugués, que ejercía algún cargo, como el de alcalde, cuando su hermano don
Hernando otorgó testamento, que le daba derecho a ser llamado «señor», como así
le dice. A la hija mayor de este matrimonio legaba don Hernando unas tierras,
extinguido que fuera el usufructo que sobre las mismas dejaba
a su hermana Luisa.
Una de las hijas de María
Díaz y Miguel de Figueredo se llamó María Díaz de Vera. Estuvo casada con Luis
de Armas y ya viuda otorgó testamento en Vilaflor, ante Lorenzo Díaz Delgado en
el 1656, en que se le da los apellidos de Díaz Bencomo.
Nacido en la comarca de
Abona o Adexe, entre los años 1554 a 1556 (el P. Luís Fernández no precisa si
los informes del obispo en los que dice que don Hernando tenía treinta y seis
años, eran los de 1590 o de 1592), recibió el bautismo en la iglesia de San
Pedro de Chasna o Vilaflor, como así lo declara en su testamento; debió
comenzar sus estudios en alguno de los conventos de la isla, para pasar a la Universidad de
Sevilla, en cuyos registros figura matriculado. Firma del Lcdo. Hernando Díaz
de Vera en el expediente de oposición a beneficio de la parroquia de los
Remedios de La Laguna.
de tercero de Artes en 1572. Ya se había licenciado en Teología el beneficio de
La Orotava ,
que no obtuvo. El 27 de junio de 1580 solicitó tomar parte en la que se convocó
para uno de los beneficios de los Remedios, en La Laguna , que tampoco lo
obtuvo y para el que resultó elegido el doctor Francisco Lucena. El 1 de octubre siguiente Hernando Díaz
dio poder, ante Lucas Rodríguez Sarmiento, a favor de Martín Cabeza y de Mateo Suarez,
el primero de los cuales, el 31 de
julio del siguiente año 1581, presentó escrito en el que denunciaba la falta de
posesión de Lucena en el plazo de seis meses que se le había señalado, pero
nada consiguió.
Mientras tanto, Hernando
Díaz se preparaba en la
Universidad de Valencia para recibir el grado de doctor en
Teología, del que fue investido el 13 de mayo de 1581.
Cuatro años después
consiguió la dignidad séptima del Cabildo catedral de Canaria, el arcedianato
de Tenerife, en la que fue recibido
Vacante la dignidad cuarta,
de tesorero, por muerte del doctor Roque Carrillo de Mesa, el 12 de noviembre
de 1599, no se cubre hasta pasados cuatro años y el 8 de marzo de 1604, pero no la desempeñó sino unos meses, pues
falleció en Las Palmas, el 19 de diciembre del mismo año 1604, cuando contaba
alrededor de unos cincuenta años.
Es de señalar que de las
dignidades de la catedral de Las Palmas, según los citados informes del obispo
Suárez de Figueroa, sólo. nuestro biografiado y el doctor Luis de Salazar no
alcanzaban los cuarenta años; que el deán don Juan de Villalta, los racioneros
doctor don Francisco Mexía y el bachiller Juan de San Juan Toscano, así como el
citado doctor Roque Carrillo, al igual que don Hernando, se habían graduado en la Universidad de
Valencia.
Tenían sangre indígena,
como don Hernando, el arcediano de Canaria don Pedro Salvago, hijo de genovés y
de canaria; el racionero Antón de Vega, hijo de castellano y de canaria, y el
canónigo y poeta don Bartolomé Cairasco, bisnieto de indígena de La Palma.
El informe que de don
Hernando dio el obispo Suárez de Figueroa no puede ser más elogioso: «es
graduado en Teología por Valencia, hombre honesto y virtuoso, ayuda con su
doctrina predicando, es de edad de treinta y seis años. Calificador del Santo
Oficio, natural de la isla de Tenerife y sus padres naturales de la tierra, guanches,
que así se llaman» y termina reiterando, <Hombre honesto y hábil, es guanche
de padre y madre, de los naturales gentiles, que los llaman así».
Al lado de estos informes
referentes a don Hernando, encontramos los de buena cantidad del clero que era
iletrado, alguno ni aún sabía leer, otros no conocían ni el latín ni el
romance; de otra par te, destacaba el canónigo don Bartolomé Cairasco de
Figueroa, <unico en poesía y música y buen latino»
No debe olvidarse la
situación social de los que componían el Cabildo catedralicio, en aquellos
fines del xvr en los que era arcediano de Tenerife don Hernando Diaz. El deán don
Juan de Villalta era capellán real; el doctor don Luis de Salazar, hijo de un
oidor de la Real
Audiencia y graduado en Roma; el licenciado don Diego del Aguila
había sido gobernador de Gran Canaria, a cuya isla había vuelto como provisor
del obispo don Cristóbal Vela. Junto a éstos encontramos al inquisidor don
Francisco Magdaleno; a don Pedro Salvago y a don Juan Bautista Colombo, que
ambos pertenecientes a ricas e influyentes familias isleñas.
A su lado, el doctor don
Gaspar González, nacido en La
Palma , cuya situación social ignoramos, y nuestro don
Hernando Díaz, de padre y madre indígenas. Hay que pensar que sus dotes
personales debieron ser múltiples y reconocidas por sus compañeros, pura permitirle llegar a
ocupar la cuarta dignidad capitular, la de tesorero.
Para mejor conocer su
personaIidad sería precisa una detenida lectura de las actas capitulares, que
no hemos podido realizar. Una intervención suya en el Cabildo catedralicio de
19 de noviembre de 1593, refleja su preocupación por la dignidad del Cuerpo al
que pertenecía.
El acta dice así: «El señor
Arcediano de Thenerife propuso en este cavildo averse desconpuesto Juan de Centellas con palabras contra
el onor y respeto que se les deve a los señores deste cavildo, con los quales
trae pleito sobre mavavedís ques obligado a pagarles y aviendo llevado al
Audiencia Real uno de los dichos pleitos ovo personas que le oyeron dezir
publicamente que seguia aquel negocio porque el Maestrescuela, el Provisor y
los demás no se le desvergonzasen y asimismo aver dicho en escritorías e
corrillos palabras tan feas que no convienen ponerse aquí por escrito e pidió
se llamase a cabildo o fuese castigado e despedido». El Cabildo accediendo a lo
pedido por don Hernando Díaz lo despidió, aunque sesiones después, por no haber
quién lo supliera, tuvo que volverlo a contratar.
Durante el tiempo en que
nuestro arcediano ocupó esta dignidad en el Cabildo catedral, se produjeron en
Las Palmas dos acontecimientos de extrema gravedad: el ataque e intento de
desembarco de las fuerzas combinadas de Drake y Hawkins, el 6 de
octubre de 1595, y el desembarco y ocupación temporal de la ciudad por Pieter
van der Does, el 26 de junio de
1599. A ambos hechos de armas acudieron lo que en cada momento eran prelados de
la diócesis, Suárez de Figueroa y don Francisco Martínez de Ceniceros,
respectivamente, con el Cabildo catedralicio en armas. En ambos casos debió
asistir don Hernando Díaz, pero sólo se menciona como caso de inobediencia al
obispo, en el primero de estos ataques, el del canónigo doctor don Juan de San
Juan Toscano, que abandonando a sus compañeros, que permanecían en la muralla,
fue a luchar en la playa
Don Hernando Díaz de Vera,
un mes y días antes de morir, el 10 de noviembre de 1604, sintiendo que se
acercaba su fin, hizo testamento, en el que, después de declarar su fe y hacer
las disposiciones piadosas, funda capellanía en la iglesia de San Pedro de
Chasna,
en la que había sido
bautizado, para su pariente más pobre, la que dotó con tierras que habían sido
de su padre, que lindaban con el corral del Rey, el barranco de los Charcos, el
roque del Ahijadero, hasta dar, barranco abajo, con Aldea Blanca, así como con
el
camino real que va a Aldea
Blanca, con sus cuevas, toscas y moradas.
Para el nombramiento de capellán encarga por dos vidas
a su prima Catalina Díaz de Vera y luego al que ésta designase.
Instituía heredera
universal a su tía Catalina Díaz, madre de Diego de Toledo, dejaba diversos legados: a su sobrina Catalina
Esperanza, hija de Luisa de Vera, cien doblas; a su prima Catalina Díaz,
trescientas, y a Lucía Díaz de Baute, cuyo parentesco, si lo tenía, no lo
precisa, otras trescientas.
Declara que dotó a su
hermana Luisa de Vera, al contraer matrimonio con Francisco González y le deja
el usufructo de unas tierras que había heredado de su padre, que lindaban por
una parte con el camino que va a la Montaña Gorda. La nuda propiedad de las mismas la
legaba a la hija mayor de su otra hermana, María Díaz, casada con el señor
Miguel de Figueredo.
E1 8 de diciembre siguiente hizo un codicilo y ambos
docurnentos, cerrados, se abrieron al día siguiente de su muerte, el 20 de diciembre
de 1604.
En nuestro trabajo sobre
los reyes indígenas citamos, entre las hijas de don Diego de Adexe, a Inés
Díaz, nombre que tomamos de las genealogías del P. Bermejo. Don Erneterio
Gutiérrez, en su artículo El pleito
de los dos Alonsos, le da el nombre de Isabel, la incluye entre las
hijas de don Diego y dice, al igual que el P. Bermejo,
que estuvo casada con Juan
de Bonilla, y aún añade que éste «perpetuó su nombre al darlo a un monte de
Icodx Don Leandro Serra la hace hija de Alonso Díaz y nieta de don Diego; la
llama Isabel Pérez, e igualmente afirma que casó con Juan de Bonilla.
Ahora, al revisar los
documentos que hemos podido conocer sobre el indígena Juan de Bonilla y su
mujer, debemos precisar y rectificar lo que dijéramos.
Juan de Bonilla era guanche
y el único hijo que había dejado otro indígena, Alonso de Bonilla, que vivía en
la villa capital de Tenerife, en la «Villa de Arriba», cuando el Cabildo hizo
el repartimiento entre los vecinos para limpiar la laguna y le adjudicó cinco
varas, en acuerdo de 2 de octubre de 1514; que pasó luego a Buenavista, en cuya
casa María de Lugo otorgó testamento el 16 de octubre de 1530 y él mismo dictó
el suyo al escribano Rodrigo Fernández, el 16 de enero de 1536. No sabemos de qué Dando
procedía Alonso de Iionilla y como tampoco tenemos noticia de ningún
conquistador ni primer poblador de su apellido, es de suponer que se tratara de
uno de los guanches capturados antes de la conquista y bautizado en alguna de
las islas orientales, posiblemente en Lanzarote, donde había vecinos de su apellido.
Hay diversos documentos de compra y reconocimiento de deudas de Alonso de
Bonilla, y por su testamento parece que tenía ciertos bienes. En algunas
escrituras hizo su «señal», pues
no sabía escribir, en cambio su hijo Juan firmaba en
las diversas en que intervino.
Este último, cuando declaró
en la información hecha en 1558, a la que nos hemos referido, afirma que «tenia
conocimiento del término de Adexe por espacio de cinquenta años, poco más o
menos, por haberlo visto e andado». En escritura que otorgó en San Pedro de
Daute, ante Gaspar de Xexas, el 5 de noviembre de 1557, declaró que era vecino
del término de Adexe y que tenía unas moradas en el lomo de Images.
En diversos documentos
afirma que estaba casado con Isabel Díaz, no con Inés, como dijimos. Ahora
bien, iquén era Isabel Díaz.
Hemos indicado diversos
criterios sobre su filiación, pero veamos lo que dicen los documentos: en una
escritura otorgada ante Alonso de Llerena, el 26 de noviembre de 1524, sobre
las tierras que habían sido del rey don Diego en el Valle de Santiago, se dice:
«tenemos cient fanegas de tierra en el Valle de Santiago, las quales fueron dadas
a don Diego, rey de Adex e dellas el dicho Andrés de Llerena e a su mujer, su
hija, pertenesce la tercia parte dellas, e a su mujer del
dicho Juan Bonilla la otra tercia parte, como a uno do tres herederos del
dzcho don Diego e a Alonso Dias, hijo del dicho
rey de Adexe a vos Gonzalo de Guadalcanal, por conpra que dé1 hezistes, la otra
parte la avistes». En otra escritura, ante el mismo Llerena, de 15 de junio de
1532, Juan de Bonilla, pcr si solo, vende unas tierras y se declara «heredero
en Masca» y también, como tal, presentó, el 7 de diciembre de 1534, en San
Pedro de Daut e ante Rodrigo Fernández,
la escritura de donación de don Alonso Díaz a su primo Juan Delgado, y en ella
dice, como «heredero de Maxca, que había por bien la venta e data». Por último,
en la otorgada, también en San Pedro de Daute, ante Gaspar de Xexas, el 5 de
noviembre de 1557, comparecen Juan de Bonilla en unión de su mujer Isabel Díaz,
por sí y en representación de su hijo Alonso Díaz, y venden tierras, «de que
tenemos titulo de don Diego, rey de Adexe».
No hay duda que Isabel Díaz
fue una de las herederas del rey don Diego, pero, ¿era hija suya? En ninguno de
los documentos que conocemos lo dice. ¿Sería nieta y no hija del rey de Adexe?,
y en tal caso, ¿de cuál de sus hijos? Ni lo era de don Pedro, ni de don
Fernando, que sólo tuvo una
hija, póstuma; ni de don Alonso, que había vendido su parte en las tierras del
Valle de Santiago, ni de doña María. ¿Lo era de otra hija de don Diego que no
conocemos? ¿De la que había forzado Jerónimo de Valdés? No podemos responder, sólo
que causa extrañeza que cuando para otros precisa la filiación, de Isabel se
limitan los documentos a decir: «como uno de tres herederos del dicho don
Diego» o «de que tenemos título de don Diego, rey de Adexe.
En el testamento de Diego
Díaz, el hijo del rey de Adexe, en una de sus cláusulas, defectuosamente
redactada, dice: <¿Mando que paguen a mi sobrina Isabel cierto resto de
cabrillas que le devo, de que tiene noticia María de Lugo, muger de Andrés de
Güidmad, la qual lo declare y aquello se resciba en dinero, porque no tengo
cabrillas de que cunplir, rescibiéndose en quenta seis doblas y media que tengo
pagado por mi hermano Fernando, su tío [de] la susodicha, mi hermano y ase de
poner a la cuenta de la menor Isabel».
De ser correcto suplir el
«de», que hemos puesto entre corchetes, tiene más sentido, y tal cláusula no
parece pueda referirse a la otra sobrina del testador, Isabel Pérez, hija de María
de Lugo y de don Pedro de Adexe, pues en tal caso lo lógico sería que dijese
«de que tiene noticia [su madre] María de Lugo».
Creemos, pues, que Diego Díaz se refiere a su sobrina,
la que sería mujer de Juan de Bonilla, pero queda la incógnita de quiénes fuesen
los padres de Isabel Díaz.
Se le conoció con los
nombres de María de Lugo, María de Adexe. y María Díaz, sin que se le anteponga
el «Doña», salvo en la ya citada cédula de emplazamiento de 9 de diciembre de
1508, que está dirigida a «don Alonso y doña María, vecinos de Tenerife».
Casada primero con don
Pedro de Adexe, su hermano, este
matrimonio debió tener lugar, posiblemente, en la penúltima década del siglo xv.
Muerto don Pedro en el
1513, el 13 de agosto del siguiente año, consiguió del Adelantado una data
concebida en estos términos:
«María de Lugo, muger de
don Pedro, difunto, naturales de esta isla de Tenerife, cien fanegas de sequero
en el término de Adexe, donde dicen Tijoco, que han por linderos de una parte
el barranco de Erque e de la otra parte el barranco de Tijoco ... en vecindad,
porque vos e el dicho vuestro marido sois naturales delia e habeis tenido e
teneis en ella vuestros hijos e facienda e casa poblada». Las cien fanegas era
la pretensión de María de Lugo, que el Adelantado reduce a la mitad, cincuenta
(núm. 1.306). La zona en que obtuvo el repartimiento pertenece hoy al municipio
de Guía de Isora.
Como en su lugar dijimos, a
la muerte de don Pedro, su viuda fue nombrada tutora y curadora de sus hijos,
las que cuando contrajo segundo matrimonio, en fecha que no conocemos, le
fueron encomendadas a su hermano don Diego Díaz. Andrés de Güimar o de Llerena,
su segundo marido, de quien hemos hablado, guanche principal del bando de
Güímar, de recia personalidad, otorgó testamento el 4 de septiembre de 1527,
cuando iba a ir con el segundo Adelantado a Berbería, en cuya expedición perdió
la vida, muy probablemente, pues su viuda solicitó y obtuvo el 12 de octubre de
1528, ante Antón de Vallejo, la tutela de sus hijos Catalina y Andrés y dio
poder a Marcos Pérez, el mayor de los que 'había tenido de su primer
matrimonio, para que defendiera sus intereses
María de Lugo, su viuda,
testó en Buenavista, encontrándose en la casa de Alonso de Bonilla, como ya
dijimos, e1 16 de octubre de 1530, ante el escribano Rodrigo Fernández.
Comienza el documento con estas palabras: «Mando que si Dios fuese servido de
me llevar desta enfermedá de que hora estó doliente ... » Deja mandas para
diversas iglesias, una dobla de oro para Nuestra Señora de Candelaria, otra
para Nuestra Señora de Buenavista, por reparo de la obra que se está haciendo»,
media «a la iglesia de Adexe, ques en el Río» y otra media a la ermita de
Taucho, en Adexe; ordena se pague lo que debía su marido Andrés de Llerena;
declara que cuando casó con éste «llevé a su poder quientas reses cabrunas e
cyen ovejas e mas fazienda, me remito a la escritura que fize con mis fijos»;
mejora a su hija Isabel Pérez, instituye por herederos a «mis fijos e fijas, igualmente»
y nombra por sus albaceas a sus hijos Juan de Regla
y Marcos Pérez.
Posiblemente María de Lugo
seguía viviendo en Masca, en las tierras que heredara de su padre y al enfermar
fue a casa de Alonso de Bonilla, en Buenavista. De su testamento se deduce que
persistía en ella la mentalidad de la riqueza ganadera, a la que daba más
importancia que a las tierras que aportaba a su matrimonio.
Cuatro hijos tuvo de su segundo matrimonio: Diego de
Llerena, María Díaz, Andrés de Llerena y Catalina de Lugo. Del primero y el
cuarto no tenemos noticias sino por el testamento de su marido.
Debieron morir jóvenes,
Diego seguramente a poco de su padre. Andrés de Llerena, el segundo, presentó
el título de la data de tierras en Tijoco, concedida a su madre, el 9 de jumo
de 1556. Casó con Margarita González, hija de Rodrigo Pérez y Catalina Gaspar,
y ésta de Gaspar Fernández,
uno de los «guanches de paces», que más ayudó a Fernández de Lugo, que lo
recompensó largamento. Andrés de Llerena y Margarita González tuvieron seis
hijos: Andrés, Alonso, Miguel, Diego, Catalina y Bárbara. Catalina fue dotada en
1580, ante Gaspar de Xexas cuando iba a contraer matrimonio con Juan de
Betancor, y Bárbara González de Llerena, ante Rodrigo Alvarez, en 1586, al
casarse con Hernando de Ibaute. De este matrimonio fue hija Margarita de
Llerena, casada con el capitán Juan Delgado de Adexe, alcalde que fue de Adexe
y escribano de número de Vilaflor, en cuya iglesia compró, en 1636, el altar de
San Juan Bautista, con asiento, arrimo y sepultura, y otorgó testamento, en Vilaflor,
ante Lorenzo Díaz Delgado, en 1656, en el que declara que dejaba los siguientes
hijos: el alférez Juan Delgado, Godzalo Delgado, Fernando de Ibaute, Bartolomé
Delgado Llerena, clérigo subdiácono, Bárbara de Llerena y dos monjas.
Hija, como hemos dicho, de
Andrés de Guímar y de María de Lugo, casó con Juan Gaspar, hijo de Gaspar
Fernández, a quien hemos mencionado, uno de los indígenas que seguramente más
colaboraron con el Adelantado, que lo llama «mi criado» y que testó ante Alonso
Gutiérrez, el 4 de septiembre de 1527, y de su mujer Catalina F'rancisca. María
Díaz otorgó testamento, ante el escribano de La Orotava Ruy García de
Estrada, el 4 de septiembre de 1540, y su viudo dio poder, en representación de
su hija, en Garachico, ante Antón Martín, el 16 de octubre de 1547, para seguir
pleito reivindicatorio del Valle de Masca, que afirma le correspondía a su
mujer «nyeta del Rey de Adexe don Diego, difunto, auesté en gloria». Sólo
tuvieron una hija, Juana Díaz, de la que vamos a hablar.
Fue la primera de esta
línea de la descendencia del rey don Diego, que casó con un europeo, Juan
Marrero o Juan Martín
Marrero, que de ambas
formas se le nombra, hijo de portugueses. Sus padres fueron
Juan Martín Barreiro, natural de Vilarandelo, cerca de Chaves, que
otorgó testamento ante Bartolomé Joven, el 18 de mayo de 1543 y de Beatriz Marrero, a la que
dotaron sus padres ante Hernán a Guerra, el 12 de febrero de
1514, y testó ante Juan del Castillo, el 7 de septiembre de 1577. Beatriz era hija
de Gil Marrero, natural de Carrapateira,
cerca de Lagos, de los primeros pobladores de Tene- rife, que tuvo repartimiento
de 90 fanegas de tierra en Tacoronte, el 18 de octubre de 1503 (núm 599)
y de su mujer Constanza Antonia.
Pese a lo que afirman
diversas pruebas nobiliarias, no hay constancia de que Gil Marrero hubiera sido
conquistador de Tenerife.
Juan Marrero y Juana Díaz
continuaron el pleito para reivindicar las
tierras del Valle de Masca. En receptoría de la Real Audiencia de
Canarias, de 1594, se dice de Juana Díaz «que al tiempo que fallecieron sus
padres quedó niña de poca edad e después se casó con Juan Marrero e durante su
matrimonio tuvieron por sus hijos lexítimos >> a los que luego citaremos.
Y en escritura otorgada ante Sancho de Urtarte, el 13 de septiembre de 1578,
relativa a la partición de los bienes de Juan Gaspar, también se
nombran a los ocho hijos de aquel matrimonio, que vamos a relacionar, tanto
porque siguieron el pleito sobre las tierras de Masca, como por que algunos adoptaron,
con dudosa justificación, el apellido Bencorno.
1. Juan Gaspar, alcalde real de Candelaria en 1590,
dejó descendencia de sus dos matrimonios con María Rodríguez y con Ana Luís.
2. Diego Díaz, casado con Juana Gaspar, otorgo
testamento ante Juan del Castillo, el 6 de septiembre de 1577.
3. María Díaz, casada con
Lucas Martín. Fueron padres del capitán Francisco Díaz, casado en Guímar, el 11
de mayo de 1619, con María Martín Vizcaíno, y otorgó testamento,
protocolizado ante Manuel Gómez Hurtado, el 27 de mayo de 1665; de Ana Martín
Marrero, casada en Guímar, el 20 de marzo de 1612 con Bartolomé Pérez, y de Juan
Alonso el Mayor, que casó con María Díaz y fueron padres de otro Juan Alonso,
bautizado en Guímar, el 4 de mayo de 1625, que tuvo de su matrimonio con Nicolasa
Díaz dos hijos: Juan Alonso Bencomo y el alférez Diego Alonso, que probaron su
filiación hasta el rey don Diego de Adexe, ante el alcalde real de aquel lugar
Miguel Fernández de Páez y Galdona, el 7 de marzo de 1713.
4. Beatriz Marrero, otorgó testamento ante Bartolomé
de Cabrejas, el 27 de febrero de 1617, y dejó descendencia de su matrimonio con
Cristóbal Ximénez.
5. Juana Marrero, también con hijos de su matrimonio
con Alonso
Ximénez.
6. Juan Marrero, que tuvo de
su matrimonio con María Magdalena González seis hilos; el capitán Jacinto
Marrero, que en unión de sus hermanos y primos y según escritura que otorgaron
ante el escribano de Garachico Hernando Yanes Machado, el 26 de agosto de 1643
dice que sostuvieron pleito con «doña María Jorba, esposa que fue de Francisco
Fernández de Córdova y otros poseedores que estaban en el Valle de Masca,
diciendo pertenescernos como sucesores y herederos de don Diego, Rey que fue de
Adexe ... [y] aver tenido sentencia en nuestro favor en esta isla, en que se nos
mandava
restituir.. a lo qual la
susodicha y otros terceros poseedores salieron y andando el pleito se sentenció
en esta isla nuevamente y en la Real Audiencia de Canaria, en que se nos mandó
entregar el dicho valle ... » No conocemos los autos, que aclararían las
razones legales en virtud de las cuales obtuvieron sentencia a su favor. Los otros
hijos de Juan Marrero y María Magdalena fueron Isabel Marrero, casada con
Baltasar de Ledesma y en segundas nupcias con Diego de Arrosa, atorgó
testamento cerrado, que se protocolizó ante Mateo de Heredia, el 18 de
diciembre de 1683; el alférez Nicolás Marrero, bautizado en Guímar, el 11 de
noviembre de 1611, casado con su prima María Francisca Díaz; Angel Mamero; el
doctor don Francisco Marrero, beneficiado y vicario de Lanzarote, y Pedro
Marrero, con descendencia de su matrimonio con María Miguel.
7. Pedro Díaz Marrero,
casado con Tomasa Rodríguez Texera. Una de sus hijas, Juana Díaz, contrajo
matrimonio con Juan Adrian Rodríguez y tuvieron, entre otros, al capitán
Francisco Diaz y al alférez Juan Rodríguez Adrián, bautizado en Guímar en 1627,
que tuvo de su segundo matrimonio con Francisca Pérez Texera, entre otros
hijos, a Salvador Rodríguez Adrián Bencomo, casado en la parroquia de la Concepción de Santa
Cruz de Tenerife, el 14 de octubre de 1708, con María de la Encarnación Rodríguez
Perera.
8
Elvira Díaz, casada con Pedro Rodríguez
el Viejo, padres que fueron del capitán Pedro Rodríguez, casado en Arico con
María González.
Los hijos de Juan Marrero y Juana Díaz y la mayor
parte de sus nietos, vivieron en Candelaria, según resulta del citado documento
en el que hacen referencia a la sentencia que habían obtenido en su favor, en
virtud de la cual se les restituía en la propiedad y posesión del Valle de
Masca.
Los BENCOMO
Familias con más o menos
glóbulos de sangre de los reyes indígenas, aunque seguramente descendientes de
distintos menceyes, adoptaron el apellido Bencomo, no antes de mediado el slglo
XVII, cuando ya se habían
publicado la historia de fray Alonso de Espinosa y el poema de Antonio de
Viana, en el que se exaltaba a la persona del héroe de la resistencia guanche,
a quien da el nombre de Bencomo, que Espinosa había escrito Benchomo. Pensamos
que desde aquella época la obra del médico poeta lagunero había despertado notorio
interés en la isla y es muy posible fuera el motivo de que algunos que se
sabían descendientes de los antiguos jefes de los bandos de Tenerife,
conociendo o no con certeza su verdadera ascendencia, adoptaran el apellido
Bencomo.
Una de estas familias, que
se apellidó Trujiilo Bencomo, procedía de Andrés Hernández Trujillo y de María
Matías de Meni, nacidos en Vilaflor y establecidos en Garachico, donde
nació su hijo Domingo Trujillo Bencomo, que pasó a vivir a La Gomera , de cuyas mllicias fue
capitán y casó en Vallehermoso, el 8
de octubre de 1664. Pretendió ser familiar del Santo Oficio, para lo
que practicó pruebas de limpieza de sangre ante la Inqusición , en 1664, en
las que usó ya aquellos dos apllidos y en ellas declaró, tanto él, como los
testigos, que su madre era hija de Alonso Martín Castellano, nacido en San
Pedro de Daute, y Ana de
Mena, que había visto la primera luz en Vilaflor.
Ni en sus informaciones
remonta más atrás su ascendencia, ni conocemos la de su abuela Ana de Mena,
pero creemos poder asegurar que descendía de Martín de Mena y de Ana Gutiérrez,
de la que tenemos pruebas que consideramos suficientes para estimar que era
hija del rey Bentor de Taoro y, por lo tanto, nieta de Benitomo, el Bencomo de
Viana.
En cambio, hemos citado a
varios descendientes del rey de Adexe que también -como otros que no hemos
nombrado- adoptaron el apellido Bencomo y de los que no tenemos constancia que
procedieran de Benitomo. Bien es verdad que nada sabemos de la mujer
de don Diego, que cabe en
lo posible que fuera hija de Benitomo, aunque no nos parece probable.
Entre tales casos podemos
citar a María Diaz Bencomo, la mujer de Luís de Armas, bisnieta de don Diego
Díaz, uno de los hijos del último mencey de Adexe, y varios de los descendientes
del matrimonio de Juana Díaz, bisnieta de don Diego de Adexe, con Juan Marrero,
como es el caso de los Alonso Bencomo y de los Marrero Bencomo.
El apellido Bencomo es aún
numeroso en las Islas y una gran mayoría de los que lo llevan proceden de
Salvador Rodríguez Adrián Bencomo y de su mujer María de la Encarnación Rodríguez
Perera, antes nombrados Uno de los hijos de este matrimonio, que se llamó José
Rodríguez Bencomo, se estableció en La Gomera , donde casó tres veces y dejó
descendencia, parte de la cual publicó el que fue cronista oficial de dicha
lsla don Luís Fernández.
En cambio y como caso
curioso hemos de referirnos a la familia de los que fueron hijos ilustres de La Laguna , los hermanos don Cristóbai,
don Pedro y don Santiago Bencomo, arzobispo de Eeraclea y confesor de Fernando
VI1 el primero; deán de la catedral de Tenerife el segundo y obispo electo de
Astorga el tercero. Pues bien, sus ascendientes procedían de la familia
Marrero, pero no de los Díaz, descendientes de don Diego de Adexe, pero
sabiéndose parientes de los Marrero Bencomo adoptaron este último apellido
algunas generaciones anteriores a la de aquellos clérigos.
Antes de nada un recuerdo a
la memoria de don Tomás Cruz García, cuidadoso investigador del pasado del valle
de Guímar, donde nació y a quien debemos muchas de las noticias de la
descendencia de don Diego de Adexe aquí recogidas.
Nuestro agradecimiento a
cuantos, de una u otra forma, nos han ayudado desinteresadamente: Joaquín
Blanco Montes de Oca, Gu:llermo Camacho Pérez-Galdós, Alejandro Cioranescu,
Benjamín González Alonso, Emma GonzáIez Yanes, Manuela Marrero, Gonzalo de Quintana,
Marqués de Acialcázar; Aurina Rodríguez, Pilar Tena y
Lola de la Torre , son nombres que en
justicia no debemos olvidar.
APENDICE DOCUMENTAL
Sepan quantos esta carta de
testamento e mandas e postrimera Voluntad vieren como yo Diego Dias, guanche,
natural de la isla de Tenerife, otorgo e conosco que fago e hordeno este mi
testamento e mandas e postrimera voluntad al servicio de Dios e paz e
tranquilidad de mis herederos, creyendo como creo firmemente en la Santysima Trenidad ,
Padre e Fijo e Espíritu santo, que sea tres persvnas e un solo Dios
verdadero, que bive e reyna por sienpre sin fin, encomendándome a Nuestra
Señora Santa María, madre de Nuestro Señor, virgen antes del parto, en el parto
e después del parto y a toda la corte de los Santos e Santas.
Primeramente mando mi anima
a Nuestro Señor, que la conpró e redimió
por su presciosa sangre y el cüerpo a la tierra de donde fue formado e
mando que si a Dios pluguiere de me llevar desta vida presente que mis osequias
se digan en la Yglesia
de Nuestra Señora de la
Concebición e me digan una misa de requiem cantada, ofrendada
de pan e vino e cera
y ocho misas rezadas a cunplimiento de novenación ofrendadas.
Mando a la Santa Cruzada diez
maravedis e a la redención de catyvos diez maravedís e a Nuestra Señora de la Merced diez maravedís e para
la obra de Nuestra Señora de la
Concebición un real para su obra. Mando que paguen a Fernand
López, cuñado que fue de mi hermano don Pedro, dobla e media que yo le devo. Yten
que paguen a Ruy Blas una dobla que le devo.
Mando que paguen e den de
limosna a Nuestra Señora Candelaria una
dobla. Mando que paguen a Alonso de Jaén quatro doblas poco más o menos que
se an de pagar a San Juan primero que viene en el año de veynte.
A
Juan Mendes siete reales que le devo.
E mando que paguen todo lo
que mas paresciere que yo deva. Mando que cobren de Gaspar Fernandes un cahís de tierra
que me es obligado a dar en el pago del Peñol, porque dizen que me pertenescia por
escriptura de obligación y repartimiento.
Mando
que cobren de Francisco Ximenes la guarda
de quinze meses que le guardé veynte e una cabrillas que se montaron.
Yten mando que cobren todo lo otro que me fuere
devido.
Yten mando que paguen a
Martín Núñez treynta cabras de prencipal, con la renta de tres
años, que son a real cada cabra, el qual arrendamiento conmencó a correr dende
San Juan de junio que paso deste año de quinientos e diez e nueve en adelante.
Yten mando que paguen
dozientas e veinte cabrillas a María, mi sobrina, hija de Fernando Dias, desta
navidad primera que viene en un año, lo qual tenía a cargo como tutor.
Yten digo que yo soy tutor
de mis sobrinos hijos de mi hermano don Pedro e digo que arrendé a Pedro
Delgado y Alonso Sanches noventa y siete cabras,.de lo qual ay contrato ante
Segundo Piamontes, escribano del Realejo, mando que aquel arrendamiento se
guarde Mas arrendé quarenta cabrillas a Alonso Dias, mi primo, de los dichos
menores, de lo qual ay contrato ante e1 dicho escribano, mando se guarde
el arrendamiento.
Mas arrendé quarenta cabrillas de mi sobrino Marcos a
Pedro de… Angel, arriba de
Adexe.
Yten arrendé a Francisco Tacoronte, mi suegro, de los
dichos menores, quinze borregas.
No ay contrato, remítolo a su juramento lo que pasó
acerca dello e aquello que declarare cunpla e pague.
Yten arrendé a Juan Castellano e Francisco López
sesenta cabrillas de los dichos menores. Ay contrato ante Alonso de Llerena,
escribano publico Mando que se cunpla el contrato.
Otras cabras que sobraron y ovejas de los dichos
menores e asnos quedan y están en su poder e de su madre María de Lugo, mujer
de Andrés de Guídmad e mas un buey.
Mando más a Nuestra Señora la Candelarla para su obra
media dobla, porque lo susodicho que le mando dar se lo devo.
Mando al monesterio del Espíritu Santo media dobla.
Mando a todas las otras yglesias, monesterios,
espitales desta ysla cinco maravedis para sus obras
Mando que me digan en el monesterio de San Francisco
dos treyntanarios abiertos e se pague lo acostumbrado.
Mando que paguen al canónigo Diego de Herrera, por mi
hermano Fernando Dias, dos doblas que se le deven.
Mando que paguen a mi sobrina Isabel cierto resto de
cabrillas que le devo, de que tiene noticia María de Lugo, muger de Andrés de
Guidma, la qual lo declare e aquello se resciba en dinero, porque no tengo cabrillas
de que cunplir, rescibiéndose en quenta seis doblas y media que tengo pagado por mi hermano
Fernando (padre de la susodicha al
-testado-), su tío [de] la susodicha, mi hermano y ase poner a la cuenta
de la menor Isabel Muñoz ade,, entre corchetes, es nuestro
Mando que se cunpla e pague
a mi mujer Luysa de Vera todas las cabrillas e tierras e otras cosas que recibí
con ella en dote e casamiento, con todo lo que le pertenece de la mitad de lo
multiplicado desde que nos casamos hasta oy e oviere hasta que a Dios plega de
me llevar desta presente vida y todos los bienes remanentes, así muebles como
rayzes y derechos e aciones
los hereden mis fijos e fijos de Luysa de Vera, mi legítima muger, Perico y
Juanico e Hernandico, todos tres por iguales partes, tanto el uno como el otro
Mando que sea tutora de mis
hijos la dicha mi muger mientras no se casare y si se casare que lo sea mi
primo Juan Delgado e Marcos, mi sobrino y de los otros menores cuyo tutor yo
so, la Justicia
les dé su tutor.
Mando que sean mis albaceas
e testamentarios deste mi testamento e mandas e postrimera valuntad la dicha mi
muger Luisa de Vera e Francisco Tacoronte, mi suegro e Martín Núñez, a los
quales a todos e a cada uno de ellos do poder bastante para que entren en mis
bienes, asi en rayzes como en
muebles, los quales vendan e rematen e dellos de su valor cunplan este mi
testamento e mandas e postrimera voluntad e revoco todos los otros testamentos
e mandas e postrimera voluntad e cobdecillos que yo aya fecho, en publico o en
secreto, para que no tengan tuerca ni vigor, sino este que valga por mi
cobdecillo e su no… mi cobdecillo
valga por mi postrimera volutad y en aquella mejor manera que de derecho aya
logar.
E porque esto sea cierto e
firme e no venga en duda, otorgué esta carta ante e1 escribano e testigos de
yuso escripto, la qual rogué a los presentes firmasen por mi, porque yo no se
escribir.
Fecha la carta en la villa
de San Christóval, en el escritorio de Antón de Vallejo, escribano público e
del Concejo de la ysla de Tenerife, en veynte días del mes de agosto año del
nascimiento de Nuestro Señor Jhesucristo
de mil1 e quinientos e diez e nueve años.
Testigos que fueron
presentes a lo que dicho es Luis Alvares, Juan de la Mar , Gerónimo Joven, Juan
Ruvio e Juan Luis e Pero Luis y Diego Alvares e Diego Cionzales e Alonso de
Carmona e otros muchos vecinos y estantes en la isla.
Por testigo, Juan de la Mar - Alonso de Carmona - Por
testigo Jerónimo Joven - Juan Hernández. (AHP, leg. 9, fols. 860 r. y sigs.).
(Leopoldo de la Rosa Olivera ,
1997).
[1] Miguel de Güímar tuvo un hijo de su matrimonio, Pedro Miguel, que se
casó y veló en la
Concepción de La
Laguna , por el 1514,
con María Hernández, seguramente tambien indígena, la que, viuda,
otorgó testamento en Candelaria, ante Sancho de Ürtarte, el 8 de marzo
de 1574, en el que declara cuándo y dónde se había casado, los bienes que su
marido había heredada de su padre, funda capellanía y ordena que se haga una
pila de
agua bendita para la
iglesia de San Blas, «conforme» a la de Nuestra Señora de Candelaria. Había
tenido cuatro hijos, dos de ellos habían muerto cuando testó, Juan Miguel y
Agueda Perez, la que había dejado cuatro hijas de su matrimonio con Pedro González; Diego que falleció en 1576, dejó hijos de su
matrimonio con Luisa González, «natural», y el cuarto llamado Miguel Hernández,
que en el 1576 y ante el
mismo escribano, en unión de su mujer Isabel González, doto a su hija Francisca
Pérez, que iba a casarse con Diego Rodríguez (AM. de La Laguna , reg. de Urtarte, folios 160, 339 v., 691 y 737).
Núm 25 (1979) 181
[2] Un albalá de repartimiento de tierras de 27 de octubre de 1512 dice:
«Un pedazo de tierra en que puede haber sesenta fanegas de sequero en el Reino
de Adex, linderos de la parte del malpaís
Francisco de Sepulveda tuvo
repartimientos en San Lázaro, Tacoronte y Taoro, y celebró un curioso contrato
con un guanche. Pero Negrín de Tegueste,
ante Juan Ruiz de
Berlanga, el 12 de septiembre de 1507, por el que trueca una esclava negra por
otra suya, guanche, María de Guímar, con la condición de que Negrín se casara
con ella en plazo de ocho días, quedando sin efecto lo convenido si no lo
hiciera.
A. Cioranescu, Antonio de Viana, Conqwista de Temerzfe,
li, ptig. 338; Manuela Marrero, Protocolo de Juan
Ruw de Berlanga, «Fontes R. C», XVII, doc. núm.
125.
[3] La realidad es que a Viera y
Clavijo, a don Leandro Serra y a nosotros mismos, no nos pasó por la
imaginación tal posibilidad, olvidando lo que, tanto Torriani, como fray Alonso
de Espmosa, dicen: «ponían mucho cuidado en casarse, si faltaban mujeres de
igual sangre y grandeza les era permitido tomar por mujer a sus hermanas», dice
el primero y el dommico: «El rey no casaba con gente baja y, a falta de no
haber con quien casar, por no ensuciar el linaje, se casaban hermanos con
hermanas». Costumbre ésta que no puede extrañar pues, es sabido, se dio
en pueblos de la antigüedad, como en Egipto.
[4] Protocolos del Escribano Hernan Gerra, «Fontes Rerum Cananarum»,
W, por Emma González Yanes y Manuela Marrero, La Laguna , 1958, documento simero 107. A Diego Guanimence se
refiere el proceso de residencia que siguió al Adelantado Lope de Sosa
(descargo XXXM), una Cedula de emplazamiento para que comparezca en apelación
que habia interpuesto Alonso de Lugo contra la sentencia que le condenó al pago
de cantidad a Guanimence, de 9 de
diciembre de 1508, etc.
Diego Guanimence otorgó testamento ante Hernán Guerra, el 16 de septiembre de 1511, en el que declara que
estaba casado con Catalina, que no tenía hijos e instituye herederos a sus
sobrinos Bassin y Juan sobrinos, hijos de una hermana suya. Una Catalina
Guanimenca otorgó documento ante Alonso Gutierrez, el 4 de julio de 1521.
La voz, aquí apellido,
Guanimence, debe estar relacionada con la de mencey y significar cierto
parentesco con un rey guanche. De ser así, mencey parece que debe acentuarse en
la primera sílaba, no en la segunda.
En El Museo Canario,
Inquisición CMM<-S, están un
proceso seguido a don Diego,
guanche, preso por el S. O. y multado con una dobla, por estar amancebado con Catalina,
guanohe, 12 de agosto de 1510. Tampoco sabemos a cual don Diego se refiera.
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